EMPATÍA Y SIMPATÍA
DicPC

El par de términos empatía-simpatía han tenido múltiples usos y significaciones en la historia del pensamiento. Se trata de términos escurridizos, para cuyo esclarecimiento será conveniente realizar una primera aproximación, en la que se clarifique el significado corriente de cada uno de ellos. En el Diccionario de la Real Academia de la Lengua se dan las siguientes definiciones. Empatía: «Participación afectiva, y por lo común emotiva, de un sujeto en una realidad ajena». Simpatía: «Inclinación afectiva entre personas, generalmente espontánea y mutua». Esta primera aproximación nos permite apreciar una notable semejanza: se trata de conceptos que remiten a la vida emocional de las personas, es decir, ambos términos se encuadran en el campo de los sentimientos o afectos. Pero también podemos apreciar una sutil diferencia. La empatía se refiere fundamentalmente a la capacidad de percibir, entender e introyectar la emoción del otro. La simpatía, además de implicar la sintonía con el /otro, conlleva una respuesta emocional en forma de comprensión y ayuda ante la situación ajena. De esta primera aproximación podemos deducir, en primer lugar, que el complejo simpatía-empatía se sustenta en una teoría del sistema emocional de los seres humanos que, poco a poco, se ha ido viendo como una dimensión esencial de la naturaleza humana, al lado de la dimensión cognitiva. Y en segundo lugar que, como ambos términos se encuadran en el mundo afectivo, muchos teóricos se inclinan a verlos como dos procesos complementarios de la vida emocional en que la empatía precediese y tuviera como consecuencia un efecto de simpatía. Primero se siente acerca de, es decir, se empatiza, y ello hace posible un sentir dentro, que posibilita una determinada conducta, es decir, el simpatizar. J. Tizón engloba ambos tipos de sentir en la identificación proyectiva, que «es la base de procesos tan fundamentales como la empatía, la capacidad de ponerse en el lugar de otro, calzarse las sandalias del otro. Es la base asimismo de la simpatía, del empatizar mutuamente mediante el interjuego de identificaciones proyectivas e introyectivas». Ahora bien, esta conexión ha propiciado, finalmente, la disolución de las diferencias; de tal manera que es mejor hablar del complejo empatía-simpatía o simplemente de empatía por ser un término más utilizado en la actualidad. Una definición rigurosa de este proceso es la que dan Eisenberg-Strayer al verla «como una respuesta emocional que brota del estado emocional de otro y que es congruente con ese estado emocional del otro».

