La llegada del Salvador

Nacimiento, Infancia y Vida oculta de Jesús

 

Josemaría Monforte
Jesucristo, Salvador de la Humanidad.
Panorama bíblico de la salvación
Eunsa, Pamplona 1997, pp. 131-144

 


Sumario

1. Nacimiento de Jesús.- 2. Los pastores de Belén.- 3. La circuncisión de Jesús.- 4. La Presentación del Niño en el Templo y la Purificación de María.- 5. La adoración de los Magos.- 6. La huída a Egipto.- 7. La matanza de los Inocentes.- 8. La vida oculta del Señor. 


1. El Nacimiento de Jesús

El relato de Lc 2,1-7.- Según el curso normal de la gestación en el vientre de la madre, aquél que había sido concebido, sin concurso de varón, en el seno virginal de la Virgen de Nazaret va llegando al momento de nacer a la luz de este mundo. En efecto, Jesús, como los demás niños, tuvo nueve meses de gestación en el seno de su madre. Fuera de la concepción virginal de Jesús por obra del Espíritu Santo, Dios se avino en todo lo demás al proceso de la generación humana de Jesús. Así manifesraba más claramente ser verdadero hombre, sin dejar de ser verdadero Dios. Las antiguas profecías anunciaban que el Mesías nacería en Belén de Judá, la patria chica del rey David. Circunstancias externas van a concurrir para que se cumplan aquellos oráculos. Es ahora el Evangelio de Lucas el que nos lo relata: cfr Lc 2,1-7.

Aclaremos algunos lexemas del texto de Lc 2, 17. La Biblia suele llamar "primogénito" al primer varón que nace, sea o no seguido de otros hermanos [1]. Hay cierta dificultad para saber cuál debe ser la traducción correcta de "aposento", katályma, según el texto griego. Esta palabra es de significación ambigua. Unas veces significa la posada oriental de la época. Otras la habitación alta y espaciosa de las casas, que podía servir de salón o cuarto de huéspedes. Cuando Santa María va a dar a luz, el katálima tal vez estaba ocupado ya. Tal vez resultaba demasiado frío. En cualquier caso, el Señor y Dueño del mundo nació con gran pobreza, en una cueva que servía de establo a los animales. Su cuna fue un pesebre (esta palabra, fátne, es cierta).

El Hijo de Dios debía experimentar las limitaciones de los hombres. Incluso prefirió las condiciones más humildes y difíciles, con sus secuelas, entre ellas la pobreza, los apuros, la incomprensión, la persecución injusta... para que aprendiéramos nosotros a valorar la función formativa del sufrimiento, que acompaña a la humanidad desde el pecado de nuestros primeros padres. Como se lee en Heb, 5, 8: Jesús, aún siendo Hijo, aprendió por los padecimientos, la obediencia.

Lucas quiso situar en la Historia el suceso del nacimiento de Jesús. No teniendo una era común como nosotros, habla del censo de Quirino, gobernador de Siria, de la cual dependía Palestina [2], y sitúa la marcha a Belén en relación con el edicto de César Augusto, cuyo reinado se extendió del año 27 antes del comienzo de la era cristiana al 14 de después. En los planes de Dios, a la Encarnación, realizada en la intimidad, seguía el Nacimiento, también en el silencio y la humildad. Sólo se comunicaría de inmediato a unos pobres pastores de los contornos de Belén, a unos sabios de Oriente, los Magos, y a muy pocas personas más.

Aparentemente no había sucedido nada relevante. Pero, de hecho, se había producido el acontecimiento que imprimiría el sesgo más importante en la historia de los hombres. Y sigue la paradoja divina: El Omnipotente, el Amo del universo, se nos muestra con el encanto y con la debilidad de un niño, que necesita de todos [3].

El lugar de nacimiento de Jesús.- El relato se encuentra en Mt 2,5-6. El versículo 6 es una cita literal de Miqueas 5,1, aunque con algunas modificaciones por parte del texto de Mateo [4]. La intención de Mateo es clara: mostrar que en Jesús se cumplen los oráculos de los Profetas, en este caso el de Miqueas acerca del lugar del nacimiento del Mesías en Belén, la ciudad de David. Cualesquiera que fuesen las concepciones sobre el Mesías del judaísmo palestinense del tiempo de Jesús, es claro que para Mateo, Jesús-Mesías, a la luz de los sucesos de Pacua y de la fe de la primitiva comunidad cristiana en cuyo seno escribe, tenía ya un sentido transcendente, como aparece a lo largo del Primer Evangelio [5].

2. Los Pastores de Belén

Ahora el relato es el de Lc 2, 8-19. En aquellos tiempos los judíos incluían a los pastores entre los "pecadores y publicanos", debido a que, por su ignorancia religiosa, inflingían continuamente las prescripciones de la Ley de Moisés. Por ello se les consideraba también testigos no válidos en los juicios. Sin embargo, fueron los primeros invitados a contemplar el mayor acontecimiento hasta entonces ocurrido en el mundo. Es otro motivo para admirarse de la "conducta" de Dios. Por lo demás, cfr 1 Cor 1,27-29 [6].

