MARXISMO - Ideología
TEOLOGÍA FUNDAMENTAL

1. CONCEPTO. El marxismo abarca el.conjunto de doctrinas de Karl Marx (1818-1883), de F. Engels (1820-1895) y de movimientos de pensamiento y de acción que se han inspirado en ellos y, posteriormente, en Lenin, pseudónimo de Vladimir Il'ic Ulianov (1870-1924) y en Mao Tse-tung (1893-1976).

Más exactamente deberíamos hablar de "marxismos", puesto que ya desde el principio no hubo un solo marxismo, sino varios marxismos de interpretaciones diversas y a veces antitéticas (E. Bernstein, K. Kautsky, R. Luxemburg, G. Plechanov). Conocemos, efectivamente, el marxismo "clásico" u "ortodoxo" de los padres Marx y Engels, el "marxismo-leninismo" de Lenin, el "marxismo-trotzkista" de Trotzki, el "marxismo-stalinista" de Stalin -.seudónimo de Josif Vissarionovic Dzugasvili (1879-1953)-, el marxismo "oficial", reflejado en el Estatuto del Partido comunista, en la Constitución y en la legislación del "socialismo real" de la URSS. Se distingue además el marxismo de Mao, llamado "maoísmo"; el marxismo "utópico" de E. Bloch, el "humanista" de R. Garaudy y el "antihumanista" de L. Althusser. Está el "marxismo-revisionista" de V.P. Tugarinov en la URSS, el de L. Kolakowski y A. Schaff en Polonia, el de R. Richta y M. Machovec en Checoslovaquia, el de G. Markus y A. Hegedüs en Hungría, el de un grupo de filósofos de la revista Praxis de Zagreb y el de otro grupo de eticistas de Belgrado, etc. En efecto, "ese conjunto de movimientos de pensamiento y de acción", que puede llamarse "marxismo", tiene muchos otros matices, no tanto filosóficos como ideológicos, políticos y económicos.

Hoy, con el ocaso del "impulso marxista" (E. Berlinguer), con la agonía del viejo marxismo soviético y del proyecto de gestión, con la aplicación de la "perestroika" (= reorientación, concepto todavía bastante confuso, oscuro e indefinido) de M. Gorbachov, se habla ya de tiempo "posmarxista" y de "herederos" del marxismo, que se esforzarán en presentar el "marxismo auténtico" en su índole genuina, limpio de todos los revisionismos y de todas las variaciones, de manera que -según algunos- el marxismo no está acabado, sino que está comenzando ahora. La razón fundamental está en su naturaleza, que puede compararse con la civilización cultural, como la del judaísmo, la del cristianismo, la del islam, la del budismo, es decir, la fe de los grandes movimientos religiosos del mundo.

2. ELEMENTOS DOCTRINALES. Hablamos sobre todo de aquellos elementos doctrinales que fueron apropiados y profesados por el marxismo "oficial" en los países del "socialismo real" tras la revolución de octubre de 1917.

La forma filosófica de la visión del mundo marxista es el materialismo dialéctico, que niega la existencia de Dios creador del mundo como pura invención humana, y por tanto como hipótesis no-científica y hasta anticientífica. Es "dialéctico", en cuanto que pone como principio primero y supremo de todo la materia.

La materia es eterna, internamente dinámica, en continua evolución. De la materia emana todo, según las leyes de la dialéctica, que son sustancialmente las que puso Hegel, o sea, las de la tesis, de la negación de la tesis y de la negación de la negación; este tercer momento marxiano se diferencia del hegeliano, que consiste en la síntesis. El último salto dialéctico cualitativo en la evolución produjo el hombre, que representa el último fruto del irrefrenable dinamismo que domina a la materia, cuya potencialidad es casi infinita. Por eso el marxismo no saca del pasado los modelos y las normas de la acción: El pensamiento humano no tiene un carácter estrictamente, reproductivo, sino creativo, en el sentido de anticipación del futuro. La persona humana con su dignidad no es la fuente de la ética ni tiene importancia alguna para el criterio epistemológico dé las normas morales. El fin del hombre, el sentido metaético de la vida, son exclusivamente externos a la persona e intramundanos. Ésta es 1a razón de que todo auténtico marxista se oponga a la realidad trascendente, que hace al hombre incapaz de resolver los problemas intramundanos, esto es, un ser alienado del mundo y de sí mismo.

El objeto del materialismo histórico es el devenir del hombre, es decir, de la sociedad. El sujeto es la sociedad bajo el aspecto de su devenir como sociedad. El fundamento de la sociedad es la estructura económica, y cualquier otra estructura es un reflejo de la estructura económica. Los factores principales que determinan la historia humana son materiales. El paso de la tesis a la antítesis se realiza a través de un salto dialéctico.

