Epistolario espiritual

San Juan de Ávila


XIX

 

Carta del auctor á una muger trabajada de graves y peligrosas tentaciones; avísale que se esfuerce á padecer, porque el fructo que se cogerá de los trabajos será grande, si los sabe llevar

 

«Consolaos, consolaos, pueblo mío, dize el Señor Dios nuestro, hablad al coraçón á Hierusalem, y llamadla, porque cumplida es su pena, y perdonada su maldad.» Confiad, hermana, que estas palabras dizen á vos, y manda que os consoléis con su favor, que os defiende, aunque los infernales poderes y adversarias maldades trabajen de os derribar; porque si muy cuidadosos andan en perseguiros, más lo está Cristo en abrigaros, y defenderos, y sacaros de la guerra llena de muchas coronas, más alegres cierto y de estimar, que es la tribulación que tenéis para lastimar. ¿Qué avéis, qué os lastima, qué os espanta? Vuestro Dios es salud destas llagas: no miréis á ellas; y en el día que os las acabare de atar, resplandecerá á vos un sol más luziente siete vezes que el que antes deste trabajo os luzía: serán vuestras espirituales prosperidades muy aventajadas á las passadas, pues lo que agora padecéis es más amargo que lo passado; porque estas tales avenidas de angustias víspera suelen ser de abundancia de espirituales regocijos, como las tribulaciones de Job fueron mensajeros de doblada hazienda y descanso que Dios le dió. Amargólo, y después consolólo; probólo y coronólo; escondiósele un poco, mas después se le mostró más dulce que primero airado. Esta es la condición del Señor con los suyos, mortifícalos aun hasta parecer que los mete en tormentos de infiernos, mas sácalos y alívialos sin que la ballena pueda retener ni empecer al que tragó. Mucha sobervia tienen los demonios, nuestros adversarios, y dizen que nos tragarán; mas digámosles: «Juntaos contra nosotros, que vencidos avéis de ser: entrad en consejo, que destruído será, porque Dios es con nosotros.» No os passe, hermana, por pensamiento temer estos infernales lobos, que el que una vez en la cruz los venció, los ha vencido y vencerá en vos, y los despojará con gran deshonra suya: y aunque os parezca ser la guerra brava y el enemigo fuerte, que os haga temer, no desmayéis, porque el Señor dize: «¿Por ventura será quitada la presa del fuerte?: ¿y lo tomado por el robusto podrá ser salvo?» Verdaderamente será quitado el captivo de la mano del fuerte, y será hecho salvo lo que el fuerte avía tomado: y esto porque la mano de Dios peleará por vos, y pasará sobre vos como aves que buelan, defienden y abrigan con sus extendidas alas á los pollicos que mucho aman. ¡O si viessen nuestros ojos el zelo de Dios con que guarda á nuestras ánimas, y quán en salvo las tiene quando ellas piensan que están ya perdidas!

Hacia arribasuelen arrojar el vidrio los que quieren enseñar cómo saben recebir lo que arrojan en alto; y si el vidrio sintiesse, temblaría de verse echado en alto é ir á caer en las piedras duras, donde parece que se ha de hazer dozientos pedaços; mas socorre la mano de quien lo arrojó y tómalo en sí sin lisión. Y assí vos, viéndoos sacada de vos y combatida de fuegos tan vivos y penas tan crudas, teméis y tembláis, pensando que os avéis de hazer pedaços y caer en offensas de Nuestro Señor; mas pensad que el Señor que en esse trabajo os puso Él mismo os sacará dél: esse que se absconde porque padezcáis, está muy cerca de vos para defenderos, que de otra manera estuviérades diez mil vezes tragada de la crueldad de vuestros contrarios. Él os arroja y Él os recibe; Él mueve el alboroto en la mar, mas Él os guarda porque no os ahoguéis; porque lo que sentís no lo hazéis vos, sino sufríslo; y por esso quien lo haze, que es el demonio, esse lo pagará. Bien vee Dios vuestro coraçón, que es amador de sus mandamientos, y aborrecedor de sus offensas; el qual os guarde, como lo ha hecho; que de lo que el demonio os trae no tengáis cuidado, pues aunque sea feo y os duela, no os verná por ello mal.