Para los pastores la noticia era también extraña, pues la inmensa mayoría de los israelitas pensaban en el Mesías como el rey poderoso, descendiente de David, que los liberaría de las fatigas de esta vida presente y, en aquellas circunstancias precisas, del yugo extranjero del Imperio Romano (cfr Lc 24,21a). Debería nacer, eso sí, en Belén de Judá, como su antepasado David, pero nadie pensaba que en un sitio tan humilde como una cueva pobre y maloliente a ovejas y otros animales, a los que servía de cobijo y, desde luego, no como un niño paupérrimo, "reclinado en un pesebre". Pero los pastores creyeron a las palabras del Cielo y fueron a contemplar el prodigio que se les había anunciado. Los pastores fueron los primeros adoradores entre los miles y miles de peregrinos que, a lo largo de los siglos, acuden a la gruta de Belén a admirarse de las maravillas de Dios. Pronto, a comienzos del siglo IV, Santa Elena, madre de Constantino, mandó edificar una iglesia sobre la cueva de Belén. Es la Basílica de la Natividad, que todavía se conserva esplendorosa. Por unos escalones se desciende a la gruta para venerar el lugar del Nacimiento de Jesús.

3. La circuncisión de Jesús

En el AT la cicuncisión era el rito por el que un varón entraba a formar parte del pueblo elegido. Dios la había ordenado a Abrahán como señal de la Alianza que establecía con él y sus descendientes [7]. Se realizaba al octavo día del nacimiento, en el Templo, o en la sinagoga, o en la casa paterna. Incluía, además de la operación sobre el cuerpo, la invocación de unas bendiciones y la imposición del nombre. José y María cumplieron sus obligaciones religiosas y civiles, como las demás familias israelitas, sin pensar en privilegios. Lucas menciona sobriamente el acontecimiento [8]. Con este acto Jesús entraba también en el registro civil de la humanidad, dentro de las instituciones de un pueblo determinado, como un hombre concreto e histórico. Los cristianos debemos admirarnos, también ante este episodio, que podría parecer irrelevante. Con la posterior institución por Jesús del Bautismo, cesó el mandamiento de la vieja circuncisión. En el Concilio de Jerusalén, hacia el año 49, los Apóstoles declararon abolida la necesidad del antiguo rito [9].

4. Presentación del Niño en el Templo y Purificación de María

En Ex 13,2.12-13 se indicaba que todo primogénito pertenece a Dios y debe serle consagrado, es decir, dedicado al culto divino. Cuando éste fue reservado a los varones de la tribu de Leví, los primogénitos que no pertenecían a esta tribu no eran consagrados, pero, para mostrar que seguían siendo propiedad especial de Dios, se estableció el rito de la presentación y rescate de los primogénitos. Entre otros actos, se aplicaba lo estipulado para los sacrificios en general: la ofrenda de una res menor o, si eran pobres, un par de tórtolas o pichones. Incluso, si eran indigentes, bastaba un puñadito de harina, lo que cabía en el hueco de la mano (cfr Lev 5, 7-11). Así, José y María ofrecieron por Jesús la ofrenda de los pobres; no la de los ricos, ni tampoco la de los indigentes, pues el trabajo de José procuraba un modesto sustento.

Por otra parte, según Lev 12, 28, la mujer, al dar a luz, era considerada impura ante la Ley. Para recobrar la pureza legal, a los cuarenta días del parto, debía cumplir el rito de la purificación [10]. María, de hecho no estaba comprendida en este precepto, pues ni había concebido por obra de varón, ni Jesús, al nacer, había roto la integridad virginal de su madre [11]. Pero este era un misterio escondido en la intimidad de la sagrada pareja.

La profecía del anciano Simeón.- De manera parecida a como Dios había querido desvelar un tanto el misterio de Jesús a los pastores de Belén, también quiso descubrirlo a dos personas humildes: el anciano Simeón y la viejecita Ana. Lucas nos ha conservado el doble episodio de ambos (cfr Lc 2, 25-35). Jesús, que ha venido para la salvación de todos los hombres y mujeres, será, sin embargo, signo de contradicción , y ruina para quienes se obstinen en rechazarlo. Para otros, en cambio, al aceptarlo con fe sincera, será su salvación, librándolos del pecado y abriéndoles las puertas de la bienaventuranza eterna.

La espada de que habla Simeón expresa la participación de María en los sufrimientos de su Hijo para llevar adelante la obra de la salvación de la humanidad. Será un dolor inenarrable, que traspasa el alma . Jesucristo sufrió a causa de nuestros pecados a lo largo de su vida, especialmente en su Pasión y Muerte. También son los pecados de cada uno de nosotros los que han forjado la espada de dolor de Santa María [12]. En consecuencia, tenemos el deber de desagravio no sólo con Dios y con Jesucristo, sino también con su Madre, asociada a la obra del Hijo.

La profetisa Ana.- El testimonio de Ana (cfr Lc 2,36-38) recuerda al de Simeón. Como éste, ella había estado esperando la venida del Mesías en un fiel y prolongado servicio a Dios; también es premiada con el gozo de verlo. Lucas nos presenta, pues, dos clases de testigos acerca del Niño Jesús, como Mesías Salvador: Los pastores de Belén, de un lado, y Simeón y Ana, de otro. En verdad sorprendente. Es "la opción preferencial" de Dios por los pobres. La visión de Jesús que tuvieron estas personas humildes ¿acaso no es un anticipo de la visión eterna de Dios prometida por Jesús a los que tantas veces el mundo desprecia? En sus planes de salvación, Dios se vale de tales almas sencillas para conceder muchos bienes a la humanidad.

