ARTÍCULO ÚNICO.-ALGUNOS PROBLEMAS CONCRETOS

 

Tema 64. EL MAL EN EL MUNDO. EL MUNDO QUE OCULTA LA GLORIA DE DIOS

 

OBJETIVO CATEQUETICO

            Anunciar:

— que el mal oscurece, degrada y amenaza la creación. Nos encontramos en un mundo que oculta la gloria de Dios creador;

— que sólo el Evangelio es el poder de Dios capaz de salvar su creación.

 

La tentación ante la experiencia del mal

40. De una u otra forma y en mayor o menor grado, empieza a experimentar el preadolescente el sufrimiento, la injusticia, la enfermedad y aun la muerte. En una palabra, le sale a su encuentro, como a todo hombre, la experiencia del mal. La observación del mal en el mundo y, sobre todo, los ataques del mal en la propia carne nos ponen al borde de nosotros mismos y nos sugieren la sospecha de que el fundamento último de lo real es irracional y sin sentido, que en su origen no hay un ser personal que ame su obra y la guarde y dirija conforme a las exigencias del sentido y del bien. La experiencia del mal parece negar una fundamental proclamación bíblica: el mundo y la vida son don de Dios, y sugieren una objección dirigida al propio corazón de la fe: Dios es amor. En este contexto, resuena la proclamación bíblica (Gn 2-3) de que Dios no es culpable del mal que hay en el mundo: la raíz más profunda de la miseria humana no está en Dios, sino en el hombre mismo (Cfr. Tema 24).

Este no es el mundo querido por Dios

41. Según la Escritura, el mundo de nuestra experiencia es un mundo oscurecido, degradado por el pecado. En un mundo que —en cuanto salido de las manos de Dios— es bueno (Gn 1 y 2), se ha introducido el pecado del hombre (Gn 3). Con ello, se muestra no sólo cómo vino el pecado y el mal al mundo, sino cómo viene todavía hoy. El pecado contamina la tierra y hace que ésta sea, en realidad, maldita (Gn 3, 17-18). En el nombre de Dios, los profetas condenan las abominaciones del pueblo, que profanan su mundo ambiente (Jr 7, 20; 9, 10ss; Ez 6, 14; Is 13, 9-11). Denuncian las diferencias escandalosas entre ricos y pobres, la opresión que sufren los débiles, la rapacidad de los poderosos, la ambición de los acreedores sin entrañas, los fraudes de los comerciantes, la venalidad de los jueces, la avaricia de los sacerdotes y falsos profetas, la tiranía de las clases dirigentes, la persecución del propio provecho a cualquier precio en los más pequeños y en los más grandes (Is 3, 15; Am 2, 8; 6, 1-7; 5, 7-13; 8, 5; Mi 3, 11; Is 3, 2ss; Jr 6, 4ss). Este no es el mundo querido por Dios.

La fuerza del pecado en nuestro mundo

42. Conoceremos mejor la fuerza destructora y envilecedora del pecado si vemos sus consecuencias en nuestro mundo contemporáneo. Los conflictos sociales han llegado a tomar dimensiones mundiales. Mientras la riqueza, el poder y la cultura se acumulan en una pequeña parte de la humanidad, la mayor parte de ella está "privada de casi todas las posibilidades de iniciativa personal y de responsabilidad, y aun muchas veces incluso viviendo en condiciones de vida y de trabajo indignas de la persona humana" (PP 9; cfr. GS 63). "Los pueblos hambrientos interpelan hoy, con acento dramático, a los pueblos opulentos. La Iglesia sufre ante esta crisis de angustia y llama a todos para que respondan con amor al llamamiento de sus hermanos" (PP 3). Las aspiraciones legítimas de muchos hombres quedan defraudadas. "Hacer, conocer y tener más para ser más: tal es la aspiración de los hombres de hoy. Y, sin embargo, gran número de ellos se ve condenado a vivir en' condiciones que hacen ilusorio este legítimo deseo" (PP 6). Con ello, queda truncado el desarrollo integral del hombre y queda dividido, desgarrado y enfrentado en sí mismo con violencia extrema el propio hombre.

Un mundo que oculta la gloria de Dios Creador

43. Un mundo oscurecido y desfigurado por el pecado oculta la gloria de Dios Creador (Cfr. Rm 3, 23). El sentido del mundo y de las cosas y la verdad de Dios están aprisionados en la injusticia de los hombres.

Como dice San Pablo: "La cólera de Dios se revela desde el cielo contra la impiedad e injusticia de los hombres que aprisionan la verdad en la injusticia; pues lo que de Dios se puede conocer está en ellos manifiesto: Dios se lo manifestó. Porque lo invisible de Dios, desde la creación del mundo, se deja ver a la inteligencia a través de sus obras" (Rm 1, 18-20).