I. SIMPATÍA.

1. En los moralistas ingleses. El término simpatía ha tenido un papel decisivo en el campo de la ética, especialmente en los moralistas ingleses del siglo XVIII. Culmen de esta orientación es la figura de A. Smith, para quien el fundamento de los juicios morales se halla en la simpatía, entendida como un sentimiento no egoísta hacia los demás, que dimana de la naturaleza humana. «De esta naturaleza es la lástima o la compasión, emoción que experimentamos ante la miseria ajena, ya sea cuando la vemos o cuando se nos obliga a imaginarla de modo particularmente vívido. El que con frecuencia el dolor ajeno nos haga padecer, es un hecho demasiado obvio que no requiere comprobación; porque este sentimiento, al igual que todas las demás pasiones de la naturaleza humana, en modo alguno se limita a los virtuosos o humanos, aunque posiblemente sean estos los que lo experimenten con la más exquisita sensibilidad». Parte del supuesto de que existen tres grandes fundamentaciones de la ética, que se sustentan en tres visiones diferentes de la naturaleza humana. a) Una de ellas, defendida por Hobbes, concibe al hombre en un estado de naturaleza bélico -Homo homini lupus-, pero que, por interés y utilidad propios, de manera puramente egoísta, se ve obligado a refugiarse en la sociedad y en ella a fomentar la virtud que promueve el orden social, en cuyo seno el hombre puede vivir holgadamente. Para Smith, ese amor a sí mismo es una forma indirecta de simpatía, aunque la simpatía propiamente dicha no implica ningún tipo de egoísmo. Por ello, esta doctrina de la naturaleza humana deriva de una falsa interpretación de la simpatía. b) Una segunda concibe lo esencial de la naturaleza humana configurada por la razón. Esta facultad le capacita para distinguir de manera innata las cualidades de lo bueno y lo malo, lo laudable y lo censurable, lo vicioso y lo virtuoso, lo verdadero y lo falso. Sin embargo, sostiene que la razón solamente es capaz de revelar si un medio es adecuado para algo placentero o doloroso, cualidades que se pueden captar únicamente a través de un sentimiento inmediato o emoción. De cualquier manera, la razón es necesaria en la medida que, una vez que se establecen esas cualidades, nos capacita para formar normas generales a través de la experiencia y la inducción y, además, para saber si los actos se adecuan a esas normas. c) La tercera visión coloca la base de los juicios morales en el sentimiento. Según la corriente de los moralistas ingleses, existe un sentimiento peculiar, un poder de percepción muy específico de la mente humana para juzgar lo que es bueno y lo que es malo. Descarta Smith la necesidad de apelar a un sentimiento específico, y sostiene que se puede aceptar que la naturaleza obra en esto como en los demás casos, con la más rigurosa economía y que la simpatía de la que está dotada la mente humana es suficiente para fundamentar los juicios morales. Define la simpatía como nuestro común interés por toda pasión, cualquiera que fuera, pero también como un /sentimiento de emoción que nos embarga al captar la situación de dolor o placer de otras personas. La simpatía no se puede ver como una facultad específica de la mente, sino como una inclinación de la naturaleza humana para ajustar nuestros sentimientos con los sentimientos de los individuos y de la sociedad: «La simpatía no surge tanto de contemplar a la pasión, como de la situación que mueve a esta. En ocasiones sentimos por otro una pasión de la que él mismo parece totalmente incapaz, porque, al ponernos en su lugar, esa pasión que brota en nuestro pecho se origina en la imaginación, aun cuando en la realidad no acontezca lo mismo que en el suyo».

2. El pensamiento de Max Scheler. En la Etica de M. Scheler se aborda directamente el concepto de simpatía con la vista puesta en dos objetivos complementarios: aclarar la estructura de la vida emocional, y esclarecer el sentido ético de la simpatía. Para ello comienza explicando la autonomía y relevancia de la vida emocional apelando a dos grandes pensadores: san Agustín y, sobre todo Pascal, cuyo mensaje central se encuentra en el siguiente pensamiento: «El corazón tiene sus razones que la razón no conoce». La aportación original de Scheler se halla en el enfoque de la vida emocional desde la perspectiva de la profundidad, que complementa las de intensidad y complejidad que habían desarrollado los psicólogos. El modelo que toma como punto de referencia para desvelar la vida emocional profunda, es su visión del hombre que desarrolla ampliamente en su etapa fenomenológica. El hombre es visto como un ser constituido por tres estratos, que son la base en la que se sustentan los diferentes niveles de la vida emocional. La vida emocional constituye una estructura jerárquicamente organizada: la unificación afectiva es condicionante del co-sentir; el co-sentir de la simpatía; la simpatía del amor universal al hombre; el amor universal al hombre, del amor a la persona espiritual y a Dios.

