SEGUIMIENTO
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SUMARIO: I. Problemática - II. Reflexiones sobre la noción neotestamentaria: 1. Tradición sinóptica; 2. Corpus joaneo; 3. Corpus paulino - III. "Nueva creación" (Gál 6,15): 1. Naturaleza histórico-salvlfica del seguimiento: 2. El camino de los discípulos: 3. Bautizados en la Iglesia; 4. Conciudadanos en la sociedad.


I. Problemática

El seguimiento es expresión de conversión permanente a Jesucristo. La reconstrucción de sus condiciones, exigencias y formas ha preocupado y preocupa a quienes se preguntan por la relación que deben establecer con él. Seguirlo o no es una decisión que estructura y caracteriza radicalmente la existencia y el destino de las comunidades y de los individuos' y que se somete a examen de nuevo en cada cambio importante de la historia general y de la propia. La condición de Jesucristo es única: es Dios y hombre; es el único que ha cumplido en todo la voluntad del Padre. Ayer. hoy y siempre actúa e influye en las comunidades reunidas en su nombre. En su vida habló y actuó; y las comunidades primitivas, mediante un trabajo prolongado y una serie de experiencias diversas, transmitieron, reinterpretaron y personificaron su mensaje en el intento de precisar su alcance y testimoniar la fe y la fidelidad que fomentaba en ellas y que las unía y las congregaba. Por eso la narración de su vida no es unívoca y se ha de interpretar con gran atención. Ahora bien, dado que el seguimiento es respuesta a la fidelidad de Dios en Jesucristo y llamada a llevar adelante en comunión de fe y de amor la obra que él realiza e inspira en su Espíritu y actualiza en su pueblo, cada generación cristiana y cada cristiano debe revivir esta historia y reconstruir sus datos para discernir el camino por el cual seguirle superando arbitrariedades y reducciones.

Al representarse esta fuente en que se inspira, el "discípulo" corre el riesgo de ser víctima de la insidia que lleva a falsear, triturar, "deshacer a Jesucristo" (1 Jn 4,2; traducción de la Vulgata), a reducirlo a esquemas alternativos y polarizantes, más que a recibirlo como es, en la plenitud de su misterio. El seguimiento es vínculo y comunión con Cristo; y es caminar en él, con él y por él, por el camino que él mismo recorrió en obediencia al Padre. La variedad del contexto primitivo, su lejanía, la mediación de la tradición de veinte siglos, la situación actual, la pluralidad de vocaciones y de condiciones en que vive elhombre... inducen a verificar con temblor los estilos de esta comunión de vida. La respuesta es estilo de vida; fidelidad que interpretar y construir todos los días en comunión con los demás, en espíritu de misión. en apertura al futuro y en sintonía con lo eterno. Para caminar sin espontaneísmos arbitrarios ni orientaciones desviadas, sino en continuidad de tradición, en verdad de obras y en el camino del Evangelio; para seguir y no limitarse a ejecutar, es indispensable vivir en sintonía de comunión. La inspiración que incita a tomar posición, a orientarse, a discernir con quién comprometerse para construir el reino, es una inspiración que va madurando en el coloquio perseverante de la fe [>Creyente], en la obediencia unificada, en la escucha humilde y atenta de la >Palabra de Dios celebrada en la liturgia; es inspiración interpretada en el >discernimiento arriesgado de la realidad cotidiana [>Signos de los tiempos], en >solidaridad con los hombres y las comunidades de recta voluntad.

Esta condición de vida da seguridad a los fieles y deja perplejos a quienes gustan de orientaciones precisas; hasta el punto de que el aspecto resolutivo de la decisión del seguimiento es precisamente su cruz, el nudo nunca desatado, porque impone constantemente reinterpretar lo que significa seguir a Cristo. Seguir es vivir, amar, crecer en fidelidad, comprometerse en la construcción del reino y solidarizarse en la justicia y en la amistad. Localizar en concreto la forma en que tiene lugar este proceso constituye un intento jamás concluido; su reductividad se supera tan sólo si se vive en disponibilidad permanente de escucha de la inspiración originaria; en la crítica de las realizaciones, para discernir si los rasgos comunes se desarrollan en la exigencia de armonía o en un parasitismo repetitivo. Las dificultades se atenúan cuando, para verificar la respuesta, se busca orientación sobre cómo se ha realizado el seguimiento en el curso de la historia de la Iglesia. La vitalidad prevaleciente del seguimiento es íntima e inefable; se concretiza en la relación de agape y de fe entre Jesucristo y los fieles. Los signos y las manifestaciones externas están muy ligados a condiciones de tiempo, de lugar, de personas; por sí solos no permiten captar el humus vivo y vital del que se derivan, ni distinguir lo que permanece y lo que es caduco en la inspiración.