El mal en la naturaleza, interrogante sobre la actividad creadora de Dios

44. Además del pecado y de sus consecuencias, en el individuo y en la sociedad, hay en el mundo otros males como inundaciones, terremotos, pestes y demás, que no podemos atribuir a una intervención humana. Estos males surgen por factores puramente naturales. Juzgamos de ordinario sucesos de tal naturaleza como males, porque causan algún mal al hombre. Pero independientemente de los males que al hombre puedan producir, nos es difícil soslayar el pensamiento de que tales sucesos llevan consigo algo así como destrucciones, despilfarros de seres y energía y también callejones sin salida en el curso de la naturaleza. Tales sucesos pueden hacernos vacilar en la convicción de que el curso entero del universo está dirigido inteligentemente hacia su bien, conforme a un plan preconcebido. Aunque no del mismo modo como el pecado oculta la gloria de Dios, en cierto sentido también estos otros males ponen a veces para nosotros sobre la actividad creadora y providente de Dios un interrogante.

El dualismo, respuesta al problema del mal, rechazado por la fe cristiana

45. A lo largo de la historia de las religiones y del pensamiento, se ha tratado de encontrarle a este enigma y escándalo del mal una salida demasiado fácil, el dualismo: la creencia de que dos principios igualmente originales han producido todos los seres; el Dios bueno habría producido todo lo bueno y su oponente, el principio malo, todo lo malo. Frente a todo dualismo, la Iglesia ha sostenido constantemente su fe en un único Dios creador de todas las cosas desde la nada. La acción creadora de Dios termina en el ser y bien de las cosas creadas. Lo que "hay" de malo en ellas es algún fallo o defecto que las afecta. Por ello, el mal no puede surgir en el mundo por una acción paralela a la acción creadora de Dios. La razón del mal, como tal, hay que buscarla en la limitación y debilidad de las cosas creadas.

El mal, riesgo de la creación

46. Los seres creados por Dios desde la nada pueden o bien decaer, entrar en un callejón sin salida, o bien avanzar realizando aquellas virtualidades que les son propias o que Dios les ofrece de nuevo gratuitamente. La creación lleva consigo, por decirlo así, un riesgo. En la creación, Dios, movido por un amor sobreabundantemente generoso, acepta el riesgo que trae crear muchos y diversos seres: la exclusión de unos seres por otros. En el caso del hombre, éste es un riesgo señalado. Al crear al hombre para una verdadera comunidad de amor en Dios, tenía que crear Dios libre a cada hombre, con su propio centro de conciencia y de interés y con su propia perspectiva sobre el universo y, por consiguiente, correr el riesgo de que el hombre, individual y colectivamente, se cerrase sobre sí mismo y acabase perdiéndose a sí y perdiendo al mundo. Dios, creando seres diversos de sí mismo, se expone de veras. No hay amor generoso dirigido a seres creados sin exposición y riesgo.

Dios vence el mal a fuerza de bien

47. A pesar del riesgo del mal en el mundo, Dios no deja de crear. No deja vencer por el mal, sino vence al mal a fuerza de bien (Cfr. Rm 12, 21). Dios no abandona el mundo a su propia suerte. Regresiones, callejones sin salida, fallos y logros parciales a costa de grandes pérdidas no pueden ni siquiera detener el impulso hacia adelante del proceso de la creación. La acción creadora tiene por objetivo el establecimiento del Reino de Dios, en un cielo nuevo y en una tierra nueva. Dios, según este designio previo, sustenta y dirige su obra hacia su plena realización, en la consumación final de todas las cosas. El creyente hace frente al enigma y escándalo del mal desde la promesa de Dios: "Mirad, yo voy a crear un cielo nuevo y una tierra nueva; de lo pasado no habrá recuerdo ni vendrá pensamiento, sino que habrá gozo y alegría perpetua por lo que voy a crear" (Is 65, 17-18; cfr. Ap 21; 2 P 3, 13).

En el Evangelio se manifiesta ya ahora la justicia de Dios, puesta en entredicho por el mal en el mundo

48. Dios, por el poder salvador del Evangelio, ha iniciado ya la salvación definitiva del hombre y del mundo caído. No es el Evangelio únicamente un anuncio de la salvación venidera, sino el poder mismo de Dios que ya desde ahora lleva a la salvación. "En él se revela la justicia de Dios" (Rm 1, 17). En Cristo, Dios es fiel a su obra creada, la reduce a su señorío liberador, la salva. De este modo, el Evangelio muestra la justicia de Dios en un mundo que se ha separado de Dios por el pecado del hombre y, sin embargo, le pertenece inalienablemente por la creación.

Unicamente puede el hombre vencer el escándalo del mal que pone en entredicho la justicia y la gloria de Dios, si por la fe se entrega al designio salvador de Dios, a su gracia y sabiduría.