Para Scheler, el cuerpo se puede ver desde dos perspectivas diferentes, el cuerpo material (Körper) que constituye la base de los sentimientos sensibles y define como estados emocionales, están localizados en determinadas partes del cuerpo, y no tienen conexión con el estrato personal; y el cuerpo vital (Leib) que es la base de los sentimientos vitales, como angustia, miedo, asco, pudor, bienestar, malestar, etc... En la etapa fenomenológica toma como punto de referencia este estrato para elaborar la teoría profunda de la vida emocional. Dentro de los sentimientos vitales, distingue los siguientes niveles: a) Contagio afectivo: Es un fenómeno emocional de arrastre que se produce de manera automática e inconsciente entre los miembros de un grupo, sin que ello implique algún lazo de unión entre ellos; b) Cosentir afectivo o sentir con otro: es sentir una pena o placer en compañía de otra persona, es una comunidad de sentimientos que establecen las personas cuando enfocan su interés respecto de un tema o una situación vital. Sentimos lo mismo con otra persona. c) Simpatía: Se puede definir como una compenetración afectiva en la que captamos los estados afectivos de los otros y, además, los compartimos sin necesidad de tener los mismos sentimientos. De ella dimana la congratulación o la compasión cuando se comprende y al mismo tiempo se participa en las vivencias de otra persona. Dentro de la simpatía se pueden apreciar diferentes grados: mera participación en lo que otro siente y la compenetración afectiva. Esta última es la verdadera simpatía y se puede ver como un sentimiento anímico de carácter intencional, capaz de captar cognoscitivamente un /valor. «Pues únicamente la percepción de la igualdad de valor del hombre en cuanto hombre (o de lo viviente en cuanto viviente) que se produce en la simpatía (y que no excluye en lo más mínimo, naturalmente, la diferencia secundaria de valor de los hombres y de los organismos vivientes en virtud de su esencia), es lo único que tiene y puede tener, por consecuencia de leyes esenciales, la desaparición de esta ilusión sobre la realidad. Con la igualdad de valor, se vuelve para nosotros el prójimo también igualmente real y pierde su forma de existencia de simple sombra referida al yo. De esta obra sólo es capaz la simpatía cuando ejercita su intención en aquella dirección hacia la esencia (de ahí la esencia del valor o del alter ego y de sus ingredientes esenciales), de la que es tan capaz como la intuición en la intuición de esencias, el pensamiento en el pensamiento de ideas». Según Scheler, el yo que es la base de los sentimientos anímicos. Los define como cualidades intencionales, y su característica fundamental es la de ser motivados en la medida que siempre son por algo, es decir, tienen relación intencional con un objeto. Dentro de los sentimientos anímicos se puede incluir la Unificación afectiva que desarrolla en la última etapa de orientación panenteística. Pertenece a una esfera que denomina conciencia vital y es la categoría desde la que se completan los fenómenos de la simpatía anteriormente vistos. En esta etapa distingue claramente entre dos atributos del todo: impulso afectivo, que se apoya en los fenómenos de la unificación afectiva, y el espíritu independiente del mundo de la vida.

II. EMPATÍA.

El término empatía ha sido una categoría clave de la psicología, tanto en la de corte filosófico como en la experimental. En la primera se debe destacar la figura de Dilthey, para quien el modo de conocimiento del mundo espiritual y sus productos se produce por una especie de empatía que denomina comprensión. Se diferencia del método de las /ciencias positivas, que tienen como objeto de investigación el estudio de los hechos y procesos físicos. Sin embargo, el objeto de las ciencias del espíritu es la comprensión de la vida y sus objetivaciones culturales. De una manera tajante sostendrá Dilthey que este mundo no puede ser explicado por las ciencias positivas. Es un ámbito de realidad que no puede ser desvelado por el pensar empírico. Es una frontera que no puede traspasar la ciencia positiva. Por ello propone que la especificidad de estas ciencias exige un método específico: la comprensión. La comprensión es un modo de captación de la realidad que va desde el efecto externo a su origen interno, a la vida que lo produjo. Hay, por tanto, cierta semejanza con el proceder de las ciencias positivas. La diferencia esencial estriba en que esta conexión no se establece según el rígido principio de causaefecto, sino en una conexión de carácter empático: pretende revivir lo que ha sido vivido y expresado. La empatía como modo de comprensión es el proceso en el cual se llega a conocer la vida según sus manifestaciones sensiblemente dadas. En la actualidad, este modo de conocer empático ha sido recuperado por la corriente simbólica de la antropología social. Así C. Lisón subraya la necesidad de la empatía como un modo adecuado de penetración en las creaciones culturales del ser humano. Por ello sostiene que la consideración de los fenómenos culturales requiere «ponderación, simpatía, comparación y humanidad».