5. La adoración de los Magos

Mateo 2,1-12 narra un episodio, del que todo el mundo tiene, al menos, una idea aproximada. ¿Quiénes eran estos magos ? En la amplia cuenca de los ríos Tigris y Eufrates, la antigua Mesopotamia, la cultura tuvo una continuidad, no obstante los diversos pueblos que sucesivamente la ocuparon. Tenemos documentación escrita a partir de mediados del cuarto milenio antes de Cristo. Es decir, la cultura mesopotámica tenía ya unos tres milenios de historia cuando comenzó la europea. Esa cultura empezó a ceder terreno ante la helénica, cuando el Oriente próximo fue conquistado por Alejandro Magno, y quedó sepultada en el olvido tras la conquista de Mesopotamia por los musulmanes. Por eso es poco lo que ahora sabemos de ella. Con esfuerzo, la Arqueología va desenterrando aspectos del esplendor que alcanzó en siglos pretéritos. En tiempos de Jesucristo todavía quedaban restos de la antigua civilización mesopotámica. En ese medio cultural se daba el nombre de magos a una clase sacerdotal que cultivaba muchos saberes, como astrología o astronomía, medicina, botánica, aritmética, geometría, etc. Eran consultores de reyes (cfr Dan 1, 20-22.48) y de personajes poderosos. A éstos debieron pertenecer los magos del Evangelio.

Las tradiciones populares posteriores les hacen reyes, determinan el número de tres, con sus nombres Melchor, Gaspar y Baltasar etc. Pero tales desarrollos populares no tienen apoyatura en el sobrio texto del Evangelio. Cómo fueron apareciendo estos adornos literarios en la imaginación popular carece de importancia para nuestro caso. Parece que los judíos, a partir de la cautividad de Babilonia, habían difundido por Oriente algunos aspectos de sus esperanzas mesiánicas. Estos magos pudieron tener conocimiento de ellas y de la condición real del esperado Mesías. Según ideas difundidas en la época, el nacimiento de los personajes importantes estaba relacionado con ciertos movimientos de los astros. Dios pudo valerse de la ocupación de aquellos hombres para conducirles hasta Jesucristo. Los dones ofrecidos eran muy preciados en Oriente y tenían también su significación: el oro era lo más apropiado para un presente real; el incienso se ofrecía en el culto a Dios; la mirra, amarga, representaba los sufrientos humanos.

La inquietud de Herodes.- Es narrada por Mt 2,1-3. La turbación del rey Herodes implica una interpretación del nacimiento del niño Jesús como aquel en el que se cumple la profecía de la Estrella de Jacob, según el oráculo de Balaam (cfr Num 24,17). El "Profeta" por medio del cual "está escrito" es Miqueas 5,1. En la tradición judía, en efecto, este pasaje se interpretaba como el vaticinio del lugar del nacimiento del Mesías, siendo éste un personaje determinado. El Evangelio de Mateo, dirigido en primer lugar a los cristianos de origen judío, subraya el cumplimiento en Jesús de las antiguas profecías mesiánicas [13]. Era importante ilustrar a aquellos fieles cómo sus esperanzas mesiánicas se cumplían en Jesús. Por ello se ha llamado a este Evangelio el Evangelio del cumplimiento.

En efecto, los Targumîn arameos son constantes en atribuir a este pasaje de Números un sentido mesiánico. Así los targumîn de Onquelos, Pseudo Jonatán y Targum Fragmentario. El Targum palestinense Neophyti I es un ejemplo elocuente [14]. Este Targum ha hecho la sustitución deráshica de la palabra hebrea "estrella", por la aramea "rey", y de "cetro" por "Redentor y Jefe", incluso en los targumîn de Onquelos y Pseudo Jonatán, ha sustituido a su vez «estrella» por «Mesías». Del mismo modo, la expresión apò anatolôn, "del Oriente", es también mesiánica [15]. Todas estas circunstancias hacen ver que, en la mente del Evangelista, desde su inicio, el episodio de la presencia de los Magos en Jerusalén nos sitúa en una lectura mesiánica, fuertemente enraizada en las tradiciones interpretativas judaicas del oráculo de Num 24,17, que Mateo ve cumplidas en los acontecimientos de la infancia de Jesús. La mesianidad de Jesús es, pues, presentada aquí "implícitamente", pero con un apoyo patente en la tradición judaica y, por tanto, de manera muy apta para los primeros lectores judío-cristianos de su Evangelio. Después de haber narrado la concepción de María por obra del Espíritu Santo (cfr Mt 1:18. 20), la transcendencia de la mesianidad del Niño queda fuera de toda duda.

En cuanto al rey Herodes, fue el primero de los cuatro que menciona el NT. Algunas veces se le distingue por Herodes I el Grande. Era hijo de padres no judíos; había conseguido reinar sobre éstos con la ayuda y en vasallaje del Imperio Romano y, de esta manera, conservó su trono durante cerca de cuarenta años. Desplegó habilidosa actividad política y construyó muchas y grandes obras públicas. Reedificó lujosamente el Templo de Jerusalén, reconstruido modestamente unos cuatro siglos antes por los judíos a la vuelta del exilio de Babilonia. Padeció manía persecutoria, viendo por todas partes competidores de su realeza y reaccionó con tremenda crueldad: mandó matar a la mayoría de las diez mujeres que tuvo, a alguno de sus hijos y a buen número de personas influyentes. Estos datos proceden principalmente del historiador judío Flavio Josefo, que escribió a fines del siglo I d. C., y concuerdan con otras fuentes y con la figura de Herodes que conocemos por los Evangelios. El régimen monárquico de Herodes había mantenido el organismo representativo del pueblo hebreo, el Sanedrín. Estaba formado por tres estamentos: Los príncipes de los sacerdotes o jefes de las principales familias sacerdotales; los ancianos o cabezas de las familias nobles, y los escribas o doctores de la Ley, peritos en cuestiones legales y religiosas.

