GÁLATAS
(Carta a los)

DicTB
 

SUMARIO: I. Destinatarios y ocasión de la carta. II. La estructura literaria. III. La teología de la carta: 1. El evangelio; 2. La fe y la ley; 3. La vida de hijos de Dios.

 

I. DESTINATARIOS Y OCASIÓN DE LA CARTA. La carta, dirigida expresamente a "las Iglesias de Galacia" (Gál 1,2), hizo pensar en una región más o menos extensa del centro del Asia Menor, en la que se habían asentado después de diversos desplazamientos, ya desde el siglo III a.C., los gálatas, una población de origen celta. La región habitada por los gálatas tenía su centro en la ciudad de Ancira (la moderna Ankara), que en el año 25 a.C. se convirtió en la capital de la provincia romana de Galacia. La provincia tenía una notable extensión: al norte llegaba casi hasta el mar Negro y al sur tocaba el Mediterráneo, ocupando todo el bloque central. Esta extensión tan amplia ha planteado un problema: ¿Dónde se encuentra exactamente la región de las Iglesias de Galacia? ¿Al norte, en la Galacia propiamente dicha, alrededor de Ancira, o bien en otra parte, por ejemplo al sur, en torno a las ciudades de Iconio (la moderna Konia), Derbe y Listra, visitadas ya por Pablo en su primer viaje misionero? La respuesta más común de los autores está en favor de la primera alternativa; el elementomás importante para ello es el hecho de que, prescindiendo de las divisiones administrativas de la provincia romana de Galacia, los que eran llamados gálatas habitaban alrededor de Ancira —propiamente en el triángulo Ancira, Pessinunte, Tavio—, mientras que los habitantes del sur solían llamarse licaonios. La presencia de comunidades cristianas en los centros del Asia Menor ha sido confirmada recientemente por el descubrimiento, en Bogazkdy, de lápidas sepulcrales cristianas.

Pablo llegó, no ciertamente sin esfuerzos ni fatigas, a la región de Galacia al comienzo de su segundo viaje misionero. Una enfermedad importuna, que le obligó a entretenerse allí más de lo previsto, fue la ocasión de una evangelización más detenida, que fue acogida con entusiasmo. Pablo dejó en Galacia una serie de comunidades florecientes ya bien encaminadas. En su tercer viaje misionero (cf He 18,23), Pablo pudo comprobar que las comunidades de Galacia perseveraban en su camino de fe.

Luego se produjeron ciertos inconvenientes serios. Como podemos deducir de la misma carta —los Hechos no nos dicen nada de ello en este sentido—, se infiltraron en las Iglesias de Galacia los llamados "judaizantes". Resulta difícil reconstruir con precisión histórica su identidad: debía tratarse de judeo-cristianos que sostenían la necesidad de la ley y de todo el contexto judío, empezando por la circuncisión, para ser verdaderos cristianos. Por el contrario, Pablo, que les había indicado, lo mismo que a los demás paganos, el camino directo hacia Cristo sin los rodeos judíos, habría engañado a los gálatas. Estas afirmaciones de los judaizantes debieron impresionar vivamente a los gálatas. El contexto judío, con su conjunto de normas y de prácticas, ofrecía cierta seguridad, basada en la posibilidad de verificación humana. En el fondo, se trataba de la fascinación que ejerce siempre en el hombre su "propia justicia".

Pablo reaccionó con energía y escribió la carta a los Gálatas que ha llegado a nosotros. No hay dudas serias ni sobre la autenticidad de la carta ni sobre su integridad. La fecha probable de composición es a mediados de los años cincuenta, si Pablo escribió esta carta desde Efeso; o bien a comienzos del año 58, si la carta se escribió al final del tercer viaje.

El estilo tiene una vehemencia especial. Pablo no ahorra las expresiones duras. Le preocupa la situación de los gálatas hasta el punto de que, al comienzo de la carta, se olvida de la acción de gracias habitual. Pero a medida que se va desarrollando el discurso el tono literario se va haciendo más distendido. Al final, Pablo, seguro de haber sido comprendido y acogido por sus gálatas, los llama enfáticamente "hermanos", concluyendo la carta precisamente con este término (cf Gál 5,18).

II. LA ESTRUCTURA LITERARIA. Ya la primera lectura nos ofrece una indicación de fondo importante. Después del saludo (1,1-5), Pablo entra enseguida en materia, expresando su sorpresa por la nueva situación que se ha creado en las Iglesias de Galacia (1,6-9). Luego, siempre con la intención de conducir de nuevo a los gálatas a la verdad del evangelio, hace primero una exposición autobiográfica (1,10-2,21); después, refiriéndose más directamente a los argumentos de los judaizantes; una exposición eminentemente doctrinal, que se prolonga hasta el final (3,1-6,10). Concluye con un saludo escrito de su propia mano (6,11-18).