El mundo no es un sistema cuyas estructuras haya que conservar, sino la materia prima, con la que el homo faber tiene que construir su mundo. El mundo es humanizado por el hombre, que le impone sus propias ideas, dotado de aquella agilidad que le permite abandonar formas existentes en favor de otras formas mejoradas por él. El hombre, artesano y demiurgo como es, partiendo de un mundo natural, elabora un mundo cultural. Ésta es la "creación" del hombre, que se distingue cualitativamente del mundo natural. Se trata de la naturaleza "humanizada". De esta forma se logra la identificación: el hombre en el mundo y el mismo mundo son las únicas realidades. Con el conocimiento de la naturaleza y el trabajo, el hombre transforma al mundo en un lugar de felicidad. El mundo se estructura en dos planos: el estrato básico y la supraestructura. La base es la economía del sistema-de producción. La supraestructura son las ciencias (filosofía, ciencias positivas, derecho), la religión, el arte, la estructura social. Por tanto, el orden económico determina la supraestructura. Si cambia la base, cambia también necesariamente la supraestructura. Los cambios que nacen con el tiempo en la estructura económica son ante todo cuantitativos, pero una vez alcanzada cierta fase se transforman en cambios cualitativos y se revelan como revoluciones. Esto es precisamente el salto dialéctico. Tales revoluciones, por otra parte, no son sólo acciones de una voluntad libre, sino principalmente surgen de una necesidad natural. En este punto aparece la dependencia unilateral de lo menos material o de lo inmaterial respecto a lo material.

De este modo se afirma la primacía de la materia en el orden humano y en el mundo cultural, cuya finalidad es la de realizar y perfeccionar todas las condiciones necesarias para la felicidad terrena absoluta. Hay además una etapa escatológica utópica: lo colectivo será el fruto de la victoria final del comunismo. El hombre se realiza perfectamente tan sólo en la última fase de la historia humana, es decir, en la sociedad comunista perfecta. La historia humana incluye, por tanto, una "trascendencia" relativa o inmanente, cuyo teórico más conocido es E. Bloch. Las fases anteriores son solamente su preparación; forman los pasos diversos hacia el término final. Los pensadores neomarxistas en general no admiten la hipótesis sobre la sociedad comunista perfecta, sin clases, sin Estado y sin la necesidad de derecho alguno, como última fase del desarrollo de la historia humana.

El trabajo es el medio principal, más aún, el medio único de la humanización de la naturaleza. Es el elemento central del dinamismo marxista y del materialismo histórico. El hombre, trabajando, transforma el mundo no-humano, se redobla a sí mismo, crea el mundo a su propia imagen. Esta objetivación y cosificación del hombre es necesaria. Por tanto, cuando el hombre con su trabajo crea un mundo nuevo, se crea continuamente a sí mismo. Al transformar así el mundo, se transforma a si mismo. Por tanto, la cualidad primera del trabajo no es un individuo en sí mismo, sino el colectivo que trabaja y crea el mundo a través del individuo.

También la religión depende del orden económico. Es aquella forma de producción en cuyo seno el hombre es casi incapaz de dominar a la naturaleza. La miseria de este hombre, su inferioridad respecto a las fuerzas de la naturaleza antagónica, ha impulsado al hombre a confiar en la ayuda de un ser superior poderoso, capaz de hacer al hombre feliz. Pero ese ser es un engaño. No existe; es una pura7creación del hombre infeliz y necesitado. Por eso la religión es "el opio del pueblo" (Feuerbach, Marx). Es la alienación más profunda y más radical y por eso mismo más peligrosa, de la que hay que liberarse. La solución viene de la economía: cuanto más perfecto se hace el orden económico, cuanto más somete el hombre a la naturaleza, tanto menos conservará la religión un derecho a la existencia.

El hombre no es considerado como individuo, sino como parte de un colectivo. El individuo es un reflejo de la estructura de la sociedad a que pertenece. Cuanto más la refleja, tanto mayor es su perfección. Su esfuerzo debe ser el de hacerse totalmente perteneciente a la sociedad. Es decir, el hombre es en el colectivo una parte del todo y el reflejo fiel de' la totalidad del mismo. Por eso la esencia del hombre se identifica con su ser-social; el hombre es un puro ser relativo. No posee desde el nacimiento ningún derecho personal, natural, congénito e intangible. Existe solamente un tipo de derecho del ciudadano que procede de fuentes externas, como el partido, el Estado con su legislación constitucional, las leyes positivas y las normas prescritas. Por tanto, se trata de un positivismo colectivista absoluto, que tiene un derecho heterónomo, temporal, relativo, dependiendo siempre de las condiciones económicas y del querer de otros hombres, los que están en el poder.

Por consiguiente, el hombre se conoce a sí mismo a través del conocimiento que tiene de los demás. Este "otro" o este "tú" es el colectivo. La subjetividad nace a través de la comunicación, de la intersubjetividad. Mi autoconciencia nace de la presencia del otro en mí. Este otro no es otro individuo o un "tú" indivisible, sino precisamente un "nosotros" colectivo. Por eso la persona, en sentido ontológico, no existe. La persona sólo se entiende en sentido ético, como personalidad; y se hace tal cuando en la praxis reconoce su ser relativo. Así pues, el hombre se hace "hombre-sociedad" o bien "hombre-colectivo"; pero con esto no enriquece su propia persona a través del enriquecimiento de la comunidad en que vive, sino que lo recibe todo exclusivamente de la sociedad y lo da todo a la sociedad. Por tanto, este hombre se aliena a sí mismo en beneficio de la sociedad, empobreciéndose cada vez más en lo íntimo de su ser humano.

