JUECES
DicTB
 

SUMARIO: I. ¿Quiénes son los jueces? II. El libro: 1. Argumento general; 2. Análisis: a) Las introducciones (1,1-3,6), b) Historia episódica de los jueces (3,7-16,31), c) Los apéndices (cc. 17-21). III. La clave teológica de la obra: 1. El pecado; 2. El castigo; 3. El arrepentimiento; 4. La liberación. IV. El libro de los Jueces y la historia: 1. Época de los jueces; 2. La tesis del libro.

 

I. ¿QUIÉNES SON LOS JUECES? El título del segundo libro histórico del AT después de Jos —o, según el canon hebreo, del segundo de los llamados "profetas anteriores"— se deriva del apelativo sopetim ("jueces"), apelativo que engloba a los diversos personajes cuyas gestas se mencionan.

El término "juez" tiene un significado particular; en nuestro libro (= Jue) designa a una persona escogida por Dios, dotada de un particular carisma y temperamento, llena de espíritu divino para una acción salvífica concreta, es decir, la liberación de los enemigos. Después de la victoria, cada uno de los jueces gozaba de cierta veneración en el terreno religioso, suscitando en el pueblo una mayor fidelidad a la alianza. La autoridad del juez no tenía ningún carácter regio: no daba leyes ni imponía tributos, su cargo era temporal, no se transmitía a sus sucesores ni se confería mediante una elección popular. Los jueces administraron ciertamente justicia en el sentido habitual de esta expresión, pero éste era un aspecto secundario de su oficio; la misma raíz hebrea safat, de donde se deriva el término "juez", tiene un significado más bien práctico que teórico: "establecer" el derecho más bien que "decir" el derecho; de forma que sería más exacto hablar en este caso de "salvadores" (Jue 2,16; 3,9.15; etc.). Regularmente la "judicatura" no se extendía más allá de los confines de una sola tribu; solamente Elí y Samuel gozaron de una autoridad más amplia; pero, a diferencia de los demás jueces, éstos no fueron guerreros ni jefes de ejército, y de ellos se habla en lSam. Las hazañas de los jueces, normalmente victoriosas, eran de breve duración; no se registran hechos bélicos de largo alcance ni conquistas de carácter notable; sus acciones eran de tipo defensivo y se diferenciaban —aunque sin eliminarlos— del sentimiento de inquietud y del individualismo propios de aquella época.

II. EL LIBRO. Jue es la historia, sobre todo religiosa, que va desde la muerte de / Josué hasta el establecimiento de la monarquía en Israel; efectivamente, con Jue enlazan unidos en ciertos aspectos los capítulos 1-12 de ISam, que tratan de Elí y de Samuel.

1. ARGUMENTO GENERAL. La obra ofrece un florilegio esquemático, no ya una narración ligada y continua. Es una historia pragmática, con la que el autor-redactor quiere ilustrar el concepto fundamental de la justicia divina para con el pueblo de la alianza; por medio de los vecinos hostiles, Dios castiga a Israel cada vez que se muestra infiel. Con esta finalidad el autor escoge seis cuadros, en los que se detiene unos momentos con desigual selección de episodios (son los casos de los llamados `jueces mayores"), y otros seis cuadros más breves, de los que sólo se trazan las líneas generales sin ningún detalle particular (son las historias de los "jueces menores"). Tenemos de este modo una serie de doce jueces, número correspondiente a las doce tribus. Como se verá mejor a continuación, el libro es ante todo una lección, el resultado de un replanteamiento profético deuteronomista sobre un período histórico que suele situarse entre el año 1225 y el año 1040, poco más o menos.

2. ANÁLISIS. Resulta espontánea la división del libro en tres partes, más otra introductoria y dos apéndices.

a) Las introducciones (1,1-3,6). Son claramente dos, cada una con su propia peculiaridad. La primera (1,1-2,5) tiene un carácter histórico-geográfico. Resume la distribución de la ocupación de la tierra de Canaán: en el sur, las tribus obtuvieron éxitos en la montaña y fracasos en el llano; la tribu de Benjamín no consiguió conquistar Jerusalén; en el centro, las tribus de Efraín y de Manasés fracasaron en sus ataques contra cinco metrópolis cananeas (Betsán, Tanac, Dor, Yibleán y Meguido) y contra Guézer; al norte se registraron éxitos parciales y algunos fracasos, y la pequeña tribu de Dan, cuando llegó a la llanura marítima, no consiguió instalarse en ella. En conjunto, la situación que se presenta es muy realista, sobre todo si se la compara con algunas páginas de Jos.

