Tema 65. EL AMOR, FUERZA CREADORA Y TRANSFORMADORA DEL MUNDO

 

OBJETIVO CATEQUÉTICO

        Anunciar :

— que el poder, la fuerza y la construcción del mundo están asociados a la mansedumbre y al amor;

— que, a pesar del mal y destrucción que existe en el mundo, la creación llegará a su plenitud sólo por el Amor.

 

A la búsqueda de un amor que crea

49. El mundo es creado en virtud del amor. Y es destruido por la violencia y el odio. El amor se opone al odio como la creación a la destrucción. La vida humana se desarrolla en esa tensión. Para que el preadolescente pueda asumir sin serios condicionamientos una actitud creativa y transformadora, es preciso que él mismo, desde el nacimiento, se haya sentido acogido y amado. En la familia despierta el niño como hombre y se percata de que está con los otros. La familia es para él como el corazón del mundo, donde recibe los primeros cuidados, el primer cariño, la primera sonrisa. Como dice el poeta clásico: "¡Ay del niño a quien sus padres no han sonreído!" El amor es la fuerza creadora de la vida.

El verdadero poder consiste en crear, no en destruir

50. Se da fácilmente por sentado que no es el amor, sino la violencia quien conquista el mundo y lo domina, quien es capaz de estructurar, organizar, hacer el mundo tal cual ha de ser. Bajo diversas influencias, se acaba por identificar la fuerza con la violencia y el amor con la debilidad. La paradoja evangélica, sin embargo, estriba en la pretensión de que, por el contrario, el amor es poderoso, de que el poder verdadero no es violento, de que el hombre realmente fuerte es manso, y que el hombre violento no es tan fuerte como pretende o como quisiera serlo. El verdadero poder consiste en crear, no en destruir. Crear es signo y prueba de poder.

¿En dónde radica la verdadera fuerza y la eficacia?

51.Debemos examinar detenidamente en dónde radica la verdadera fuerza, la eficacia en las cosas de la vida, por ejemplo, en pedagogía o en política, y de modo más general en la totalidad de las actividades humanas: si en la mansedumbre o en la represión violenta, la destrucción y la matanza. Examinemos a este respecto la historia de nuestro siglo y hagamos balance. El balance de las dos últimas guerras mundiales, con diez millones de cadáveres la primera y cuarenta millones la segunda, no arroja precisamente un saldo positivo. Si el poder consiste en levantar montañas de cadáveres, no cabe duda entonces de que los promotores de semejantes matanzas son hombres poderosos.

Todavía continúa la pugna cósmica entre el el odio y el amor

52. La tensión entre las fuerzas de creación y de destrucción, de vida y de muerte, se halla inserta en el desarrollo del universo. El universo se transforma y madura en torno a nosotros bajo la influencia de ese doble movimiento, todavía oculto casi en su totalidad. Las fuerzas cósmicas de la creación han ido poco a poco integrando galaxias, luego estrellas y luego planetas. De modo semejante, el Amor ha debido enfrentarse con fuerzas enormes, fuerzas surgidas del pecado, fuerzas de distanciamiento y separación, para lograr primero familias, luego pueblos, después naciones y en un futuro más o menos próximo, supernacionalidades. Nos hallamos todavía en medio de una tensión donde continúa la pugna cósmica entre el odio y amor.

Dios es creador. Llamando a las cosas a la existencia hace triunfar el amor

53. El Dios que se manifiesta en la Escritura es un Dios Creador. Llamando a las cosas a la existencia, hace triunfar el amor. Coloca el amor en el origen mismo del ser. Manifiesta así lo que es verdaderamente poder, el poder de quien da la vida a los muertos y llama a las cosas que no son para que sean (Rm 4, 17). Creando el mundo por su palabra (Cfr. 2 Co 4, 6), triunfó sobre los poderes del caos (Gn 1, 2). Esta operación primera la continúa ejerciendo en sus criaturas: "En él vivimos, nos movemos y existimos" (Hch 17, 28).

