PERSONALISMO FRANCÉS
DicPC
 

I. LACROIX, JEAN.

Nacido y muerto en Lyon (1900-1986), Lacroix ha profesado la filosofía durante toda su vida en el Instituto de Lyon. Fundó, en 1932, la revista Esprit, con E. Mounier. De 1945 a su jubilación, dirigió en el diario Le Monde una afamada crónica filosófica, mirador del siglo XX; su irradiación es perceptible tanto en Francia como en el extranjero.

Es preciso recordar su obra de historiador de la filosofía (sobre Spinoza, Rousseau, Kant, los tradicionalistas De Maistre y De Bonald, los socialistas franceses, Marx y los existencialistas, etc). Pero Lacroix es sobre todo un pensador original. Discípulo de Blondel, toma como eje de su reflexión la /persona humana, enraizada en lo carnal, lo temporal y lo histórico, y que, dotada de una vocación trascendente, está suspendida en un Dios creador y soberanamente personal. En su encuentro con la escolástica tomista, Lacroix estima que la persona no se puede reducir a la simple sustancia individual, más o menos cerrada sobre sí misma. En la estela de Renouvier, Secrétan, Laberthonniére o Scheler, se levanta contra las /ideologías, que agitan al hombre y su grupo particular contra los otros grupos, en una pulsión de odio. Por el contrario, el personalismo concibe a la persona como un centro de irradiación de amor, que consagra «la conciliación de lo uno y de lo múltiple en la vida del espíritu»1. Lacroix analiza preferentemente, en su advertida parenética moral, las instituciones comunitarias en las cuales la persona se inserta y se compromete: familias, profesiones, sociedades jurídicas, naciones, Humanidad, que corren el riesgo de alienarla y que es necesario dominar a base de vigilancia; nuestros sentimientos desbordan la afectividad y la subjetividad e implican la razón y la voluntad.

BIBL.: Personne et amour, 1944; Marxisme, existentialisme, personnalisme, 1950 [trad. en Fontanella, Barcelona 1967]; Les sentiments et la vie morale, 1952; Panorama de la philosophie francaise contemporaine, 1966; Le personnalisme, comme anti-idéologie, 1972 [trad. en Guadiana, Madrid 1973]; La crise individualiste du catholicisme frangais, 1970; Philosophie de la culpabilité, 1977 [trad. en Herder, Barcelona 1980]; Le désir et les désirs, 1980.

 

II. LÉVINAS, EMMANUEL.

Nacido en 1905 en Lituania, en el seno de una familia judía, Lévinas vivió en Ucrania, y llegó a Francia en 1923, a Estrasburgo, donde realizó su doctorado (sobre Husserl). Nacionalizado francés, perdió a casi toda su familia en los campos nazis. Prisionero de guerra en Alemania de 1940 a 1945, ha sido profesor en las universidades de Poitiers, Nanterre y París IV, desde 1961 hasta 1976, fecha en la que se jubiló. Murió el día 25 de diciembre de 1995.

Influido primeramente por Husserl (y un poco por Heidegger), Lévinas evolucionó pronto hacia el personalismo; concede a la moral el primer papel, a través del conocimiento del otro (autrui), a la luz de la Biblia y del Talmud judío. Nuestro prójimo no es un objeto para el sujeto que es el yo (moi), sino que él constituye otro sujeto, ante el cual estamos convocados a entrar en comunicación. La Ley religiosa, a la que estamos invitados a obedecer, nos enseña que «todo comienza por el derecho del otro (autre) y por mi obligación infinita a su respeto»2. Lo divino aparece en el rostro (visage) del otro. La filosofía tradicional ha sido toda ella un reducir al Otro (Autre) a lo Mismo, lo Múltiple a la Unidad y a la Totalidad; pero ambos son irreductibles. Concretamente la persona tiene la vocación a hacer la experiencia de lo Infinito, es decir, de la Trascendencia absoluta, y ello se logra exclusivamente a partir del diálogo con el otro (autrui) y del amor oblativo. Lévinas analiza, de este modo, el perdón, la libertad en la acogida, la responsabilidad, la espiritualidad de la pobreza, la promoción de una sociedad universal justa, la superación de lo sagrado (es decir, de la superstición), hacia la santidad, en fin, hacia la disponibilidad.

