TEOLOGÍA MANUALISTA
TEOLOGÍA FUNDAMENTAL

Entre los dos concilios Vaticanos, la teología católica halla expresión sobre todo en los manuales latinos de TF y dogmática utilizados en la mayoría de los seminarios y universidades eclesiásticas. La organización, método y contenido de estas obras constituye la "ciencia normal" (T. Kuhn) teológica impartida en la Iglesia católica antes de la dramática aparición de nuevos paradigmas de pensamiento y exposición después del concilio Vaticano II. Una breve relación de las principales características de la TF y dogmática de los manuales puede servir para profundizar en la propia comprensión del drama y profundidad del reciente cambio.

1. TEOLOGÍA FUNDAMENTAL. Ejemplo de manuales anteriores al Vaticano II especializados en revelación y TF son las obras, frecuentemente reimpresas, de R. Garrigou Lagrange (l.a ed., 1918), H.J. Dieckmann (1925), S. Tromp (1930) y M. Nicolau (1950). La misma concepción general de la disciplina y de sus procedimientos se encuentra también en el volumen inicial de numerosas series de libros de texto, proyectados como cursos de teología sistemática de cuatro años, por ejemplo, por Christian Pesch (vol. I I .a ed., 1894), A.A. Tanquerey (1894) y L. Lercher (1927). La notable estabilidad de método y de contenido evidente en la TF de estas obras se puede remontar hasta finales del siglo xviii. De mayor importancia, sin embargo, en la difusión universal de esta aproximación a los fundamentos de la fe y la teología fueron los tratados De vera religione y De locis theologicis de la obra en nueve volúmenes Praelectiones theologicae, de Giovanni Perrone (muerto en 1876), del Colegio Romano. Las Praelectiones de Perrone, publicadas primero en 1835-42, alcanzaron treinta y cuatro ediciones, con un compendio de las mismas que tuvo cuarenta y cuatro ediciones hasta 1888.

Los principales componentes de la teología fundamental en esta tradición de los manuales eran los tratados sobre: a) la naturaleza de la religión; b) la naturaleza de la revelación divina, con una exposición de su posibilidad y necesidad para los seres humanos, así como los criterios con los que la revelación de Dios puede ser reconocida por lo que es; c) la demonstratio christiana, que demuestra que Jesús de Nazaret es el portador plenamente acreditado de la revelación sobrenatural de Dios a la humanidad; d) la demonstratio catholica, que muestra que la Iglesia católica fue fundada por Jesús, y que se le confió la misión de transmitir, exponer y defender la revelación divina; e) las principales fuentes del contenido de la fe y de la obra teológica (! lugares teológicos), a saber: la Escritura y la tradición, de las que la teología dogmática reunirá sus datos y argumentos al exponer la fe y contribuir a su comprensión más profunda.

El objeto de mayor interés de la teología fundamental de los manuales es la argumentación, basada en relatos dignos de confianza desde el punto de vista histórico hallados en los evangelios, 1) de que Jesús realmente afirmó ser enviado por Dios como enviado, legado y portavoz al servicio de la finalidad reveladora de Dios, y 2) que Jesús legitimó su afirmación por medio de las abundantes pruebas de su cumplimiento de las profecías, sus milagros y, de manera culminante, por medio de su resurrección de entre los muertos. Esta demostración arroja la conclusión racional e histórica de que Jesús de Nazaret es creíble como maestro y mediador de la revelación. Jesús cumple las pruebas criteriológicas para asegurar la presencia de la revelación. La evidencia para este "juicio de credibilidad" es, según los manuales, públicamente accesible a aquellos que consultan los documentos, y la conclusión se sigue de modo lógico y persuasivo de los hechos recogidos en los documentos.

Entre las notas específicas de los manuales clásicos, se puede observar primero su común modo de entender la revelación de Dios como instrucción acerca de verdades inaccesibles de otra manera. Como tal, la revelación es fácilmente susceptible de formulación proposicional, incluyendo la formulación de doctrinas sobre misterios fuera del alcance de la razón natural. Mediante la revelación Dios nos da, sobre todo, conocimiento sobrenatural.

