El Cuerpo: parte de la oración

por Pedro Pisarra

“El dualismo está presente en Platón, en varias sectas agnósticas y en el origenismo (no confundir con el pensamiento de Orígenes). Los Padres, por el contrario, en seguida lo han combatido. En el surco de la antropología bíblica, ellos han desarrollado una concepción unitaria del ser humano, compuesto de espíritu, de alma y cuerpo”.

 

 

 ¿Tenía razón el poeta Charles Péguy cuando escribía que “lo sobrenatural es eso  mismo carnal”?

 

Sí, porque el Cristo, haciéndose hombre, ha santificado y deificado en él la naturaleza humana, incluido el cuerpo que forma parte de él y que está llamado, como el espíritu y el alma, a participar por gracia en la gloria divina. Como opuesto, se puede también decir que, por gracia, “lo carnal es eso mismo sobrenatural” o, más exactamente, puede llegar a serlo”.

 

 

 En nuestros días, en Occidente, se confunde  la ascesis con una especie de gimnasia del alma”. ¿Qué significado le atribuye la tradición ortodoxa a la ascesis?

 

La palabra “ascesis” en griego quiere decir “ejercicio”, “esfuerzo”. Y la tradición ortodoxa considera a la ascesis en sentido lato como el conjunto de los esfuerzos que el hombre realiza para quitar al hombre viejo y vivir según el hombre nuevo.

 

Esto significa una lucha contra la pasión y un esfuerzo para vivir según las virtudes. Las pasiones son las diversas formas de apego al mundo y a nuestro yo que nos separan de Dios, del prójimo y de nuestro verdadero ser. Por el contrario, las virtudes son las actitudes que nos permiten asemejarnos a Cristo y unirnos a él, encontrar y desarrollar nuestro verdadero ser, porque nosotros somos, en nuestra naturaleza profunda, hechos a imagen de Dios y destinados a asemejarnos a él.

 

Estos dos aspectos de la ascesis se encuentran en la práctica activa de los preceptos o mandamientos de Cristo. Por eso, en griego, la ascesis es llamada también “praxis”. Con todo es necesario precisar que la ascesis no puede limitarse a un esfuerzo humano, sino que debe ser ejercitada en “sinergía” con la gracia, siendo una realidad que los Padres definen “teantrópica”, esto es, divino-humana”.

 

 

Desde hace algunos años asistimos a un fuerte interés por los métodos y las técnicas de meditación y de oración destinados a poner de acuerdo cuerpo y espíritu. ¿Cómo juzga este interés?

 

“Ciertas desviaciones de la espiritualidad cristiana en Occidente, aparecidas sobre todo en los siglos XVII y XVIII, han mirado con sospecha, despreciado y rechazado el cuerpo, que de este modo no ha tenido más un papel positivo en la vida espiritual. El interés por las espiritualidades del extremo Oriente (yoga, budismo etc.) que, por el contrario, tienen espacio para el cuerpo es el revés de la medalla de esta separación.

 

En el Oriente cristiano no se asiste al mismo fenómeno porque el cuerpo ocupa, en la espiritualidad ortodoxa un puesto importante. Además, las técnicas de meditación extremo-orientales no tienen éxito entre los ortodoxos porque su espiritualidad  -diversamente de la latina-  ha conservado un carácter metódico, preocupada como lo está de obrar una transformación en profundidad. Así, en Occidente, muchos cristianos, en la imposibilidad de encontrar en la propia tradición espiritual lo que quisieran, recurren a métodos llegados de religiones no cristinas, sin darse cuenta de las confusiones y de los peligros que esto puede generar”.

 

 

 ¿Existe el riesgo de una peligrosa ilusión?

 

“Los métodos propuestos por las religiones orientales (hinduismo, budismo) y por sus derivados sincretistas (New Age) dan a menudo al hombre la impresión de llegar a resultados sobrenaturales. Quien practica estas técnicas pierde a menudo la noción del papel indispensable de la gracia y se ilusiona, considerando como sobrenaturales fenómenos naturales, ya sean incluso insólitos, y confundiendo algunas manifestaciones síquicas excepcionales con hechos de naturaleza espiritual. Estas técnicas seducen a mucha gente con la pretensión de revelar las potencialidades escondidas en cada uno. Pero terminan, en algunos casos, por hacer al hombre prisionero de sí mismo en vez de abrirlo a Dios”.

 

¿Por qué dice que los Padres recurren a menudo a categorías médicas para lograr describir los modos y las formas de la ascesis?

