INGENIERÍA GENÉTICA Y EMBRIONARIA
TEOLOGÍA MORAL

SUMARIO

I. Diversos tipos de ingeniería genética.

II. Posibilidad técnica y posibilidad moral.

III. El problema ético-normativo de la ingeniería genética.

IV. La valoración moral:
    a) Desde el punto de vista deontolbgico,
    b) Desde el punto de vista teleológico.


 

I. Diversos tipos de ingeniería genética

Por ingeniería genética se entiende "el conjunto de los métodos capaces de modificar artificialmente los procesos de la herencia y de la reproducción actuando directamente a nivel molecular" (C. CIROTTO, La sfida..., 9).

Según esta definición queda claro que con semejantes procedimientos tecnológicos el hombre ha invadido el núcleo del proceso arquitectónico de la vida vegetal, animal e incluso humana, al mismo tiempo que se ve claramente cómo al hablar de ingeniería genética nos referimos, o podemos referirnos, a las múltiples y diversas intervenciones del hombre en el proceso hereditario y reproductivo de los distintos órdenes de seres que existen. En cuanto que también se habla de ingeniería embrionaria, es obvio que nos referimos, y debemos necesariamente referirnos, a todos los métodos de la ingeniería genética susceptibles de ser aplicados al embrión humano. No examinaremos, sin embargo, los métodos que modifican la reproducción de la vida [l Bioética; l Investigación y experimentación biológica; /Procreación artificial]; solamente los que se refieren a la ingeniería genética en cuanto tal.

Desde que se han aislado genes por primera vez y se han conseguido algunos conocimientos adecuados sobre el código genético, se ha hecho posible aventurar hipótesis e incluso poner en marcha las investigaciones para una posible intervención humana en este código. Un gen es un "segmento de ADN que codifica una proteína específica" (CIROTTO, ib, 117); el ADN es "la molécula que contiene el patrimonio genético en la mayor parte de los organismos" (ib, 116); el código genético es "la relación existente entre los nucleótidos del ácido nucleico y los aminoácidos de las proteínas" (ib, 116).

Así pues, la ingeniería genética es el intento de sustituir, introducir o eliminar algunos genes de los cuales depende el conjunto de las características peculiares de cada ser individual a nivel somático, y no sólo somático. Esta triple actuación posible, como ya hemos indicado, puede realizarse no sólo en los seres vegetales o animales, sino también en el ser humano. Es esta última posibilidad la que centra gran parte de los problemas morales de la ingeniería genética. La importancia ética de una actuación de este tipo sobre el embrión humano es muy superior a la que pueda plantear esa misma actuación en una planta o un animal.

Esta misma triple intervención puede además realizarse no sólo sobre un gen individual (ingeniería genética molecular), sino también sobre un conjunto de núcleos celulares (ingeniería genética celular), lo que significa una intervención mucho más incisiva desde el punto de vista de lo que es interferir en las características genéticas, aunque quizá no tanto desde el punto de vista técnico.

La acción de la ingeniería genética puede tener como fin la consecución de distintos objetivos: conocer más profundamente la realidad vegetal, animal o humana; programación por parte del hombre, como veremos más adelante, de esta triple realidad; el conocimiento y la programación, además, pueden orientarse a la realización de nuevos tipos de plantas, nuevos cruces entre diversos animales o entre el hombre y el animal, o a la consecución de nuevas técnicas terapéuticas para combatir algunas enfermedades.

En el momento actual se puede afirmar que la investigación aplicada de este tipo de ingeniería ha avanzado mucho más en el campo de los vegetales que en el de los animales y en el humano. Pero si ya estamos haciendo uso de algunos resultados conseguidos en el primer campo -como, p.ej., nuevos tipos de flores- y ya podemos entrever la posibilidad de crear un cierto equilibrio ecológico mediante la producción de sustancias que son necesarias para la agricultura o útiles para resolver ciertos problemas humanos -como, p.ej., el del hambre en el mundo-, por lo que se refiere al segundo campo nos encontramos frente a grandes interrogantes éticos, que surgen de la posibilidad, cada día más al alcance de la mano, de que se interfiera en la personalidad de un ser humano. Aun excluyendo, como algunos afirman, la posibilidad de crear hombres programados a nivel intelectual o anulados en su voluntad -porque "los caracteres que dan el corte de la personalidad de un hombre no están localizados en este o en aquel gen" (CIROTTO, ib, 112)-;siempre queda como posible la procreación, por métodos genéticos u otros, de "auténticos monstruos antropomórficos".