Más aún: los estilos de vida no prescinden del contexto de representaciones y de convicciones que estructuran la cultura de los diversos ambientes; se desarrollan bajo la influencia de jefes carismáticos, que concretizan sus exigencias. Piénsese, por ejemplo, en los movimientos evangélicos que a lo largo de los siglos han venido dando vitalidad a la comunidad cristiana [>Hombre evangélico]. Una y otra vez se experimenta el temor y la dificultad para establecer el vínculo de unión con Jesús y con las comunidades primitivas. Asumir las aportaciones de la tradición y articularlas sin traicionar su inspiración, y esto tanto en el camino personal y comunitario como en aquel autenticado por quienes son llamados a confirmar la trayectoria común, es muchas veces empresa semejante a la de calcular la cuadratura del círculo. Los que se empeñan en construir el camino saben que el problema no es teórico. Se precisa luego decidirse entre las contrastantes posiciones contemporáneas. ¿En qué parámetro se reinterpreta el seguimiento? ¿Se lo elegirá en la perspectiva de las necesidades y de las orientaciones de la humanidad, que avanza en la lucha por la justicia y se esfuerza en construir el camino de la esperanza y de la fidelidad a Dios y al hombre? ¿O se lo verá en el ámbito de un proyecto global, del que la comunidad cristiana sería portadora de una forma autónoma? ¿Es bueno secundar a los que interpretan sus exigencias en clave imitativa, contemplan la imitación desde una óptica de contenido y fijan con meticulosa rigidez los comportamientos en que se expresa? ¿A los que privilegian el aspecto espiritualista y parece que dejan vacía la encarnación y la historia? ¿A los que optan por una historización inmanentista, sea individual o colectiva? Todas estas y otras representaciones y realizaciones seductivas, por mucho que parezcan facilitar las cosas, se incluyen en el apartado de la "gracia barata, que es gracia sin seguimiento, sin cruz, sin Jesús vivo y encarnado" (D. Bonhoeffer).

El camino de los discípulos está orientado por la "vocación" y pasa por la respuesta a las provocaciones de la historia, desarrollándose al hilo de la corriente, sin vegetar en el pantano de una época sin tiempo. Para caminar hay que "discernir" los signos de los tiempos, cultivar en la oración las realizaciones y verificar las etapas en continua conversión, confrontándolas con la comunidad primitiva y con la comunidad que la transmite, y con las aspiraciones y programaciones de la sociedad en la que estamos insertos. Esta es la grandeza y el riesgo de su condición.

II. Reflexiones sobre la noción neotestamentaria

Seguir se utiliza en los textos bíblicos neotestamentarios con acepciones diversas. Expresa la relación diferenciada que surge entre Jesucristo y los hombres que se unieron a él, y se refiere tanto a los que en el tiempo de su ministerio público le siguieron más o menos constantemente como a los que creyeron en él por la predicación de los apóstoles después de Pentecostés, o, en fin, al innumerable escuadrón de quienes viven en plena y definitiva unión con él en Dios (cf Jn 13,36b). Los estudiosos del Nuevo Testamento han seguido varias pistas en el intento de reconstruir esta amplia gama de relaciones: ora han desarrollado el análisis filológico de los vocablos (por ejemplo, Kittel) o de la "familia" de vocablos con que se la describe, ora han analizado las principales situaciones que suscitó. Otros (por ejemplo, Schulz) han intentado describir el estilo de vida de las personas que durante el ministerio de la vida pública acompañaron a Jesús, bien por adhesión espontánea (Mt 4,20; 8,1; 21,9; Me 10,32), bien porque fueron llamadas por él a "vivir" en común (cf Jn 15,27) y a seguirle como discípulos para compartir su misión (cf Mt 9,9 par.; 19,21 par.; 8,22 par.; Jn 1,43; 21,19ss; cf Mc 1,16 par.).

Estos han destacado la transformación que el seguimiento experimentó después de Pentecostés, cuando ya no significó la relación con el Jesús histórico, sino con el Cristo resucitado. Pascua, Ascensión y Pentecostés influyeron de forma decisiva en la vida de los apóstoles, de los discípulos y, en general, de todos sus seguidores. No ver ya a Jesús, no poder comprobar cómo se comportaba y qué actitud asumía frente a situaciones y personas; no escuchar su palabra y su exhortación; el hecho menos tangible, pero determinante de la presencia del Espíritu; la extensión de la misión desde el pueblo judío a la humanidad; el aumento del número de seguidores, etc., transformaron los hábitos de vida y el modo de pensar de la comunidad prepascual; no reconocerlo significaría falsificar las situaciones y radicalizar o simplificar caprichosamente los acontecimientos y las palabras.

