Epistolario espiritual

San Juan de Ávila


VII

 

Carta del auctor para un mancebo que le pidió consejo si sería sacerdote. Trata algo de lo que se requiere para esta dignidad tan alta

 

Recebí la carta de Vuestra Merced, y todas las señas que para su conocimiento me da. Bien parece que no conoce los coraçones, pues piensa que le tengo olvidado: gracias á [Nuestro] Señor, que no lo ha permitido, mas hame hecho merced de darme particular memoria de vuestra religiosa persona, y cuidado entrañable de os aprovechar en lo que pudiesse.

Vi también la relación de vuestros exercicios, y vuestros combates de ultramar y desta parte del mar sobre que tomeis sacerdocio, y paréceme bien que esteis en ello dudoso, temiendo carga tan grande, y mejor me parescería que tan grande y tan sancta os pareciesse que del todo huyessedes de ella; porque en otros tiempos, quando se estimava el sacerdocio en algo de lo mucho que es, no lo recebía nadie sino era para ser obispo, ó tener cura de ánimas, ó alguna persona eminente en la predicación de la palabra de Dios, y los demás que eran ecclesiásticos quedávanse en ser diáconos ó subdiáconos, ó de los otros grados más baxos: y entonces tenían grados baxos y vida altíwinia, todo lo qual está agora al revés, que los que tienen el grado supremo del sacerdocio no tienen vida para buenos lectores o hostiarios.

Creed, hermano, que no otro sino el diablo ha puesto á los hombres destos tiempos en tan atrevida sobervia de procurar tan rotamente el sacerdocio, para que, teniéndolos subidos en lo más alto del templo, de allí los derribe; que la enseñança de Cristo no es esta sino hazer vida que merezca la dignidad, y huir de la dignidad, y buscar más sancta y segura humildad (aun en lo de fuera), que ponerse en lo alto, adonde más y mayores vientos combaten. ¡O, si supiéssedes, hermano, qué tal avía de ser un sacerdote en la tierra, y qué cuenta le han de pedir quando salga de aquí! No se puede explicar con palabras la sanctidad que se requiere para exercitar officio de abrir y cerrar el cielo con la lengua, y al llamado de ella venir el Hazedor de todas las cosas, y ser él, hombre, abogado por todo el mundo universo, á semejança de como lo fué nuestro Maestro y Redemptor Jesu Cristo en la cruz.

Hermano, ¿para qué os queréis meter en tan hondo peligro, y obligaros á cuenta estrecha para el día postrero, pues por baxo estado que tengais aún parecerá aquel día gran carga, quanto más si os cargais de carga, que los hombros de los ángeles temblarían de ella? Buscad aquel modo de vivir que más segura tenga vuestra salvación, y no que más honra os dé en los ojos de los hombres; que al fin este consejo os ha de parecer bien algún día á vos, y á quantos el contrario os dixeren; los quales como no saben qué es ser sacerdote, y como tienen los ojos puestos, no en la cuenta que se ha de pedir, sino en como vean un poco honrado en los ojos del mundo á su hermano, primo, ó pariente ó amigo, meten al pobre en lazo tan temeroso: y paréceles que quedan ellos en salvo, y que el otro allá se lo aya con Dios. Consejo es, hermano, este averiguadamente de carne ó malicia: y de aquí vienen muchos á tomar y hazer tomar este sacrosancto officio por tener un modo con que mantenerse, y hazerse entender que lo quieren para servir á Dios. ¡O abusión tan grande de evangelizar y sacrificar por comer, y hordenar el cielo para la tierra y el pan del alma para el de el vientre! Quéxase desto Jesu Cristo Nuestro Redemptor, porque no le buscan por Él, sino por el vientre dellos, y castigarles ha como á hombres despreciadores de la Magestad divinal. Cierto mejor sería aprender un officio de manos como muchos sanctos de los passados lo hizier[o]n, ó entrar á un hospital á servir á los enfermos, ó hazerse esclavo de algún sacerdote, y assí mantenerse, que con osadía temeraria atreverse á hollar el cielo para passar á la tierra, estándonos mandado por Nuestro Dios y Señor al contrario.

Veis aquí, hermano, lo que os aconsejo que hagáis, si queréis agradar á Dios y permanecer en su sancto servicio. Y esto es lo que siento del sancto sacerdocio, al qual querría más que reverenciássedes de lexos, que no abraçássedes desde cerca, y que quisiéssedes más estadignidad por señora que por esposa. Y si algo uviéredesde hazer sea tomar grado de Epístola, y despues de dos ó tres años de Evangelio, y quedaos allí, si no uviere unas grandes conjecturas del Spíritu Sancto, que es Dios servido á levantaros al grado más alto: y estáis muy bien donde estáis sin blanca de renta, mucho mejor que en Roma con quanto tiene el que os combida con ella.

Sabed conocer la dignidad de los enfermos á quien servís, y sabed llevar las condiciones de aquellos con quien tratais, y hazed cuenta que estais en escuela de aprender paciencia, y humildad, y caridad, y saldreis más rico que con quanto el Papa os puede dar. Cristo sea vuestro amor y bienaventurança. Amen.