Esta división de la carta se impone por sí sola y es aceptada comúnmente. Pero se puede ir más allá. Aunque la propuesta de una estructuración simétrica de tipo quiástico de toda la carta (J. Bligh) tropieza con dificultades, se ha intentado, y aún se intenta, seguir de la forma más estrecha posible el hilo del pensamiento de Pablo. Sin entrar en discusiones de detalle, podemos al menos señalar, en la división de fondo indicada anteriormente, cinco fases distintas, caracterizadas cada una de ellas por la preponderancia destacada de algunos términos clave.

Después del saludo (1,1-5) se habla ante todo del / evangelio (1,6-2,21). Existe un solo evangelio, el que les ha anunciado Pablo. Pablo lo ha aprendido directamente a través de una revelación de Cristo (1,11-13); fue además aprobado por Pedro y por los demás apóstoles (1,18-2,10); Pablo lo defendió contra el comportamiento poco coherente de Pedro (2,11-21).

El evangelio anunciado pasa al hombre a través de la apertura de la fe (3,1-29): la justificación viene de la fe, no de las obras de la ley (3,1-14); Abrahán fue justificado en virtud de la fe: la bendición que se le dio a él y a su descendencia se concentra en Cristo, y de Cristo pasa a los cristianos (3,15-18); la ley, que vino después, tuvo una función provisional (3,19-29).

Al aceptar el evangelio mediante la fe, el hombre se convierte en hijo de Dios (4,1-31). La filiación divina del hombre se realiza de hecho cuando Dios, en la plenitud de los tiempos, envía a su propio hijo y da el don del Espíritu (4,1-7); la nueva vida debe adquirir consistencia en los gálatas (4,8-20); se trata, en último análisis, de la vida prometida por Dios a los verdaderos descendientes de Abrahán, a saber: los cristianos libres, hijos de la Jerusalén celestial (4,21-39).

La vida de los hijos está organizada por el / Espíritu (5,1-6,10). La libertad dada por Cristo es su misma capacidad de amar (5,1-15); el Espíritu es su principio activo: su "fruto" —amor, alegría, paz...— se contrapone a las "obras de la carne" (5,6-24); la vida según el Espíritu requiere un comportamiento adecuado.

En la conclusión Pablo (6,11-18), escribiendo de propia mano, sintetiza y personaliza todo lo que ha expuesto antes. Se siente y se proclama seguidor de la cruz de Cristo. Puede incluso gloriarse de ella, casi como si fuera suya. En efecto, ha aceptado plenamente la condición tanto de la cruz como de la resurrección de Cristo; en su persona y en su manera de vivir y de obrar destacan los rasgos característicos (tá stígmata) de Jesucristo.

Este desarrollo literario indica los temas. teológicos fundamentales de la carta: el mensaje del evangelio, con sus diversas implicaciones y consecuencias, resplandece aquí, como contraluz respecto al AT, en toda su fuerza de renovación.

III. LA TEOLOGIA DE LA CARTA. La teología de la carta a los Gálatas destaca en la situación que Pablo tiene que arrostrar en sus relaciones con la comunidad de Galacia. Podríamos decir que es una teología caliente, en movimiento, que mantiene toda la fuerza de su vivencia. Podemos señalar en ella los puntos principales siguiendo el esquema literario.

1. EL EVANGELIO. Pablo apela, casi instintivamente, a la "verdad del evangelio" (Gál 2,14) para hacer reflexionar a los Gálatas. El evangelio aparece como un valor en sentido absoluto, ante el cual ha de ceder todo lo demás, incluso la vida de Pablo y su predicación. El evangelio participa de la trascendencia de Dios y en cierto modo la expresa. No existe otro evangelio, como tampoco existe otro Dios u otro Cristo (cf Gál 1,6-9).

¿Cuál es su contenido? El evangelio habla del Hijo de Dios hecho hombre (Gál 3,4), que muere por los hombres (Gál 2,20), haciéndoles participar de su muerte (cf Gál 2,19). La participación en la muerte del Hijo de Dios lleva también consigo la participación en su resurrección: el don del Espíritu, realizado por Cristo resucitado, hace que los cristianos participen también de su voluntad, hasta el punto de poder dirigirse a Dios con la misma confianza familiar que Jesús, durante su vida, se había reservado para sí (cf Gál 4,6 y Mc 14,36).

