130. SOBRE SANTA MAGDALENA DE PACIS

25 de mayo (*)

Esta Santa se señaló por el amor ardiente que a Dios profesaba, el cual la movía, ya en su niñez, a no hablar más que de Dios y a aplicarse con decidido empeño en la oración; persuadida de que, habiendo sido creada únicamente para Dios, ninguna otra cosa, fuera de Él merecía su afecto.

Tal amor de Dios y de lo tocante al divino servicio, la movió a dejar el mundo tan pronto como hubo comulgado por primera vez, cumpliendo así el propósito que había concebido de hacerse religiosa. Y aunque no tenía más que diez años, se consagró entonces al Señor por el voto de virginidad.

Vosotros vacáis frecuentemente a la oración y tenéis la dicha de hablar en ella con Dios; ¿ponéis empeño en aprovecharos de tal ventaja? Y durante las pláticas que mantenéis con vuestros Hermanos ¿sois fieles en no hablar más que de Dios, de lo que a Él se refiere y de lo que pueda despertar en vosotros su amor?

El amor grande que esta Santa tenía a Dios la impulsó especialmente a comulgar con frecuencia, por el deseo que en si experimentaba de unirse íntimamente a Jesucristo nuestro Señor. De ahí que, siendo aún niña, y no pudiendo, a causa de sus pocos años, recibir la eucaristía; se pegaba a su madre las veces que ésta había comulgado, sin apartarse de ella en todo el día, por el gozo que notaba en acercarse y tocar a quien había recibido el precioso Cuerpo de Jesucristo.

Ésa fue la causa de que la permitiese comulgar su confesor a los diez años, y de que ella eligiera la orden carmelitana al hacerse religiosa, porque en ésta la comunión era más frecuente que en muchas otras.

¿Os sentís movidos también vosotros a comulgar con frecuencia? Tenéis la suerte de poder hacerlo en vuestro Instituto; ¿os conformáis con los usos establecidos en él a ese respecto? ¿Es el amor afectuoso a la sagrada comunión lo que os determina a frecuentarla? Consideradla como el mejor de los bienes, y la mayor de las felicidades que podáis conseguir en el mundo?

Esta Santa mostró también el singular amor que profesaba a Dios, padeciendo mucho por Él. Su más apremiante anhelo fue imitar en todo la vida y pasión de Jesucristo.

Cuando contaba sólo doce años, entretejió a manera de corona, algunas ramas de naranjo, que tienen espinas muy punzantes, se las ciñó apretadamente a la cabeza, y así pasó toda una noche, presa de agudísimos dolores. Acostumbraba disciplinarse a menudo con cadenillas de hierro, llevar asperísimo cilicio y un cinturón armado de púas agudísimas.

Padeció, además, fuertes tentaciones, y molestísimas penas interiores.

¿Gustáis así vosotros de sufrir por Dios? Tened presente que nada prueba mejor el amor que se le profesa, que gozarse en soportar por Él algún dolor, a fin de conformarse a Jesucristo crucificado y de dar gusto a Dios.

Eso os pondrá también en las mejores condiciones para atraer sobre vosotros con profusión las divinas gracias,

131. PARA LA FIESTA DE SAN GERMÁN, OBISPO DE PARÍS

27 de mayo

San Germán fue preservado de morir en su infancia, y aun antes de nacer, por particularísima providencia de Dios, que le destinaba a trabajar denodadamente por el bien de su Iglesia. Tuvo la suerte de retirarse a vivir con un tío suyo, persona de mucha pie dad, que tomó particularísimo cuidado de su educación, y le instruyó por si mismo en las ciencias y en los ejercicios de una virtud acendrada; todo esto le ayudó a conseguir extraordinaria santidad.

Adorad la providencia paternal de Dios con vosotros, que os entresacó del mundo, con el fin de disponeros a adquirir la virtud que necesitáis para el fiel desempeño de vuestro cargo, y para educar a muchos niños en el espíritu del cristianismo.

¿Correspondéis a los propósitos de Dios sobre vosotros? ¿Y procuráis conseguir tal santidad en vuestro estado, que os pongáis en condiciones de hacer santos a quienes tenéis encargo de dirigir?

Elevado al sacerdocio siendo aún muy joven, demostró este Santo tal prudencia en su proceder, y tanta santidad en su vida, que fue elegido poco más tarde abad de muchos religiosos, en el monasterio que hoy lleva su nombre.

Dirigió allí a sus hermanos con celo y fervor infatigables, que le presentaron como modelo de todas las observancias religiosas: sus vigilias, oraciones y mortificaciones eran continuas.

¿Os esforzáis vosotros en cumplir a la perfección las Reglas de la comunidad? Es el medio seguro de atraer las gracias de Dios que requerís para llenar las obligaciones de vuestro estado y del ministerio a que fuisteis elegidos por Dios. Cuanto más exactos seáis en la observancia, más fácilmente conseguiréis llevar los niños a Dios e infundirles verdadera y sólida piedad.

Como ése es el fin de vuestro estado, tomad los me dios más oportunos - y que Dios os exija - para conseguirlo.

La extraordinaria virtud de san Germán, y los muchos milagros que obraba, fueron causa de su elección como obispo de París. Mas, en su nuevo estado, no aflojó lo más mínimo su fidelidad a la oración y mortificación. Pasaba noches enteras encomendándose a Dios en las iglesias; vestía lo mismo en invierno que en verano; practicaba tan ásperas austeridades que, según cuenta el historiador de su vida, a falta de quien le diera el martirio, él mismo se martirizaba.

Todas esas prácticas piadosas en que de continuo se ejercitó, dieron a sus instrucciones eficacia particular para convertir a los pueblos. Por eso se afirma de él que fue comparable a los Apóstoles, tanto por el crecido número de sus milagros, como por el maravilloso efecto de sus enseñanzas.

Vuestras funciones, aunque parezcan poco relevantes a los ojos de los hombres, persiguen el mismo fin que las ejercidas por este Santo. Imitadle, utilizando para salir airosos en vuestro empleo los mismos medios a que él acudió; si son idénticos, resultarán tan eficaces como lo fueron en san Germán.

132. SOBRE SAN NORBERTO

6 de junio

San Norberto fue educado desde su mocedad en la corte del emperador. Mas, prevenido de la gracia, sintióse movido por extraordinario impulso del espíritu de Dios a dejar la corte y despedirse definitivamente del siglo, para incorporarse al estado eclesiástico, donde se dedicó a predicar, más aún con el ejemplo que con las palabras. Ello fue causa de que sus sermones produjeran abundantísimos frutos, y ganasen a muchos para Dios.

Comprometidos como estáis en virtud de vuestro estado a enseñar a los niños; por una parte, tenéis que vivir profundamente animados vosotros del espíritu cristiano, para podérselo comunicar, y, por otra, aparecer ante ellos con exterior muy edificante, para servir de modelo a quienes tenéis cargo de instruir.

Es necesario que puedan aprender de vuestro recogimiento la modestia que ellos han de guardar; que vean en vosotros la cordura con que deben ellos proceder, y que vuestra piedad les sirva de regla en el templo y durante las oraciones.

El espíritu de Dios que a este Santo animaba le movió a renunciar a sus beneficios y a vender sus bienes patrimoniales, para distribuir su importe a los necesitados.

Llevó también vida en extremo austera, y escogió algunos compañeros que predicaran de pueblo en pueblo y de aldea en aldea, a imitación de los setenta discípulos de Jesucristo.

Vivían todos, como él, en mucha austeridad y mortificación del cuerpo; andaban descalzos, comían una sola vez al día, y guardaban perpetua abstinencia de carne.

Sus ejercicios se reducían todos a obedecer, aplicarse a la oración y mortificación, y predicar el santo Evangelio. Así fundó san Norberto su orden, cuyos religiosos en muy crecido número produjeron abundantísimo fruto en la Iglesia.

El fin que vosotros pretendéis se asemeja mucho al que se propuso este Santo con la institución de su orden: anunciar a los pobres las verdades del Evangelio. Utilizad, pues, los mismos medios de que él se sirvió con tanto éxito; a saber, la oración y la mortificación.

Sus ayunos extraordinarios y sus eminentes virtudes decidieron la elevación de san Norberto al episcopado, si bien contra su voluntad.

Una vez en posesión del cargo, no pudiendo tolerar los vicios en su diócesis, reprendía intrépidamente a cuantos se entregaban a ellos de manera escandalosa.

Eso dio ocasión a que algunos se ofendieran y buscaran oportunidad de darle muerte.

¡Tan cierto es que los malvados y libertinos no pueden soportar que se los ataje en sus desórdenes!

Salido ileso de tan duro trance, combatió a un hereje que negaba la realidad del Cuerpo de Jesucristo en la Eucaristía, y acabó con aquel error.

¿No es ejercer funciones de obispo oponerse a los vicios y mantener la fe en su vigor y firmeza?

Eso es también lo que vosotros no podéis excusaros de hacer, para desempeñar dignamente el ministerio: impedir que los alumnos se den al vicio o al desorden, y grabar en sus mentes, de manera firme y segura, las verdades de nuestra fe, que son los fundamentos de la religión.

133. SOBRE SANTA MARGARITA, REINA DE ESCOCIA

10 de junio

A esta reina le adornaban virtud y piedad ejemplarísimas: era tal su recato, y tales su prudencia y la gravedad de su porte, que no podía mirársela sin que inspirase respeto.

Tenía también afecto tan singular a la oración que, puede afirmarse era orar la principal de sus ocupaciones. Todas las noches incluso, después de descansar breve rato, se dirigía a la iglesia, donde pasaba mucho tiempo, sin tolerar de ningún modo que allí le hablasen de negocio alguno profano.

¡Ah, cuán sólida es la piedad si se fundamenta en la virtud, y cuán verdadera y segura es la virtud que va acompañada de piedad!

En vuestro estado abundan los medios de practicar la virtud y de ejercitarse en la piedad. Tenéis la suerte de entregaros a menudo en él a la oración mental, y de poderla hacer bien. ¿Sabéis utilizar todos esos recursos que Dios os prodiga, para que os salvéis y consigáis la perfección de vuestro estado?

Si no sois fieles a ellos, mereceréis que Dios os castigue severamente por tan grave negligencia.

El principal cuidado de esta Santa fue ordenar bien su casa y cuidar de que temiesen y amasen a Dios cuantos la componían. Hasta ejerció con sus hijos el oficio de maestra de escuela, enseñándoles por sí misma a leer y, especialísimamente, dándoles educación esmerada, persuadida de que eso era lo más grato a Dios que ella pudiese realizar. De ahí que fuera ése también el blanco principal de sus oraciones.

Santa Margarita es modelo excelente de lo que vosotros habéis de hacer con los niños que Dios os ha confiado. ¡Toda una reina que juzga como su primera función lo que constituye la esencia de vuestro estado!

Tenedlo a gala, y mirad a los niños que el Señor os encomienda como a los hijos mismos de Dios. Poned mucho más esmero en su educación e instrucción, que el que podríais desplegar educando a los hijos de un rey.

Su amor a los pobres fue extraordinario: ocupábase todas las mañanas en instruir a algunos niños indigentes, y les daba luego de comer; como honraba en ellos a Jesucristo, poníase de rodillas para servirlos.

Ella y su marido alimentaban a trescientos pobres en su propio comedor. Hasta se dice que la Santa echaba mano a menudo de lo perteneciente al rey su marido, para hacer limosna; lo cual él permitía de buen grado; y que enviaba con frecuencia mensajeros por la campiña para que se informasen de la miseria en que estaban los necesitados, con el fin de agotar todos sus esfuerzos para serles de alivio.

