VIII

 

Carta del auctor á un sacerdote enseñándole lo mucho que deve ser agradecido á Dios por averle hecho sacerdote, y de la manera que deve tener en su vida para ser buen sacerdote

 

Pues que por la gracia de Jesu Cristo es V. Merced sacerdote, asaz tiene en qué entender para dar buena cuenta de officio tan alto y tremendo aun para hombros de ángeles. Estime mucho este misterio, agradezca esta merced, y esta consideración le sea bastante á recogerse quando estuviere distraido, y á ponerse espuelas quando se viere floxo; y ansí se enseñoree de su coraçón esta merced, que por ella se tenga por muy obligado á servir con gran diligencia al Señor y le ponga gran cuidado para assí exercitar officio tan soberano que agrade á los ojos de el que se lo dió.

Sea pues la primera regla de su vida esta: que en recordando de noche del sueño le parezca que oye en sus orejas aquella voz: Ecce sponsus venit, exite obviam ei; y pues el aver de recebir á un amigo, especialmentesi es gran señor, tiene suspenso y cuidadoso al que lo ha de recebir ¿quanto más razón es que del todo nos ocupe el coraçón este huesped que aquel día emos de recebir, siendo tan alto y tan á nosotros conjunto, que es adorado de ángeles y hermano nuestro? Y con esta consideración reze sus horas, y después póngase, de reposo y espacio, á lo menos por hora y media, á más profundamente considerar quien es el que ha de recebir, y espántese de que un gusano hediondo aya de tratar tan familiarmente á su Dios, y pregúntele: Señor, ¿quién te ha traído á manos de un tal peccador, y otra vez á destierro, y portal y pesebre de Bethleem? Acuérdese de Sant Pedro, que no se halló digno de estar en una navezica con el Señor; el Centurión no le osa meter en su casa; y otras semejantes consideraciones por las quales aprenda á temer hora y obra tan terrible, y á reverenciar á tan gran Magestad: piense que esto es un traslado de aquella obra, quando el Padre Eterno embió á su Hijo al vientre virginal para que salvasse el mundo, y de la vida y muerte del Señor; y assí viene agora á aplicarnos la medicina y riquezas que entonces nos ganó en la cruz, y aplicarnos aquella paga.

Acuérdese deste misterio de la passión y muerte del Señor y agradézcasela. Luego presente delante su Magestad los peccados que toda su vida ha hecho en general, y particularmente las passiones y defectos que de presente tiene; y como enfermo que enseña sus llagas al médico, pídale conoscimiento y salud para ellas. Luego offrezca al Eterno Padre este sacrificio, que es su Hijo, por las personas particulares que tiene obligación, y por la Iglesia Católica, acordándose de como se offreció el Señor en la cruz por todo el mundo, y pídale una poquita de aquella encendida caridad, para que el ministro sea conforme con el Señor: luego suplique á Nuestra Señora, por el gozo que uvo en la Encarnación, que le alcance gracia para bien recebir y tractar al Señor que ella recibió en sus entrañas, y diga la oración Deus, qui de Beatae Mariae Virginis utero, acordándose de la Encarnación; y pida gracia al mismo Señor para lo mismo, diziendo: Deus, qui corda fidelium, y lea algo que hable de este Sanctíssimo Sacramento, assí como Contemptus Mundi, en el quarto libro, ó otros si hallare; mas si con la oración estuviere muy recogido y devoto no cure de leer.

La missa se dirá el lunes por las ánimas del purgatorio; martes y miércoles, por quien quisiere ó fuere encargo; jueves, viernes, sábado, domingo, por la reformación de las costumbres de la Iglesia.

Acabada la missa, recójase media hora ó una hora, y dé gracias al Señor por tan gran merced de aver querido venir á establo tan indigno; pídale perdon del ruin aparejo; y suplíquele le haga mercedes, pues suele dar gracia por gracia. Es buen exercicio acordarse de algún passo del Evangelio donde el Señor hizo algún beneficio, assí como quando sanó al leproso y libró á los discípulos de la tempestad del mar, començando un Evangelista desde el principio, y rumiar cada día después en un passo, y suplicar al Señor que está dentro de nos que haga la misma merced en nuestras ánimas, pues ay la misma necessidad. Desde aquel tiempo hasta comer puede leer algo y rezar las horas que faltan: después de comer y dormir rezará sus horas, y luego leerá un poquito brevemente, y terná una poca de oración, acordándose de como el Señor ha sido aquel día su huesped: y después haga algún exercicio corporal, sin que se canse, porque no ahogue el spíritu de la devoción, ó en algún huertecito, ó escriviendo algo, ó cosa semejante, hasta hora de Vísperas, y entonces dígalas, y después lea un rato: y si uviere algún enfermo que visitar, ó si fuere menester irse al campo, ó visitar á alguien para provecho del ánima, entonces se haga. A la noche ha de aver otro espacio de hora y media como el que se dixo, en que se entienda en rezar completas y leer un poquito, especialmente si estuviere indevoto; y luego pensar en la hora de la muerte y en el juizio de Dios, y haziendo cuenta que estamos delante dél, y que el cuerpo está echado en la sepultura, acusarnos general y particularmente de la passado lo uno, y de lo presente lo otro. Mirar lo que el Señor con nos ha hecho, y quán mal se lo hemos servido, y examinarnos allí con verdadero examen, á intento de conocer quán defectuosos somos, y conocer las raices de nuestras passiones muy de verdad, que sin este conocimiento no es cierto el edificio: y aunque desta consideración no se saque tanta devoción como de otras, no por eso es de menos valor, porque no por dessabrido es peor.

Puede el hombre pensar que es esclavo, y obligado á servir con diligencia á su Señor, conforme á los de los talentos, y como quien entra en capítulo, y examinarse bien como quien está en el artículo de la muerte, según se ha dicho; que grande mal es no pensar primero lo que cierto ha de passar por nos: «Ante judicium interroga te ipsum» ait Sapiens: también es buen pensamiento, pensando en la muerte propria y de todos, mirar todas las cosas como acabadas ya, y los hombres como montones de tierra y huessos; y considerar que solo Dios es el que ha de ser nuestro arrimo; y tener en poco todo lo visible.

Los libros en que ha de leer por agora son estos: la Glossa ordinaria, el Nuevo Testamento, y esto después de Vísperas; y en los otros ratos que he dicho de leer han de ser: Contemptus Mundi, Casiano, y á Sant Juan Climaco, Morales de Sant Gregorio (y este leer no hasta cansar, sino para levantar el coraçón), Meditationes Augustini et Bernardi. El pensar ha de ser sin cansarse la cabeça, y en sintiendo que se cansa sosegarse, y si puede estar de rodillas toda hora y media es mejor, y si no, esté hasta que se canse, y si puede estar dos horas en el dicho exercicio es mejor. Bueno es descansar el pensamiento con una senzilla attención á Dios, especialmente después que uviere pensado el dicho rato; porque alguna vez suele el Señor darnos entonces más que quando hemos toda la noche trabajado nosotros con nuestro pensamiento.

Jueves y viernes es bien dormir en alguna tabla, por acompañar al Señor, que padesció en aquellos días.

Propria voluntad nunca en sí la consienta en poco ni en mucho, y sea Jesu Cristo crucificado su espejo y dechado, con el qual trabaje por se conformar.