Ante esta posible finalidad de la acción de la ingeniería genética se ve claramente la necesidad de hacer una primera distinción entre la simple posibilidad técnica que el hombre ha conseguido alcanzar, por una parte, y la posibilidad moral de realizar lo que es técnicamente posible, por otra.

II. Posibilidad técnica y posibilidad moral

El amplio horizonte de lás posibilidades técnicas que el hombre ha conseguido alcanzar también en este sector de la investigación, junto a tantos otros horizontes operativos y de aplicación, despierta el problema de la relación que ha de establecerse entre la posibilidad técnica y la posibilidad o licitud moral de aplicar estas mismas técnicas.

Con frecuencia se afirma la neutralidad ética del mundo de la investigación científica, se reivindica para el investigador la total autonomía y libertad moral y se afirma también que como investigador sólo está sujeto a las leyes científicas del sector en el que investiga y no a las leyes morales, ya que limitarían su ámbito operativo y le impedirían llegar a algunos resultados. Una visión semejante de la relación antes aludida equivale a la exclusión y desaparición de la valoración moral de este ámbito o sector de la vida humana. Explícita o implícitamente esta exclusión es consecuencia de la inversión de la relación jerárquica existente entre el valor de la investigación científica y el de los seres interesados en la investigación, sobre todo cuando se trata de seres humanos en los que pueden recaer algunos daños o que son sacrificados al valor de la investigación.

No puede haber, por lo tanto, neutralidad ética en una acción de investigación o de experimentación científica como es la ingeniería genética, ya que ella tiene como objetivo la consecución de unas metas que implican a otros seres y sobre los que provocará una serie de consecuencias. Pero que no se reconozca una neutralidad en este sector de la actividad humana no implica, sin embargo, un juicio moral sobre ella. Tal actividad puede ser moralmente aceptable o moralmente reprobable, y lo que buscamos es precisamente el juicio moral sobre ella.

En efecto, el problema de la relación entre posibilidad técnica y posibilidad moral es simplemente el mismo problema ético-normativo de cualquier actividad humana, y que puede formularse de la siguiente manera: la acción de la ingeniería genética que han hecho posible los nuevos descubrimientos científicos, ¿es moralmente lícita o ilícita? Y ya que, como hemos visto, puede dirigirse esta acción tanto al reino vegetal como al animal e incluso al humano, el interrogante habrá que desdoblarlo en otras preguntas más concretas: ¿Es moralmente lícita la ingeniería genética aplicada a las plantas? ¿Es moralmente lícita la que se aplica a los animales? ¿Se puede aplicar también al hombre? A1 ser las plantas, animales y seres humanos de naturaleza tan distinta, es necesario hacerse estas preguntas de forma distinta y responderlas de forma distinta. Puesto que además una tecnología semejante, lo mismo que otras, implica necesariamente fases de investigación y experimentación, será necesario preguntarse si desde el punto de vista moral es posible justificar cualquier tipo de investigación y experimentación y cuándo puede ser aprobado moralmente (l Investigación y experimentación biológica).

Hoy son muchas las posibilidades técnicas que el hombre tiene a su disposición, pero no todas son moralmente aceptables. Poder realizar una acción en su materialidad no equivale a poder hacerla desde el punto de vista moral. La posibilidad de realizar materialmente una acción es requisito indispensable para el deber de cumplirla; pero el plano de la posibilidad técnica es y seguirá siendo totalmente distinto al de la posibilidad moral, el cual, obviamente, se identifica con la valoración moral de esa misma acción.

A partir de los métodos específicos de la ingeniería genética, de los que ya hemos visto algunos rasgos [t más arriba I], y partiendo del presupuesto desarrollado en este número II, podemos ver ahora más de cerca la problemática ético-normativa correspondiente a la ingeniería genética.