Significado teológico de la «epifanía de los magos».- En estos "magos" la tradición cristiana ve las primicias de las naciones que acogen la Buena Nueva de la salvación; y así la multitud de los gentiles entra a formar parte de la familia de los patriarcas. Buscan y encuentran al Salvador del mundo a través de los judíos [16].

6. La huída a Egipto

No deja tampoco de admirarnos que la Providencia divina no eximiera a José y a María de los sufrimientos de los hombres. Ellos son las dos vocaciones humanas más sublimes. Aunque no fuera el padre biológicamente hablando, José era el padre legal que, según el derecho hebraico, tenía todas las atribuciones del padre natural y legítimo. Si, además, tenemos en cuenta que la enseñanza bíblica consideraba a los hijos un don de Dios (cfr Gen 4,1), cuánto más aquella concepción singular y milagrosa de Jesús era un don verdaderamente de Dios, también para José, que así era constituido padre de Jesús, con una realidad transcendente, que superaba la intervención biológica e, incluso, la paternidad meramente legal.

Mateo (vers. 13-14) continúa el relato de la visita de los Magos. Subrayemos el claroscuro de la acción de Dios respecto de sus elegidos: Junto a las mayores alegrías han de llevar sufrimientos intensos. Uno de los grandes Padres orientales de la Iglesia, San Juan Crisóstomo, comenta así el pasaje: "Bien es verdad que Dios, amador de los hombres, mezclaba trabajos y dulzuras, estilo que sigue con todos los santos. Ni los peligros ni los consuelos nos los da continuos, sino que de unos y de otros va Él entretejiendo la vida de los justos. Tal hizo con José" [17].

Ignoramos el lugar de Egipto donde la Sagrada Familia encontrara refugio. Los Evangelios no dan ninguna pista. Las tradiciones a este respecto son tardías y variadas. Una menciona a Matarieh, a unos ocho kilómetros del centro de la actual ciudad de El Cairo. Otra habla de El 'Arish, a medio camino entre Gaza y el delta del Nilo, en territorio egipcio, pero sólo como estancia intermedia. Tampoco sabemos la ruta que pudieron emprender entre las varias posibles. En cualquier caso hay que considerar un viaje muy duro por la sequedad de los parajes, de una semana como mínimo. Tampoco sabemos si en Egipto pudieron ser ayudados por los judíos allí emigrados, o tuvieron que valerse de sus exclusivos medios.

El Evangelista subraya, una vez más, que el episodio venía a cumplir la profecía que se encuentra en el libro de Oseas 11,1: De Egipto llamé a mi hijo. En una primera lectura, la profecía se refiere al pueblo de Israel, considerado por Dios como un hijo, al que llamó a la libertad, por medio de Moisés, cuando se encontraba en la esclavitud de Egipto. Pero Israel en su conjunto, como hijo adoptivo de Dios, es una figura que representa anticipadamente al Hijo Unico de Dios, Jesucristo, según la costumbre de los pueblos orientales, incluido el hebreo, de intercambiar el personaje epónimo y todo el pueblo significado por aquél. Por ejemplo, Israel significa tanto al patriarca, como al pueblo, como, incluso, la tierra que éste habita y, modernamente, el mismo Estado de su nombre.

7. La matanaza de los Inocentes

El relato de Mt 2,16-18.- Herodes, al verse frustrado en sus intentos, sufrió uno de sus no raros paroxismos. Se han hecho cálculos acerca de cuántos podrían ser los niños muertos por orden de Herodes. Apuntan a unos veinticinco (no se cuentan las niñas), sobre la base de que en aquellos años Belén pudiera tener unos mil habitantes. El suceso cuadra bien con las crueldades de Herodes antes aludidas. La Iglesia ha visto en aquellos niños a los primeros mártires que dan su vida por Cristo. El martirio obró en ellos la misma gracia que confiere el Bautismo cristiano de los niños, en el que, por no haber llegado aún al uso de la razón, tampoco es explícita su fe y su libertad, que se presuponen. San Agustín explica que dudar de que tal muerte fue útil para ellos es lo mismo que dudar de que el Bautismo sea útil para los niños, pues los Inocentes sufrieron como mártires y confesaron a Jesucristo -non loquendo, sed moriendo-, "no hablando, sino muriendo" [18].

Raquel era la esposa predilecta del patriarca Jacob (cfr Gen 12:6-30). Era la madre de Benjamín y de José, el cual, a su vez fue el padre de Efraín y de Manasés. Según los cálculos cronológicos habrá que datar la muerte de Raquel hacia el siglo XVII a. de C. El pasaje de Jeremías citado por Mateo es Ier 31,15, que está inserto en el llamado Libro de la Consolación (Ier caps. 30-33), y más concretamente, en el largo oráculo sobre las promesas de consolación al reino de Israel o del Norte [19]. Sobre la localización de Ramá hay dos tradiciones en el AT. Una la sitúa a unos 17 kilómetros al norte de Jerusalén (cfr 1 Sam 10, 2). Otra sitúa la tumba de Raquel en Ramá en el camino de Jerusalén a Belén, a unos 4 kilómetros de esta última (cfr Gen 35:19; 48:7). Aún hoy se muestra la tumba de Raquel en el camino de Jerusalén a Belén, según la segunda tradición, dentro de un templete custodiado por soldados israelíes. Ier 31,15 parece referirse a la primera tradición. El genio poético y religioso de Jeremías hace llorar a Raquel, nueve siglos después de su muerte, por sus descendientes cautivos. Tal desplazamiento cronológico está en consonancia con la mentalidad solidaria de Israel entre unas generaciones con otras, aunque hayan pasado siglos. Mateo parece ajustarse a la segunda tradición. En la línea de pensamiento y de sensiblidad solidaria, vuelve a hacer llorar a Raquel, ahora por los niños muertos por orden de Herodes, diecisiete siglos después de la muerte de la esposa de Jacob. Para Mateo, el definitivo cumplimiento del llanto de Raquel tiene lugar ahora, en el tiempo del cumplimiento de las promesas del AT [20]. Pues dentro de esta concepción del "cumplimiento", tan característica del Primer Evangelio, "el Dia del Señor, o "los días del Mesías", anunciados por los profetas, han llegado ya con el nacimiento del Mesías Jesús [21].

