Epistolario espiritual

San Juan de Ávila


XVI

 

Carta del auctor á un señor de título, animándole á confiar de Dios, y enseñándolecómo ha de vivir para alcançar esta alegre confiança

 

Ayer supe que V. S. avía escripto, y que andava con sus acostumbrados achaques cerca de su salud. Es cierto que aunque la compassión no se puede negar á los males corporales de Vuestra S., que es más mi plazer quando oigo que anda assí, que no mi pena. Tengo á Nuestro Señor por Padre muy verdadero, y por médico muy cuidadoso para el bien de Vuestra Señoría, y miro estas cosas como particulares remedios que de su providencia vienen para que la soltura del coraçón de Vuestra Señoría se restrinja debaxo la sancta ley, y entienda más en aparejarse para morir que no en vivir largos días ó vanos días; y assí como esto es grande merced suya mirar más á nuestro eterno provecho que á nuestro breve passatiempo, assí será grande nuestra locura si no aceptamos esta gracia y nos aprovechamos de tales remedios. Temer devemos, no se diga de nosotros que «curaron á Babilonia, y no sanó» y por esso la dexaron: y en todo caso conviene tener los ojos puestos en lo que más nos va, que es lo del ánima.

Y si las temporales occupaciones de la vida, casamiento y estado no dan lugar á que con entrambos ojos y coraçón muy entero miremos esto, á lo menos lo miremos con el ojo derecho, y lo estimemos por lo principal en nuestro coraçón, y en lo del ánima entendamos con amor, en estotras cosas por más no poder; y entonces conozcamos las cosas que menos son, quando no contradixeren á los que más son, ni nos apartaren de ell[a]s: y si no puede Vuestra S. amar á solo Dios sin que ame algunas cosillas otras con Él, á lo menos ámele más que á todas las cosas, y caigan debaxo los pies quando quisieren levantarse á ser preciadas más que un mandamiento de Dios. Ya que no puede tener la. limpieza de la conciencia que él querría, tenga aquella que es necessaria, sin la qual ninguno puede ser llamado hijo adoptivo de Dios ni ver su faz. Campo ay donde la gente común oye al Señor, y monte donde los más fuertes suben á le oír: y he visto algunos dexar de ser medianamente buenos porque no son perfectamente tales. ¿Qué mayor locura que esta, meterme en el infierno porque no me hizieron de los mayores sanctos del cielo?: ¿qué mayor desatino que porque no ando sin tropeçar alguna vez, darme tanto desgrado de mi mal andar, que por aquello me quedo caído ó me corto los pies? «Hijo, dize la Escriptura, en tu flaqueza no te desprecies, mas ora al Señor, y curarte ha.» De alabar es en el flaco que se mida, y se estime conforme á su poquedad; mas muy de reprehender que se desmaye, y dé con todo en el suelo porque se vee sano; porque de aquesta manera viene á caer en mayor enfermedad, aborreciendo la misma enfermedad. Digo esto porque desseo que tuviesse V. S. asiento cierto en su ánima, y una concertada vida, de manera que pueda con ella esperar de la bondad de Nuestro Señor que está en su amistad, y que tiene parte en su reino; y que sea muy cuidadoso y porfiado en guardar esta tal vida y tener en pie el alegría del coraçón que de la guarda de los mandamientos de Dios nace. Y aunque las malas disposiciones del ánima suelen dar pena, aunque no sean males de muerte, como se vee en las del cuerpo, no se ha de dar tanto lugar á esta pena que derribe mucho el coraçón, mas irle á la mano diziendo: «bendito sea Dios, por cuya misericordia estoy vivo, aunque enfermo»; y el plazer del vivir delante los ojos de Dios tiemple la pena de la poca salud, y t[é]ngase por muy dicho[so] en tener esperança de ser salvo, aunque passando primero por fuego.

Mucho querría ver a V. S. alegre y consolado en la gracia de Jesu Cristo, y el coraçón persuadido que por Él ha de ser salvo mediante la guarda de su sancta ley; y que llevasse unos passos ciertos y sosegados, una qüenta clara y de buena esperança, con que tuviesse conjectura que le ha de dezir el Señor: «Gózate, siervo bueno y fiel»; y que en todo caso para esto no aya pereza, no se alegue pobreza, no respecto á cosa ninguna, sino que se cumpla con el ánima. De donde diere, que si Dios vee en un coraçón verdadero desseo de agradarle á Él, no dexará por su bondad de abrir caminos como se effectúen los buenos desseos, con tal que entendamos que algunas vezes es menester derramar la sangre en estos caminos, y essa es cierta señal que son de Dios, pues Él dixo ser estrechos. Cierto, si un hombre espera que se le ofrezcan los medios para su salud sin trabajo y sin pérdida de lo temporal, muchas vezes se quedará sin la salud de su ánima, porque tan barato la quiso comprar, y tan sin trabajo alcançar; pues aun en la del cuerpo, que muy menor es, no se sufre esto. Bien entiendo que no se haze esto tan presto como se dize: mas, ¿qué hemos de hazer donde vemos estar en balanças ganar ó perder á Dios, y para siempre? ¿Qué cosa puede aver que haga contrapeso á cosa en que tanto va?

Por tanto, Señor, entremeta V. S. este cuidado entre los otros, ó por mejor dezir, sea este el principal, y los otros los entrexeridos, y duela ó no, corte aunque sea de su carne, hasta quedar con salud, que después se alegrará. Ose acometer la entrada en el cielo, que á Dios hallará por ayudador en el camino; y no sólo no le desmayen los trabajos, mas gloríese que le pone Dios en ellos para mayor gloria dél.

A su misericordia plega dar á V. Muy Illustre S. su sancto espíritu, con que le sea dulce el cumplimiento de su palabra, y alcance aquel reino para que fué criado. Amen.