SALMOS
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SUMARIO: Introducción: 1. Los salmos y nosotros; 2. Los salmos entre nosotros - I. Algunas nociones útiles: 1. Denominaciones: 2. l,a colección de los salmos - II. Los salmos y nosotros. Aspectos teóricos: 1. Nuestras dificultades: 2. El principio de toda solución: los salmos. oración de Cristo y de la Iglesia; 3. La aportación de las ciencias humanas: a) Las características literarias funcionales de los salmos, b) El funcionamiento lingüístico y poético de los salmos, c) El elemento especifico de una oración que es palabra de Dios - III. Los salmos entre nosotros: 1. El salmo 1: a) Género literario, b) Sistema del texto y movimiento del pensamiento, c) Lectura cristiana; 2. El salmo 27: 3. El salmo 30; 4. El salmo 39; 5. El salmo 77; 6. El salmo 90 - IV. Conclusión.


Introducción

En el apartado primero (I) examinaremos todos los aspectos que enlazan los salmos con el pasado: autores, fecha, origen y configuración del salterio, que los reúne. Intencionadamente conciso en todo lo que mira a la historia literaria, nuestro estudio intentará preferentemente, considerar los salmos como oración (II) y como medio de expresión para los hombres de nuestro tiempo (lll), según el esquema siguiente:

1. LOS SALMOS Y NOSOTROS - Trataremos de las dificultades que hallamos en la lectura de los salmos y de la necesidad de encontrar una solución, puesto que ciertamente los salmos, ateniéndonos al Nuevo Testamento, son en su conjunto oración de Cristo y oración dirigida a Cristo. Instruidos por la Biblia acerca de la posición privilegiada de los salmos en el culto de la Iglesia, recurriremos a las ciencias del hombre y del lenguaje. En su escuela aprenderemos a poner en contacto textos antiguos con el lector de los tiempos modernos. Efectivamente, las ciencias del hombre y del lenguaje están capacitadas para proyectar su luz sobre esquemas de pensamiento y de expresión que, a pesar de su aparente divergencia, pertenecen a todos los tiempos y a todas las latitudes. Al mismo tiempo, pediremos a estas ciencias que nos inicien en las variantes culturales de superficie yen las constantes de fondo. El elemento especifico e irreducible será evidentemente el vínculo que mantienen los salmos con la historia de la salvación. Ellos florecieron en labios humanos bajo la moción del Espíritu y a lo largo de una historia guiada a su vez por el mismo Espíritu. Entre las diversas páginas de la Biblia, entre la Biblia en su conjunto y la vida humana, existen correspondencias y afinidades que no son únicamente resultado de categorías universales antropológicas. El Dios siempre igual compromete a todas las generaciones humanas en una experiencia que les hace volver a vivir el camino de Israel. La historia de Israel, reasumida y condensada en Cristo, es nuestra historia, igual que es nuestra la oración que la acompaña a lo largo de los siglos. En la parte teórica (II) tomaremos, pues, en consideración la sobreimpresión de los salmos en la unidad de un solo plan de salvación, sobreimpresión realizada a través de la concatenación y la interpretación de los dos Testamentos.

2. Los SALMOS ENTRE NOSOTROS - Procederemos simplemente a una lectura práctica —humana y cristiana— de un muestrario de salmos, escogidos por la diversidad de sus géneros y de sus contenidos. A cada texto le aplicaremos los diversos métodos expuestos en la parte teórica: puntos de vista literarios, antropológicos y relectura cristiana (III) [>Experiencia espiritual en la Biblia 1, 6, e].

I. Algunas nociones útiles

1. DENOMINACIONES - En hebreo, el libro de los salmos se llama "libro de las alabanzas" (tehillim, de la raíz hll, "alabar"). De por sí este título sólo se adecua a una tercera parte del salterio; por ello es significativo que todo él se inscriba bajo el signo de la alabanza. El hebreo no se olvida de alabar incluso cuando suplica (por ejemplo, salmos 22,2.26; 106,1.47.48). Las denominaciones "salmos" y "salterio" se derivan del griego "psalmoi" (melodías) y "psalterion" (instrumento de cuerdas, como la lira o el arpa). En consecuencia, los términos salmos y salterio han llegado a designar, por metonimia, las palabras cantadas y la colección que las contiene.

2. LA COLECCIÓN DE LOS SALMOS - Los salmos contenidos en el salterio (en realidad, el género salmódico se encuentra también fuera de él; por ejemplo, en Ex 15; 1 Sam 2: 2 Sam 1; Job 2, etc.) son ciento cincuenta. La versión griega de los Setenta tiene un salmo más: el 151, incluido con la anotación de "fuera de lista". A partir del salmo 9 y 10 del texto hebreo (que las versiones han unido en uno solo), la numeración de los Setenta y de las versiones va retrasada en una unidad.

El libro se divide en cinco colecciones, cada una de las cuales termina en una doxología (1-41: 42-72; 73-89; 90-106; 107-150). Las cinco colecciones se distinguen por características muy externas: semejanzas de géneros literarios, de contenido, de atribución, de función, etc.

Numerosos salmos llevan un título cuyo tenor difiere muy frecuentemente en el texto hebreo y en las distintas versiones. En la Iglesia, y en opinión de la crítica, los títulos no han revestido nunca la importancia de las composiciones poéticas a que ellos introducen. Por lo que respecta al problema especial de la atribución (si son de David, de los hijos de Coré, etc.), se comparte hoy la opinión de asignar sólo un valor relativo a estas indicaciones. Es cometido de la crítica interna y externa confirmar o impugnar tales hipótesis. Mientras hace cuarenta años la exégesis no católica tendía a adscribir la mayor parte de los salmos a la época postexílica e incluso macabea, casi todos los comentaristas actuales admiten la posibilidad de salmos preisraelíticos (!), ulteriormente retocados y readaptados a la fe yavista.

En realidad, la fijación de una cronología para todo el salterio no pasará nunca de ser una empresa en gran medida hipotética.

II. Los salmos y nosotros. Aspectos teóricos

1. NUESTRAS DIFICULTADES - El papel de abogado del diablo en el proceso contra los salmos es fácil. Quien no ha adquirido a fuerza de estudios y de razonamientos cierto número de reflejos correctivos experimenta necesariamente una especie de malestar en rezar salmos. La oración exige que haya concordia entre los labios y el corazón. Pero ¿cómo es posible adaptar a uno mismo oraciones fijadas en su expresión y por su contenido muchas veces lejanas de las preocupaciones actuales? Los salmos contienen fórmulas plásticas referentes a personas, cosas y acontecimientos verdaderamente alejados de nosotros. Moisés, Aarón, su barba, Egipto, el Mar Rojo, el monte Hermón, Moab, Edom, los filisteos, ¿es todo esto actual todavía? ¿Y qué decir del lenguaje de los salmos? Los términos más comunes revisten un sentido que se aparta del que se les atribuye en nuestras lenguas modernas. Si la "verdad" de los hebreos no es simplemente la nuestra, si el "corazón" del oriental no corresponde al "espíritu" del occidental, ¿cómo podremos entonces rezar con los salmos sin tener que hacer constantemente correcciones mentales?

Otra fuente de malestar es la siguiente: ¿A qué liturgia pertenecen los salmos? ¿Cómo evocar el sacrificio de los carneros cebados, de la sangre de los toros, sin experimentar una sensación de extrañeza? ¿Y qué decir de las insuficiencias doctrinales y morales? Evidentemente, no hay en ellos una sola palabra sobre la Trinidad, sobre el Verbo encarnado, sobre la Iglesia ni sobre los sacramentos. Y algo más grave todavía para una sensibilidad educada en el Evangelio: ¿Dónde se refleja en estos textos el perdón de los enemigos? Todo aquel que es declarado culpable es perseguido con odio implacable. Tampoco el inocente, si es hijo del culpable, puede sentirse seguro. ¿Hay algo más horrible que la maldición lanzada por los exiliados judíos contra Babilonia: "Feliz quien coja y quien estrelle contra la roca a tus pequeños" (Sal 137,9)? ¿Pueden semejantes palabras salir de los labios del cristiano y descender hasta su corazón?

