Epistolario espiritual

San Juan de Ávila


XXII

 

Carta del auctor á una señora, esforçándola á que lleve con paciencia del Señor los trabajos que padecía

 

Señora, desseo tengo de preguntar á V. M. á qué saben los fructos de la cruz, pues tanto come de ellos. El Señor dixo: «Subiré á la palma y tomaré los fructos de ella»: y parece que ha tomado á Vuestra Merced de la mano y subídola consigo á lo mismo, para que, si antes solía subirla para que mirasse y contemplasse cómo Él comía, agora no se contenta con que ella lo acompañe, con aver compassión de las penas dél, sino que coma con Él en la cruz, y sea testigo de prueva de lo que Él padecía quando comía. Bienaventurada osso llamar al ánima que con la Madre de Dios está al pie de la Cruz del Hijo como ella estava, penando con Él, comiendo á una mesa, crucificada con Él: que no ay cosa tan agradable á los ojos del Padre como ver á su Hijo, y á los que á su Hijo acompañan con imitación de sus trabajos y cruz.

No se engañe nadie pensando que se enamora Dios de donaires y niñerías, ó que han de reinar con Él qualesquiera. El favor de Dios es para los amadores de los trabajos: no ha de reinar sino el crucificado. Para que los hombres sepan, que pues acá les pide tanto, aquel reino no es como quiera, sino muy abundante en riqueza y descanso, pues es Dios su joya: y se esfuercen con nuevos alientos á despreciar todo descanso presente, y suffrir todo trabajo. ¿Qué quiere vuestra Merced que haga Nuestro Señor sino lo que con sus amados hijos haze y hará? ¿Qué quiere que haga sino tratarla como el Padre suyo lo trató á Él? «Como el Padre me amó os amo yo á vosotros» dixo Él. Pues quien se parare á mirar el tratamiento de tal Padre á tal Hijo, suffrirá con paciencia el suyo, por áspero que parezca. Espere un poquito, señora, que passar se ha esta tempestad y gozar se ha de averla passado. Abaxe su cerviz á la voluntad de su celestial Padre, que assí hizo Jesu Cristo quando le pusieron al cuello una soga que le desollava la cerviz; y Él callava de dentro y de fuera por la obediencia del Padre. ¿Qué nos dize esta dura soga en cerviz tan delicada, y aquella pesada cruz en hombros tan cansados, sino que seamos obedientes en suffrir los trabajos, aunque nos desuel[l]en y arranquen el mismo coraçón? No es razón que sea ya Vuestra Merced parte en sí misma para ordenar su vida, y escoger esto quiero y esto no, pues se ha offrecido muchas vezes por esclava verdadera del Señor á toda la voluntad dél: porque no es razón que quiera agora desdezir en el trabajo lo que antes affirmó en la paz, ni querrá ser como amigo fingido, que en el tiempo del plazer haze muchas offertas, y quando le dizen que passe algo, desdize lo dicho. «¡Ay de aquellos (dize la Escriptura) que perdieron el suffrimiento!» Quiere dezir, que como cansados de trabajar y esperar, dieron con su coraçón en el suelo, como quien no puede llevar la carga. El justo, señora, de la fe vive: y el Señor le manda que espere, aunque haga tardança; y promete que verná: mas si el justo tiene relox que da muy apriessa las horas, y le parece passarse el tiempo sin que Dios le remedie, dezirle han lo que está en Isaías: «El que creyere no se dé priessa», sino «ponga su salud en la longanimidad», como dize S. Pedro. El Señor verná, señora, y la consolará: alborotada está la mar, y las olas quieren anegar la navezilla, y el Señor duerme de buen reposo, como quien tiró la piedra y escondió la mano, y picó y huyó: Él hizo levantar la tempestad, y luego echóse á dormir: Él ha puesto á Vuestra Merced en los trabajos que tiene, que no otra mano: Él atribula y hiere, que sin Él no se puede nada hazer: y el que [tan bien] ha sabido herir, y tan vivo ha estado para atribular, duerme agora quando le piden remedio; y mientras más le piden consuelo, suele acrecentar desconsuelo: y con todo esto quiere que tengamos una fe viva que en todos estos trances no desconfíe: y si lo hazemos, con lo que recuerda es reñir, y dezir: «Hombres de poca fe, ¿por qué estáis temerosos?» ¡Vee, señora, quán esmerada, provada y pasada por fuego quiere esta fe para confiar! Que assí como una castidad es provada con cosas contrarias, una humil[d]ad con deshonras, una paciencia con trabajos, una caridad con hazer bien á quien nos haze mal, assí es la fe y confiança provada con embiar Dios trabajos que parezcan sacar de juizio, y esconderse Él, y parecer que añide más mientras más es rogado. Conviene passar esto si queremos oir: «Muger, grande es tu fe.» Esta lucha hemos de vencer si queremos nombre y corona de verdaderos y perfectos fieles: y conviene recebir açotes, y que escuezcan hasta el ánima, y creer que son abracijos de grande amor. En esto, que de fuera parece ira, hemos de creer el coraçón de Dios muy pacífico, y sus entrañas muy paternales, para que no vivamos en sentido de carne, sino en fe, que es muerte de sentido de carne.

