Las pastoras luteranas en Alemania



Jutta Burggraf

 

 

Al hablar de la ordenación sacerdotal en un contexto ecuménico, nos encontramos, primeramente, con un problema de lenguaje. Mientras que en alemán se distingue entre Priesterweihe, para los que llegan a ser sacerdotes católicos, y Ordination, para los que se hacen pastores protestantes, el español utiliza indistintamente la palabra ?ordenación? para referirse a ambos casos. Pero como se trata de realidades diversas, vamos a ver brevemente lo que se entiende por ?ordenación? en las Iglesias luteranas, antes de hablar de la ordenación de mujeres en el país original de la Reforma.[1]

 

 

I. LA ORDENACIÓN EN LAS IGLESIAS LUTERANAS

 

Hoy en día, pertenece a la creencia común entre católicos y luteranos, que todos los bautizados participan en la única misión de la Iglesia. Los que no son ordenados, comunican el Evangelio de un modo personal y sin ejercer todas las funciones eclesiales; los ordenados, en cambio, lo hacen públicamente, cumpliendo todas las funciones: predican la palabra de Dios con autoridad y administran los sacramentos.[2] Reciben facultades a través de la ordenación. Lutero dice que todos los bautizados son sacerdotes, pero no todos son pastores o ministros.[3] En sus textos latinos, emplea el término sacerdos para designar el sacerdocio común, y muy raras veces también para referirse a las personas ordenadas. Sin embargo, reserva el término minister exclusivamente para las personas ordenadas.[4]

Para los protestantes, a diferencia de los católicos, la ordenación no es un sacramento;[5] pues el único sacramento que confiere el sacerdocio, es el bautismo.[6] La ordenación no transfiere una cualidad personal, por la que el ordenado se distingue de los demás cristianos. No imprime un carácter indeleble. Transmite más bien una ?autoridad?[7], y es una cuestión de orden público para Lutero.[8] Se la puede considerar como la delegación de una tarea, necesaria para la Iglesia, a un miembro de la comunidad evangélica. Hasta aquí hay unanimidad entre las Iglesias luteranas.

Con respecto a cuestiones más concretas, hay dos grandes tradiciones teológicas diversas, según las diversas afirmaciones del reformador a lo largo de su vida. En sus escritos tempranos, Lutero parece deducir el ministerio pastoral sencillamente del sacerdocio común.[9] Así, para unos intérpretes[10] la ordenación no es nada más que un ?permiso? oficial de hacer algo que, en principio, todos los bautizados pueden hacer. En los escritos tardíos, en cambio, Lutero parece admitir una cierta jerarquía eclesiástica y destaca, cada vez más, una autonomía del ministerio pastoral con respecto a la comunidad cristiana y al sacerdocio común.[11] De ahí que, según otros intérpretes, debe admitirse que la ordenación confiere unas gracias específicas para cumplir con la nueva tarea y hacer válidas las actuaciones ministeriales.[12] Sea como fuere, Lutero no duda en ninguno de los dos casos de que la ordenación es de institución divina y requiere una vocación:[13] Dios mismo llama a quien quiere dar el permiso o las gracias específicas para ser pastor.[14] Sin embargo, acerca de la cuestión a través de quien llega la llamada divina al bautizado, nos encontramos frente a respuestas distintas, análogas al modo de comprender la ordenación. De manera que no está claro quién tiene el poder de ordenar en las Iglesias luteranas, las comunidades cristianas o sus representantes, los obispos.[15]

Conviene distinguir, por fin, entre los términos ?pastor? y ?párroco? (aunque Lutero no siempre lo hace). Con la ordenación, uno se hace pastor y participa en el ministerio público; recibe cierta autoridad, que ejerce en un oficio concreto. Este oficio consiste, normalmente, en el gobierno y la atención espiritual de los cristianos de una parroquia. Mientras que la ordenación se confiere de por vida y no puede repetirse, el oficio de párroco, en principio, es revocable. No obstante, en ocasiones, la ordenación se celebra en el mismo acto que la investidura como párroco.[16] Los estatutos de la Iglesia Unida evangélico-luterana de Alemania (=VELKD) determinan que una persona sólo puede ser ordenada, si ?cumple los requisitos indispensables para ser colocado como párroco?;[17] expresan una relación estrecha entre la ordenación y el nombramiento al frente de una parroquia.

Durante cuatrocientos años, la masculinidad estuvo entre los ?requisitos indispensables? de los candidatos al ministerio pastoral. Hoy en día, sin embargo, existe el acuerdo común entre las Iglesias evangélicas de Alemania para ordenar también a mujeres. Actualmente hay unas 3000 pastoras en este país, que representan el 21 por ciento de todas las personas ordenadas.[18] ¿Cómo se efectuó ese cambio paulatino, y cuáles fueron las razones que lo provocaron?

 

 

II. El desarrollo histórico de la ordenación de mujeres y las discusiones teológicas

 

A principios del siglo XX, gracias a los movimientos de emancipación, las mujeres obtuvieron el permiso general de ingresar a las Universidades, en las diversas regiones de Alemania.[19] Algunas de las nuevas alumnas se dedicaron a la teología, pese a la falta de perspectivas profesionales. Su número creció continuamente y fue necesario determinar su modo de servir a las comunidades cristianas y su situación ante la ley eclesiástica.[20]

 

1. La situación en la primera mitad del siglo XX

 

En 1925, las primeras teólogas evangélicas formaron una Liga (?Verband evangelischer Theologinnen Deutschlands?) para promover la solución de sus problemas profesionales.[21] Entre ellas dominaron dos posturas. Por un lado, algunas querían un ministerio eclesiástico sui generis, o sea un ministerio nuevo y especial para las mujeres, que no incluyera el gobierno de una parroquia, sino tareas adecuadas a la llamada ?naturaleza femenina?, como dar clases de religión, atender a los niños, ancianos y enfermos. Por otro lado, estaban quienes exigían un acceso ilimitado al ministerio pastoral, incluidas la predicación, la administración de los sacramentos y el gobierno de una parroquia.

Como las 24 Iglesias regionales de Alemania tienen autonomía jurídica con respecto a su propia vida eclesial,[22] podía decidir, cada una por su cuenta, si estaba dispuesta a promover a las mujeres a la ordenación o no[23] y, en definitiva, no respondieron unánimamente a las peticiones de las mujeres.[24] Por esta razón, el desarrollo fue distinto en las diversas regiones alemanas.[25] Sin embargo, se pueden ver unas líneas generales.

En 1927, en muchas Iglesias regionales se creó un nuevo oficio para las teólogas.[26] Las mujeres recibían una bendición especial, que se distinguía claramente de la ordenación, y con ella obtuvieron el permiso de ayudar a los párrocos en la atención de los niños y mujeres, sobre todo en los hospitales, asilos y cárceles.[27] Pero sólo podían colaborar en estas tareas bajo la condición de que vivieran en celibato.[28] Se las llamaba ?vicarias? o ?ayudantes pastorales?.[29]

Algunas teólogas miembros de la Liga, estaban conformes con su situación profesional; otras empezaron a rebelarse, ya que aspiraban al oficio parroquial. Como las ideas de los dos grupos eran incompatibles, la Liga se dividió en 1930, y siete de las teólogas se unieron en una nueva Asociación (?Vereinigung evangelischer Theologinnen?) para luchar por la plena investidura de mujeres en el ministerio pastoral.[30] Aunque en un comienzo no tuvieran éxito,[31] llamaron la atención a su problema.

