1. Semblanza: ¿Quién fue Catalina?

 

Datos biográficos, personalidad femenina, perfil espiritual y dimensión apostólico-dominicana de su vida.

    Vamos a tomar un primer contacto, limitándonos a señalar los datos más relevantes de su biografía, particularmente aquellos que influyeron en la conformación de su personalidad y que dieron a su vida el impulso evangélico que la caracterizó y que fue, progresivamente, haciendo de ella la mujer, la santa, la dominica, la hermana, la consejera y amiga de sus contemporáneos, y por qué no también, nuestra.

    Catalina nació en el año 1347, el 25 de marzo, ese año, coincidía con el Domingo de Ramos[4], en el barrio de Fontebranda, en Siena, concretamente en la casa de Jacobo Benincasa, tintorero de pieles y de Lapa Piacenti. Matrimonio honrado que vivía holgadamente. Es la vigésima cuarta hija de los veinticinco hijos de Jacobo  y Lapa. Fue gemela con Giovanna, que murió poco después. Su madre, la crió personalmente, cosa que no pudo hacer con los otros hijos a causa de sus frecuentes partos, y que en cierta manera la vinculó más a ella, sobre la que quiso ejercer una influencia excesiva, a considerar por los hechos.  Su padre era un hombre devoto, del que Catalina heredó la piedad sincera y la dulzura. Era pacífico y no toleraba palabras fuertes, juicios ni conversaciones groseras. Su madre, mujer muy entendida en los negocios domésticos, pero poco ocupada de los bienes eternos. Vivió más de 80 años. Catalina heredó de ella la energía y el tesón, aunque hay que reconocer que de manera más virtuosa.  Su padre, nos refiere el beato Raimundo de Capua, fue más apreciado y reconocido, por su mujer Lapa, después de muerto que en vida, nos dice que “es muy raro que una mujer enérgica admire a un hombre pacífico”, cosa que ocurrió con Lapa, pero sólo después que él muriera.

    Es importante el dato siguiente: Su hermana Niccoluccia, se había casado  con Palmiro della Fonte. La peste de 1349, dejó huérfano a su hermano menor, Tommaso, que tenía 10 años. Éste fue recogido en casa de Jacobo. Más tarde, será fraile dominico, confesor y director espiritual de Catalina, de la que luego fue discípulo fiel. Por medio suyo, conoció, seguramente, a Raimundo de Capua, que tuvo una influencia decisiva en su vida y en la del propio Raimundo. Tomasso, a través de sus relatos de vidas de santos fue influyendo en el alma de la pequeña Catalina, que ya aspiraba a los bienes eternos.

    Su falta de formación cultural, fue suplida por dones infusos, por los cuales pudo llegar a leer y escribir a la perfección, aunque la mayoría de sus escritos fueron dictados a sus discípulos durante sus elevaciones.

    Fue decisivo en su vida una imagen del Señor que tuvo a la edad de 6 años. A partir de entonces, “todo había cambiado de aspecto“[5] en su vida. Ahora, todo sería distinto: El altísimo la había cubierto con su sombra y había hablado a su corazón de niña. A temprana edad, ya manifestó sus deseos por ser toda de Dios y por vivir las virtudes cristianas a la perfección. Es verdad, que su proceso de santificación fue muy de prisa y que estuvo acompañado de no pocas gracias y carismas, a los que supo responder con una exigente vida de oración, recogimiento y mortificación. La cándida idea de cortarse el cabello y hacerse pasar por chico para ser admitida en el convento, revela, algo de lo que pasaba ya por su mente infantil con deseos inexplicables de radicalidad. La Leyenda minor 1,2, dice “que a partir de aquella visión dejó de ser una niña”.

    Lo cierto es que fue tan fuerte el impacto de la misma, que se decidió a hacer vida eremítica. Primero ocultándose en los rincones, y después, manifestando su naturaleza dominante, imponiendo a las otras niñas de su edad determinadas oraciones para llevar adelante este juego. Pero pronto se cansó de este simulacro, aspirando  a la realidad y no a la ilusión. Así es que huyó para ser ermitaña. Allí se da otro fenómeno. Llega la noche, “con el techo chocó su cabeza en un éxtasis” y se dio cuenta de que estaba en el bosque, sola y que las puertas de la ciudad estarían cerradas. Se relata otro hecho milagroso por el que puede retornar sin ser descubierta, y se nos dice que a partir de esta experiencia, a los 7 años, decide desposarse con Jesús ante una imagen de la Madonna, prometiéndole que no tendría más esposo que su Hijo.        Su opción le acarrearía problemas: sus ayunos -comía sólo legumbres-, sus extremadas penitencias y sus largas oraciones, trajeron consigo las reprimendas de su madre. Tuvo que mantener ante ella una entereza y una dulzura, nada fácil de combinar, para ser fiel a sus propósitos.