En el ámbito de lo colectivo concreto en que vive, el hombre es libre y responsable. La libertad es la condición indispensable para una vida ética; pero en un sistema filosófico en donde la materia es la realidad principal, la primacía corresponde a las leyes sobre la materia, es decir, a las leyes de la necesidad. A pesar de ello, los marxistas hablan de tres formas de libertad: la "libertad de opción", que consiste en conocer la necesidad de las leyes de la materia y del obrar ético según esta necesidad -es decir, hay que dejar que las leyes del proceso operen sistemáticamente sin poner obstáculos-; la "libertad externa", que consiste en intervenciones por parte de la sociedad que reducen cada vez más la libertad del individuo en favor de la misma sociedad en que vive; y, finalmente, la "libertad escatológica", la de la fase final del comunismo, según la doctrina oficial.

La conciencia, como todos los elementos de orden ético en el marxismo, tiene un significado muy distinto de la ética filosófica en general, es decir, desarrollándose en una relación abstracta con el colectivo, del que el individuo es una partícula. La conciencia del individuo es el espejo del ambiente social concreto. Es la voz del colectivo la que se manifiesta en el conocimiento de la responsabilidad del individuo frente a la comunidad en que vive. Es precisamente en la conciencia donde el colectivo habla como norma e imperativo categórico "objetivo". La conciencia evoluciona, se forma, progresa al mismo paso que el progreso del colectivo. En el marxismo oficial, por otra parte, la libertad de conciencia se entiende únicamente como libertad de palabra y de prensa, pero siempre dentro de unos límites concretos de conformidad con los "intereses del pueblo" y con la finalidad de consolidar, de desarrollar el bienestar y el progreso del colectivo.

Así pues, el marxismo es al mismo tiempo materialismo histórico y dialéctico. Nació como reacción frente al idealismo hegeliano por obra de K. Marx. La sociedad o colectivo depende de la organización de los medios de producción. La injusta distribución de los medios de producción fomenta la lucha de clases (los capitalistas y los obreros), que deberían haber producido como efecto el derrumbamiento definitivo del capitalismo y el triunfo del comunismo.

3. ATEISMO MARXISTA. El marxismo y los marxismos han tenido como objetivo formar al hombre ateo (a-theos=no-Dios, sin Dios), tanto en el sentido privado como en el sentido colectivo del sistema. Así, el ateísmo teórico se basa en las ideologías de Marx, Feuerbach, Comte, Nietzsche, Freud y otros; el ateísmo práctico, a su vez, se nutre de agnosticismo, de hedonismo, de materialismo y de nihilismo. Tanto el uno como el otro se les enseñaba e imponía, en los regímenes del "socialismo real", a millones de ciudadanos cristianos y no cristianos,- con la finalidad de desarraigar todo tipo de religión o, si esto resultara imposible, de suscitar la indiferencia religiosa y favorecer el materialismo práctico. Por eso el marxismo, precisamente el marxismo-leninismo, tomó como objetivo la lucha radical contra todas las religiones organizadas, especialmente contra el antagonista que se consideraba más peligroso, el enemigo más odiado: el cristianismo y, en primera línea, la Iglesia católica.

Pero hoy, entre tantos "ateísmos" teóricos, se empiezan a agrietar los tres grandes mitos, apropiados y propagados por el marxismo, que ya no atraen ni interesan tanto como antes.

En primer lugar, el ateísmo llamado humanista, con finalidades antropológicas y antropocéntricas, en relación con el hombre y con la humanidad, que intenta hacer al hombre más autónomo, más libre, más independiente, más maduro, más grande, más poderoso, poniéndolo en el centro de la conflictividad con un Dios "celoso" y "rival" que lo hace esclavo (Nietzsche), que le amenaza en su existencia (Hegel, Feuerbach), que le despoja de sus derechos y de sus libertades, que le persigue (Sartre, Camus), no parece ya muy realista. El hombre contemporáneo sabe muy bien que la contraposición entre Dios y el hombre carece de todo fundamento científico y filosófico. En la situación contemporánea mundial, tan precaria y tan amenazada (pensemos en el problema de la contaminación ambiental, de la ingeniería genética, de la energía nuclear), Dios se convierte de nuevo en el único que garantiza la libertad, los derechos y la dignidad de la persona humana, el único que garantiza la verdadera paz, el desarrollo, el protector último y eficaz del bien común contra las estructuras del pecado. La "muerte de Dios" tiene como consecuencia la muerte del hombre y de la funcionalidad regular de su mundo y de su sociedad tanto política como económica. Por eso la teoría del ateísmo humanista tiene hoy muy poco eco en la conciencia del hombre contemporáneo.

Lo mismo sucede con el ateísmo llamado científico en relación con la ciencia. Ha cambiado la mentalidad de los científicos. Siguen las tesis de los epistemólogos actuales y reconocen su carácter ilegítimo e ilógico. Se convierte en una contradictio in adjecto la tendencia totalmente equivocada de invocar la ciencia o las ciencias en apoyo del ateísmo. ¿Qué ciencia podría probar la no-existencia de Dios? ¿Qué método científico podría aportar semejante prueba?