Durante la Segunda Guerra Mundial, muchas vicarias, por extrema necesidad, sustituían a los párrocos que habían sido llamados a las filas. Incluso obtuvieron el permiso provisional de gobernar parroquias, predicar y administrar los sacramentos, sin llevar el talar.[32] Lo hacían con empeño y bajo las condiciones más duras.[33] Pero estaban obligadas a dejar estas tareas, cuando los párrocos regresaban a sus casas. Entonces tenían que reanudar su trabajo con los niños y enfermos. Una de las antiguas vicarias cuenta, por ejemplo, que en aquella época sólo tenía el permiso de dar clases de religión a las personas minusválidas, y de predicar en los asilos para los ancianos.[34] Se les exigía saber taquigrafía y escribir a máquina, para ayudar en las oficinas parroquiales.[35]

Sin embargo, estas mujeres que colaboraron con los párrocos como vicarias después de la guerra, ya habían demostrado que eran capaces de ser ?párrocas? ellas mismas. La ordenación en las Iglesias evangélicas tiene como objetivo ejercer determinadas funciones,[36] que las mujeres habían realizado bien; por esto, se comprendía, cada vez menos, por qué sólo tenían que servir para reemplazar a los hombres, y no podían ellas mismas, de modo definitivo, ser investidas en el oficio parroquial. Así, en los años cincuenta, se inició una profunda discusión sobre la ordenación de las mujeres.[37] Si bien, hasta entonces, se había aducido razones meramente prácticas y jurídicas, a partir de este momento los debates se tornaron teológicos.[38] Se referían, sobre todo, a la teología de la creación y a la eclesiología, y fueron sumamente explosivos a partir de 1958, cuando la asamblea general de la Iglesia luterana de Suecia decidió ordenar a mujeres e investirlas en el oficio parroquial.[39]

 

2. Los argumentos en favor del criterio tradicional

 

Un año más tarde, en 1959, el teólogo evangélico Peter Brunner publicó un artículo -Das Hirtenamt und die Frau[40]- que pronto se hizo famoso. Brunner se opuso decididamente a la ordenación de mujeres. Ofrece una cierta síntesis de los argumentos que los adherentes a la tradición teológica solían nombrar.[41]

En un primer paso, Brunner desarrolla su visión antropológica. Parte del segundo relato de la creación (Gn 2,18-24),[42] que habla de la formación de la mujer a partir de la costilla de Adán. Según la voluntad de Dios -sostiene- el hombre es la cabeza de la mujer que, por naturaleza, está subordinada a él. Rechaza la igualdad entre los sexos como expresión de optimismo superficial. La capitalidad del hombre se manifiesta, según él, también en la relación de la mujer hacia Dios, que sólo puede ser indirecta y mediata. El primer destinatorio de la palabra divina es el hombre. Es, por tanto, también el primer testigo de Dios, y ha de transmitir la palabra recibida a la mujer. A él le compete predicar, y a la mujer le obliga escuchar. Como la mujer está por naturaleza más lejos de Dios, es moralmente más débil y tiene, por otro lado, menos responsabilidad que el hombre.[43]

En un segundo paso, Brunner transpone sus conclusiones antropológicas a la cuestión eclesiológica del oficio parroquial. Si una mujer asume funciones públicas en el culto divino -afirma-, entra en conflicto con su naturaleza. Recuerda las cartas neotestamentarias (1 Co 11,2-16; Ef 5,22-33; 1 Tm 2,13 s)[44], que hablan de la relación entre los sexos. En su opinión, el ?ser mujer? y el ?ser pastor? se excluyen mutuamente. Además, una mujer que predica, se eleva orgullosamente contra el hombre; atenta contra la capitalidad masculina, y se opone así en un doble sentido a la voluntad del Creador: niega su propia naturaleza y la naturaleza del hombre. En este contexto, Brunner recuerda el mandato de callar, de la primera Carta a los Corintios: ?Las mujeres deben callar en las iglesias, pues no se les permite hablar, sino que deben estar sumisas, como también dice la Ley. Que si desean instruirse en algún punto, pregúntenselo cuando estén en casa a sus maridos.?[45] El mismo Lutero invocó expresamente a ese mandato y lo interpretó de un modo literal.[46] Brunner añade que una mujer, por su esencia, representa la Iglesia, mientras que un hombre representa a Cristo, la cabeza de la Iglesia.[47] Por estas razones, se explica la decisión de Cristo de llamar a hombres, y no a mujeres, a ser pastores, lo que quiere decir, servir a las comunidades cristianas y dar la vida por ellas. Los apóstoles seguían el ejemplo de Cristo, y hasta hoy día se ordenan exclusivamente hombres. Se rompería la sucesión apostólica, si se procediera de otra manera. Brunner presupone una jerarquía en la comunidad cristiana y parte de una cierta autonomía del ministerio pastoral frente al sacerdocio común.

Algunos años más tarde, Georg Günter Blum profundizó la argumentación de Brunner.[48] Afirmó que, según los datos de los Evangelios, Cristo no elegió a mujeres como apóstoles, aunque les trataba de un modo nuevo y liberador. En las primitivas comunidades cristianas, las mujeres participaron activamente en la vida de la Iglesia. Algunas ayudaron a los apóstoles como diáconas, pero ninguna predicaba en su lugar y con su autoridad. También Blum se refiere al mandato de callar y destaca su importancia fundamental. Vale para todos los tiempos y lugares, y tiene como consecuencia práctica que las mujeres no pueden ser ordenadas, ya que no pueden predicar en las asambleas.[49] Igual que Brunner, fundamenta ese mandato en la teología de la creación. La mujer fue creada en segundo lugar y está, por su propia naturaleza, subordinada al hombre.[50] Todos los afanes de emancipación son heréticos. Además, Blum pone de relieve que la unidad de las Iglesias evangélicas exige urgentemente un rechazo decidido de la ordenación de mujeres. En el caso contrario, se tendría, además, graves dificultades en la labor ecuménica con la Iglesia católica.[51]

 

3. Los argumentos en favor de la ordenación de mujeres

 

Los partidarios de la ordenación de mujeres no tardaron en responder con vehemencia a estas interpretaciones.[52] Uno de sus representantes es el teólogo evangélico Heinz-Dietrich Wendland.[53] Al principio de los años sesenta, Wendland explicó en diversos trabajos su postura,[54] que se caracteriza por un rechazo total de la subordinación de la mujer como una interpretación falsa y anti-cristiana del Génesis. A partir de la revelación de Cristo, se puede admitir solamente una subordinación mutua del hombre y de la mujer, en el amor. Wendland apela al primer relato de la creación en el Génesis (1,27)[55] y a otros párrafos de las cartas paulinas (sobre todo, a Ga 3,28[56] y Ef 5,21).[57] El hombre y la mujer, según él, constan de una igualdad radical. Tienen el mismo valor y la misma dignidad, aunque su naturaleza se exprese de manera diferente. Ambos tienen una relación inmediata con Dios. El dominio del hombre y la consiguiente degradación de la mujer, que se pueden observar en la historia, son consecuencias del pecado. La Iglesia, pues, no debe fomentar esta perversión sino, justo al revés, tiene que esforzarse por recuperar la igualdad original de los sexos. Cumple la voluntad del Creador, si libera a las mujeres de su situación humillante y les permite hacer lo que los hombres están haciendo desde hace siglos. Gobernar una parroquia, con todo lo que esto implica, es completamente acorde a la naturaleza femenina. El mandato de callar debe entenderse como una amonestación en un momento concreto de la historia, no como una regla universal e intemporal. Asimismo, hay que considerar también las alusiones paulinas a las mujeres que profetizan en las celebraciones eucarísticas (1 Co 11, 5s.), y no se puede hacer una exégesis biblicista y arbitraria.

Con respecto al ministerio eclesiástico, Wendland presupone que el ?ser sacerdote? - propio de todos los cristianos - no se distingue esencialmente del ?ser pastor? que, además, se puede dividir en varios oficios.[58] La representación de Cristo se basa en el bautismo y en una vocación personal, no en la masculinidad. Dios puede llamar igualmente a hombres y mujeres al ministerio pastoral que, en primer lugar, es considerado como un ?ministerio de la palabra?:[59] Dios quiere que tanto hombres como mujeres se ordenen para la predicación. La comunidad cristiana no debe bloquear esta llamada. Tiene el derecho y deber de modificar los requisitos para la ordenación según las necesidades de cada época y lugar. La admisión de mujeres como pastoras no se opone a la tradición; es más bien su desarrollo positivo en una sociedad emancipativa, donde las mujeres participan en todas las cuestiones políticas, culturales y sociales. No se puede limitar el poder de Cristo a unas estructuras anticuadas. Una mujer que se ordena, no entra en ningún conflicto con su naturaleza; sencillamente responde con generosidad a una vocación personal.