Pero sería igualmente erróneo concebir una mutación que comprometiera toda continuidad entre la vida que transcurrió en comunión visible con el Señor y la vida de las comunidades que creyeron en él por la palabra de los apóstoles. Muchos aspectos de la vida que transcurrió en comunión con Jesús, a pesar de que resulte difícil localizarlos con toda exactitud, tenían un valor y una trascendencia permanente. Los apóstoles y, en general, aquellos que siguieron a Jesús eran el germen de la nueva humanidad; la experiencia que ellos vivieron estaba destinada a todos.

No pretendo tampoco reconstruir la evolución del tema en las fases precedentes a la redacción de los textos; me limito al análisis de algunos rasgos que conciernen a la relación de seguimiento tal como se deducen del texto actual de los sinópticos y del corpus joaneo y paulino. El vocabulario utilizado para describir estas situaciones es variado y no permite por sí solo comprender su trascendencia'. Para disponer de alguna referencia más concreta, ciertos autores han pensado, por el hecho de que Jesús recibiera el apelativo de rabbí (Jn 1,38), que las relaciones con sus seguidores se modelaban sobre las existentes entre maestro y discípulos en el judaísmo contemporáneo. Como rabbí que era, habría comenzado agrupando en torno a sí un circulo restringido de discípulos: los mathetai, o más bien los talmidin, quienes le respetaban, le escuchaban y, literalmente, le seguían, aprendiendo de él a interpretar la ley, a resolver los problemas, etc.

En cambio, los seguidores son señalados, por lo general, con el término mathetés (atestiguado 264 veces exclusivamente en los cuatro evangelios y en los Hechos)', el cual designa a la multitud de aquellos que acompañan a Jesús de una forma pura y simple y se abren a su evangelio, aunque no se arriesgan a profundizar en el misterio de su persona (Mc 3,7 par.; 5,24; 10,52 par.; 11,9 par.; Lc 7,9; Mt 8,10; Lc 9,11; Mt 14,13; 4,25; 8,1; 9,27; 19,2; 20,29; Lc 23,27). Los seguidores en sentido amplio (Mc 2,15; 10,32; 15,41 par.). Los discípulos (Mc 6,1; 14,54 par.; Mt 8,23; Lc 22,39). Los doce (cf Lc 6,13).

1. TRADICIÓN SINÓPTICA - "El tema del seguimiento, el hecho que le nutre y la terminología que lo expresa están sólidamente enraizados tanto en la tradición de los dichos como en la de los hechos de Jesús. El material narrativo y doctrinal (a veces de índole mixta) se condensa en torno a estos bloques: historias de vocaciones; episodios relativos a la institución y envío de los doce (respectivamente, de los discípulos); la última cena; episodios y anotaciones de la historia de la pasión; anuncio pascual del resucitado, que 'precede' a los suyos a Galilea; algunos sumarios; el exorcista que 'no sigue'; dichos sobre el seguimiento; condición y forma de seguir a Jesús; la 'verdadera familia' de Jesús; la llamada 'invitación del Salvador' (Mt 11,28 par.; Lc 10,21s); referencias repetidas a las instrucciones dadas por Jesús a sus discípulos y a su comprensión. La lista no es exhaustiva; pero el recuento muestra por sí solo la importancia inherente al tema.

Algunas características de la llamada al seguimiento se refieren directamente al grupo de discípulos y a los apóstoles; otras tienen importancia general. Así, por ejemplo, Jesús llama para asociar a los hombres a su vida, al cumplimiento de la misión que vino a realizar°. Sin embargo, no se trata de una participación indiscriminada. Jesús llama con autoridad [como llamaba Dios a los ,-profetas en el Antiguo Testamento (Mc 1,16ss par.; Mt 8,22)] a algunos hombres de su pueblo y los prepara con cuidado para participar en su obra, para colaborar con él en el servicio del reino (Me 1,15); les fija condiciones de vida (Mc 1,17 par.; 2,14 par.; Lc 9,59-62), quiere que estén con él (Mc 3,14), les exige prontitud para seguirlo (Lc 14,27 par.; Mc 8,34 par.). Una parte de los discípulos, los doce, son elegidos para representar simbólicamente a las doce tribus de Israel y para expresar la exigencia mesiánica de Jesucristo con respecto a todo Israel. En general, exige a sus seguidores una obediencia que llega hasta la ruptura de los vínculos familiares y profesionales, que estorban la comunión de vida estable con él e impiden seguirle en sus desplazamientos; la plena y permanente disposición a su servicio y a colaborar con él en la instauración del reino (cf Lc 17,31ss par.; 9,62).