BIBL.: Totalité et infini, 1961 [trad. en Sígueme, Salamanca 1977]; Humanisme de l'autre homme, 1972 [trad. en Caparrós, Madrid 1993]; Autrement qu'étre ou audelá de l'essence, 1974 [trad. en Sígueme, Salamanca 1987]; Du sacré au saint, 1977; De Dieu qui vient á l'idée, 1982 [trad. en Caparrós, Madrid 1995]; Ethique et infini, 1984 [trad. en Visor, Madrid 1991]; Hors sujet, 1984; Essai su le penser á l'autre, 1991.


III. MOUNIER, EMMANUEL.

Mounier (1905-1950), nacido en Grenoble, hijo de un empleado de farmacia, y muerto en Chátenay-Malabry (cerca de París), hizo su licenciatura en filosofía en Grenoble, bajo la dirección de Jacques Chevalier. Posteriormente, en París, frecuenta a Maritain y Berdiaev y fue, desde 1928, profesor agregado de filosofía. Enseñó en el instituto de Saint-Omer entre 1928 y 1929 y se consagró enseguida a la promoción del Personalismo, particularmente a través de la revista Esprit, que fundó en 1932. Tomó partido contra el régimen de Franco en España, en 1936. Movilizado en 1939, llegó a Lyon a fines de 1940; después de la prohibición de Esprit —en el verano de 1941—, entró en la resistencia francesa y fue hecho prisionero; liberado, reanudó su actividad clandestina en Dieulefit (Drôme), donde, desgastándose incansablemente en su apostolado humanista, murió súbitamente. De formación básicamente agustiniana y bergsoniana, e influenciado por Péguy, Mounier creó el movimiento personalista, a fin de reunir a los hombres preocupados por rehacer el Renacimiento, cualquiera que sea su opción confesional. Católico, busca devolver al /cristianismo a la pureza de sus orígenes, contra todas las desviaciones y compromisos de la Iglesia a través de la historia. Sobre todo, se alza contra el reino invasor del dinero, que genera el capitalismo y que se reclama desde el liberalismo económico. Repudia absolutamente el desorden establecido y aspira a una sociedad mundial más habitable, donde la /dignidad de la persona será finalmente respetada; de ahí su combate por una civilización donde la miseria sea erradicada. «La persona no es un objeto. Es en sí misma, más bien, en cada hombre, lo que no puede ser tratado como un objeto»3, y añade, yendo más lejos: «Es la única realidad que nosotros conocemos y que, al mismo tiempo, hacemos desde dentro. Presente en todas partes, no está dada en ninguna»4.

Pueden darse varios personalismos, por ejemplo el personalismo agnóstico y el /personalismo cristiano; pero todos se caracterizan por su exigencia de que las personas no sean jamás tratadas como cosas ni utilizadas con fines mercantiles; todos los personalismos aspiran a un /absoluto, aunque sea a un absoluto escondido. En cuanto a Mounier, opta por un personalismo evangélico, cuya misión trágica, en el seno mismo del optimismo de la /vocación religiosa de la existencia, no le parece susceptible de ser olvidada. El cristianismo no es una póliza de seguros hacia la eternidad; requiere, por el contrario, una conversión y un sentido del sacrificio. Desde hace varios siglos ha ido debilitándose, hasta degenerar en soluciones fáciles o en el fariseísmo; es el momento de restituirle su carácter dramático, pues «el hombre que ha perdido el sentido del Ser, y que no se mueve más que entre cosas y cosas utilizables, destituidas de su misterio, el hombre que ha perdido el amor»5, ha desnaturalizado por completo la humanidad. Para salir de esta crisis fundamental es indispensable una conversión radical.