Por vuestro empleo, estáis encargados de instruir a los niños pobres; ¿sentís amor hacia ellos?; ¿honráis a Jesucristo en sus personas? Y, en tal supuesto, ¿los preferís a los de familias acomodadas? ¿Y tenéis con aquéllos más miramientos que con éstos? Santa Mar garita os da ejemplo y os enseña con qué ojos los debéis mirar.

134. SOBRE SAN BERNABÉ

11 de junio

San Bernabé fue uno de los primeros en unirse a los Apóstoles después de la Ascensión de Jesucristo, y en demostrar heroico desprendimiento de los bienes de la tierra; pues, según refiere san Lucas en los Hechos, vendió una heredad muy valiosa que tenía, y puso su precio a los pies de los Apóstoles (1).

Por eso los discípulos y todos los fieles le cobraron desde entonces muy particular aprecio, y fue destinado - tanto por los Apóstoles, como por voluntad divina que se dio a conocer en este punto - a la realización de señaladas empresas en la Iglesia.

No es fácil imaginar el bien que puede operar en la Iglesia un alma verdaderamente desprendida. La razón de ello es que el desasimiento supone mucha fe: es confiarse a la providencia de Dios, como el hombre que se hace a la mar sin velas ni remos.

Por intercesión de san Bernabé, pedid a Dios el desinterés, que tanto necesitáis en vuestra profesión, y poneos, por vuestra parte, en condiciones de conseguirlo.

Ese desapego de lo criado mereció a este Santo tal abundancia de fe y espíritu de religión que, haciendo su elogio en pocas palabras, san Lucas afirma de él: Era Bernabé hombre lleno de bondad, y henchido del Espíritu Santo y de fe (2).

La bondad que en él abundaba y su ternura con los prójimos hicieron que - con ocasión de cierta hambre que sobrevino - los Apóstoles encomendaran a san Bernabé junto con san Pablo, la distribución entre los fieles de Jerusalén de las limosnas recogidas para éstos en Antioquía (3).

Y la fe y el espíritu de Dios de que estaba animado fueron la causa de muchos milagros que obró, y de que los gentiles les tomaran por dioses a él y a san Pablo (4).

¿Procuráis ser tan bondadosos y tener tanto afecto a los niños que instruís, como tuvo san Bernabé a aquellos de cuya conversión y salvación se ocupaba?

Cuanta más ternura tengáis con los miembros de Jesucristo y de la Iglesia que os están confiados, más admirables efectos de la gracia producirá Dios en ellos.

Aun cuando san Bernabé no cuente en el número de los doce Apóstoles, recibió con todo en su plenitud la gracia del apostolado.

Fue el Espíritu Santo mismo, según refiere san Lucas, quien - al tiempo en que algunos de los discípulos ofrecían el sacrificio al Señor y ayunaban -, dijo: Separadme a Saulo y a Bernabé, para ocuparlos en la obra que les tengo destinada. Por lo cual, los discípulos les impusieron las manos y los despidieron (5).

Enviado así Bernabé por el Espíritu Santo, consiguió tales frutos en Antioquía juntamente con san Pablo, por la predicación del Evangelio, que como indica san Lucas, hubo tanta multitud de gente que se convirtió allí al Señor que, en Antioquía empezaron a llamarse cristianos los fieles (6).

Fue también el primero que, con san Pablo, predicó el Evangelio a los gentiles.

Si, como san Bernabé, os henchís de fe y del espíritu de Dios, según es obligatorio en vuestro empleo, seréis causa de que aquellos que instruís sean cristianos, no sólo de nombre, sino también por el espíritu y las costumbres, y de que se granjeen la admiración por su piedad.

135. SOBRE SAN ANTONIO DE PADUA

13 de junio

Este Santo dejó el mundo en edad muy temprana, para ingresar en la orden de los Canónigos regulares. Mas, no pudiendo sufrir que, en el convento donde vivía, menudeasen tanto las visitas de sus padres, se retiró a otro monasterio muy apartado, donde llevó vida mucho más solitaria.

Vosotros necesitáis vivir en el retiro para aprender en él la ciencia de la salvación, que debéis enseñar a los otros: ése es el fruto que del retiro debéis sacar.

Es necesario que os apliquéis en él a hablar de Dios, para poneros en condiciones de hacerlo provechosamente. Persuadíos de que en la soledad y silencio es donde se aprende a hablar bien: cuanto más gusto les cobréis, más fácil os resultará cumplir vuestro ministerio con el prójimo.

Tuvo san Antonio tal celo de la religión y de extender el conocimiento de Dios entre los infieles; y tan ardoroso deseo del martirio que, observando cómo cinco religiosos de san Francisco partían a predicar el Evangelio a los moros y, conociendo después que habían sido martirizados; por el deseo de imitarles, tanto en la predicación como en el martirio, se decidió a entrar en la orden franciscana. Apenas concluido el noviciado, alcanzó licencia para pasar al África y dedicarse a la conversión de los infieles.

Vosotros estáis obligados por el empleo a enseñar a los discípulos las verdades de la fe y a instruirlos en la Religión. Hasta tenéis que consagraros por completo a ello, y dar vuestra vida, si fuera necesario, por desempeñar dignamente tal deber.

¿Lo hacéis así? ¿Os halláis en tan generosa disposición?

Destinado a la predicación por orden de san Francisco, no parece sino que Dios mismo ponía en los labios de san Antonio su santa palabra; pues era su predicación el asombro de cuantos le oían, y obró con versiones de todo punto maravillosas.

Acertó tan cabalmente en ese santo ministerio por haberse preparado a él con el retiro y la oración, y haberlo emprendido únicamente por obediencia; pues siempre se había ocupado en menesteres humildes, hasta ordenarle su superior que predicara.

Sólo para secundar la ordenación divina, y por obediencia al superior, debéis trabajar también vosotros en la salvación de las almas. Ése será el medio de santificaros en vuestro empleo, y de contribuir a la santificación de los demás.

136. SOBRE SAN BASILIO

14 de junio

San Basilio fue educado en la piedad por su abuelo; y las instrucciones del venerable anciano produjeron tal impresión en su espíritu que, renunciando para siempre al mundo, se refugió en la soledad, donde construyó un monasterio y dio reglas sapientísimas a los religiosos que se sujetaron a su gobierno.

Allí se acostumbró a vivir también en tanta abstinencia que, hacia el fin de sus días, su cuerpo se hallaba extenuadísimo, como consecuencia de las austeridades en que siempre se había ejercitado.

Por esos dos medios - la soledad y el ayuno - se dispuso este Santo a obrar grandes bienes en la Iglesia.

Si queréis vosotros que el ejercicio del ministerio produzca fruto abundante en las almas, nada os ayudará tanto a conseguirlo como el alejamiento del mundo y la templanza: ésta contribuye en mucha parte a conservar la pureza, y aquél atrae al alma abundantes gracias de Dios, no sólo en provecho propio, sino igualmente para el bien de los demás.

Fruto del espíritu de religión adquirido en el desierto por el Santo fue la gravedad y devoción que, llegado a obispo, logró infundir en cuantos con él frecuentaban el templo. Venido a éste el emperador, quedó gratísimamente edificado de la modestia y silencio, tanto del clero como de todos los católicos; los cuales asistían allí como ángeles que entonaban en la tierra las alabanzas de Dios. Admiróse también el emperador del buen orden que se observaba, tanto en las ceremonias como al cantar los salmos; en forma que salió de allí muy gratamente sorprendido, y donó ricos presentes a la iglesia.

Vosotros debéis también, por la aplicación constante a la oración y al recogimiento, henchiros en tal forma del espíritu de piedad, que lo comuniquéis a los discípulos; de modo que, cuantos los vean, admiren su recato y modestia en la casa de Dios.

Temed, por el contrario, que su inmodestia irrite al Cielo y recaiga sobre vosotros, por ser causa de la misma con la falta de recogimiento que manifestéis en el lugar santo, donde estáis obligados a velar sobre ellos.

Ya obispo, mostró también san Basilio tanto celo en acrecentar y defender la Iglesia, que fue uno de los más ilustres impugnadores del arrianismo; procurando con toda la diligencia posible, mantener unidos los espíritus de los fieles en la misma fe, y los corazones en idénticos sentimientos de caridad y religión.

Sus constantes desvelos por la paz de la Iglesia le acarrearon la persecución de los herejes, y aun la del mismo emperador; el cual, urgido e importunado por las instancias de aquéllos, decidió desterrarle; mas no pudo llevarlo a efecto, porque, al pretender este príncipe firmar el edicto de extrañamiento, su mano se sintió incapaz de escribir una sola palabra. Así protege Dios a quienes se declaran por El.

No toleréis libertinos entre los educandos; haced que la piedad sea patrimonio tanto vuestro como suyo. El mundo os perseguirá; pero Dios mismo se constituirá defensor vuestro.

137. SOBRE SAN PAULINO, OBISPO DE NOLA

22 de junio

San Paulino dio pruebas de admirable desapego de los placeres, las comodidades de la vida y todos los bienes terrenos.

En seguida de casarse, indujo a su mujer a guardar mutua continencia, de modo que vivieron entre sí como hermano y hermana. Vendieron después todas sus propiedades, distribuyeron la mayor parte de su valor a los pobres, y emplearon lo demás en construir una iglesia en honor de san Félix, donde san Paulino veló todas las noches por el resto de sus días.

Hecho prisionero de los godos, como le amenazaran de muerte si no les entregaba todos sus bienes, rogó al Señor no permitiese que fuera atormentado por oro ni plata, pues bien sabía Él dónde había puesto su tesoro.

De ahí tomó argumento san Agustín para afirmar que el único caudal de san Paulino era Dios; porque no aspiraba a poseer otra cosa que Dios. El renunciamiento a todo lo creado era, sin género de duda, lo que había puesto al Santo en semejante disposición.

Vosotros habéis renunciado exteriormente al mundo y a cuanto en él buscan los hombres para su recreo; cuidad de que sea también interior tal renuncia y que opere en vosotros el total desasimiento. Pedidlo por intercesión de san Paulino.

El amor de este Santo a los pobres fue tan admirable que, no contento con haberse hecho pobre por Jesucristo, jamás se negó a dar limosna.

Presentándose cierto día un pobre a su puerta, ordenó se le diera el único pan que quedaba; mas negándose a ello su esposa, por miedo de caer en necesidad extrema, se encargó Dios de remediarla; pues, a la hora de comer, le llegaron varias naves cargadas de trigo; si bien, al mismo tiempo se le advertía que otra embarcación, también cargada, se había hundido. Esto dio pie al Santo para decir a su esposa que hubiera debido tener más confianza en Dios y que, por haberse negado a dar un pan, permitió Dios que se perdiera un barco lleno de trigo.

¿Amáis así vosotros a los pobres? Dios os pide, no que les deis limosna material, sino la espiritual, que es tanto más estimable cuanto la vida del cuerpo es nada, en comparación con la del espíritu que es inmortal.

San Paulino no se contentó con ejercer esa caridad con los pobres, aun siendo tan poco común. La llevó hasta el exceso, como se echa de ver por el caso ejemplar siguiente, referido por san Gregorio Magno.

Vivía desolada una madre porque los vándalos habían hecho prisionero a su hijo, y el yerno del rey lo tenía como esclavo. No halló aquella mujer remedio mejor a su pena que acudir a san Paulino; el cual, falto de cosa que darle, se entregó gustoso a sí mismo como esclavo, para reemplazar al hijo de la viuda, y poderle así libertar.

Dios bendijo muy largamente esta caridad sin ejemplo; pues, poco tiempo después, fue el Santo reintegrado con honor a su diócesis, en compañía de todos los cautivos de su obispado, que le fueron devueltos y declarados libres.