En conclusión, Mateo ha conectado, según la mentalidad hermenéutica del derash judaico y judío-cristiano primitivo, los acontecimientos en torno a Jesús con los anuncios proféticos y la historia del antiguo pueblo y sus pruebas con los azares de la vida de Jesucristo [22]. El Israel hijo de Dios es sustituído por Jesús, el Hijo de Dios en sentido fuerte y, como aquél, perseguido por los poderes mundanos.

8. «Vida oculta» del Señor

El retorno a Nazaret.- No sabemos exactamente cuánto tiempo permaneció la Sagrada Familia en Egipto. Mateo 2,19-23 es el único que nos habla de ello y sin términos precisos: solamente indica que había muerto Herodes y que le había sucedido Arquelao. La Historia puede añadir los datos de que Herodes murió a fines de marzo o comienzos de abril del año 4 antes de la era cristiana y que Arquelao [23], en abril de ese año, ya interviene en Jerusalén, y poco después marcha a Roma a recibir la investidura, no como rey, sino como etnarca, "jefe del pueblo", título más genérico y menos honorífico que el de rey. Ejerció ese poder en Judea y Samaría, hasta el año 6 después de la era cristiana. Por tanto, no tenía jurisdicción en Galilea, donde estaba situada Nazaret. La otra referencia son los cálculos de la fecha del nacimiento de Jesús y de la huida a Egipto [24]. El retorno debió de ocurrir, pues, en el mismo año 4 a. de C. o en el siguiente.

El vocablo nazareno constituye un juego de palabras entre tres términos asonantes: 1) El adjetivo gentilicio "de Nazaret", nazaretano. 2) El título mesiánico, derivado de la raíz hebrea nzr, vocalizada nézer, "retoño" o vástago de David [25]. 3) La palabra hebrea nazîr (de la misma raíz nzr) , que indicaba el estado del que se dedicaba o consagraba a Dios según una especial vocación divina, como Sansón [26]. El empleo de paronomasias era mucho más usual entre los judíos que entre nosotros. No se trata de algo superficial, sino de manifestar las relaciones de las realidades y de las ideas mediante el parecido de las palabras, y así profundizar en aquéllas. Como señala el mismo Evangelista, el Nazareno , nombre por el que se conocerá a Jesús, indica su calidad de Mesías, con las tres connotaciones apuntadas y previstas en algunos textos del AT, es decir, según lo dicho por medio de los Profetas. Jesús, creído y anunciado firmemente por los Evangelistas como el Hijo Unico de Dios, se inserta, una vez más, con el suceso de su marcha a Nazaret, en los entresijos de la historia humana, según designios de la Providencia divina.

Vida oculta de Jesús en Nazaret.- Lucas viene a completar las noticias de Mateo. En un primer párrafo (cfr Lc 2, 39-40) hace un resumen o "sumario". En vida de Jesús, Nazaret era una aldea casi desconocida: un grupito de casas pobres medio excavadas en un cerro de la Baja Galilea. Ni siquiera en su región tenía relevancia. En ella vivían unas pocas familias judías, que hablaban en arameo. La mayor parte vivían de la agricultura y ganadería; había algún artesano como José, que prestaba servicios variados de carpintería y herrería. Jesús trabajó bastantes años en su taller [27]. San Beda el Venerable (entre 672 y 735) explicaba este texto: "Nuestro señor Jesucristo en cuanto niño, es decir, revestido de la fragilidad de la naturaleza humana, debía crecer y robustecerse; pero en cuanto Verbo eterno de Dios no necesitaba fortalecerse ni crecer. De donde muy bien se le describe lleno de sabiduría y de gracia" [28]. Por su parte, el Beato J. Escrivá comenta: «Toda la vida del Señor me enamora. Tengo, además, una debilidad particular por sus treinta años de existencia oculta en Belén, en Egipto y en Nazaret. Ese tiempo -largo-, del que apenas se habla en el Evangelio, aparece desprovisto de significado propio a los ojos de quien lo considera con superficialidad. Y, sin embargo, siempre he sostenido que ese silencio sobre la biografía del Maestro es bien elocuente, y encierra lecciones de maravilla para los cristianos. Fueron años intensos de trabajo y de oración, en los que Jesucristo llevo una vida corriente -como la nuestra, si queremos-, divina y humana a la vez; en aquel sencillo e ignorado taller de artesano, como después ante la muchedumbre, todo lo cumplió a la perfección» [29].

El Niño Jesús, perdido y hallado en el Templo.- Según la costumbre judía, al cumplir los doce años los varones comenzaban a tener los deberes y derechos de la Ley mosaica. Entre ellos, el deber y la dicha de la peregrinación a Jerusalén [30]. La Sagrada Familia cumple esta costumbre. Por aquel entonces, en las peregrinaciones, los judíos solían ir en caravanas y en dos grupos, uno de hombres y otro de mujeres. Los niños podían ir indistintamente en cualquiera. Al hacer un alto en el camino, se reunían las familias [31].

