BIOÉTICA
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La historia de la bioética (neologismo derivado de los términos griegos bíos, vida, y éthos, ética) comienza en 1970, año en que el oncólogo Rensselaer Van Potter usó por primera vez la palabra en un artículo emblemático, Bioethics: The Science of Survival. Al año siguiente ve la luz un libro suyo titulado, no menos simbólicamente, Bioethics: Bridge to the Future, donde declara con énfasis que desea «contribuir al futuro de la especie humana con la promoción y enucleación de una nueva disciplina, la disciplina de la Bioética». El mismo Van Potter afirma que llegó a esta idea cuando tomó conciencia de la evolución del campo de la ética gracias al que define como el «pionero de la Bioética», Aldo Leopold, un ecologista estadounidense que, después de la revolución darwiniana y la freudiana, se percató de la importancia que «las costumbres antropológicas tienen para el equilibrio del ecosistema». Impresionado por la temática exuberante de la que califica como «bomba biológica», capaz de amenazar el futuro del hombre, piensa que «la biología puede relacionarse fructuosamente (hacer de puente) con las ciencias humanas» y, por tanto, constituir un requisito insustituible de la Bioética como Ciencia de la Supervivencia.

1. ORIGEN HISTÓRICO Y CONSOLIDACIÓN. Hay quienes propugnan que el origen de la Bioética está vinculado a los atropellos cometidos por los nazis y al avance correlativo de la tecnología. Fue entonces cuando se agudizó la conciencia sobre la ->dignidad humana, al hacerse públicos en el proceso de Nüremberg los crímenes perpetrados mediante experimentos biológicos realizados con prisioneros y, posteriormente, con quienes eran susceptibles de discriminación racial. De este impresionante holocausto nacieron dos corrientes: una de carácter jurídico, que cristalizará muy pronto en la Declaración Universal de los ->Derechos Humanos de 1948; la otra, de inspiración ética y avalada por la teoría iusnaturalista de los años 50, por diversas circunstancias sociopolíticas y culturales, irrumpirá y se propagará rápidamente en Estados Unidos.

Ciertamente, en clave histórica y si nos atenemos a la atmósfera apocalíptico-catastrofista insinuada por el mismo Van Potter, el problema central de la Bioética es la cuestión sobre los límites éticos del ->progreso tecno-científico, si se quiere garantizar el futuro de la especie humana. Pero esta explicación quizá no toma suficientemente en cuenta el cambio de clima cultural que se produjo en la década de los 60. En virtud de los avances espectaculares realizados en el campo de la biología, la medicina y la biotecnología, surgieron numerosos y graves problemas, al menos en tres bloques temáticos de gran calado: en el tratamiento y prevención de las enfermedades y, particularmente, en la investigación clínica, en el ámbito biológico y en el de la biotecnología, que "utiliza organismos vivos o parte de los organismos para fabricar o modificar productos, mejorar plantas o animales y para desarrollar microorganismos para usos específicos" (J.R. Lacadena). Para los nuevos interrogantes que esta situación compleja y tecnificada origina, no se contaba con respuestas claras y distintas: los valores perennes de la tradición judía y de la cristiana habían sido fuertemente contestados en debates públicos, en los campus universitarios y en los medios de comunicación social; las convicciones más profundas sobre la ->familia, el significado y valor de la ->vida humana, se habían puesto en discusión; los fundamentos religiosos de la moral y, especialmente, de la ética médica eran marginados por los filósofos; emerge una nueva forma de entender la vida, en razón de la masificación urbana, las rápidas comunicaciones sociales, el pluralismo cultural, la movilidad social y un estado de bienestar sorprendente en los países desarrollados. En ese contexto, sobre todo si se habla en términos de opinión pública, casi nadie comprende los límites de la ética clásica, en concreto de la deontología y la ética médica, que se centraban en la relación médico-paciente y estaban estrechamente vinculadas con las religiones, ya desde el juramento de Hipócrates.

II. EL ENCANTO DE LA «NOVEDAD». Quizá nunca como ahora se ha estado tan cerca de la frontera entre la ->nada, la vida y la ->muerte del ->hombre. Al estar en juego el futuro de la humanidad, dado que el conocimiento científico deriva fácilmente en dominio y manipulación de la vida, y las instancias políticas tienden a monopolizar el poder efectivo de la ->ciencia y de la sanidad, se necesita una nueva ->ética que, más allá de consensos ordinarios, establezca leyes y normas racionales y razonables.

Aceptada en general la urgencia de una nueva disciplina, muchos se preguntan en qué reside su específica novedad, en qué se distingue de la deontología clásica, de la ética médica o de la medicina legal.