En el campo de la psicología experimental hay dos perspectivas desde las que se conceptualiza la empatía: cognitiva y afectiva. La orientación afectiva tiene su origen en el psicólogo Lipps, que toma el término Einfühlung de la estética para trasladarlo al campo de la psicología y verlo como un método que nos permite conocer los objetos y a los otros. Titchener tomó el término de Lipps, lo tradujo por empathy y lo concibió finalmente como un proceso de humanización de objetos, de proyección de nuestros sentimientos en esos objetos. Freud, influenciado por Lipps, definió la empatía como la capacidad para entender lo que es esencialmente extraño a nuestro yo en otras personas. La orientación cognitiva se remonta a las investigaciones de G. H. Mead, que se interesó por la capacidad de asumir el rol del otro y de adoptar perspectivas alternativas de cara a uno mismo. Se trata de una visión de la empatía cognitiva que posteriormente prosiguió Piaget, considerando que en la empatía se hallan complementadas la dimensión cognitiva y afectiva; sin embargo prioriza la cognitiva. Pero con la aparición de la sociobiología se difumina y termina disolviéndose la distinción entre simpatía y empatía. El marco teórico en que se encuadran estas teorías es el paradigma evolucionista elaborado por C. Darwin, cuyas ideas pretenden perfeccionar, para abarcar en una visión global el mundo de los seres vivos y el mundo social construido por el ser humano. Su tesis fundamental es la siguiente: «En esta visión macroscópica, las humanidades y las ciencias sociales se reducen a ramas especializadas de la biología; historia, biografía y ficción son los protocolos de investigación de la etología humana; y la antropología y la sociología juntas constituyen la sociobiología de una sola especie de primates». La teoría se puede condensar en dos proposiciones: a) Todos los comportamientos son adaptativos y están determinados genéticamente: «Es absolutamente posible que todos los componentes conocidos de la mente, incluida la voluntad, tengan una base neurofisiológica, sujeta a evolución genética por selección natural. No hay razón a priori por la que cualquier parte del fundamento del comportamiento social humano tenga que excluirse del análisis sociobiológico»; b) Los individuos sólo sirven para asegurar la reproducción de los genes. Partiendo del hecho cierto de que el hombre tiene una estructura biológica y es producto de la evolución, se pretendió encontrar la explicación última del comportamiento humano en los genes. A diferencia de Darwin, que fundaba la selección natural en la supervivencia de los organismos, hoy se acepta que la unidad de selección son los genes. Ello ha permitido introducir un concepto sumamente relevante en el campo de la biología: el concepto de altruismo. En él los portadores de los genes son los parientes descendientes y no descendientes. Pero los organismos evolucionan para ser unos altruistas cuya generosidad se centra en los parientes. Pero sigue en pie la siguiente pregunta: ¿cómo se pueden explicar conductas que aparentemente van en contra de la supervivencia del propio individuo? La raíz y el fundamento de la conducta altruista se encuentra en la empatía, entendida como conducta de carácter afectivo-cognitivo, desencadenada por la captación y compenetración del estado emocional de otra persona. Se acostumbra a distinguir entre empatía centrada en 'sí mismo que origina inquietud, ansiedad y angustia, y empatía centrada en la persona que sufre, que origina un conjunto de sentimientos que desembocan en el deseo de ayuda, compasión, sentimiento de bondad, etc. Los seres humanos no son insensibles ante el /sufrimiento y las dificultades ajenas, sino que son capaces de empatizarlas y, además, de responder activamente; se trata de un factor esencial de la constitución humana.