Jerusalén era el centro religioso, social y político de Israel. En Jerusalén culmina el ministerio público de Jesús con su Pasión, Muerte y Resurrección. Por tres veces señalan los Evangelios Sinópticos la tensión de Jesús hacia su Pasión y Muerte en la Ciudad Santa: por tres veces predice que tendrá que morir allí, después de ser ultrajado [32]. En Jerusalén culmina también su vida oculta con este episodio de la pérdida en el Templo. De paralela importancia era la Pascua, la fiesta mayor de los judíos: Jesús muere en Jerusalén y durante los días festivos pascuales. También en Pascua ocurre este episodio, el más relevante, de su vida oculta. En ambas culminaciones Jesús sufre mucho y tiene que hacerse fuerza para aceptar el dolor. En su Pasión y Muerte, resulta obvio. En su pérdida en el Templo también sufrió, aunque de otro modo: debió de silenciar el quedarse en Jerusalén ante sus familiares, no sólo ante María y a José, sino especialmente ante sus demás parientes -que contaban mucho en las familias judías-, porque se habrían opuesto absolutamente al proyecto del niño. No cabe duda de que a Jesús, de doce años, debió de pesar mucho tener que dar la tremenda preocupación y gran disgusto a sus padres. Muchas veces, los planes de Dios implican la incomprensión completa y la oposición incluso de aquellas personas que nos quieren bien. Pero no hay solución que agrade a todos y hay que optar por una.

La escena de Jesús entre los doctores refleja bien las circunstancias humanas y sobrenaturales. De un lado, está en perfecta consonancia con la práctica de los alumnos judíos, los talmidîm, que escuchaban y preguntaban a los maestros, los rabinos. A este propósito el Evangelista subraya que el niño Jesús resulta un alumno extraordinariamente aventajado. Pero, por la respuesta a María, el Evangelista deja bien claro también que aquella sabiduría del niño procedía de más arriba que de su inteligencia natural; en otras palabras, que no era sólo un niño aventajado, sino el Hijo de Dios: Es necesario que yo esté en las cosas de mi Padre (Lc 2,49). Son las primeras palabras de Jesús -y las únicas del Niño- que conservan los Evangelios. El texto muestra la conciencia que tenía Jesús a los doce años de su singular Filiación respecto del Padre celestial (cfr Lc 2,42). Como otros casos, sin embargo, el sentido fuerte de esa Filiación no debe ser visto sólo a la luz de este texto. La fuente del pasaje debe razonablemente ser remontada a Santa María, más bien que a Jesús; sería transmitida en medios judaico-cristianos palestinenses muy primitivos. La incomprensión de María y José parece que deben referirse no a la Filiación divina de Jesús, sino a su modo de comportarse en aquella ocasión. Es seguro que el Evangelista les dio mucha importancia: Muestran, ya en la infancia de Jesús, la conciencia de la misión que tenía encomendada como consecuencia de ser el Hijo de Dios; y que él estaba resuelto a cumplirla, a pesar de todos los dolores, aún a costa de tener que estrujar su propio corazón y, aún más, los de María y José.

De nuevo en Nazaret.- Lucas, después del episodio dela pérdida del Niño, hace un sumario de aquellos largos años de vida oculta en Nazaret: cfr Lc 2,51-52. Con sólo tres palabras les estaba sujeto (también en el original griego son sólo tres: ên hypotassómenos autoîs ) resume el Evangelista los muchos años en Nazaret, en el seno de su familia, entre sus demás parientes, y en el laborioso oficio y taller de José. Todo naturalidad, que escondía la sobrenaturalidad de la vida de la Sagrada Familia. Jesús obedece no sólo a su Padre Dios, sino también a las personas que, por ley natural de este mundo, debía obedecer, lo mismo que los demás niños y hombres: a José, el cabeza de la familia; a María, su madre; y hasta a los rudos clientes del pueblo, que iban a que les arreglara o hiciera los objetos que necesitaban para su vida y trabajo. De nuevo hemos de contemplar que Dios ha querido que su Hijo Unigénito viviera entre nosotros como uno más.

Notas

[1] Cfr Ex 13, 2.13; Num 15, 8; Heb 1, 6. También era nombrado así en el lenguaje común, como consta por una inscripción, fechada en la misma época del nacimiento de Jesús y encontrada cerca de Tell-el-Jehuduiyeh (Egipto) en 1922. En ella se dice que una mujer, llamada Arsinoe, murió "en los dolores del parto de su hijo primogénito".

[2] Los historiadores han investigado acerca de la actividad de Quirino en Oriente. La documentación romana que nos ha quedado es insuficiente para satisfacer nuestra curiosidad. Pero de ella se desprende que Quirino tuvo mando entre los años 8 á 6 a. C. en Siria. Ya hemos indicado que Dionisio el Exiguo se equivocó, retrasando en unos cuatro a ocho años el Nacimiento de Cristo. Los historiadores apuntan apuntan hoy el Nacimiento a unos siete o seis años antes de la era cristiana. Los Evangelistas, que vivieron muy cerca de los acontecimientos y que pertenecían a otra cultura diferente de la nuestra, no nos ofrecen los datos suficientes para nuestro interés.

[3] San Pablo, en 2 Cor 8,9, recordaba: Conocéis la gracia de nuestro Señor Jesucristo que, siendo rico, se hizo pobre por vosotros, para que llegaseis a ser ricos por su pobreza .