Las respuestas más significativas pueden agavillarse del modo siguiente: para algunos se trata simplemente de una moda pasajera; según otros, la novedad reside en la extensión de su contenido, ya que abraza a todos los seres vivos por igual; hay quienes opinan que estamos ante una ciencia interdisciplinar o multidisciplinar que engloba todas las ciencias del saber humano, desde la biología molecular y la genética hasta la filosofía y la teología, pasando por la historia, la sociología, la psicología, la economía y la ,política. Ante la dificultad de identificar con precisión su novedad, se insiste en que se trata de una disciplina sui generis, dependiente de la ética clásica, caracterizada especialmente por la complejidad y la función de puente. Sin embargo, conviene subrayar que, desde sus orígenes, rompe con la reflexión filosófica (desdeontologización) y endosa hábitos de ->secularización (desconfesionalización), liberándose de cualquier compromiso moral absoluto; pretende justificar las nuevas intuiciones revolucionarias morales, partiendo de premisas siempre relativas y cambiantes. Consecuentemente, en la bioética las ciencias empíricas desempeñan un papel decisivo a la hora de aconsejar normas y directrices en función de la calidad de la vida. De aquí las connotaciones que conviene reseñar.

III. INTENTO DE DEFINICIÓN. Siempre es arriesgado adelantar una definición, pero mucho más en esta oportunidad. A pesar de las múltiples y variadas definiciones pergeñadas, ninguna de ellas ha merecido una acogida unánime, por exceso o por defecto, a la hora de perfilar su caleidoscópica configuración. Quizá habría que comenzar por distinguir entre las que la conciben como una alternativa a la ética y las que la presentan como parte de la filosofía moral. En este segundo caso, estará en armonía con el significado que se reconozca al discurso ético: meramente descriptivo-analítico, prescriptivo-normativo o meta-ético. No obstante, Van Potter señala que la bioética «puede definirse como el estudio sistemático de la conducta humana en el área de las ciencias humanas y de la atención sanitaria, en cuanto se examina esta conducta a la luz de valores y principios morales». Para muchos, empero, es un simple marco de reflexión y de investigación interdisciplinar sobre los desafíos alumbrados a raíz de los progresos técnico-médicos, pudiendo cada uno tomar libremente sus decisiones. Otros la reducen a un método que se centra en el análisis de casos complejos y de los procesos a seguir en la solución de los dilemas morales, ateniéndose especialmente al esquema de costos y beneficios.

Cuando se la considera como parte de la ética o una forma de ella, que trata de orientar la acción de los ciudadanos y de influir en las opciones de la sociedad, se impone distinguir una doble tendencia. Según los partidarios de la que podemos llamar pragmática, en cuanto que parece obsesionada por la cuestión del ->consenso, "la bioética es la ciencia normativa del comportamiento humano aceptable en el dominio de la vida y de la muerte» (P. Deschamps), reduciendo considerablemente la diferencia entre ética y ->derecho. La segunda corriente, que cabría calificar de idealista, por subrayar la perspectiva ética del término y de la reflexión, en general entiende la bioética como «el estudio de las normas que deben regir nuestra acción en el terreno de la intervención técnica del hombre sobre su propia vida» (F. Malherbe).

Por otra parte, aunque el vocablo bioética significa literalmente ética de la vida, muchos expertos le asestan dos profundos tajos, pues la definen como aquella parte de la ética que regula el trato debido a la vida humana en sus orígenes biológicos, desarrollo cualitativo y muerte digna, mediante la aplicación de técnicas biomédicas avanzadas (microbioética, bioética en sentido estricto). En realidad, habida cuenta de la polisemia del término bíos, parece más adecuado presentar la bioética como aquella parte de la ética que versa sobre el trato debido a los seres vivientes, en todas las etapas de su existencia, mediante la aplicación de la biotecnología avanzada, con el fin de promover su salud y calidad de vida (macro-ética, bioética en sentido amplio). La apuesta por esta concepción de la bioética implica problemas complejos y graves, como veremos después, porque es necesario clarificar la diferencia sustancial existente entre las diversas especies de vida (se debe entender en sentido no unívoco sino analógico) y que la biotecnología no se puede aplicar por igual a todos los seres vivos.

IV. CONTENIDO DE LA BIOÉTICA. También en este punto, en puridad lógica, se difuminan los confines y alcance de este término erudito y enigmático. En una primera impresión, parece que debiera abarcar todo el saber ético relacionado con el cuidado de la salud, en orden a mejorar la calidad de la vida humana, en continuidad con la llamada ética médica, aunque empleando los descubrimientos científicos y técnicos más importantes de las investigaciones biológicas y las ->técnicas biomédicas. Pero su contenido se ha ido ampliando cada vez más.