En el plano práctico, la llamada antiindividualista y comunitaria de Mounier nos compromete, sumando voluntades, con las fuerzas libertarias, contra el totalitarismo fascista o stalinista, y también contra el stablishment burgués, en la defensa del proletariado, en la defensa de la paz (contra el peligro nuclear), en el anticolonialismo, en la constitución de una gran escuela pública y civil, acogedora de todas las confesiones, etc. Mounier desconfía de los partidos políticos que se denominan cristianos y ve mejor una presencia de los cristianos en el seno de varios grupos políticos sin etiqueta explícitamente religiosa; en fin, temiendo la guerra fría entre el Oeste y el Este, Mounier se aproximó finalmente al Partido Comunista Francés, aunque recusando cualquier mistificación. Pero sobre todo, se esforzó en combatir el fariseísmo de los bienpensantes.

Mounier cuenta con numerosos discípulos. Citemos primero los nombres conocidos: Albert Béguin, Jean Marie Doménach, I. Marrou, Etienne Borne, P. A. Touchard, Lucien Guisard, Mohamed Aziz Lahbabi (musulmán de lengua francesa), C. Moix, P. L. Landsberg. Citemos asimismo a Léon Jail (muerto en Vercors por los nazis), Jean Hau (profesor parisino, animador de Pax Christi), Michel Jouhaud (profesor en la Universidad de Montpelier), Georges Hahn (profesor en la Facultad Católica de Toulouse), Marcel Menu (responsable administrativo en Caen), Michel Auzou (sacerdote parisino, consiliario diocesano de los asuntos con el judaísmo), Philippe Wolff (profesor de historia medieval en la Universidad de Toulouse), André Mandouze (profesor de latín en la Sorbona), o Alain Guy (profesor de filosofía en la Universidad de Toulouse).

BIBL.: Las obras completas de Mounier han sido publicadas en castellano, con la colaboración del Instituto Emmanuel Mounier, por Sígueme, Salamanca 1990-1994, 4 vols.


IV. NÉDONCELLE, MAURICE.

Nédoncelle (1905-1976), nacido en Roubaix y muerto en Estrasburgo, fue estudiante en la Sorbona y en el prestigioso Seminario Saint-Sulpice. Tras recibir el sacerdocio en 1930, enseñó en primer lugar en el Collége Albert de Mun; se doctoró en letras en 1942, y fue, a partir de 1945 y hasta su jubilación, profesor en la Facultad Católica de Estrasburgo, donde pronto fue elegido decano. Frecuentó numerosos congresos, particularmente los de la Asociación de Sociedades de Filosofía de Lengua Francesa.

Dejando aparte sus bellas obras de historia de la filosofía (sobre Newman, Friedrich von Hügel y la filosofía anglicana de 1850 hasta nuestros días), nos encontramos en presencia de un pensador sin par; su vertebración es una ardiente convicción personalista. Garantía indispensable de nuestra /libertad, la persona no está acabada del todo, pues tiene como tarea construirse perpetuamente, en constante comunión con el tú. La ontología tradicional no ha conseguido traducir la heterogeneidad de cada persona; sólo lo óntico permite distinguirla en cada ente. El nervio de esta rica mayéutica es la intercomunicación por la mediación del amor de los otros, en el horizonte divino. Es preciso creer en el progreso o, al menos, trabajar sin descanso para realizarlo. Está condicionado por la inspiración, que se asemeja a la gracia en este nivel, donde la oración es esencial: oramos a Dios y Dios nos ora igualmente, a pesar del obstáculo incesante y desconcertante del mal y de la conflictividad, que únicamente puede vencer Cristo, Hombre-Dios.