[4] El texto de Mich 5,1, según su traducción literal del hebreo, dice: "Y tú, Belén, Efrata, [aunque eres] pequeña entre entre los clanes de Judá, de ti ha de salir aquel que dominará en Israel". Obsérvese lo siguiente: 1) en Mateo, la palabra "Efrata" se ha traducido por "tierra de Judá". 2) La frase "[aunque eres] pequeña entre los clanes de Judá" es vertida por Mateo por la frase negativa "no eres de cierto la menor entre las principales de Judá". La primera modificación encuentra ya un precedente en la versión griega de la LXX, que vierte "Efrata" por Oikos Ephratha", "casa/patria de Efrata", con una tendencia evidente a aclarar el texto, propia de la hermenéutica judaica o derash, testimoniada en los Targumîn arameos. En cuanto al cambio de la frase afirmativa en negativa, también es debida a la hermenéutica deráshica: supone una primera lectura en interrogación ("¿Acaso eres la menor entre...?"). Añadamos que la lectura de Miqueas "entre los clanes ('alfey) de Judá" era fácilmente trasladable a "las principales ('allufey) de Judá", con tal de leer las consonantes del mismo texto hebreo 'lf con unas vocales o con otras, cosa perfectamente lícita, puesto que en tiempos de Mateo el texto hebreo no había sido todavía vocalizado. Sobre estos cambios de lectura, característicos del derásh judaico y cristiano primitivo, cfr Díez Macho, A., Derásh y Exégesis del Nuevo Testamento, en "Sefarad" 35 (1975) 45-47.

[5] Por ejemplo, en la confesión de Cesarea de Filipo, Mt 16,16b pone en boca de Pedro Tú eres el Cristo, el Hijo de Dios vivo, con lo que se expresa esa transcendencia del Mesías. Cfr textos paralelos en Mc 8,29b y Lc 9,20b. Acerca de la relación de Mt 2:4-6 con las tradiciones judaicas, que interpretaban mesiánicamente Mich 5,1-3, cfr Pérez Fernández, Miguel, Tradiciones Mesiánicas en el Targum Palestinense, Institución San Jerónimo, Valencia-Jerusalén 1981, pp.207-209.

[6] Dios escogió la necedad del mundo para confundir a los sabios, y eligió la flaqueza del mundo para confundir a los fuertes. Escogió Dios a lo vil, a lo despreciable del mundo, a lo que no es nada, para destruir lo que es, de manera que ningún mortal pueda jactarse ante Dios.

[7] Cfr Gen 17,10-14.- Cfr Casciaro-Monforte, Dios, el mundo y el hombre... cit., p. 524.

[8] Cuando se cumplieron los ocho días para circuncidarle, le pusieron por nombre Jesús, como lo había mandado el ángel antes de que fuera concebido en el seno materno» (Lc 2, 21).- Así la interpretado siempre la Iglesia: «La Circuncisión de Jesús, al octavo día de su nacimiento (cfr Lc 2, 21) es señal de su inserción en la descendencia de Abraham, en el pueblo de la Alianza, de su sometimiento a la Ley (cfr Gal 4, 4) y de su consagración al culto de Israel en el que participará durante toda su vida. Este signo prefigura la circuncisión en Cristo que es el Bautismo» (Col 2, 11-13)» (CIgC n. 527).

[9] Cfr Act 15,1-12; Gal 5,2; 6,12-16; Col 2,11.- Vid. también CIgC., n. 527.

[10] La madre era impura durante siete días si daba a luz a un varón y catorce si se trataba de una niña. Más tarde, la jurisprudencia judía añadió otro período de treinta y tres días, si el nacido era niño, para la impureza legal. Pasados los cuarenta días, debía ir al Templo para su purificación legal. El rito en la época de Jesús parece que consistía en que el sacerdote, tras la recepción de una ofrenda y la recitación de unas oraciones, declaraba pura a la madre en el atrio de las mujeres (cfr AA.VV., La Sagrada Escritura, vol. I. Evangelios, B.A.C., Madrid 1964, comentario a Lc 2,22-24).

[11] Esta verdad es creída en la tradición cristiana, que tiene su fundamento bíblico en la interpretación de Ioh 1,13 (según la lección de muchos manuscritos antiguos, hoy día considerada más segura) y de Lc 1,35.

[12] «La Presentación de Jesús en el templo (cfr Lc 2, 22-39) lo muestra como el Primogénito que pertenece al Señor (cfr Ex 13, 2.12-13). Con Simeón y Ana toda la expectación de Israel es la que viene al Encuentro de su Salvador (la tradición bizantina llama así a este acontecimiento). Jesús es reconocido como el Mesías tan esperado, "luz de las naciones" y "gloria de Israel", pero también "signo de contradicción". La espada de dolor predicha a María anuncia otra oblación, perfecta y única, la de la Cruz que dará la salvación que Dios ha preparado "ante todos los pueblos"» (CIgC., n. 529).

[13] En efecto, ve en muchos episodios de la vida de Jesús el cumplimiento de otras tantas palabras proféticas del Antiguo Testamento.- Cfr Mt 1,23; 2,6.15.17-18; 3,3-4; 4,4.14-16; 5,17; 21,4-5.16; 26,31; 27,9-10.

[14] Cfr Agua, Agustín del, El Método midrásico y la Exégesis del Nuevo Testamento, Institución San Jerónimo, Valencia 1985, p.107. He aquí el texto de Neophyti I a Num 24:7: "Yo lo veo, pero [no está aquí] ahora; lo contemplo, pero no está cercano. Un Rey surgirá de la casa de Jacob y un Redentor y un Jefe de la casa de Israel..."

