REINO DE DIOS
TEOLOGÍA FUNDAMENTAL

El dato más histórico sobre la vida de Jesús es el símbolo que dominó toda su predicación, la realidad que dio sentido a todas sus actividades, es decir, el "reino de Dios". Los evangelios sinópticos resumen la enseñanza y predicación de Jesús en esta lapidaria sentencia: "Se ha cumplido el tiempo y el reino de Dios está cerca. Arrepentíos y creed en el evangelio" (Me 1,14-15; Mt 4,17; Le 4,43). La expresión se encuentra 122 veces en el evangelio, y 90 en los labios de Jesús. 

Jesús predicó el reino de Dios no a sí mismo (K. Rahner), aunque en su propia enseñanza Jesús figura como el representante (Le 17,20-21), el revelador (Me 4,11-12; Mt 11,25-26), el campeón (Me 3,27), el iniciador (Mt 11,12), el instrumento (Mt 12,28), el mediador (Mc 2,18-19), el portador (Mt 11,5) del reino de Dios (BEASLY-MURRAY, Jesus, 296). El reino no es solamente el tema central de la predicación de Jesús, el punto de referencia de la mayoría de sus parábolas y el tema de un gran número de sus dichos; es también el contenido de sus acciones simbólicas, que forman una parte tan grande de su ministerio, a saber: su amistad con recaudadores de impuestos y pecadores hasta sentarse a la mesa con ellos, sus curaciones y exorcismos. Porque en su comunión con los proscritos; Jesús vivió hasta sus ultimas consecuencias el reino, demostrando con hechos el amor incondicional de Dios a los indignos pecadores (SOAREs PRABHU, Kingdom, 584).

La muerte y resurrección de Jesús (l Misterio pascual) situó su mensaje en un contexto nuevo, con el resultado de que en Pablo y Juan el reino de Dios no está ya directamente en el centro de la predicación cristiana. "Jesús, el predicador del reino de Dios, se convirtió después de la páscua en Cristo predicado" (Bultmann). Esto no es una falsificación del mensaje. Hay dos temas centrales en el NT: el reino de Dios y Jesús el Cristo.

No es fácil definir con precisión lo que significa realmente la expresión reino de Dios. En el curso de la historia de la teología la interpretación de esta expresión ha cambiado a menudo según la situación y el espíritu de la época. La palabra reinado" o "reino" es un término arcaico, que no evoca una resonancia en nuestra actual experiencia de la realidad. La expresión necesita ser traducida para extraer su significado. La cuestión, en relación al mensaje de Jesús del reino, es por tanto: ¿cómo podemos salvar el abismo hermenéutlco entre lo que el reino de Dios significaba en la enseñanza de Jesús y lo que puede significar para nosotros hoy? (N. PERRIN, Language, 32-56).

En la discusión bíblica y teológica sobre el reino en los tiempos modernos podemos distinguir tres enfoques: el reino como concepto, el reino como símbolo y una nueva manera de enfocar el reino en cuanto relacionado con la liberación. Cada aproximación plantea diferentes cuestiones que deberían considerarse como complementarias.

a) El reino como concepto. La primera aproximación puede describirse como centrada en el autor". Aquí la cuestión es qué querían decir los autores de la Biblia con este concepto. Tratar la expresión reino de Dios como un concepto supone que detrás de ella encontramos una idea clara y constante; por ejemplo, el reino de Dios es la intervención final, escatológica y decisiva de Dios en la historia de Israel para cumplir las promesas hechas a los profetas. La cuestión es encontrar lo que la frase significaba en la enseñanza de Jesús, aunque Jesús mismo nunca definiera el reino en términos precisos.

b) El reino como símbolo. Podemos referirnos a la segunda como una aproximación "centrada en el texto". Intenta investigar lo que el propio texto significa y dice actualmente. Considerar el reino como un l símbolo abriría la expresión a evocar una serie completa de ideas, puesto que el símbolo, por definición, proporciona una serie de significados que no se pueden agotar ni expresar de manera adecuada mediante un único referente (PERRIN, Language, 33). El símbolo reino evocaba en Israel la memoria de la actividad de Dios, sea corno creador del cosmos, como creador de Israel en la historia o finalmente la expectación de su intervención final al fin de la historia. Es el Dios que actúa en la historia en favor de su pueblo, y en última instancia en favor de la creación entera; el referente que subyace y al que se refiere toda la enseñanza y predicación de Jesús. La expresión representa una muy rica y polifacética "experiencia religiosa". Expresa "relación personal" y está incluso ligada a áreas geográficas.

