Epistolario espiritual

San Juan de Ávila


XX

 

Carta del auctor á una muger que sentía mucha absencia y disfavores de Nuestro Señor: anímala á confiar del Señor, enseñándole lo mucho que ay para confiar de su Magestad. Danse en esta carta las causas por que Dios aflige á los suyos, y de los fructos que de ellas saca su Magestad

 

No tengáis por ira lo que es verdadero amor; que assí como la malquerencia suele halagar, assí también el amor reñir y castigar; y mejores son, dize la Escriptura, las heridas dadas por quien ama, que los falsos besos de quien aborrece; y grande agravio hazemos á quien con amorosas entrañas nos reprehende ó castiga, pensar ó dezir que por querernos mal nos persigue.

No olvidéis que entre el Padre eterno y nosotros es medianero Nuestro Señor Jesu Cristo, por el qual somos amados, y atados con tan fuerte lazo de amor, que ninguna cosa lo puede soltar, si el mismo hombre no lo corta por culpa del peccado mortal. ¿Tan presto avéis olvidado que la sangre de Jesu Cristo da vozes pidiendo para nosotros misericordia, y que su clamor es tan alto que haze que el clamor de nuestros peccados quede muy baxo y no sea oído? ¿No sabéis que si nuestros peccados quedassen vivos, muriendo Jesu Cristo por deshazerlos, su muerte sería de poco valor, pues no los podía matar? Nadie pues aprecie en poco lo que Dios apreció en tan[t]o que lo tiene en sufficiente y sobrada paga, en quanto de su parte es, de todos los peccados del mundo, y de mil mundos que uviera. No por falta de paga se pierden los que se pierden, mas por no querer aprovecharse de la paga por medio de la fe y penitencia y sacramentos de la sancta Iglesia.

Asentad una vez con firmeza en vuestro coraçón, que el negocio de vuestro remedio Cristo lo tomó á su cargo como si fuera suyo, y á nuestros peccados llamó suyos por boca de David, diziendo: Longe a salute mea; y pidió perdón de ellos sin los aver cometido, y con entrañable amor pidió que los que á El se quisiessen llegar fuessen amados como si para Él lo pidiera; y como lo pidió lo alcançó, porque según ordenança de Dios, somos tan uno Él y nosotros, que ó hemos de ser Él y nosotros amados, ó Él y nosotros aborrecidos; y pues Él no es ni puede ser aborrecido, tampoco nosotros, si estamos encorporados en Él con la fé y amor, antes por ser Él amado lo somos nosotros, y con justa causa, pues que más pesa Él para que nosotros seamos amados, que nosotros pesamos para que Él sea aborrescido, y más ama el Padre á su Hijo que aborrece á los peccadores que se convierten á Él; y como Él, muy amado, dixo á su padre «ó quiere bien á éstos ó quiere mal á mí, porque yo me offrezco por el perdón de sus peccados y porque sean encorporados en mí», venció el mayor amor al menor aborrecimiento, y somos amados, perdonados y justificados, y tenemos grande esperança que no avrá desamparo donde ay ñudo tan fuerte de amor; y si la flaqueza nuestra estuviere con demasiados temores congoxada, pensando que Dios la ha olvidado, como la vuestra l[o] está, provee el Señor de consuelo, diziendo en el profeta Isaías desta manera: «¿Por ventura puédese olvidar la madre de no tener misericordia del niño que parió de su vientre? Pues si aquélla se olvidare, yo no me olvidaré de ti, que en mis manos te tengo escripta.» ¡O escriptura tan firme, cuya pluma son duros clavos, cuya tinta es la misma sangre del que escrive, y el papel su propria carne!: y la sentencia de la letra dize: «Con amor perpetuo te amé, y por esso con misericordia te atraxe á mí.» Tal pues escriptura como esta no deve ser tenida en poco, especialmente sintiendo en sí ser el ánima atraída con dulcedumbre de propósitos buenos, que son señales del perpetuo amor con que el Señor la ha escogido y amado.