Vosotros os habéis comprometido a responder ante Dios por aquellos que instruís; y, al tomar a vuestro cargo el cuidado de sus almas, le habéis ofrecido en cierto modo alma por alma.

¿Pensáis de vez en cuando en el compromiso que con trajisteis al encargaros de los que Dios os confía para que respondáis por ellos? ¿Ponéis tanto cuidado en su salvación como en la propia vuestra?

Para procurársela debéis, no sólo dedicarles todos vuestros desvelos, sino consagrarles la vida entera y todo cuanto sois.

138. PARA LA FIESTA DE LA NATIVIDAD DE SAN JUAN BAUTISTA

24 de junio

Tiene san Juan el raro privilegio de que venere la Iglesia su natividad, como solemniza la del Señor; porque, según dice san Bernardo, fue ya santo al nacer, como santificado en el seno de su madre por Jesucristo, cuando la Santísima Virgen visitó a santa Isabel.

Designado precursor de su Hijo por el Eterno Padre, pertenecía de cerca san Juan a Jesucristo, y era muy puesto en razón que aventajase en gracia a los otros hombres, y que su santidad se mostrase ya en el nacimiento. Por eso afirmó de él el Señor que, entre los nacidos de mujer, ninguno era mayor que Juan Bautista (1).

Honremos, unidos a la Iglesia, el nacimiento del Bautista, con el que dan comienzo su santidad y la santificación de muchos. Y, puesto que no hemos nacido santos nosotros, roguemos a Dios que nuestro segundo nacimiento - el verificado al dejar el mundo - sea preludio de nuestra santificación; o, por decirlo con palabras de san León, que " no caigamos otra vez en la bajeza de nuestro primer nacimiento, por llevar vida poco conforme con el estado que hemos elegido ".

San Juan fue santo también por el modo de vivir que abrazó. Apenas pudo andar, se encaminó al desierto (2), para vivir allí libre de todo trato con los hombres. Por santos que fuesen sus padres, y por desligados que vivieran del mundo, la virtud que éstos profesaban no le pareció modelo adecuado de la que Dios exigía de él.

Era necesario, por una parte, que aprendiese de Dios mismo, en el retiro y en el ejercicio de la oración, cuál debía de ser su género de vida; y, por otra, que practicase austeridades de todo punto extraordinarias, sustentándose con langostas y miel silvestre (3), para conseguir la santidad a que Dios le llamaba.

Así se dispuso este Santo a predicar la penitencia; pues el medio infalible de hacerlo con fruto es practicarla.

En el oficio del día, da otra razón la Iglesia del retiro y de la mortificación del Santo: el miedo a manchar su alma con la más leve culpa.

Ésos son también los dos motivos que os deben impulsar a vivir separados del mundo y a llevar vida edificante y regular.

Con su vida de penitencia hasta los treinta años en el desierto, se puso san Juan en condiciones de predicar santamente. " El Señor le colocó entonces, según refiere el Evangelio, su palabra en la boca e, inmediatamente fue por la región de la ribera del Jordán, predicando la penitencia para el perdón de los pecados. Todo el pueblo venia hacia él, hasta los publicanos y los soldados, y a todos les enseñaba cuanto debían practicar para salvarse " (4).

Muchos entre aquellos que se le acercaban seguían sus consejos, y se convertían a Dios.

Por el ejemplo de su vida solitaria y penitente ganaba con facilidad los corazones, y los inducía a hacer penitencia de sus pecados.

Vosotros tenéis obligación por estado de anunciar cada día las verdades del Evangelio: practicad, antes de enseñarlas a los otros, las que convienen a todos los cristianos. Si no habéis recibido la gracia de precursores del Señor, como san Juan, tenéis la de sucesores suyos en el ministerio.

Mas, tened por seguro que no conseguiréis hacerla fructuosa para los demás, sino en la medida en que produzca su fruto en vosotros. Procurad que así sea, y sin demora.

139. PARA LA FIESTA DE SAN PEDRO

29 de junio

Nadie se maraville de que fuese san Pedro tan querido de Jesús, ni de que fuera constituido por Él cabeza de la Iglesia: su mucha fe le mereció tal honor, y ella le determinó a renunciarlo todo por seguir a Jesucristo y solidarizarse estrechísimamente con Él.

Es verdad, dice san Jerónimo, que san Pedro se desprendió de pocas cosas, si no se tiene en cuenta más que aquello que poseía; ya que sólo dejó una barca y algunas redes. Mas, si se piensa que al mismo tiempo renunció al deseo de poseer, dejó mucho, agrega el mismo Santo; pues se desposeyó de todo lo que en el siglo es de mayor estima, y lo más a propósito para atraer y ocupar el corazón del hombre.

La fe, de que vivía ya penetrado, es lo único que le movió a poner por obra acto tan liberal; pues, a los ojos del mundo, Jesucristo no pasaba de ser hombre humilde y, por entonces, carente de todo lustre; sólo la fe viva pudo, por tanto, determinar a san Pedro a dejarlo todo, por seguir a Aquel de quien nada podía esperar según todas las apariencias.

¿Habéis renunciado vosotros verdaderamente a todo, de corazón. y de afecto? ¿Os habéis acogido exclusivamente al amparo de Dios, y vivís del todo descuidados en su providencia? Haced este acto generoso, a imitación y con la ayuda de san Pedro.

La fe grande del santo Apóstol es lo que le impulsó a seguir sin descanso a Jesucristo; y, de los tres que le acompañaron en las principales circunstancias de su vida, él aparece nombrado siempre en primer lugar por el santo Evangelio. Fue también el primero de todos los Apóstoles que se llegó al sepulcro, en busca del cuerpo de su querido Maestro; lo que prueba el extraordinario cariño que le profesaba.

Su fe brilló tan por encima de la que mostraron los demás Apóstoles que, a la pregunta de Jesús para conocer por ellos lo que los hombres decían de Él y, luego, lo que ellos mismos pensaban; san Pedro, ilustrado por luces inasequibles al espíritu humano, y que - según testimonio del mismo Jesucristo - sólo del Cielo podían venirle, exclamó: Tú eres el Cristo, el Hijo de Dios vivo (1); merced a lo cual le confió Jesucristo el cuidado de su Iglesia.

Tened por seguro que no contribuiréis al bien de la Iglesia en vuestro ministerio, sino en cuanto poseáis la plenitud de la fe, y os dejéis guiar por el espíritu de fe, que es el espíritu de vuestro estado, y el que os debe a todos animar.

Asimismo por efecto de su fe extraordinaria, el día de Pentecostés, tan pronto como todos los Apóstoles recibieron el Espíritu Santo, predicó san Pedro con tanta energía y vigor, que una muchedumbre incontable " de todas las naciones, presente en Jerusalén, y que le oía hablar en la propia lengua " (2), quedara tan sorprendida de cuanto les contaba, aunque en términos muy sencillos, que tres mil personas se convirtieron en seguida y abrazaron la fe de Jesucristo (3). Lo mismo hicieron otras cinco mil, pocos días más tarde (4).

La fe de san Pedro fue causa asimismo de que obra se milagros en tan crecido número; de que fuera tan eficaz su palabra, y de que su sombra misma curase a los enfermos (5).

¿Es tal vuestra fe que llegue a cautivar el corazón de los alumnos y a inspirarles el espíritu cristiano?

Ése es el mayor milagro que podéis obrar, y el que Dios os exige, por ser ése el fin de vuestro empleo.

140. SOBRE SAN PABLO

30 de junio

Lo que más admira en san Pablo es el ardor y la amplitud de su celo. Lo dio a conocer, primeramente, en la defensa de la ley mosaica, sobre la que estaba muy versado.

Como era persona muy culta, y veía que la religión cristiana se iba extendiendo por la Judea, merced a la predicación de los Apóstoles; no hubo recursos a que no acudiese para oponerse a ella y extinguirla.

Consecuencia de su celo fue también la ayuda que prestó cuando lapidaron a san Esteban, a pesar de ser su pariente; y el que obtuviera cartas para perseguir a los fieles que moraban en Damasco (1), tras de haber hecho cuanto estuvo a su alcance contra los de Jerusalén.

El celo de la ley de Dios era lo que le impulsaba a emprender todas aquellas correrías, y a empeñarse en tantas persecuciones contra los cristianos. Mas hacía todo esto por ignorancia (2), como él mismo confiesa; debido a lo cual, Dios no le dejó sumido en el error, antes le iluminó en forma de todo punto milagrosa.

Vosotros tenéis la suerte de conocer la verdad, y la alegría de haber nacido y ser educados en la religión cristiana; es necesario que pongáis todo vuestro conato en defenderla. ¿Lo hacéis con celo semejante al que desplegó san Pablo en mantener la ley de los judíos?

Contáis, en la educación de los niños, con un medio fácil para alcanzar ese fin, enseñándoles las verdades y máximas santas del Evangelio, y oponiéndoos enérgica mente a cuanto pudiera inspirarles, en. contra de ella, su inclinación al desorden.

Una vez que Jesucristo convirtió y enseñó la religión por Sí mismo a san Pablo, sin ayuda de hombre alguno (3); el Santo comenzó a predicarla con tanto celo y resultado que, como él mismo declara, trabajó más que todos los demás Apóstoles por la propagación de la fe en Jesucristo (4).

Su único afán era contribuir a la conversión de las almas, particularmente " las de los gentiles, de quienes Dios, por su poder, según él dice, le había establecido Apóstol " (5).

Consiguió también frutos notables en muchas provincias, con su predicación, no menos que con los prodigios y milagros de toda especie que obraba para implantar el cristianismo. Tanto, que alguna vez pretendió el pueblo ofrecerle sacrificios, como si se tratara de algún dios bajado del cielo, que había tomado figura humana (6).

De hecho, llevaba vida más celestial que terrena, y su único intento no era otro que ganar las almas a Dios instruyéndolas, sosteniéndolas y consolándolas.

Dios ha sido el que os eligió a vosotros, por la virtud de su poder y su particularísima bondad, para facilitar el conocimiento del Evangelio a quienes aún no lo han recibido. Consideraos, pues, como los ministros de Dios, y desempeñad los deberes del empleo con todo el celo posible, y como quien ha de darle cuenta de ello.

El celo no puede mostrar mejor su solidez que perserverando, a pesar de los mayores padecimientos y las más duras persecuciones. Y así fue puesto a prueba el de san Pablo.

Se le encerró muchas veces en calabozos; recibió en su cuerpo muchas heridas; con frecuencia se vio reducido casi a morir, por los golpes que le dieron; cinco veces fue azotado cruelmente; otras tres golpeado con varas y, una vez, apedreado; tres veces naufragó, y es tuvo una noche y un día en los abismos del mar; se vio a peligro de caer en manos de ladrones; los de su nación urdieron asechanzas contra él, y lo mismo los gentiles. Tuvo que padecer toda clase de trabajos y miserias, en muchas vigilias, en hambre, en sed y en frío (7).

Entre tantos trabajos, nunca su celo padeció menos cabo.

Vosotros necesitáis mucho celo para ejercer el ministerio. Imitad de tal modo el de este santo Apóstol que, ni los ultrajes, ni las injurias, ni las calumnias, ni las persecuciones, sean cuales fueren, puedan amenguarlo en nada, ni arrancaros de la boca la menor queja, porque " os gozáis en padecer por Jesucristo " (8).