III. El problema ético-normativo de la ingeniería genética

Este problema consiste sobre todo en ver cuál es el procedimiento que hay que seguir para formular el juicio moral. Hay otros autores, incluso muy conocidos, que primero expresan juicios morales sobre las distintas posibilidades de aplicación de la ingeniería genética y sólo después se preguntan si es posible formular esos juicios y cómo hacerlo, sin tener en cuenta la ausencia absoluta en la formulación anterior del juicio moral, de los criterios que han ido apareciendo sucesivamente; lo mismo que puede darse el caso de que se formulen juicios morales sobre la ingeniería genética, positivos o negativos según el contexto de aplicación, sin explicitar el motivo que funda aquel juicio, y hasta es posible que rechazando el criterio que de hecho se ha seguido y que otros dan expresamente por válido. Por ejemplo, se afirma que en genética "la acción terapéutica es lícita y deseable" o que la obtención (mediante ingeniería genética) de ciertos logros médicos "es algo providencial y moralmente positivo". Habría que preguntarse: ¿Por qué en unos casos la manipulación de los genes se considera como "providencial, deseable, positiva", mientras que en otros es considerada "absolutamente ilícita, despreciable, negativa?" ¿Qué criterio se ha seguido para fundamentar uno u otro juicio? ¿Tenemos unos criterios válidos para formular verdaderos juicios morales sobre todas las posibles acciones de la ingeniería genética que no sean fruto de una simple reacción emotiva?

La respuesta que se dé a estas preguntas, fundamentales para la solución de cualquier problema ético-normativo [l Ética normativa; l Norma moral], tendrá que seguir una de las dos teorías ético-normativas: la deontológica o la teleológica.

Al abordar la solución de cualquier problema ético-normativo, también el de la ingeniería genética, se ve con toda claridad que los argumentos que se adoptan, a no ser que se siga el argumento de autoridad en lugar del argumento de razón o se caiga en un error lógico como el de la falacia naturalista, pueden integrarse dentro de una de las dos teorías aludidas: el juicio moral se fundamenta o bien prescindiendo de la consideración de las consecuencias de la acción o remitiéndose a ellas. En el caso de la ingeniería genética, la argumentación deontológica la siguen quienes fundamentan el juicio moral sobre su método en el hecho de que va "contra natura" o en la "falta de permiso" para realizarlo; la teleológica la siguen quienes fundamentan el juicio moral en el tipo de consecuencias que se derivan de la aplicación concreta de la ingeniería genética.

En los diversos intentos por resolver un problema ético-normativo concreto se puede ver con toda claridad cómo, al faltar el sistema teórico que permita un correcto planteamiento del procedimiento valorativo de las acciones humanas, hay una gran dificultad para fundamentar el juicio moral. En el caso de la ingeniería genética, lo mismo que en tantos otros problemas de la bioética en particular y de la ética normativa en general, las dificultades son siempre de dos tipos: las relativas al dato empírico a valorar y las relativas al dato axiológico a aplicar.

A veces en ética normativa no se consigue formular el juicio moral sobre una acción concreta porque falta el conocimiento detallado de los elementos fácticos que caracterizan esa acción. De esta manera puede ocurrir que el juicio moral sobre la ingeniería genética se pronuncie no en base a lo que de hecho es, sino en base a lo que podría llegar a ser; no en base a los logros conseguidos, sino más bien en base a los hipotéticos. Esto ocurre o bien porque la ingeniería genética es prospectiva científica en fase claramente evolutiva o bien porque con frecuencia nos dejamos impresionar más por la prospectiva hipotética que por los logros reales, perdiendo de vista la acción concreta o la intervención real que es necesario someter a valoración moral. Punto de partida válido y fundamental para la valoración moral de la ingeniería genética es asumir una posibilidad de aplicación muy precisa y concreta, y no la ingeniería genética globalmente. De este modo puede hacerse posible conocer exactamente lo que esa metodología concreta va a permitir conseguir tanto a nivel de resultados positivos como negativos.

