Miércoles de la 4ª semana de Cuaresma
1.
Preparación
Señor, aquí estoy delante de
ti. Ayúdame a tomar conciencia viva de que tú estás conmigo siempre. Esté
donde esté, tu presencia amorosa me envuelve.
Dame tu gracia para que este
rato de oración me sea provechoso. Que vea claro qué quieres de mí. Dame un
corazón nuevo, que me guíe por tus caminos de amor. Me pongo en tus manos,
Señor. Soy todo tuyo. Haz de mí lo que tú quieras. Amén.
Ahora lee despacio la
Palabra de Dios y las reflexiones que se proponen. Déjate empapar de la
Palabra de Dios. Si con un punto de reflexión te basta, quédate ahí, no
prosigas.
2.
La
palabra de Dios
Exulta, cielo; alégrate,
tierra; romped a cantar, montañas, porque el Señor consuela a su pueblo y se
compadece de los desamparados.
Sión decía: «Me ha abandonado el Señor, mi dueño me ha olvidado». ¿Es que puede
una madre olvidarse de su criatura, no conmoverse por el hijo de sus entrañas?
Pues, aunque ella se olvide, yo no te olvidaré.
(Is
49,13-15).
En
aquel tiempo, dijo Jesús a los judíos: Mi Padre sigue actuando, y yo también
actúo. Por eso los judíos tenían más ganas de matarlo: porque no sólo abolía el
sábado, sino también llamaba a Dios Padre suyo, haciéndose igual a Dios. Jesús
tomó la palabra y les dijo: Os lo aseguro: El Hijo no puede hacer por su cuenta
nada que no vea hacer al Padre. Lo que hace éste, eso mismo hace también el
Hijo, pues el Padre ama al Hijo y le muestra todo lo que él hace, y le mostrará
obras mayores que ésta, para vuestro asombro. Lo mismo que el Padre resucita a
los muertos y les da vida, así también el Hijo da vida a los que quiere. Porque
el Padre no juzga a nadie, sino que ha confiado al Hijo el juicio de todos, para
que todos honren al Hijo como honran al Padre. El que no honra al Hijo no honra
al Padre que lo envió. Os lo aseguro: Quien escucha mi palabra y cree al que me
envió posee la vida eterna...(Juan
5, 17-30)
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En este tiempo de cuaresma la Palabra de Dios,
sigue recordándonos cómo Dios es fiel en su amor a nosotros, su pueblo. Como
el viejo Israel, también nosotros hemos sido infieles al amor de Dios muchas
veces; pero su alianza de amor con nosotros no la han podido romper ni
nuestros pecados. El sigue amándonos, esperando que nos convirtamos, que
volvamos a él. Lo recuerda Isaías y nos invita al gozo:
“Exulta, cielo; alégrate, tierra; romped a cantar, montañas, porque el Señor
consuela a su pueblo y se compadece de los desamparados. Sión decía:
«Me ha abandonado el Señor, mi dueño me ha olvidado». ¿Es que puede una
madre olvidarse de su criatura, no conmoverse por el hijo de sus entrañas?
Pues, aunque ella se olvide, yo no te olvidaré
.(1ª
lectura) ¡Qué palabra tan consoladora,
Señor! ¡Cómo necesitamos escarcharla una y otra vez los que somos débiles y
traicionamos tu amor! Difícil es que una madre olvide al hijo de sus
entrañas; pero, aunque eso ocurra, el Dios Padre-Madre que se nos revelado
en Jesús, ¡nunca nos olvidará! ¿Cómo no convertirnos a él, cómo no
prepararnos para acudir gozosos a la fiesta de la Pascua a la que nos
convida?
-
Ayer veíamos que, después de curar al paralítico de la piscina, algunos,
como siempre, se escandalizan porque lo ha curado en sábado. Entonces Jesús
les dice por qué lo ha hecho: “Mi Padre sigue actuando, y yo también
actúo… Lo mismo que el Padre resucita a los muertos y les da vida, así
también el Hijo da vida a los que quiere”. Es el Padre el que actúa en
Jesús y por Jesús. En él se nos manifiesta Dios. Y Dios es Amor, siempre
está amando y actuando en favor del hombre, especialmente del que sufre.
¿Cómo Jesús iba a pasar de largo ante la angustia y desesperanza de aquel
pobre lisiado de la piscina, sin arrancarlo de su sufrimiento y soledad?...
Ahora somos nosotros –miembros del Cuerpo místico de Cristo- los que tenemos
que ser manifestación de cómo obra Dios: nuestra vida y nuestras obras deben
reflejar cómo es y actúa el Dios en el que creemos. ¿Es así? ¿Nuestra vida
y acciones son reflejo del ser y actuar de Dios, porque amamos y nos
preocupamos de los demás como él? ¿Por qué no? ¿En qué ocasiones y con
quiénes veo que fallo más?
-
Para ir al Padre no hay más camino que Cristo, su Enviado. La Palabra de
Cristo no es sólo palabra de un gran maestro; es Palabra del Padre, Palabra
que da Vida. Escuchar a Cristo y creer en el Padre es pasar de la muerte del
pecado a la vida, participar ya de la vida eterna: “Os lo aseguro: Quien
escucha mi palabra y cree al que me envió posee la vida eterna...” Creer
no es aceptar un manojo de dogmas; es aceptar a Cristo, que es la Vida y da
vida, es dejar que Cristo nos viva. Señor, en esta etapa final de la
Cuaresma deseo y te pido escuchar tu Palabra, meditarla, guardarla en el
corazón, dejarme transformar por ella…, y así prepararme a vivir en verdad
la Pascua. María, Madre, tú que con tanta docilidad escuchaste la Palabra de
Dios y tan fielmente la pusiste por obra, ruega por mí.
3. Diálogo con Dios
A
la luz de esta Palabra y de estas reflexiones, pregúntate qué te pide el
Señor... Háblale como a un amigo. Pídele perdón, dale gracias. … Escucha en
tu corazón qué te responde... Y pide que te ayude para poder llevar a la
práctica los deseos que han surgido en tu corazón.
FRAY JESÚS ANIORTE