141. PARA LA FIESTA DE LA VISITACION DE LA SANTISIMA VIRGEN

2 de julio

Admiremos la presteza de la Virgen Santísima en visitar a santa Isabel, tan pronto como conoció la divina voluntad. Emprendió este viaje sin demora, no obstante lo difícil del camino, " cruzado de montañas " (1), con el único intento de poner en ejecución lo que Dios deseaba de Ella, pues en ninguna otra cosa ponía mayor empeño.

Tal prontitud le atrajo las bendiciones de Dios en esta visita, y fue causa de que Dios obrase por su medio grandes prodigios.

Estimémonos felices cuando Dios nos visita con sus inspiraciones. Seamos fieles en seguirlas, porque a esta fidelidad vincula Dios ordinariamente muchas gracias, que no concede sino en cuanto se lleva a la práctica lo que El manifiesta ser voluntad suya, respecto de aquellos a quienes las otorga. Dios nos comunica sus santas inspiraciones con el único fin de que seamos diligentes en ponerlas por obra, a fin de cumplir con exactitud su santa voluntad.

Apremiaba el Señor a la Santísima Virgen para que visitase a santa Isabel, pues pretendía por la presencia de Jesucristo su Hijo, santificar a Juan Bautista, y librarle del pecado original, cuando aún se hallaba en el seno de santa Isabel, su madre.

Como destinado san Juan a ser precursor de Jesús, era muy conveniente que fuera santificado con antelación - por gracia particular de Jesucristo, salvador de todos los hombres - ya que tenía como misión anunciar su venida.

Por eso inspiró Dios a la Virgen Santísima, tan pronto como hubo concebido, que fuese con toda presteza a visitar a su prima, de modo que Jesucristo descubriese su venida a san Juan y, estando aún en el seno de María, obrase su primer milagro en provecho de su precursor, y éste honrase a Jesús. saltando de júbilo (2) por la presencia del Salvador.

Roguemos a Jesús que se digne visitarnos y obrar en favor nuestro algún milagro de la gracia, excitando nuestra voluntad a hacernos particular violencia en la práctica de determinada virtud que nos inspire especial repugnancia.

No se contentó Dios con otorgar a san Juan en esta visita una gracia extraordinaria, en virtud de la presencia de Jesús, su único Hijo. Quiso también, por la presencia de la Virgen Santísima, comunicarse de tal modo a santa Isabel, que inmediatamente fuese llena del Espíritu Santo (3), y conociese que María era la Madre de Dios. Todo lo cual le dio a entender cuán grande ventura disfrutaba, y cuánta razón tenía para sorprenderse de que la Madre de su Señor la visitara (4).

Admirad lo provechosa que resultó la visita de la Santísima Virgen, tanto a san Juan como a santa Isabel. Y, puesto que recibís la honra de ser visitados por Dios cada día en la oración, y frecuentemente por Jesús en la sagrada comunión; procurad que tales visitas no vengan a ser inútiles, sino que unas y otras os acarreen tal copia de gracias, que, merced a ellas, adquiráis siempre algunas virtudes, y tendáis de modo más resuelto a la perfección

Y no dejéis de examinar, de cuando en cuando, cuál es el fruto que habéis sacado de tales visitas.

142. SOBRE SAN BUENAVENTURA

15 de julio

Tuvo este Santo tan singular amor a la pobreza que, para dar a conocer las excelencias de tal virtud, compuso un libro titulado Apología de los Pobres.

En él muestra cómo la pobreza voluntaria es fundamento de la perfección evangélica; pues, por la renuncia a todas las cosas y al deseo de poseer, que llaman pobreza de espíritu, se corta y arranca la raíz de todos los males, que es la avaricia (1), según enseña san Pablo.

Por eso dice san Buenaventura que, cuando Jesucristo intentó elevar a la perfección a sus discípulos, comenzó por revelarles la felicidad de que gozan los verdaderos pobres de espíritu (2); y los instó en seguida a practicar la pobreza, diciéndoles: Si queréis ser perfectos, debéis vender cuanto poseáis y dárselo a los pobres (3).

San Buenaventura no enseñó en su libro sino lo que él practicaba; ésa fue la razón de que, al hacerse religioso, escogiese la orden más pobre de toda la Iglesia.

Inspirémonos en los sentimientos del santo doctor, y sigamos sus pisadas.

La pobreza merece poca estima si no va acompañada de la humildad; por eso se esmeró particularmente san Buenaventura en la práctica de esta virtud.

Acababa, apenas, de iniciar el noviciado, y ya ponía su mayor contento en barrer la casa, lavar los platos y dedicarse a los oficios más oscuros del monasterio. La humildad le indujo a rehusar el arzobispado de York, en Inglaterra, y fue causa de que se viera obligado el papa a imponerle, por mandamiento expreso, la aceptación del cargo de ministro general de su orden. En el ejercicio de esta función, aunque tan relevante, procedió con tal sencillez, que en nada se distinguía de los demás religiosos; hasta el punto de que, no obstante haber sido creado cardenal, siguió viviendo sin lustre alguno, y practicando los ejercicios que impone la humildad religiosa.

Por todo ello, Dios le recompensó con las luces del Espíritu Santo, de las cuales fue singularmente favorecido.

Cuanto más humildes, en mayor medida os colmará Dios de sus gracias. La humildad es virtud de que tenéis mucha necesidad en vuestro estado.

Lo que más acredita al religioso es su estricta exactitud en la observancia. En éste, más que en cualquier otro punto, se señaló san Buenaventura.

Compuso diversos libros sobre las observancias regulares, y en ellos se muestra partidario de que se respeten las mínimas ordenanzas, y de que no se omita en absoluto ninguna de ellas. Llega a decir que calificar de pequeñeces o de niñerías ciertas cosas, es desconocer la naturaleza de la vida religiosa, donde nada es pequeño, si se mira con los ojos de la fe cuanto en ella se practica.

¿Miráis así vosotros las santas observancias? Cuanto más os apliquéis a lo que en vuestra Regla parece de menos monta a los ojos de los hombres, más consolaciones tendréis en vuestro estado, y más amor a cuanto en ella se prescribe.

A mayor sencillez en observar lo prescrito, mayor facilidad en cumplir las Reglas.

143. SOBRE SAN ALEJO

17 de julio

El divorcio con el mundo y los placeres de la carne, en que vivió san Alejo, es de todo punto extraordinario.

Decidióse este Santo a contraer matrimonio, contra su inclinación, y sólo por someterse a la voluntad de sus padres, que le obligaron a ello por ser hijo único. Mas, arrepentido el día mismo de las bodas, e impulsado por apremiante movimiento de la gracia, dejó en secreto la casa paterna, y se retiró a un país muy remoto donde, por espacio de diecisiete años, vivió desconocido y dado a oración continua y a vida muy austera.

Habría permanecido allí por el resto de sus días, si la fama de su santidad no le hubiera dado a conocer; lo que le obligó a salir del lugar en que moraba.

Vosotros, que dejasteis el siglo, ¿habéis renunciado a él con tanta voluntad como san Alejo? ¿Fue entonces vuestra intención, y sigue siéndolo ahora, no tener nunca en lo sucesivo trato con el mundo, y vivir en él del todo desconocidos?

Si así es, os halláis en condiciones de trabajar eficazmente en vuestro empleo.

No se contentó este Santo con vivir oculto a los ojos del siglo; eligió, además, vivir en él pobre.

Distribuida a los necesitados toda su hacienda, vistió se de pordiosero y decidió pasar el resto de su vida practicando tan admirable indigencia voluntaria que, vuelto a la casa de sus padres, permaneció en ella pobre en medio de las riquezas, y considerado como mendigo, entre los bienes de que era señor.

¡Eso es imitar lo hecho por Jesucristo en la tierra! Porque siendo propietario de cuanto en ella había, procedió como extraño, y como indigente que vivía de limosna, sin haber querido nunca poseer nada que pareciera suyo.

Ya que a vosotros os ha cabido la suerte de ocuparos en instruir particularmente a los pobres; debéis, según el espíritu de vuestro Instituto, tenerlos en mucha más consideración que a los ricos. Debéis también vivir como pobres y desasidos de todo, para mayor conformidad con ellos. Profesad, pues, tanto amor a la pobreza como los mundanos tienen a las riquezas.

Este Santo no amó menos el desprecio que la pobreza. Vuelto a Roma, y conseguida de su padre - que no le conoció - benévola acogida, como pobre, en su propia casa; permaneció en ella otros diecisiete años, siempre oculto y encubierto, sustentándose de las sobras que le daban por caridad, y desatendido de todos.

Despreciábanle los sirvientes de la casa y, algunas veces, hacían mofa de él por su pobreza y por la miseria que se mostraba en todo su exterior. Mas, entre los menosprecios y los oprobios, él se regocijaba de vivir humillado en el mundo, por amor de Jesucristo

¡Cómo pudo habitar en la casa de su propio padre durante tan largo tiempo, en tal pobreza y humillación, sin querer darse a conocer! ¡Y mostrarse en tal estado siempre alegre, sin permitir que se notara la menor pesadumbre en su exterior!

¡Ah, cuánta humildad y amor a los desprecios se necesitan, para sobrellevar constantemente tal cúmulo de mortificaciones!

Vosotros ejercéis un empleo que solamente es honroso en la presencia de Dios, porque sirve a extender su Reinado. ¿Recibís con alegría los menosprecios que os vienen de los hombres, pues el Reino del Dios a quien servís y en el que esperáis no es de este mundo?

144. SOBRE SANTA MARÍA MAGDALENA

22 de julio

Nunca se admirará bastante el tierno amor profesado por santa María Magdalena a Jesucristo. Atraída por sus milagros y sus predicaciones, en extremo conmovedoras, dejó el mundo, en el que vivía enredada, y se dio por entero a Jesucristo.

Nada pudo detenerla: ni el respeto humano, al pensar lo que cambio tan decisivo daría que hablar; ni el apego a los placeres y comodidades de la vida; ni el pundonor mundano - ya que Jesucristo era seguido casi exclusivamente por personas de la hez del pueblo -.

Y se determinó a seguirle de modo tan resuelto que, al decidirlo, renunció también, por amor de Jesús, a todas las cosas, y se sobrepuso a todas esas consideraciones humanas.

Ya que os retirasteis del mundo, ¿habéis renunciado a él vosotros de tal manera, que en absoluto os abstengáis de pensar en él? ¿Sentís verdadero hastío de cuanto deleita a los mundanos, y vivís libres de todo apego a las criaturas?

El amor a Jesucristo había penetrado de tal modo en el corazón de la Magdalena, que resolvió no apartarse jamás de El, desde el instante en que se convirtió.

Fue una de " las santas mujeres que acompañaban a Jesús en todas sus correrías, y se ocupaban de su sustento y el de sus discípulos " (1).

Durante un festín celebrado en Betania, en el que - pocos días antes de su muerte - Jesús tomaba parte; " derramó sobre sus pies un bálsamo oloroso " (2). Y " de acompañó después al Calvario - donde le vio morir " (3) - para atestiguar que era tanto su amor a Jesucristo que no le permitía separarse de Él.

¿Sois fieles en seguir a Jesucristo, lo mismo cuando es ocasión para vosotros de padecer que cuando os colma de sus bendiciones? ¡Ay! ¿No es cierto que apenas os dicen algo que os molesta o, en cuanto os reprenden, mostráis resentimiento? En estas ocasiones debéis probar que seguís a Jesucristo y contáis entre sus discípulos

El amor fervoroso es más fuerte aún que la muerte (4). Así se mostró el de santa Magdalena. Tan grande fue este amor, que, " una vez sepultado Jesucristo, permaneció ella al lado del sepulcro ". Y, comprados aromas en mucha cantidad para embalsamar el cuerpo de Jesús, volvió muy de madrugada al monumento, el día de la Resurrección, con otras santas mujeres " (5).