Para tomar parte en su misión, el llamado debe estar dispuesto a compartir su vida, su destino y su sufrimiento: "El que quiera venir en pos de mí. niéguese a sí mismo, tome su cruz y sígame" (Mc 8,34 par.). La cruz es sinónimo de disponibilidad, de abnegación y de libertad frente a sí mismo y a las seguridades humanas. Fidelidad indiscutible (Lc 12,8), seguir su ejemplo, hacer como él hizo (cf Mt 10,24-25a) son condiciones necesarias para hacerse colaborador y transmitir la llamada de Dios a Israel (cf Mt 4,17 con 10,7), para anunciar el mensaje de la venida del reino y llevar a cabo los signos y prodigios que confirman esta venida (Mc 3,14s). Entre Jesús y sus seguidores hay gran comunión de vida. Las mismas nociones se utilizan para describir la acción mesiánica de Jesús y la posición de sus enviados, los cuales quedarán expuestos a los mismos peligros que corre el Maestro (cf Mc 10,32) y participarán de su misma vida.

2. CORPUS JOANEO - Seguir es un verbo que se refiere a la comunión íntima con el resucitado y el glorificado (cf Jn 12,26ss). Los discípulos han dejado de estar ya en relación con el Jesús terreno. Tienen una comunión plena con él en la fe en la palabra (8,21) y en el Espíritu (14,15-17; 25,26s). Seguir empieza a significar tener fe, creer en Jesucristo (en Jn 12,44, akolouthéo es sustituido por pistéuo; cf 8,12; 10,4; 5,47; 12,46)8, y la misión de los discípulos no es conservar o reproducir una doctrina determinada de Jesús, sino ser testigos suyos con la propia vida. También a nivel de vocabulario hay una estrecha unidad entre el envío de Jesús por parte del Padre y el envío de los discípulos por parte de Jesús (cf 20,21). El seguimiento nace de la fe y, por lo tanto, de la acogida del don del Padre (6,37), que atrae los hombres al Hijo (6,44) para que encuentren en él la salvación. Los creyentes han nacido de la verdad (18,37), de Dios (8,47), y deben seguir sus exigencias en todas las fases de su desarrollo (6,67-70). Dios se manifiesta en Jesucristo, y esta manifestación sitúa a la humanidad —inmersa en las tinieblas y en la hostilidad— frente a la elección decisiva de aceptar o rechazar la propuesta de salvación. Jesucristo es la palabra de Dios, que exige decisión y opción. "Quien me siga no andará en tinieblas, sino tendrá la luz de la vida" (8,12). "Yo he venido como la luz al mundo, para que todo el que crea en mí, no quede en las tinieblas" (12,46). Por ello creer es abandonar el dominio de las tinieblas y entrar en el mundo de Dios. En in 10,16s, Jesús es opuesto como buen pastor al mercenario y salteador; por eso seguirle significa salir del mundo hostil a Dios, morir al pecado y encaminarse por la vía de Dios.

El estado del discípulo, la comunión de intenciones y de vida con el Maestro, comienza casi siempre después de un testimonio rendido a Jesús por quien ya lo ha conocido. Juan Bautista proclama: "He aquí el cordero de Dios" (1,36). Andrés, uno de los dos que habían oído las palabras de Juan y habían seguido a Jesús (1,40), anuncia a Pedro: "Hemos encontrado al Mesías" (1,41). Felipe proclama a Natanael: "Hemos hallado a Aquel de quien Moisés escribió en la ley y los profetas. Es Jesús de Nazaret, el hijo de José" (1,45). Basándose en el testimonio de la samaritana, "muchos samaritanos creyeron en él" (4,39); y sucesivamente reconocen creer en él, por haber oído y sabido por sí mismos que "él es de verdad el Salvador del mundo" (4,42).

El discípulo está llamado a compartir el destino del Señor (12,26; 21,19-22) y, por lo tanto, a participar en su gloria (12,26; 13,36ss). La vuelta de Jesús al Padre tiene un valor salvífico porque abre el camino por el cual los creyentes y los discípulos seguirán a su señor en la gloria, donde él les prepara una morada para que estén donde él está (14,1-4), para contemplar con él la gloria del Padre (17,24). El "seguimiento" tiene origen en la llamada del Padre y se orienta a la vida con el Padre y a ser "honrados" por él (12,26b)°. Esta meta se promete a todos (12,26), y particularmente a Pedro (13,36-38; cf 21,19-22). Tránsito obligado para llegar a esta meta es la muerte; el grano que no muere queda solo, pero el que muere da mucho fruto (12,24). Quien ama la vida la perderá; quien odia la vida en este mundo la conserva en la vida eterna (12,25; cf Lc 17,33; Mt 10,39; Mc 8,35); y también: "Si alguno se pone a mi servicio, que me siga, y donde esté yo allí estará mi servidor. A quien me sirva, mi Padre lo honrará" (12,26).

El aspecto más nuevo del seguimiento en el mensaje de Juan es que representa, más que una llamada (8,12), una promesa (13,36), el acontecimiento escatológico de la participación con Jesús en la vida de Dios junto al Padre. Jesús promete la participación de su gloria más allá de la muerte. El seguimiento no afecta simplemente a un número limitado de colaboradores, sino a todos aquellos que en la fe han recibido elamor como don de gracia. Seguir a Jesús es un don de Dios, una gracia. Es la posibilidad que Dios da y concede al hombre de vivir en comunión de fe y de amor con Jesucristo durante la vida y de participar con él en la glorificación que ha recibido del Padre en la resurrección y en la ascensión.