No cabe duda de que el "dossier" en contra de los salmos es muy voluminoso. Los antiguos, espíritus menos críticos, se las arreglaban a golpes de alegoría y de sentidos acomodaticios, receta mágica que resolvía fácilmente los textos difíciles y escandalosos. El realismo moderno exige que los salmos resulten aceptables en su sentido literal e histórico.

2. EL PRINCIPIO DE TODA SOLUCIÓN: LOS SALMOS, ORACIÓN DE CRISTO Y DE LA IGLESIA - El hecho de que a los ojos de Cristo y de la Iglesia apostólica los salmos poseían un valor de oración por excelencia está fuera de toda duda. Cierto que en aquel tiempo era mínimo el abanico de posibilidades culturales. Pero era una enorme novedad evangélica. No obstante, Jesús y los discípulos nunca consideraron que rezar salmos equivaliera a poner en peligro un vino nuevo en odres viejos. El misterio cristiano encuentra en los salmos su propia expresión connatural. En el umbral del Nuevo Testamento, la Virgen María reacciona al mensaje que la hace madre del Mesías con palabras tomadas del salterio. A través del Magníficat resuenan el canto de Ana, madre de Samuel (1 Sam 2), y los cantos de los autores anónimos que compusieron los salmos 89, 98, 107, 111. El Magníficat contiene entreverados la expectación y el cumplimiento. La voz de María resuena mezclada con el coro de Israel. No recita ella, sino que, alimentada por la tradición bíblica, teje su oración con reminiscencias bíblicas. Utiliza los salmos como lengua, mostrándose respetuosa con las reglas y, al mismo tiempo, soberanamente creadora. Este es precisamente el secreto de la juventud de los salmos. No piden tanto figurar en el programa de nuestras oraciones cuanto enseñarnos a hablar, a establecer equilibrio y proporción entre la súplica y la alabanza, a ponernos ante los ojos lo que nuestro espíritu, demasiado ligado a las impresiones del momento, podría olvidar. La verdadera oración es siempre coral. En lo que tiene de personal, se funde con el coro de la comunidad y de la tradición.

San Agustín pudo decir de Jesús: "Christus, iste cantator psalmorum". Cristo fue el cantor de los salmos por excelencia. Rezó con ellos y... los vivió. No nos equivocamos al imaginarlo adolescente subiendo a Jerusalén en compañía de sus padres y cantando con ellos "los salmos de las subidas" (Sal 120-134). Sus últimos instantes se desarrollan como cumplimiento de los salmos. Qué sentido trágico, pero rico en esperanza, asumen las palabras del Hallel (salmos 113-118) en labios de Jesús al término de la última cena (Mt 26,30): "Tomaré la copa de salud, invocando el nombre de Yahvé... Preciosa es a los ojos de Yahvé la muerte de sus santos... Te ofreceré el sacrificio de alabanza..." (Sal 116,13.15. 17). "... No he de morir, mas viviré... La piedra desechada por los constructores, en piedra angular se ha convertido... Este es el día que Yahvé ha hecho; exultemos y gocémonos en él" (118,17.22. 24).

En el huerto de Getsemaní, Jesús manifiesta su angustia mortal inspirándose en los salmos 42-43: "Triste está mi alma..." (Mt 26,38; Mc 14,34; cf Jn 12,27). En la cruz, en el instante de expirar, grita con el salmo 22: "Dios mío, Dios mío, ¿por qué me has abandonado?" (Mt 27,46; Mc 15,34), y con el salmo 31: "Padre, en tus manos encomiendo mi espíritu" (Lc 23,46).

Cristo no sólo citó y vivió los salmos. Maestro y objeto de toda exégesis, él mismo los interpretó con autoridad. Las últimas instrucciones que dio a sus discípulos son una lección de exégesis: "Era necesario que se cumpliera todo lo que está escrito acerca de mí en la ley de Moisés, en los profetas y en los salmos" (Lc 24,44). Anteriormente, para insinuar el misterio de su persona y la preeminencia que lo sitúa por encima de David, recurre al salmo 110: "Pues si David le llama Señor, ¿cómo es hijo suyo?" (Mt 22,45). La argumentación de Jesús ante el sanedrín funde dos citas tomadas del salmo 110 y de Dan 7,13: "Veréis al hijo del hombre sentado a la diestra del Padre y venir sobre las nubes del cielo" (Mt 26,64). Por lo demás, sus discursos están salpicados de referencias y alusiones a los salmos: Mt 5,5=Sal 37.11; Mt 5,35=Sa1 48,3; Mt 7,23=Sal 6,9; Mt 8,8= Sal 107,20; Mt 16,27= Sal 62,13; Mt 18.12=Sal 119, 176; Le 10,19= Sal 91,13; Le 19,44=Sal 137,9; Le 21,25=Sal 65,8-9.

Por su parte, los apóstoles, responsables de la Iglesia, confirman su predicación con testimonios escriturísticos que demuestran la mesianidad de su Maestro. El salmo 22, que rezó Cristo en la cruz, se convierte en la clave de lectura de todo el acontecimiento pascual.

Muerto en la cruz y resucitado, a este hecho corresponden los dos versículos antitéticos: "Oh Dios mío, ¿por qué me abandonaste?" (v. 2) y "Vivirá mi alma para él, para él mi raza" (v. 31). De aquí el uso del salmo 22 en las narraciones de la pasión: Mt 27,39 =Sal 22,8; Mt 27.43=Sal 22,9; Jn 19,24=Sal 22,19. Otras referencias muestran en Cristo al hombre que se ha hecho solidario de todo el sufrimiento humano. "El tomó nuestras flaquezas" (Mt 8,17) condensa en la persona del Salvador la tribulación universal y la oración de la humanidad en pugna con el dolor. El es el justo que sufre, él es el perseguido sin razón alguna, él es el desterrado; pero también es el manso y el pobre. El Salvador recapitula estas situaciones distintas y las revive a su manera, es decir, a la manera del Hijo de Dios (Sal 22,23, cf Heb 2,12; Sal 27,12; 35,11, cf Mc 14,56s; Sal 40,7-9, cf Heb 10,5-10; Sal 69,5, cf Jn 15,25; Sal 69,22, cf Mt 27,34; Sal 78,2, cf Mt 13.35; Sal 18,50 cf Rom 15,9).

La razón decisiva por la que los salmos seguirán siendo la oración de la Iglesia es el puesto que ocupan en la conciencia de Cristo y en la predicación de la Iglesia apostólica. Los salmos se vinculan con el mensaje evangélico mediante una ligazón consustancial. No es posible dejarlos caer en el olvido sin mutilar la imagen de Cristo y sin privar a la Iglesia de un medio de expresión privilegiado.

Por otro lado, los salmos, oración de Cristo, se han convertido rápidamente en oración dirigida a Cristo. ¿No consideró el mismo Jesús como alabanza a Dios las aclamaciones dirigidas a su persona? Cuando los fariseos, los sacerdotes y los escribas se indignan por los gritos de entusiasmo de la multitud, él les responde: "¿No habéis leído: De la boca de los niños y de los lactantes te procuraste alabanzas?" (Mt 21,16; cf Sal 8,3). Aclamar a Cristo significa, por lo tanto, alabar a Dios. La Iglesia ha aprendido la lección. Basta abrir cualquier página de un misal para constatar el hábito de referir a Cristo pasajes del salterio. Se trata de una costumbre autorizada por el ejemplo del Nuevo Testamento (Heb 1,3= Sal 104,29x; Ef 4,8= Sal 68.19; 1 Pe 2,3=Sal 34,9).

