Políticamente (in)correcto
o cuando la política está de moda
Por Rodrigo Prieto
Fuente:Observatoriodigital.net


En un momento en que la política y sus instituciones están fuertemente cuestionadas, resulta paradójico o al menos curioso que en algunos círculos sociales se hable tanto de la necesidad de ser políticamente correctos, sobre todo cuando el concepto es tan ambiguo que puede ser utilizado tanto para promover como para sancionar una misma actitud desde posiciones divergentes.

Si bien no existe un hito que señale el origen del concepto, ya en el siglo XVIII es utilizado en algunos textos judiciales de Estados Unidos (politically correct) para criticar expresiones del lenguaje cotidiano que no se ajustaban al sentir de la clase dominante. Sin embargo, las acepciones con las que actualmente se usa el término tienen su raíz en el multiculturalismo promovido por la Asociación Americana de Antropología y en el respeto por los derechos de las minorías, extendido por la Escuela de Frankfurt en la segunda mitad del siglo pasado (http://www.forumlibertas.com/frontend/forumlibertas/
noticia.php?id_noticia=5499&id_seccion=11
).

De ambas fuentes se deriva un pensamiento que –en teoría- no enjuicia ni excluye las diferencias, ya sean culturales, políticas, morales o religiosas, de ningún colectivo humano. En la práctica esta no discriminación se materializa principalmente en el lenguaje, pues se entiende que éste construye la realidad; de modo que, en la medida en que hablamos de unos determinados hechos, personas o situaciones con palabras que llevan implícitas unas relaciones de dominación o que denotan cualquier tipo de discriminación, lo que se está haciendo es reproducirlas, hacerlas existir.

El lenguaje políticamente correcto apunta justamente a omitir esas discriminaciones proponiendo nuevos términos para referirse a los colectivos o situaciones históricamente denostadas. Así por ejemplo, se habla de personas de color, en reemplazo de negras; de población subsahariana, en lugar de moros; de personas con capacidades diferentes, en vez de minusválidos o discapacitados; de personas que viven en pobreza, en reemplazo de pobres, etc.

En algunos casos la adopción de estas palabras es el resultado de décadas o incluso siglos de lucha por el reconocimiento de la dignidad y la igualdad de derechos de estos colectivos, lo cual inevitablemente supone un cambio de mirada, de entendimiento respecto de ellos. Un ejemplo emblemático es el de las personas negras o de los aborígenes de América, a quienes durante mucho tiempo se les consideró no humanos, por tanto, no había nada cuestionable en tratarlos como animales de carga u objetos de intercambio.

Hoy nos resulta inaceptable este planteamiento; no obstante y por desgracia, todavía persisten en el mundo diversas formas de esclavitud encubierta o tráfico de personas que denigran la dignidad humana en toda su extensión. Precisamente ese es el problema: la incoherencia, pues, pese a que se han dado pasos sustanciales para desarmar los prejuicios e incluso aún cuando en los discursos públicos se han incorporado estos matices, en la realidad persisten muchas situaciones de injusticia, abuso, maltrato y desigualdad entre diferentes colectivos.

Si bien el ejemplo puede parecer un poco exagerado, lo cierto es que existen muchas otras situaciones en que funcionamos con la misma lógica de valorar negativamente a priori a aquellos a quienes consideramos diferentes y que, muchas veces, desconocemos, sobre la base de prejuicios que hemos heredado o aprendido en los entornos en que nos hemos movido… en estos casos, el desafío es evitar la generalización y conceder a ese otro el beneficio de la duda. E incluso más, aún cuando uno o varios de esos otros confirmen el prejuicio, no atribuirlo a todos los que forman parte de esa categoría, pues cada caso es diferente.

Encauzar la vida

Hasta aquí hemos hablado del contenido más teórico del término, pero actualmente dicho significado se ha ampliado para constituir una suerte de código tácito de protocolo o buena educación para los diferentes contextos sociales. Cabe destacar estas dos últimas palabras, pues asumir el carácter situado de la corrección política supone reconocer que lo que en un momento y lugar puede ser correcto, en otro puede ser exactamente lo contrario. En este caso el concepto no sólo se aplica al uso del lenguaje, sino, de manera más amplia, a una cuestión de actitud de corrección o incorrección que puede manifestarse desde la mirada, pasando por la vestimenta y los movimientos corporales, además de las palabras.

Desde esta perspectiva será políticamente correcto todo aquello que se ajuste a lo que la mayoría considera pertinente y adecuado para un determinado contexto, y será incorrecto todo aquello que se aleje de dichos límites. Se trata, por tanto, de una forma de control social, una biopolítica (Foucault, 1975) que busca encauzar la potencia de la vida humana.

Sobre esta base algunos consideran el movimiento de la corrección política como una forma de censura, de restricción de la libertad de expresión y de acción, de la cual hay que zafarse, pues, la trasgresión es un fin en si mismo. Pero he aquí el problema, pues dicha trasgresión puede tomar caminos muy diferentes dependiendo de quién la protagonice.