Cosas son estas que á muchos suelen acaecer, y no sólo las que vos ternés, mas sin ninguna comparación otras mayores y que parecen ser traslado al mismo infierno, y del fuego y lenguaje que allá ay. Mas no por esso dexa Dios á sus ánimas; antes quando todo el humano consejo y fuerça ha faltado, entonces acorre con su poderosa mano, quitando la copa del amargor de la boca, da por ella diez mil consuelos, y conócese la persona por flaca, pues vió por experiencia su grande miseria, y conoce la fuerça y maldad de sus enemigos, y procura de huir más dellos y arrimarse más á Dios, el qual sólo vee ser bastante á librarla de tales refriegas; y assí saca de los males passados luz para tenerse en menos, y mayor confiança en su Dios, y grande cautela para más recatadamente vivir por aver conocido las traiciones y maldades de los demonios. Lo qual no es de tener en poco; porque assí como nuestra vida consiste en conocer y amar á Dios, assí es gran parte de los espirituales avisos conocer al demonio, no para amarlo y honrarlo (que esto para Dios es), sino para huir y escapar de sus lazos, los quales de pocos son conocidos, aunque les parezca que conocen á Dios. Y por esso es de estimar en mucho el provecho que destas refriegas se saca, porque se haze el ánima experimentada en la guerra contra este astuto enemigo; y estas cosas y otras muchas saca el benigno Señor destos males en que nuestro adversario nos querría hazer caer, y assí le haze perder lo que pensava ganar, y haze burla dél, purificando y aprovechando el ánima por el medio que él pensava dañar.

E pues os avéis offrecido al servicio de Cristo, y no sois vuestra desde el día de vuestro bien, no le tengáis por olvidadizo pastor; pues si olvidaros quisiera, no os llamara, ni halagara, ni os hiziera tan dulces promesas. Acordaos en el día del mal del día del bien, para que no os derribe lo presente, templándolo con lo favorable de entonces. Y pensad que si Cristo no os amara, no levantara ni diera la joya; y pues sabéis que por Él començastes este camino, y que le avéis desseado agradar, y según vuestra flaqueza lo avéis procurado, no deis tal mancha en vuestra honra, que assí perdáis la confiança en Aquel, que, estando vos apartada, os llegó Él á sí, y os dió espíritu nuevo y blando en vuestras entrañas, y os señaló con su señal, para que fuéssedes suya, y por tal os tuviéssedes. Y si el lobo infernal ha osado acometer á la que estava herrada con la señal de Jesu Cristo, y que le desseava servir, no os espantéis, que pruevas son de nuestra fe y de nuestro amor á ver si desmayamos y tornamos atrás.