Se puede no estar de acuerdo y rechazar las `pruebas' o los razonamientos humanos que tienden a probar la existencia de Dios; se pueden criticar los conceptos humanos sobre Dios. Pero esta crítica no llega a afectar a la realidad misma de Dios. El ateísmo llamado científico es un absurdo" (P. Poupard), puesto que el problema de Dios es un problema metafísico y religioso, que no pueden resolver las ciencias positivas. Afecta al hombre en cuanto hombre en sus dimensiones internas más profundas (metafísica, religiosa, psicológica, teológica, ética), que no puede resolver ninguna ciencia positiva como tal.

El tercer mito es el ateísmo social, que habla en nombre de la justicia, como rebelión contra la explotación, la pobreza y todo tipo de opresión social. Pero este ateísmo transporta los problemas del pasado a nuestro tiempo; es decir, transporta la rebelión contra las clases dominantes, que apelaban a Dios para justificar sus privilegios. Hoy las clases dominantes ya no apelan a Dios; la Iglesia es aquella "voz en el desierto" del mundo que grita contra la injusticia y la opresión, contra la pobreza y el marxismo ateo, apelando a los derechos y a la libertad, al desarrollo, a la solidaridad, a la participación; es decir, trabaja por salvaguardar y proteger la dignidad del hombre a nivel personal y comunitario. Así pues, los derechos, la libertad y la justicia no pueden ser de ningún modo objeto de rebelión o. motivo de acusación' contra Dios.

Derribados estos mitos del ateísmo teórico que han utilizado los diversos marxismos, especialmente el oficial soviético, y habiéndose agravado la crisis del sistema del "socialismo real", muchos estudiosos marxistas cambian de dirección y comienzan a reconocer claramente el "fracaso" del marxismo ateo. Es de esperar que en la nueva situación político-económica que se está creando, no sólo en los países del Este (en la misma URSS con los países bálticos, en Polonia, .en Alemania, en Checoslovaquia; en Rumania, en Hungría, en Bulgaria, en Yugoslavia, concretamente en sus repúblicas Eslovenia y Croacia), sino en todo el mundo, vaya perdiendo terreno el marxismo oficial, que es ateo por sistema. Sin embargo en los países del "socialismo real" de ayer sigue en pie el enorme problema del ateísmo práctico, fruto de los marxismos propagados durante muchos decenios y con todos los medios disponibles del régimen comunista. Este ateísmo práctico desemboca hoy en el materialismo práctico, revestido de un fuerte indiferentismo religioso y moral. Ésta es precisamente hoy la- nueva tarea del cristianismo auténtico, esto es, la llamada "nueva" o "segunda" evangelización de las culturas. Por tanto, los frutos negativos del marxismo; concretamente de aquella variante opresiva y violenta que fue la leninista y la stalinista, no se borrarán del corazón de las generaciones solamente con un cambio político y económico exterior.

4. MARXISMO-LENINISTA. Lenin se distanció en varios puntos de Marx y Engels, y el sistema conocido como "marxismo-leninismo" se consolidó y se fue haciendo más leninista que marxista. Señalemos algunas diferencias inás patentes.

La primera es la doctrina sobre la teoría de la revolución. Para Marx y Engels la revolución socialista requiere un nivel muy alto de desarrollo de las fuerzas productivas con una victoria asegurada en casi todos los países desarrollados, pero en condiciones de carácter objetivo económico-social. Lenin modifica estas tres tesis: la revolución parte de un país capitalista menos desarrollado, no estalla simultáneamente en todos los países y bastan condiciones de carácter únicamente subjetivo-político. Además, Lenin defiende una revolución permanente.

El segundo punto de divergencia doctrinal y práctica se refiere al partido comunista (l Marxismo, II). Marx y Engels querían un partido "obrero" que comprendiese a toda la clase obrera, no un partido que constituyese una fuerza dirigente de clase. Por el contrario, Lenin crea en el VII Congreso (1918) el "partido comunista bolchevique ruso", anteponiéndolo a la clase. Este carácter leninista del partido se extenderá a continuación a todos los partidos del comunismo mundial y perdurará en la nueva denominación de "Partido comunista de la URSS" (PCUS), asumida en el XIX Congreso (1952) bajo Stalin, reforzándose finalmente en la Constitución de 1977 (K'77) con el famoso artículo 6, que dice: "El partido comunista de la Unión Soviética es la fuerza que dirige y orienta a la sociedad soviética". Esta posición del PCUS durará hasta 1990, cuando queda superada por el "Estado presidencial" de M. Gorbachov. El 25 de diciembre de 1991 desaparece la URSS y nace la CEL B. Yeltsin, presidente de Rusia, es el nuevo líder de la Comunidad de Estados Independientes.

El tercer punto se refiere a la religión. En la teoría, Lenin está de acuerdo con Marx cuando afirma que la religión es el opio del pueblo ("sic ist das Opium des Volks'~. Difiere en el aspecto práctico. Mientras que Marx y Engels se refieren ideológicamente a la "escuela mitológica" (Bauer, Bobertson, Drews), a la "escuela histórica" (Strauss, Renan, Harnack), así como a la doctrina de la "escuela de Tubinga" (Strauss, Feuerbach, Christian Baur), Lenin sigue un camino propio, más propagandístico y demagógico, por no decir agresivo y violento, ideológicamente muy cercano a los enciclopedistas franceses del siglo xviii, camino que por otra parte había "abierto" ya Engels. Poco importa que la lucha de los encielopedistas no coincida con la del marxismo en cuanto a la ideología y la praxis; lo que cuenta es su planteamiento ateo, su lucha contra la religión cristiana. Este empeño en la "lucha" entra incluso en el estatuto del PCUS (1961), artículo 2: "El miembro del partido está obligado (...) a mantener una lucha decidida contra (...) lbs prejuicios religiosos". La K'77,' por su parte, "garantiza a los ciudadanos de la URSS la libertad (...) de hacer propaganda atea" (art. 52).