El núcleo central de la nueva disciplina, que goza de fuerte unanimidad por parte de los autores, lo constituyen los temas siguientes: a) diagnóstico prenatal, consejo genético, eugenesia fetal, terapia génica, prácticas abortivas, esterilización masculina y femenina por diversos motivos, sobre todo por razones eugenésicas; b) reproducción humana artificial o asistida, en todas sus modalidades y con sus correspondientes implicaciones técnicas (bancos de esperma, bancos de embriones, madres de alquiler, etc.); c) experimentación con seres humanos, embriones y cadáveres, en cualquiera de las fases de la vida; d) información clínica y comunicación veraz de su situación al enfermo, reanimación, encarnizamiento terapéutico, eutanasia, derecho a una muerte digna; e) terapia y manipulación genéticas en todas sus formas.

Algunos tratadistas incluyen también el suicidio y la ayuda al suicida, la tortura y la pena de muerte, los diversos trasplantes de órganos humanos, la transexualidad, la organización y funcionamiento de las instituciones sanitarias, la política y sistemas de salud, etc. Otros autores, en fin, ensanchan aún más el campo de la nueva disciplina, incorporando los temas biológicos que reclaman una reflexión ética: el complejo y difícil problema demográfico, las cuestiones relacionadas con la ->guerra y la consiguiente investigación y desarrollo de armas biológicas y químicas, los temas de la ->ecología y del medio ambiente, la biogenética animal, vegetal y alimentaria.

V CARACTERÍSTICAS DE LA BIOÉTICA. Históricamente, la bioética es un esqueje del árbol de la deontología y la ética médicas, pero un esqueje que se trasforma rápida y adolescencialmente en árbol, en virtud de los torrentes de savia absorbidos de manantiales subterráneos, como las ciencias biológicas y las técnicas biomédicas. El crecimiento y la expansión de sus ramas puso en seguida de manifiesto que, a pesar de ciertos cambios y apariencias, la ética médica continuaba demasiado apegada a ciertas connotaciones poco acordes con el pluralismo y secularización de una sociedad emancipada.

Conscientes de que se trata de una caricatura, se la describe con estos rasgos: la ética médica tenía como epicentro la ->relación médico-paciente en la que primaba la figura paternalista del médico, sin tomar suficientemente en cuenta al enfermo, a la familia y, mucho menos, a la sociedad y al Estado; el valor determinante era el respeto sagrado (absoluto) a la vida; elaboraba la solución de los problemas a la luz de las morales religiosas y los códigos deontológicos; por último, la mayor parte de los autores y profesores de esta disciplina eran teólogos, que sin duda fueron los primeros en percibir los nuevos signos de los tiempos.

Frente a este modelo, se abrirá paso una toma de conciencia cada vez más profunda de la novedad y cambio de enfoque exigidos por la nueva disciplina. Los expertos hablan de un enfoque interdisciplinar, secular, prospectivo, global y sistemático. En primer lugar, la bioética es una ciencia interdisciplinar pues su boom es resultado del desarrollo fulminante de las ciencias biológicas y de las técnicas biomédicas; por consiguiente, precisa de la colaboración y de la interacción de todas esas ciencias, así como de la implicación de diversos profesionales, para analizar los problemas y buscar conjuntamente una solución adecuada. Reconocido el pionerismo de los teólogos, en razón de la interdisciplinariedad y el pluralismo religioso-ético de los interesados, se impone como segunda característica la secularidad, dado que se han de encontrar respuestas válidas para todos, sin distinción de ideología ni de religión: el enfoque secular reclama un lenguaje y una argumentación a partir de la razón, sin que esto signifique que los creyentes tengan que arrinconar su fe o sus convicciones morales (se podría hablar, pues de una bioética civil o de mínimos). Se insiste también en que ha de tener un enfoque prospectivo, ya que la novedad y aceleración de los descubrimientos científico-técnicos es un índice permanente; de ahí su posición vigilante y abierta al futuro para poder hallar elementos de solución adaptados al aquí y ahora, que no hipotequen el porvenir de la investigación. Como cuarta característica se presenta el enfoque global (aunque sería mejor hablar de integral): la bioética debe tomar en cuenta a la ->persona en todas sus dimensiones, a la sociedad y al planeta de los vivientes, sobre todo si se decide romper el estrecho corsé de las relaciones médico-enfermo (->enfermedad) y abrirse a los apasionantes confines de la macro-bioética. Por último, se puede hablar de un enfoque sistemático en el sentido que, después de un análisis profundo, busca la solución de los problemas (¡no sólo dilemas!) morales en coherente referencia a unos criterios básicos, objetivos y racionales.