c) EL reino como liberación. La tercera aproximación, que ha surgido en tiempos recientes, se puede denominar aproximación "centrada en el lector". Los teólogos de la liberación apelan al reino de Dios para ayudarse a articular y hacer frente a la cuestión fundamental de la teología de la liberación: la relación entre el reino de Dios y la praxis de la liberación en la historia. "Tratamos aquí la cuestión clásica de la relación entre fe y existencia humana, entre fe y realidad social, entre fe y acción política o, en otras palabras, entre el reino de Dios y la construcción de este mundo" (G. GUTIÉRREZ, Teología, 45). Lo que está en juego es la dimensión transformadora del mundo del reino. Aquí la cuestión es: qué tiene que decir realmente la expresión reino de Dios a la situación concreta en laque nos encontramos ahora, a una situación que está marcada por la opresión y explotación absolutas. Esta aproximación, aunque no niega las otras, subraya muy fuertemente el aspecto dinámico del reino. El mensaje de Jesús persigue la transformación de toda realidad más que ofrecernos nueva información e ideas sobre ello. Pretende recuperarla dimensión histórica del mensaje de Dios y alejar ese mensaje de todo universalismo abstracto, de modo que el mensaje bíblico pueda ser más sensible al mundo de la opresión y a las estructuras de un orden social injusto (J. FÜELLENBACII, Hermeneutics, 37-48). 

Podemos concluir que mientras la primera aproximación intenta llegar detrás del texto", la segunda permanece "con el texto" y la tercera se coloca "frente al texto". La discusión en términos del primer enfoque, el reino como concepto, se desarrolló ampliamente en Europa (Alemania y Gran Bretaña); el segundo, el reino como símbolo, en América del Norte, y el tercer enfoque, reino de liberación, surgió en América Latina.

1. EL REINO DE DIOS EN EL ANTIGUO TESTAMENTO. La expresión literal "reino de Dios" no se encuentra en el AT, pero se dice nueve veces que Dios reina en un reino. La mayoría de los exegetas insisten en que el término abstracto malkut está asociado a Yhwh, Dios de Israel, sólo aparece muy tarde en el AT, y significa el acto de Dios. El acento se pone en la autoridad y dominio regios, más que en un territorio o un lugar. Es visto, por tanto, como una idea religiosa. En época reciente esta tesis ha sido puesta en cuestión al abordar la noción reino no sólo desde el método histórico-crítico, sino también desde un punto de vista socio-político (N. LOHFINK, Begriff des Gottesreichs, 33-86). La l fe del AT descansa sobre dos certezas. Primera, que Dios ha venido en el pasado y que ha intervenido en favor de su pueblo. La segunda es la firme esperanza de que Dios vendrá de nuevo en el futuro para cumplir su propósito respecto al mundo que él ha hecho. Como lo expresó Martin Buber: "La realización de la soberanía de Dios que lo abarca todo es el próton y el ésjaton de Israel" (BEASLI'-MIJRRAZ', Jesus, 17).

Lo que sigue puede considerarse como los elementos básicos de la noción del reino de Dios en el AT. a) Dios es rey de toda la creación, y de Israel en particular, en virtud de la alianza. b) Este reinado sobre Israel es experimentado de una manera particular en la celebración litúrgica, es decir, en el culto. c) La esperanza de una venida final y decisiva de Yhwh en favor de su pueblo en el futuro para cumplir sus promesas hechas a los padres y los profetas (R. SCHNACKENBURG, God's Rule, 11-74).

Lo que era único era la experiencia de Yhwh como Señor de la historia, que actúa en favor de su pueblo, que cuida, protege, perdona, cura y hace una alianza con él. Todo esto forma parte de lo que significa decir: Dios es rey de Israel y de todas las naciones. El verdadero cuidado y presencia de Dios en medio de su pueblo son después expresados en símbolos como: padre, madre, pastor, novio, etcétera. Las funciones concretas de Yhwh como rey que reina en medio de su pueblo se convierten en componentes de esta experiencia: él crea un pueblo, organiza su estructura, lo alimenta, lo protege, dirige, corrige, redime e imparte justicia para él. Todo esto forma el trasfondo de la "experiencia religiosa" expresada en el símbolo del reino de Dios (CABELLO, El Reino, 16-18).