[15] Cfr Agua, A. del, Ibid., p. 108.

[16] «La Epifanía es la manifestación de Jesús como Mesías de Israel, Hijo de Dios y Salvador del mundo (...) la Epifanía celebra la adoración de Jesús por unos "magos" venidos de Oriente (Mt 2,1) En estos "magos", representantes de religiones paganas de pueblos vecinos, el Evangelio ve las primicias de las naciones que acogen, por la Encarnación, la Buena Nueva de la salvación. La llegada de los magos a Jerusalén para rendir homenaje al rey de los Judíos (Mt 2,2) muestra que buscan en Israel, a la luz mesiánica de la estrella de David (cfr Nm 24,17; Ap 22,16), al que será el rey de las naciones (cfr Nm 24,17-19). Su venida significa que los gentiles no pueden descubrir a Jesús y adorarle como Hijo de Dios y Salvador del mundo sino volviéndose hacia los judíos (cfr Ioh 4,22) y recibiendo de ellos su promesa mesiánica tal como está contenida en el Antiguo Testamento (cfr Mt 2,4-6). La Epifanía manifiesta que la multitud de los gentiles entra en la familia de los patriarcas (S. León Magno, serm.23 ) y adquiere la "israelitica dignitas" (MR, Vigilia pascual 26: oración después de la tercera lectura)» (CIgC., n. 528).

[17] Homilías sobre San Mateo, 8.

[18] Comentario al Evangelio de S. Mateo, 2,16.

[19] Cfr Ier 30:1-31-22.- Éste había sido invadido en 722 a. de C. por las tropas de Asiria, que habían deportado a grandes masas de población a lejanos países del Imperio Asirio. En concreto, Ier 31,15 se refiere a los cautivos de Benjamín, Efraín y Manasés, que esperan en los campos de concentración de Ramá, en situación lamentable, la marcha a sus lugares de destierro.

[20] Tampoco desbe descartarse una interpretación en el ámbito del pésher, es decir, con una cierta conciencia de haber llegado el tiempo del cumplimiento de los oráculos proféticos del AT.

[21] Cfr Casciaro, J. M., El Tiempo y la Historia en San Pablo, en "Atlántida" II,12 (1964) 574-593.

[22] Para el Evangelista, el definitivo cumplimiento del llanto de Raquel tiene lugar, en el tiempo del cumplimiento de los anuncios del AT. Si a algunas mentes nuestras les parecen peregrinas las pinturas literarias del profeta Jeremías y del evangelista Mateo, pensemos si más bien es que nos falta sensiblidad, capacidad poética y ausencia del sentido de solidaridad.

[23] Por la Historia profana sabemos también que Arquelao se parecía a su padre por la ambición y crueldad, aunque se mostró mucho menos inteligente y hábil.

[24] Jesús podía tener cuando la huida a Egipto algo menos de dos años, por el cálculo de Herodes sobre la matanza de los Inocentes. Ésta debió de suceder meses antes de la muerte del monarca en marzo-abril del año 4 a. de C. Así, pues, cuando José recibe el aviso de volver, porque ya había muerto Herodes, sólo habría transcurrido alrededor de un año desde la huida a Egipto.

[25] Aplicado por Isaías 11, 1 y 53, 2 al Mesías sufriente.

[26] Cfr Iud 13,5-7; 16,17; Am 2,11.

[27] «Su casa era modesta, como la de sus vecinos. Tenía dos habitaciones. Una interior, era una cueva que servía como granero y despensa. Tres paredes de adobe adosadas a la roca delante de esa habitación interior sostenían un entramado de ramas, maderas y hojas que servía de techo, y formaban la habitación exterior de la casa. La luz entraba por la puerta. Allí tenían algunos útiles de trabajo y pocos muebles. Gran parte de la vida de familia se hacía fuera, a la puerta de la casa, tal vez a la sombra de una parra que ayudaría a templar el calor del verano. Casi todos sus vecinos tenían una casa similar. Las excavaciones arqueológicas han sacado a la luz parte del antiguo Nazaret. En las casas se aprovechaban las numerosas cuevas que presenta el terreno para acondicionar en ellas sin realizar muchas modificaciones alguna bodega, silo o cisterna. El suelo se aplanaba un poco delante de la cueva, y ese recinto se cerraba con unas paredes elementales. Posiblemente las familias utilizarían el suelo de esa habitación para dormir» (Varo, Francisco, "El País de Jesús", en Casciaro, J.M., Jesús de Nazaret, Alga editores, Murcia 1994, pp. 64-65).

[28] San Beda el venerable, In Lucae Evangelium expositio, comentario a Lc 2,40.

[29] Beato Josemaría Escrivá de Balaguer, Amigos de Dios, Rialp, Madrid 1990, n. 56.

[30] Según las halakhôt judaicas (sentencias autorizadas de los rabinos para la aplicación de la Ley), la peregrinación a Jerusalén era obligatoria para los varones de doce años en adelante residentes en la tierra de Israel.

[31] Estas circunstancias explican el episodio siguiente que narra el Tercer Evangelio: Lc 2,41-50.

[32] Primera predicción: Mt 16,24-28; Mc 8,31-33; Lc 9,22. Segunda predicción: Mt 17,22-23; Mc 9,30-32; Lc 9,43b-45. Tercera: Mt 20,17-19; Mc 10,32-34; Lc 18,31-34.