" Al comprobar cómo habían removido la piedra que lo cerraba, corrió a decir a san Pedro y a san Juan que se habían llevado a su Señor " (6). Y, como le amaba tiernamente, " permaneció muy cerca del sepulcro, llorando y mirando en derredor suyo, hasta ver a dos ángeles, los cuales le aseguraron que Jesucristo había resucitado"(7).

Por la asiduidad de esta Santa en permanecer junto a la sepultura de Jesucristo, mereció ser la primera a quien El apareció resucitado (8). Luego de consolarla, ale dio orden de anunciar a los Apóstoles la Resurrección; y así lo hizo ella inmediatamente " (9).

Por las finezas que prodigó a santa María Magdalena, mostró a las claras Jesucristo cuán bueno es Dios con los que le aman, y con cuánto afecto recompensa, ya en esta vida, el amor que se le tiene.

Vosotros debéis probar el amor encendido que profesáis a Jesús, por la asiduidad en hablar con Él durante la oración, y por la presteza en recibirle lo más a menudo posible en la Eucaristía.

145. PARA LA FIESTA DE SANTIAGO EL MAYOR

25 de julio

Aun cuando todos los apóstoles fueran especialmente amados de Jesús, por constituir el grupo de sus discípulos preferidos, a quienes confió sus misterios; descuella Santiago entre los que más amó, y a quienes descubrió más abiertamente sus secretos.

Tuvo la ventura de hallarse presente en la transfiguración de Jesucristo (1), y ver allí glorificado su cuerpo, aunque de modo transitorio; lo cual no fue otorgado más que " a él, a su hermano san Juan y a san Pedro ".

Tuvo también la suerte de acompañar a Jesucristo en el Huerto de Getsemaní (2), donde fue entregado por Judas a los judíos, que se apoderaron de su persona.

¿Seguís a Jesús tan gustosos en el Calvario como en el Tabor? La mayoría, aun de los que parece se dan a Dios, toman parte de muy buen grado en los consuelos de Jesucristo; pero son muy pocos los que participan con alegría en sus dolores. Y, con todo, a ello nos invita san Pedro: Alegraos, dice, cuando tenéis parte en los dolores de Jesucristo; sea éste el principal motivo de vuestro gozo (3).

Santiago, tan particularmente querido de Jesús, fue también uno de los más considerados entre los Apóstoles. De él da san Pablo este testimonio en una de sus epístolas: Santiago era tenido por una de las columnas de la Iglesia (4).

Si san Pablo, aunque elegido de manera milagrosa, y enseñado por Jesucristo, tuvo tan elevada estima y tanto respeto a Santiago; está muy puesto en razón que vosotros le honréis de modo especial, como a uno de los Apóstoles más ilustrados en las verdades de nuestra santa religión.

Y, pues debéis enseñarlas a los niños que tenéis bajo de vuestra tutela, pedid por intercesión de este santo Apóstol la gracia de conocerlas cumplidamente.

Demuestra, además, que Santiago era uno de los más celosos propagadores y defensores de la religión cristiana, el hecho de que, pretendiendo Herodes complacer a los judíos, mandó contarle la cabeza (5); lo que, efectivamente produjo alegría en éstos; pues temían que el establecimiento de la religión cristiana contribuye se en gran manera a destruir la suya. Tiénese por seguro que fue Santiago el primero de los Apóstoles en derramar su sangre por la fe de Jesucristo.

Dios os ha establecido sucesores de los santos Apóstoles para exponer la doctrina de Jesucristo, y para afianzar su santa ley en el espíritu y corazón de aquellos que instruís por la explicación del catecismo, que es vuestra función principal.

Teneos por " felices y bien pagados cuando os sacien de oprobios, o cuando padezcáis cualquier ultraje por amor de Jesucristo " (6). Si los malvados se complacen en causaros molestias, sea para vosotros motivo de extraordinaria alegría soportarlas; puesto que os ayudan a morir a vosotros mismos.

146. SOBRE SANTA ANA, MADRE DE LA SANTISIMA VIRGEN

26 de julio

Santa Ana vivió veinte años casada con san Joaquín sin tener hijos, porque según atestigua san Juan Damasceno, quería Dios con ello manifestar que era don de la gracia el fruto que habría de dar a luz.

Pasó esos veinte años ocupada en toda clase de ejercicios piadosos, y haciendo muchas limosnas a los pobres según sus posibilidades, para no añadir la esterilidad del alma a la del cuerpo: ésa ha de ser la preocupación de toda alma que quiere verse enriquecida con gracias abundantes.

Mirad bien no caigáis en esterilidad que os prive del gusto de la oración y del gusto de Dios. Procurad que vuestros días sean llenos, como dice la Escritura (1), por la práctica de buenas obras, conformes a lo que en vuestra profesión Dios exige de vosotros. Ese será el medio de vivir contentos, y de tener contento a Dios.

Su asiduidad a la oración, y el haberse aplicado con empeño a solicitar de Dios con plegarias, durante el tiempo de su esterilidad, la gracia de verse libre de ella; le merecieron dar al mundo a la Santísima Virgen, Madre de Jesucristo nuestro Señor.

Admiremos cuán grande fue el honor que Dios le hizo, al elegirla para madre de tan santa y excelente hija y, por consiguiente, para ser la primera en contribuir al inefable misterio de la Encarnación. Ved ahí el fruto de sus fervorosas y constantes súplicas.

Eso movió a decir a san Juan Damasceno que, " como la antigua Ana concibió a Samuel por sus oraciones " (2); así santa Ana dio a luz a la Santísima Virgen por su perseverancia en la oración.

Dios, que os ha escogido a vosotros para que le deis a conocer, quiere también que, por decirlo así, engendréis a la Santísima Virgen su Madre en el corazón de los que instruís, inspirándoles tierna devoción hacia Ella.

Esta fecundidad debe ser efecto de vuestras fervientes súplicas, de vuestro amor a la Santísima Virgen y del celo que pongáis en las instrucciones que les deis para inculcarles su amor.

Después de dar a luz santa Ana a la Santísima Virgen, la ofreció a Dios, como cosa que le era debida; puesto que Él se la había dado, y había nacido para pertenecer de cerca al Hijo de Dios, por estar destinada a ser su Madre. Parecióle muy justo que, habiendo sido honrada con tan singular favor, debía demostrar a Dios su gratitud devolviéndole lo que de El había recibido.

Ofrecióse también ella misma a Dios, y le consagró el resto de sus días, en agradecimiento por haberla preferido a todas las mujeres del mundo, para ser madre de la más santa y más perfecta de todas las criaturas. Y era muy puesto en razón que, después de consagrar a Dios su santísima Hija, se diese ella misma a Dios, para no ocuparse sino en lo concerniente al divino servicio

Vosotros recibisteis especiales gracias de Dios, cuando os sacó del mundo y os llamó a un ministerio que mira únicamente a la salvación eterna de las almas: ¿os habéis consagrado a Dios de manera que lo hayáis renunciado todo, para no pensar más que en El y en los deberes de vuestro empleo? Procurad que así sea desde ahora, para poneros en estado de ejercer debida mente tan santo ministerio.

147. SOBRE SANTA MARTA

29 de julio

Santa Marta tuvo el privilegio de ser muy amada por Jesús, según lo testifica el Evangelio. Y por eso la honró en diversas ocasiones hospedándose y comiendo en su casa. Ése fue también el motivo que urgió a Jesús, aun hallándose muy alejado, para ir al encuentro de santa Marta, con el fin de resucitar a su hermano Lázaro.

No es posible comprender el provecho que sacó esta Santa de las frecuentes visitas de Jesús. Puede afirmar se que, después de la Virgen Santísima, fue santa Marta una de las personas más honradas por Jesucristo durante su vida: pues recibió con frecuencia en su morada al mismo Hijo de Dios que la Virgen María llevó en su seno, y sustentó con sus bienes al que María había alimentado a sus pechos (1).

Vosotros podéis alcanzar honra mucho mayor que esta Santa, cuantas veces quisiereis, albergando dentro de vosotros por la sagrada comunión a Jesucristo. Purificad el corazón, a fin de poneros en condiciones de recibirle a menudo y sacar provecho de tan singular favor.

Santa Marta se mostró muy reconocida a las muchas finezas de Jesús para con ella; y, cada vez que le hizo la merced de visitarla, aplicábase a prepararle de comer y a servirle con todo el afecto que le era posible. La diligencia que ponía en prestar a Jesús este servicio fue tan singular, que llegó a " quejarse una vez de que su hermana, por escuchar a Jesús con toda atención, no se preocupase de ayudarla " (2); y es que nada tenía tan a pechos como tratar bien a Jesucristo.

Le profesaba, además, tal estima y tan profundo respeto que, cuando vino Jesús a resucitar a Lázaro, hizo ella un largo recorrido para salir en su busca y recibirle (3).

¿Tenéis vosotros tanto ardor por comulgar como lo tenía santa Marta por recibir a Jesús en su casa y alimentarle con sus bienes? El respeto que debéis manifestarle cuando viene a vosotros, ¿consiste en no sufrir dentro del corazón imperfección alguna, y en ir a su encuentro preparando antes vuestra alma con especial devoción?

No hay cosa que tanto admire como la fe que puso de manifiesto santa Marta cuando Jesucristo resucitó a Lázaro. Dijo a Jesús que " si hubiera El estado en casa cuando su hermano enfermó, éste no habría muerto; pero que no ignoraba cómo Dios había de concederle cuanto le pidiese y, por tanto, que si era su voluntad resucitarle, podía hacerlo fácilmente ".

Como Jesús le asegurase que su hermano resucitaría, confesó ella que, verdaderamente, habría de resucitar al tiempo de la resurrección general. Y, al añadir Jesús que " Él era la Resurrección y la Vida, que quienes creyeran en Él vivirían y no morirían ", y preguntarla después si ella creía todo aquello; respondió que sí; que " creía que Jesús era el Cristo, el Hijo de Dios vivo, venido a este mundo " (4).

Esta respuesta, idéntica a la que dio san Pedro y que tan celebrada fue por Jesucristo, merece veneración particularísima, por la extraordinaria fe que manifiesta.

Brille vuestra fe particularmente en las obras, que no debéis ejecutar sino por espíritu de fe, como a ello estáis obligados, en consonancia con el espíritu de vuestro Instituto.

148. SOBRE SAN IGNACIO

31 de julio

Una vez convertido a Dios, comenzó san Ignacio a llevar vida muy retirada, alojado en un hospital de Manresa, donde se ejercitó en la práctica de extraordinarias austeridades. Tomó por costumbre entonces comer una sola vez al día, y únicamente pan que le daban de limosna; no beber más que agua, y tomar diariamente por tres veces la disciplina.

Lloraba de continuo sus pecados, y permanecía arrodillado siete horas al día. En cierta ocasión, pasó una semana sin comer, orando sin descanso ni interrupción, para verse libre de ciertas penas de espíritu. Así inició este Santo su noviciado en la vida espiritual.

¿Empezasteis vosotros por las austeridades a daros a Dios? Entonces, particularmente, deben practicarse, si bien, durante toda la vida son necesarias para mantenerse en la piedad. A este fin, ejercitad, al menos una partecita de lo que san Ignacio cumplió tan fervorosa mente.

Tuvo san Ignacio celo tan ardiente por la salvación de las almas que, a fin de trabajar en ella con más competencia y éxito, comenzó sus estudios a la edad de treinta y tres años, alojándose en un hospital, viviendo de limosna durante todo ese tiempo y enseñando el catecismo a los niños y a los pobres.