3. LA APORTACIÓN DE LAS CIENCIAS HUMANAS - Tres causas contribuyen a conferir a una obra literaria su forma propia: el genio del autor, el ambiente cultural y lo eterno humano. El anonimato de los salmos reduce prácticamente a cero la posibilidad de identificar a sus autores. Por el contrario, los aspectos culturales permiten en grado suficiente reconstruir su ambiente sociológico y determinar, al mismo tiempo, las características literarias que de él se derivan. Por último, el análisis propiamente lingüístico y poético nos revela lo "eterno humano". Nos detendremos más en este último tipo de dnálisis, que se encuentra todavía en sus comienzos, al menos entre los exegetas. En consecuencia, de las tres causas que concurren a la creación literaria, examinaremos la segunda y la tercera; es decir: a) las características literarias funcionales; se trata de recoger el mínimo de informaciones necesarias para discernir lo que en la estructura de los salmos se explica en base a condicionamientos religiosos; b) el funcionamiento lingüístico y poético de los salmos'. Examinados a la luz de las leyes de la comunicación humana, los salmos, arrancados al pasado, nos resultarían connaturales y asimilables; e) añadiremos, finalmente, un tercer punto, que tiene en cuenta su pertenencia a la tradición bíblica: la relectura cristiana.

a) Las características literarias funcionales de los salmos. Los textos bíblicos presentan el detalle particular de constituir en su totalidad una literatura funcional. Queremos decir con esto que en todos los niveles de su composición (estructura, forma y contenido) responden a las necesidades de expresión de la comunidad. La necesidad que el pueblo siente de alabar a Dios da lugar al género literario del himno. El canto coral implica varias particularidades estilísticas y estructurales: invitatorio, forma litánica, invitatorio, respuesta, etc. Los grandes temas de la fe repercuten en el contenido. Existe, por tanto, una interacción constante entre la situación religiosa y sociológica, que crea la necesidad de expresión, y la forma literaria, que lo satisface. H. Gunkel (1862-1932), indiscutible iniciador del método de las formas, enumera, en consecuencia, tres criterios que, superponiéndose unos a otros, indican la presencia de un género literario: a) una situación específica en la vida del pueblo (Sitz im Leben); b) un tesoro común de formulaciones y de motivos; c) una atmósfera espiritual idéntica. En pocas palabras: las llamadas que surgen de la vida crean y modelan toda la producción literaria.

Entre los géneros literarios mejor representados, enumeremos:

• Los himnos. Su finalidad es alabar al Señor por las gestas que llevó a cabo en la creación y en la historia. En esta categoría se clasifican ordinariamente los salmos 8; 19; 29; 33; 65; 67; 100; 103; 104; 105; 111; 113; 114; 135; 136; 145; 146; 147; 148; 149; 150. En general, comienzan con un invitatorio que responde a las exigencias de la oración coral. El precántico abre la celebración: "Alabad el nombre de Yahvé; alabad, siervos del Señor..." (Sal 135,1; cf 29,1; 33,1; 66,1-3; 105,1ss; 117,1). Sigue el cuerpo del himno, que enumera de forma bastante libre los motivos de la alabanza. Frecuentemente, el himno termina con un nuevo invitatorio, que amplía la introducción con alguna variante. Así, por ejemplo, el salmo 103,1,22:

"Bendice a Yahvé, alma mía...".
"
Bendecid a Yahvé todas sus obras
en todos los lugares de su imperio.
Bendice a Yahvé, alma mía".

El himno se desarrolla tanto bajo la forma de proclamación (estilo indirecto, dirigido a la asamblea) como bajo la forma de aclamación (estilo directo, dirigido al Señor).

A los himnos es conveniente unir los salmos de alabanza indirecta, que exaltan al Señor por su presencia en medio del pueblo en el templo: cánticos de Sión (46; 48; 76; 87) y cánticos de peregrinación (84; 121; 122; 125; 126). También los salmos reales presentan una andadura hímnica. Mediante el ungido del Señor se eleva al Rey de reyes la alabanza (Sal 2; 18; 20; 21; 72; 101; 132; 144,1-11). Por último, el mismo Señor-Rey constituye el objeto de un género literario particular, que ha sido denominado como "salmos de entronización" (47; 93; 96-99). Yahvé es, sin duda, Dios desde siempre y para siempre; pero su dominio universal se hace visible en la historia tan sólo por etapas. Así pues, toda nueva manifestación clamorosa del poderío de Yahvé es equivalente a una entronización. En efecto, el culto comprende procesiones y acompañamientos del arca de la alianza, que son la celebración litúrgica de gestas históricas. El eco de estos traslados del arca, que simbolizan una entronización, puede encontrarse en los salmos 24; 47; 132. El salmo 47 y el salmo 24 llevan especialmente visibles las huellas de su uso ritual:

"Dios sube entre clamores,
Yahvé, al clamor de la trompeta:
¡Cantad a nuestro Dios. cantad:
cantad a nuestro Rey, cantad!
¡Cantad a Dios un himno!" (Sal 47,6-7).

"¡Oh puertas, levantad vuestros dinteles;
alzaos. puertas eternas,
que entre el Rey de la gloria!
¿Quién es el Rey de la gloria?
Yahvé, el fuerte, el poderoso;
Yahvé, poderoso en el combate...
Yahvé Sebaot es el Rey de la gloria" (Sal 24,7-10).

De la entronización de Yahvé a la escatología no hay más que un paso. La escatología es la venida del Señor; la venida triunfante y decisiva, acompañada del juicio: "El juzgará al mundo con justicia, a los pueblos con su fidelidad" (Sal 96,13).

El ambiente originario de los himnos es, por tanto, el culto en toda su variedad.

• Las súplicas individuales. Se trata del género literario más representado en el salterio (Sal 3; 7; 13; 17; 22; 25; 26; 27; 31; 35; 38; 39; 42s; 54; 57; 59; 77; 88; 123; 140; 141; 142; 143). Un miembro de la comunidad manifiesta su lamento en presencia del Señor. La mayoría de las veces es objeto de amenazas o de persecuciones por parte de terceras personas. La enfermedad y las persecuciones suelen ir, por lo demás, unidas, ya que en la antigüedad el hombre enfermo se consideraba abandonado por Dios. Las humillaciones y la imposibilidad de obtener justicia se convierten pronto en su pan cotidiano. De ahí la temática de las súplicas individuales: declaración de inocencia, descripción de la desgracia padecida, invocación del Señor, certidumbre de ser escuchado y, alguna vez, oráculo de salvación anunciado por un oficiante. También es posible que algunos salmos de súplica hayan tenido como ambiente vital y socio-religioso un tribunal instalado en el templo. De hecho, el orante, además de la propia disculpa, cuenta con el castigo que ha de venir a quien le ha ofendido (Sal 3,8; 5,10s; 7,16; 11,16; 17,13-15; 63,10s). El momento del socorro, que se da por descontado, es la mañana (Sal 5,4; 30,6; 57,9; 59,17, etc.) o bien la hora del sacrificio (Sal 141,2). Un género literario parecido a la súplica es el salmo de confianza (Sal 4; 16; 23; 27; 62; 131).