Partiendo también del Génesis,[60] Gerhard Heintze -uno de los teólogos que apoyaron fuertemente a Wendland- explicó aún más detenidamente las razones a favor de la ordenación de mujeres. La ?ayuda? de la que se habla allí con respecto a la mujer -así afirma- no es una ayudante subordinada a Adán y dependiente de él; es más bien el ?reflejo? del primer hombre, su ?complemento?, su compañera equivalente; la ayuda es recíproca, mutua. A la mujer que trabaja en tareas eclesiásticas, por tanto, no le corresponde ?por naturaleza? el rango de vicaria o de ayudante parroquial. Puede gobernar una parroquia como el hombre. El hecho de que los apóstoles no admitieran la predicación de mujeres, es simplemente una señal de su lucha contra los movimientos gnósticos de aquellos tiempo, en los que unas mujeres difundían doctrinas heréticas. Si las mujeres cristianas, entonces, realmente callaron, para no dar lugar a confusiones, actuaban con mucha responsabilidad. Hoy, en cambio, actúan con la misma responsabilidad, si no se callan y anuncian la palabra divina a un mundo secularizado.[61] No se puede interpretar literalmente el mandato de callar, como tampoco se toma al pie de la letra otros textos de las cartas neotestamentarias, que parecen reducir toda la actividad femenina al hogar,[62] u obligan a las mujeres a cubrirse la cabeza en determinadas situaciones.[63] Hace falta una fidelidad al espíritu de la revelación divina; una excesiva dependencia de la materialidad de las palabras humanas, en cambio, es paralizadora.[64]

Igual que Wendland, también Heintze admite que las comunidades cristianas puedan determinar los requisitos para el ministerio pastoral según las necesidades de cada tiempo. Le parece conveniente para la situación actual, dividir el oficio parroquial en diversos oficios eclesiásticos: unos cristianos predican, otros administran los sacramentos, otros gobiernan las parroquias. Todos estos oficios deberían ser ejercidos, en principio, tanto por hombres como por mujeres, según la vocación individual de cada uno. Heintze rechaza decididamente un ministerio ?sui generis? para las mujeres. Esto no se fundamenta en el Evangelio. Según la Epístola a los Corintios, la alternativa al mandato de callar es ?preguntar en casa a los maridos?, no predicar a los niños y enfermos. Además, también en los tiempos de los apóstoles había mujeres, como Priscilla, Evodia y Síntique (Flp 4,2) que no solamente ayudaban a los predicadores, sino que asumían con ellos la plena responsabilidad por el Evangelio. La fuerza para hacer esto, no la sacaban de su naturaleza, sino que la recibían del Espíritu Santo, igual que los hombres. Si una mujer gobierna una parroquia o predica la palabra de Dios, por tanto, no tiene ?afanes de dominar?, en la medida en que tampoco los hombres los tienen. No se puede comprender, que la misma actuación sea considerada como un ?servicio?, si la realiza un hombre, y como una expresión de orgullo, si la realiza una mujer.[65]

Con respecto al argumento según el cual la unidad y armonía entre las Iglesias evangélicas exige rechazar la ordenación de mujeres, Heintze admite que, realmente, se puede pecar, cuando se actúa en contra de la conciencia religiosa de otras personas, y se ocasiona escándalo. Pero se peca aún más, si no se esfuerza por sacar a los otros de su error, y si no se terminan las injusticias que las mujeres han sufrido durante tantos siglos. Entre las diversas Iglesias protestantes de Alemania, además, hay tensiones más grandes que aquellas que provoca la ordenación de mujeres. Sería una demostración de la libertad evangélica ir adelante en este tema.[66]

 

4. Ulteriores desarrollos

 

Las discusiones teológicas no quedaron sin consecuencias prácticas.[67] Desde los principios de los años sesenta, las Iglesias regionales de Alemania se esforzaron decididamente por dar más derechos a las teólogas, que colaboraban con los párrocos. Estas mujeres llegaron a ser ?vicarias parroquiales permanentes? (?ständige Pfarrvikarinnen?).[68] En algunos documentos oficiales, se empezó a llamarles, muy aisladamente, ?pastoras?,[69] sin pensar necesariamente en ordenarlas. En muchos sitios se optó por dividir las funciones pastorales entre varias personas, con el argumento de que la plenitud de todas las funciones eclesiales, la tiene la comunidad cristiana, no el párroco.[70] Algunas mujeres recibieron el permiso de administrar los sacramentos, otras podían predicar y, bajo ciertas circunstancias, también gobernar las parroquias. Al empezar sus nuevas tareas, seguían obteniendo una bendición especial que, en algunos lugares, empezó a llamarse ordenación.[71] No está claro, si la bendición se convirtió, en esos años, en una ordenación, o si la ordenación fue interpretada como una simple bendición. Los documentos dan ocasión para ambas interpretaciones. Así, un grupo de expertos de la Iglesia regional de Baden propuso ordenar no sólo a los párrocos, sino también a todos los ?profesores de religión, ayudantes parroquiales, predicadores, lectores y otros por el estilo?, ya que todos anuncian el mismo Evangelio.[72] Otro grupo de teólogos, de la Iglesia regional de Baviera, declaró que todos los oficios eclesiásticos tendrían el mismo valor, y no haría falta la ordenación para ninguno.[73] Favorecidas por esta situación confusa, de hecho ya había pastoras mucho antes de que los gremios oficiales dieron el permiso formal. Por otro lado, el ministerio pastoral, que desempeñaron las mujeres, se consideraró, en principio, como un ministerio ?sui generis?.[74] Una teóloga, por ejemplo, sólo podía ejercer sus funciones pastorales en una comunidad muy grande, donde había al menos dos pastores más; necesitaba la aprobación explícita de la comunidad, y tenía que dejar sus oficios, cuando contraía matrimonio.[75] Parecía urgente aclarar la situación.

En la segunda mitad de los años sesenta, prácticamente todas las Iglesias regionales de Alemania decidieron ordenar formalmente a las mujeres e investirles en el oficio parroquial, con una situación regular de empleo, parecida a la de los párrocos.[76] El título ?párroca? (?Pfarrerin?) existe en alemán oficialmente desde 1968.[77] La Iglesia regional de Baviera, sin embargo, bajo el obispo Hermann Dietzfelbinger,[78] sólo en 1974 llegó a admitir a mujeres como pastoras y párrocas.[79] La pequeña Iglesia Schaumburg-Lippe siguió oponiéndose hasta 1991.[80] De vez en cuando, se reavivaron las discusiones en torno a la ordenación de mujeres.[81] Pero los que se adherían al criterio tradicional perdieron cada vez más fuerza, sobre todo a partir de los años setenta. Esto se explica por tres razones. Por un lado, se difundieron las interpretaciones de unos teólogos y filólogos sobresalientes, según las que el mandato de callar, en la Carta a los Corintios, es una simple interpolación que se ha introducido 80 años más tarde en el texto original paulino,[82] y no ha de tomarse en serio.[83] Por otro lado, se empezó a considerar la antropología de Lutero de un modo nuevo y distinto; se afirmó que, según el reformador, debe haber una relación de amistad y compañerismo entre los sexos, no una relación patriarcal; y se quejaba de que se había entendido mal a Lutero durante cuatro siglos.[84] En fin, algunos teólogos católicos de renombre - como Karl Rahner,[85] Hans Küng[86] y Peter Hünermann[87] - declararon que la ordenación de mujeres en la Iglesia evangélica no dificultaría la labor ecuménica con la Iglesia católica.[88]

Pero a pesar de este apoyo fuerte, quedó todavía un impedimento para la plena equiparación entre hombres y mujeres en los oficios parroquiales. Las primeras párrocas tenían que vivir en celibato, análoga a las antiguas vicarias; los párrocos por supuesto que no.[89] Esta disposición se explicó por razones prácticas respecto a los contratos laborales; no se podía imaginar una pastora que necesitara protección maternal y tiempo para la educación de los hijos. Pero ?la cláusula del celibato? no dejó de ser un escándalo, por ser contraria a la teología de la Reforma.[90] Según Lutero, el celibato se opone al derecho natural,[91] y por tanto, no se lo debe exigir de ninguna persona.[92] Como el reformador habla muy claro en este punto, no quedó nada por discutir. En los años setenta, prácticamente todas las Iglesias regionales de Alemania permitieron casarse a las pastoras.

