CUARTA PARTE: CRISTO NOS DESCUBRE EL MISTERIO DEL MUNDO

DE LA CREACIÓN A LA NUEVA CREACIÓN

CAPITULO I. Entre el don y la esperanza.

Tema 60.-Introducción: De la creación a la nueva creación.

CAPITULO II. Cristo nos descubre el misterio de la creación.

Tema 61.-La creación, regalo de Dios.

Tema 62.—En el encuentro con Cristo hemos sido nuevamente creados.

Tema 63.-El Espíritu, consumador del mundo.

Artículo único.—Algunos problemas concretos.

Tema 64.—El mal en el mundo. El mundo que oculta la gloria de Dios.

Tema 65.—El amor, fuerza creadora y transformadora del mundo.

Tema 66.—Nuestra fe cristiana ante un mundo en génesis. El gozo del descubrimiento. La ciencia y la técnica de nuestro mundo.


 

DE LA CREACIÓN A LA NUEVA CREACIÓN

CAPITULO I. ENTRE EL DON Y LA ESPERANZA.


OBJETIVO CATEQUETICO

Que el preadolescente descubra:

 

Tema 60. INTRODUCCIÓN: DE LA CREACIÓN A LA NUEVA CREACIÓN

 

OBJETIVO CATEQUÉTICO

  • Descubrir que, a lo largo de su vida, de su pasado a su futuro, el creyente marcha confiado y esperanzado por el camino de la fe y de la conversión.

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    DE MI PASADO A MI FUTURO

    En una relación nueva con respecto a Dios, a los demás, al mundo y a sí mismo

    1. El hombre, en una u otra forma, se realiza en relación con Dios, los otros y el mundo. El hombre, para poder ser lo que es, ha de entrar en relación con las cosas mediante el conocimiento y el trabajo, por ejemplo; pero previamente a cualquier relación de esta naturaleza, el hombre está ya en el mundo y es, en cierto modo, uno entre los demás seres del universo. El espíritu emplaza al discípulo de Cristo en una nueva manera de vivir en el mundo. La fe proyecta su luz y abre perspectivas inéditas y originales sobre el mundo en que vive el hombre y sobre las relaciones del hombre con el mundo de las cosas.

    Estamos en cambio en medio de un mundo que se transforma

    2. El preadolescente está dejando de ser niño y en camino hacia su juventud y madurez. El preadolescente camina, como todo hombre, desde un pasado a un futuro a través de un presente siempre en movimiento. Y como todo hombre, en cada momento presente cuenta con su pasado para proyectar su futuro. Pero, además, empieza a ser consciente de que vive en un mundo y en una historia que se encamina también desde un pasado hacia un futuro. Al preadolescente empieza a preocuparle, ante todo, su futuro y el futuro del mundo en el que se desarrolla su vida.

     

    • POR EL CAMINO DE LA FE Y DE LA CONVERSIÓN

    De la creación a la nueva creación

    3. En la Historia de la Salvación, pasado y futuro están en íntima conexión y determinan el presente. El creyente vive de la esperanza en el cumplimiento futuro de la salvación de Dios, porque se apoya en las promesas y maravillas que Dios hizo en el pasado en favor de los suyos. Dios será "el último, porque ha sido "el primero"; y es "el primero", porque habrá de ser "el último" (Cfr. Is 40-55). El creyente sabe por la fe que el mundo, en el que vive el hombre y del que forma parte, es radicalmente obra de Dios, obra del amor de Dios, don de Dios (Creación). En el origen de todas las cosas está el amor gratuito y libre de Dios. Obra de Dios es, incluso, nuestra capacidad de transformar el mundo en que vivimos y de superarnos.

    La Palabra de Dios ilumina no sólo el pasado, sino también el futuro del hombre y del mundo. Dios le ha prometido al creyente llevar toda la realidad creada a su plenitud en Cristo (Nueva Creación). Quien por amor está en el origen de todo, aguarda, también, con la plenitud de su salvación, al hombre y al mundo en el último futuro. Por ello la vida cristiana es vida de esperanza. Tanto en Israel como en la Iglesia, la alabanza y la acción de gracias al Señor por sus maravillas en el pasado y la esperanza ante el futuro prometido por El son actitudes, íntimamente unidas entre sí, de la vida actual de fe del creyente y están motivadas por la presencia y la acción de Dios en el corazón de la historia. En último término, la vida del hombre se inscribe en la Historia de la Salvación, cuyo comienzo y consumación está en el misterio insondable del amor de Dios.

    El creyente, en situación de éxodo, en camino

    4. En la historia de Israel, la vida nómada, que precede a la instalación en la tierra de Canaán, encierra un significado profundo: manifiesta la condición peregrina del hombre sobre la tierra. La vida nómada es símbolo de la condición propia del hombre que nace a la fe. Está en situación de éxodo, se encuentra en camino. Permanece nómada de corazón, extranjero y peregrino sobre la tierra. Está disponible para seguir el camino que Dios le propone. Está en marcha, esperanzado hacia la plena comunión con Dios, hacia la vida eterna.

    El pasado como don de Dios

    5. Para el creyente, la creación no constituye primariamente un objeto de especulación sobre los orígenes del mundo y sobre su propio origen. La creación, además de darle a conocer al creyente quién es el Dios comprometido con su obra desde el principio y ofrecerle, de este modo, fundamento inconmovible para la esperanza en el futuro prometido por Dios, le da motivos para, desde la fe, apreciar el mundo y la vida fundamentalmente como don de Dios y vivir desde esa apreciación: don de Dios encomendado al hombre, para que el mundo y la vida sean ordenados por él a Dios. Esta perspectiva veterotestamentaria de la creación queda confirmada, iluminada y completada por el misterio de Jesús y su victoria sobre el pecado y la muerte (Hch 2, 22ss). En Cristo el mundo y el hombre encuentran su consistencia y esperanza (Col 1, 17; Hch 4, 12).

    El futuro, vivido con esperanza

    6. Asimismo, el creyente vive desde la fe el futuro con esperanza. La Revelación de las postrimerías del hombre tampoco está destinada a servir a la pura especulación; quiere iluminarle su futuro al creyente desde la voluntad de salvación de Dios. No se trata, pues, de un futuro cualquiera, sino del futuro colmado por la plenitud reservada a los hijos de Dios, hacia la que está orientada toda la creación (Rm 8, 19).

    El mundo y la vida, desde la conversión

    7. El modo como la fe ve la vida y el mundo está relacionado con la conversión del hombre. Para la conversión no basta la pura especulación intelectual. El cambio de mentalidad, exigido por la fe, afecta a toda la personalidad del creyente y no sólo a su razón. Este estado de cosas implica que el hombre teórico, el hombre de la razón pura, debe realizar un profundo cambio de perspectiva, al adquirir una visión cristiana del mundo. Debe reconocer, además, que tal visión le viene dada en la medida en que él mismo se vuelve a Dios con todo su corazón (Dt 6, 4; Mt 22, 37).