• Las acciones de gracias individuales. Toda súplica escuchada desemboca naturalmente en la acción de gracias. La diferencia entre el himno y la acción de gracias radica en el hecho de que el segundo de estos géneros literarios va ligado a la situación personal del orante. El Señor le ha liberado de tal o cual tribulación concreta. Al igual que el lamento, también la acción de gracias se acompaña a veces de un ritual sacrificial (Sal 66,13ss; 107,22; 27,6). Los salmos se abren con una exhortación a la alabanza que el orante se dirige a sí mismo: "Te exaltaré, oh Yahvé, con todo el corazón" (Sal 9,2s; 18,1s; 30,2; 34,2s...). Por lo demás, la acción de gracias es semejante al himno.

• Los salmos de súplica nacional. Algún que otro salmo parece vinculado al ritual de los grandes días de ayuno, celebrados por la comunidad con ocasión de calamidades públicas, guerras, epidemias o sequías (Sal 44; 66,3-7; 74; 79; 80; 83; 89,31-52; 94,1-7). La introducción se dirige a Dios, preguntándole por los motivos del desastre ocurrido: "¿Por qué?" (Sal 44,24s; 74,1), "¿Hasta cuándo?" (Sal 79,5; 80,5; 89,47). A veces se llega incluso a formular abiertamente ciertas palabras de crítica (Sal 44,10; 60,3,12; 95,15, etc.). El pueblo se lamenta de su suerte, que le cubre de vergüenza a los ojos de las naciones. Por último, se establece una contraposición entre el presente y el pasado. Dios ha abandonado a su pueblo.

• Las súplicas y las acciones de gracias colectivas. En el salterio, estos dos géneros literarios ocupan un puesto de importancia secundaria (Sal 12; 60; 65; 67; 74; 79; 80; 85; 90; 118; 123-126; 137).

Señalemos a título informativo algún otro género literario de menor importancia: las liturgias de entrada (15; 24), las requisitorias por la ruptura de la alianza (50; 78; 81) y los salmos sapienciales (1; 32; 34; 37; 99; 112; 128).

El conocimiento de los géneros literarios resulta útil para el uso actual de los salmos, en cuanto que da cuenta de diversas características literarias superficiales. Además, ciertas situaciones vitales de los salmos tienen su correspondencia en el culto de la nueva alianza, que comprende a su vez ritos de alabanza, de acción de gracias, de súplica, etc.

b) El funcionamiento lingüístico y poético de los salmos. Los géneros literarios que hemos enumerado hunden sus raíces en un contexto cultural y sociológico, y es posible reconocerlos por la repetición de estructuras y de formas tijas. En última instancia, semejantes afinidades se explican sobre la base de una ubicación y función idénticas en la vida del pueblo. Debemos, sin embargo, profundizar más, con el fin de captar los rasgos literarios que ya no son fruto de las diferentes situaciones sociológicas, sino que van directamente unidos a las funciones de la comunicación humana.

Veamos del modo más breve y simple posible los factores y las funciones de la comunicación humana.

Seis son los factores que entran en juego en la comunicación lingüística: emisor, receptor, mensaje, contexto (objeto del mensaje), código (lenguaje) y canal. Cada uno de estos factores da lugar a una función. En cuanto que el mensaje sirve al emisor para hablar de sí mismo, entra en juego la función expresiva. Cuando el emisor se esfuerza por obtener del receptor una respuesta dada de acción y de comportamiento, semejante impacto del discurso sobre el receptor hace que surja la función conativa. La función que tiene por finalidad transmitir informaciones recibe el nombre de referencial. Puede suceder que los interlocutores tengan que consultarse sobre el sentido de las palabras utilizadas. En tal caso ejercen la función metalingüística, que corresponde al factor código. Ciertas palabras son intercambiadas únicamente para verificar si los interlocutores han establecido contacto recíproco. El factor contacto pone en movimiento la función que se denomina fálica. Por último, sólo queda la función poética, que consiste en la transfiguración del factor mensaje: el mensaje, poetizado, atrae la atención sobre el uso de las palabras antes de conducirnos al sentido de las mismas. Todos los procesos de poetización se proponen constituir el mensaje en imagen de su sentido. El mensaje que ha sufrido la transformación de los procesos poéticos irradia el esplendor del significado que le es propio. Piénsese, por ejemplo, en Is 11, que habla de la paz escatológica. El texto no se limita a anunciarla, sino que la manifiesta a nuestro espíritu bajo las imágenes del león amansado y de la víbora juguetona.

Como conclusión, los dos recuadris siguientes, que pueden superponerse, indican los seis factores y sus respectivas funciones:

     
  FACTORES  
Emisor Contexto Receptor
Mensaje
Canal
Código
     
 
  FUNCIONES  
Expresiva Referencial Conativa
Poética
Fática
Metalingüística
     

El lenguaje eminentemente expresivo es lírico. El que lo es prevalentemente conativo es dramático. El que destaca como referencial es épico. Lírica, drama y épica no constituyen tres géneros, sino tres formas naturales básicas. De todo esto se deduce el esquema siguiente:

Funciones

Objetos

Sujetos

Formas básicas

expresiva sentimientos, deseos yo lírica
conativa comportamientos diálogo dramática
referencial relatos, informaciones él, ello épica
       

En la lírica se expresa el hombre; en el drama se enfrenta y se confronta con sus semejantes; en la épica relata. La aplicación de las formas básicas a la lectura de los salmos aparece de pronto llena de promesas. Los salmos sirven para expresar sentimientos: confianza, humildad, esperanza, temor, etc. La oración es una lucha dramática que pone al hombre en pugna con Dios; por una parte, el hombre, oscilando entre la fe y la duda, entre la aceptación y la resistencia; por otra, Dios, cuya voz se hace cada vez más apremiante, solicitante y amenazadora. La oración salmódica no tiene nada de monólogo sobre Dios, sino que es un diálogo realizado en lo más vivo de un drama en plena evolución. Por último, los salmos tienen un aspecto narrativo. El pueblo narra las gestas de Dios y las comunica a las nuevas generaciones como si se tratase de un evangelio.

Las técnicas de poetización sirven para imprimir mayor valor lingüístico al mensaje. ¿De qué manera? El lenguaje poético no se limita a transmitir informaciones, sino que retorna incesantemente sobre sí mismo. La repetitividad constituye la esencia del discurso poético, que va adquiriendo mayor densidad mediante la acumulación de equivalencias. La clave de su interpretación consiste, por tanto, en hacer el inventario de todos los fenómenos recurrentes y en examinar por qué "constituyen un sistema". Expliquémonos con un ejemplo fácil, limitándonos a las observaciones posibles a través de un trabajo de traducción:

"No se infla, oh Yahvé, mi corazón, ni mis ojos se engríen; no voy buscando cosas grandes, que me vienen anchas. No; en silencio y en paz guardo mi alma como un niño en el regazo de su madre.

Igual que un niño destetado, está mi alma en mí.

¡Espera, Israel, en Yahvé desde ahora y por siempre!" (Sal 131).

Incluso una lectura superficial pone de relieve que hay en este texto cuatro términos o expresiones relacionadas entre sí por un significado: corazón - mirada - "no voy buscando"... (equivalente a "pie") - alma. ¿De qué forma constituyen un sistema estos cuatro términos? ¿En qué sentido contribuye la identificación de la relación que los une a la comprensión espiritual y existencial del salmo?