2. EL MENSAJE DEL REINO EN EL NUEVO TESTAMENTO. Jesús nunca definió el reino de Dios en lenguaje discursivo. Presentaba su mensaje del reino en parábolas. Las parábolas han de ser consideradas como "elección por parte de Jesús del vehículo más apropiado para entender el reino de Dios" (B. ScoTT, Jesus Symbol Maker, 11). Ellas son la predicación misma y no deben contemplarse como supeditadas meramente al propósito de una lección que es totalmente independiente de ellas. Aquí la participación precede a la información. Las parábolas tienen que seguir siendo el punto de referencia para comprender el mensaje del reino (J.D. CROSSAN, The Parables, 5152). El contenido básico del mensaje del reino puede resumirse en las siguientes características:

a) Está "ya "presente y "todavía" por venir. La propia mentalidad de Jesús, su enseñanza y predicación fueron modeladas de manera muy profunda por los grandes profetas del AT, particularmente por el DéuteroIsaías. Según Lucas (4,16-21) y Mateo (11,1-6), él entendió su misión en el marco de la tradición del jubileo, que anuncia el "gran año de gracia" como definitiva visita de Dios en favor de su pueblo (N. LOHFINK, The Kfngdom of God, 223). Jesús proclamó esta visita final de Dios no como un simple futuro más ni como un objeto de ansiosa expectación (Lc 3,15), sino como algo que ha llegado con él. El reino se ha convertido en una realidad presente, está "cerca" (Mc 1,14), "dentro de vosotros" (Lc 17,21), demuestra su presencia efectiva como una fuerza liberadora a través de exorcismos (Mt 12,28), curaciones y perdón de los pecados.

Aunque la presencia histórica del reino en y a través del ministerio de Jesús es afirmada con fuerza, el cumplimiento de lo que es ahora experimentado confusamente, de una manera anticipada, está todavía por venir. Esto crea la tensión del "ya" y el "todavía no". El acento, que recae bien en el "todavía no" o sobre el "ya" determina el modo en el que el mensaje de Jesús sobre reino es contemplado como afectando a este mundo ya ahora. Si el acento se pone en el "todavía no", se enfatizan los "juicios del reino" en el mundo presente, y la esperanza de su venida final se convierte en el factor determinante para la acción. Aunque nadie niega la presencia del reino, el acento en la teología tradicional se pone en el "todavía no" en detrimento del "ya". En palabras de Lohfink: "Para ser justos con el mensaje y práctica de Jesús, se debe, más que cualquier otra cosa, insistir con denuedo en la presencia de la basileia que Jesús mismo mantuvo" (G. LOHFINK, Exegetical predicament, 103).

Aunque Jesús se situó en la tradición de los grandes profetas, su mensaje está profundamente influido por las expectativas apocalípticas de la época. Sin embargo, no compartió el pesimismo de los escritores apocalípticos en relación con este mundo, sino que trazó una visión realista del poder del mal. Su mensaje del reino de Dios sólo puede entenderse en su contraste con el reino del mal, que opera en este mundo invadiéndolo todo. Jesús entendió su misión como una ruina y derrumbamiento de los poderes del mal y trae una liberación que persigue el fin de todo mal y la transformación de la creación entera (W. KELBER, Kingdom in Mark, 15-18).

b) El reino como don gratuito de Dios y tarea para los seres humanos. Puesto que el reino de Dios es Dios mismo, que ofrece su amor incondicional a su criatura y que da a cada una participación en su propia vida, debe entenderse como un don gratuito, al que no tenemos en modo alguno ningún derecho. Podemos aceptarlo sólo como un don de amor de parte de Dios con gratitud y acción de gracias. Ésta es la principal enseñanza de las parábolas del crecimiento (Mc 4 y Mt 13). Se puede rezar "venga tu reino" (Mt 6,10), se puede gritar a Dios día y noche (Lc 18,7), puede uno mantenerse en vela como las vírgenes prudentes (Mt 25,1-3); pero es Dios quien lo "da" (Lc 12,31). Sin embargo, el carácter de don del reino no hace de los seres humanos meros objetos pasivos. Las parábolas de los talentos (Mt 25,14,30) y del tesoro en el campo (Mt 13,44) muestran que los seres humanos son también actores en el reino. Aquí el reino es puro don, pero viene sólo asumiendo increíbles riesgos. La venida del reino de Dios es total y absolutamente obra de Dios, pero al mismo tiempo es también total y absolutamente obra de seres humanos (G. LOHFINK, Exegetical predicament, 104-105).

c) Las dimensiones religiosas y políticos del reino. El carácter religioso del reino es tan evidente en la Escritura que no requiere especial atención. El reino trasciende este mundo y tiene como meta los cielos nuevos y la nueva tierra. Este aspecto, sin embargo, es a menudo acentuado hasta tal punto que el reino no tiene cabida ya en este mundo. Consecuentemente, el mensaje de Jesús se convierte totalmente en un asunto privado y el aspecto social del reino es completamente ignorado y abandonado. Actualmente se han hecho intentos de rescatar a Jesús de la prisión del individualismo y devolverlo a la vida social de nuevo (P. HOLLENBACH, The historical Jesus, 11-12). Colocando a Jesús en la situación de su tiempo y contemplando su misión ante todo en el marco de restaurar a Israel y de anunciar el "gran año de gracia" para su pueblo, la implicación política del mensaje de Jesús se hace obvia en forma de exigencia de una reestructuración radical de todas las estructuras sociales del presente sobre la base de la alianza.

