Tema 6. NOS ENCONTRAMOS CON CRISTO EN LA TENTACIÓN: CUANDO EN LAS ENCRUCIJADAS DE LA VIDA ACEPTAMOS LA LLAMADA DE DIOS

 

OBJETIVO CATEQUÉTICO

 

En situación de encrucijada ¿Dónde está la seguridad? ¿Qué hacer?

96. Las dificultades del momento evolutivo que atraviesa (soledad, confusión, inseguridad...) colocan al preadolescente de forma más o menos consciente, en una profunda situación de encrucijada: ¿Dónde está la seguridad? ¿Dónde está la vida? ¿Dónde está Dios? ¿Aparece por alguna parte? ¿Qué quiere decir eso de que Cristo es el camino, la verdad, la vida? ¿Qué hacer?

La búsqueda de la seguridad, una constante en la vida humana. Una encrucijada para todo hombre: Dios o los ídolos

97. El preadolescente puede ir descubriendo que esa búsqueda de la seguridad es una constante en la vida de los hombres. El hombre comúnmente no soporta la inseguridad. Por ello desea prepararse para llevar una vida más humana en el futuro. Pero, a veces, como el pueblo de Israel, prefiere ser esclavo a vivir inseguro. Entonces busca asegurar su vida por doquier. De cualquier modo, a cualquier precio, como sea. Asegurar todo lo asegurable. Y aparecen en el horizonte humano los ídolos, que hacen sus propias ofertas. Abiertamente o no, todo hombre se encuentra una y otra vez ante la encrucijada: Dios o los ídolos.

La tentación en el desierto, una experiencia que se repite. De Israel a Jesús

98. Los evangelios nos hablan de tentaciones en el desierto. Es significativo que se hable del desierto. Este es, en efecto, el lugar del encuentro con Dios y también de la tentación. Jesús reproduce la peregrinación por el desierto del pueblo de Israel. El pueblo fue tentado en el desierto y sucumbió a la tentación. Jesús la resiste con la misma naturalidad con que posee el Espíritu, mediante palabras tomadas de la situación de Israel (Dt 8, 3; 6, 16; 6, 13).

Israel y Jesús, frente a frente. ¿Dónde estamos nosotros?

99. Donde el pueblo olvidó entonces su misión y, de espaldas a Dios, deseaba volver a las ollas de Egipto, dice Jesús que el hombre vive también de toda palabra que sale de la boca de Dios.
Donde el pueblo quiso tentar a Dios y arrancarle un milagro, se niega El a ófrecer un aparatoso espectáculo.
Donde el pueblo se afanó por los ídolos del mundo, rechazó Jesús el señorío mundano que el diablo le ofrecía en compensación si se postraba ante él.

La escala de valore invertida: no éxito sino servicio y una alegría nueva en el mundo

100. Obrar un milagro en provecho propio, pedir a Dios un espectáculo exterior impresionante, pretender dominio terreno: he ahí tres caminos que El no quería seguir. Son tres cosas al alcance de quienes quieren triunfar. Jesús sabía que había venido a invertir la escala de los valores. Lo que en el mundo pasa por sabiduría y gloria, es lo que El precisamente tenía que evitar. Por ello dice a Pedro, que no acepta el primer anuncio de la Pasión: "Tus pensamientos no son los de Dios, sino los de los hombres" (Mt 16, 23). El bautismo de Jesús no significaba éxito, sino servicio. Permanecer fiel a su misión fue todo su gozo. Un gozo nuevo en nuestro mundo. Y he aquí que vinieron ángeles y le servían.

La tentación del pan, obstáculo en el camino de Cristo. "No solo de pan vive el hombre"

101. La primera tentación se refiere al pan (Mt 4, 2-4). Como toda tentación, pone a prueba la fe. Jesús es el Hijo de Dios y confía en su Padre; y es, además, el Siervo de Yahvé al servicio de todos los hombres (Cfr. Mt 3, 16-17; Is 42, 1). Jesús es tentado en su confianza en Yahvé, así como en su misión. Jesús percibe que en este caso el pan, la seguridad del pan, es un obstáculo tanto en su camino de Siervo como en su condición de "Hijo amado en quien se complace el Padre". La actitud profunda de Cristo aparece breve y claramente delineada en las siguientes palabras: "No sólo de pan vive el hombre, sino de toda palabra que sale de la boca de Dios" (Mt 4, 4).