El teólogo moralista conoce este primer tipo de dificultades porque no es un "ingeniero genético". Pero conoce también el segundo tipo de dificultades, las que se refieren al procedimiento axiológico que ha de aplicarse. Estas últimas son las que se identifican precisamente con la posibilidad fáctica de elegir una u otra de las dos argumentaciones normativas y seguirlas de forma coherente, ya que se da el caso, por ejemplo, de que quien sigue la teoría deontológica se remita también a argumentos de tipo teleológico; y que quien considera imposible aplicar la argumentación deontológica en el caso de la ingeniería genética no plantee correctamente el procedimiento teleológico; que quien, por el contrario, argumenta desde la teleología piense que debe asumir los argumentos propios de la teoría deontológica para dar mayor fuerza de fundamentación a su propio juicio o se remita a escalas de valor totalmente subjetivas. En el párrafo siguiente veremos precisamente cómo deberían argumentar cada uno de los que mantienen una de las dos teorías ético-normativas.

IV. La valoración moral

En el caso de la ingeniería genética, la valoración moral también adopta una de las dos argumentaciones ético-normativas. Esta afirmación, irrefutable desde el punto de vista lógico por tratarse de una distinción de tipo disyuntivo, se aclara en el momento en que pasamos a considerar los argumentos que al respecto aducen el deontólogo y el teleólogo. Por claridad los presentamos en su más descarnada esquematización. Le corresponderá después al lector, en las diversas aportaciones que le tocará examinar sobre el tema, identificar el tipo de argumentación utilizada, lo que muy rara vez se le presentará de un modo tan esquemático.

a) Desde el punto de vista deontológico. La valoración deontológica de la ingeniería genética toma en consideración sobre todo y exclusivamente el hecho de la triple posibilidad [mencionada t antes, I] de modificar los genes. Modificar los genes introduciendo en ellos otros nuevos o sustituyendo o eliminando algunos ya existentes le parecerá al deontólogo una intervención contra natura. El hombre interfiere en el proceso natural y lo modifica por determinados motivos. Para el deontólogo, considerar que una acción no se corresponde con el proceso fisiobiológico natural equivale a considerarla moralmente ilícita. En base a esta simple característica ya podría, y quizá debería, cerrar el proceso valorativo. Mas, puesto que, por lo general, utiliza el argumento de "contra natura" cuando entra directa o indirectamente en juego la vida humana, el deontólogo no puede por menos de tomar en consideración el hecho de que la modificación de los genes puede realizarse también en el ámbito vegetal y animal. Desde esa consideración tendría que decir que es moralmente ilícita, por ser "contra natura", sólo la ingeniería genética aplicada al hombre, y no necesariamente la aplicada al mundo vegetal o animal.

En este momento el argumento "contra natura" abre el camino al segundo argumento típico de la deontología (por lo menos la católica): la falta de permiso. Modificar los genes humanos va contra natura, porque al ser humano -podría añadir el deontólogo- no se le ha dado esta atribución. Desde el dato bíblico el ser humano tiene poder para modificar, adaptar a las propias necesidades o mejorar la realidad que lo rodea, no para interferir en la realidad de otro ser humano.

La lógica de estas reflexiones debería llevar al deontólogo a juzgar la ilicitud sólo de la ingeniería genética aplicada al hombre. Sin embargo, en su modo de proceder destacan a veces otros mecanismos difícilmente explicables desde el punto de vista racional, que inducen a expresar un juicio moralmente negativo también en el restringido ámbito para el que a primera vista parecería que debería ser moralmente positivo. Puede darse el caso de que el hecho de haber adoptado al principio la perspectiva teleológica de las consecuencias condicione después todo el procedimiento valorativo, que, precisamente por la negatividad de algunas de sus consecuencias, es planteado de forma deontológica y aplicado a otros hechos del mismo tipo que no tienen las mismas consecuencias.

En el caso de la ingeniería genética, este cambio de procedimiento puede verificarse de la siguiente manera: en un primer momento se asumen sólo las consecuencias que, con razón o sin ella, pueden considerarse como extremadamente negativas para el ser humano; el juicio moral formulado en base a estas consecuencias, que se consideran catastróficas para la humanidad, pero que no son las únicas que la ingeniería genética puede alcanzar y que además pueden evitarse, se aplica a todo el conjunto de la metodología de la ingeniería genética. De esta forma ya no se considera como moralmente ilícita sólo la ingeniería genética aplicada al ser humano porque va "contra natura" y porque el hombre no ha recibido tal atribución, sino todo el conjunto de su metodología, también la aplicada a plantas y animales: la ingeniería genética -se dice entonces- es siempre moralmente ilícita, porque comporta la posibilidad de que el ser humano, que no ha recibido esta atribución, subvierta el orden natural previsto por el Creador. Lo que equivale a decir: la ingeniería genética va "contra natura".