Por tanto no os escandalizéis ni turbéis por cosa destas que os vienen, pues que todo viene dispensado por las manos que por vos y en testimonio de amaros se enclavaron en cruz. Y si queréis entender lo que os viene al intento que Dios os lo embía, sabed que son pruevas para que seáis examinada y después como á persona fiel en la prueva seáis con corona de justicia de la mano del mismo Señor coronada. Y porque no penséis que essas cosas que passáis son señales de reprobación, y que á solos los malos las embía Dios, oid qué dize David en su persona y de otros muchos que andan el camino de Dios: «Yo dixe en el excesso de mi ánima: alcançado soy delante de la faz de tus ojos»; y aunque es cosa que mucho lastima este desmayo del coraçón, y disfavor sentido en lo de dentro dél, y no atinar el ánima cómo está con Dios, ni cómo estará, ni en qué parará, mas con todo esto, pocas cosas ay con que uno tanto purgue sus peccados, ni tantas cosas aprenda, como en aquella obscuridad tenebrosa y afflicción interior, que haze sudar del coraçón gotas de sangre; lo qual embía Nuestro Señor á los suyos porque no se vayan deste mundo sin sentir qué es cruz y tribulación, y assí hiéreles en lo del espíritu, donde están vivos; porque si les hiriera en las cosas temporales, á las quales están muertos, no lo sintieran.

Conviéneos, pues, dar buena cuenta deste peligroso paso donde Dios es servido poneros, y adorando sus juizios, y confortada con la confiança de su bondad, abaxar vuestra cabeça, y sin más escudriñar abrir la boca de vuestro coraçón, y tragar esta píldora de obscuridad y del sentimiento de la ausencia y disfavor de Dios con obediencia del mismo Dios.

Sabed cierto que si queréis no desdezir en la prueva que Dios os embía, que os conviene hazeros robusta, como dixo el ángel á Josué, y vivir muriendo cada día, como Sant Pablo hazía: cozeos en el fuego de la tribulación para que seáis fuerte como ladrillo, y seáis conveniente para suffrir lluvias y vientos de tentaciones y de trabajos, y no blanda como adobe de barro, que se deshaze en el agua, y no es fuerte para edificio; que la gente que ha de ser puesta en el edificio del cielo, con golpes de diversos trabajos y tentaciones ha de ser provada en el suelo, según está escripto: «Probélos el Señor y hallólos dignos de sí.»

Enseñaos pues á mantener con gruessos manjares, y esforçaos á convertir en pan las piedras de las tribulaciones, si queréis tener testimonio de que sois hija de Dios. Y si os da gana de pan blando y blanco de consolaciones, remitir esso á la voluntad del Señor, y contentaos con que ternéis tanto de esso en el siglo que está por venir, que lo dulce de allá excede sin comparación á lo amargo de acá; y en lugar de los duros huessos que acá davan á comer á los dientes del ánima, será allá el mismo Dios sabrosíssimo pan de vida que nunca se acabe. Esperad esto y esforçaos con esto, porque este negocio ni es para regalados ni para hombres de flaca fee.

En trabajos os veréis muchas vezes que si con sentido humano los miráis, os parecerán ser señales de infierno y principio dél, y avéislos de suffrir con paciencia y sin consolación, y aun sin sentimiento de confiança, para que sepáis qué cosa es padecer de verdad; porque mientras la confiança está fuerte, no ay cosa que mucho lastime, mas quando Dios esconde su faz y no enseña favor al ánima sino disfavor, y siendo perseguida de sus enemigos no siente favor en su buen amigo, entonces es el padescer puro y sabe á tormentos de infierno: no sentiréis entonces esperança de escapar, mas contentaos con no desesperar, y séaos aquel desconsuelo penitencia por vuestros peccados, con los quales algún día os consolastes, y sírvaos de ver á la clara qué es lo que podéis vos de vos. Justo es que quien pecca amándose y pareciéndose bien, que lo pague descontentándose entrañablemente de sí, y quien en sí confía que le demuestren tan á su costa qué es lo que puede. Por este fuego os conviene passar, si queréis gozar del descanso: esta guerra avéis de vencer para merecer la corona del cielo. Mirad que dize la divina Escriptura: «Bienaventurado el varón que suffre la tentación, porque quando fuere provado, recebirá corona de vida»; la qual prometió Dios á los que le aman. Si os agrada la corona, no os sea pesada la prueva; y no puede aver prueva sin tentación; y no os vendrá tentación que no passe por la mano de nuestro Padre, Dios, midiéndola que sea convenible para vuestro provecho y para vuestra flaqueza. No temáis de bever con paciencia lo que Dios os da con amor. Él mesmo dize: «Hijo, no te angusties quando eres de Dios castigado, porque al que el Señor ama, castiga, y como padre en hijo se agrada»; y en otra parte dize: «Hijo, en tu flaqueza no te desprecies, mas ora al Señor, y curarte ha.» Y pues no[s] está mandado de parte de Dios que en ninguna cosa desmayemos, vamos á Él fiados de su palabra, y pidámosle favor, que verdaderamente nos lo dará.