El movimiento parte de la intimidad: del corazón, sede de la reflexión (Dt 29,3; 1 Re 3,12; Prov 10,8). A partir de aquí sigue la trayectoria hasta la frontera que separa lo interno de lo externo: la mirada, los ojos. Estos son los órganos mediante los cuales el sujeto se abre al mundo; es decir, son los informadores del juicio y de la decisión. La imagen del camino ("no voy buscando..."), en tercera posición, significa la exteriorización puesta en práctica. En la Biblia, camino es sinónimo de conducta moral. Tras la reflexión y el juicio surge, por tanto, la acción. El salmista niega que se haya dejado arrastrar a cualquier acto desconsiderado de vanidad o de orgullo. El no ha traspasado los límites. En este punto, el movimiento cambia de sentido y vuelve hacia la intimidad, hacia el centro del alma. Alma equivale aquí a la conciencia psicológica, a cuyo nivel se suceden los pensamientos y los sentimientos. Estos estados fluctuantes no afectan al equilibrio adquirido por el yo profundo. En conclusión, los cuatro elementos (corazón, ojo, pie y alma) son los componentes de un todo, que es la persona del salmista bajo los diversos aspectos del pensamiento, del juicio, de la acción y de la reflexión unificadora.

La identificación y el análisis del sistema que constituye la estructura semántica del salmo 131 nos lleva a la siguiente lectura sintética: el salmista habla de la paz espiritual que se deriva de la unidad interior. La imagen del niño destetado permite comprender que tal unidad no se adquiere sin luchas, sino que es fruto de una crisis superada. En sus pensamientos, en sus juicios y en sus acciones, el salmista ha sabido guardarse de la presunción. Reconciliado perfectamente con sus propios límites, se queda en su situación de criatura. De hecho el salmo empieza y termina con la mención de Yahvé. Todo el esfuerzo de unificación y de recogimiento se desarrolla bajo la mirada del Señor.

En el salmo 131 disponemos de un segundo sistema de términos que cuadra perfectamente con el primero: el paradigma del orgullo: enorgullecerse - elevarse - grandes cosas - superiores. El enemigo de la paz interior es el orgullo. Estar uno delante de Dios es la felicidad.

El breve ejemplo del salmo 131 nos muestra que el método consiste esencialmente en volver a encontrar los elementos determinantes que sirven de apoyo al movimiento del texto. El salmo, analizado y seccionado, vuelve a tomar vida en la meditación actualizante. El orante moderno, olvidando la formulación precisa —y lo que ella podría tener de arcaico—, avanza en su reflexión a lo largo de los ejes de significado que el salmo le proporciona. Así pues, la oración antigua y la oración moderna no coinciden tanto por medio de las palabras cuanto por la conexión de los contenidos. Ambas siguen una misma trayectoria. Quien hoy día lee el salmo 131 no encuentra dificultad en enriquecer los términos clave con toda la aportación de las ciencias modernas. ¿Cuáles son las tentaciones que hoy día lanzan al hombre por el camino de la desmesura y le hacen perder su identidad?

Pero, a decir verdad, los salmos nacieron de una experiencia específica que los sustrae a la jurisdicción exclusiva de las ciencias humanas. En la sucesión de épocas y de acontecimientos, Israel (y la Iglesia) ha percibido la coherencia de un plan y el desarrollo de un orden. Los salmos recogen precisamente las palabras con que Israel ha intentado interpretar la historia y dialogar con Dios.

c) El elemento especifico de una oración que es palabra de Dios. El NT es la transposición y la transfiguración del AT. Aquél supera a éste, a la vez que lo completa. Apliquemos este punto de vista a la interpretación del salmo 131.

Existe, ante todo, la posibilidad de enriquecer los términos clave con el sentido que revisten en el NT. El corazón: "... del corazón provienen los malos pensamientos, homicidios, adulterios" (Mt 15,19s). De la abundancia del corazón habla la boca (Le 6,45). El hombre vale lo que vale su corazón (Mt 6,21). Jesús promete la visión de Dios a los corazones puros (Mt 5,8). Del corazón a los ojos: "El Dios de nuestro Señor Jesucristo... os conceda espíritu de sabiduría y revelación... y que ilumine los ojos de vuestro corazón" (Ef 1,17s). Del juicio a la acción: el camino. La misma vida cristiana recibe el nombre de "camino" o "vía" (He 9,2; 18,25; 24,22). La unidad interior: "La paz de Dios, que sobrepasa toda inteligencia, guardará vuestros corazones y vuestros pensamientos" (Flp 4,7). Para dar cuerpo al tema del orgullo baste con citar a Le 1,51: "Ha confundido a los engreídos en el pensamiento de sus corazones". El Nuevo Testamento ofrece, pues, material abundante para comentar el Salmo 131.

En un segundo momento, es interesante establecer la comparación entre el salmo 31 y el Magnjficat. La actitud de María en la anunciación es la realización perfecta del salmo: conciencia serena de la debilidad humana, visión llena de estupor ante la grandeza de Dios. El salmo 131, aplicado a María, se transforma de texto en vida. La doctrina se hace ejemplo. El ejemplo lleva a la imitación. A quien objete que hemos rebasado el sentido literal respondemos: ciertas páginas de la Biblia remiten a un mismo misterio de fe, aunque falten las dependencias literarias. Dios da su gracia al pobre y rechaza al orgulloso. En este profundo nivel de sentido podemos establecer una comparación entre páginas muy dispares, como son las de la lucha de David contra Goliat (1 Sam 17), las de la unción de David (1 Sam 16) y la parábola del fariseo y el publicano (Lc 18,9-14).

En este párrafo, dedicado a la actualización cristiana de los salmos, permítasenos volver al tema de los salmos cuyo sentido obvio choca con la perfección evangélica y, sobre todo, con la caridad. ¿Es posible rezar los salmos de Imprecación en un sentido cristiano? La solución extrema consistiría en prescindir pura y simplemente de los pasajes más escandalosos. Por nuestra parte, no pensamos que el remedio consista en la censura. Existe la posibilidad de dejar hablar a textos incriminados siempre que se presentan y prestarles plena atención. Los salmos de imprecación están allí para recordarnos que en cualquier momento y en cualquier lugar se elevan al Señor gritos semejantes, que surgen de un exceso de sufrimiento. El cristiano, lejos de taparse los oídos, repetirá aquellas imprecaciones no para dirigirlas a Dios, sino a su propia conciencia. Se preguntará en qué medida ha contribuido a provocarlas con sus faltas personales y sus compromisos con un mundo opresor. Intentará unirse a toda acción tendente a restaurar un orden de justicia. Cuando estas imprecaciones hayan cesado de resonar en los labios de los hombres, habrá llegado el momento de cancelarlas también del libro de los salmos.

III. Los salmos entre nosotros

Nos proponemos presentar algún ejemplo de lectura. Lo más importante no es proporcionar el mayor número de informaciones posibles, sino iniciar enun método que uno habrá de aplicar por su cuenta según su propia preparación. En cada salmo indicaremos: a) su género literario junto con los rasgos estilísticos y de contenido que lo identifican; b) la organización y el movimiento del texto; c) la lectura cristiana del mismo.

1. EL SALMO 1 - a) Género literario. El salmo 1 es de los que se llaman sapienciales. La preocupación principal de la corriente de la sabiduría es promover la felicidad del hombre: "Porque es Yahvé el que da la sabiduría y de su boca procede la ciencia y la inteligencia... Vigila el camino de sus fieles... Entonces tú comprenderás la justicia, la equidad y la rectitud y todos los caminos del bien" (Prov 2,6-9). No se trata de una felicidad egocéntrica, sino abierta a todo lo que rodea al hombre: Dios, el prójimo, las realidades de la vida.