 

III. Los desafíos de la nueva situación

 

A partir de este momento, el número de mujeres que estudiaban teología evangélica creció notablemente en Alemania, y muchas de estas mujeres fueron ordenadas.[93] En principio, no tenían intenciones especialmente emancipativas.[94] No querían demostrar su igualdad con los varones; no necesitaban luchar por sus derechos. Agradecían sencillamente que se les hubiera allanado el camino; su motivo principal para ser pastoras era, según una encuesta pública, ?para ayudar a los demás?.[95]

La mayoría de las nuevas pastoras estaban casadas. Como todas las mujeres profesionales de las sociedades modernas, se vieron ante la dificultad de compaginar su trabajo remunerado con las obligaciones de la familia. Si estaban al frente de una parroquia, su situación se agravaba todavía más por las expectativas que tradicionalmente recaían sobre la casa parroquial. Desde los tiempos de la Reforma, la casa del párroco era un lugar donde se podía descansar y pedir ayuda a cualquier hora del día, un hogar siempre abierto a los huéspedes y a toda la gente necesitada.[96] Esto presuponía, claro está, que la mujer del párroco estaba siempre allí, dispuesta a atender a las personas que acudían.[97] Si la mujer misma es la que desempeña el oficio parroquial, la situación cambia radicalmente, y esta tradición no puede mantenerse, por razones evidentes. Aunque haya casos en los que los maridos estén dispuestos a ser los ?amos de casa?,[98] esto no ocurre con demasiada frecuencia. Normalmente, los maridos de las párrocas tienen otro trabajo distinto, y cuando vuelven a casa, quieren descansar y tener tiempo para su familia, al igual que sus mujeres. La comunidad, por tanto, tiene que renunciar a la institución de la casa parroquial.

Las primeras párrocas tuvieron que buscar nuevos modelos para realizar su trabajo.[99] Y también los párrocos, porque al mismo tiempo que aparecieron las pastoras, también muchas otras mujeres empezaron a trabajar en sus respectivas profesiones fuera de casa, incluidas las esposas de los párrocos que, por tanto, ya no estaban disponibles para atender a las personas de la comunidad.[100] Entonces creció la importancia de las oficinas parroquiales. Cuando hoy en día alguien tiene un problema que resolver, puede acudir a una de estas oficinas, a determinadas horas del día; pero tiene que respetar la vida privada de la casa parroquial. Y como el cónyuge del pastor o de la pastora en principio ya no participa en la atención de la comunidad, la persona ordenada puede casarse con quien quiere, también con una persona católica o de otra creencia religiosa.[101] Este cambio se debe a la emancipación de las mujeres en general y a las nuevas estructuras de la sociedad; y no sería correcto responsabilizar de ello a la ordenación de las mujeres, aunque es cierto que se haya hecho más patente a partir del momento en que aparecieron las primeras párrocas.

Estas mujeres consiguieron que las condiciones laborales se ajustaran a su situación. Con el tiempo se les concedió la posibilidad de trabajar media jornada y de tomar vacaciones, incluso varios años, según las necesidades de sus hijos.[102] El oficio parroquial, en consecuencia, fue dividido entre varias personas.[103] Poco a poco, también los párrocos pudieron trabajar media jornada y tomar vacaciones para atender a sus familias. Tales medidas no se distinguen esencialmente de las condiciones laborales de otras profesiones, que tienen en cuenta que tanto las madres como los padres quieren ocuparse de sus hijos. Hoy en día, el desempeño del oficio parroquial apenas se distingue del ejercicio de otras profesiones. Este desarrollo igualmente tiene que ver con la emancipación de las mujeres y algunas necesidades actuales. Juega un papel importante, además, la concepción del ministerio eclesial en la teología evangélica. Pero no se puede atribuir, primordialmente, a la ordenación de mujeres.

Si los dos cónyuges son pastores, existe la posibilidad de dividir el oficio parroquial entre los dos. Esta situación corresponde en cierto modo a la antigua tradición según la que la mujer del párroco trabajaba junto con su marido. Pero se diferencia de ella por el hecho de que la mujer del párroco, hoy en día, está formada académicamente y recibe un sueldo para su labor.[104]

Un problema aparte es la estabilidad de los matrimonios parroquiales.[105] Desde hace algunas décadas, los divorcios de estos matrimonios son notorios y preocupan a no poca gente.[106] Se puede decir que, también en este sentido, los párrocos son iguales a las otras personas de la sociedad en que viven. El gran número de divorcios se suele explicar, en parte, por la sobrecarga de trabajo, que tienen los dos cónyuges, y la falta de tiempo libre para la familia, a pesar de todas las medidas laborales.[107] Esta situación es común a muchos matrimonios en los que el hombre y la mujer trabajan fuera de casa. Otra razón del fracaso matrimonial de los párrocos, es la gran expectación con que la comunidad cristiana los observa. Son considerados como modelos; por esto, las familias correspondientes se sienten muchas veces en tensión, continuamente observadas por los demás, y no les resulta fácil desarrollarse libremente.[108] Pero este problema es antiguo. De todos modos, se puede ver que las dificultades matrimoniales de los párrocos resultan más bien de factores sociológicos o psicológicos; ciertamente también tienen que ver con la emancipación, al menos de un modo indirecto. Pero no hay una razón para afirmar que los matrimonios de las pastoras sean más frágiles que los de sus colegas, aunque los divorcios parecen ir continuamente en aumento.

Como sigue siendo muy arduo compaginar el oficio parroquial con las exigencias de una familia, muchas pastoras prefieren trabajar en colegios, hospitales, asilos y academias; otras se han especializado en la labor con mujeres.[109] En la actualidad, sólo la mitad de las teólogas evangélicas alemanas desempeña un oficio parroquial.[110] Hoy en día, muchas mujeres hacen por propia voluntad lo que, hace algunas décadas, debían hacer por obligación. Otras han llegado a ejercer cargos de responsabilidad en los cuadros oficiales de las Iglesias regionales.[111] Por primera vez en 1992, una mujer fue investida con el oficio obispal, en Hamburgo. Desde entonces el título ?obispa? (?Bischöfin?) es usual en alemán.[112] Las discusiones prácticamente se han callado. En la literatura especializada se suele tratar ahora los problemas de las pastoras junto con los problemas de los pastores.[113] Ambos han pasado por una crisis de identidad.[114] Pero -a diferencia de lo ocurrido en la Iglesia anglicana- las comunidades evangélicas de Alemania se han acostumbrado rápidamente a la nueva situación y, en principio, han hecho buenas experiencias con las mujeres ordenadas.[115]

 

 

IV. LA RESPUESTA DE LA IGLESIA CATÓLICA

 

Se puede sintetizar, en tres pasos, cómo se ha efectuado la promoción de las mujeres al ministerio público en las Iglesias evangélicas. Los cambios socio-culturales exigían una nueva reflexión sobre la misión de las mujeres en la Iglesia. Los trabajos teológicos, que se iniciaron en torno a este tema, llegaron a rechazar la capitalidad del varón según la creación, y concebían a la mujer como una persona humana capaz a una relación inmediata hacia Dios. En consecuencia, rechazaron también la capitalidad del varón en la Iglesia, y decidieron que una mujer podía ser pastora. La ordenación constituye así un paso lógico y conveniente. Realmente, hasta ahora no se han observado grandes diferencias en el ejercicio ministerial del hombre y de la mujer. El hecho de que la antigua tradición de la casa parroquial se haya derrumbado, el oficio parroquial se haya dividido y los matrimonios de los párrocos sean poco estables, no apunta contra la ordenación de mujeres, puesto que hubiera aparecido igualmente sin este novum en los tiempos de la emancipación.

A pesar de estos hechos, la Iglesia católica se mantiene fiel a la costumbre de admitir sólo a hombres a la ordenación.[116] Ciertamente, no apoya esta decisión suya en una supuesta minusvaloración de la mujer, ni en los mandatos paulinos respecto al comportamiento femenino.[117] El mismo Papa Juan Pablo II se ha mostrado repetidas veces como uno de los más grandes defensores de la libertad y justicia para las mujeres en todo el mundo. De manera clara y terminante, se ha puesto al lado de los que luchan por los derechos legítimos de la mujer: por una formación profesional adecuada, por la igualdad política y social, por un mejoramiento de las condiciones laborales. Con respecto a la IV Conferencia Mundial para las mujeres, en Pekín, lo hizo con tanta fuerza y delicadeza, que incluso algunas de las feministas más radicales se quedaron impresionadas.[118]

Si la Iglesia católica sigue reservando los Sagrados Órdenes para los hombres, juega un papel determinante la importancia de la tradición ininterrumpida, la comprensión del sacerdocio ministerial como sacramento y la noción de la repraesentatio Christi en la celebración eucarística.[119] En el ejercicio de su principal y específico ministerio, el sacerdote representa a Cristo, esposo de la Iglesia, en cuanto autor de la gracia. Es signo e imagen de Cristo en la renovación del acontecimiento redentor y, según la teología católica, conviene que los signos sacramentales se parezcan a lo que significan. En este contexto parece más fácil admitir que un varón represente mejor a Cristo que una mujer, cuando dice las palabras de la Consagración (?Esto es mi Cuerpo?). Sin embargo, resulta necesario profundizar en este misterio, para que la exclusión de las mujeres no sea considerada como una mera norma positiva.[120]

 

 

Jutta Burggraf

 


 


[1] Las páginas siguientes son ante todo descriptivas. Trato del proceso de equiparación de las mujeres a los varones en un ministerio pastoral que es concebido de manera diferente a cómo se concibe en la Iglesia católica. No pretendo emitir un juicio sobre las razones que llevan a los cristianos protestantes a la ordenación de mujeres, ni mucho menos concluir su validez para la cuestión del sacerdocio ministerial en la perspectiva católica. El análisis de este punto exigiría una reflexión por sí misma, que ahora no pretendo efectuar.