¿Hasta qué punto fue Jesús político? Jesús relativizó toda autoridad ante el Padre y ante el reino. Emprendió una actividad que tenía significación política, y lo más radical fue la negación de autoridad absoluta a cualquier poder de su tiempo. De este modo Jesús se nos presenta con una "política normativa"; es decir, toda autoridad legítima debe ser sometida al reino que irrumpe y que exige la reestructuración y el reordenamiento de todas las relaciones humanas.

Insistir en que el mensaje de Jesús sobre el reino fue puramente religioso y que no tenía nada que decir sobre las estructuras socio-políticas no se puede sostener sobre la base de las Escrituras, sino solamente desde una visión del mundo, más bien dualista, que niega toda relevancia del evangelio para las realidades intraterrenas (P. STEIDL-METER, Social Justice, 15-16).

d) El carácter salvador y universal del reino. Juan el Bautista anunciaba la venida inmediata del reino y rechazaba todo particularismo judío y toda pasividad ética. La ascendencia judía no era ninguna garantía de salvación. A1 adoptar el bautismo como rito utilizado para prosélitos judíos declara de hecho que los judíos están al mismo nivel que los gentiles ante la perspectiva de la visitación mesiánica venidera. Encontraste con Jesús, que compartía la mayor parte de la visión de Juan del reino venidero, éste anunciaba primero el gran juicio que precedería a la venida del reino escatológico. Nadie podía entrar en el futuro reino sin haber pasado por este juicio. Para Jesús el acontecimiento totalmente cierto, que está sucediendo en ese mismo momento en sus palabras y acciones, es que Dios está ofreciendo su salvación final a todos ahora, en este preciso momento. Esta oferta es absolutamente incondicional y persigue sólo una meta: la salvación de todos, pero especialmente de los pecadores y proscritos, que menos la esperaban. La venida no depende de nosotros ni podemos evitarla. El motivo para la acción ante el reino que irrumpe ahora no es el juicio que viene, como en la predicación de Juan, sino esta incondicional oferta de salvación La función del juicio futuro, que Jesús no niega, no es tanto una amenaza de condenación, sino más bien un aviso para no permanecer sordos y cerrados a la presente oferta de salvación (H. MERKLEIN, Die Gottesherrschaft, 146-149).

Para Jesús, el reino es un mensaje de paz y gozo. Ahora no es tiempo de lamento y de ayuno (Me 2,18ss). El reino de Satán se está derrumbando (Le 10,18). Ahora es tiempo de salvación; la separación del bien y del mal se hará al final (Mt 13,24-30). La oferta de salvación es ahora para todos: judíos y gentiles, justos y pecadores. Aunque Jesús restringió su misión a la "casa de Israel", él previó la entrada de los gentiles (Mt 8,11) en la imagen de la gran peregrinación de las naciones, tal como se describe en Is 2,2-3.

e) El desafío del reino: la conversión. A la proclamación indicativa de que el reino de Dios era una realidad inminente, Jesús añade un imperativo: una llamada a la conversión, como respuesta a la venida de Dios en persona. Esta respuesta al reino "que está cerca" se expresa con las palabras convertíos y creed. Puesto que el reino es un poder dinámico que constantemente irrumpe en este mundo, la llamada al arrepentimiento es una llamada permanente dirigida a todo el mundo; no sólo a los pecadores, sino también a los justos que no han cometido grandes pecados.

Convertirse significa volverse hacia, responder a una llamada. Se nos pide que dejemos entrar en nuestra vida este mensaje del todo inaudito, dejarse uno sorprender por esta gran noticia. Este dar la vuelta hacia el reino incluirá un alejarse de. Pero el motivo para la conversión es el reino de Dios que irrumpe como si ya hubiera llegado, y no ninguna demanda de prepararse para su futura venida. La conversión es una gozosa oportunidad, no un acontecimiento terrible de juicio y condenación. El hijo perdido ha vuelto a casa (Le 15,25), el muerto ha vuelto a vivir de nuevo. "Porque este hijo mío había muerto y ha vuelto a la vida se había perdido y ha sido encontrado" (Le 15,24.32). La l conversión, por tanto, va precedida por la acción de Dios a la que se nos llama a responder. Sólo su amor lo hace en absoluto posible. La conversión es una reacción de la persona a la acción previa de Dios (J. FUELLENBACH, Kingdom, 58-59):

