2. EL PARTO DE MARÍA.

Las circunstancias en que María dio a luz al Salvador quedan resumidas por Lucas en los siete primeros versículos del c. 2. Como es sabido, estos versículos suscitan cuestiones difíciles de historiografía, que se discuten puntualmente en cualquier comentario 31. En cuanto a los aspectos marianos de Lc 2,1-7 desarrollaremos algunos puntos a propósito de cuatro cuestiones.

a) El embarazo de María. No es raro encontrar personas inclinadas a pensar que María no presentaba los signos de su embarazo, ya que había concebido virginalmente. Esta opinión (de tipo docetista) está abiertamente en contra de la realidad biológico-efectiva de la encarnación, atestiguada también por Lucas. En efecto, el evangelista escribe que María "estaba encinta" (griego: oúse enkyo) cuando emprendió con José el viaje hacia Belén (v. 5). Y cuando llegaron allí "se cumplió el tiempo del parto" (v. 6). Una intensa y muy variada tradición iconográfica ha interpretado bien este texto lucano, cuando representa a la Virgen en estado de buena esperanza, con los atributos de la maternidad inminente claramente visibles 32.

b) La cita indirecta de Miq 5,2. A juicio de algunos exegetas, al describir la crónica del nacimiento de Jesús, Lucas haría una cita alusiva a Miq 5,233. Este oráculo profetizaba el nacimiento del liberador de Israel de la parturienta de Belén y era releído seguramente en clave mesiánica en tiempos del NT, tanto por parte del judaísmo oficial (Mt 2,5-6: "Todos los sacerdotes y los escribas del pueblo...") como por parte de la gente ordinaria (Jn 7,40-42: "algunos de entre la gente..."). Lucas parece hacerse eco de algunos vocablos y conceptos de la mencionada profecía en su contexto (vv. 1-4), como se deduce de la comparación de los pasos respectivos (ver cuadro pág. sig.).

c) El "katályma" (v. 7): ¿qué tipo de hospedaje? Lucas escribe que para José y María "no había sitio en la posada" (v. 7: en tó katalymati). ¿De qué se trata? ¿De qué hospedaje intenta hablar Lucas con el sustantivo katályma que aquí emplea?

Katályma se deriva del verbo katalyo, cuya semántica de base es la de "desatar" (lyo) "abajo" (katá), es decir, "deponer". Por eso la voz katályma sugiere la idea de un lugar en el que uno "se pone aparte" (latín, divertere, diversorium), para encontrar dónde comer y albergarse; por ejemplo, a lo largo de un viaje, cuando uno se detiene a descargar los bultos que llevan los animales y poder descansar..., u otras situaciones por el estilo.

A propósito de katalyo y de katályma, también el léxico del tercer evangelio se mueve dentro de esta área semántica. Lucas usa el verbo katalyo en relación con la muchedumbre que (según los Doce) debería marcharse para buscar algún refugio en las aldeas cercanas al caer de la tarde (Lc 9,12). Esta misma voz aparece también en boca de la gente que murmuraba porque Jesús había ido a alojarse en casa de Zaqueo (Lc 19,7). Y también es sintomático que Lucas llame katályma a la habitación en donde piensa Jesús celebrar su última cena con los discípulos (Lc 22,11); nuevos detalles describen aquel cenáculo como "una habitación en el piso alto, grande y alfombrada" (22,12).

En cuanto al katályma de Lc 2,7, se trata seguramente de un albergue. Quizá se trate del albergue público, dado que Lucas utiliza el artículo determinado (én katalymati: dentro del albergue). Esta explicación —objetan algunos— no satisface, ya que en Lc 10,34 la posada en que entra el buen samaritano es llamada pandojéion y no katályma. Pero quizá esta objeción no tiene bastante en cuenta la eventualidad de que un lugar de acogida para los itinerantes pudiera tener varias voces sinónimas (cf nuestros términos: albergue, posada, hotel, pensión, hospedería...). En todo caso, si se trataba del albergue público, es razonable suponer que José y María no encontraran allí sitio probablemente por la gran afluencia de los reunidos para el censo; además, aquél no habría sido un lugar conveniente para la situación delicada de María, a punto ya de dar a luz.