El cuarto punto del leninismo" es el desarrollo histórico del concepto de derecho, que escapa al pensamiento original de Marx-.- Sigamos primero la doctrina de Marx, según la cual el derecho no es ni puede ser "natural", sino positivo. Por eso el derecho marxista se coloca, por su naturaleza, exclusivamente en el terreno positivo. En cuanto a su existencia, tiene en cuenta dos períodos: el primero "transitorio" (que continúa en el presente) y el segundo "permanente" (en la sociedad final sin clases), que sustituirá a la desaparición de todo derecho, incluso después de la desaparición del Estado. Esta doctrina se remonta a Marx y a Engels, cuyo pensamiento no es fácil de reducir a una interpretación unívoca; en un primer momento Marx ni siquiera usaba el término "derecho", por estar viciado de la concepción burguesa. En un segundo momento, es decir, después de haber comprendido que tiene raíces en la economía y en la historia, más allá de una pura disciplina jurídica, lo afirma al proponer su nueva ontología, que admite tan sólo una realidad, la material. Bajo la influencia de Hegel, Feuerbach, Spinoza, los materialistas franceses e ingleses del siglo xvIII, sin excluir a algunos filósofos de la antigüedad como Heráclito y Demócrito, Marx formula dos tesis fundamentales: 1) el derecho es parte constitutiva de la historia de la economía, dictada por la evolución económica; 2) el derecho no es ni inmutable ni universal, por encima de las categorías de tiempo, de espacio y de historia, ya que el ser del hombre no es ni puede ser una realidad inmutable. Por tanto, no existe ningún derecho natural, que por otra parte era un sistema burgués en manos de los poderosos, un sistema esclavista y feudal, instrumentalizado por los capitalistas, que atribuyeron erróneamente al derecho un valor universal. Para Marx todas las doctrinas anteriores a él, en comparación con el materialismo histórico, son filosofías conservadoras, aliadas de la clase dominante.

Aludimos tan sólo brevemente a la doctrina utópica de Marx sobre el deterioro del derecho y del Estado, ya que tiene una importancia meramente informativa a nivel gnoseológico para nuestro trabajo. Esta desaparición se convertirá en realidad cuando desaparezcan definitivamente las condiciones para la existencia del derecho y del Estado. Se necesita un tiempo equis, "transitorio", el de la "dictadura del proletariado", en que el mismo proletariado victorioso asume la responsabilidad de ser instrumento del derecho y del Estado.

Siguiendo las etapas de desarrollo del derecho marxista y dejando aparte muchos nombres (Kautsky, Plachanov, Bucharon y otros) y sus opiniones, no siempre unívocas ni totalmente en armonía con el marxismo oficial, hay que decir que en Lenin hay un doble elemento que representa de nuevo un papel importante: las diversas necesidades prácticas y pragmáticas son engendradas siempre por nuevas influencias históricas. Así, aquel desarrollo previsto por Marx y por Engels no se ha verificado generalmente. Lenin y el propio Stalin siguieron el camino que les imponían las condiciones objetivas, que impulsaban más bien al reforzamiento que al debilitamiento del derecho y del Estado. Por este motivo fue condenada la doctrina de E. PaNukanis (por los años treinta), cuya fidelidad al pensamiento de Marx sobre el "deterioro" era considerada peligrosa. Desde entonces las obras jurídicas eran más que nunca, posiciones del PCUS. Stalin, Vyshinski y Judin dictaron a los teóricos del derecho las normas por las que había que pensar y comportarse. Hoy, el derecho del "socialismo real" (que sigue existiendo con la "perestroika'~ ha asumido con el cambio "presidencial" de Gorbachov unas características muy parecidas a las del derecho capitalista, como el estatalismo, el normativismo, el concepto estrictamente positivista de la ley, el presidenciallsmo, etc. A pesar de todo, el proceso del derecho habría llegado a la disgregación definitiva.

$. COMUNISMO LENINISTA. El concepto de comunismo se refiere al sistema económico-social basado en la comunión de bienes. En efecto, esta teoría, a veces utópica, no es una teoría nueva, sino que a lo largo de los siglos ha tenido sus teóricos y seguidores, como Platón, Moro, Campanella, Proudhon... Pero los teóricos del comunismo como sistema socio-económico-politico son precisamente los "padres" clásicos del marxismo, Marx y Engels.También aquí hay varias tendencias del comunismo como sistema. Sin embargo, la más violenta, maximalista y rigorista es la de V.I. Lenin, la cual, después de la revolución de 1917, creó el bolchevismo, es decir, la forma propia y típica del comunismo de la URSS.