¡O hermana, si viéssemos quán caros y preciosos somos delante los ojos de Dios! ¡O si viéssemos quán metidos nos tiene en su coraçón, y quando nosotros nos parece que estamos alançados, quán cercanos estamos á Él! Sea para siempre Jesu Cristo bendito, que éste es á boca llena nuestra esperança, que ninguna cosa tanto me puede atemorizar quanto Él assegurar: múdeme yo de devoto en tibio, de andar por el cielo á escuridad de abismo de infierno, cérquenme peccados passados, temores de lo porvenir, demonios que acusen y me pongan lazos, hombres que espanten y persigan, amenázenme con infierno, y pongan diez mil peligros delante, que con gemir mis peccados y alçar mis ojos pidiendo remedio á Jesu Cristo, el manso, el benigno, el lleno de misericordia, el firmíssimo amador mío hasta la muerte, no puedo desconfiar, viéndome tan apreciado que fué Dios dado por mí. ¡O Cristo, puerto de seguridad para los que acossados de las ondas tempestuosas de su coraçón huyen á Ti! ¡O fuente de vivas aguas para los ciervos heridos y acossados [d]e los perros espirituales, que son demonios y peccados! ¡Tú eres descanso entrañal, fiucia que a ninguno de su parte faltó, amparo de huérfanos y defendedor de las viudas, firme casa de piedra para los erizos llenos de espinas de peccados, que con gemido y desseo de perdón huyen á Ti! ¡Tú defiendes de la ira de Dios á quien á ti se subjeta: Tú, aunque mandas algunas vezes á tus discípulos que entren en la mar sin Ti, y que se desteten de tu dulce conversación, y estando Tú absente se levanten en la mar tempestades que ponen en aprieto de perder el ánima, mas no los olvidas: dízesles que se aparten de Ti, y vas Tú á orar al monte por ellos: piensan que los tienes olvidados y que duermes; estás las rodillas hincadas rogando por ellos; y quando son ya passadas las tres partes de la noche, quando á tu infinito saber parece que basta ya la penosa absencia tuya para los tuyos que andan en la tempestad, desciendes del monte, y como señor de las ondas mudables andas sobre ellos, que para Ti todo es firme, y acércaste á los tuyos, quando ellos piensan que están más lexos de Ti, y dízesles palabras de confiança, que son: «Yo soy, no queráis temer.» ¡O Cristo, diligente y cuidadoso pastor, quán engañado está quien en Ti y de Ti no se fía de lo más entrañable de su coraçón, si quiera enmendarse y servirte! ¡O si dixesses Tú á los hombres quánta razón tienen de no desmayar con tal Capitán los que quieren entrar á servirte, y cómo no ay nueva que tanto pueda entristecer ni atemorizar al tuyo, quanto la nueva de quien Tú eres basta para lo consolar!

