Epistolario espiritual

San Juan de Ávila


XXIII

 

Carta del autor á una señora enferma, consolándola en sus trabajos y animándola á que los pase por Cristo trabajado

 

Señora, he sabido que V. M. está mala y no me pesa dello: porque si es de alguna demasía de penitencia que ha hecho, bien se le emplea el castigo; y si no es sino que Nuestro Señor lo embía, sea muy en buena ora la parte que de la cruz le da. Y aunque por una parte me dé pena su pena quanto sabe Nuestro Señor, por otra me alegro, porque veo clara la ganancia de quien yo deseo ver muy ganada. No quiero yo para mis hijos consuelo, sino açotes, que después será tiempo de los consuelos. Agora, señora, no se quiten sus ojos de la Cruz, ni su coraçón de quien en ella se puso: no descanse hasta que le sepa bien el padecer, que en ello se parece el amor: no aya piedad de sí misma, que en el cielo y en la tierra tiene quien della la tenga muy de coraçón; y lo que le viene muy mirado viene, y pasado por mano de quien la ama muy de verdad. No se atibie la fe en los peligros y necessidades, ni el amor entre los trabajos. Quando el fuego es grande no se apaga con el viento, antes crece: y assí quando uno ama á Dios de burla, con un soplillo que le sopla se apaga su f uego como candelilla. Mas el verdadero amor crece en los trabajos, porque más f uerça pone á sufrir, mientras más viene que sufrir; y como sea de Dios, vence á los trabajos, y ninguna agua hasta para apagar este fuego que del cielo descendió. Para amar la llamó Dios, y no es cosa el amor para regalaros: conviénele aborrecerse para amar á Cristo, y negarse para confessarle, y ser cruel para sí misma, para ser suave y blanda al Señor. Si le quiere y dessea gozar pierda á sí misma. Si le quiere ver, por lanças se ha de meter: si le dessea aposentar en su coraçón, eche dél á sí misma y á toda cosa criada: sola la quiere Dios, y atribulada, no por malquerencia, sino, después que su Hijo bendito fué atr[i]bulado, no quiere ver á sus hijos vestidos de otra librea. Esto es lo que delante sus ojos parece hermoso, ver en nosotros la imagen de su unigénito Hijo: é assí como no ay cosa que de tan buena gana mire una ánima como á Jesu Cristo atormentado en la Cruz, y, mientras más atr[i]bulado y affeado está, más hermoso le parece, assí mientras más padeciéremos, mejor pareceremos á Dios. Y no es mucho que el ánima que á Dios desea bien parecer se ponga este affeite con que a Dios enamore, pues que las mugeres del mundo hazen muchas cosas y muy á su costa para contentar á hijos de hombres.

Señora, mudarse tienen los cueros para parecer bien á Dios. Con agua fuerte se apura el oro, y quitada la tierra sale resplandeciente del crisol. Ayamos vergüença de ser tan floxos en empresa tan grande como es agradar á Dios; que si lo sintiéssemos, cobraríamos ánimo para derramar la sangre por Él, porque más hermosos le pareciésemos. E considerando esto un hermitaño sancto, y viendo una muger del mundo ir muy compuesta y galana, comiença él á llorar y dezir: «Perdóname, Señor, perdóname, que el atavío desta muger que en un día ha tenido para agradar á los ojos del m[u]ndo sobrepuja al que yo he tenido en muchos años para agradará los tuyos.» Assí que, señora, la empresa del amor no es palabras, sino dolor, crudos tormentos, deshonra del mundo, desamparo de criaturas, y absencia del amparo del Criador: y con todo esto ha de ayer buen rostro, no quexas, no caimiento de coraçón; mas á semejança de martyr que le sacavan las entrañas, y peinavan con peines de hierro y no sonava en su boca sino Jesús, y en su coraçón bendito sea Dios, y propósito de pasar más si Dios era servido. Don y merced es padecer por Cristo, y no la da sino á quien Él mucho ama.

Gran misericordia es dar á uno papirotes y soltarle los açotes: y si con lo que aquí se pasa se quita lo que allá devemos, trabajemos aquí, y paguernos todo lo que Dios quisie[r]e, porque salidos de aquí, luego veamos la faz de Dios. Baste el destierro de aquí: trabajemos que en acabándose luego nos metan en nuestra tierra. Sant Augustín dize que haze injuria al martyr el que ruega por el martyr, porque el martyrio le haze bolar al cielo derecho. Pues trabajemos nosotros de ser mártyres con la paciencia, que aunque no es tan grande nuestro trabajo como el de aquéllos, es más largo. Y devemos desear que esta vida no nos sea apazible, mas un puro martyrio; que esta fué la vida de Nuestro Señor, y esta quiere que sea la nuestra. Muchos mártyres uvo por la fe; mas en fin mucho[s] han ido al cielo sin serlo: mas mártyres de amor todos lo hemos de ser si queremos ir allá. Este nos ha de atormentar haziéndonos tomar pena porque offendimos á Dios, y porque otros le offenden: éste nos ha de quitar todos los consuelos de acá, y ponernos la cruz -encima los hombras: éste nos ha de hazer abraçar los trabajos, y pasar por encima dellos con la llama del amor de Dios encendida: éste haze sufrir deshonras sin las sentir, y saca á uno de sí como el vino al borracho. Que en esto se parece el amor, que el que lo tiene no busca á sí m[i]smo, sino á solo Dios, y su voluntad. Mas este amor tan cruel ¡qué piadoso será después, á quien le abaxó su cuello para recebir su martyrio! No puede uno sentir las fuerças del amor con que aquí atormenta, ni las con que después consuela. Créamoslo, señora, pues Dios lo ha dicho: y en fe de su palabra caminemos, que gran camino nos queda. Escoja quál quiere más: largos trabajos y no muy grandes, ó breves y grandes; que de passar mucho no puede escapar. Desto no se entristezca, que si le da Dios muchos trabajos, es porque assí lo merecen sus muchos peccados; y assí los pagará aquí. Y assí lo pido yo al Señor que se los dé; porque si yo muriere primero que Vuestra Merced no querría que ella fuesse á purgatorio; quiçá no terná á quien le duela su ánima, ni tenga mucho cuidado de la sacar: y si ella muere primero, harto me bastará la pena que della tendré. Perdóneme, que no es razón que ella mire á su provecho ni yo, sino que, aunque sepamos que después desta vida hemos de ir á tormentos, devemos aquí esforçarnos á los pasar por amor, y el amor con sólo amor se contenta. Cristo padeció por nuestro amor, padezcamos por el suyo: Cristo llevó la cruz, ayudémosela á llevar: Cristo deshonrado, no quiero honra. Cristo padeció dolores, vénganme á mí: Él tuvo necessidades, essas q[u]iero yo tener: Él por mí fué aquí estrangero, no tenga yo cosa en que repose mi coraçón: Él murió por mí, sea mi vida por su amor una muerte continua. Viva yo, ya no yo, mas viva en mí Cristo, y Cristo crucificado, apassionado, desamparado, y en solo Dios recebido. Este Cristo quiero, aquí lo busco, y fuera de aquí no lo quiero: haga Él lo que mandare de mí, que yo trabajos quiero por Él: deme galardón ó no, que sólo el padecer por Él es muy sobrado galardón. Y si mercedes me quisiese dar, no le pediré otras sino trabajos; porque en esto conoceré que le amo y que me ama, si Él me pone á mí en la cruz donde Él aquí estuvo: que aunque no busque mi provecho, bien sé que si persevero en su cruz, que me llevará á su reino. A Él sea gloria en los siglos de los siglos. Amén.