Ésta es, en síntesis, la dinámica propia del punto de vista deontológico. Pero antes de pasar a la presentación de la dinámica propia del punto de vista teleológico es necesario aclarar otro aspecto. Para la valoración de la ingeniería genética aplicada al hombre, el deontólogo no tendría por qué recurrir a estas reflexiones anteriores. Para valorar esta única posibilidad de aplicación podría y debería remitirse a la valoración hecha para el tipo de actuación que permite aplicar al ser humano la técnica genética, es decir, la fertilización in vitro [! Procreación artificial]. Porque la fertilización in vitro, que es todavía la conditio sine qua non para la aplicación de la técnica genética al hombre, la considera siempre "contra natura", es obvio que también la ingeniería genética deba considerarla siempre moralmente ilícita, prescindiendo de cualquier otro tipo de consideración sobre su metodología.

b) Desde el punto de vista teleológico. A1 formular el juicio moral sobre la ingeniería genética, el teleólogo siempre hace referencia a las consecuencias que resultan de cualquier aplicación concreta para descubrir si son ventajosas para la persona individual afectada y para la humanidad entera.

Naturalmente, en lo que se refiere a la aplicación de la ingeniería genética al mundo vegetal, el teleólogo no tendrá ninguna dificultad en admitirla desde el punto de vista moral, ya que las consecuencias de esta investigación, experimentación o aplicación no sólo mejorarán nuestros conocimientos en el campo de las ciencias naturales, sino que podrían significar una notable aportación para solucionar algunos problemas humanos, como el hambre en el mundo. Si, por ejemplo, se consiguiera que la raíz del trigo fuera capaz de asociarse a las bacterias que fijan el ázoe, como ocurre con las legumbres, se necesitaría una menor cantidad de abonos y se podría aumentar la producción de trigo en las tierras poco fértiles.

Tampoco la valoración moral de la aplicación de la ingeniería genética al mundo animal constituiría un gran problema desde el punto de vista teleológico. Aun considerando que cualquier animal, por el hecho de ser animal, es un valor, el teleólogo lo situaría entre los valores medios en el momento en que entrase en discusión con otro valor más alto, como el de la salud del ser humano o el de su bienestar. Ésta es la postura que todos nosotros asumimos cada día cuando nos alimentamos de carne. Aplicar la ingeniería genética a los animales con el fin de experimentar y mejorar los métodos que después se aplicarán en el hombre es una acción moralmente lícita, puesto que el valor de la persona humana se establece como valor-fin respecto al del animal, que es un valor-medio.

Naturalmente, en esta perspectiva también al animal se le atribuye un valor. Lo que significa que no puede considerarse moralmente neutro cualquier tipo de aplicación a él; en el campo de la ingeniería genética, lo mismo que en otros campos de la investigación científica, se valoran como moralmente positivas sólo las experimentaciones que son verdaderamente indispensables fiara la aplicación de una nueva tecnica en el hombre o para conseguir algún tipo de conocimientos extremadamente útiles para el ser humano. Esto significa que también hay que evitar el sufrimiento de los animales en cuanto sea posible, lo que no ocurre cuando se los somete a la vivisección.

Cuando pasamos a reflexionar sobre la aplicación de la ingeniería genética en el hombre, hay que decir que también el teleólogo se encuentra ante la dificultad de la fertilización in vitro como conditio sine qua non de la ingeniería genética, ya que también él, si bien por motivos distintos al deontólogo, hace un juicio negativo sobre esta última técnica. Por lo tanto, el juicio moral formulado sobre la ingeniería genética desde la perspectiva teleológica, aunque pudiera ser de licitud, siempre tendrá que estar condicionado negativamente por el juicio formulado sobre la FIVET (fertilización in vitro con transferencia embrionaria), al menos mientras los métodos de ésta sean como los actuales o mientras la tecnología de la primera siga condicionada a la segunda.