No hay virtud firme si no es provada, y la fe se prueva entre los peligros y disfavores de Dios; mas si fina es, no sólo no desmaya, mas quando más acosada, más esfuerço toma, y de la soledad saca compañía, porque sabe que esta es costumbre del señor, poner á los suyos en los cuernos del toro, y esconderse Él, para provar la fe de ellos; y como no está arrimada á la vista, sino á la bondad de su Señor, no cura de mirar lo que siente, ni de qué parte sopla el viento, sino engendra una confiança, que como áncora fixada en el suelo de la mar, ássese firmemente con el Crucificado, y fixa su pensamiento y dize: «Tú, Señor, moriste por mí antes que yo naciesse, y me buscaste con dolores sin buscarte ni llamarte yo: agora que te llamo y te quiero no me desampares. Si abrigaste á quien te era enemiga, no desecharás á quien te dessea servir, y á la que ya tomaste por tuya, y en esta fe vive, y está segura entre todas las olas y tempestades que en la mar se le offrecen, aunque parezca que ya se le hunde la nao, y trabaja por no desmayar, porque no se levante el Señor y le riña, como á los Apóstoles hizo, diziendo: «¿Qué estáis temerosos, hombres de poca fe?» En lo qual veréis qué de verdad quiere el Señor que estemos esforçados, porque aun entrando las olas en la navecilla ya para sumilla, aún riñe con los que entonces tienen temor: y esto porque los que con Él se embarcan no quiere que sean temerosos, pues van con el verdadero Señor de las almas y fiel provisor en las oportunidades. Y pues vos saliste de tierra y os embarcastes con Él entrando á servirle, ¿qué es lo que agora teméis, pues avéis caminado y estáis en compañía de Jesu Cristo? Acordaos que Sant Pedro andava con los pies sobre las aguas de la mar quando tuvo fe; y quando vió los vientos rezios y las olas altas, temió, y luego començó á hundirse, para dar á entender que con la fe andava seguro, y por atibiarse ella, se hundía, y oyó de la boca del Señor: «Hombre de poca fe, ¿por qué dudaste?» Y de la misma manera lo dize á nosotros si temerosos nos vee, por grandes peligros que á los ojos veamos. E si aquel cuidado tuvo el Señor en librar al discípulo de la muerte del cuerpo, mayor lo tendrá en libraros á vos de la muerte del ánima, y hazer que no os ahogue la gran tempestad que contra vos se ha levantado. Solamente, hermana, no desmayéis ni huyáis de la guerra, que aquí no por ser tentados, sino por huir ó ser vencidos se pierde la corona. Offreceos á padecer dolores y fuegos por honra de Aquel que por vos los sufrió: y quanto mayores fueren, por más ciertas prendas las tened del amor entre Cristo y vos. E pedilde que os esfuerce á padecer y no que os lo quite, y será un purgatorio con que quedéis apurada delante de Dios, y seros ha compañía la cruz de vuestro amado Señor, que es la cosa que más sus amadores deven dessear, y quedaréis como oro en crisol, tanto más resplandeciente quanto más fuistes atribulada. Mirad que qualquier amador ha de passar algo que duela por amor de su amado.

E pues avéis entrado en la guerra del amor, no os acovardéis; mas acordaos de lo mucho que muchas mugeres flacas padecieron por Cristo, unas en fuegos, otras en golpes, otras en ser carmenadas las carnes, y teníanse por bienaventuradas en padecer por amor de su Señor: pues por Él padecéis; que si á Él dexassedes, no os perseguirían los enemigos; mas porque os passastes al bando de Josué, por esso mueven guerra contra vos. E si faltan sayones hombres, succeden en su lugar sayones diablos, que son más crueles y menos se cansan, y con peines de hierro y parrillas de fuego os atormentan, y más en el ánima que en lo exterior. Devéis pensar que estáis en un martirio por amor de Jesu Cristo, pues por servirlo sois martirizada.

Haced vuestros exercicios de confessión y comunión, aunque sea de mala gana, y aunque os lo estorve el demonio, como lo suele hazer, aun hasta enmudecer la lengua que no pueda confessar, y haze entender que han comido de noche para que no comulguen. Holladle con todas sus astucias, y orad al Señor en la cruz, y traelda con vos, y armaos con ella, y offreceos tan de verdad a padecer que si el Señor quisiere que os dure toda la vida, que estéis contenta con ello: y quanto vos más os pusiéredes en la voluntad dél, tanto más presto os remediará, porque no desecha al que á Él va: y acordaos que no ay amor sin dolor, y que por muchas tribulaciones hemos de entrar en los reinos de los cielos, adonde una sola hora que veáis á Dios en su hermosura, daréis por bien empleados dos mil años que passéis lo que padecéis. Y pues Dios allá os ha de llevar, según lo podéis esperar, no seáis covarde en padecer, y tibia en amar, que no os dexará el que por vos murió, y para sí os llamó. Él sea vuestro consuelo. Amen