Esta, señora, es la sabiduría de la Cruz, que á ojos cerrados se subjeta á la sancta ordenación de Dios, y con este no juzgar, sino confiar en Él, es más sabia que todo el saber del mundo: porque quien á Dios quisiere conocer y agradar, no alce, sino abaxe los ojos con humildad, y no escudriñar, y alcançará el verdadero saber, y hallará al Señor de las virtudes, que en todas las cosas es suave para los suyos, y entonces les haze mayores bienes quando á los ojos de carne parece que los desampara.

Mas días ha que Vuestra Merced cantó este cantar: «Mi amado á mí, y yo á Él.» Cántelo agora, que para el tiempo de los tr[a]bajos son los requiebros: su Amado la mira y tiene della cuidado; mírelo ella y fíese deste cuidador. Él á ella es padre, aunque la açote: sea ella hija en recebir con obediencia y hazimiento de gracias su açote; y si duele mucho mirando el açote, tiémplelo mirando la mano que embía el açote. Su Amado es, y más amador que amado: con amor la açota, con amor lo reciba, para que responda al tono que el Señor le habla. Apurar la quiere con fuego: no huya del crisol aunque le duela, que más vale quedar limpia de la inmundicia de la tierra, que es la propria voluntad, aunque quede hecha pedaços, que no sana y suya. Cante al Señor: «Provaste mi coraçón, y visitástelo en la noche: examinásteme con fuego y no fué hallada en mí maldad.»

Assí, assí, señora, apura Dios á sus escogidos: y quien assí no es provado y apurado, no es hijo, ni será heredero. Y pues ha días que Vu[e]stra Merced tiene prendas de heredar, sufra con paciencia la carga anexa á la herencia. Muy rica y gozosa es ella, mas los herederos han de ser muy atribulados acá, y de la cruz los han de quitar acá quando entren á reinar allá, que no de plazer á plazer. Agarrocheados salen los buenos toros del cosso, que los floxos sanos se van. E assí es el buen cristiano, que de todas partes ha de tener garrochas. Y quando faltan tyranos y sayones, bastan la casa, hijos, marido y amigos, que por otras vías más blandas atormentan más que los otros. Cierto es que ver padecer á quien amamos cuchillo nos es, y el amor es nuestro sayón, y mientras mayor amor, mayor sayón; mas no le bolvamos el rostro, que este amor fué el sayón de Jesu Cristo que más le penó que los de fuera, y este fué el sayón de su Madre, y de quantos escogidos ay de Dios. Apareje Vuestra Merced la cabeça para ser dél cortada, su coraçón para ser atormentado: y en la presencia de Dios y de su corte, que le están mirando, pelee varonilmente, pues le está aparejada excelente corona. El Señor, que embía el trabajo, sabe el tiempo del consuelo, y Él lo proveerá en su tiempo; y entretanto dé paciencia, y sea con Vuestra Merced siempre. Amén..