VI. CLAVE INTERPRETATIVA. Cuando la bioética se concibe y elabora como aquella parte de la ética que reflexiona sobre las cuestiones de la vida, no puede quedarse, en verdad, en el simple análisis de casos o soluciones de dilemas morales, ni tampoco en la mera elaboración de esquemas de análisis o de procesos de toma de decisión. En este caso, la estructura del discurso bioético es polivalente y poliédrica, pues la ética no construye un único discurso sino varios, cada uno de los cuales posee una estructura propia, con sus características específicas, y remite a criterios igualmente específicos para la solución de sus respectivos problemas. Explicitar este aspecto significa evidenciar los principios epistemológicos (formales) de la estructura lógica del discurso bioético.

El primer modo de afrontar el discurso bioético es el correspondiente a las características de la que podemos llamar bioética descriptiva: sus modalidades, precisamente por ser descriptivas y no valorativas, son las menos peculiares y menos significativas desde la perspectiva ética. Su lógica se identifica con aquella estructura epistemológica que consiste en el análisis de hechos o casos, para describirlos del modo más exhaustivo posible. La segunda manera de afrontar el discurso bioético es el que se corresponde con la llamada ética normativa. En este plano se pone de manifiesto la estructura lógica del discurso que conduce al juicio moral, mediante una reflexión teórica sobre los principios y valores en juego. Este juicio debe contener siempre el momento valorativo de referencia a los valores implicados, y el momento descriptivo de atenerse a los datos empíricos de la acción que se está llevando a cabo.

Los discursos éticos no son todos de carácter descriptivo o normativo. A veces se intenta trasmitir contenidos que se pueden identificar como exhortativos. Se trata de un discurso que, aunque dirigido también a la inteligencia, pretende mover y reforzar la ->voluntad: se denomina parénesis (exhortación).

Finalmente, quien se proponga hacer un completo discurso ético, aunque sea en el ámbito de la bioética, entendida no sólo como valoración moral de los problemas médicos y biológicos o como una consideración más teórica de la deontología médica o de la medicina legal, tiene que afrontar algunos problemas de índole estrictamente lingüística o semántica, y otros que se identifican con los postulados kantianos y/o con aquellos que se sitúan más allá del hecho puramente normativo: nos referimos al plano de la metaética. Este tipo de reflexión, que analiza en profundidad los fundamentos filosóficos y teológicos de la bioética, dada su condición de investigación puramente teórica, no suele (ni puede) ser un terreno visitado por todos los interesados en la bioética. Pero no se puede olvidar que la discusión de los problemas bioéticos remiten, en última instancia, a la discusión sobre la bioética. De aquí la exigencia de una metabioética, que investigue los presupuestos filosóficos (y teológicos, en su caso), la referencia a una determinada concepción de la realidad (filosofía de la naturaleza), de la vida y del hombre (antropología). Cierto que se puede encontrar una amplia convergencia respecto de la necesidad de una aproximación metabioética, pero apenas existe conciencia de que es aún más necesario concordar sobre el horizonte de sentido metabioético, pues la mayoría de los pensadores y actores de la bioética prescinden, cuando no rechazan, una Weltanschauung (cosmovisión) basada en la verdad del hombre y de la realidad.

VII. MODELOS DE BIOÉTICA. El obstáculo principal para que, desde el horizonte metabioético, podamos discernir si un descubrimiento científico o técnico constituye un progreso para la persona y la comunidad humana o, por el contrario, conlleva un retroceso o riesgo de deshumanización, está representado por la doble lógica que hoy prima entre nosotros: la del ,,sentimiento y la de la tecno-,,ciencia, entre las que sería necesario aplicar particularmente la teoría del puente de Van Potter. En consecuencia, se pueden individuar cuatro sistemas de valores o tendencias éticas, que determinan cuatro modelos diversos de bioética. A continuación las reseñamos de forma telegráfica.

a) La primera tendencia, definida como radical, proclama la ->libertad como el máximo valor humano y exige que a la investigación científica y sus aplicaciones no se ponga otro límite que la libertad del otro. b) El segundo modelo, calificado a la vez de pragmático y eficientista, tiene como filosofía de fondo promover el bienestar de los ciudadanos y de la sociedad, a la luz del principio de los costos-beneficios, sin parar mientes en los métodos y medios empleados: el mito de la tecnociencia, tan duramente denostado por la moral planetaria. c) En tercer lugar, se encuentra la tendencia reduccionista-evolucionista, que se funda en los presupuestos de la sociobiología: el progreso científico en el campo biológico humano es el que debe dictar orientaciones y normas a la bioética. d) La cuarta concepción antropológica, de profundo acento personalista, se subdivide en dos corrientes: una de carácter fuertemente racional y filosófico, patrimonio de la tradición occidental; la otra, cuyo trasfondo es teológico-moral, propia de la teología católica. Esta concepción contemporánea, que quiere permanecer fiel a la tecnociencia y a la razón filosófica, se funda en una antropología de la totalidad del hombre, biología y pensamiento unificados en la unidad de la persona.