El evangelio no es "un producto humano" (Gál 1,11); pero está destinado al hombre y, de hecho, pasa a través del hombre. Pablo vuelve a pensar en su vida dentro de esta perspectiva: el evangelio, al que Dios le había destinado desde el seno de su madre (cf Gál 1,15), lo alcanza en un momento determinado de su vida, y la cambia por completo. Desde su primer encuentro con Cristo, Pablo se sentirá siempre relacionado con el evangelio que tiene que vivir y que anunciar: vendrá primero Una época de profundización y maduración en el desierto (cf Gál 1,17); luego, un intercambio de ideas con Pedro (cf Gál 1,18); más tarde, la actividad del anuncio. Pablo se da cuenta en seguida de que el evangelio no está condicionado por el ambiente cultural judío en que ha nacido. Lo anuncia a los paganos, pero sin imponerles las normas judías. Era inevitable que esta actitud le acarrease ciertas tensiones con Jerusalén. Pablo, guiado por una revelación más grande que él (cf Gál 2,2), las afronta junto con Pedro, Santiago y Juan. Entonces el evangelio se presenta a los ojos de todos como un don que se inserta en las estructuras culturales del hombre sin modificarlas previamente. No requiere ni ofrece una uniformidad gris y estandarizada; lo que exige y ofrece es la "comunión" (Gál 2,9) del amor (cf Gál 2,10).

Lógicamente, exige también una conducta coherente con esta visión abierta. Esto no siempre resultaba fácil, especialmente para unas personas que, como Pedro, habían vivido siempre en un ambiente judío. Existía el riesgo de una vuelta al judaísmo —en el que cayeron de hecho los gálatas—, del que el mismo Pedro no siempre supo precaverse. Después de haber practicado en Antioquía durante algún tiempo la plena verdad del evangelio entrando con toda libertad en las casas de los cristianos de origen pagano, impresionado por las quejas de algunos, se echó para atrás. Pablo, intuyendo inmediatamente todo lo que podía suponer el comportamiento de Pedro, no dejó de reprochárselo públicamente (cf Gál 2,11-14). Es el famoso incidente de Antioquía. Pablo lo recuerda no como un simple hecho de crónica, sino como un ejemplo concreto de la novedad irreversible que es característica de la "verdad del evangelio" (2,14).

2. LA FE Y LA LEY. El evangelio es acogido mediante la apertura de la fe.

Aun cuando la actitud de abandono, de confianza en Dios, propia de la fe, corresponden fundamentalmente a la actitud del AT, hay ahora una novedad revolucionaria: la / fe lo es todo, y es la "fe de Jesucristo". Las / obras y la / ley, practicadas o no, no guardan proporción con losefectos de la justificación: sólo la apertura incondicionada y radical de la fe se ha demostrado eficaz. Efectivamente, es la "fe de / Jesucristo": el cristiano, al acoger a Cristo entero, acoge también y hace suyo el abandono total, filial y activo de Cristo respecto al Padre. Esta acogida es progresiva. Después de la opción inicial, hay una compenetración con Cristo —bien sea bajo el aspecto de purificación referido a su muerte, bien bajo el aspecto de una participación en su vitalidad de resucitado—que sigue al cristiano a lo largo de toda su vida. Su fe, actualizándose a través del amor, se convierte para él en una energía que cualifica su vida (cf Gál 5,6).

Además de este segundo nivel de fe, paralelo y simultáneo al mismo en el tiempo, está el nivel comunitario de la fe compartida y que se convierte en celebración litúrgica (cf Gál 5,6).

Pablo contrapone constantemente la fe a la ley. ¿Qué representa para él, como cristiano y como creyente, la ley judía? Esta cuestión, compleja y delicada, estimulará a Pablo durante toda su vida. En cada ocasión se esforzará en darle la respuesta más adecuada, pero quizá no consiguió nunca alcanzar en este punto una claridad definitiva y sin residuos.

En la carta a los Gálatas aparece una puntualización: Dios ha tomado en serio la ley que ha dado. La ley exige que se la ejecute, con la pena en caso contrario de una sanción, que concreta e incluso expresa una maldición de Dios. Cristo, al morir en la cruz, tomó sobre sí, destruyéndolo con la destrucción de su vida física, este tipo de maldición (cf Gál 3, 10-14).

El fracaso en la ejecución de la ley, con el peso de maldición que suponía y que el hombre deseaba sacudirse de encima, impulsaba así, de hecho, hacia Cristo. En este sentido la ley fue como "nuestro pedagogo hacia Cristo" (Gál 3,24). Pero ahora ha perdido ya esta función: "Después de haber venido la fe ya no estamos bajo el pedagogo" (Gál 3,25).

3. LA VIDA DE HIJOS DE DIOS. Cristo, comunicando su Espíritu al cristiano que lo acoge y asimila a través de la fe, lo hace hijo de Dios: estamos aquí en el corazón de la teología paulina. Pablo recuerda este hecho: "Todos sois hijos de Dios por la fe en Cristo Jesús; pues los que habéis sido bautizados en Cristo os habéis revestido de Cristo. No hay judío ni griego, no hay esclavo ni libre, no hay hombre ni mujer, pues todos vosotros sois uno en Cristo Jesús" (Gál 3,26-28).