Los manuales estaban marcados también por una hostilidad compartida a una aproximación a la revelación bajo la guía del principio de I inmanencia. La articulación de la correspondencia entre necesidades internas y la afirmación y contenido de doctrinas reveladas podía desviar la atención al reino de la interioridad subjetiva, fijando límites al contenido de la revelación. El carácter sobrenatural y positivo de la comunicación de Dios se podía poner en peligro con un método así. Los manuales crearon un clima de convicción que condujo a la condena del "modernismo" por parte del papa Pío X en el decreto Lamentabili y en la encíclica Pascendi (1907), y la teología de los manuales, confirmada por las condenas, fue un vehículo de primer orden en la difusión de la argumentación contraria al modernismo, es' decir, se centró en los criterios históricos objetivos, hasta 1960.

La intención de las demostraciones de los manuales no era la de provocar la fe, sino más bien la de demostrar la credibilidad del testimonio de la revelación dado por Jesús y su Iglesia. La l credibilidad, en este sistema, se impone por sí misma por la fuerza de la evidencia y los argumentos reunidos, independientemente de cualquier iluminación interior de "los ojos de la fe" (Rousselot). Esta teología fundamental trae a la mente al umbral de la fe. El movimiento de la mente y de la voluntad hacia la fe es un paso posterior, más allá del juicio de credibilidad, paso en el que la gracia de Dios atrae al espíritu humano a abrazar y apropiarse su palabra, precisamente porque es revelación divina. La fe descansa sobre la autoridad de Dios rrlismo, que se impone como garante de las verdades que se van a aceptar, y que da la certeza de un orden muy diferente de la conclusión que mira a la credibilidad. Pero las demostraciones de la teología fundamental son todavía útiles, puesto que establecen los signos externos por los cuales Dios recomienda sus legados a la razón humana. Se demuestra así que el asentimiento de la fe, aunque sigue siendo sobrenatural, no es irracional, sino más bien un "obsequium rationi consentaneum" (Vaticano I: DS 3009).

2. TEOLOGÍA DOGMÁTICA. Puesto que el método teológico es tratado con todo detalle en otra parte de esta obra (l Método), damos sólo una breve caracterización de los tratados sobre Dios, Cristo, la gracia, los sacramentos, etc., presentados en los manuales de dogmática de la teología católica entre los dos concilios Vaticanos.

Los manuales practican el método "regresivo" en su argumentación y exposición. Esto supone comenzar desde la enseñanza actual del magisterio eclesiástico y demostrar después cómo fue expresada originalmente esta doctrina en la Escritura y desarrollada más tarde en las expresiones patrísticas y medievales de la fe católica. Las fuentes son leídas a la luz de lo que es enseñado y creído en la Iglesia de la propia época de los teólogos. El resultado proyectado es una relación del desarrollo armónico por etapas hasta lo que es explícito en la enseñanza actual. Este método, largo tiempo dominante en la práctica de los manuales, recibió sanción oficial del papa Pío XII en la encíclica Humani generis (1950), quien establecía que el magisterio debe ser la "norma de verdad próxima y universal" de los teólogos y que la tarea de la teología consiste en demostrar cómo se .encuentran las. enseñanzas magisteriales explícita o implícitamente en la Escritura y en la tradición apostólica (DS 2884, 3886).

Los manuales han sido con frecuencia llamados "neoescolásticos", y se ha dicho a veces que se han desarrollado bajo la influencia de la bula del papa León XIII Aeterni Patris (1879), con su respaldo de santo Tomás de Aquino como el modelo y norma del pensamiento católico. Sin embargo, en un examen más profundo, los manuales parecen divergir considerablemente de la perspectiva universal y de la búsqueda de la sabiduría que se encuentran en las summae de la alta Edad Media. El método de los manuales estaba más profundamente marcado por los principios de Melchor Cano (1 Lugares teológicos) que por Tomás de Aquino. Los manuales son hijos de su propio tiempo, la era del positivismo, y el primer puesto lo ocupa la acumulación de datos para apoyar sus conclusiones. Los diez lugares de Cano son considerablemente simplificados en los manuales, que siguen más típicamente la enunciación precisa de la enseñanza de la Iglesia mediante un procedimiento estándar en tres pasos, de prueba de la Escritura, de la tradición y los argumentos racionales, que demuestran la plausibilidad de la doctrina y su coherencia con otras certezas del orden natural y sobrenatural.