Si bien y perfectamente conocido fuesses, Señor, no avría quien no te amase y confiasse, si muy malo no fuesse; y por esto dizes: «Yo soy, no queráis temer.» «Yo soy aquel que mato y doy vida, meto á los infiernos y saco»: quiere dezir, que atribulo al hombre hasta que le paresce que muere, y después le alivio y recreo y doy vida: meto en desconsolaciones que parecen infierno, y después de metidos no los olvido, mas sácolos, y por esso los mortifico, para vivificarlos; para esso los meto, para que no se queden allá, mas para que la entrada en aquella sombra de infierno sea medio para que después de muertos no vayan allá, mas al cielo. Yo soy el que de qualquier trabajo os puedo librar, porque soy omnipotente, y os querré librar, porque soy todo bueno, y os sabré librar, porque todo lo sé. Yo soy vuestro abogado, que tomé vuestra causa por mía: yo vuestro fiador, que salí á pagar vuestras deudas: yo Señor vuestro, que con mi sangre os compré, no para olvidaros, mas engrandeceros, si á mi quisiéssedes servir, porque fuistes con grande precio comprados: yo aquel que tanto os amé, que vuestro amor me hizo transformarme en vosotros, haziéndome mortal y pasible, el que de todo esto era muy ageno: yo me entregué por vosotros a innumerables tormentos de cuerpo y mayores de ánima, para que vosotros esforcéis á passar algunos por mí, y tengáis esperança de ser librados, pues tenéis en mí tal librador: yo vuestro Padre, por ser Dios, y vuestro primogénito Hermano por ser hombre: yo vuestra paga y rescate, ¿qué teméis deudas, si vosotros con la penitencia y confessión pedís suelta de ellas?: yo vuestra reconciliación, ¿qué teméis ira?: yo el lazo de vuestra amistad, ¿qué teméis enojo de Dios?: yo vuestro defendedor, ¿qué teméis contrarios?: yo vuestro amigo, ¿qué teméis que os falte quanto yo tengo?: si vosotros no os apartáis de mí, vuestro es mi cuerpo y mi sangre, ¿qué teméis hambre?: vuestro mi coraçón, ¿qué teméis olvido?: vuestra mi divinidad, ¿qué teméis miseria? Y por accessorio son vuestros mis ángeles para defenderos: vuestros mis sanctos para rogar por vosotros: vuestra mi Madre bendita para seros madre cuidadosa y piadosa: vuestra la tierra para que en ella me sirváis: vuestro el cielo para que á él vernéis: vuestros los demonios é infiernos, porque los hollaréís como á esclavos y cárcel: vuestra la vida, porque con ella ganáis la que nunca se acaba: vuestros los buenos plazeres, porque á mí los referís: vuestras las penas, porque por mi amor y vuestro provecho las suffrís: vuestras las tentaciones porque son mérito y causa de vuestra eterna corona: vuestra es la muerte, porque os será el más cercano passo para la vida: y todo esto tenéis en mí y por mí, porque ni lo gané para mí solo, ni lo quise gozar yo solo, pues que quando tomé compañía en la carne con vosotros, la tomé en hazeros participantes en lo que yo trabajasse, ayunasse, comiesse, sudasse y llorasse, y en mis dolores y muerte, si por vosotros no queda.

No sois pobres los que tanta riqueza tenéis, si vosotros con vuestra mala vida no la queréis perder á sabiendas: no desmayé[i]s, que no os desampararé aunque os prueve: vidrio sois delicado, mas mi mano os tendrá: vuestra flaqueza haze parecer más fuerte mi fortaleza: de vuestros peccados y miserias saco yo manifestación de mi bondad y de mi misericordia: no ay cosa que os pueda dañar si me amáis, y de mí os fiáis: no sintáis de mí humanamente según vuestro parecer, mas en viva fe con amor, no por las señales de fuera, más por el coraçón, el qual se abrió en la cruz por vosotros, para que ya no pongáis duda en ser amados en quanto es de mi parte; pues veis tales obras de amor de fuera y coraçón tan herido con lança, y más herido de vuestro amor por de dentro, ¿cómo os negaré á los que me buscáis para honrarme, pues salí al camino á los que me buscavan para maltratarme?; offrecíme á sogas y cadenas que me lastimavan, ¿y negarme he á los braços y coraçón de cristianos, donde descanso?; dime á açotes y columna dura, ¿y negarme he al ánima que me está subjecta?; no bolvi la faz á quien me la hería, ¿y bolverla he á quien se tiene por bienaventurado en la mirar para la adorar? ¡Qué poca confiança es aquesta, que viéndome de mi voluntad despedaçado en mano de perros por amor de los hijos, estar los hijos dudosos de mí si los amo, amándome ellos? Mirad, hijos de los hombres, y dezid; ¿á quién desprecié que me quisiesse?; ¿a quién desamparé que me llamasse?, ¿de quién huí que me buscasse?: comí con peccadores, llamé y justifiqué á los apartados y suzios, importuno yo á los que no me quieren, ruego yo á todos conmigo; ¿qué causa ay para sospechar olvido para con los míos, donde tanta diligencia ay en amar y enseñar el amor? Y si alguna vez lo dissimulo, no lo pierdo, mas encúbrolo por amor de mi criatura, á la qual ninguna cosa le está bien como no saber ella de sí, sino remitirse á mí: en aquella ignorancia está su saber, en aquel estar colgada su firmeza, en aquella subjección su reinar. Y bastar le deve que no está en otras manos sino en las mías, que son también suyas, pues por ella las di á clavos de cruz, y más son que suyas, pues hizieron por el provecho de ella más que las proprias suyas. Y por sacarla de su parecer y que siga el mío, le hago que esté como en tinieblas, y que no sepa de sí; mas si se fía, y no se aparta de mi servicio, librarla he, y glorificarla he, y cumpliré lo que dixe: «Sei fiel hasta la muerte y darte he corona de vida.» Amen.