La segunda introducción es de tipo doctrinal (2,11-3,6). Sirve de nexo entre las dos un párrafo de notable interés (2,1-5), donde el autor anuncia una explicación religiosa de los fracasos y compara el comportamiento religioso del pueblo bajo Josué con el de la época que aquí le interesa. Es éste precisamente el tema que desarrolla la segunda introducción: el motivo fundamental de los fracasos se ha de buscar en el comportamiento de Israel frente a los pueblos vecinos: ha hecho alianza con ellos y ha dado acogida a sus cultos.

b) Historia episódica de los jueces (3,7-16,31). Los jueces menores son Sangar (3,31), Tolá (10,1-2), Yaír (10,3-5), Ibsán, Elón, Abdón (12,8-15). Los jueces mayores son Otoniel (3,7-11), Ehud (3,12-30), Débora y Barac, Gedeón, Jefté y Sansón.

No está muy desarrollada la narración sobre la judicatura de Débora y Barac (4,1-24), a pesar del notable interés literario y religioso que tiene el cántico de Débora (5,1-31).

Por el contrario, se concede amplio espacio a la narración de la historia de Gedeón (6,1-8,28). Comienza con una introducción histórico-religiosa (6,1-10) y con una aparición divina, que le revela al interesado su elección (6,11-24). Inmediatamente después, el elegido destruye un altar pagano que había erigido su padre (6,25-32); luego dirige una primera guerra de liberación de los vandalismos y de las incursiones de las tribus vecinas (6,33-7,25). En este contexto se narran los dos prodigios del vellón de lana (6,36-40), la singular elección de los 300 guerreros (7,1-8) y el sueño del madianita (7,9-14). Se describen a continuación las diversas venganzas de Gedeón contra los enemigos (8,4-21) y el primer intento de instauración de la monarquía, rechazado por Gedeón (8,22-28).

Abimelec no fue un juez; pero es objeto de un largo relato (9,1-57), precisamente porque, siendo hijo de Gedeón, fue el primero en la historia de Israel (según nuestro autor) que intentó convertirse personalmente en rey.

Es singular y digna de recuerdo la judicatura de Jefté (11,1-12,7). Hijo de una prostituta, es expulsado de casa y vive con bandoleros, dedicándose a hacer incursiones en territorio enemigo; una tribu se dirige a él para que los libre de los saqueadores; él acepta con la condición de que vuelvan a integrarlo en su tribu; antes de la batalla hace voto de sacrificar "al primero que salga de la puerta de mi casa para venir a mi encuentro cuando vuelva vencedor..." (11,31); así es como sacrificará a su hija (11,34-40).

A la judicatura de Gedeón va unida también la guerra fratricida entre Efraín y Galaad y el episodio de la pronunciación de la palabra hebrea sibbolet (espiga de trigo), que los efraimitas pronunciaban sibbolet (12,1-6).

Con especial complacencia el autor-redactor narra la historia del curioso juez Sansón (cc. 13-16). Es de la tribu de Dan. No recluta hombres, sino que combate personal e individualmente contra los filisteos. Su nacimiento va precedido de una doble teofanía a sus padres: será nazireo desde el seno materno y Dios le infundirá su espíritu (c. 13). Se casa con una filistea, y propone sus primeras adivinanzas (14,1-20). Con 300 zorras prende fuego a las mieses de los filisteos (15,1-8). Atado con cuerdas, se desata y organiza una matanza de filisteos con una quijada de asno (15,9-20). En Gaza cogió las puertas de la ciudad, con los postes y el cerrojo, se las echó al hombro y se las llevó a la cima de un monte (16,1-3). Una mujer le corta la cabellera mientras duerme y lo entrega a los filisteos (16,15-20). Encerrado en la cárcel de Gaza, le crecieron los cabellos; invitado a una fiesta de los filisteos en el templo de su dios Dagón, se agarra a las columnas que sostenían el edificio, que al derrumbarse los mata a todos, incluido él mismo (16,21-30).

c) Los apéndices (cc. 17-21). El primer apéndice narra el origen del santuario de Dan (cc. 17-18). Se abre con la historia de Micá, de su ídolo, del 'efod y de los terafim y de su santuario privado (17,1-6); un joven levita acepta cumplir las funciones de sacerdote en el santuario de Micá (17,7-13); la tribu de Dan se traslada del sur hasta la ciudad de Lais, en las faldas del monte Hermón (18,1-26); Dan erige precisamente aquí su propio santuario (18,27-31; cf IRe 12,28ss).

La segunda narra el crimen cometido por los ciudadanos de Guibeá (cc. 19-21). Historia del levita que vivía en el territorio de la tribu de Efraín (19,1-14); su detención en la ciudad de Guibeá durante la noche y el delito cometido con su concubina (19,15-28); invitación a todo Israel para que se venguen de aquel delito (19,29-20,14); guerra contra la tribu culpable (20,15-48); reparación, para que no se extinga una tribu por falta de mujeres; estratagema para dar mujeres a la tribu culpable, la de Benjamín (21,1-24).

III. LA CLAVE TEOLÓGICA DE LA OBRA. Un examen atento de Jue pone de manifiesto hasta qué punto las diversas narraciones están impregnadas de una intencionalidad pragmático-religiosa por parte del autor-recopilador, que encerró sus relatos en la red de cuatro tiempos característicos.