Es importante que el reino de Dios, que irrumpe constantemente, sea contemplado como algo que siempre es buena noticia y nuncajuicio o condenación. Jesús no abandonó el. juicio (la palabra aparece 50 veces en su predicación), pero lo pospuso. Sólo aquel que no hace caso del reino ahora tendrá que afrontar el juicio cuando llegue la plenitud del reino. Por lo tanto, dondequiera que se predique el reino, no debe anticiparse el juicio. El evangelio tiene que seguir siendo siempre buena noticia y ser predicado como corresponde.

f) Compromiso con la persona de Jesús. El símbolo "reino de Dios" apunta fundamentalmente y revela de una manera muy concreta el amor incondicional de Dios a sus criaturas. Este amor incomprensible (Ef 3,1819) se manifestó e hizo tangible en la persona de Jesús de Nazaret. Por eso el reino no es sólo un "gran designio", un "sueño utópico que se ha hecho realidad", el "plan definitivo de Dios respecto a su creación"; es fundamentalmente una persona: Jesucristo. Lo que verdaderamente es, sólo lo podemos sentir e imaginar en un encuentro personal con él, "el cual me amó y se entregó a sí mismo por mí" (Gál 2,20). Conversión significa volverse hacia alguien. Significa acoger, aceptar a Jesús como el centro de toda nuestra vida. A él y su evangelio subordinamos todo lo demás (Me 10,28), incluso la propia vida (Me 10,32). Previamente a la pregunta sobre qué es el reino, está la pregunta: "¿Quién es Jesús para mí?" (R. CABELLO, El reino, 22). La conversión, en último análisis, es un compromiso personal con Jesús, una declaración abierta por él. La persona de Jesús se convierte en el factor decisivo de salvación, de aceptación o de rechazo del reino de Dios. Esta adhesión personal es un elemento nuevo y sin precedentes en las pretensiones de Jesús.

Resumiendo, pues, el mensaje fundamental de Jesús contiene un indicativo que compendia toda la teología cristiana y un imperativo que resume toda la ética cristiana. El indicativo es la proclamación del reino, es decir, la revelación del amór incondicional de Dios a todos. El imperativo es una llamada a volverse hacia su reino inminente y dejar que su poder entre en mi vida.

g) Una definición del reino. Jesús nunca definió el reino dé Dios. Describió el reino con parábolas y símiles (Mt 13; Me 4); con imágenes como vida, gloria, gozo y luz. Pablo, en Rom 14,17, presenta una descripción que es lo más cercano a una definición: porque el reino de Dios no es comida ni bebida, sino justicia, paz y gozo en el Espíritu Santo.

A. Schweitzer consideraba este texto como "un credo válido para toda época': Algunos eruditos han deducido de aquí que el símbolo "reino de Dios" no sólo es el centro de los sinópticos, sino también de todo el NT. Justicia, paz y gozo son conceptos clave que expresan relaciones con Dios, con nosotros mismos, con nuestros semejantes y con la naturaleza. Dondequiera que los cristianos se relacionan en justicia, paz y gozo en el Espíritu Santo, allí se hace presente el reino. El reino, definido en una breve fórmula, no es otra cosa que justicia, paz y gozo en el Espíritu Santo (H. WENZ Theologie des Reiches Gottes, 20-24).

3. LA PERSONA DE JESÚS Y EL REINO DE, Dios. ¿Cómo se relaciona el reino de Dios y la persona de Jesús?

a) El origen de la experiencia del reino por Jesús. La proclamación del reino por Jesús está enraizada fundamentalmente en su "experiencia del Abba". El mensaje del reino le fue "enviado" en su oración, y por tanto está íntimamente ligado a, y determinado. por su experiencia personal de Dios como Abba. Jesús experimentó a Dios como aquel que venía como amor incondicional, que tomaba la 'iniciativa y 'entraba en la historia humana de una manera y en un grado no conocidos por los profetas. Esta experiencia de Dios determinó toda su vida y constituyó el verdadero núcleo de su mensaje del reino (H. SCHURMANN, Gottes Reich, 21-64).

