Tema 15. AÑOS DE VIDA OCULTA DE JESÚS

 

OBJETIVO CATEQUÉTICO

-Que el preadolescente descubra cómo los años oscuros de Jesús se desarrollan bajo el signo de lo cotidiano participando plenamente de la condición humana.

-Que el preadolescente experimente esta encarnación de Cristo como una presencia redentora y liberadora en nosotros, que nos cura, nos vivifica y nos salva de nuestra pobreza y oscuridad.

 

La Pascua de Cristo, en el primer plano del Evangelio

31. Los años de vida oculta constituyen una amplia etapa en la vida de Jesús. Desde el nacimiento en Belén hasta el bautismo en el Jordán. Casi toda su vida. Con todo, no es esta etapa, sino el acontecimiento de la Pascua, lo que ocupa el primer plano del Evangelio. La primera indicación que hallamos en las capas más antiguas; del Nuevo Testamento no se refiere a su juventud, ni siquiera al curso general de su vida, sino a lo que fue culminación de su existencia: su muerte y su liberación de ella por obra de Dios Padre, es decir, su Resurrección. Lo que cuenta ante todo es que ahora vive. Este acontecimiento ilumina toda la vida de Jesús. Pero, los evangelistas no han tenido especial preocupación por narrar con detalle todos los sucesos de la vida del Señor.

Escasez de datos sobre los años de vida oculta de Jesús

32. Podríamos preguntarnos si no sería deseable que estuviésemos mejor informados sobre algunos pormenores históricos en torno a los años ocultos de Jesús. En efecto, el conocimiento de un personaje histórico parece exigir, y más en nuestra mentalidad de hoy, una información amplia sobre los orígenes de su formación espiritual y cultural. Ya en los primeros siglos se sintió la necesidad de llenar esta laguna inventando leyendas acerca de la infancia de Jesús (Evangelios apócrifos). Es una curiosidad inspirada por el amor y deseo de conocer mejor al Señor.

No es un obstáculo a nuestra fe

33. En definitiva, la escasez de datos sobre los años ocultos de Jesús no es impedimento para nuestra fe. Los Evangelios no tratan simplemente de construir una biografía en el sentido moderno de esta palabra, como si se pretendiera fundamentalmente ofrecer información sobre alguien que vivió y murió. Los Evangelios nos hablan, ante todo, de alguien que ha vencido a la muerte. Los evangelistas nos aportan unos hechos históricos que poseen en sí una fuerza salvadora que afecta a todos los hombres y que, por tanto, constituyen el objeto de un Mensaje permanente que nos es comunicado por alguien que vive.

Condición humana de Jesús: Pobre de Yahvé. Familia, nacimiento, costumbres

34. Es importante destacar que no es sólo la escasez de datos lo que hace oscura esa larga etapa de la vida de Jesús, sino, sobre todo, las circunstancias de su vida. Jesús, como los "pobres de Yahvé", vivió oscuramente.

María no es más que una humilde mujer aldeana, "la esclava del Señor"; pero, sin embargo, sobre ella descansa la gloria de Dios. El nacimiento de Jesús tiene lugar en medio de unas condiciones relativamente dramáticas; sin embargo, los ángeles del Señor cantan su gloria. Jesús y María se atienen a todas las costumbres cultuales y rituales de Israel, manteniendo su condición de pobres; pero los herederos de los "pobres de Yahvé", en quienes las esperanzas de salvación están siempre tan vivas, saben reconocer al rey mesiánico, que es la luz del mundo.

Obediencia, maduración. Bajo el signo de lo cotidiano

35. Jesús se pierde entre la muchedumbre y anuncia a sus padres, extrañados, algo de la grandeza de su misterio personal "¿No sabéis que yo debía estar en la casa de Padre?" (Le 2, 49); luego se sumerge en la obediencia cotidiana y en una vida sencilla durante muchos años. No sabemos ya nada de él, a no ser que, por haberse asemejado tan profundamente a sus compatriotas, suscitó la incredulidad general cuando empezó a revelarse como profeta (Le 4, 16-30).