III. NATURALEZA DE LA EMPATÍA-SIMPATÍA.

El marco teórico desde el que vamos a fijar la naturaleza de estos conceptos es una visión global y relacional de la /naturaleza humana. Desde el primer supuesto se debe afirmar que el hombre es y constituye un todo, un sistema unitario vivo y que actúa como un todo. Desde el punto de vista vital, es la noción de estilo cognitivo como un patrón de comportamiento, que estructura y es estructurado por un entorno sociocultural, la idea que mejor refleja y aclara el sentido unitario de la actividad humana. Lo más específico del ser humano es su mente, que no se reduce a un conjunto de símbolos, representaciones, imágenes o ideas. La mente no es como una caja de herramientas o mecanismos que pueden estar hechos de fibras nerviosas o silicio, sino que el punto de referencia para comprenderla será el sí-mismo total e indiviso que actúa a través de sus creencias. Además, esta visión supone el rechazo de una distinción real entre facultades o actividades cognitivas, por una parte, y actividades sentimentales o emotivas por otra, dentro de la mente humana. Solamente desde un enfoque analítico se puede aceptar semejante distinción. Por ello debemos desterrar este tipo de dicotomías a la hora de comprender la conducta humana. Desde una perspectiva relacional debemos aceptar que el hombre es un ser que pertenece y es una parte integrante del medio, globalmente considerado. Medio del que no se puede aislar, pero en el que no queda disuelto como nos enseña el sentido común, ya que es el contexto en el que se desarrolla como sujeto individual. Su modo de estar y ser en este medio crea un circuito completo o campo de acción, configurado por una tensión creadora o tono personal, desde la que interpreta y valora su situación real y sus posibilidades de acción. A esa tensión o tono es a lo que llamamos sentimiento o emoción. Cuando esa tensión se genera en un campo constituido por personas, puede surgir la empatía. Ahora podemos definir de una manera más exacta la empatía como una tensión positiva ante el otro, por medio de la cual captamos el estado del otro, y además damos una respuesta positiva y congruente con el estado del otro.

El origen de la empatía lo explica la Biología evolucionista apelando a su valor adaptativo. Para que la vida de los grupos funcione de una manera organizada, debe existir algún tipo de comunicación entre sus miembros. El desarrollo de la vida del grupo está constituido por un conjunto de acciones que garantizan la supervivencia. Para que se consigan ambos objetivos debe haber algún tipo de comunicación entre los miembros del grupo. La comunicación empática, es decir, la transmisión y comunicación de los estados emocionales entre organismos, es condición necesaria para que se alcancen estos dos objetivos. De una parte, genera patrones de comportamiento que refuerzan la vida del grupo; y de otra, aumenta las posibilidades de supervivencia, tanto individual como social, en la medida que aumenta la cohesión grupal frente a los peligros externos. Aun reconociendo la diferencia cualitativa entre los animales y el hombre, también se debe tener en cuenta nuestro engarce con el reino animal. De ahí que, con las debidas precauciones y correcciones, se pueda predicar este mismo esquema dentro del campo de la evolución biocultural del hombre. Por ello se puede hablar de la existencia de patrones innatos de comportamiento, que fundamentan la empatía humana. Y, desde este supuesto, afirmar que la empatía es un rasgo constitutivo de la naturaleza humana.

La empatía es condición de posibilidad para el desarrollo individual y social. Desde este supuesto, se puede afirmar que cumple tres funciones: a) Cognitiva: la empatía proporciona un verdadero conocimiento de otra persona. Aunque cuando hablamos de conocer, no debemos suponer que ello implique una representación o una copia de la vida de otra persona, lo cual supondría una cosificación de la misma, sino que el conocimiento debe ser visto como una actividad que dimana de la totalidad de la persona, enfocada a la participación y toma de conciencia del modo de ser y pensar de otra persona. Por tanto, no se trata de un mero conocer o de un conocer objetivo, sino de una participación o sintonía con el mundo interior de otra persona; b) Unitiva: no solamente sirve para conocer a otras personas, sino que también es el lazo de unión con esas personas. Es una actividad en la que se crea una corriente de mutuo afecto, un circuito de experimentación mutua, una conexión entre personas, que genera una participación de sentimientos. Esta corriente mutua de afecto tiene un carácter creador. Y es que los hombres se pueden encerrar en sí mismos, pero necesitan relacionarse con los demás hombres para poder ser verdaderamente hombres. La /relación intersubjetiva es constitutiva del ser del hombre, un modo de ser universal que trasciende los esquemas innatos de empatía fijados genéticamente en los animales, para convertirse en un mundo humano en amor. Amor que no sólo supone un desarrollo individual, sino que es la base en la que se debe sustentar una sociedad más humana; c) Normativa: de la empatía dimanan una serie de normas de carácter primario que sirven para regular y afianzar los planteamientos éticos de carácter racional. Ello nos ayuda a evitar el relativismo ético del todo vale, en el que han desembocado las éticas que definen al hombre como un ser libre, pero que descuidan la presencia de unos valores estables que dimanan de la naturaleza humana.

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L. Álvarez Munárriz