[2] Según una fórmula comúnmente admitida, las personas ordenadas transmiten el Evangelio por la palabra y el sacramento, acorde a las disposiciones de la Iglesia. Cfr. E. WINKLER, Pfarrer, TRE 26, ed. por G. Krause y G. Müller, Berlin - New York 1976ss., p.369. P. RODRÍGUEZ, Iglesia y ecumenismo, Madrid 1979, p.175.

[3] M. LUTHER, Der 82. Psalm ausgelegt (1530), WA 31 I, 211,17-20. Cfr. IDEM, De instituendis ministris Ecclesiae (1523), WA 12, 178,9s.: ?Sacerdotem non esse quod presbyterum vel ministrum; illum nasci, hunc fieri.?

[4] Cfr. B. LOHSE, Luthers Theologie in ihrer historischen Entwicklung und in ihrem systematischen Zusammenhang, Göttingen 1995, p.308.

[5] Cfr. M. LUTHER, De captivitate Babylonica (1520), WA 6, 560,20s. WA 6, 564,11-13.

[6] Cfr. IDEM, Von der Winkelmesse und Pfaffenweihe (1533), WA 38,238. Cfr. IDEM, Einführung in das Ordinationsformular, WA 38,401.

[7] Cfr. IDEM, Predigt 55 (1524), WA 15,721.

[8] Cfr. IDEM, Von den Konziliis und Kirchen (1539), WA 50, 632,36-633,11.

[9] Cfr. IDEM, De captivitate Babylonica (1520), WA 6,566,26-30.

[10] Las discusiones actuales se basan, sobre todo, en J. W. F. HÖFLING (1802-1853) que es el representante principal de esta postura. Cfr. su obra Grundsätze evangelisch-lutherischer Kirchenverfassung (1850), 3ª ed. Erlangen 1853.

[11] H. BRUNOTTE, quien representa actualmente esta postura, afirma sin embargo que Lutero sostuvo en todas las épocas una autonomía del ministerio pastoral con respecto al sacerdocio común. Cfr. Das Amt der Verkündigung und das Priestertum aller Gläubigen, en Luthertum 26, Berlin 1962, pp.112-114.

[12] Cfr. el artículo de P. FREDERICK y H. M. MÜLLER, Ordination IV, TRE 26, p.354.

[13] Cfr. M. LUTHER, An den christlichen Adel deutscher Nation (1520), WA 6, 441,24-26: ?Ich wil reden von dem pfarr stand, den got eingesetzt hat.?

[14] Cfr. IDEM, Predigt 21 (1535), WA 41, 241s.

[15] En los escritos tempranos de Lutero, se afirma que las comunidades cristianas tienen la facultad de elegir, según principios democráticos, a sus propios párrocos. Cfr. M. LUTHER, An den christlichen Adel deutscher Nation (1520), WA 6, 407,29 - 408,2. En los escritos tardíos, sin embargo, Lutero afirma claramente que la ordenación compete a los obispos. Cfr. IDEM, Das Ordinationsformular (1539), WA 38, 423ss. IDEM, Predigt 54 (1535), WA 41, 454-459. Así, muchos intérpretes modernos subrayan que corresponde a los obispos ordenar en las Iglesias luteranas. Esta postura se basa, sobre todo, en A. F. Ch. VILMAR (1800-1868), F. J. STAHL (1802-1861) y Th. KLIEFOTH (1810-1895). Cfr. H. FAGERBERG, Kirche und Amt in der deutschen konfessionellen Theologie des 19. Jahrhunderts, Uppsala-Wiesbaden 1952. Considerando que, en un comienzo, fueron los propios reformadores quienes ordenaron, se argumenta que Lutero no podía actuar de otro modo en un determinado momento histórico, ya que requería nuevos pastores, y no disponía de ningún obispo para las ordenaciones. Entonces debía revocar la ?ley de necesidad?, que desde la aparición del primer obispo luterano ya no existe más. Con respecto a los textos mencionados, se argumenta, a veces, que Lutero no hablaría allí del modo de hacer pastores, sino del modo de hacer párrocos; no hablaría de la ordenación, sino de la investidura en el oficio. Esto podría permitirse a la comunidad cristiana.

[16] Cfr. P. BLÄSER, Liturgische Dienste und die Ordinationen von Frauen in nichtkatholischen Kirchen, en Liturgisches Jahrbuch 28 (1978), p.162.

[17] Cfr. el artículo de H. M. MÜLLER, Ordination V, TRE 26, p.362-365.

[18] Cfr. G. BARTSCH, Jeder zehnte Bruder im Amt ist eine Schwester, en G. BARTSCH et al., Theologinnen in der Männerkirche, Stuttgart 1996, p.125.

[19] Como las Regiones de Alemania son autónomas en todas las cuestiones educativas, este permiso fue dado, en las diversas partes del país, en años distinos: 1900 en Baden, 1903 en Baviera y las otras regiones y 1908, por fin, en Prusia.

[20] Muchas de estas mujeres pertenecían a la Unión Alemana-Evangélica de Mujeres, que existía desde 1899; según su voluntad expresa, no querían ser ?feministas?, sino ?servidoras a la Iglesia?. Cfr. E. SENGHAAS-KNOBLOCH, Die Theologin im Beruf, München 1969, p.67.

[21] En Alemania había entonces alrededor de cien teólogas, de las que unas setenta formaron esta Liga. Cfr. F. BARTHEL, Stellung und Aufgabe de theologisch vorgebildeten Frau im kirchlichen Arbeitsgebiet und Erziehungswesen, Erlangen 1942, p.70s.

[22] La Iglesia Evangélica en Alemania consta de 24 Iglesias regionales:

1. 7 Iglesias evangélicas unidas: han salido de la unión entre las Iglesias luteranas y reformadas, en 1817, en Prusia. Se llaman Anhalt, Berlin-Brandenburg, Pommern, Rheinland, Sachsen, Oberlausitz y Westfalen.

2. 5 otras Iglesias evangélicas unidas: no han salido de la unión de 1817, en Prusia. Se llaman Baden, Bremen, Hessen ?Nassau, Kulturhessen-Walbeck y Pfalz.

3. 8 Iglesias Unidas evangélico-luteranas de Alemania (=VELKD): son Iglesias luteranas que se han unido en una Alianza nacional. Se llaman Bayern, Braunschweig, Hannover, Mecklenburg, Nordelbien, Sachsen, Schaumburg-Lippe y Thüringen.

4. 2 otras Iglesias luteranas: no pertenecen a la Alianza nacional. Se llaman Oldenburg y Württemberg.

5. 2 Iglesias reformadas. Se llaman Evangelisch-reformierte Kirche y Lippe.

[23] Cfr. W. HAMMER, Die EKD auf ihrem weiteren Weg zwischen territorialer Bindung und engerer Gemeinschaft, en Die territoriale Bindung der evangelischen Kirche in Geschichte und Gegenwart, ed. por K. KUMRATH y H.-W. KRUMWIEDE, Neustadt 1972, p.156.

[24] Cfr. E. REICHLE, Frauenordination, en C. PINL et al., Frauen auf neuen Wegen, cit., p.107.

[25] E. SENGHAAS-KNOBLOCH ofrece una síntesis de las diversas situaciones en las 27 Iglesias regionales. Cfr. Die Theologin im Beruf, cit., p.32s.

[26] Este oficio se creó, en aquel año, en las Iglesias pertenecientes a la Federación de Prusia Antigua, y poco antes o después en las otras Iglesias evangélicas de Alemania. Cfr. la documentación exacta en D. HERBRECHT, I. HÄRTER, H. ERHART (eds.), Der Streit um die Frauen-Ordination in der Bekennenden Kirche, Neukirchen-Vluyn 1997, pp.33-57.

