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P. J. Ginés

 

Ocho razones de la cristofobia en Europa,

según un analista judío


Con rencores desde el 68, hoy tienen 60 años y ocupan el poder; no perdonan la caída del Muro ni los frutos de la democracia cristiana.

El periodista y politólogo norteamericano George Weigel se preguntaba en su libro “Política sin Dios” (www.edicionescristiandad.es ) por un fenómeno europeo que llama “la cristofobia”.

El nombre lo toma del jurista y académico judío J.H.H. Weiler. Y lo que le inquietaba lo formulaba así:

 

¿Por qué hay tantos reconocidos intelectuales europeos que son “cristofóbicos” como afirma el jurista internacional y judío practicante J.H.H. Weiler?

¿Cómo es que existen burdas caricaturas del cristianismo –por ejemplo, la burla con que una televisión presenta la Eucaristía como un bocadillo religioso, o a Cristo crucificado ofreciendo papel higiénico- que llegan a tolerarse en la cultura popular de un modo en el que jamás se tolerarían semejantes difamaciones del judaísmo o del Islam?

¿Por qué tantos gobernantes europeos han insistido en que la Nueva Constitución para Europa incluya un acto deliberado de amnesia histórica por el que se ignora deliberadamente –o más bien se niega- que durante más de quince siglos el cristianismo contribuyó a desarrollar en Europa una extraordinaria comprensión de los derechos humanos y de la democracia?

¿Por qué la cultura europea, además de su cristofobia, está tan enamorada del presente y se muestra tan despectiva con respecto a la tradición religiosa e incluso a la tradición civil, como ha señalado el filósofo francés Rémi Brague?

 

Para Weigel, católico norteamericano, la respuesta la tiene J. H. H. Weiler, judío nacido en Sudáfrica, director del Centro Jean Monnet y profesor de derecho en la School of Law de la Universidad de Nueva York.

La cristofobia es, en realidad, una red ideológica que impide reconocer que el cristianismo (con sus ideas, ética e historia) ha ayudado forjar en Europa un compromiso con los derechos humanos, la democracia y el imperio de la ley. Esta red tiene 8 elementos.

1- Achacar el Holocausto nazi al antijudaísmo cristiano

El hecho judío en las sociedades cristianas de Europa a menudo fue tratado sin respeto y con abusos. Sin embargo, el odio nazi a lo judío no tenía una base cristiana, sino racial, cientifista, eugenésica, materialista y neopagana, todo lo cual fue condenado por Pío XI y Pío XII. Pese a ello, intelectuales europeos achacan el horror de los hornos crematorios al pasado cristiano de Europa... y no a las ideologías modernas, ateas y totalitarias que la sumieron en las matanzas del siglo XX.

2- La mentalidad del 68 aún ocupa los sillones de poder

Sarkozy ha arrasado en Francia prometiendo acabar con mayo del 68. Los jóvenes “rebeldes” que entonces tenían 21 años hoy tienen sesenta. Han ocupado las cátedras universitarias, cargos políticos, círculos literarios, el mundo del cine...

Un director de cine, católico polaco, explicaba que en Europa Occidental veremos muy pocas películas de las que se hacen en Europa Oriental sobre las depuestas tiranías comunistas. Para circular por Europa, deberían acceder a los festivales de cine europeos: “uno lo controla un activista gay, otro un maoísta, otro un comunista del 68”. Ricos y poderosos, no dejan sus cargos a la siguiente generación.

La revuelta del 68 era rebelarse contra lo establecido, y la conciencia cristiana de Europa era una de esas cosas. Desde sus cargos, han difundido la cristofobia.

3 – Muchos no perdonan la caída del comunismo... y el papel que tuvieron los cristianos

Nunca una revolución pacífica llevó la democracia y la libertad a tantos países ni tantas personas. Fue la revolución de 1989, la caída del Muro de Berlín que empezó con los obreros de Solidarnosc confesándose en los astilleros de Gdansk.

En toda Europa Oriental, defensores de la democracia trabajaron codo con codo con cristianos: luteranos en Alemanio Oriental, católicos en Checoslovaquia y Polonia, checos de otras denominaciones... Juan Pablo II fue decisivo: el Telón de Acero se rasgó por Polonia. Era una revolución dirigida en gran parte por cristianos y dirigida contra el hipersecularismo comunista.

Los apoltronados de Mayo del 68, no precisamente líderes de la libertad frente al poder comunista, no han acabado de digerirlo.

4- Muchos guardan rencor a la antigua potencia de la democracia cristiana

La democracia cristiana fundó la Unión Europea creando la Comunidad del Carbón y el Acero. Gobiernos democristianos reconstruyeron Europa tras la II Guerra Mundial. Durante décadas, acapararon masas de votos en Italia y en Alemania. Los rivales políticos de esta fuerza no lo perdonan y no están dispuestos a reconocerlo en una Constitución Europea ni de ninguna otra forma.

5- En Europa todo es “o derecha o izquierda” y la derecha siempre está demonizada

No pasa en otras partes del mundo. Y desde luego no sucede de la misma forma en EEUU. Pero en Europa todas las realidades (y no solo la política) se clasifican en izquierdas y derechas. Y automáticamente la izquierda ha decidido que el cristianismo es de derechas, y por lo tanto le pegará etiquetas de xenófobo, intolerante, fanático, estrecho de miras...

6- Los laicistas y los “católicos disidentes” se unieron contra Juan Pablo II

Avivó la conciencia de los polacos y éstos rompieron el Telón de Acero. Defendió la democracia en Asia Oriental y Latinoamérica. Se expresó contra la guerra y el aborto. Llenó estadios de jóvenes. Dominó el uso de la televisión. Citaba los grandes filósofos del s.XX. Pero sus enemigos nunca le concedieron la categoría de moderno. Los de dentro y fuera del catolicismo insistieron en cargar contra él y la Iglesia que él fue haciendo crecer.

7- Sigue el mito de que la democracia europea nace sólo de la Ilustración

Los griegos y los romanos estaban bien. Después hubo al menos quince siglos de oscuridad, y por fin llegó la Ilustración. Esos quince siglos no habrían aportado nada a la democracia. Ni el concepto de persona, ni la limitación del poder de los reyes, ni las experiencias democráticas de la vida monástica, ni la idea de igualdad básica de todos los hombres y mujeres... nada de eso es interesante. La cristofobia implica que la historia de Europa empieza a “ser buena” desde la Enciclopedia.

8- A los papás del 68 les espanta ver que muchos de sus hijos se han hecho cristianos

Es una experiencia que Weiler y Weigel han visto, especialmente en Francia. Gurús del 68 ven a sus hijos adoptar una fe cristiana libre, gozosa, moderna. Ya se veía incluso en 1977, en el Día Mundial de la Juventud de París. Y en los que siguieron. La Europa laicista no puede asumir cosas como las muchedumbres jóvenes en Marienfeld, pasando una noche de frío a la intemperie para aplaudir a Benedicto XVI en una misa.

Todo esto hace que en Europa no haya solo una indiferencia hacia el cristianismo. En las capas intelectuales y de poder hay más: hay cristofobia. Cuando Sarkozy ha prometido acabar por el ectoplasma del 68, está hablando de dar paso a una nueva generación sin viejos rencores.