En cierta etapa de su vida, Jesús se dio cuenta de que Yhwh quería conducir a Israel, y en definitiva a todos los seres humanos, a aquella intimidad con él que él mismo experimentaba en su propia relación con Dios, a quien él llamaba Padre. Esto se expresa de manera más explícita en la oración del Señor. Aquí Jesús autorizó a sus discípulos a seguirle dirigiéndose a Dios como Abba. A1 hacerlo así, les permite participar en su propia comunión con Dios. Solamente aquellos que puedan decir este Abba con una disposición de niños serán capaces de entrar en el reino de Dios (J. Jeremias). En Jesús, el Padre quiso hacer que la alianza fuera verdadera y quedara finalmente establecida. Esto es lo que Jesús concibió que es el reino de Dios que iba a venir por medio de él al mundo: el amor incondicional de Dios, que no conoce límites cuando viene a cumplir la antigua promesa de salvación para toda persona y para la creación entera. Puesto que Jesús mismo es la oferta definitiva de Dios a nosotros, puede decirse que él es el reino de Dios presente en el mundo. Jesús es el reino en persona, la "autobasileia"; o, como lo expresó Orígenes: "Jesús es el reino de Dios realizado en un yo".

b) La muerte de Jesús y el reino. ¿Qué conexión existe entre el reino que Jesús predicó y su muerte en la cruz? ¿Era la muerte de Jesús necesaria para que el reino, en su plenitud, pudiera venir? ¿Cómo entendió Jesús su muerte? ¿Cómo interpretó su fracaso?

A. Schweitzer defendía que la llegada del reino escatológico de Dios jamás podía haber sido proclamada por Jesús sin saber su intrínseca relación con las adversidades y sufrimiento que esta expresión apocalíptica evocaba. Si Jesús proclamó el reino de Dios como inminente, entonces la idea de sufrimiento tenía que venirle del modo más natural. No era posible separar del reino escatológico la idea de la prueba escatológica, del mesías venidero y del sufrimiento en la época que precedería inmediatamente a la llegada del reino. El sufrimiento tenía que ser proclamado como necesario para la venida final del reino de Dios. Jesús, que se entendió a sí mismo claramente eri relación con el reino venidero, se dio cuenta de que tenía que asumir el sufrimiento y la muerte como un prerrequisito necesario para que el reino irrumpiera finalmente en esa época y en ese tiempo. W. Kasper, haciendo suya la visión de Schweitzer, concluye: "Jesús ciertamente vio las pruebas de sufrimiento y persecución como parte del carácter humilde y oculto del reino de Dios, y como tal lo transmitió en su línea principal de predicación. Existe, por tanto, una línea más o menos directa del mensaje escatológico de Jesús sobre la basileia, del reino, al misterio de su pasión" (W. KASPER, Jesus the Christ, 116). 

c) La última cena y el reino de Dios. La perspectiva escatológica de la muerte de Jesús es evidente en el pasaje que trata de la última cena (Me 14,17-25 y 1Cor 11,23-25). Las reuniones en torno a la mesa, que provocaron. tanto escándalo porque Jesús no excluía a nadie de ellas, ni siquiera a pecadores públicos, y que expresaban de ese modo el centro de su mensaje, eran tipos de la fiesta que iba a, venir en el tiempo de la salvación (Me 2,18-20). La última cena, como todas las reuniones en torno a la mesa, es una anticipación o "donación anticipada" de la consumación del reino. Es un "ya" del "todavía no", una prefiguración de la consumación del reino, el advenimiento del perfecto reino de Dios, el cumplimiento del gran banquete, todo lo que sólo puede llegar a ser plena realidad después de su muerte. La reunión final presupone esta entrega de sí mismo por todos.

La referencia escatológica de Le 22,16 tiene el siguiente significado: Jesús no se sentará ya más a la mesa con los discípulos en la tierra, pero lo hará de nuevo durante un nuevo banquete en el reino de Dios venidero. Para que esto suceda, su esperada muerte es una condición necesaria. Los discípulos pueden tomar parte en el banquete escatológico final sólo si Jesús entrega primero su vida por ellos (Le 22,20) (J. JEREMIAS, Theology, 299). Tomar parte en el reino de Dios sólo es posible después de que Jesús haya cumplido la condición previa para ello; después de que él "haya bebido el cáliz y haya sido bautizado con un bautismo" (Me 10, 35-40) (R. SCHNACKENBURG, God S Rule, 193).. La verdadera naturaleza de la tarea que Jesús tenía que cumplir para llevar el reino a su plenitud está expresada en las palabras relacionadas con el pan y el vino. Él debe ofrecer su vida para que todos los hombres puedan compartir la fiesta del reino con él. "Su resolución de completar la misión que Dios le había confiado en relación con el reino, y su confianza en que él pronto estaría participando en su gozo, parece la idea fundamental de su última comida con sus discípulos. La última cena está enmarcada en la afirmación de la muerte de Jesús en la perspectiva del reino de Dios" (BEASLEY-MURRAY, Jesus and the Kingdom, 263).