3. CORPUS PAULINO - La temática del seguimiento se desarrolla en la perspectiva de la presencia "en Cristo" y de la imitación. La expresión en Cristo se encuentra más de ciento sesenta veces, y además de los casos en que expresa la orientación del Padre, que en Cristo elige y predestina a sus elegidos (Ef 1,4-5; 2.16; 2 Cor 5,18-19), comunica su caridad (Rom 8,38s; 5,8-10), su luz (Ef 5,8-14), su fuerza (Ef 6,10), indica también que el Padre se complace en quien está unido a Cristo, pasa por él y viene de él. El cristiano sólo tiene un problema: el amor a Cristo, estar en él. Mediante Cristo llega al Padre, donde está la salvación (cf 1 Cor 1,30; 6,11); e, insertándose en Cristo, obtiene el perdón de los pecados (Col 1,40) y adquiere la justificación (Rom 8,1; 6,11). En la unión con Jesucristo se une también con los hermanos y se hace miembro de una comunidad nueva, el cuerpo de Cristo, que se construye sobre la caridad (Ef 4,16). El principio de unidad y de vida es el Espíritu Santo, que llena el cuerpo glorioso de Cristo y en él se comunica a los miembros que se insertan en él mediante el bautismo (1 Cor 12,3). La fe que obra en el amor es signo de reconocimiento de la participación en esta vida.

La otra categoría paulina del seguimiento es la imitación. Aunque perezca que la persona a imitar sea a veces Pablo y otras veces Cristo (cf Rom 15,3.7; 2 Cor 5,14; 8,9; 10,1; Flm 2,5ss; Ef 5,2.25), de hecho la situación es distinta. Incluso cuando se propone a sí mismo como modelo (cf 1 Cor 4,16; 11,1; FIm 3,17; 2 Tes 3,7.9), no vincula la exigencia de imitación a su persona, sino a la de Aquel a quien él mismo imita. Pide que se oriente la vida según las prescripciones que él da, tender a la meta hacia lo que él mismo se encamina, siguiendo el camino que él recorre. Ser y vivir en Cristo debe constituir la experiencia única y exclusiva del bautizado. Cristo no es un objeto a imitar, sino el sujeto activo que debe inspirar la conducta del creyente. Por la unión con él, la persona construye y realiza supropia identidad; por ello la adhesión a él no se establece tanto en la línea de las cosas que hay que hacer cuanto en la realización del "nosotros": el momento operativo sucede al momento conformante; Cristo es el sujeto en, con y por el cual el creyente piensa, ama y actúa.

Es más: Pablo, al referirse a Cristo, parece que indica no tanto unos rasgos concretos de su vida terrena cuanto la autoridad del resucitado, que ahora está presente en su palabra, en el Espíritu Santo y en la autoridad apostólica". La visibilización de las exigencias del seguimiento se concretiza en la relación que la comunidad creyente tiene con los apóstoles y con sus sucesores en el gobierno de la Iglesia. La adhesión a Cristo es conversión de la persona en sus dimensiones fundamentales; por lo tanto, en su condición de conciudadano del pueblo de Dios y de la familia humana; de reconciliado en Cristo, que reconoce en el Espíritu al Padre y contribuye en el tiempo al desarrollo de la creación, compartiendo con los hombres la responsabilidad en el mundo y en la historia.

III. "Nueva creación" (Gál 6,15)

1. NATURALEZA HISTÓRICO-SALVIFICA DEI. SEGUIMIENTO - El seguimiento es una "llamada" vivida, una "iniciativa" secundada. Es avanzar en la vida "fijando nuestra mirada en Jesús, el autor y consumador de la fe" (Heb 12,2). Penetrar su trascendencia significa para el hombre de hoy replantearse el problema de Jesucristo, de su obra y de su misión. No se puede hablar de seguimiento sino en relación con él. Seguir es imitar", e imitar es más que admirar; es seguir las huellas de aquel que nos inspira; penetrar en la vida y la misión de Jesús para conocer quién es aquel hacia el cual el Padre atrae; aquel que nos llama, nos interpela y nos precede en la casa del Padre, y actúa no para sustituirnos a nosotros, sino para hacernos operantes en él. El seguimiento no es el camino hacia la perfección, sino que es la misma perfección; es la identificación de la persona en Cristo, que es salvación para todo creyente (Rom 1,16). la identificación en él es una identificación, pero no una masificación; es una estructura, pero no una estructura rígida; implica, pero no desresponsabiliza; nos sitúa en la eternidad, pero no vacía de contenido el tiempo.