Su celo fue incluso tan generoso que, por asistir a uno de sus compañeros enfermo - el cual, antes, le había robado - realizó el viaje de París a Ruán. En otra ocasión acechando el momento en que un joven disoluto iba a satisfacer su pasión, se arrojó a un estanque helado, mientras gritaba que no saldría de allí hasta que el joven renunciase a su mal propósito.

Vuestro empleo resultaría de escasa utilidad, si no os impusierais en él como fin la salvación de las almas.

El celo en favor de los pobres, ¿os impele a buscar medios tan eficaces como los empleados por san Ignacio?

En la medida en que os dediquéis fervorosamente a la oración, en pro de las almas que os están confiadas, os dará Dios facilidad. para mover al bien sus corazones.

Los trabajos que emprendió san Ignacio para promover la gloria divina, con tanta piedad, pobreza, humildad y celo, despertaron en algunos el deseo de juntarse a él y de trabajar provechosamente en bien de la Iglesia, sometidos a su dirección.

Muy aventajados ya en la virtud, prometieron con voto renunciar a todos sus bienes, dedicarse por completo a salvar las almas o procurar su progreso espiritual, y someterse en absoluto al papa, con el fin de ocuparse en lo que éste juzgara más oportuno al bien espiritual de los prójimos.

Así dio principio san Ignacio a la fundación de su Compañía, que de tanta utilidad es a la Iglesia; pues se ha extendido por todos los países donde se observa la religión cristiana, y ha procurado que ésta se implante en muchas regiones donde Dios no era conocido.

Ya que vuestro Instituto tiene el mismo fin que la Institución fundada por san Ignacio, es a saber, la salvación de las almas; y que Dios os ha llamado a educar en la virtud a los niños, tarea a que se dedican asimismo los hijos de este santo Fundador; vivid también en total desasimiento, y animados igualmente de extraordinario celo en promover la gloria de Dios, como vivió este Santo y viven los religiosos de su Compañía; así obraréis fruto en aquellos que instruís.

149. PARA LA FIESTA DE SAN PEDRO AD VINCULA

1 de agosto

Esta fiesta fue instituida para dar gracias a Dios por la merced que otorgó a su Iglesia, librando a san Pedro de la cárcel en que Herodes Agripa le tenía preso con el propósito de darle muerte pocos días después. Intentaba acabar así con la religión cristiana en su origen, dando muerte a quien era su cabeza.

Puso este príncipe tal conato en asegurar a san Pedro en la prisión, que " encomendó su custodia a dieciséis soldados, los cuales de cuatro en cuatro se relevaban " (1).

Pero ¿qué ha de temer quien cuenta con Dios como protector? Los reyes no tienen dominio en los hombres, ni pueden atentar contra su vida, sino en cuanto Dios se lo permite.

Por eso, como la Iglesia naciente tenía aún necesidad de san Pedro, no quedó éste en poder de Herodes, sino por muy pocos días, a pesar de que el rey le hubiera encadenado y le guardase, en apariencia, con tanta seguridad. Y es que Dios quería servirse de san Pedro para conservar y fortalecer la Iglesia, recientemente fundada.

Adoremos el poder de Dios que se burla, cuando quiere, del de los hombres; porque éstos no cuentan con otro poderío que el que Dios les comunica.

Mientras san Pedro era así custodiado en la cárcel, la Iglesia elevaba incesantes oraciones a Dios por él, las cuales no tardaron en ser escuchadas. Porque la noche anterior al día mismo que Herodes eligió para enviar a san Pedro al suplicio, durmiendo el santo Apóstol entre dos soldados, y atado a ellos con dos cadenas; mientras los guardas vigilaban la puerta de la cárcel, un Ángel apareció de improviso, inundó de luz el lugar y, tocando a san Pedro le despertó y dijo: " Levántate pronto "; y, al punto, se le cayeron las cadenas de las manos. El Ángel le condujo al través de la primera y de la segunda guardia, y por la puerta de hierro, que se abrió por sí misma, le llevó hasta el fin. de una calle, donde el Ángel le dejó.

Entonces san Pedro, que hasta aquel punto había considerado como visión o como sueño lo que le pasaba, reconoció que, en verdad, Dios le había enviado su Ángel para libertarle de las manos de Herodes y de la expectación del pueblo judío (2).

Demos gracias a Dios con la Iglesia por haber librado de este modo a san Pedro, con el fin de ofrecerle ocasión para predicar el Evangelio y acrecentar el rebaño de Jesucristo.

San Pedro se dirigió a la casa donde algunos estaban reunidos y oraban. Les refirió el modo como Dios le había sacado de la cárcel, y todos prorrumpieron en acciones de gracias al Señor por la merced concedida al Apóstol (3).

Las cadenas que sirvieron para ligar a san Pedro se han conservado siempre en la Iglesia con mucha veneración, como preciosa reliquia, y han obrado multitud de milagros.

Pero su mayor milagro han de hacerlo en nuestros corazones, despertando en ellos el amor al padecimiento y a los oprobios, puesto que no será posible llegar al cielo si no es por el camino de las tribulaciones: debemos, dice san Pablo, gloriarnos en la cruz de Jesucristo (4); quiere decir, que Jesucristo santificó la cruz al llevarla, y que la cruz es nuestra vida y salvación por ser su fuente manantial.

Al honrar con toda la Iglesia las cadenas de san Pedro, honremos también aquellas con que Dios nos ha cargado, y pidámosle que, como las dos de este santo Apóstol se soldaron milagrosamente entre sí, se unan las nuestras de tal modo a ellas, por la gracia, que participemos en los deseos que él tuvo de padecer por Jesucristo

150. SOBRE SANTO DOMINGO

4 de agosto

Siendo aún joven, había alcanzado ya santo Domingo tal perfección que, resuelto el obispo a reformar el cabildo de su catedral y reducirlo a la observancia, le nombró canónigo y, más tarde, arcediano. En los dos cargos llevó vida muy ejemplar y mostró fervor extraordinario.

Una de sus principales virtudes fue la compasión con el prójimo y, en particular, con los pobres. Esta virtud le apremiaba a hacer penitencia, tanto por los pecados ajenos como por los propios. Ella le movió también a vender todos sus muebles para auxiliar a los necesita dos y, cuando no podía socorrerlos, lloraba de lástima. Se ofreció a una mujer, afligida porque los moros habían cautivado a su hijo, a fin de que le vendiera a él o le cambiara por éste.

Vosotros sabéis que corre a vuestro cargo la educación de los pobres: imitad la ternura de este Santo para con ellos. Y, cuando la naturaleza os sugiere que tengáis más consideraciones con los ricos, sobreponeos a ella. Jesucristo considerará como hecho a Él mismo el bien que hagáis a los pobres.

El amor que este Santo profesaba a los prójimos le inspiró celo ardiente por su instrucción, y por convertir a los que vivían viciosamente. Eso le movió también a renunciar al empleo de canónigo, en el que se creía de poca utilidad para la Iglesia.

Al surgir la herejía de los albigenses, hizo cuanto pudo por acabar con ella, sin escatimar a ese fin, viajes, conferencias, predicaciones ni escritos, y aun imponiéndose toda clase de penalidades y fatigas.

A ese celo ardiente juntó fervorosas plegarias, lágrimas continuas que vertía en abundancia, y grandes maceraciones, con intento de contribuir a la conversión de los herejes. Fue tanto el fruto alcanzado por tales me dios, que convirtió a más de cien mil.

Es deber vuestro juntar, en vuestro estado, a la vida de retiro y mortificación, el celo por la salvación del prójimo; pues la finalidad del empleo que ejercéis es trabajar sin tregua en la educación cristiana de los niños. Aplicaos a ello con todo el esmero posible.

Si lo hicierais así, ¿podríais contar, por ventura, el número de los que habríais ganado para Dios, y hecho verdaderos cristianos?

El celo de este Santo no se limitó a aquello que le fuera dable realizar por sí mismo, en bien de la gloria de Dios y salvación de las almas. De ahí que, habiéndose reunido en torno a él algunos compañeros, solicitase del papa el establecimiento de una nueva orden religiosa, cuyos miembros tendrían como fin predicar el Evangelio por todo el mundo. A ello se aplicaron y siguen aplicándose al presente sus discípulos.

Y una de sus principales diligencias para promover en los fieles la piedad es inspirarles la devoción a la Virgen Santísima y, particularmente al santo rosario, que rezan todos los días en el coro con mucha devoción.

¡Felices vosotros, cuyo fin es enseñar a los niños la religión, para lo cual les explicáis cada día el catecismo! Uno entre los mejores medios a que podáis acudir para desempeñar con fruto el empleo, es profesar particularísima devoción a la Virgen Santísima, e inculcarla en el corazón de los que os están confiados.

¿Rezáis cada día el rosario, y procuráis que lo recen los alumnos? ¿Con qué devoción lo hacéis y cómo ayudáis a que lo recen éstos? ¿Consideráis dicha plegaria como tributo que se paga a la Santísima Virgen en nuestro Instituto, y como medio poderoso de atraer sobre él y sobre vuestro empleo su ayuda y protección?

151. PARA LA FIESTA DE NUESTRA SEÑORA DE LAS NIEVES

5 de agosto

De la devoción a la Virgen Santísima (*).

La festividad que hoy celebra la Iglesia tuvo su origen en la particularísima devoción que profesaban a la Virgen Santísima un patricio romano y su esposa. No teniendo hijos, le consagraron todos sus bienes, y la rogaron con insistencia que les diese a conocer en qué desearía los emplearan.

Ella se lo declaró por un milagro muy sorprendente y extraordinario: el 5 de agosto, época en que los calores son excesivos en Roma, se halló cubierto de nieve aquel lugar de la urbe, en que la Santísima Virgen deseaba se erigiese un templo en su honor.

El papa se trasladó allí procesionalmente con todo el pueblo, y señaló el emplazamiento preciso de la iglesia, que fue levantándose en seguida, con los caudales de esta noble y generosa familia.

La especial devoción de estas dos ilustres personas; la gratitud que les demostró la Santísima Virgen, y la plena confianza que debemos tener en María, han de movernos a tomar hoy este asunto como tema de nuestras oraciones.

No estamos en condición nosotros de ofrecer bienes temporales a la Santísima Virgen, pues hemos renunciado al mundo, y lo hemos dejado todo para consagrarnos al servicio de Dios.

Lo único que Ella nos pide, y la razón, al parecer, de que la Iglesia haya establecido la presente festividad en honra de la santa Madre de Dios, es determinarnos a tener devoción particularísima para con Ella, e inculcársela a aquellos cuya educación Dios nos ha encomendado.

Al atraer nuestra atención la Iglesia sobre la gracia insigne que, en el día de hoy, concedió María a este matrimonio, tan interesado en honrarla; desea que se los recuerde a ellos y su devoción en la Iglesia, y que se publique en su loor - entre todos los fieles y hasta el fin de los siglos - lo que ellos hicieron por María y los favores que de María alcanzaron.

Persuadámonos de que todo cuanto hiciéremos por honrar o porque otros honren a la Santísima Virgen, será recompensado abundantísimamente de Dios por su medio. Y reconozcámosla siempre como nuestra bondadosa Madre, ya que por tal se la dio Jesucristo a todos los que sean sus devotos, en la persona de san Juan, cuando le dijo, próximo a morir: Hijo mío, ahí tienes a tu madre (1).

Lo que, de modo muy particular, debe obligarnos a tener mucha devoción a la Virgen Santísima es el honor incomparable que el Padre Eterno la otorgó al colocarla por encima de todas las puras criaturas, puesto que María llevó en su seno al que es igual al Padre y tiene con El la misma naturaleza.