A nivel práctico, somos llamados a realizar una /estética en nuestra vida cotidiana, por la armonía de nuestra intersubjetividad. Pero es preciso elevamos más alto todavía de donde se encuentra la 'Belleza y alcanzar el Bien y la /Caridad, emanantes de las tres personas de la /Trinidad. El amor nos incita a una multitud de actos concretos, a base de inteligencia y voluntad, que expresa el voluntarismo idealista. El yo (moi) ideal está todavía más hondo que el super-yo (sur-moi) psicoanalítico; pero depende de la asistencia sobrenatural de Dios, que nos otorga siempre algún movimiento para ir más allá.

BIBL.: La reciprocidad de las conciencias, Caparrós, Madrid 1996 (original de 1942); La personne humaine et la nature, 1943; Vers une philosophie de l'amour et de la personne, 1957; Conscience et logos. Horizon et méthode d'une philosophie personnaliste, 1970; Intersubjectivité et ontologie. Le défi personnaliste, 1974; Sensation réparatrice et dynamisme temporel des consciences, 1977 (póstuma).


V. RICOEUR, PAUL.

Nacido en 1913 en Valence (en el Dróme), de una familia protestante, hizo sus estudios de licenciatura en Filosofía en Rennes. Tras la agregación, enseñó en varios institutos. Estuvo prisionero de guerra en Alemania de 1940 a 1945. Ha enseñado, además, en la Universidad de Estrasburgo (1950-1955), después en la Universidad de París-Sorbona (1956-1966) y, finalmente, en París-Nanterre (1966-1978), así como en la de Chicago (USA). Colaborador asiduo de Esprit y director del Centre de Recherches Phénoménologiques et Herméneutiques del CNRS, ha hecho la síntesis del personalismo y de la hermenéutica. Goza de un gran prestigio cultural, tanto en el extranjero (particularmente en España y en América Latina) como en Francia.

Partiendo a la vez de la filosofía reflexiva (de tradición cartesiana) de la /fenomenología, de la /teología de Karl Barth, y de Gabriel Marcel, Ricoeur llegó muy pronto al personalismo, a través de su análisis del /sujeto voluntario e involuntario, siempre abierto al otro. Gracias a Gadamer (su maestro en Heidelberg), su itinerario le condujo, a través del existencialismo (sobre todo el de Jaspers), hasta la hermenéutica que, preocupada por la demitificación, busca superar el estructuralismo. La principal aportación de Ricoeur consiste en haber mostrado que la hermenéutica no puede limitarse a realizar una retórica o una lingüística sin horizonte, sino que debe abrirse a una metafísica, más en concreto, a una ontología teísta, siempre en tensión con el lacerante problema del mal. Sucesivamente, a través de lo voluntario y lo involuntario, la finitud, la búsqueda del sentido, la metáfora viva, los relatos y los mitos, etc., el filósofo parisino renueva toda la filosofía contemporánea y conduce a un perpetuo diálogo fraternal con el otro, por el profetismo de la Biblia y, en particular, con el Evangelio. En el estudio del mí mismo (moi-méme), es decir, de la ipseidad, se revela la constante presencia del amor; el yo (moi) es un otro tú (autre toi). En estos niveles, la vocación de nuestra condición encarnada se muestra imperiosa: «En la acción en trance de ser hecha, mi cuerpo es atravesado; no es el término de la acción, el pragma, sino el órganon (...). Entonces, el cuerpo surge como centro de la situación y exhibe su finitud práctica»6.

En la cotidianidad concreta es donde tiene lugar una ética vigilante y militante. «Señalar la verdadera vida, con y por el otro, en instituciones justas»7; la alteridad es la clave de la conciencia personal. Desde esta perspectiva, la dimensión comunitaria, como para Mounier, es imprescindible. Para construir una sociedad más justa no hay que escoger entre la reforma (limitada al campo de lo posible) y la revolución (radical e inagotable): «Hemos entrado en un tiempo donde es preciso hacer el reformismo y quedar (rester) revolucionario»8. Haciéndolo, no se deberá estudiar el sujeto humano como una simple parte del mundo, sino considerarlo todo a partir del existente personal e interpersonal.