En el seguimiento sólo existe un problema: Jesús en la humanidad y la humanidad en Jesús. Es el problema ante el cual el hombre, todo hombre, está llamado a tomar posición cuando adquiere conciencia de sí mismo. Su solución va unida a la representación que el hombre se hace de la relación entre el Jesús de la historia y el Cristo de la fe, entre cristología y "jesuología", la cual, a su vez, va ligada, como origen y dependencia, al concepto que el hombre tiene de sí mismo y de su relación con Dios. Jesucristo es la convergencia de los dos aspectos del eterno problema que inquieta a todo hombre: la comprensión de su propio misterio y la comprensión del misterio de Dios.

En la conversión al seguimiento de Cristo empieza a destellar una solución para la paz del corazón más que para la inquietud de la inteligencia. La conversión implica a los hombres en la obra que Jesús realiza en la historia, y los lleva a querer "situarse" en el camino que él recorre y a confiarse a él para estar con él y en él y para vivir como él vivió, realizando lo que él quiere. El seguimiento inoperante es contradictorio. La reflexión sobre él induce a asumir los interrogantes de fondo acerca de la armonía entre fidelidad a Dios y solidaridad con el hombre, la presencia en la Iglesia y la presencia de ésta en la sociedad, la forma de vivir la vida familiar y la vida personal. También hoy el Padre atrae a los hombres a Cristo (Jn 6,44), los asocia a su vida y a su misión, y los llama, revelándoles el plan del Padre y haciéndoles partícipes de la obra que desarrolla, y responsabilizándolos, con sus dotes y con sus capacidades, en orden a la transformación de la historia.

Este camino es crecimiento en el bautismo. Al mismo tiempo, es en la cruz de Jesucristo, "impresa" en el hombre signo "de la nueva condición" de la persona y "de la caridad y de la victoria" de Cristo, que protege al hombre, vive en él por la fe, le sostiene "en su conocimiento y seguimiento del mismo Cristo" y le conduce a "escuchar la voz del Señor". "a ver el esplendor del rostro de Dios", "a responder a la palabra que interpela" y a "cargar con su suave yugo"". El seguimiento es un desarrollo de la incorporación en Cristo, es vida en su amor y en su cruz. Los aspectos espirituales de seguimiento están estrechamente articulados con la realidad histórico-salvífica, en la que el hombre es introducido en la cruz, la resurrección y el don del Espíritu; cuando queda sancionada definitivamente la alianza nueva entre Dios y el hombre; cuando se estipula el pacto "nuevo y eterno", en el cual el hombre es "sacerdote, rey y profeta", y queda capacitado para unir en sí mismo con fuerte vínculo el amor total a Dios y el amor personalizante a sí mismo y al prójimo" (Mt 19,18s par.).

Seguir es "estar en Cristo", convertirse a la condición de aliado, al "reconocimiento" de Dios, a la responsabilidad de justicia y de amistad hacia el hombre. El hecho de seguir a alguien, más que una serie de actitudes y comportamientos a asumir o actos a ejecutar, significa un modo de ser, de vivir y de existir. Es un "estar en", comunión de vida y de pensamiento con Jesucristo vivo en las comunidades que creen en él. El seguimiento es vivido con mayor intensidad de lo que se piensa. En el plano del pensamiento es homogéneo a la representación que el hombre. se hace de Jesucristo, de su presencia entre nosotros, de la transformación que lleva a cabo en el hombre y de la dimensión escatológica de su misión.

Jesús, sin embargo, no se confunde con ninguna de las representaciones que los hombres puedan hacerse de él. Seguir a Cristo no significa codificar los conceptos expresados sobre él y sobre su misión para adherirse a ellos, hablar de ellos, defenderlos y elaborarlos, olvidando la relación viva y total a la que se refieren. La comprensión de Cristo que salva y no paraliza es inteligencia y amor, se desarrolla en la participación de su vida y madura dentro de ella. Aquellos que caminan con él y lo aman escuchan su voz, crecen en el misterio de su vida y de toda vida, que se hace auténtica en la participación de la vida de Dios yen la comunión con el Padre y con el Espíritu.

Todo esto debe hacerse creíble en la experiencia de cada día, y por ello debe reflejarse en la esfera del "hacer", del actuar, del comportamiento, si bien afecta sobre todo a la misteriosa condición de "nueva creatura" (2 Cor 5,17). El don que Cristo ofrece en nombre del Padre, ya ahora, aunque no de modo perfecto (1 Jn 3,2), es vivir la vida para la que él resucitó. El vino para cumplir la voluntad del Padre (Mt 26,42; Me 22,42; Jn 4,34; 5,30; 6,38) e hizo todo lo que el Padre le pidió; por eso en el origen de la llamada que él dirige está el amor del Padre, que invita y admite a los hombres a la participación de la vida de la Trinidad. El sí, la respuesta del hombre, madura en la conversión, que hace nacer a la condición de hijos adoptivos, herederos, conciudadanos de los santos y familiares en la ciudad de Dios (cf Ef 2,19).