d) La muerte de Jesús, revelación definitiva de Dios. En un determinado momento de su vida, Jesús debe haberse dado cuenta de que el-único camino posible para cumplir su misión era demostrar la inmensidad del amor de Dios por nosotros hasta el fin (Jn 13,1). La cruz y su muerte aparecen como el único camino que quedaba para demostrar el amor redentor de Dios en la historia de la humanidad transida de pecado. ¿En qué consisten precisamente estas "tribulaciones y sufrimientos" que él tenía que asumir para hacer posible la venida final del reino? La solución ofrecida es la siguiente: la vida de Jesús refleja la tensión que existe entre su vida íntima con el Padre y su "vivir nuestra vida hasta el fin", la fidelidad a su misión, que se expresa de la manera más adecuada con las dos palabras: identificación y representación. Jesús sintió que cuanto más se identificara él mismo con nosotros, más experimentaría nuestra pecaminosidad, nuestro desamparo, nuestra inseguridad, propia de quienes habían rechazado el don del amor de Dios. Llegó a darse cuenta de que si llevaba su misión hasta el fin, tendría que experimentar la plena realidad de lo que significa para una criatura estar "separada" de Dios. Para Jesús esto significaría experimentar en sí mismo el ser separado del Padre, que lo significaba todo para él, de quien recibía la vida y cuya voluntad había venido a cumplir. El pensamiento de que este momento estaba llegando le horrorizó.

El Padre le tomaría como "humanidad en su estado de abandonada de Dios, de perdida". Jesús tendría que experimentar este estar completamente identificado con nosotros en nuestro pecado y ser tratado como representante nuestro ante Dios. El grito en la cruz debe considerarse como el momento en que Jesús más se identificó con nuestro abandono de Dios (Mc 15,34). En aquel momento parecía como si el amor del Padre, del que él recibía la vida, hubiera cesado de fluir. Las "tribulaciones escatológicas" son, precisamente esta experiencia de nuestro verdadero estado sin Dios: abandonados, condenados sin ninguna esperanza por nuestra parte. En la cruz, Jesús experimentó a Dios como alguien que se apartaba (Mc 15,34) y le dejaba experimentar toda nuestra desolación, la verdadera prueba del reino inminente, que iba a vencer al pecado, la condenación y la muerte (J. FUELLENBACH, Kingdom, 85-95).-

Experimentando el efecto del pecado como condenación, Dios tomó sobre sí en Jesucristo lo que hubiera sido el destino de la humanidad. "¡Descendió a los infiernos!" Éstas son las "tribulaciones escatológicas" que tenía que soportar para que el reino pudiera finalmente venir en toda su gloria.

4. EL ESPÍRITU SANTO Y EL REINO. El Espíritu Santo es descrito en la Escritura como el "principio de vida'." o como el "dador de vida". Por medio del Espíritu llegó a existir la antigua creación y se mantenía en la existencia. Se cree que el mismo Espíritu construye los nuevos cielos y la nueva tierra al final de los tiempos.

El tiempo escatológico es visto como la "edad de oro" del Espíritu. La misión de Jesús en el evangelio. de Juan se describe como "liberación del Espíritu del tiempo final", que realizará la transformación de lo viejo en nuevo. Como revelación definitiva- del amor incondicional de Dios a su criatura, la muerte de Jesús libera este amor y lo transforma en el poder del Espíritu Santo. El primer hecho de este amor crucificado, puesto en libertad en el Espíritu, es la resurrección del cuerpo muerto de Jesús en la nueva creación. Según Pablo, el, Éspíritu Santo es el poder por el cual el Padre resucitó a Jesús de entre los muertos. Y por el mismo Espíritu, el reino, llevado a cabo de una forma nueva a través de la muerte y resurrección de Jesús, se convierte ahora en una fuerza que transforma y que da vida al mundo. Es, por tanto, el Espíritu Santo. quien continúa la obra de Cristo a través de los siglos y conduce a la humanidad y a la creación entera hacia su realización final en la plenitud del reino (J. FuELLENBACH, Kingdom, 97-107).

5. LA IGLESIA Y EL REINO. El Espíritu del Señor resucitado, el Espíritu de la nueva creación, origina la nueva comunidad escatológica, la Iglesia. La Iglesia es; por tanto, una anticipación en el espacio y el tiempo del mundo venidero. Ella está en "el mundo, pero no es del mundo". Su esencia y su misión deben ser entendidas a la luz del reino presente en ella, pero orientado a la transformación y salvación de la creación entera:

El Vaticano II describe a la Iglesia como el misterio de Cristo. En ella se realiza el "eterno plan del Padre, manifestado en Jesucristo, de llevar a la humanidad a su gloria eterna". La Iglesia es contemplada en su función de "declarar el cumplimiento de este plan secreto, escondido desde todos los siglos en Dios" (Col 1,16; Ef 3,39; 1Cor 2,6-10), que no es otro que el reino de Dios. El reino persigue la transformación de la creación entera en su gloria eterna, y la Iglesia debe ser vista y comprendida en el contexto dé su divina intencionalidad. Su misión es revelar a través de los siglos el plan escondido. de Dios y conducir a toda la humanidad hacia su destino final. Ella debe considerarse a sí misma enteramente al servicio de este plan divino, destinado a la salvación de toda la creación (W. -PANNENBERG, Theology, 72-75).