BIBL.: Lo voluntario y lo involuntario (2 vols), Docencia, Buenos Aires 1986; Finitud y culpabilidad, Taurus, Madrid 1982; Historia y Verdad, Encuentro, Madrid 1990 (orig. de 1964); La metáfora viva, Cristiandad, Madrid 1980; Le conflit des interpretations. Essais d'herméneutique, 1969; Du Texte a l'action, 1986; Soi-méme comme un autre, 1990; Amor y Justicia, Caparrós, Madrid 1993.


VI. ROUGEMONT, DENIS DE.

Denis de Rougemont (1906-1985), nacido y muerto en Suisse Romande, licenciado en letras por Neuchátel, ha trabajado sobre todo en París, donde fundó, con Mounier y Lacroix, la revista Esprit en 1932. Director literario de varias grandes casas editoriales, denunciador precoz del nazismo, asumió en los Estados Unidos, de 1942 a 1945, las emisiones destinadas a los franceses. Personalista de formación protestante, militó ardientemente en pos del federalismo europeo.

Denis de Rougemont proclama la primacía de la persona humana, en virtud de una vocación religiosa que la hace irreductible a todo totalitarismo, sea capitalista, fascista o estalinista. La crisis contemporánea que sufre Occidente proviene de dos azotes, contrarios el uno del otro: el individualismo y la estatolatría. Es urgente reencontrar una civilización a la altura del hombre, lejos de la abstracción idealista. Debemos pensar en función del espíritu oblativo, pero en contacto íntimo con lo concreto, es decir, con las manos. El motor de la vida integral es el /amor, donde es indispensable aprehender su contenido profundo, más allá del erotismo vulgar. Pero como el satanismo nos rodea por todas partes (Hitler es su encarnación misma), es preciso estar siempre vigilante y escuchar la voz de Dios. Nuestros deberes hacia la persona del otro son el respeto, la fidelidad y el compartir, en el sentido del Evangelio. Debemos guardarnos de los falsos ídolos y de los pseudo-profetas (particularmente del absolutismo anónimo de las masas ciegas). El verdadero realismo debe ser capaz de discernir del sentido de los mitos ancestrales, la parte válida y benéfica. La ética personalista tiene por misión edificar una política humanista, fortalecida por el amor de Dios y del /prójimo. Europa unida está llamada a mostrar el camino de una sociedad mundial equilibrada y esclarecida por el Bien.

BIBL.: Politique de la personne, 1934; Penser avec les mains, 1936; L'amour et l'Occident, 1939; La part du Diable, 1942; Les personnes du drame, 1944; L'aventure occidentale de 1'homme, 1957; L'Un et le divers, 1970; Les mystéres de 1'amour, 1978.


VII. WAHL, JEAN.

Nacido en Marsella y muerto en París (1888-1974), Jean Wahl, profesor de diversos institutos, y posteriormente de varias universidades, doctorado en letras en 1920, llegó a ser profesor en la Sorbona, desde 1936 hasta su jubilación (con el paréntesis de su destitución por ser judío bajo el régimen de Vichy y su encarcelamiento en París por los nazis). Fundador del Collége Philosophique, en 1946, fue también presidente de la Société Francaise de Philosophie y director de la Revue de Métaphysique et de Morale. Personalista, animador de la revista Dieu vivant, se aproximó al catolicismo y logró conjugar el existencialismo espiritualista con el personalismo de influencia kierkegaardiana. Fue, asimismo, un fino poeta.

Wahl abordó la historia del pluralismo de Whitehead, así como la conciencia desdichada de Hegel. Contra todo idealismo y contra todo panteísmo, optó pronto por el retorno a lo concreto y a lo cotidiano, contra una filosofía puramente abstracta e impersonal. Bajo el influjo de su principal inspirador, Kierkegaard, se separó del hegelianismo y exaltó la libertad, la persona, la cualidad, la temporalidad y la existencia. Influido también por Bergson, utilizó preferentemente la intuición y se interesó en una sociedad abierta y en una moral personal, sensible a la llamada de la generosidad. Fue un existencialista teísta, discretamente próximo al cristianismo. Durante mucho tiempo apasionado por Heidegger, se separó finalmente de él a causa de su nihilismo y de su racismo larvado. Refutando todo sistema, prefiere expresarse a través de una variedad de análisis del sujeto y de su prójimo, así como a través de las formas poéticas. Su compleja búsqueda de Dios, a través de los ambiguos conceptos de tras-ascendencia (transascendance) y de trasdescendencia (transdescendance), no tuvo descanso.