María, además, ha sido elevada, sobre las restantes criaturas, merced a la abundancia de los dones que recibió, en lo que nadie puede comparársele; y a la pureza de su vida, por nadie igualada. Eso obliga a decir a san Anselmo que era muy justo brillase con extraordinario esplendor, y ocupase la cumbre de todo lo creado la que, después de Dios, no tiene nadie que la supere.

En verdad, ¿no es elevarse incomparablemente por en cima de todas las criaturas haberse transformado en templo del Dios vivo, al concebir al Hijo de Dios. Por eso se le aplican aquellas palabras del salmo 131: Dios la eligió para establecer en ella su morada (2), y estas otras del mismo salmo (**): Tu templo es santo.

Aún dice mucho más el abad Ruperto: que por el hecho de descender el Espíritu divino sobre la Santísima Virgen, para que concibiera al Hijo de Dios, se tornó toda hermosa, con belleza divina. Lo cual mueve a decir a san Bernardo que debemos honrar a la Virgen Santísima con grandísima ternura de devoción, puesto que Dios puso en Ella la plenitud de todo bien, al encarnarse en su seno el Verbo divino.

Pero lo que más particularmente ha de estimularnos a honrarla es el mucho provecho que de hacerlo ha de venirnos: " Veneremos especialmente, dice el mismo Santo, y profesemos tierna devoción a la Santísima Virgen, pues Ella es el canal por donde nos llegan los bienes que Dios quiere comunicarnos ".

Y, declarando en otro lugar, de modo más explícito, todos esos bienes, se expresa así: " El Espíritu Santo distribuye todos sus dones, todas sus gracias y todas las virtudes a quien quiere y cuando le place, del modo y en la medida que los juzga oportunos, por el ministerio de la Santísima Virgen ".

San Anselmo, con el fin de avivar nuestra confianza en Ella, asegura a su vez que " al invocar el nombre de la Madre de Dios, aun cuando no merezca ser escuchado quien recurre a Ella, bastarán los méritos de la que es santa Madre de Dios para inclinar a la bondad divina a concederle lo que le pide ".

Confiemos, pues, como dice también san Bernardo, que nada nos faltará de cuanto sea necesario para nuestra salvación, si profesamos verdadera devoción a la Santísima Virgen.

Poco aprovecharía estar convencidos de la obligación que tenemos de profesar devoción especial a la Santísima Virgen, si desconociéramos en qué consiste, o si, de hecho, no la tuviéramos, y aun si no lo demostrásemos cuando las circunstancias lo exijan.

Por ser Ella superior a todas las criaturas, debemos profesarle mayor veneración que a cualquier otro santo, sea el que fuere. Damos pruebas de nuestra devoción a los santos en ciertas épocas y días del año; pero la que debemos profesar a la Virgen Santísima ha de ser incesante. Por lo cual, es de regla en nuestro Instituto:

1.- No dejar día alguno de rezar el rosario, y rezarlo siempre al andar por las calles.
2.- Celebrar todas sus fiestas con grande solemnidad.
3.- Descubrirnos e inclinarnos siempre que se la nombra, o al pasar delante de su imagen: así lo exige de nosotros esta devoción.
4.- Considerarla como principal protectora de nuestra Sociedad: por eso nos ponemos todos los días debajo de su amparo, desde por la mañana; al atardecer, cuando finaliza la oración mental, y después de cada ejercicio. Recurrimos a Ella porque en María ponemos toda nuestra confianza, después de Dios.
5.- Invocarla en nuestras más apremiantes necesidades, como nuestra primera abogada cerca de Dios, después de Jesucristo.

¿Somos fieles a todas esas prácticas de devoción con la Santísima Virgen? ¿Con qué disposiciones las cumplimos? ¿Con las propuestas más arriba?

No omitamos ninguna de ellas, si queremos recibir gracias abundantes, por los merecimientos de la Santísima Virgen María.

152. PARA LA FIESTA DE LA TRANSFIGURACIÓN DEL SEÑOR

6 de agosto

Jesucristo vino a este mundo con el fin de satisfacer por nuestros pecados, y el Padre Eterno le consideró siempre mientras vivía en él, como " varón de pecado " (1); porque cargó con todos los del mundo, a pesar de no cometer jamás ni haber podido cometer ninguno.

De ahí que en la tierra, estuviese sujeto a todos los dolores y a todas las miserias de la vida, que son consecuencia del pecado.

Por esa razón también, se mostró siempre Jesucristo como hombre común, velando a los demás hombres el estado de gloria que gozaba su alma santísima, y que toda su sagrada humanidad tenía derecho a disfrutar desde el instante de su concepción. Hasta le plugo ser mofado, burlado y ultrajado de quienes no vivían en conformidad con su doctrina.

Y, debido a la obligación que se había impuesto de satisfacer por nosotros a la justicia de su Padre, no se consideraba a Sí mismo, según la expresión profética de David, sino como el oprobio de los hombres y la abyección del pueblo (2), a pesar de ser el rey de la gloria.

Nosotros, que nacimos y hemos vivido en el pecado, tendamos a hacernos conformes a Jesucristo y a padecer con Él durante la vida, si aspiramos a tenerle por Cabeza, a contar entre sus miembros y a extinguir el pecado en nosotros.

Es, pues, necesario que, como san Pablo nos enseña, ni la tribulación, ni la angustia, ni el hambre, ni la desnudez, ni los peligros, ni las persecuciones puedan se pararnos del amor de Jesucristo. Si somos entregados al degüello por su amor, dice el mismo Apóstol; si se nos considera como ovejas destinadas al matadero (3), debemos permanecer victoriosos en medio de todos esos males, animados por el ejemplo de Aquel que nos amó hasta entregarse a la muerte por amor nuestro.

Aun cuando el fin que se propuso el Hijo de Dios al venir a este mundo fuera padecer en él por nosotros; quiso, con todo, descubrir durante breve espacio de tiempo y como de pasada, algunos destellos de su gloria a tres de sus Apóstoles.

Con ese intento, los llevó en su compañía a un lugar apartado, en lo alto de un monte (4), donde empezó por entregarse a la oración y, mientras oraba, se transfiguró en presencia de ellos: su rostro se puso resplandeciente como el sol, sus vestidos aparecieron deslumbrantes de luz, y blancos como la nieve (5).

San Pedro, que se halló presente en aquel misterio, da testimonio de cuanto vio, por estas palabras: Nosotros fuimos testigos oculares de la majestad de Jesucristo - pues recibió de Dios Padre el testimonio de honor y de gloria -, estando con El en el monte santo (6). También se hallaron allí presentes, junto a Jesús, Moisés y Elías, que se llegaron a Él para formar su cortejo.

Jesucristo no se transfiguró entonces sino manifestando al exterior la gloria que, de continuo, poseía interior mente: el cambio operado en Él no podía ser más que externo.

No ha de ocurrir así en nosotros: la transformación que debe operarse en nosotros tiene que verificarse en lo interno: de todo punto hemos de ser trastrocados por la luz, la plenitud de la gracia y la posesión del Espíritu de Dios.

Si aparece luego en nosotros alguna variación externa, ha de ser como irradiando la felicidad que disfrutemos en lo íntimo de nuestra alma, por no ocuparse ésta más que en Dios y en cuanto debemos hacer por amor suyo .

En el retiro y " mientras oraba, se transfiguró Jesucristo. Y su plática con Moisés y Elías versó entonces sobre lo que debía cumplirse al tiempo de su pasión, y sobre la muerte que había de padecer en la cruz, cerca de la ciudad de Jerusalén, como El deseaba " (7).

Entonces, precisamente - cuando permanecía aún ha blando de sus padecimientos y de su muerte - apareció una nube luminosa que le cubrió a Él, lo mismo que a Moisés y Elías; y de esa nube, donde se manifestaba la gloria de Dios, salió una voz que dejó oír las siguientes palabras: Este es mi Hijo querido, escuchadle (8). Relatando san Pedro lo ocurrido en este misterio, afirma que oyeron esa voz venida del cielo.

Todo cuanto precede ha de enseñarnos:

1.-, que sólo por el retiro y la oración llega el alma a la verdadera transfiguración o, mejor, transformación de sí misma, y es iluminada por Dios; y
2.-, que, cuando el alma es así transfigurada con Jesucristo, debe ocuparse gustosa en la pasión y cruz, para manifestar que todo su anhelo es conformarse a El en su estado paciente; pues el Padre Eterno no la reconocerá como su predilecta, sino en la medida de su amor a los padecimientos, y de las pruebas que dé de tal amor por la práctica y diaria ejercitación en ellos, recordando estas palabras de Jesucristo: Si alguno quiere ser mi discípulo, tome su cruz cada día (9).

153. SOBRE SAN CAYETANO

7 de agosto

Puede afirmarse de san Cayetano que sus días fueron llenos y que " murió lleno de días ", como se cuenta de los antiguos Patriarcas (1). Porque, tan pronto como recibió las sagradas órdenes, se consagró de tal modo a procurar la salvación de las almas, y tan ardiente y amplio fue su celo por el bien del prójimo, que parecían no bastarle el día y la noche para realizar la tarea.

Consumía enteramente la jornada en administrar los sacramentos, visitar y exhortar a los enfermos, o en otras obras de misericordia. Luego, durante la noche casi entera, hacía penitencia, estudiaba y oraba; de modo que sus ocupaciones nocturnas le servían de preparación para el trabajo que le esperaba durante el día.

Ya que estáis obligados a trabajar en la salvación del prójimo, disponeos a ejercer vuestra profesión de la misma forma que lo hacía san Cayetano para desempeñar bien su ministerio. Por consiguiente, estudiad la doctrina, leed buenos libros, dedicaos a la oración fervorosamente, y mortificad la imaginación y los sentidos, con forme al espíritu de vuestro Instituto.

Es necesario que os instruyáis a fondo en las verdades de la fe mediante el estudio, pues vuestra ignorancia sería criminal, ya que ocasionaría la de aquellos que os están encomendados.

Y necesitáis la oración y la mortificación, para atraer las gracias divinas sobre vosotros y sobre aquellos que instruís.

Viendo este Santo que una de las acusaciones más ordinarias y dolorosas del heresiarca Lutero contra la Iglesia, fue la vida poco ordenada de los eclesiásticos, pensó que el mejor modo de tapar la boca a este apóstata era fundar una orden de clérigos regulares que, con su conducta ejemplar y desinteresada, pudieran servir de modelo a los eclesiásticos, tanto por la honestidad de sus costumbres, como por su absoluto desinterés en el ejercicio de sus funciones.

Renunció al importante cargo que ejercía y, con tres compañeros, uno de los cuales era obispo que también renunció a la diócesis, fundó su orden, que de tanta edificación es en la Iglesia.

Ambas cosas os son necesarias en vuestro Instituto: vida regular y desinterés. Ellas constituyen asimismo los dos medios más apropiados para producir fruto en las almas.

Con la vida ordenada edificaréis a vuestros discípulos y les daréis ejemplo continuo de modestia, prudencia y piedad, que se trocará para ellos en instrucción muy persuasiva. Si sois desinteresados, obraréis siempre movidos de la gracia, y puramente por Dios; con lo cual atraeréis infaliblemente sus bendiciones sobre todo cuanto hagáis.

Llevó este Santo, en su orden, el desinterés de todas las cosas a tal exceso - si es lícito hablar así -, que no sólo se negó a que sus miembros tuviesen rentas ni beneficio alguno, en común y en particular; sino que les prohibió, además, pedir limosna, por sí mismos o por otros; de modo que dejaban el cuidado de su subsistencia, del vestido y demás necesidades del cuerpo a la sola providencia de Dios.