Es interesante y significativo que, ya a comienzos de siglo, tras la revolución fallida de 1905, un grupo de pensadores rusos profetizara la catástrofe histórica de la revolución comunista, indicando en el radicalismo antirreligioso de la intelligentzia rusa la causa del totalitarismo amenazador. Berdiaef, Bulgakof, Struve y Frank son los nombres más autorizados del grupo, que se expresó en la revista Viejos en 1909, demostrando cómo el marxismo, después de agotar su `-`impulso hacia adelante" desde el punto de vista teórico, logró imponerse en su variante leninista presentándose como religión fundamentalista de una nueva humanidad. Después de setenta u ochenta años, esta profecía se ha cumplido a la perfección.

A pesar de estas previsiones, este marxismo-leninista ha tenido en el mundo un fuerte atractivo desde el momento en que dirigiéndose al pueblo ruso, desilusionado y agotado por el fracaso de la reforma agraria, V.I. Lenin lanzó, en ila Constitución de 1918, el programa de gobierno de los Soviet (art. 3). La apelación leninista a la justicia, a la igualdad, a la represión de los explotadores no podía menos de influir en las masas desheredadas del tiempo de la Rusia zarista. Este tipo de comunismomarxista, ordinariamente abandonado en los mismos documentos soviéticos, fascinaba en aquella época, atrayendo especialmente a los pueblos y a los hombres que se sentían oprimidos por el peso de cualquier tipo.de poder.

La concepción revolucionaria internacionalista (sin entrar ahora en la historia de la Internacional comunista, de la que se trata en el artículo sobre el partido comunista), incluso en su forma constitucional, no deja sin embargo de tener algunos precedentes. Ya Marx y Engels, es decir, los padres de la ideología comunista, la habían expresado y acentuado en la declaración de los derechos del proletariado, en el Manifiesto del partido comunista de 1848.

Viene luego el comunismo internacionalista de Lenin en la época de la guerra civil, es decir, de la revolución de octubre de 1917 hasta 1921. A1 comienzo de la Nueva política económica (NEP) introducida por Lenin, se había redactado apresuradamente en el Consejo de comisarios la conocida Declaración de los derechos de los pueblos de Rusia, de 15 de noviembre de 1917, cuya myor preocupación era la de invitar la mayor confianza recíproca de los pueblos de Rusia". A pesar dé este intento leninista, Polonia, Finla dia, Ucrania, Estonia y Lituania no eptaron la supremacía de la Rep blica rusa. Vino luego el armisticio del 15 de diciembre de 1917 y más tarde la paz de Brest .Litowsk del 3 de marzo de 1918. Bielorrusia, Ucrania, Georgia, Azerbaiyán y Armenia permanecieron independientes, pero fueron obligadas a unirse a la URSS seis años más tarde, en 1924 tras la victoria de la guerra civil. Fue ésta una fase muy dura y sangrienta en la historia de los diversos pueblos del imperio zarista anterior. Pero el objetivo era luchar por el comunismo internacional revolucionario mundial. Este objetivo está claramente señalado en la Constitución de 1918, en el capítulo III, que habla de la "decisión irrevocable de arrancar a la humanidad de los lazos del capital financiero y del imperialismo, que (...) han inundado la tierra de sangre" (art. 4), con la intención precisa de preparar "una completa ruptura con la bárbara política de la civilización burguesa" (art. 5).

Así pues, el internacionalismo revolucionario comunista pretende, según Lenin, crear el socialismo "en el que no haya ya divisiones de clases ni poder estatal" (art. 9), de manera que su línea expresa con claridad "la certeza de. que el poder soviético avanzará con resolución por este camino hasta la victoria completa de la revolución obrera internacional contra el yugo del capital" (art. 3). Más aún, se teorizaba sobre el Estado unionista soviético, unido en federación, que se convertiría en un modelo que imitar. De manera que, una vez conseguida la victoria mundial sobre la burguesía, los trabajadores dé todos los países del mundo podrían entrar a formar parte de este Estado unionista mundial.

Es bien sabido que Stalin, con de llegada de Hitler al poder, a fin ue evitar conflictos con otros Estados, reduciendo al mínimo los motivos de disensión, hizo entrar en 1934 a la URSS -en la Sociedad de Naciones. Este gesto suyo tuvo dos significaciones: el reconocimiento de todos los Estados con sus derechos "burgueses" y la renuncia a la revolución mundial de la clase obrera, dando un contragolpe a aquella premisa del régimen comunista que era el internacionalismo de la clase obrera: A1 mismo tiempo renunció a una república soviética socialista mundial. En este punto resulta claro que la Constitución de Stalin de 1936 sufrió las consecuencias de esta actitud, marcando un giro entre la fase revolucionaria del internacionalismo comunista y la fase de garantía del nacionalcomunismo, convirtiéndose así en la carta de un comunismo distinto, que en vez de exaltar al partido comunista de la URSS levantó al Estado, y en vez de fomentar el internacionalismo comunista de Marx, de Engels y del propio Lenin, puso al nacionalismo panruso en el primer plano. Stalin buscaba certeza y estabilidad. Y alcanzó estos objetivos con sus acostumbrados medios radicales bien conocidos. Baste pensar en la organización de la Gosudarstvennoe PolitiUskoe Upravlanie, la tristemente famosa GPU, o sea la dirección política estatal, que siguió siendo el símbolo de la dictadura, del terror, de la angustia, de la sangre y de la muerte, elevados a nivel constitucional. Sin entrar en el debate sobre si Stalin era solamente un continuador ejecutivo, ciego y superficial de Lenin, como piensan Medvedev, SoIzenitsin y otros, lo cierto es que Stalin abandonó la línea internacionalista de Lenin y, en su intención de mantenerse en el poder a toda costa, no vaciló en liquidar a sus principales colaboradores, que habían sido en torno a Lenin los primeros dirigentes del bolchevismo.