La orientación sapiencia] del salmo se desprende ya de sus primeras palabras: "Dichoso el hombre...". Y, además, concluye con un proverbio en toda regla: "Yahvé conoce el camino de los justos, mas la senda de los impíos se pierde" (v. 6). Los temas tocados aquí vuelven a entrar de lleno en la perspectiva de una vida feliz. Todo lo que emprende el justo tiene éxito. En realidad, el salmo 1 no tiene nada de mecanicista. El justo no ve que sus propias obras tienen éxito feliz tan sólo porque es justo. Su buen resultado es fruto del discernimiento. El no emprende más que acciones conformes con los designios de Dios. Su interpretación de la ley no es legalista, sino que inspira un proyecto de vida.

b) Sistema del texto y movimiento del pensamiento. Todo el salmo intenta caracterizar al justo y al impío por recíproca contraposición. Mientras el justo produce frutos y permanece en pie, el impío se pierde en la nada de sus propias acciones.

Observamos aquí cuatro sistemas': aa) El simbolismo de los elementos cósmicos: aire, tierra y agua. El viento, símbolo de inestabilidad y de esterilidad, se aplica al impío, comparado con la paja. La tierra, implicada en la imagen del árbol plantado a lo largo de los ríos, se aplica al justo. La tierra, universo del hombre, será fértil por la presencia del principio fecundante del agua. Lo que corresponde al agua es la ley. De aquí las siguientes equivalencias: paja al viento = los impíos: los árboles plantados a lo largo de los ríos = los justos que meditan en la ley. bb) Los elementos temporales del salmo: tiempo lineal=la maduración; tiempo cíclico =día y noche; tiempo cíclico y lineal= estaciones y recolección. Para el impío el tiempo no hace más que girar sobre sí mismo pasando de un vacío a otro. El justo sabe dar sentido a los ritmos del tiempo (día y noche) a través de un proyecto unificador. La recolección pone el punto final a la larga espera de la maduración. De forma simétrica, la dispersión de los impíos señala el último estadio de las actividades agrícolas estacionales: el aventamiento del grano. La recolección y la siega hacen sonar la hora de lo irreparable, la criba del juicio. cc) Elementos de cantidad: el justo empieza siendo un solitario, es "el hombre que no...", el no conformista y marginado por la sociedad. Los impíos, que inicialmente forman la masa, acaban en la dispersión. dd) Los movimientos y las posiciones: seguir - ir por - sentarse; ser dispersados - no aparecer - perderse. El primer paradigma (seguir - sentarse) da plasticidad a las posiciones morales del justo por medio de diversos movimientos y de actitudes corporales que en su conjunto dibujan un camino, una puesta en marcha y una llegada. El comportamiento del hombre —quiéralo o no—es también una marcha. Sus acciones le llevan a la vida o a la perdición. El segundo paradigma (ser dispersados - no aparecer - perderse) multiplica los sinónimos que actualizan la idea de inestabilidad, vinculada al simbolismo del viento. El camino de los impíos se pierde después de haber perdido a quienes lo seguían.

El movimiento del pensamiento que resulta de la función de los paradigmas puede resumirse de la forma siguiente: el salmo 1 es una meditación sobre opciones existenciales fundamentales. Vemos así cómo se diseña —evocado en pocas palabras— el escenario de la existencia humana: tierra, agua, viento (para indicar el espacio), día, noche y estaciones (para indicar el tiempo), plantación, fruto, hojas, paja (para indicar las manifestaciones de la vida). Después, el interés se sitúa en el camino, símbolo de opción y de progreso. Contemplada sobre el trasfondo del cosmos, la felicidad del justo aparece como su cumplimiento y armonía.

c) Lectura cristiana. El mensaje que hemos deducido del salmo puede aplicarse válidamente de manera inmediata. Sin embargo, el recurso al Nuevo Testamento, a sus textos y a sus estructuras vitales permite enriquecer ulteriormente su sentido. Aquí nos limitamos a proponer la relectura que nos sugiere L. Alonso Schiikel'. Se puede recitar el salmo sin cambiar palabras y dentro de un horizonte ilimitado, que abarca a la humanidad entera. El simbolismo del camino asume un significado nuevo a la luz de.las palabras de Cristo: "Yo soy el camino, la verdad y la vida" (Jn 14,6). Jesús, ley viviente, nos incorpora a él en su camino hacia el Padre (cf Jn 13,1). El juicio es confiado a Cristo. La historia de la Iglesia toda ella no es sino la historia de su peregrinación hacia la morada del Padre.

2. EL SALMO 27 - a) Género literario. Muchos exegetas consideran que hay que dividir el salmo en dos partes autónomas, unidas accidentalmente. Los versículos 1-6 formarían un cántico individual de confianza, mientras que los versículos 7-13, salpicados de notas negativas, pertenecerían al género de la súplica individual. En cualquier hipótesis, el versículo 14 no es pronunciado por los labios del orante, sino que representa el oráculo sacerdotal de salvación otorgado en respuesta a la súplica. Nuestro análisis considera el salmo como un párrafo unitario, aunque esté elaborado con dos géneros literarios distintos. La dualidad de los géneros refleja una particularidad de contenido. El salmista pasa por dos estados espirituales opuestos, según que se dirija a los hombres (vv. 1-6) o a Dios (vv. 7-13). Tranquilo ante los hombres y temeroso ante Dios. ¿No es ésta quizá la condición de muchos predicadores?

b) Sistema del texto y movimiento de las ideas. La primera parte del salmo trabaja esencialmente con dos series de imágenes: la guerra ofensiva y el refugio. Por un lado, los malvados avanzan en filas compactas para suprimir al que hace oración. Pero el salmista no teme ni aunque se viera atacado por todo un ejército. En efecto, Yahvé es para él una defensa infranqueable. Al término "defensa" le siguen varios otros, que indican el templo, la casa del Señor, palacio, cabaña y tienda'. Adviértanse las dos últimas denominaciones, que sustituyen el edificio de piedra por morada móvil y provisional del éxodo. Efectivamente, en la segunda parte (vv. 7-13) el orante pide al Señor que le guíe "por el camino recto". Los grandes temas de la historia de Israel son trasladados al creyente, que se sitúa en estado de éxodo. En cuanto a los adversarios, mendaces y perjuros, no son ya comparados a un ejército en formación de combate, sino a una banda que tiende emboscadas (sóreray, v. 11). Otra transformación: a los salteadores de los vv. 2-3 corresponden el padre y la madre que descuidan el cumplimiento de sus deberes (v. 10). El bueno no vale más que el malo cuando traiciona su propia naturaleza.

Las dos partes del salmo forman, por lo tanto, dos cuadros simétricos, que manifiestan así una evidente unidad. Dios, paradójicamente, pone al mismo tiempo a sus fieles al resguardo y al descubierto (v. 4: el palacio; v. 13: la tierra de los vivientes). El vínculo que concilia estos dos símbolos opuestos es el templo, que a los ojos de la fe sigue siendo la tienda del éxodo. Ir al templo, al espacio de Dios, significa ser enviado al espacio del hombre, al camino del éxodo, con Dios y hacia Dios.

e) Lectura cristiana. El cristiano ya no tiene necesidad de buscar la casa del Señor fuera de sí mismo. Su cuerpo, juntamente con la Iglesia, es templo de Dios (1 Cor 7,19). El salmo enseña al creyente en primer lugar a mantenerse en un justo equilibrio entre la contemplación y la acción, entre saborear la dulzura de Dios (v. 4) y avanzar por un camino recto (v. 11). Dios invita a la acción (In 15,2; Ef 2,10; Flp 1,11).