[27] Esto dice una ley de la Iglesia unida evangélico-luterana de Alemania, del 5.1.1956. Cfr. G. HEINTZE, Das Amt der Pastorin, en Evangelische Theologie 22 (1962), p.513.

[28] No se entiende el ?celibato? en el sentido en que se lo emplea en la espiritualidad cristiana, sino simplemente como prohibición de casarse. Cfr. el análisis de la situación que hace S. HEINE, Bei attestierter Unfruchtbarkeit, LM 35 (1996/1), p.34.

[29] Para las cuestiones jurídicas, cfr. E. SENGHAAS-KNOBLOCH, Die Theologin im Beruf, München 1969, pp.27-39.

[30] Cfr. D. MOSER, Frauen auf die Kanzel? Die theologische Diskussion um die Zulassung von Frauen zum Pfarramt in der evangelischen Kirche, en G. BARTSCH et al., Theologinnen in der Männerkirche, cit., p.156.

[31] En estos años, se advertía a las chicas a no estudiar teología. Cfr. E. REICHLE, Frauenordination, en Claudia PINL et al., Frauen auf neuen Wegen, Gelnhausen-Berlin-Stein 1978, p.121.

[32] Cfr. E. REICHLE, Frauenordination, cit., p.126.

[33] Cfr. E. GRIESANG, Vom Amt einer Stadtvikarin, en A. PAULSEN (ed.), Die Vikarin, Gelnhausen-Berlin 1956, p.18ss.

[34] Cfr. B. SCHRÖDER, In Amt und Würden! Pfarrerinnen kommen zu Wort, en G. BARTSCH et al., Theologinnen in der Männerkirche, cit., p.94.

[35] La situación de la Iglesia evangélica de Alemania, después de la Segunda Guerra Mundial, está descrita por W. SCHIEDER (ed.), Evangelische Kirche nach dem Nationalsozialismus, en Geschichte und Gesellschaft 18 (1992/1), pp.5-93.

[36] Esta es, en efecto, la opinión mayoritaria. Según la fe católica, la ordenación sacerdotal cambia el ser mismo de una persona.

[37] Esta discusión fue fomentada, especialmente, por el Consejo Ecuménico de las Iglesias, la Federación Luterana Mundial y otros organismos internacionales. Cfr. el artículo de G. SCHARFFENORTH y E. REICHLE, Frau VII, TRE 11, pp.463-466. El Consejo Ecuménico de las Iglesias había decidido, en su congreso fundacional (Amsterdam 1948), empeñarse por conseguir una igualdad total entre hombres y mujeres en las Iglesias. Cfr. M. HAUKE, Die Problematik um das Frauenpriestertum vor dem Hintergrund der Schöpfungs- und Erlösungsordnung, Paderborn 1982, pp.51s.

[38] Me refiero a los debates públicos. Algunos especialistas han considerado, por supuesto, desde el principio las razones teológicas, pero sus trabajos sólo fueron publicados recientemente. Así, por ejemplo, Schlier y Asmussen rechazaron decididamente la ordenación de las mujeres, comentando textos de la Sagrada Escritura; Käsemann, en cambio, interpretó los mismos textos de otra manera. Cfr. H. SCHLIER, Kurzes Gutachten zu dem neutestamentlichen Befund betr. kirchliches Amt von Frauen (1937); H. ASMUSSEN, Die Frau im Neuen Testament (1940); E. KÄSEMANN, Der Dienst der Frau an der Wortverkündigung nach dem NT (1941), todos en D. HERBRECHT, I. HÄRTER, H. ERHART (eds.), Der Streit um die Frauen-Ordination in der Bekennenden Kirche, cit., pp.58-60; 97-107 y 266-271.

[39] En aquel año, los metodistas y baptistas ya solían ordenar a mujeres. También la Iglesia estatal de Dinamarca había ordenado a mujeres y publicado sus experiencias positivas. Parece que incluso la Iglesia evangélico luterana de Holanda ya había ordenado a mujeres, sin que este hecho se hubiera hecho público. Cfr. G. HEINTZE, Das Amt der Pastorin, cit., p.513s.

[40] P. BRUNNER, Das Hirtenamt und die Frau, en Lutherische Rundschau 9 (1959/2), pp.298-329.

[41] Los argumentos de Brunner suelen citarse, en algunos círculos conservadores y pietistas, hasta hoy día.

[42] Cfr. Gn 2,18 y 22: ?Dijo Dios, el Señor: No es bueno que el hombre esté solo; hagámosle una ayuda que sea semejante a él? Y de la costilla que había sacado de Adán formó el Señor Dios una mujer; la cual puso delante de Adán.?

[43] Cfr. P. BRUNNER, Das Hirtenamt und die Frau, cit., p.319s.

[44] Cfr. 1 Co 11,3: ?Quiero, pues, que sepáis que la cabeza de todo hombre es Cristo, la cabeza de la mujer es el hombre, y la cabeza de Cristo es Dios.? Ef 5,23: ?Porque el marido es cabeza de la mujer, así como Cristo es cabeza de la Iglesia que es su cuerpo, del cual él mismo es salvador.? 1 Tm 2,13 s.: ?Ya que Adán fue formado el primero, y después Eva. Y además Adán no fue engañado, mas la mujer, engañada, fue causa de la prevaricación.?

[45] 1 Co 14,34-35.

[46] Cfr. M. LUTHER, Von den Schleichern und Winkelpredigern, WA 30 III, 524,27ss. Cfr. WA 50, 633,23s.

[47] Trece años más tarde, P. BRUNNER rechaza claramente esta comprensión de la representación de Cristo. Cfr. Sacerdotium et ministerium, en Kerygma und Dogma 18 (1972), pp.101-117.

[48] Cfr. G. G. BLUM, Das Amt der Frau im Neuen Testament, en Novum Testamentum 7 (1964/65), pp.142-161.

[49] En este contexto, Blum cita Tt 2,5: ?A que sean prudentes, castas, sobrias, cuidadosas de la casa, apacibles, sujetas a sus maridos, para que no se hable mal de la palabra de Dios.?

[50] Blum cita Gn 3,16: ?Dijo asimismo a la mujer: Multiplicaré tus dolores en tus preñeces; con dolor parirás los hijos, y estarás bajo la potestad de tu marido, y él te dominará.?

[51] Cfr. G. G. BLUM, Das Amt der Frau im Neuen Testament, cit, p.160. También H.-F. RICHTER (ed.), Die kommende Ökumene, Wuppertal 1972, pp.147-162.

[52] Cfr. la carta pública de la teóloga A. PAULSEN a Brunner: Das Hirtenamt und die Frau. Ein Antwortbrief zu dem gleichnamigen Aufsatz von Peter Brunner, en Die Theologin 20 (1960/61), pp.12-14.

[53] Otros representantes son E. KÄHLER (cfr. Die Frau in den Paulinischen Briefen unter besonderer Berücksichtigung des Begriffs der Unterordnung, Zürich-Frankfurt 1960), H. BRUNOTTE (cfr. Das Amt der Theologin, en Deutsches Pfarrerblatt 9 [1962], pp.193ss.). I. BERTINETTI, Frauen im geistlichen Amt. Die theologische Problematik in evangelisch-lutherischer Sicht, Berlin 1963.

[54] Cfr. H.-D. WENDLAND, Das geistliche Amt der Frau, Die Theologin 20 (1960/61), pp.1-12. IDEM, Das geistliche Amt der Frau in der heutigen Kirche, Kirche in der Zeit, 1962, pp.81-85. IDEM, Die Frau und das geistliche Amt der Kirche, Quatember 26/27 (1962/63), pp.63-70.

[55] Cfr. Gn 1,27: ?Creó Dios al hombre a imagen suya; a imagen de Dios le creó, los creó varón y mujer.?

[56] Cfr. Ga 3,28: ?Ya no hay diferencia entre judío y griego, ni entre esclavo y libre, ni entre varón y mujer, ya que todos vosotros sois uno solo en Cristo Jesús.?

[57] Cfr. Ef 5,21.

[58] Cfr. D. MOSER, Frauen auf die Kanzel? cit., p.171.