Fundábase para ello el Santo en estas palabras de Jesucristo en el Evangelio: No os inquietéis por el comer o el beber y demás necesidades de la vida; porque, si buscáis primero y hasta únicamente el Reino de Dios, todo lo demás se os dará por añadidura (2). Y Dios, por su parte, no los ha olvidado en la necesidad; antes los ha socorrido más de una vez, por medios extraordinarios.

Nunca podréis excederos en el desinterés, al ejercer el ministerio. Puesto que enseñáis a los pobres, hacedlo con el ejemplo; y para inculcarles mejor el amor a la pobreza, el desinterés os la haga practicar en toda la medida que a Dios pluguiere.

No olvidéis, por otra parte, que os habéis obligado a que vuestras escuelas sean gratuitas, y a manteneros de solo pan, si fuere necesario, antes que recibir cosa alguna. Vivid, pues, sobre aviso para no aceptar nada de los alumnos ni de sus padres.

Pedid este espíritu de desinterés por intercesión de san Cayetano.

154. SOBRE SAN LORENZO

10 de agosto

No es posible ponderar cuánto amaba y es timaba a los pobres san Lorenzo. Movido de ese amor, distribuyó a los necesitados todos los bienes de la Iglesia de los cuales él tenía la custodia - hasta agotarlos por completo, tan pronto como se lo encomendó, al en caminarse al martirio, el pontífice san Sixto, cuyo diácono era san Lorenzo.

Patentizó más tarde su extraordinaria estima de los pobres cuando, enterado el emperador de que habían confiado a Lorenzo todos los bienes de la Iglesia, pidió al Santo los caudales de que era depositario. Éste reunió a los pobres y, presentándolos al príncipe, le dijo: " Aquí están los tesoros de la Iglesia ".

Admiremos cuán grande era la fe del Santo, pues consideraba a los pobres como los tesoros de la Iglesia; esto es, lo más rico y estimable de ella, por su más estrecha relación con Jesucristo. Animémonos de los mismos sentimientos del Santo, nosotros a quienes Dios ha confiado la más preciada porción de sus caudales.

Tampoco podrá alabarse nunca debidamente el deseo que del martirio tenía san Lorenzo, como lo mostró cuando, dirigiéndose a san Sixto, que era llevado a la muerte, le dijo estas palabras, citadas por san Ambrosio y que figuran en el oficio de la Iglesia: ¿Adónde vas, oh padre santo, sin tu hijo? ¿Vas a ofrecerte en sacrificio sin que te asista tu diácono, cuando no has querido nunca hasta el presente, ofrecer sin él el holocausto del Cuerpo y Sangre de Jesucristo en el altar santo? ¿Has hallado algo en mí que te desagrade, o me crees indigno de mi ministerio? ¡Cómo! Me has encomendado la dispensación de la Sangre de Jesucristo, y ¿no quieres que te acompañe en la efusión de la tuya?

Este Santo, que encerraba aún más fuego en su corazón que en sus palabras, no pudo tranquilizarse sino con la respuesta que le dio san Sixto, prediciéndole que, dentro de tres días, habría de padecer cruelísimos tormentos.

¿Cuándo tendremos nosotros tan ardiente deseo de padecer como este Santo lo tenía del martirio? Pidamos lo a Dios por intercesión de san Lorenzo.

Mostró bien a las claras este Santo con la alegría en soportar los tormentos, que sus ansias de padecer eran sinceras. Pues, considerando el emperador como insulto de los más injuriosos el que san Lorenzo le presentara los pobres en lugar de los tesoros de la Iglesia, ordenó que le atormentasen con tenazas, garfios de hierro y planchas candentes que le abrasaran los costados.

Y, al verle siempre constante, y aun gozoso en los tormentos, mandó que le tendiesen en unas parrillas de hierro, para quemar sus carnes a fuego lento, y ver si con ello vencía su constancia. Mas, el fuego acrecentó, por el contrario, de tal manera su alborozo y el ardor que interiormente le devoraba que, cuando aparecía su cuerpo a medio asar, exclamó el Santo dirigiéndose al tirano: " Vuélveme del lado opuesto para que, asada también la otra mitad, puedas tú darte un suculento banquete ".

¿Qué diremos de constancia semejante? ¿Nos servirá de estímulo para animarnos al amor de los padecimientos?

Hemos nacido para sufrir; tenemos que vivir penando y morir padeciendo.

Pidamos a san Lorenzo que nos alcance de Dios tan santas disposiciones.

155. PARA LA FIESTA DE SAN CASIANO, OBISPO Y MÁRTIR

13 de agosto

No podrá alabarse nunca excesivamente el celo que demostró san Casiano, al juzgar que no podía ejercer empleo más útil a la Iglesia, ni más propio para mantener la religión que el de maestro de escuela; precisamente al tiempo en que Juliano el Apóstata había prohibido a todos los católicos la educación de la juventud.

Aplicóse con toda la diligencia que le fue posible a instruir a los niños y, al par que los enseñaba a leer y escribir, los ejercitaba en la virtud y los educaba en el temor de Dios.

Por su parte, esforzábase el emperador en destruir la religión suprimiendo las escuelas; y, por la suya, intentaba, al contrario, implantarla este Santo, mediante la instrucción y educación de los jóvenes.

¡Ah! ¡Cuántas veces ocurre que los empleos tenidos en poco por los hombres, producen mucho mayor fruto que los más brillantes! Considerad el vuestro como uno de los más valiosos y excelentes de la Iglesia; por contar entre los más a propósito para conservarla, dándole sólidos fundamentos.

La paciencia de san Casiano produce admiración: le denuncian ante el juez como cristiano; le sorprenden enseñando en la escuela a los niños los sagrados Misterios; le obligan a que confiese cuál es su religión, y él se declara cristiano, como se echa bien de ver por sus enseñanzas.

Sin demora, es juzgado, condenado, y ejecutada la sentencia: le ponen en manos de sus escolares, quienes le dan muerte, utilizando los punzones de hierro que emplean para escribir. Martirio tanto más cruel cuanto aquellos niños tenían menos fuerza para herirle.

¡Qué paciencia no hubo menester este Santo para soportar, durante tanto tiempo y con tanta constancia, los padecimientos que le causaban aquellos mismos por quienes tantos trabajos se había impuesto!

Vosotros, que tenéis a este Santo por patrono, y sois sucesores suyos en el empleo; ¿sois también sus imitadores en la paciencia? ¡Cuántas veces os dejáis llevar del primer impulso, ya golpeando a los niños, contra lo prescrito en vuestras reglas y contra todo buen orden; ya corrigiéndolos, acaso, sin discernimiento ni oportunidad!

No podéis educarlos mejor que dándoles buen ejemplo, y ahogando todo movimiento de ira.

El martirio que padece es la única recompensa que san Casiano recibe de los escolares, en pago de los desvelos que por su bien se ha impuesto. Estimase feliz de que le ocasionen la muerte aquellos mismos que ha procurado engendrar en Jesucristo. Y, viéndose próximo a expirar, víctima de los golpes que de sus manos recibe, desea que su sangre, al brotar de su cuerpo y rociar el de los niños, dé vida a sus almas.

Todo el agradecimiento que ha de esperarse por haber instruido a los niños, sobre todo a los pobres, son las injurias, ultrajes, calumnias, persecuciones y aun la muerte misma. Ésa es la recompensa de los Santos y de los varones apostólicos, como fue la de Jesucristo nuestro Señor. No esperéis otra, si sólo trabajáis por Dios, en el ministerio que os ha confiado.

Y eso ha de ser, precisamente, lo que os anime a ejercerlo con más cariño, y lo que os proporcionará ocasión de producir mayor fruto. Pues, cuanto más fieles seáis a Dios en las ocasiones que se os presenten de padecer, más gracias y bendiciones derramará El sobre vosotros en el ejercicio de vuestro ministerio.

156. PARA LA FIESTA DE LA ASUNCION DE LA SANTISIMA VIRGEN

15 de agosto

La Santísima Virgen, absorta en amor divino durante todo el tiempo de su permanencia en el mundo, seguía en él a su pesar, y sólo para sujetarse al querer de Dios; por eso, la muerte le pareció dulce y agradable. Y como su alma, por decirlo así, vivía muy poco apegada al cuerpo, murió sin dolor.

La extrema alegría que experimentó entonces, causa da por el deseo de ver a Dios que la poseía, llenó de tal consuelo su alma que, tranquila y sin violencia alguna, pasó de la tierra al cielo.

¡Feliz desasimiento de los lazos corporales en el alma de María, desligada de todo cuanto pudiera tenerla prendida a lo terreno!

Nosotros dimos el adiós al mundo; nada, por consiguiente, ha de ser capaz de apegarnos a él, ni impedirnos estar siempre dispuestos a morir. Ese es el fruto del desapego total de lo caduco: sólo duele morir porque cuesta dejarlo que se ama y a lo que se vive aficionado.

Tomad, pues, como tarea ir imitando vosotros el absoluto desasimiento de la Santísima Virgen y pedid a Dios, por su auxilio, la gracia de bien morir.

No permaneció mucho tiempo la Santísima Virgen en el sepulcro. Resucitó a los pocos días de expirar.

Era convenientísimo que Dios le otorgara tal favor; pues, a la verdad, no hubiera parecido decoroso que la carne de donde Jesucristo tomó la suya, quedara sujeta a la corrupción. Era también muy proporcionado a la bondad de Dios que, la pureza singularísima de la Santísima Virgen, fuese recompensada con tan especial privilegio.

¡Cómo habrías podido permitir, oh Dios mío, que el cuerpo de la Virgen Santísima, sagrario del Verbo hecho carne, templo del Espíritu Santo y arca santa de un alma henchida de gracias, quedase por mucho tiempo ausente de ésta, y dejara de recibir, aun después de muerto, todas las prerrogativas con que pudiera ser honrado!

Como gracia peculiar, debemos pedir este día a la Santísima Virgen que nos aleje y nos ponga de todo en todo a cubierto de la corrupción del siglo y, especialmente, que nos alcance singular pureza, la verdadera incorruptibilidad que debemos apetecer para nuestros cuerpos.

La Virgen Santísima, que poseyó esta virtud en toda su perfección, puede ayudarnos en gran manera a conservarla.

El más excelso favor que recibió la Santísima Virgen después de morir, y que la Iglesia honra particularmente este día, es su traslación en cuerpo y alma, por los ángeles al cielo.

Era muy justo que su sagrado cuerpo, cielo animado, como dice san Juan Damasceno, ocupara su lugar en la gloria tan pronto como dejase de vivir en el mundo; y que la Madre del Verbo encarnado fuera al instante arrebatada por Él, para colocarla cerca de Sí, donde recibiese la honra que merece tan admirable prerrogativa Por eso fue levantada sobre todos los espíritus bienaventurados, que la veneran como su Soberana.

Era también muy justo que la Santísima Virgen, enriquecida con tal copia de gracias, a las que correspondió fidelísimamente, fuera asimismo colmada de gloria; y que su cuerpo, espiritualizado por la renuncia a los placeres sensibles, sólo muriese para conformarse a la ley común, mas siguiese de cerca a su alma en el cielo.

Si de todo punto nos desligamos del cuerpo, llevaremos vida celestial en la tierra; y, por haber recibido de antemano cierto modo de incorruptibilidad, aunque muerto, vivirá siempre ante Dios, merced a la transformación que en él habrá operado la gracia.

Pedid hoy a la Santísima Virgen os alcance este favor: que, compartiendo la vida del alma por la mortificación de los sentidos, no halle gusto vuestro cuerpo en cosa que sea de la tierra, sino que viva ya de algún modo como ciudadano del cielo.