3. EL SALMO 30 - a) Género literario. El salmo 30 pertenece al género literario del agradecimiento o de la acción de gracias individual. Su estructura es sencilla y clara. El versículo 1 contiene el título, ciertamente no auténtico. En los vv. 2-4 el salmista se anima a sí mismo a alabar al Señor. Los vv. 5-6 invitan a la asamblea a unir su voz a la del salmista. Los vv. 7-13 desarrollan varios motivos de acción de gracias. El v. 3 hace suponer que el peligro ya conjurado ha consistido en una enfermedad mortal.

b) Sistema del texto y movimiento del pensamiento. El salmo choca desde el principio por el modo en que multiplica los términos antitéticos. Todo par de conceptos opuestos consta de un polo disfórico y de un polo eufórico. El salmista, para decir que ha sido salvado, aplica una lista de términos negativos, anulados o sustituidos por sus contrarios positivos: bajada a la tumba/ resucitar; cólera de un instante/bondad de toda la vida; llanto de la tarde/alegría de la mañana; abismos/monte; lamento/danza; saco/vestido de alegría.

La enfermedad ha sido una bajada al seol. Tumba, cólera, llanto, tarde, lamento y saco componen el paisaje físico y espiritual de esta condena. Por el contrario, la curación es una ascensión desde el seol, celebrada al surgir el alba con danzas y gritos de alegría. El poeta habla en símbolos. Evoca a Dios a través de la percepción que tiene del mundo. Tales correspondencias entre realidad cósmica y realidad espiritual son universales, porque corresponden a la necesidad innata de encontrar la continuidad de lo real. En realidad, el universo no es verdaderamente él mismo más que cuando todas las cosas se convierten en reflejos e imágenes.

El movimiento del salmo es, en consecuencia, el siguiente: la vida humana sabe de alternancias extremas entre sufrimiento y alegría. Lejos de constituir la señal de un destino caprichoso e incontrolado, se insertan en el cuadro de un diseño concertado, coherente y positivo. Sin embargo, sólo una vez superada la crisis, lo que tiene la vida de negativo vuelve a revelar su valor y sentido propios.

c) Lectura cristiana. Cristo tomó sobre sí la vida humana con sus antítesis más agudas: alegría exultante y tristeza mortal. De manera semejante superó y reconcilió la muerte y la vida en el misterio único de la resurrección. No hay estado de conciencia o físico que no pueda ser vivido en Cristo. En último término, vienen en nuestra ayuda las palabras de san Pablo: "Pues el peso momentáneo de nuestras tribulaciones produce, sobre toda medida, un peso eterno de gloria para los que no miramos las cosas que se ven, sino las que no se ven, pues las visibles son temporales, las invisibles eternas" (2 Cor 4,17s). Las vicisitudes de la existencia están destinadas a ser sustituidas por el reposo sin fin de la eternidad (Heb 3,17-18). La eternidad rescata al tiempo en todos sus momentos felices e infelices.

4. EL SALMO 39 - a) Género literario. Este salmo pertenece al género literario de la súplica individual. Merece especial atención la meditación a la que se dedica el salmista en los dos primerosversículos (2-4). No es una oracton, sino un monólogo interior, que da cuenta del drama espiritual objetivado en el salmo. La situación del orante se transparenta en un claroscuro típico de la oración de los salmos. Esta, para poder adaptarse al mayor número posible de personas, debe mantenerse en los límites de lo común y de lo habitual. El salmista se encuentra bajo los golpes de una gran desventura (v. 11). Indudablemente se trata de una enfermedad. De aquí las reflexiones en torno a la fragilidad humana. Al tormento de la enfermedad se añade la burla de parte de los impíos (v. 2).

b) Sistema del texto y movimiento del pensamiento. Este salmo tiene como punto de partida lo más íntimo de la conciencia: la permanencia del impío es un escándalo. El justo explota como fuego. El corazón siempre va por delante de la lengua. En primer lugar, es preciso conocer: "Hazme saber" (v. 5). Luego, aparece el vocabulario de la duración: fin - días (dos veces) - medida. El lamento se eleva por encima de sus causas inmediatas para llegar a una consideración general sobre el destino humano. Las desventuras sufridas hacen que se ponga en tela de juicio la misma validez de la existencia. No deja de haber motivos de esperanza: "Y ahora, ¡qué puedo yo esperar!' (v. 8). La esperanza se dirige a Dios. Dios podría ser el último recurso del que sufre. Efectivamente, el orante toma conciencia de que sus males hacen que en último análisis entre en juego la responsabilidad de Dios mismo: "Eres tú el que actúas" (v. 10). Por ello es inútil tomarla con el impío. El espectáculo intolerable para el hombre no es el impío, sino Dios (cf v. 2: "Mientras esté el impío ante mí", con el versículo 6: "Y mi duración en tu presencia es una nada"). Con el versículo 11 entra en escena la problemática típica del libro de Job y del Eclesiastés. "Déjame para que yo pueda respirar un poco" (Job 10,20, blg, alegrarse, tomar un suspiro de alivio, verbo raro que aparece también en el salmo 39,14). "Comprendo que no hay para ellos otra felicidad sino gozar y procurarse el bienestar durante su vida" (Ecl 3,12). La presencia de Dios tiene un aspecto todavía más insoportable que la del impío, si bien lo pensamos. El orante del salmo 39 implora, al igual que Job y el Eclesiastés, que se le concedan el espacio y la duración de un poco de felicidadmodestamente humana. ¿Es esto quizá pedir demasiado? ¿O significa pedir demasiado poco? Para quien ha comprendido la infinidad de Dios y de su gracia. ¿no es quizá más posible disfrutar en paz de las alegrías sencillas y humildes del hombre medio?

e) Lectura cristiana. San Pablo no predicó, por ejemplo, la austeridad, sino la mortificación, que es algo muy distinto. Fornicación, impureza, malas pasiones..., cólera, ira, malicia, etc. (cf Col 3,5-9; Ef 5,3ss), son defectos enormes que han de ser mortificados. Por lo demás, siempre hay lugar para la alegría humana. Pero ésta no es un espacio concedido, tolerado, marginal. La alegría es vivida en el Señor, igual que la cruz (2 Cor 6,8-10; Col 3,17). El cristiano es un ser esencialmente gozoso, incluso en la prueba (Gál 5,22; Rom 14,17; 1 Tes 1,6s).

5. Et. SALMO 77 - a) Género literario. Este salmo suele clasificarse según dos géneros diversos. La primera parte (vv. 1-10 u 11) contiene una súplica individual. La segunda (vv. 12-21) presenta rasgos característicos del himno. A decir verdad, esta dualidad de géneros está exigida por la evolución espiritual del que reza. El orante, una vez que ha llegado al fondo de su crisis, consigue recuperarse y elevarse a la confianza más firme y prorrumpir en un canto de alegría y de alabanza. El análisis formal nos permite hacer una precisión todavía más exacta. El cambio tiene lugar cuando el salmo pasa de la primera persona del monólogo a la segunda del diálogo (cf v. 12). El salmista ha roto el cerco de su aislamiento por medio de la oración, que se orienta directamente al Señor.

b) Sistema del texto y movimiento del pensamiento. La forma de actuar del salmista pasa de la exteriorización tumultuosa (gritos elevados al Señor, v. 1 - manos tendidas, v. 3) a la meditación silenciosa (alma perturbada, v. 3 - corazón - espíritu. vv. 4.6). Consigue huir de la angustia mediante el recuerdo (vv. 4,7), remitiéndose al pasado (v. 6), que debería garantizar el futuro (vv. 8-9). En realidad, el orante sólo encuentra verdaderamente la paz cuando materializa sus reflexiones con consideraciones concretas. En el punto de intersección de las dos partes del salmo (vv. 9-10) se sitúan los grandes atributos de Dios, que son el origen de sus intervenciones salvíficas: la bondad (hesed) —el conceder gracias—, la misericordia (vv. 9-10). Los sentimientos de Dios se exteriorizan en la historia. Después de las cualidades del corazón aparecen, por así decirlo, su diestra (v. 11) y su brazo (v. 16). Si la salvación está para el hombre en el recuerdo y en la meditación, para Dios —no lo olvidemos— está en el obrar y en el salvar (v. 20). En realidad, la diestra del Señor se "concretiza" en la siguiente secuencia: gestas de Yahvé /tus maravillas (v. 12) - tus obras/tus gestas (v. 13) - tu camino (v. 14). De esta forma los tiempos antiguos y el futuro más lejano adquieren un contenido que viene a ser ulteriormente precisado con una referencia a los acontecimientos de la cosmogonía (pasado) y con la afirmación de una confianza absoluta en el Dios que guía (hacia el futuro): "Con tu brazo a tu pueblo readmite" (v. 16) - "Viéronte, oh Dios, las aguas; las aguas te vieron, temblaron" (v. 17) - "Tu camino se abrió a través del mar" (v. 20) - "Guiaste... a tu pueblo" (v. 21). Estas son las puntualizaciones sucesivas: ternura/diestra = gestas - maravillas - obras= creación - éxodo.