Generalmente se dedica mucho tiempo al análisis de las exigencias y de los frutos del seguimiento, prestándose menos cuidado a la fuente de donde brotan y de la que obtienen su vitalidad. En el plano consciente, el seguimiento impulsa el proceso de la autocomprensión que el hombre va madurando sobre sí mismo en la relación con Dios. El "seguidor" es aquel que se sorprende transformado en el amor y se deja conducir y llevar por la misteriosa "tracción" que funda la libertad, orienta en las opciones, sostiene en las realizaciones, hace despreocuparse de los cálculos, desencadena fidelidad e inventiva y construye el "nosotros" de la comunión en las relaciones comunitarias. El creyente crece en la intimidad con Cristo y recibe en él el amor del Padre, que por la vía de la .humildad y de la .cruz nos hace ser fuente de comunión. El camino por el que Jesús conduce a los que le siguen es "el amor hasta el fin" (Jn 13,1) al Padre y a los hombres. La eucaristía es el don de sí. Cuando hay otra cosa en el origen, las relaciones son las de un gregario, un súbdito, un admirador o un ejecutor; no las de un discípulo.

En el "seguimiento" no existen relaciones abstractas, anónimas o repetitivas. El "pastor" conoce a sus "ovejas" una por una, las llama por su nombre, y ellas escuchan "su" voz y su mandato (cf Jn 10,lss). Quien "camina con", quien "sigue" a otro, se siente impulsado antes o después a personalizar la relación para responder a los interrogantes que le afectan: "¿Tú quién dices que soy yo?"; "¿Dices esto por ti mismo o te lo han dicho otros de mí?" (cf Jn 18,34), y, sobre todo: "¿Me amas?" (Jn 21,15). El seguimiento, en cuanto vínculo de unión con la persona de Cristo, sitúa al discípulo bajo la ley de Cristo, es decir, bajo la ley de la cruz, que es la ley del amor. Por esta conexión con el amor hace que se convierta en persona en comunión. En el amor, el hombre se acepta y comienza a conocerse a sí mismo, su propio nombre, sus propias posibilidades en el ámbito de la comunidaden la que se inserta. Y en esta ósmosis crece también el conocimiento del misterio de Cristo. Las fórmulas y los conceptos con que lo piense se abren lentamente a lo indefinible, a lo "inefable". a la experiencia de la relación que crece según se intensifica en sintonía de vida, de obras, dé confianza y de inspiración. En su fuente, en la realidad en la que se injerta, en la meta a la que tiende, se trata de una vida de amor y de comunión. Sus visualizaciones tienden a hacerse homogéneas a la meta y a la fuente, y por eso son de comunión; brotan de koinonía, construyen koinonía y tienden a la koinonía, entendida no como fusión indistinta y confusa de individuos, sino como tendencia al "nosotros" de la vida en Dios compartida entre los hombres.

2. EL CAMINO DE LOS DISCÍPULOS - Seguir a Jesucristo significa separarse del anticristo, discernir y derribar los ídolos, que impiden entrar en solidaridad con él. Estas opciones se expresan y se hacen visibles a nivel eclesial y socio-político, y no tienen nada de superficiales o aleatorias. Su discernimiento pone en discusión la vida de las comunidades cristianas, especialmente en los períodos de más intenso dinamismo socio-cultural. Las expresiones, las representaciones, los estilos de presencia se construyen en continuidad y en novedad, en identidad y mutación, con elementos comunes y variantes personales. El seguimiento no es nunca estático, repetitivo, fijo; es dinámico, creativo y responsabilizante.

3. BAUTIZADOS EN LA IGLESIA - En su aspecto más específico de vida de fe, el seguimiento se desarrolla en la comunidad vivificada por el Espíritu. La comunidad cristiana es la familia, el pueblo de Dios; los que forman parte de estas entidades son responsables de ellas y deben construirlas bellas, sin mancha, reformando su estructura para que sean homogéneas y fieles a Jesucristo y al Espíritu, secundando su misión y compartiéndola por igual. El "seguidor" es responsable en la Iglesia y de la Iglesia, promueve la comunión recíproca de sus miembros y realiza por su parte la misión de la Iglesia. Pensar en la Iglesia, quererla y vivirla como Jesucristo la quiere, ir adonde Jesús va y adonde Jesús la guía, son otros tantos aspectos constitutivos del seguimiento. Como las demás realidades del tiempo último, también la Iglesia es ya, pero todavía no, una Iglesia de Jesucristo en plenitud. El Espíritu la conduce hacia allí a través de las opciones y las realizaciones de los fieles que lo aceptan y viven de él. No se puede seguir a Jesucristo sin descubrir esta responsabilidad activa en la Iglesia, sin compartir y, por lo tanto, sin buscar la forma de solucionar los problemas que hoy la inquietan y que afectan a su identidad; a la identidad de su misión y al modo de promover en los cristianos una conciencia más digna de su propia responsabilidad.