Recientemente se ha propuesto otra hipótesis sobre el katályma 34. Habría sido una casa privada, quizá de los parientes de José, o bien una habitación, siempre dentro de una casa. En esta explicación, la presencia de un pesebre nos recordaría la costumbre palestina de reservar para los animales un rincón de la misma habitación que utilizaban las personas.

En la incertidumbre de las opiniones que hemos recogido, lo más seguro es atenerse a la sentencia tradicional, a saber: que Jesús nació en una cueva de los alrededores de Belén 35. La mención del pesebre hace pensar que servía de refugio a los animales [I María de Nazaret].

d) El "niño envuelto en pañales" Después de dar a luz' al niño, María "lo envolvió en pañales y lo reclinó en un pesebre" (v. 7). En ese gesto de la Virgen que envuelve en pañales al recién nacido está todo el cariño de que es capaz una madre. Esta costumbre era conocida desde hacía siglos 36. Pero Lucas concede especial relieve a este detalle. En efecto, vuelve sobre él en el v. 12, cuando el ángel dijo a los pastores: "Esto os servirá de señal: encontraréis un niño envuelto en pañales reclinado en un pesebre". Así pues, según el mensaje de los ángeles la envoltura en pañales del niño por obra de María tiene un valor de signo; invita a descubrir en ello una indicación que va más allá de las apariencias externas. Por tanto, se trata de un signo, pero ¿de qué? Partiendo de las mismas sugerencias de Lucas, se trata de un signo polivalente:

1) "Signo" de una condición frágil, encaminada hacia el sepulcro. El niño "envuelto en pañales" significa que él, lo mismo que todos nosotros, asume un modo de existir, el humano, sujeto a límites, a debilidad, destinado a la muerte. Esta primera descodificación del signo de Navidad parece justificarse por estas dos observaciones:

• La "gloria de Dios" que "rodeó de luz" a los" pastores (v. 9: periélampsen) parece servir de contraste a los pañales que "envuelven" al niño (v. 12: esparganoménon). El recién nacido mesías es de naturaleza divina, es el Cristo Señor (v. 11). Pero de este origen glorioso no se revela nada por fuera. Ahora que ha nacido para nosotros, para todo el pueblo (vv. 10-11), se hace solidario de nuestra condición. No está rodeado de gloria. Si, lo mismo que Dios, está envuelto en luz (cf Sal 104,2), ahora, como hijo del hombre, está envuelto en pañales, igual que cualquier niño necesitado de protección y de cuidado.

• El fajamiento de Jesús recién nacido (Lc 2,7.12) apunta a otro fajamiento que nos recuerda también Lucas (23,53), o sea, el de su cuerpo exánime, preparado para la sepultura. María envuelve en fajas al niño y lo pone en el pesebre (Lc 2,7); José de Arimatea envuelve el cuerpo de Jesús en una sábana y lo pone en el sepulcro (Lc 23,50.51.52.53). Esta relación entre ambas situaciones, señalada al comienzo y al final de los días de Jesucristo, los "de su carne" (cf Heb 5,7), podría significar que el mesías se hace partícipe con toda lealtad de nuestra suerte desde la cuna hasta el sepulcro.

Por otro camino Lucas repite quizá lo que Pablo reconocía en su célebre himno de Flp 2,5-8: "Cristo Jesús..., teniendo la naturaleza gloriosa de Dios, no consideró como codiciable tesoro el mantenerse igual a Dios, sino que se anonadó a sí mismo tomando la naturaleza de siervo, haciéndose semejante a los hombres; y en su condición de hombre se humilló a sí mismo haciéndose obediente hasta la muerte, y muerte de cruz".