Dios condena progresivamente toda violencia

54. Dios es amigo de la vida. Por ello, condena progresivamente toda violencia. Lo hace teniendo en cuenta las diferentes épocas en que vive su pueblo. Así se apropia la ley del Talión (Ex 21, 24), que representa un progreso considerable con respecto a los tiempos de Lamec, que se venga sin medida (Gn 4, 23-24). El Dios del Antiguo Testamento no es un Dios cruel, es un Dios con entrañas de misericordia. Se pone de parte del pueblo oprimido en Egipto (Ex 3, 9) y le exige un comportamiento semejante con el débil (Ex 23, 9). Dios se constituye, pues, en defensa de las víctimas de la injusticia humana, y, más en particular, del huérfano, de la viuda y del pobre (Ex 22, 20ss). A su vez, poco a poco irá diseñe. la figura única del siervo de Yahvé, que ha renunciado definitivamente a la violencia (Cfr. Is 53, 7; Temas 9 y 30).

Jesús es la Palabra creadora misma

55. Jesús es la Palabra creadora misma: "Todo se hizo por ella y sin ella no se hizo nada de cuanto existe" (Jn 1, 3). Jesús jamás destruye, no mata, no hiere a nadie. El consuela, cura, regenera, crea y recrea. El es esencialmente creador. Su misión es restauradora, redentora. Se emplaza en la perspectiva de Aquel a quien en el Espíritu llamamos Padre y que es creador de todos los seres.

Amar es prolongar la acción creadora de Dios

56. Amar es prolongar la acción creadora de Dios y el mayor de todos los mandamientos. Tal es la voluntad de Jesús: "Amaos los unos a los otros, como yo os he amado" (Jn 13, 34-35; cfr. 15, 12-17). De un extremo al otro del Nuevo Testamento el amor del prójimo aparece inseparable del amor de Dios: los dos mandamientos son la plenitud de la Ley (Mc 12, 28-33). Vienen a ser uno solo (Jn 15, 12; Ga 5, 14; 1 Jn 4, 20-21; 5, 2), que se extiende al enemigo mismo (Mt 5, 44). Este mandamiento, aunque antiguo por estar ligado con las fuentes de la revelación (1 Jn 2, 7ss), es nuevo: Jesús inaugura la era anunciada por los profetas, dando a cada uno el Espíritu que crea corazones nuevos. El amor, venido de Dios, vuelve a Dios. Amando a nuestros hermanos, amamos al Señor mismo (Mt 25, 40) y así se cumple en nosotros el plan creador y salvador de Dios. El amor es algo absoluto y constituye lo único que permanecerá eternamente (Cfr. 1 Co 13, 8-13). Sobre esta base se levanta ya el mundo futuro.

La fuerza del amor se impondrá al fin

57. Jesús, como los profetas de Israel y el Apocalipsis, anuncia que, formalmente, el dominio de mundo no estará en mano de los violentos, sino que pertenecerá a todos aquellos que hayan cooperado a la acción creadora de Dios, acción que opera poderosa y mansamente. La mansedumbre es verdaderamente fuerte; ella alcanzará al fin la victoria y dominará la tierra: "Bienaventurados los mansos, porque ellos poseerán la tierra" (Mt 5, 4). En la pugna entre el amor y el odio, la fuerza del amor se impondrá al fin.

El amor creador obliga a la transformación de la naturaleza y de las estructuras sociales, mediante el conocimiento científico y la técnica

58. El amor creador, hablando en general, no puede dispensarnos hoy de conocer científicamente tanto la naturaleza como las estructuras sociales y, desde este conocimiento, ponerlas al servicio de un mundo más humano. El amor, si es creador de veras, no es un vago sentimiento ni se contenta con buenas intenciones. El amor creador no huye de la realidad; la asume seriamente, busca conocerla del modo más objetivo posible, eliminando toda ilusión y proyección sobre ella, que la deformen al servicio de intereses y apetencias egoístas.

La ciencia y la técnica sin amor deshumanizan el mundo y la soeiedaa; pero el amor ha de valerse del saber científico y de la técnica para desplegar su fuerza creadora. En particular, aunque el amor procure primariamente el crecimiento y liberación de las personas, será necesario, aun para lograr este objetivo, mejorar y, a veces, cambiar las estructuras sociales, dentro de las que se realizan en una gran medida ese crecimiento y esa liberación.