El seguidor de Cristo se vuelve a proponer en cada encrucijada de la historia el problema de la identidad de su vocación. Debe asumir los interrogantes que surgen sobre la índole y sobre la misión histórica de la comunidad en la que vive. Esta comunidad es la nueva Jerusalén, y debe situarse en la humanidad y de cara a sus realizaciones. ¿Qué tipo de presencia deberá desarrollar el seguidor de Cristo para ser testigo de aquel que ilumina a todo hombre en este mundo y que quiere conducir a todos a la plenitud de la propia condición humana? ¿La Iglesia y los cristianos en el Estado son huéspedes?, ¿son extranjeros residentes habituales?, ¿naturalizados?, ¿súbditos respetuosos y obsequiosos?, ¿son ciudadanos que, como los demás y con los demás, promueven y comparten el bien de todos? La transformación del orden social y político de los pueblos ha puesto en crisis el momento de relación entre Iglesia y humanidad según el cual se había vivido la presencia de la comunidad cristiana en la sociedad durante los siglos pasados. Por ello es necesario reconsiderar con fidelidad y con valor este problema desde la óptica de una comprensión distinta del plano de la salvación, de la relación entre creación, historia y salvación del hombre, de la familia y de la sociedad. La búsqueda de una nueva presencia solidaria y promocional provoca reacciones, resistencias, luchas, defensas, ataques y se ve comprometida por los excesos que caracterizan los períodos de transición. El seguimiento es, también en este caso, fidelidad a aquel que hace nuevas todas las cosas (Ap 21,5), induce a permanecer en la realidad y a no fingir desnaturalizándola, a no pretender mantenerse fieles teniendo en la sala de reanimación estilos propios de otras épocas. El camino del seguimiento es la cruz, es decir, el camino de la vida y del amor que triunfaen y de la muerte, que vence el miedo, todo miedo; el del futuro, el de la precariedad, el de la impotencia, y nos hace perseverantes en la búsqueda de las condiciones de existencia diferentes.

4. CONCIUDADANOS EN LA SOCIEDAD - El seguimiento de Cristo reconcilia con la creación y con la historia, comprometiendo en la realización de la justicia y sosteniendo en las rupturas radicales a través de las cuales se desarrolla.

La creación no ha terminado aún, y compete a los hombres el consumarla asumiendo la responsabilidad de creatividad en un mundo que el nuevo Adán recapitulará al final de los tiempos. El seguidor de Cristo queda responsablemente inserto en el proceso de evolución científica y técnica de la realidad, en la reestructuración de las relaciones socio-políticas y en la solidaridad con las fuerzas humanas comprometidas en la transformación de las estructuras sociales. El amor de quien sigue a Jesucristo es amor a un mundo que está por construir y por reconstruir, inspira una presencia viva y transformante que es vivida de una forma concreta, con opciones y orientaciones precisas que impregnan todas las dimensiones de la vida personal y comunitaria. Sólo cuando cada uno de nosotros desarrolla su propio cometido en la perspectiva del proyecto general de todos y poniendo la mira en el bien común, se contribuye al bien de todos y de cada uno. El seguimiento se desarrolla en el tiempo y en el espacio, en relación con los hombres, en el compromiso de resolver los conflictos históricos. No es un problema teórico ni se resuelve en términos abstractos; se expresa y se traduce en opciones que dejan su impronta en la vida cotidiana e imponen la necesidad de programar el futuro.

D. Mongillo

BIBL.—Albrecht, B.-Balthasar, H. U. von. Seguir a Jesús en medio de este mundo, Desclée, Bilbao 1980.—Bianchi, E, Seguir a Jesús el Señor. Radicalismo cristiano, Narcea, Madrid 1982.—Boff, L, Jesucristo y la liberación del hombre, Cristiandad, Madrid 1981.—Loew, J, Seréis mis discípulos, Narcea. Madrid 1978.—López Melús, F. M, Las bienaventuranzas, ley fundamental de la vida cristiana, PPC, Madrid 1978.—Lubich, Ch, Seguir a Jesús, Ciudad Nueva, Madrid 1977.—Mateos. J, Los "doce" y otros seguidores de Jesús en el evangelio de Marcos, Cristiandad, Madrid 1982.—Matura. Th, Le radicalisme évangelique. Aus sources de la vie chrétienne, Cerf, Paris 1978.—Moreno Jiménez, R. M, El discípulo de Jesús, Escuela Bíblica, Madrid 1971.—Schulz. A, Discípulos del Señor, Herder, Barcelona 1967.—Sicari, A, Llamados por su nombre. La vocación en la Escritura, Paulinas. Madrid 1981.—Véase bibl. de las voces Consejos evangélicos y Vocación.