    Sus extremadas mortificaciones sobrepasan cualquier medida prudencial, pero en esto, como en todos los planos, tenemos que decir con Weber “Puede parecer paradoja, pero de buen grado diríamos de esta Santa, que su medida fue el exceso: el todo por el todo”. Respondió en fidelidad y heroicidad, en profunda sintonía con la medida de las gracias que recibía.

    A los 16 años, 1363, vence su natural timidez y habla claramente con su padre. Éste ordena que se la respete y que se deje de tratarla como “la criada” de la casa, actitud que habían tomado para hacerla desistir de su idea de desposarse con el Señor, y que lejos de quitársela, la afianza. En estas fechas su ubica la visión de los Santos fundadores, en la que Domingo la llama. Decide hacerse Mantellate, -la tercera orden- teniendo que superar diversos obstáculos: Se suceden difamaciones, actitudes escépticas por parte de los frailes y de celos por otras mantellates.

    También es el tiempo en el que, entre el dolor y la oración continua, el sufrimiento y su adentramiento en Dios, se va gestando su maternidad espiritual, y comienza a nacer la familia de sus seguidores, hombres y mujeres, seglares y frailes van a consultarla. El binomio Sangre y Fuego que repetidas veces aparecen en sus labios -sufrimiento y amor- fue la consigna  que definió su ser: “Mi naturaleza es fuego”.

    A los 20 años se ubican sus desposorios místicos con Jesús, y a partir de entonces, tiene que dejar su vida de retiro y soledad, para darse a una actividad apostólica inaudita: para sus fuerzas, para su condición de mujer y para el momento que atravesaba la sociedad y la Iglesia. Aunque de momento temió que sus actividades menoscabasen su intimidad con Dios, comprendió que  había aprendido a vivir en lo que ella llama lacelda interior del adentramiento en Dios y de su propio conocimiento”[6] Su actividad sería la proyección de su contemplación. “San Ignacio -nos dirá el Padre Llamera- propuso la fórmula `contemplativo en la acción´, Catalina vive activa en la contemplación, en efectivo acuerdo con la consigna dominicana:`contemplata aliis tradere´. Morta la define con esta frase sucinta y certera:`contemplativa total y activa sin límites´”.[7]

    Sobre este aspecto volveremos y lo tendremos como telón de fondo a la hora de leer y repensar su vida en clave actual: El centramiento en Dios, la inmersión en su misterio, da fecundidad a la entrega apostólica, a la predicación y a la santificación cotidiana en cualquier circunstancia. Es posible permanecer en Dios en medio de un mundo que se gloría de tener una “religión sin Dios”, como es el nuestro y su New Age.

    Son estos algunos datos históricos, que tendrán su incidencia a lo largo de su existencia. Demos un paso más y digamos que Catalina de Siena, fue una mujer de Iglesia, de extraordinaria riqueza humana y psicológica y de una exquisita sensibilidad femenina. Tenía gran fortaleza de ánimo y un irresistible poder de convicción, fuera de lo común, con marcados rasgos sobrenaturales.

   Discípula eminentísima de Domingo de Guzmán. Mujer de fascinante personalidad, capaz de atraer a Dios a los más endurecidos corazones, y de engendrar y criar hijos espirituales para el Reino. Esto se verificó en la conversión de los más endurecidos pecadores y escépticos: Nadinno que se convierte por sus oraciones a la hora de su muerte; las hermanas Tolomei que cambian radicalmente de vida, y que convierten a su hermano Jacobo deseoso de venganza y odio a Catalina; Fr. Lazarino de Pisa que pretendía ponerla a prueba  y ridiculizarla, y que llora  arrepentido después de su entrevista con ella; la conversión, en 1371 de dos condenados a muerte que iban al patíbulo blasfemando, y la de  Nicolás Tuldo  que  además de convertirse, muere invocando a Jesús  y a Catalina, a éste, Catalina le recibió, con total entereza, la cabeza en el momento de ser decapitado.

    Resulta elocuente el párrafo que dedida el P. Llamera cuando termina de realizar su semblanza de la Santa:”El conjunto de sus condiciones humanas, y sobre todo su ascendiente divino, la hacían irresistible en sus exhortaciones y decisiones. `Subyugaba irresistiblemente´sentencia Morta. Raimundo atestigua que `muchas veces, sin hablar palabra, bastaba su sola presencia para convertir pecadores e infundir la más viva contrición”[8]

    Son estos datos relevantes de la Santa de Fontebranda: Mujer de muy viva inteligencia y de gran capacidad asimilativa, y reflexiva; de facultad perceptiva impresionante, ordenada a lo concreto, a la persona viviente; con una empatía asombrosa, que la llevaba a sintonizar profundamente con sus interlocutores, hasta poder leer sus pensamientos, y saber incluso qué hacían en cada momento sus discípulos.