a) La Iglesia no es el reino de Dios en la tierra. En contra de como muchos manuales de dogmática antes del concilio la presentaban, la Iglesia no es el reino de Dios ahora. El Vaticano lI expresó esto en el artículo 5 de la Lumen gentiúm, y de nuevo en el artículo 45 de la Gaudium et spes. "Ello sustituye a lo que fue quizá el más serio error eclesiológico antes del Vaticano II, a saber: que la Iglesia es idéntica al reino de Dios aquí en la tierra. Si así fuera, entonces no tendría ninguna necesidad de reforma institucional, y su misión consistiría en introducir a todos dentro, de sí para que la salvación no les deje fuera" (R. P. MCBRIAN, CathQlicism, 686).

El reino se hace sentir fuera de la Iglesia también. La misión de la Iglesia es servir al reino, y no ocupar su lugar.

b) El reino está presente en la Iglesia. Es el reino presente ahora el que crea la Iglesia y la mantiene constantemente en la existencia. La Iglesia es, por tanto, el resultado de la venida del reino de Dios al mundo. El pode4 dinámico del Espíritu que hace presente de modo efectivo la intencionalidad salvadora final de Dios es la verdadera fuente de la comunidad llamada Iglesia. Aunque el reino no puede ser identificado con la Iglesia, ello no significa que el reino no esté presente en ella. El mismo se hace presente de una manera particular. Podemos decir que la Iglesia es una realización "inicial", "proléptica" o anticipada del plan de Dios para la humanidad. En palabras del Vaticano II: "Y constituye en la tierra el germen y el principio de ese reino" (LG 5). En segundo lugar, la Iglesia es un medio o sacramento, a través del cual este plan de Dios con el mundo se realiza en la historia (LG 9; 48).

"El reino crea la Iglesia, trabaja a través de la Iglesia y es proclamado en el mundo por la Iglesia. No puede haber reino sin Iglesia -aquellos que han reconocido el reinado de Diosy no puede haber Iglesia sin el reino; pero siguen siendo dos conceptos distintos: el reinado de Dios y la fraternidad de los hombres" (G.E. LADD, The Presence, 277).

c) La misión de la Iglesia. Jesús ligó el reino de Dios, que antes pertenecía al pueblo de. Israel, a la comunidad de sus discípulos. Con esta elección de una nueva comunidad, el propósito del pueblo del AT queda transferido a este nuevo pueblo. Ellos deben convertirse ahora en un "signo visible del designio de Dios para con el mundo" y en portadores activos de esta salvación. A ellos se les hace salir de las naciones para asumir una misión en favor de las naciones. Lo que importa es que el reino permanecerá ligado a una comunidad visible, que debe ponerse al servicio del definitivo plan de salvación de Dios para todos (G. LOHFINK, Jesus and Community, 17-29).

Desde esta perspectiva la Iglesia es vital para que el reino permanezca en el mundo. "Es la comunidad que ha empezado a saborear (aunque sólo como anticipo) la realidad del reino, la única que puede proporcionar la hermenéutica del mensaje...; sin la hermenéutica de tal comunidad viviente, el mensaje del reino puede tan sólo llegar a ser una ideología y un programa, no será un evangelio" (L. NEWBEGIN, Sign of the Kingdom, 19). La misión de la Iglesia a la luz del reino se describe de una triple forma: a) Proclamar mediante la palabra y el sacramento que el reino de Dios ha venido en la persona de JesúS de Nazaret. b) Ofrecer su propia vida como una prueba de que el reino está presente y operativo en el mundo hoy. Esto se puede ver en la propia vida de la Iglesia, donde la justicia, la paz, la libertad y el respeto a los derechos humanos son manifestados de manera concreta. La Iglesia se ofrece a sí misma coma una "sociedad de contraste" para la sociedad en general (G. LOHFINK, Jesus and Community, 157-180). c) Desafiar a la sociedad entera a transformarse de acuerdo con los principios básicos del reino inrilinente: justicia, paz, hermandad y derechos humanos. Esto es un -elemento constitutivo de la proclamación del evangelio, puesto que la meta última del reino es la transformación de la creación entera y la Iglesia debe entender su mísión al servicio del reino inminente (R. MCBRIAN, Catholicism, 717).

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J. Fuellenbach