[59] La Iglesia Unida evangélico-luterana de Alemania (=VELKD) habla de la ?predicación de la justificación? como primer objetivo de la ordenación. Cfr. VELKD zur Frage des kirchlichen Amtes und der Ordination, en LM 11 (1972/3), p.274. P. RODRÍGUEZ aclara, en un estudio ecuménico, que la comunicación del Evangelio abarca tanto la predicación como la administración de los sacramentos; no se puede simplificar la realidad, utilizando ?ciertas formulaciones típicas -y tópicas- de la ?tradición cultural?: las Iglesia evangélicas serían ?iglesias de la palabra? y sus ministros predicadores; la Iglesia romana sería ?iglesia de los sacramentos? y sus ministros, hombres del altar.? También las Iglesias evangélicas conocen la eficacia de los sacramentos, y la Iglesia católica conoce la eficacia de la palabra divina. Cfr. La Iglesia, ?Creatura Evangelii?. Contribución a la recepción eclesial del documento ?Iglesia y justificación? en Diálogo Ecuménico XXXI (1996/3), p.387.

[60] Cfr. G. HEINTZE, Das Amt der Pastorin, cit., pp.509-535.

[61] Una argumentación parecida se encuentra ya, años antes, en un trabajo de Ch von KIRSCHBAUM, Die wirkliche Frau, Zürich 1949, pp.50-56.

[62] Cfr. 1 Tm 2,11ss.

[63] Cfr. 1 Co 11,13.

[64] Cfr. G. HEINTZE, Das Amt der Pastorin, cit., p.528-531.

[65] Cfr. ibid., p.525.

[66] Cfr. ibid., p.533-535.

[67] En 1960, se ordenaron las primeras tres mujeres en Suecia, en 1961, la primera en Noruega. Cfr. G. HEINTZE, Das Amt der Pastorin, cit., p.514.

[68] Cfr. B. SCHRÖDER, In Amt und Würden! Pfarrerinnen kommen zu Wort, cit., p.94. Muchas de estas vicarias rechazaron las disposiciones que restringían su labor a la atención de mujeres. Cfr. E. HASELOFF, Konsequenzen für das Amt der Theologin, en Die Theologin 23 (1963), p.20-22.

[69] Así, por ejemplo, en una ?Ley eclesiástica sobre el ministerio de la pastora?, en la Iglesia evangélica Regional de Anhalt, del 21.5.1958 (cfr. Amtsblatt EKD 1958, n.176, p.321); también en una ?Ley eclesiástica sobre la vocación de mujeres al oficio parroquial?, en la Iglesia evangélica regional de Hessen-Nassau, del 24.4.1959 (cfr. Amtsblatt EKD 1959, n.96, p.144).

[70] Cfr. K.-F. DAIBER, Pastor mehr als Priester? En LM 14 (1974/5), pp.237s.

[71] También en los años anteriores, se habló de vez en cuando de la ?ordenación? de las vicarias o de las ayudantes parroquiales, por ejemplo en una ley de la Iglesia evangélica regional de Oldenburg, del 31.5.1955. Cfr. Amtsblatt EKD, 1956, n.180, p.245. En este sentido, fue ?ordenada? la primera mujer en Alemania en 1927.

[72] Cfr. STUDIENGRUPPE DER BADISCHEN LANDESKIRCHE, Die Ordination, Materialdienst der Oekumenischen Centrale 21 (1970/3), p.4.

[73] Cfr. STUDIENGRUPPE DER BAYERISCHEN lANDESKIRCHE, Dokumente zur Diskussion über Amt und Ordination in der Evangelisch-Lutherischen Kirche in Bayern I, München 1970, p.36.

[74] Cfr. H. THIELICKE, Theologische Ethik III, Tübingen 1958, p.694.

[75] Sólo la Iglesia evangélica regional de Bremen disponía, en una ley de 1962, que las teólogas casadas podían continuar desempeñando sus oficios.

[76] La primera mujer fue ordenada en Alemania en 1959. Pero la mayoría de las Iglesias regionales concedieron la ordenación a las mujeres en la década de los sesenta. Según las disposiciones de la Iglesia regional de Baden-Württemberg, por ejemplo, mujeres pueden ser ordenadas desde 1968; dos años más tarde, la primera mujer fue investida como párroca en esta región. Cfr. G. BARTSCH, Jeder zehnte Bruder im Amt ist eine Schwester, en G. BARTSCH et al., Theologinnen in der Männerkirche, cit., p.125.

[77] Cfr. B. SCHRÖDER, In Amt und Würden! Pfarrerinnen kommen zu Wort, cit., p.94.

[78] Cfr. la entrevista con el obispo H. Dietzfelbinger, Auf die Quellen zurückbesinnen, en LM 22 (1983/3), pp.121-125.

[79] Después de la jubilación del obispo Dietzfelbinger, en 1974, también en Baviera se introdujo la ordenación de mujeres. Entonces, algunos párrocos evangélicos se convertieron a la Iglesia católica. Cfr. G. SCHMOLZE, Vom Regen in die Traufe? en LM 13 (1974/4), p.165.

[80] Cfr. el artículo de E. WINKLER, Pfarrer, TRE 26, p.367.

[81] Las discusiones quedan reflejadas en los artículos de M. FLESCH-THEBESIUS, Frauen bereichern die Kirche, en LM 13 (1974/9), pp.446-449. I. KEES, Gleiche Rechte für Frauen, en LM 15 (1976/5), p.240s. Th. SCHULZE-BINKOWSKI, Weniger Emanzipation ist mehr, en LM 15 (1976/9), pp.512-516. G. ISERMANN, Wenn Theologinnen unter sich sind, LM 27 (1988/5), pp.205-207.

[82] Ya H. CONCELMANN consideró estos versos como una interpolación. Cfr. Der erste Brief an die Korinther, Göttingen 1969, p.290. K. THRAEDE le siguió. Cfr. el artículo Frau en Reallexikon für Antike und Urchristentum, ed. por Th. KLAUSER, vol. VIII, Stuttgart 1972, pp.197-269.

[83] Los que no admiten que el mandato de callar sea una interpolación, lo interpretan, generalmente, en el contexto socio-cultural de aquellos tiempos. Cfr. W. H. RITTER, Das Weib schweige in der Gemeinde? En Deutsches Pfarrerblatt 77 (1977) p.501.

[84] Cfr. G. SCHARFFENORTH, Freunde in Christus. Die Beziehung von Mann und Frau bei Luther im Rahmen seines Kirchenverständnisses, en G. SCHARFFENORTH y K. THRAEDE, Freunde in Christus werden, Gelnhausen-Berlin-Stein 1977. G. SCHARFFENORTH, Im Geist Freunde werden. Partnerschaft zwischen Mann und Frau im Sinne Luthers, en LM 16 (1977/8), pp.460-462.

[85] Karl Rahner ha explicado estas ideas en una carta pública, que se leyó durante un Sínodo de la Iglesia evangélica de Baviera, en 1974. Cfr. M. FLESCH-THEBESIUS, Frauen bereichern die Kirche, cit., p.447. Cfr. K. RAHNER, Priestertum der Frau? en Stimmen der Zeit (1977/5), pp.292-300.

[86] Cfr. H. KÜNG, Thesen zur Stellung der Frau in Kirche und Gesellschaft, en Theologische Quartalschrift 156 (1976), pp.129-132. También J. NEUMANN, Die Stellung der Frau in der Sicht der katholischen Kirche heute, ibid., pp. 111-128.

[87] Cfr. P. HÜNERMANN, Roma locuta - causa finita? Zur Argumentation der vatikanischen Erklärung über die Frauenordination, en Herder Korrespondenz 31 (1977/4), pp.206ss.

[88] También el CONSEJO ECUMÉNICO DE LAS IGLESIAS animó públicamente a ordenar a las mujeres. Cfr. The Community of Women and Men in the Church. A Study by the World Council of Churches, en The Ecumenical Review 27 (1975), pp.386-393. También R. FRIELING, Rom gegen Frauenordination, en LM 16 (1977/3), p.131.

[89] Si una teóloga quería casarse, sólo podía ejercer su profesión siendo miembro de un consistorio o consejera eclesiástica, tareas para las cuales no se necesita la ordenación, sino tan sólo una bendición especial. Cfr. H. MEHRGARDT, Pastorin oder Kirchenrätin? En LM 6 (1967/2), pp.81-83.

[90] Cfr. el comentario de H. WEGERER, Kirchliche Spielwiese? en Evangelische Kommentare 21 (1988), pp.705-707.

[91] Lutero se refiere a la prohibición de casarse, no a una libre decisión de quedar soltero. Cfr. M. LUTHER, Vom ehelichen Leben (1522), WA 10 II, pp.267-304.