Con la llegada al poder de N. Jruschev (1953-1964) quedaron eliminados el "culto a la personalidad" y el "terror policíaco". Sin embargo, del régimen stalinista seguían existiendo la economía programada, la burocracia de las instituciones, los procedimientos pseudodemocráticos, el estrecho control del debate público y de la vida intelectual. El XX Congreso dei partido comunista de la URSS, en febrero de 1956, fue considerado como muy prometedor; en efecto, condenó formalmente los excesos del "culto a la personalidad" que se había desarrollado bajo Stalin y proclamó la "dirección colectiva" con un programa mundial para un nuevo reforzamiento de la edificación comunista en el plano internacional. Admitió además la posibilidad de alcanzar también en muchos Estados el triunfo del socialismo sin recurrir a la violencia. El pacto de Varsovia, firmado el 14 de mayo de 1955 con Bulgaria, Checoslovaquia, Polonia, Rumanía, Alemania oriental y Albania -con el aval, "desde lejos", de la República popular china- confirmó el peso que tenían en el mundo los países socialistas agrupados entre sí. El programa quedó claramente delineado: acabar con los contrastes entre los partidos comunistas, que en el ámbito de una misma ideología, a pesar de seguir caminos "nacionales" específicos, tenían en común la guía y la edificación del proletariado de todo el mundo. Pero también con Jruschev siguió manifestándose la vieja carcoma leninista: recordemos los hechos de Hungría de 1956 y las relaciones bastante tensas con la China comunista (1957-1960), hasta el punto de que el mismo Mao acusó a la URSS de "revisionista", es decir, de llevar a cabo un comunismo distinto del de los "padres" Marx, Engels y Lenin.

Cuando se estableció en el poder Leónidas Breznev, en su intento de proponer a los demás países del mundo a la Unión Soviética como modelo y al PCUS como portavoz de los demás partidos comunistas en las experiencias revolucionarias marxistas-leninistas, decidió formar un Estado "nuevo", caracterizado por perfecciones y renovaciones inigualables. Para alcanzar estos objetivos se comprometió a llevar a término la nueva Constitución de 1977, iniciada ya por Jruschev en 1962. La teoría del internacionalismo comunista proletario impregna toda la K'77, que resulta ser un óptimo instrumento en manos del PCUS para la realización de un rígido centralismo. Pero, a pesar de sus bonitas palabras, estamos de nuevo ante el tipo de internacionalismo comunista "predominante" y el Estado vuelve a estar a merced del PCUS, como en tiempos de la Constitución leninista. Lo confirman algunos acontecimientos trágicos, llevados a cabo por el régimen de Breznev, que prácticamente sigue el mismo camino de Lenin y de Jruschev en la política revolucionaria internacional. Baste pensar en la supresión armada de la primavera de Praga (1968), en la sangrienta invasión de Afganistán de 1979, en los hechos polacos de 1981.

El internacionalismo comunista intentaba realizarse en todos los países, usando como instrumento a la nación mayor (p.ej., Rusia en la URSS) para someter a las naciones menores. Pues bien, el fracaso total de esta política opresiva tuvo como consecuencia un fortísimo crecimiento de los nacionalismos, precisamente en las naciones menores oprimidas y humilladas (p.ej., Lituania), que desean la independencia de un proteccionismo injusto y se oponen decididamente al internacionalismo comunista:

6. FRACASO IDEOLÓGICO. No pretendernos que el "socialismo real" o el marxismo en el poder haya fracasado en todos los terrenos, sino desde el punto de vista de los derechos del hombre; examinaremos por tanto sólo los tres fenómenos más claros y conocidos.

El fracaso social. Comparando el derecho constitucional del "socialismo real" con el internacional (ratificado por todos los países del Este socialista), en algunos puntos relativos a la igualdad de los derechos sociales se descubren notables diferencias. El sistema de instrucción escolar era monopolio estatal unitario, sin posibilidad de escuelas distintas de las instituidas por las autoridades, con poquísimas excepciones de escuelas confesionales. Por consiguiente, toda la instrucción tenía que ser necesariamente marxista-leninista, antirreligiosa, estrictamente laicista. No se trataba de indiferencia por parte dei Estado ante la religión, sino de una opción ideológica atea muy concreta en el cuadro universal de la instrucción escolar. Más aún, la visión marxista-leninista del mundo y el código de la moral comunista colectivista tenían que inculcarse sistemáticamente a todos los ciudadanos, especialmente a las generaciones jóvenes de todas las clases, hasta que acabase la universidad, para que todos pudieran convencerse y ser fieles al comunismo en la defensa contra sus enemigos. No se le permitía a los profesores creyentes el acceso a la juventud ,y los estudiantes religiosos se veían discriminados. Desde el punto de vista del derecho internacional, no se podía aceptar el hecho de que toda la instrucción mirase a la creación exclusivamente de un tipo de "hombre socialista", sin permitir otras visiones. Incluso la K'77, como las demás constituciones del "socialismo real", no utiliza nunca la expresión "derechos del hombre", sino que al hablar de derechos utiliza el término "derechos del ciudadano".