Los sentimientos más íntimos impelen a Dios a actuar fuera de sí mismo en el cosmos y en la historia. Por lo demás, el cosmos y la historia intercambian sus simbolismos. Las aguas del abismo, símbolo de oposición y de desorganización, se mezclan con las aguas del mar Rojo.

El salmista ha encontrado paz y seguridad. Ha superado la crisis con la meditación. Pero un descubrimiento importante le acompaña de aquí en adelante: el camino del Señor pasa a través del mar, y la salvación es una lucha y una confrontación. Los pasos del Señor sólo dejan huellas (v. 20). Es preciso aplicar toda la lucidez de la fe para discernirlas. En definitiva, el mensaje del salmo consiste en el conocimiento de Dios a través de sus actos y mediante la lectura del pasado y del presente.

c) Lectura cristiana. La obra del Padre, que demuestra a la humanidad su bondad y su ternura, es la encarnación del Hijo, primogénito de toda la creación, en el que todo hombre encuentra el don de la adopción filial. De todas formas, la salvación sigue siendo el objeto de la fe: "Mas la esperanza que se ve no es esperanza..., pero si esperamos lo que no vemos, en paciencia lo aguardamos" (Rom 8,24s). El camino del creyente lleva a la gloria sólo a través de la tribulación (He 14,22). Pero también aquí el pasado es garantía del porvenir: "El que aun a su propio hijo no perdonó..., ¿cómo no nos dará gratuitamente con él todas las cosas?" (Rom 8,32).

6. EL SALMO 90 - a) Género literario. Los exegetas clasifican el salmo 90 entre las súplicas del pueblo. Una comunidad se lamenta de sus sufrimientos comunes: "Ten piedad de tus siervos... Danos alegría por los días en que nos afligiste, por los años en que conocimos desgracia" (vv. 13.15). Sin embargo, las circunstancias del momento pasan a segundo plano para dejar sitio a consideraciones generales de tipo sapiencial sobre el destino humano. La meditación, tomando como punto de partida la realidad vivida, asume un tono hasta cierto punto filosófico.

b) Sistema del texto y movimiento del pensamiento. Al comienzo, son los aspectos temporales los que atraen toda la atención. Por un lado, la eternidad de Dios (v. 2); por otro, la fragilidad de la vida humana (v. 10). Observamos los términos que expresan la temporalidad organizándose en sistemas o paradigmas: mil años a tus ojos/un día; nuestros años, nuestros días/sueño —hierba— desventura; todos los días/alegría+canto; tus días de castigo, nuestros días de desventura/cambiados en días de alegría.

Dios está por encima del tiempo. El hombre, por su parte, se disuelve en la nada igual que las hierbas de los campos; además, la mayor parte de su vida transcurre en el dolor y en la aflicción. El salmista no aspira, ciertamente, a hacer retroceder las fronteras de su fragilidad. Pero quiere que al menos el espacio y el tiempo que se le ha concedido estén llenos de alegría y de cánticos o, más modestamente aún, que la balanza de la desventura esté equilibrada con la de la felicidad. En este caso valdrá la pena vivir y trabajar, porque la bondad del Señor confirmará la obra de sus manos (v. 17).

El texto juega constantemente en dos líneas de magnitud, que son el ciclo de los años y el ciclo de los días. Todo ello demuestra la vanidad del hombre en las partículas del tiempo que son los días. El versículo 14 se refiere al uso litúrgico de la oración de la mañana (cf Sal 30,6). Por lo demás, es significativo queel binomio mañana-tarde (vv. 4-6) se vea interrumpido de ahora en adelante por un día sin tarde: "Sácianos por la mañana con tu gracia, exultaremos y gozaremos por todos nuestros días" (v. 14).

Con el hilo conductor del tiempo que nos ha servido para organizar nuestra lectura enlazan algunos otros sistemas de menor importancia. Ante todo, el sistema del espacio. Dios se acerca progresivamente al universo humano: montes (v. 2) - tierra - mundo - polvo (v. 3). Advertimos luego una mutua conversión del hombre a Dios y de Dios al hombre: "Volved, hijos del hombre" (v. 3); "Vuelve, oh Yahvé. ¿Hasta cuándo?" (v. 13).

Para el hombre, se trata de tomar conciencia de la propia condición de criatura en una actitud de sabiduría (v. 12). Para Dios se trata de pasar de la cólera a la misericordia y de aceptar a su criatura como siervo. Efectivamente, los versículos 7-11 se encuentran aún bajo el signo de la cólera, mientras que los vv. 14-17 anuncian la misericordia.

El último término de este salmo es la palabra "bondad" (v. 17, más precisamente "dulzura", noam), que en hebreo lleva implícita una connotación estética de belleza y de gracia. Que se conceda al hombre saborear la belleza, que llena de luz el corazón. I.a dulzura del Señor se convierte en una teofanía.

Resumiendo, el salmo 90 es una reflexión sobre el modo de contar los días propios con el mayor equilibrio posible. Ni miedo ni evasión. De por sí, el hombre se reduce a pura precariedad. Su vida, envuelta en la presencia del Señor, se ilumina de prodigios suficientes para mantenerla en el estupor.

c) Lectura cristiana. Emplearemos otra vez, para la actualización, el comentario de Alonso Schökel. La condición cristiana no ha modificado los datos biológicos de la vida; sin embargo, Cristo, al asumir la temporalidad humana, hizo saltar por los aires su finitud. Con su resurrección inauguró la vida nueva, que es la plenitud sin fin. También nuestras obras perecederas participan de la resurrección y mantienen su validez para siempre (cf Col 3,1-4).

IV. Conclusión

Los salmos se compusieron a lo largo de un período de más de setecientos años. No podemos esperar, por tanto, que, reunidos bajo un común denominador, se presten a una lectura histórica y teológica uniforme. Por ello hemos intentado aplicar un método más cercano a las ciencias del hombre y a la literatura. Las disz:iplinas históricas nos precisan los acontecimientos y los ambientes culturales que se encuentran en el origen de los salmos (bajo este aspecto podemos decir que están algo envejecidos); la lectura estructural nos hace participar de una experiencia poética. En otros términos, se trata de ver cómo cada salmo se organiza progresivamente. Una vez descubierto su dinamismo, el orante moderno puede volver a recorrer una idéntica trayectoria espiritual.

En su espíritu se traducen sus intuiciones en palabras y se armonizan con los términos pronunciados. La oración de los salmos no es ya una mera recitación, sino un "asentimiento", una ratificación hecha con los labios y con el corazón de todo lo que el Espíritu ha hecho decir a Israel y a la Iglesia.

R. Lack

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