La situación de hijos, alcanzada mediante el / bautismo, se desarrolla dinámicamente y se lleva a la vida concreta mediante la presión del Espíritu. Es precisamente esta vida según el Espíritu la que, leída adecuadamente en sus expresiones concretas, hace comprender que los cristianos son realmente hijos de Dios: "Y como prueba de que sois hijos, Dios ha enviado a vuestros corazones el Espíritu de su Hijo, que clama: ¡Abba, Padre! De suerte que ya no eres esclavo, sino hijo; y si eres hijo, eres también heredero por la gracia de Dios" (Gál 4,6-7). A los hijos de Dios, que han dejado de ser esclavos, les corresponde de manera particular la característica de la libertad. Pablo la resalta mediante una reelaboración de datos del AT: los cristianos son hijos de Abrahán, pero a través de Isaac, no a través de Ismael. Ismael constituye —con Agar, su madre, la esclava, con el Sinaí, con la / Jerusalén histórica del tiempo de Pablo— todo un contexto terreno, marcado por una situación de no-libertad, de esclavitud. A este contexto se contrapone el de la "Jerusalén de arriba", que es "libre", que es "nuestra madre" (Gál 4,27).

Luego remacha esta misma idea en una perspectiva positiva: "Cristo nos ha liberado para que seamos hombres libres; permaneced firmes y no os dejéis poner de nuevo el yugo de la esclavitud" (Gál 5,1).

¿En qué consiste propiamente esta libertad característica de los hijos de Dios?

Pablo, aunque está sin duda alguna influido a este propósito por el ambiente griego, no da de esta libertad una definición filosófica. La libertad es para él la capacidad oblativa del cristiano respecto a los demás: "Vosotros habéis sido llamádos a ser hombres libres: pero procurad que la libertad no sea un pretexto para dar rienda suelta a las pasiones, antes bien, servíos unos a otros por amor" (Gál 5,13).

La libertad se contrapone a lo que Pablo llama "las apetencias de la carne" (Gál 5,16).

La carne es, siempre dentro del marco de la teología bíblica de la carta a los Gálatas, un concepto característico que merece mayor profundización. Muchas veces Pablo utiliza el término "carne" (sárx) como sinónimo de "hombre". Es el hombre visto en su realidad limitada, aunque no necesariamente negativa. Pero a menudo este término "carne" asume en Pablo un sentido religioso negativo: se trata siempre del hombre limitado, pero que, lejos de aceptarse tal como es, busca su propio provecho y toma su propio egoísmo como su absoluto. En definitiva, el yo del hombre-carne se convierte en su ídolo y de esta forma el hombre se hace ídolo de sí mismo.

Pablo traza una lista impresionante de las que él llama "las obras de la carne" (5,19). Se trata siempre del propio egoísmo erigido en sistema, que acarrea ya desde ahora consecuencias insoportables y excluye al hombre drásticamente de la perspectiva escatológica del reino (cf Gál 5,19-21).

El cristiano, hijo y libre, es guiado por el Espíritu. Como tal mantiene en toda su vida una conducta marcada por el / amor: "Por el contrario, los frutos del Espíritu son: amor, alegría, paz, generosidad, benignidad, bondad, fe [la fe que obra por medio del amor": Gál 5,6], mansedumbre, continencia" (Gál 5,22-23). El Espíritu lleva consigo una participación en la vitalidad de Cristo resucitado. Esta participación es posible —Pablo lo repite con una insistencia que hay que tomar en consideración— sólo después de que el hombre se ha apropiado, a través del bautismo, de la crucifixión de Cristo. Aceptando a Cristo que se entrega totalmente en la cruz, el cristiano abdica ya de una vez para siempre de su egoísmo: "Los que son de Cristo Jesús han crucificado la carne con sus pasiones y concupiscencias" (Gál 5,24; cf también Gál 3,1; 6,14-17) [/ Justicia; / Liberación/ libertad].

BIBL.: BETZ H.D., A Commentarv on Paul's Letter to the Chumbes of Galatía, Filadelfia 1979; BRUCE F.F., The Episile to the Galatians, Grand Rapids 1983; GONZÁLEZ Ruiz J.M., Epístola de San Pablo a los gálatas, Madrid 19712; LYONNET S., Les Epitres de st. Paul aux Galates et aux Romains, París 19592; SCHLIER H., La carta a los gálatas, Salamanca 1975; VANNI U., Lettere ai Galati e ai Romani, Ed. Paoline, Roma 19836.

U. Vanni