2) "Signo" de los cuidados amorosos de María y de José. Si Jesús, apenas nacer, es envuelto en pañales, quiere decir que se vio rodeado de atenciones solícitas por parte de sus padres desde el mismo momento de ver la luz. No es un abandonado, sino que sobre él se inclinan unas personas llenas de cariño, en primer lugar su madre.

En apoyo de esta lectura del signo hay un detalle en el relato de Lucas que debe llamar nuestra atención. En Lc 2,12 el ángel ofrece el signo a los pastores diciendo: "Encontraréis un niño envuelto en pañales reclinado en un pesebre". Pero cuando los pastores se dirigen a verificar el signo que se les ha indicado, Lucas no escribe que "encontraron al niño envuelto en pañales y reclinado en un pesebre", sino que refiere que los pastores "encontraron a María, a José y al niño reclinado en el pesebre" (v. 16). En otras palabras, en vez del participio "envuelto en pañales" (v. 12: esparganoménon) nos encontramos con la aparición de "María y José" (v. 16). ¿Es quizá casual esta sustitución? No lo parece. Algunos pasajes del AT parecen insinuar la debida explicación. Se trata de Ez 16,4; Job 38,8-9, y Sab 7,4.

Empecemos por Sab 7,4. El pseudo-Salomón exclama: "Apenas nacido..., en pañales y con mimo fui criado". Luego, con un lenguaje pintoresco, Job (38,8-9) dice que el mar, en el instante en que el Creador lo llamó a la existencia, experimentó la solicitud amorosa de Dios, que le dio las nubes por vestido y el oscuro nublado por pañales. Ezequiel (16,4), finalmente, prueba lo contrario: cuando Jerusalén (que sintetiza a todo Israel) vio la luz, no fue envuelta en pañales, porque —explica el Señor— "nadie hizo contigo estos deberes de piedad, por compasión a ti, sino que, como un ser despreciable, fuiste expuesta en campo abierto el día de tu nacimiento" (v. 5).

Los textos que hemos recogido nos permiten intuir el motivo por el que Lucas alterna el participio "envuelto en pañales" (v. 12) con los nombres de "María y José" (v. 16). Aquellos pasos del AT decían cada uno a su manera que un niño envuelto en pañales desde su nacimiento es una criatura protegida amorosamente por personas íntimas, concretamente sus padres. En cuanto a Jesús, esas personas fueron María y José. María concibió virginalmente al niño (Lc 1,35), lo dio a luz y lo envolvió en pañales (Lc 2,7). Pero María es inseparable de / José, que es su esposo (Lc 1,27) y padre legal del niño (Lc 1,27; 2,4; 3,23; 4,22). En esos padres el evangelista ve los primeros testigos de la encarnación. Ellos prestaron al Hijo de Dios todos los cuidados necesarios para su crecimiento y su desarrollo como hijo del hombre. De esto se dan cuenta los pastores, que —como diremos en seguida— son ya figura de los primeros evangelizadores de la comunidad cristiana, que vuelve a meditar en el nacimiento de Jesús a la luz de la pascua.

CONCLUSIÓN. Apenas siete versículos, como decíamos, sirven para fijar el recuerdo de la natividad. La sobriedad, la extrema 'concisión de esas pocas frases rinden también testimonio del rebajamiento de Dios, que sale del seno de María para presentarse como hombre en medio de los hombres, sin estrépito, lejos del boato de los poderosos.

Pero el Espíritu, que animó la redacción escrita de las palabras sagradas, se muestra siempre activo a la hora de abrir para la iglesia los sentidos arcanos de ese memorial, desconcertante en su brevedad. ¿Y qué generación podrá decir alguna vez que ha descifrado plenamente ese signo de "un niño envuelto en pañales, reclinado en el pesebre"?

A. Serra
DicMa 320-323