Podría muy bien parecer que los manuales han sido instrumentos de indoctrinamiento de fidelidad a la enseñanza competente. Es verdad que, como tendencia, atribuyen el papel de sujeto principal de la actividad teológica al magisterio conciliar y papal. Pero al mismo tiempo los mejores teólogos de los manuales eran expertos en una lectura concienzuda y crítica de los documentos magisteriales. Como el teólogo de manual establecía la doctrina actual, antes de recurrir a las fuentes calibraba cuidadosamente el peso exacto de la autoridad ligada a la tesis doctrinal y a cada una de sus partes. Esencial para el sistema era la escala diferenciada de "notas teológicas", que se aplicaban al dar a las doctrinas presentadas un lugar preciso en la escala descendente de grados de autoridad, desde el dogma solemnemente definido hasta la mera probabilidad de una opinión teológica. Deforma correspondiente, a los estudiantes se les concienciaba en los diferentes grados de certeza existentes dentro de la adhesión global personal a la enseñanza católica.

3. PROBLEMAS Y VALORES. La teología de los manuales tropezó con dificultades bastante antes de su rechazo total después del Vaticano II. La tradición tomista, por ejemplo, tal como era cultivada por la escuela de Le Saulchoir, llamaba la atención sobre el papel instrumental de la enunciación de la doctrina por la Iglesia. Las fórmulas no eran el objeto último de la fe, sino intermediarias en el movimiento de la fe hacia la unión con la verdad personal y salvadora de Dios mismo. El método dogmático de los manuales subordinaba incluso la Escritura al propósito primordial de demostrar las doctrinas de la época; además, las últimas debían servir de ayuda e instrumento en la comprensión de la palabra misma de Dios, el datum revelado, tal como éste fue articulado por sus profetas y apóstoles inspirados, y especialmente por su Hijo.

Los estudios bíblicos, que cobran ímpetu después de la segunda guerra mundial, demostraron que la teología fundamental de los manuales estaba malinterpretando los evangelios al tratarlos como crónicas históricas. El personalismo cristiano encontraba completamente ajeno el extrinsecismo del tratamiento de los manuales de la revelación sobrenatural y llamaba constantemente la atención sobre las resonancias entre lo que surge del corazón humano y el don de Dios en Cristo.

Una teología de la fe centrada en la sumisión a una instrucción autorizada se consideraba que distorsionaba la percepción básica del NT de la revelación como una invitación de Dios a la comunión de vida con él. El Vaticano II, en la constitución l DV, se apropió la última visión de una manera enfáticamente cristocéntrica, y esto selló el destino de la TF de los manuales.

Sin embargo, sería bueno que se recordara en nuestra época posterior a la de los manuales que éstos mantuvieron a la teología en estrecho contacto con la vida de la Iglesia de su propia época. Su campo de.visión se redujo efectivamente ala sola consideración del magisterio, al olvido del culto de la Iglesia, del sensus fidehum y otros signos del Espíritu; pero su teología se guardó de caer en un tratamiento anticuado de las fuentes gracias a su preocupación por enunciar con toda la debida precisión la fe de la Iglesia de su época.

La teología fundamental de los manuales puede no haber hecho justicia a la riqueza de la revelación salvadora de Dios, especialmente tal como ésta alcanza su plenitud en la persona y la vida del mismo Jesús. Pero esa misma teología demostró una preocupación ejemplar por relacionar la revelación con la historia humana y la fe con la racionalidad humana. Los manuales se esforzaron poderosamente por preservar la trascendencia de la revelación sobrenatural, pero no huyeron por esa razón del reino del pensamiento humano y del discurso metódico. El argumento de credibilidad fue un esfuerzo continuado por relacionar la fe con la razón. En nuestra época la credibilidad se articula de una manera radicalmente distinta: Pero la tradición de los manuales nos recuerda uno de los temas básicos aquí en cuestión, a saber: que la fe debe insertarse en el centro del pensamiento, la investigación y el amor humanos, elaborando una razón comunicable e inteligente de su esperanza.

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J. Wicks