[92] Algunos vieron en esta contradicción una señal clara de que la mujer no tiene la vocación de ser pastora. Así, por ejemplo, H. LIEBERG, Pastorin oder Kirchenrätin, en LM 6 (1967/2), pp.81-83s.

[93] Cfr. E. BEYSE-JENTSCHURA, Pfarrerin - ein attraktiver Frauenberuf?, en Deutsches Pfarrerblatt 77 (1977) p.635.

[94] Parece que la teología feminista, que se desarolló fuertemente en los Estados Unidos en la primera mitad de los años setenta, se ha introducido en las Iglesias evangélicas a través de los organismos internacionales, los gremios oficiales y los consistorios. A partir de la segunda mitad de los años setenta, y sobre todo en los años ochenta, alcanzó a las parroquias. Fue acogida por hombres y mujeres, pero, naturalmente, fueron sobre todo las pastoras las que la difundían con entusiasmo. Cfr. las preocupaciones feministas en la Federación Luterana Mundial, en LM 14 (1975/4), pp.228; LM 16 (1977/8), pp.438-440.

[95] Cfr. G. TRAUPE, Nicht länger ein Männerberuf, en LM 16 (1977/1), p.24. También las primeras teólogas habían afirmado que sólo querían ?servir a la Iglesia.? Cfr. I. GSCHLÖSSL; A. RÜBENS, Ein notwendiges Wort in Sachen Theologinnen, en Christliche Welt 44 (1930/5), p.220.

[96] Cfr. el artículo de E. WINKLER, Pfarrhaus, TRE 26, p.337.

[97] No faltan quienes sospechan que la ?casa parroquial?, tal como aparece en la literatura y en las expectativas de la gente, siempre fue un mito. Cfr. Ch. KÖHLE-HEZINGER, Frauen im Pfarrhaus. Kulturgeschichtliche Anmerkungen zum Wandel einer Institution, en G. BARTSCH et al., Theologinnen in der Männerkirche, cit., pp.176-195.

[98] Cfr. el informe de una pastora, B. SCHRÖDER, In Amt und Würden! Pfarrerinnen kommen zu Wort, en G. BARTSCH et al., Theologinnen in der Männerkirche, cit., p.14-25.

[99] Cfr. F. RUPPRECHT, Frauen im Pfarramt, en Theologia Practica 22 (1987/2), p.114.

[100] En la actualidad, las mujeres de muchos párrocos no están dispuestas a quedarse en las casas parroquiales; quieren ejercer una profesión distinta. Cfr. los relatos de 24 mujeres de párrocos, en T. DEHN (ed.), Ein brauchbares Wesen - die Frau im Pfarrhaus, Berlin 1995.

[101] Cfr. H. D. WOLFINGER, Katholische Pfarrfrauen, en LM 13 (1974/8), p.431. E. WINKLER, Pfarrer, TRE 26, p.370.

[102] Cfr. M. LINDOW, Ordination und kirchliches Interesse, en LM 22 (1983/4), pp.174-177.

[103] Esto, además resolvía en parte el problema del paro de muchos teólogos evangélicos. Debido a la ordenación de mujeres, desde algunas décadas hay más candidatos al oficio parroquial que puestos de trabajo; éstos, a su vez, han sido reducidos por razones económicas. Cfr. W. ROTT, Stellenmangel für Pfarrer? En LM 15 (1976/4), pp.181-182. L. KLOSKA, Vikars-Monopoly, en LM 36 (1997/7), pp.11-12.

[104] Cfr. B. SCHRÖDER, In Amt und Würden! Pfarrerinnen kommen zu Wort, en G. BARTSCH et al., Theologinnen in der Männerkirche, cit., p.115.

[105] En 1988, un 10% de estos matrimonios estaban divorciados formalmente; a estos se añaden los matrimonios separados. Cfr. I. PAJUNK, Wenn Pastoren sich scheiden lassen, LM 27 (1988/9), pp. 401-403.

[106] Cfr. H. G. KLATT, Wenn Pastoren sich scheiden lassen, en LM 24 (1985/9), pp.409s. I. PAJUNK, Wenn Lebenskrisen zu bewältigen sind, en LM 27 (1988/7), pp.156-158. Esto no quiere decir que no haya también matrimonios ejemplares entre los párrocos. Cfr. el testimonio de R. LASSEK, Wir Pastorenkinder, en LM 36 (1997/7), pp.15-16.

[107] Cfr. H.-V. HERNTRICH, Was tut der Pastor eigentlich? en LM 29 (1990/6), pp.254-256.

[108] Cfr. H.-J. THILO, Heilige in einem Glashaus? Pfarrerehen dürfen nicht zur Selbstverleugnung führen, en LM 19 (1980/10), pp.587-590.

[109] Cfr. H. WEGENER, Kirchliche Spielwiese? cit., p.705s.

[110] Cfr. G. BARTSCH, Jeder zehnte Bruder im Amt ist eine Schwester, en G. BARTSCH et al., Theologinnen in der Männerkirche, cit., p.128-132. Entre todas las personas que desempeñan en 1996 un oficio parroquial, sólo un 11% eran mujeres.

[111] Ya en los años setenta y ochenta, unas pocas mujeres desempeñaron cargos de especial autoridad. Cfr. H. OHNESORGE, Vision der Emanzipation? En LM 16 (1977/2), p.116. I. LUKATIS, Frauen in Kirche und Theologie, Hannover 1988, pp.27-36. Hay cierto empeño por parte de algunos organismos oficiales de promover a las mujeres a tener más influencia en la Iglesia. Cfr. B. BOUEKE-VON WALDTHAUSEN, Was soll sich ändern, wenn Frauen in der Kirche ans Ruder kommen? en Reformierte Kirchenzeitung 135 (1994), pp.111-117.

[112] Cfr. la conversación con Maria Jepsen, la obispa de Hamburgo, en LM 31 (1992) pp.264-267.

[113] Cfr. D. von HOLST, Grosses Katerfrühstück. Schwierigkeiten im Pfarramt, en LM 34 (1995/1), p.29; y .las relaciones en LM 36 (1997/7), pp.9-19.

[114] Cfr. P. HOJEN, Pfarrer in wilder Ehe, en LM 15 (1976/7), pp.360-361. M. KIRSCHSTEIN, Der Theologe mit und ohne Talar, en LM 24 (1985/8), p.378. E. WALLMANN, Psycho-Pastoren in der Kirche. Eine Polemik, en LM 35 (1996/3), pp.5-6. E. FINCKE, Dienen statt Verdienen, en LM 36 (1997/3), pp.23-24.

[115] En 1997 había ocho mujeres-obispos en las Iglesias luteranas que pertenecen a la Federación Luterana Mundial; una tercera parte de estas Iglesias sigue rechazando la ordenación de mujeres. Entre ellas, la Iglesia de Letonia forma una excepción, porque había admitido la ordenación de mujeres en el pasado, pero denegó el permiso en 1995, después de 38 años. Cfr. la información de la IX Asamblea General de la Federación Luterana Mundial, de F. KÜRSCHNER, Über den Himmel zur Erde, en LM 36 (1997/8), p.2-5.

[116] Cfr. la Declaración Inter insigniores, publicada por la Congregación para la Doctrina de la Fe el 15 de octubre de 1976, y la Carta Apostólica Ordinatio Sacerdotalis, promulgada por el Papa Juan Pablo II el 22 de mayo de 1994, así como el texto de la Respuesta a la duda acerca de la doctrina de la Carta Apostólica Ordinatio Sacerdotalis, hecha pública por la Congregación para la Doctrina de la Fe el 28 de octubre de 1995, con la aprobación y por disposición del Papa Juan Pablo II.

[117] La teóloga evangélica E. SENGHAAS-KNOBLOCH subraya que, según diversos autores, la reserva de la ordenación a los varones, en la Iglesia católica, no significa una minusvaloración de las mujeres. Cfr. Die Theologin im Beruf, cit., p.28.

[118] Cfr. JUAN PABLO II, Carta a las mujeres, Madrid 1995.

[119] Existen diversas formas de la repraesentatio Christi: en el sacramento del bautismo, por ejemplo, también un pagano puede representar a Cristo; en el sacramento del matrimonio, cada cónyuge representa a Cristo para el otro.

[120] Hay muchos intentos para realizar esta tarea. Cfr. los comentarios en el libro El sacramento del orden y la mujer. De la Inter insigniores a la Ordinatio sacerdotalis, publicado por la CONGREGACIÓN PARA LA DOCTRINA DE LA FE, Madrid 1997.