1. EL PECADO. La primera de las cuatro fases nos presenta al pueblo que se ha alejado con abierta infidelidad del Dios de la alianza; nos encontramos con tres fórmulas: "Los israelitas hicieron lo que desagradaba al Señor..." (2,11; 3,7.12; etc.); "adoraron a los baales y abandonaron al Señor" (2,11b-12; 3,7; 10,6; etc.); el pecado de Israel es visto como prostitución y adulterio (2,17; 8,27.33).

EL CASTIGO. Es la reacción divina contra el mal comportamiento del pueblo. El castigo se presenta bajo un triple aspecto: "Se encendió contra Israel la ira del Señor" (2,14.20; 3,8; 10,7); "el Señor los entregó en manos de... durante equis años..."(2,14; 3,8.14; etc.); la prosperidad de los pueblos vecinos y sus incursiones contra Israel se describen como permitidas por Dios para provocar la fidelidad de su pueblo: "por eso el Señor dejó en paz aquellas naciones, no expulsándolas de momento, ni poniéndolas en manos de..." (2,23); "ellos sirvieron para probar a Israel, para ver si guardaba los preceptos que el Señor había dado..." (3,4).

3. EL ARREPENTIMIENTO. Bajo el castigo divino, los israelistas se arrepienten y vuelven a su Dios; es la tercera fase: "Los israelitas clamaron al Señor..." (3,9; 4,3; 6,6; etc.); "el Señor se compadecía de ellos al oírles gemir bajo sus opresores" (2,18; 10,16).

4. LA LIBERACIÓN. Es la fase final. Dios demuestra su bondad compasiva enviando un "salvador", un "liberador", un juez. Pero el retorno del pueblo a su Dios es efímero; de aquí el uso corriente de expresiones como el Señor suscitó un libertador mientras...; el enemigo fue humillado por los israelitas durante...; fue juez durante...; la tierra etuvo en paz por... años.

IV. EL LIBRO DE LOS JUECES Y LA HISTORIA. Es un dato comúnmente admitido por los estudiosos que el libro no fue compuesto de una sola vez; lo más probable es que haya tenido por lo menos dos redacciones. Las razones aducidas para establecer su fecha de composición en el período del rey Saúl o en el de David no llegan siquiera a los límites de una simple probabilidad; es probable que hubiera una primera redacción en la época de Ezequías o de Josías (es decir, en torno al 716-600 a.C.); la redacción definitiva se considera que es obra de la gran escuela deuteronomista (en los años inmediatamente anteriores al destierro y en los comienzos de éste). (Para la historiografía deuteronomista, t Josué II.)

1. ÉPOCA DE LOS JUECES. Para determinar el período que se nos describe en el libro no son suficientes los datos que en él se contienen, sino que es preciso recurrir a otros medios. Desgraciadamente, sin embargo, no disponemos de elementos suficientes ni en la arqueología ni en las fechas convencionales a propósito del período que va desde el éxodo de Egipto hasta la época monárquica. Basándonos precisamente en fechas convencionales es como podemos considerar como razonablemente probable que el período que interesa a Jue se extiende más o menos entre el 1225 y el 1040, incluyendo también en él las judicaturas de Elí y de Samuel.

Una primera lectura da la impresión de que el autor-redactor anota meticulosamente el período de cada judicatura, pero un examen más atento revela fácilmente el carácter artificioso de las fechas; cuando un autor se apoya en ellas, no consigue llegar ni siquiera a resultados verosímiles. Se sitúan convencionalmente la ascensión de Samuel en el año 1040, y la elección de Saúl como rey de Israel alrededor del año 1030.

La obtención de estas fechas —desde luego, aproximativas— concuerda con el cuadro general que se deduce de las excavaciones arqueológicas de toda la región.

2. LA TESIS DEL LIBRO. Todo hace pensar que, en la trama de las ideas deuteronomistas que sostiene a Jue, los redactores-autores fueron colocando una larga serie de documentos escritos y sobre todo de tradiciones orales que se habían formado tanto en la Palestina septentrional como en la meridional, adaptándolas luego a las ideas resumidas con frecuencia en el libro y expuestas ampliamente en un texto célebre (10,6-16), que algunos autores señalan como rasgo correspondiente al pensamiento del profeta Oseas. La tesis fundamental era especialmente aceptada en el período posterior al destierro: la apostasía es siempre castigada; por ningún motivo hay que unirse con los vecinos paganos; Dios está siempre dispuesto a perdonar al que se arrepiente y vuelve a él, pero siempre hace sentir su ausencia o lejanía con castigos y correcciones; no son los vecinos los que actúan como enemigos por su propia cuenta, sino que es Dios el que castiga por medio de ellos.

El autor de la carta a los Hebreos debió meditar largamente en las enseñanzas derivadas de Jue para poder escribir: "¿Y qué más diré? Me faltaría tiempo para hablar de Gedeón, Barac, Sansón, Jefté..., los cuales por la fe subyugaron reinos, ejercieron la justicia, alcanzaron las promesas, cerraron la boca de los leones..." (Heb 11,32-33).

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L. Moraldi