VIII. GRANDEZA Y LÍMITES DE LOS PRINCIPIOS. Desde que I. Kant realizó la revolución copernicana de la ética, en nuestras sociedades, y en la misma comunidad de las personas expertas, si no se quiere regresar a la falacia naturalista y se pretende respetar el pluralismo cultural y ético, resulta muy difícil encontrar un fundamento unánime para los principios y valores morales. Ante semejante fracaso, se ha llegado a la conclusión de que, sin embargo, es posible descubrir un lenguaje común y un canon de operatividad en la conjugación de tres principios que recogen, de algún modo, tradiciones ético-religiosas y de corte hipocrático: el de beneficencia, el de ->autonomía y el de ->justicia. Muy arraigados en la cultura y valorados en la vida social, se muestran eficaces para resolver los dilemas éticos mediante tomas de posición. Aunque no nos sea ahora posible exponer el fundamento, contenido y alcance de cada uno, hay que señalar dos riesgos: por una parte, es un hecho comprobado que fácilmente tienden a convertirse en absolutos que no admiten excepciones; por otra, con frecuencia surgen casos y situaciones en que los citados principios entran en conflicto, por lo que es necesario recurrir a un meta-principio o a establecer una jerarquización entre ellos. Hoy se invocan también el principio utilitarista en sus diversas expresiones, y el principio de universalización, en las distintas formulaciones inspiradas en I. Kant y en H. Jonas, en equivalencia a la célebre regla de oro de las antiguas religiones orientales y del ->cristianismo.

IX. «PUENTE» SIN ACABAR. El sueño de Van Potter no se ha terminado de realizar. Habrá que seguir levantando algunos otros pilares, que me limito a enumerar. ¿Hay que entender la bioética sólo o principalmente en simple continuidad con la ética médica o constituye una ruptura y novedad? El verdadero problema de la bioética, ¿no surge precisamente de la ruptura del puente entre objetividad y subjetividad, que ha dado origen a dos tipos de éticas, la ética formal y la ética material? Si la bioética exige e impone opciones morales, para obrar bien ¿no será necesario conocer bien la realidad? Dejando adecuadamente establecido el valor intrínseco de todos los seres, ¿no habrá que establecer un orden de respeto a la vida, como hay un ordo amoris que justifique rescatar la incomparable nobleza del hombre como fin en sí mismo, que impide tratarlo exclusivamente como medio? En las incertidumbres de la lectura catastrofista potteriana, poder esperar en el futuro del hombre sólo será posible en la medida en que seamos capaces de alumbrar una racionalidad más razonable, no unilateralmente mito-filosófica ni científico-tecnocrática. Como disciplina pluridisciplinar por definición, la bioética necesita la mediación de la metabioética, si aspira a una convergencia fundamental, más allá de las concepciones contractualistas, sobre la verdad del hombre, su lugar en la historia y el puesto que le corresponde en la naturaleza, como vértice y pastor de la creación.

VER: Ciencia, Cosificación de la persona, Cuerpo (corporeidadcorporalidad), Libertad, Objeción de conciencia, Técnica y tecnología, Vida.

BIBL.: AA.VV., Bibliografy of Society, Ethics and the Life Sciences, The Hastings Center, Nueva York 1973ss; BLÁZQUEZ N., Bioética fundamental, BAC, Madrid 1996; ELIZARI BASTERRA F. J., Bioética, San Pablo, Madrid 19941; GAFO J. (ed.), Fundamentación de la bioética y manipulación genética, UPCO, Madrid 1988; GRACIA D., Fundamentos de bioética, Eudema, Madrid 1989; REICH W. T. (ed.), Encyclopedia of Bioethics, 4 vols., Collier Mc-Millan, Londres 1978; VAN PorrER R., Bioethics: The Science of Survival, in Perspectives in Biology and Medicine, 14 (1970) 120-153; ID, Bioethics: Bridge to the Future, Prentice-Hall, Englewood Cliffs 1971;VIDAL M., Bioética. Estudios de bioética racional, Tecnos, Madrid 1989.

R. Rincón Orduña