El personalismo de Wahl se muestra muy preocupado de la moral y de la proyección ética en la /política; promotor de una democracia progresista y comunitaria, ha luchado enconadamente contra todas las desviaciones totalitarias e individualistas de la ciudad y del mundo.

BIBL.: Les philosophies pluralistes d'Angleterre et d'Amérique, 1920 (tesis); Vers le concret, 1932; Le malheur de la conscience dans la philosophie de Hegel, 1929; Eludes kierkegaardiannes, 1938; Existence humaine et transcendance, 1944; Tableau de la philosophie francaise, 1946; Traité de métaphysique, 1953; Les philosophies de 1'existence, 1954; Poésie, pensée, perception, 1958.

VIII. WEIL, SIMONE.

Simone Weil (1909-1943), nacida en París en el seno de una familia judía y muerta en Ashford (Gran Bretaña), alumna de la Escuela Normal Superior y profesora agregada de filosofía, desde 1931, en varios institutos, trabajó durante 1934-1935 como obrera voluntaria en una fábrica. Militante del anarquismo trotskista, se unió en 1936 al bando republicano español, al lado del sindicato libertario de la CNT. De 1937 a 1939 se aproximó al cristianismo (a raíz de un viaje a Asís). Destituida de su cátedra por las leyes racistas, ganó Marsella de 1940 a 1942, donde conoció al padre dominico J. M. Perrin, que hizo, como ella, la resistencia. Llegó después a Nueva York. Finalmente vivió en Londres, al servicio de la Francia libre y murió tísica en un sanatorio.

Antigua discípula de Alain, se fue separando poco a poco, por mor y a medida que ella hacía la experiencia de la desgracia (malheur). Durante varios años, atendió sobre todo a la revolución proletaria; después, sin disminuir en su anticapitalismo, evolucionó hacia las preocupaciones religiosas e incluso místicas, pero de modo muy independiente respecto a la Iglesia. Asumiendo la prioridad de la persona humana y desconfiando de todo Estado, buscó en los griegos una sabiduría de equilibrio y /felicidad. Dirigió su búsqueda asimismo hacia los mitos orientales (particularmente budistas), que no dudó en amalgamar con el Evangelio. «Un día viene –escribe–, donde el alma pertenece a Dios, donde ella no sólo consiente al amor, sino que verdaderamente ama. Es necesario, entonces, que ella atraviese el universo para llegar hasta Dios»9. La dialéctica de Simone Weil promueve, sin excesiva ilusión, una sociedad personalista y comunitaria, centrada en lo sobrenatural y apoya-da en el esfuerzo y la renuncia. Su influencia póstuma es vasta.

BIBL.: La Pensateur et la Gráce, 1947 (trad. esp, La gravedad y la gracia, Caparrós, Madrid 1994); L'enracinement, 1949; La connaissance surnaturelle, 1950; Attente de Dieu, 1950; La conditión ouvriére, 1951; Oppresion et liberté, 1955; Intuition préchrétienne, 1951.

NOTAS: 1 Les sentiments et la vie morale, 76. — 2 Du sacré au saint, 20. — 3 Escribe Mounier en El Personalismo, Obras III, 452. — 4 ID, 453. — 5 Manifiesto al servicio del personalismo, Obras completas I, 993. — 6 Finitude et culpabilité, tomo I, 73. — 7 Soi-méme comme un autre, 59. — 8 Esprit (París) junio-julio 1968, 987. — 9 Attente de Dieu, 96.

A. Guy