Pero prescindiendo de estas dificultades, que desde luego son muy importantes, consideremos las reflexiones que explicitaría el teleólogo con vistas al juicio moral sobre la ingeniería genética en cuanto tal. Estas reflexiones pueden encontrarse en muchas aportaciones, ya que los autores que se han interesado por este problema distinguen con frecuencia entre las intervenciones de ingeniería genética con fines diagnósticos o terapéuticos o para alterar la especie humana. Cada uno de estos tres fines merece una reflexión específica.

El fin diagnóstico se entiende como identificación de una eventual enfermedad, tara hereditaria, etc. El diagnóstico pretende conocer y darse cuenta de las condiciones de la salud propia o de los demás. Como cualquier otro diagnóstico, el genético no constituye problema alguno desde el punto de vista moral; incluso resulta necesario muchas veces desde el punto de vista médico, y por lo tanto obligatorio desde el punto de vista moral, ya que sólo detectando a tiempo su existencia podrán curarse o prevenirse algunas enfermedades. El diagnóstico genético, hecho al margen de la fertilización in vitro, resulta no sólo moralmente lícito desde el punto de vista teleológico, sino moralmente obligatorio.

Ciertamente, el diagnóstico genético sobre el feto puede hacerse pensando no en la terapia, sino en la interrupción del embarazo. Pero en este caso no es el diagnóstico en cuanto tal moralmente erróneo, sino la acción subsiguiente, la cual no está mínimamente condicionada por la anterior.

El fin terapéutico se justifica por sí mismo, según el punto de vista teleológico. La ingeniería genética que pretende prevenir algunas enfermedades como la diabetes no puede, en cuanto ingeniería genética, ser valorada negativamente por la moral. Es necesario explicar ese "en cuanto ingeniería genética" por lo que hemos dicho en relación con la fertilización in vitro. Desde luego, si la sustitución de un gen sólo puede realizarse recurriendo a esta otra técnica, las consecuencias de la acción no se identificarían sólo con la prevención de una enfermedad, sino también con la muerte de los embriones que provocaría la FIVET. Pero si la sustitución pudiera realizarse gracias a la producción previa en laboratorio de los genes artificiales que se suministran al paciente, entonces nos encontraríamos dentro de la perspectiva anterior de la ingeniería genética aplicada al mundo vegetal o animal.

En cambio, el fin de alterar la especie humana, suponiendo que no nos encontramos ante una hipótesis irreal, resulta siempre moralmente ilícito también desde la perspectiva teleológica, porque aumentar o disminuir la capacidad intelectual o la libertad de un individuo humano se identifica con la interferencia de un hombre en otro ser humano. Y mientras el deontólogo argumentaría sobre el tema remitiéndose al principio de la falta de atribuciones, el teleólogo contemplaría este caso también a partir de las consecuencias. Ya que la esfera de la inteligencia y la libertad coincide con la esfera del valor moral de una persona, la acción que provoca consecuencias, aunque sean positivas, en este valor, que es el más alto, nunca podrá justificarse por el logro de valores no morales. Y puesto que la producción de poetas, científicos o artistas, admitiendo que sea posible producirlos, corresponde a la realización de valores no morales, el teleólogo nunca podrá admitir la licitud moral de semejante intervención.

Remitiéndose a las consecuencias de la acción, el teleólogo todavía haría otra reflexión que podría identificarse con el principio de la universalización y que le llevaría a preguntarse simplemente: ¿Qué ocurriría o cuáles serían las consecuencias para toda la humanidad, de hoy o de mañana, si el hombre tuviese la posibilidad moral de interferir en otros seres humanos? Naturalmente, estas consecuencias serían catastróficas; también por este otro motivo rechazaría la licitud moral de este tipo de ingeniería genética.

En esta última reflexión, hecha desde la perspectiva teleológica, puede verse una cierta concordancia de horizonte con la otra reflexión que lleva al deontólogo a remitirse al argumento de la falta de atribución. Ciertamente puede captarse una cierta semejanza inicial entre los dos argumentos. Pero por encima de esto, el problema es siempre el de ver si la formulación terminológico-conceptual del deontólogo corresponde más o menos con la del teleólogo sobre la dinámica lógica de una argumentación ética.

[l Bioética; l Ética normativa; l Investigación y experimentación biológica; l Norma moral; l Procreación artificial].

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S. Privitera