 

“La primera razón es que la palabra pathé designa en griego ya sea la pasión como la enfermedad. Dicho de otra manera, toda pasión es una enfermedad.  Y la ascesis es el proceso por medio del cual nosotros sanamos de estas enfermedades que son las pasiones, pero hay otras razones más amplias: los Padres asimilan la caída de la humanidad, consecutiva del pecado original, a una condición de enfermedad, de la cual la Ley y los Profetas han tentado en vano de curar y de la cual sólo Cristo, que al mismo tiempo es Dios y hombre, ha podido liberarnos. Cristo aparece en toda la tradición patrística como “el gran médico de las almas y de los cuerpos”. En muchas lenguas, el verbo “salvar” significa también “sanar” y el nombre mismo de Jesús  en hebreo quiere decir “YAWH salva” o “YAWH cura”.

 

 

¿Cuál es la causa primera de toda enfermedad?

 

“La causa primera es el pecado original que tuvo como efecto alterar la naturaleza humana y el ambiente natural del hombre.

Los pecados de todos los descendientes de Adán han confirmado y desarrollado esta alteración patógena de la naturaleza.

 

Las Escrituras y la Tradición nos enseñan que en el origen, cuando Dios creó al hombre, la enfermedad, el sufrimiento y la muerte no existían. Han sido introducidos por el pecado y desaparecerán cuando el pecado y sus efectos sean abolidos. Con todo, cada enfermedad no tiene al pecado como origen inmediato: sabemos en efecto que muchos santos han sido tocados por la enfermedad y por el sufrimiento, mientras muchos pecadores son inmunes. Los efectos del pecado están inscriptos en la naturaleza y los hombres los heredamos, nosotros sufrimos los efectos del pecado ajeno (por ejemplo, los niños pueden estar enfermos en el cuerpo o en la psiquis, a causa de la vida desordenada de los padres) así como los otros sufren los efectos de nuestros pecados. Las enfermedades, el sufrimiento y la muerte no existirán más al fin del mundo, cuando el pecado habrá sido abolido y toda la creación renovada”.

 

¿Cuál debe ser para el cristiano la actitud de fondo frente a toda pasión del alma?

 

“Los tres remedios fundamentales, más allá de las diferencias entre cada pasión, son la fe en Cristo, primera vertiente de toda enfermedad, la penitencia, gracias a la cual nosotros “rompemos” con el pecado, y la oración con la que pedimos a Dios la gracia sin la cual no podemos ser curados.

 

Esta gracia nosotros la recibimos ante todo por medio de los sacramentos, que están también ellos entre los remedios de base. En la terapia de las enfermedades espirituales, la lucha metódica contra los pensamientos malos (representaciones, recuerdos, fantasías y latidos) desarrolla igualmente un papel fundamental”.

 

 ¿Cuál es el significado profundo de la “oración del corazón” en la espiritualidad  ortodoxa?

 

“La oración del corazón, llamada también “oración de Jesús”, está caracterizada por la repetición incesante de una fórmula breve. Tradicionalmente: “Señor Jesucristo, Hijo de Dios, ten piedad de mí pecador”. Esta repetición está asociada a un método sicofísico que se funda sobre una experiencia plurisecular.

 

En Occidente ha sido conocida gracias a los Relatos de un peregrino ruso. Este “método” persigue tres objetivos principales: favorecer la continuidad de la oración y permitir al fiel responder a la recomendación de Cristo y de san Pablo de orar “en todo momento” (Lc 21, 36; I Tes 5, 17); hacer participar al cuerpo en la oración y permitirle recibir, con el alma, los beneficios; favorecer la concentración, el recogimiento y la atención. Pero esta forma de oración no debe ser confundida con una técnica: ella no tiene la pretensión de producir automáticamente efectos espirituales (los cuales permanecen un regalo gratuito de la gracia); es sólo una ayuda preciosa. Como se ve muy bien en la Filocalia, en la cual el método está expuesto, su práctica debe estar acompañada por la lucha contra las pasiones y por el ejercicio de las virtudes, en primer lugar aquellas de la penitencia y de la humildad. Y debe estar seguida por un padre espiritual de probada experiencia, formado en la tradición esicasta, siempre viva en la Iglesia ortodoxa, en particular sobre el Monte Athos”.

 

En Jesus, Años XXV, Nº 5, Mayo de 2003, Milán, Italia, San Paolo. Traducción P. Santiago Bonomini, ssp