Bajo la figura del siervo

36. Los capítulos que dedica Lucas a la infancia de Jesús muestran como en parábola, ejemplificado, aquel versículo del Magnificat: "Derriba del trono a los poderosos y enaltece a los humildes" (Lc 1, 52). Son las

"Deduce en cuánto te tasó..."

palabras que resumen la fe de los "pobres de Dios". La oscuridad en la vida de Jesús se explica, por tanto, de la siguiente manera: Es el heredero de los pobres, su figura más perfecta, el siervo descrito por Isaías en los capítulos 52-53. El mesianismo de Jesús es el de este Siervo de Yahvé.

37. Muchos creyentes han comentado con admiración la oscuridad mesiánica de Jesús. Citamos algunos: "Deduce, de todo lo que se dejó hacer por ti, en cuánto te tasó, y así su benignidad se te hará evidente por su humanidad. Cuanto más pequeño se hizo en humanidad, tanto más grande se reveló en su bondad; y cuanto más se dejó envilecer por mí, tanto más querido me es ahora. 'Ha aparecido, dice el Apóstol, la bondad y la humanidad de Dios, nuestro Salvador'... Grandes y manifiestas son la bondad y la humanidad de Dios, y gran indicio de benignidad reveló quien se preocupó de añadir a la humanidad el nombre de Dios" (San Bernardo).

Se sometió a la condición de aquellos a quienes amaba

38. "El Hijo del Hombre vino en persona a la tierra, se revistió de humanidad y sufrió voluntariamente la condición humana. Quiso someterse a las condiciones de debilidad de aquellos a quienes amaba, porque quería ponernos a nosotros a la altura de su propia grandeza" (Clemente de Alejandría).

La densidad de la condición humana, modo concreto de la encarnación

39. Conocida es la frase de San Ireneo: Dios se encarna a fin de habituarse al hombre y que el hombre se habitúe a Dios. San Ireneo quiere indicar que Dios se hace humano, para que el hombre se haga divino. Pero este intercambio no es algo abstracto, sino bien concreto. La encarnación es verdaderamente la humanización de Dios en su Hijo. No puede haber encarnación si el Hijo no entra en toda la densidad de la condición humana.

La etapa de los años de vida oculta, exigencia de la Encarnación

40. Los años de vida oculta de Jesús nos invitan a pensar en su humanidad concreta: él fue realmente hombre, con todas las limitaciones que lleva consigo. Como dice San Juan, "la Palabra se hizo carne" (Jn 1, 14). Más allá de toda apariencia y docetismo, Jesús tiene toda la realidad de nuestra condición y, en ella, vive la lenta maduración que exige nuestro destino humano. Los años de oscuridad y de maduración de que habla San Lucas, nos hacen desconfiar una vez más de toda invención o fábula que venga a escamotear el "escándalo" de la Encarnación (Cfr. 2 Jn 1, 7): Jesús de Nazaret nos ha proporcionado el rostro humano de Dios, asumiendo la condición más común de los hombres.

Hubiera sido un extraño

41. Si hubiera utilizado sus poderes sobrenaturales en beneficio propio, para su propio interés, no habría sido totalmente uno de nosotros, no habría participado plenamente de la condición humana. No habría sido un compañero nuestro. Habría hecho trampa, valga la expresión: un Dios que viene a nosotros por un tiempo limitado y se toma la libertad de escapar a las leyes de la existencia humana. Hubiera sido un extraño.

"Jesús iba creciendo en sabiduría, en estatura y en gracia ante Dios y los hombres"

42. Los años de vida oculta de Jesús y su condición de Siervo nos revelan, de forma incomparable, la humanidad del Hijo de Dios: hasta qué punto se hizo uno de nosotros, "en todo exactamente como nosotros, excepto en el pecado" (Hb 4, 15). Como un niño cualquiera de su edad, "Jesús iba creciendo y robusteciéndose, y se llenaba de sabiduría; y la gracia de Dios le acompañaba" (Le 2, 40). Tras el episodio del templo, hecho que manifiesta el despertar de la más sublime vocación (2, 49), Jesús baja con sus padres a Nazaret y vive sujeto a ellos (2, 51). El "iba creciendo en sabiduría, en estatura y en gracia ante Dios y los hombres" (2, 52).