    Catalina, sabe que todo lo recibe de su Creador, y bajo su luz se considera a sí misma y a todas las cosas. Se siente como sumergida en un océano -Dios-, en el que, a través de sus aguas lo ve todo. Nada percibe, sino lo que hay en esas aguas y a través de ellas. Tiene una visión sobrenatural muy clara de las cosas, incluso estando metida en asuntos humanos con enormes complicaciones. Está como imantada por Dios, invadida, rodeada.

    En el año 1371-2, se ubica el comienzo de su actividad política: Comienza su relación personal y epistolar con grandes personalidades del gobierno  y de la Iglesia. Y da los primeros pasos promoviendo la cruzada para recuperar, de manos de los infieles, el Santo Sepulcro.

    A grandes rasgos, podemos decir que la situación que la rodeaba era la siguiente: Políticamente, Italia, era un mosaico de pequeñas repúblicas en la que se multiplicaban las luchas intestinas. Socialmente se sufría la consecuencia dejada por la peste. La Iglesia sufre la lacra del poder temporal de los papas llevado a extremos, relajación de las órdenes religiosas, que suscitan fanatismos por una parte, y por otra, errores funestos. Se constata también, la corrupción del clero alto y bajo, regular y secular. La Iglesia está dividida, Roma huérfana de Papa, ya que este está en Avignon.

    El 1374, es llamada por el Capítulo General de Florencia para ser examinada, y se le señala como director a Raimundo de Capua, asunto que ella considera una gracia de la Virgen.

    Ante la grave crisis que vive la Iglesia, ella comprende, que todo tiene su solución en una inundación de santidad. Con este ánimo trabaja por defender a Urbano VI, que ella considera el verdadero Papa, pero lo hace, sobre todo con una vivencia muy profunda de la realidad de la Iglesia de Cristo, “con fiebre” por sembrar la virtud, y con energía llamando a la conversión, exhortando a sus discípulos, a cardenales y al mismo Papa. Se siente aplastada por el peso de la Iglesia, y en 1380, dicta su testamento en el que estimula y conforta a sus discípulos. Muere el 29 de abril de este año.

    Su vida es mucho más que una leyenda piadosa y edificante, ya que tuvo una incidencia histórica concreta muy decisiva para la Iglesia. Su mensaje, de entonces, tiene hoy, una aplicación y una vigencia extraordinarias.

         

* Obra literaria.

    Catalina tiene un lugar privilegiado entre los más grandes escritores, la potencia de su poesía no envidia nada a la genialidad de los poetas de mayor renombre. Es considerada como la más excelsa de las escritoras italianas. El beato Raimundo, nos dirá, que su doctrina es, tal vez, lo más admirable de su vida, y el P. Royo Marín que [9]”Su doctrina mística representa uno de los hitos más importantes en la historia de la espiritualidad de todos los tiempos”.

   Además de su abundante epistolario, destacan su Testamento espiritual y “su libro”, como ella misma llama al Diálogo. El Testamento fue dado a sus discípulos cuando, ante la inminencia de su muerte pudo recobrar por algún momento su energía. En esta exhortación quiere excitar al adiestramiento en la virtud, haciendo recomendaciones de temas esenciales, todos ordenados al auténtico centramiento en Dios, como punto de partida y de llegada para la obra de la santidad. En él encierra sintéticamente toda su doctrina y vida.

    El Diálogo, fue dictado a varios escritores, a los que ella misma había advertido que estuvieran a punto para recoger cuanto decía cuando era arrebatada en éxtasis. En el Diálogo queda plasmada la realización de su misión recibida en la Iglesia; está toda ella, su existencia, su pasión  eclesial y su ser íntegro.

   Toda su doctrina está en estas dos obras, y toda ella  fue antes vivida que escrita. De modo que podemos conocer a Catalina por dentro, adentrándonos en su alma por las venas de sus escritos que destilan la vida que la hizo vibrar, y que fue sembrando a lo largo de su vida y a través de la historia.”No hay dualidad entre su vida y sus escritos. Vive en su plenitud la doctrina que contiene el Diálogo y las Cartas, y escribe o dicta, lo que de continuo vive”[10] Habla y escribe de la superabundancia de su corazón y de su vida.

    La vida de Catalina reproduce a Cristo. El Dios humanado se mueve en una doble pasión: su Padre y los hombres. Nos enseña a vivir esa pasión por un camino nuevo, que transforma y eleva  todas las tendencias y actuaciones humanas.