Tras la experiencia de Egipto, Israel se sintió a sí mismo como el primogénito de Yahvé (Ex 4, 22-23). Pero Israel, ¿confiaba en Yahvé?

102. Estas palabras del Deuteronomio, utilizadas por Jesús, aluden a la circunstancia en que el pueblo a través del desierto se ve acosado por el hambre y la sed. Según él Deuteronomio, Dios intentaba probar a Israel, humillarle por el hambre, que apareciera, si de hecho Israel se fiaba de su Dios, lo que había en su corazón (Cfr. Dt 8, 2-5). De hecho, los israelitas reaccionaron con un intento de "probar" y "tentar" al mismo Dios (Ex 17, 2). Forzaron a Moisés a pedir a Dios un "signo" y plantearon, faltos de fe, la cuestión: "¿Está el Señor entre nosotros?" (Ex 17, 7). Las pruebas que de sí mismo les había dado Dios anteriormente, no habían arraigado suficientemente en su corazón.

La tentación del alero del templo, provocación de una situación limite, como solución al problema de fondo: ¿Está Yahvé con nosotros o no?

103. La segunda tentación (Mt 4, 5-7) es ligeramente diferente de la primera. En el fondo coinciden, porque ésta es también una prueba de la fe. De hecho, supone un momento de profunda turbación, como el que aparece en la interpelación que el profeta Jeremías hace a Dios: "¡Ay! ¿Serás tú para mí como un espejismo, aguas no verdaderas?" (Jr 15, 18). Esta tentación, sin embargo, consiste en provocar una situación límite para ver si Dios le saca al hombre de ella y resolver así la inquietante pregunta: ¿Está el Señor entre nosotros o no? (Ex 17, 7).

Tentar a Dios, falsa solución. "No tentarás al Señor, tu Dios"

104. Jesús descalifica a quienes, para creer, exigen un signo, y éste espectacular (Me 8, 12; Jn 6, 30-31; Lc 11, 29; 17, 20). Percibe que todo eso es tentar a Dios, desconfiar de El, utilizarle para seguridad propia. Jesús acepta los signos que el Padre le ordena hacer, no exige otros (Jn 14, 10. 31). Su actitud es firme y remite también aquí a la experiencia histórica de Israel: "No tentaréis al Señor vuestro Dios" (Dt 6, 16).

La tentación del triunfo personal, camino desechado por Dios para salvar al mundo. "Al Señor, tu Dios, adorarás, sólo a El darás culto"

105. La tercera tentación se refiere al triunfo personal (Mt 4, 8-10), según lo que el mundo entiende por triunfar. Pero no es ese el signo que El tiene que dar al mundo, sino este otro: el signo del amor de Dios en la figura del Siervo de Yahvé, es decir, manifestar el amor de Dios al mundo, siendo El, el Hijo amado, el servidor de todos (Rm 5, 8; 1 Jn 4, 10). También esta tentación remite a la historia de Israel. A pesar de que estaba ya avisado (Dt 6, 10-12), el pueblo hizo de la tierra prometida un lugar de instalación idolátrica. Olvidó a Yahvé que le sacó de Egipto, pues por encima de todo buscaba la prosperidad material. La actitud de Jesús supone que sólo Dios debe ser buscado con todo el corazón. "A Yahvé, tu Dios, servirás, sólo a El le darás culto" (Dt 6, 13).

Confianza en el Padre. "Buscad primero el Reino de Dios y su justicia; y todo lo demás se os dará por añadidura"

106. La actitud de Cristo ante la encrucijada de la tentación manifiesta el verdadero corazón de su evangelio: la confianza incondicional en el Padre, que no ha abandonado al hombre, sino que continúa cerca de él. "No andéis agobiados pensando qué váis a comer, qué váis a beber o con qué os váis a vestir. Los gentiles se afanan por esas cosas. Ya sabe vuestro Padre celestial que tenéis necesidad de todo eso. Sobre todo buscad el Reino de Dios y su justicia; lo demás se os dará por añadidura" (Mt 6, 31-33). Poder vivir esta confianza ya es don de Dios, don del Espíritu, signo de que su reino está en medio de nosotros. Confiar en el Padre es la gran certeza que el mundo necesita para poder sobrevivir a la caída de sus falsas seguridades.