En este cuadro tampoco la opción vocacional o profesional era un acto libre del individuo, sino que era el Estado el que hacía más bien esa opción, organizándolo todo según el sistema económico y político de la sociedad, en donde la tarea principal la desarrollaba el partido de cada país, con las inevitables discriminaciones por motivos sociales, ideológicos, políticos, culturales y religiosos. Había no pocos favoritismos y preferencias de orden social. Y, según la doctrina marxista-leninista, existía siempre una base "legal" para la discriminación de todo tipo. La discriminación se revelaba en el momento del acceso y de la carrera en los empleos públicos y políticos: mientras que se hablaba de igualdad, ésta no quedaba absolutamente garantizada. De todo esto se deduce una vez más con claridad que en el "socialismo real' sólo se permitía el tipo de hombre o de ciudadano siempre dispuesto a servir, sin posibilidad de crítica, ya que de lo contrario se hacía "disidente" o "desviado en su manera de pensar destinado a sufrirla clínica psiquiátrica, la prisión, los trabajos forzados.

El partido y el Estado intentaban hipócritamente convertirse en "bienhechores" de los ciudadanos, para recibir su reconocimiento y gratitud. Pero la igualdad de derechos y de libertad para todos los ciudadanos era solamente una ficción legal, puesto que sólo se reconocía como "verdaderos" ciudadanos a los miembros del partido comunista.

El fracaso económico. La base del sistema económico estaba constituida por la propiedad "socialista" de los medios de producción, bajo la forma de "propiedad estatal" (K77, art. 10). Así eran propiedad exclusiva del Estado la tierra, el subsuelo, las aguas, los bosques, los medios fundamentales de producción en la industria, en la construcción y en la agricultura, los medios de transporte y comunicación, los bancos, los bienes de las empresas comerciales y municipales y de las otras organizaciones del Estado, el conjunto de la habitación urbana, así como otros bienes necesarios para realizar las tareas del Estado (art. 1 I). La finalidad era el bienestar material de todos, hasta llegar a una riqueza que habría de superar con mucho a la economía capitalista, a la satisfacción de las exigencias materiales y espirituales cada vez mayores de los ciudadanos (art. 15). El resultado ha sido que en todo el "socialismo real" la productividad estaba bajo el nivel mínimo, los productos eran de baja calidad, la paga mensual estaba reducida al mínimo, el empobrecimiento era general. Las profecías sobre la "liberación" de los obreros de la explotación de los capitalistas acabaron paradójicamente en el hecho de que millones de obreros del "socialismo real" se vieron obligados a buscar trabajo y una mejor retribución en los países capitalistas. Con este dinero construían casas y tenían otras ventajas en los países socialistas. Todavía existen enormes diferencias en el tenor de vida entre los países capitalistas y socialistas. La paradoja está precisamente en que para el marxismo la base de todo lo colectivo es la producción económica, que sin embargo se ha revelado como desastrosa.

El fracaso político. El ideal era conquistar el mundo entero con el internacionalismo subrayado y propagado, liberar al hombre de toda fuerza de alienación y opresión social, económica y política. Las clases dominantes capitalistas deberían quedar eliminadas totalmente del mundo, para dejar sitio a las clases explotadas y oprimidas de los obreros: la "dictadura del proletariado" primero, luego la "fraternidad socialista" y finalmente la "sociedad perfecta sin clases". Por el contrario, el régimen comunista ha logrado realizar en todos los países del "socialismo real" tan sólo un régimen dictatorial y tiránico, guiado por el partido comunista, sostenido por la policía secreta, que se ocupaba de la eliminación de millones de personas inocentes, responsables tan sólo de "pensar de otra manera" en política. No existía pluralidad de opiniones ni siquiera dentro del mismo partido comunista, en donde cada uno de los miembros estaba obligado a respetar las decisiones de los órganos directivos según se prescribía en los estatutos. El que dentro del partido no seguía la línea de los dirigentes (más aún: del secretario) acababa encontrándose fuera del partido; era considerado como miembro "enfermo" necesitado de curación al perder la línea del pensamiento comunista sano y aprobado. En este sentido, la libertad tenía que estar siempre "en conformidad con los intereses del pueblo y con el objetivo de consolidar y desarrollar el régimen socialista" (K'77, art. 50). El sistema como tal no debía ser criticado jamás, y mucho menos se pensaba en la posibilidad de una seria autocrítica; mientras sonaban ininterrumpidamente las voces elogiosas sobre la política, la economía, el régimen y el partido comunista a través de todos los medios de comunicación, estrechamente controlados y dirigidos desde arriba, este sistema utópico se iba derrumbando definitivamente, mostrando su verdadero rostro de miseria y de retraso.

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I. Fucek