Incorrectos e incorrectos

Para unos, la incorrección política consiste en ignorar las reivindicaciones promovidas por las luchas sociales que comentábamos antes, dando rienda suelta a todos los prejuicios y descalificaciones contra diferentes colectivos, lo cual, en definitiva, no es otra cosa que dar crédito a los argumentos racistas, sexistas, homófobos, clasistas y con ellos alimentar toda clase de discriminación.

Con frecuencia quienes se manejan con este criterio, suelen emitir juicios ofensivos para quienes forman parte de esos colectivos, además de actuar con indiferencia, rechazo o incluso violencia en su contra, lo cual, desde una ética basada en el respeto de la dignidad humana, resulta totalmente inaceptable.

Existen también otros incorrectos cuyo objeto de crítica son ciertas lógicas de funcionamiento que pese a ser consideradas políticamente correctas, reproducen relaciones de dominación o desigualdad que atentan contra los derechos de las personas por medio de injusticias, jerarquías o privilegios injustificados. Los que se hallan en este hemisferio de la crítica suelen tener ya incorporados los criterios de las luchas sociales antes mencionadas y buscan ir más allá, boicoteando o des-armando otros espacios de discriminación.

Entre ambas posturas existe una amplia gama de variantes con diferentes niveles de sensibilidad o radicalidad a la hora de expresar la crítica. La diferencia entre unas y otras radica en los valores en que ésta se fundamenta, en la utopía hacia la que cada una se dirige, en la concepción de mundo y de persona que se tenga. Como ocurre en todos los ámbitos de la vida, serán estas creencias las que marquen la distinción entre la forma en que se entienda y materialice la incorrección. En cualquier caso, sean cuales sean las posiciones desde las que hablen, cuando utilizan la violencia como modus operandi, su acción pierde toda validez y despierta nuestro más profundo rechazo.

Incorrección cool

Tal como ocurre con la literatura, la música o cualquier otro producto cultural, los conceptos, cuando se masifican, pueden perder gran parte de su carga teórica original para convertirse en muletillas que se ponen de moda durante un tiempo. Esto es lo que ha sucedido con la noción de corrección política. De hecho, actualmente en algunos entornos es bien visto simpatizar con y asumir una actitud políticamente incorrecta, irreverente, atrevida, desenfadada, desafiante y, en ocasiones, hasta grosera, pues se le asocia con un tipo de personalidad libre, valiente, arriesgada y transgresora que es valorada positivamente en dichos círculos.

Para quienes se mueven con estos criterios, la imagen de Bart Simpson (http://www.thesimpsons.com/index.html) o de cualquiera de los personajes de South Park (http://www.southparkstudios.com/), constituyen verdaderos iconos de identificación. De ahí el éxito de ambas series televisivas no sólo entre el público adolescente, sino también en un amplio espectro del mundo adulto que ve en ellos la irreverencia que anhelan, pero que no se atreven a vivir.

De modo que en estos casos ser políticamente incorrecto es cool, guay, bacán, mola, etc., pues se trata de una actitud crítica en la que no se puede no estar.

Independientemente de la forma en que se utilice el concepto, con mayor o menor carga teórica, para apoyar o criticar la mencionada (in)corrección, lo cierto es que el adjetivo «político» que le acompaña, refiere inequívocamente a unas relaciones de poder que se materializan en la vida cotidiana, y de manera especial en el lenguaje.

En virtud de todo lo dicho, quizá valga la pena pasar del escepticismo o la ignorancia a poner más atención sobre aquellas palabras y actitudes que a menudo escuchamos o leemos que algunos califican como políticamente correctas o incorrectas. Sólo así podremos descifrar a qué relaciones de poder se refieren, cómo se posicionan ante ellas y, por supuesto, cómo nos situamos personalmente nosotros ante ellas.

Páginas de interés

«Lo Políticamente Correcto y su trasfondo filosófico e ideológico», de Piotr Jaroszynski: http://www.forumlibertas.com/frontend/forumlibertas/noticia.php?id_
noticia=5499&id_seccion=11

«Fuegos fatuos: sobre lo políticamente correcto y el lenguaje», Umberto Eco, El Mundo 18/6/2004: http://www.solidaridad.net/noticias.php?not=2316

«Política: corrección e incorrección». Encuesta a intelectuales y periodistas argentinos sobre el significado del término:
http://www.pieldeleopardo.com/modules.php?name=
News&file=article&sid=1641

Reseña del libro «Políticamente incorrecto», de Alfonso López:
http://www.artedinamico.com/ad/ad_eventos_
mostrar.php?id=232&page=14

«Los valores y lo políticamente correcto». Eustaquio Sánchez Salor, catedrático de la Universidad de Extremadura:
http://www.aidex.es/observatorio/reflexiones/rvalores/valores281102.htm

Sobre el «lenguaje políticamente correcto». Publicado en la revista Idiomas y comunicación, núm. 6, Buenos Aires, mayo de 2002:

http://correctores.iespana.es/correcto.htm