Llull, Ramon (1233-1315)
DicFI



Ramon Llull (Raimundo Lulio), fue filósofo, místico, misionero y escritor mallorquín. Después de una juventud disipada en la corte mallorquina, en 1263, a consecuencia de una crisis espiritual, adopta la vía de la predicación misionera para dedicarse a la conversión de los sarracenos. Escribió una gran parte de sus obras en su lengua materna, lo que hace de él uno de los grandes escritores en lengua catalana, aunque también escribió algunas obras en árabe y muchos de sus tratados más filosóficos en latín, como era habitual en su época. Viajó incesantemente para dar a conocer su obra, dio clases en las universidades de la Sorbona, Montpellier y Nápoles. Según cierta falsa tradición, murió mártir en su segundo viaje a Bujía (Túnez) como misionero, intentando convertir a los sarracenos aunque, al parecer, la primera vez salió de Túnez expulsado y, después de un naufragio, terminó en Pisa su Ars generalis ultima. Posteriormente, después de estancias en Génova, en París , en Cataluña y en Mallorca, volvió de
nuevo a Bujía, pero en su tumba de Mallorca se menciona que murió (probablemente en Mallorca mismo) el año 1315. En París, además de dar a conocer su gran obra el Ars magna, o Ars inveniendi veritatem -que posteriormente, debido a la dificultad que presentaba resumió en varias versiones más simplificadas, como Ars demostrativa, Ars inventiva (1289) y Ars generalis ultima (1308)-, combatió la filosofía de Siger de Brabante y la teoría averroísta de la doble verdad. Llull tampoco aceptaba una división taxativa entre fe y razón, lejos de ellos pensaba que todas las verdades de fe pueden ser probadas por la razón. Este afán de demostración racional de la fe es lo que le empujó a elaborar su Ars magna fundada en una mathesis universalis. Partiendo de una orientación agustinista, según la cual Dios ha creado la naturaleza a partir de unas «rationes seminales» eternas, Llull piensa que el ser de las criaturas es como una imitación de Dios, y la naturaleza es como un libro en el que pueden leerse los designios de la divinidad. Pero para captar el orden divino deben establecerseunos principios generales. Dichos principios generales -que son los que estaban en la base de su Ars-, eran elementos simples a los que se reducen todas las proposiciones y, debidamente combinados, debían hacer posible una presentación unitaria, rigurosa y encadenada de todo el saber.


Llull menciona dieciocho principios generales. De ellos, nueve son los atributos divinos, que se obtienen a partir de maximizar en grado supremo las perfecciones de los seres creados: bondad, eternidad, grandeza, poder, voluntad, virtud, sabiduría, verdad y gloria. Los otros nueve señalan las relaciones entre los seres creados y contingentes: principio, medio, fin, contrariedad, diferencia, concordancia, minoría, igualdad y mayoría. Cada uno de estos elementos es representado por letras o por otros símbolos, y los combina entre sí, de manera móvil, en círculos concéntricos. Los diversos razonamientos para solventar todos los problemas (tanto de la religión como de las ciencias) surgían de todas las combinaciones posibles. Llull proyectó una especie de máquina con ruedas de conceptos, una especie de precursora de las computadoras, capaz de combinar y clasificar todos los conceptos, de manera que se pudiera discutir y razonar sin errores. Recurrió a diagramas, tablas, círculos gráficos y círculos concéntricos móviles (el más
complejo de estos instrumentos es denominado figura univeralis, que posee catorce círculos concéntricos), dispuestos de modo que, a partir de los conceptos fundamentales, fuera posible hallar conceptos nuevos así como razonar acerca de ellos sin error. Creía, por tanto, en un fundamento lógico y racional universal, a manera de un cálculo, válido para todas las verdades, incluidas las de la religión. [Ver imágenes de las ruedas lulianas]


Esto es posible, pensaba, porque hay un único fundamento racional, que afecta también a las verdades de la fe que, de esta manera, pueden demostrarse por deducción lógica. En tanto que los principios generales o elementos simples son el fundamento de todo lo real, para Llull hay una coincidencia entre lógica y ontología, y el auténtico conocimiento es una visión mística en Dios.


La lógica en la que se basaba era, fundamentalmente, la silogística de Aristóteles, que supone unos principios ciertos (que incluso los infieles han de aceptar), y consideraba que había la posibilidad de encontrar todos los términos medios posibles que unan cualquier sujeto con el predicado que le conviene. De esta manera, se podrían enumerar todos los predicados posibles de un sujeto y determinar de acuerdo con las reglas lógicas, cuáles le pertenecían. Pensaba que así incluso se podría demostrar lógicamente el misterio de la Trinidad. De esta manera, aunque basándose en la lógica demostrativa de Aristóteles, Ramon Llull la concebía como una lógica capaz de ser inventiva, que no se limita a resolver las verdades conocidas, sino que es capaz de descubrir las nuevas. Además de este cálculo general, que influyó decisivamente en Leibniz (y que, por intermedio de éste, se puede considerar un precedente de la lógica moderna), Llull defendió también una metafísica ejemplarista y un realismo neoplatónico, muy influido por el agustinismo que imperaba entre los franciscanos a los que Llull estaba próximo.


Su obra causó un gran impacto en la filosofía posterior. Después de su muerte se crearon círculos lulistas en diversas universidades, especialmente en París y Montpellier, y se le atribuyeron numerosas obras de alquimia y astrología. Ya en el Renacimiento puede verse todavía su gran influencia en autores como Agripa, Bovilio, Nicolás de Cusa, Pico della Mirandola, Besarión, Giordano Bruno, Giordano Gemma (De arte ciclognomica, 1569), Valerio de Valeriis (Opus aureum, 1589), y muchos otros autores, que vincularon el pensamiento de Llull y sus técnicas combinatorias y mnemotécnicas con el arte de la memoria.Ver: Ars magna,ars combinatoria, mathesis universalis.