FEMINISMO
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SUMARIO: I. Aspectos históricos: 1. La demanda de paridad en los derechos civiles y políticos; 2. El feminismo de tipo radical-socialista en el s. XIX: a) En Inglaterra, b) En Estados Unidos, c) En Francia, d) En Italia, e) En España; 3. Contra la explotación de la mujer. Demanda de paridad de instrucción; 4. El sufragio universal; 5. Consecuencias de las dos guerras mundiales del s. XX; 6. El feminismo contemporáneo y sus raíces: a) Contra el "machismo", b) Contra la realidad-mujer "tradicional", c) Las raíces; 7. El significado humano de la protesta femenina; 8. Crisis actual del feminismo - II. Valoración final a la luz del evangelio.


I. Aspectos históricos

El movimiento feminista no es en modo alguno una manifestación peculiar de nuestro tiempo ni de tiempos recientes, sino que tiene sus raíces profundas en la sociedad del s. xvIII, sobre todo hacia finales del mismo en Francia.

1. LA DEMANDA DE PARIDAD EN LOS DERECHOS CIVILES Y POLITICOS - El movimiento iluminista había estimulado a la sociedad femenina francesa a considerar la injusticia del trato que se daba a la mujer con respecto al hombre, ya en el ámbito de la legislación, ya en el de las costumbres. Una escritora, Olympe de Gouges, autora de una novela titulada Le prince philosophe, editada en 1789 e inspirada en esta temática, fundó dos clubes femeninos, en los cuales se debatían los argumentos relativos a la situación de las mujeres en la sociedad de su tiempo. La fundación de clubes femeninos no era una novedad a finales del s. xvIII, sobre todo en Francia; eran famosísimos algunos "salones", en los cuales las mujeres de la aristocracia o de la alta burguesía intelectual recibían a amigas y amigos para hablar de diversos argumentos, sobre todo de literatura y filosofía; algunas de ellas eran grandes escritoras, como Madame de Sévigné; otras tuvieron una cierta influencia política; baste recordar, por ejemplo, a Josefina Beauharnais (la primera mujer de Napoleón); pero se trataba de círculos "de moda", en los cuales la situación de la mujer era particularmente prestigiosa, mas donde, pese a agitarse opiniones y críticas sobre los acontecimientos culturales del tiempo o sobre la conducta política de los hombres más representativos, no obstante, se consideraba la posición de la mujer perfectamente "integrada en el sistema", como diríamos hoy, partícipe de las convicciones de la sociedad de su tiempo y satisfecha con su propio prestigio o su fascinación personal, independientemente de la consideración de una posible "paridad" de derechos civiles y políticos, como pretendían las participantes del club de Olympe de Gouges.

Estas debatían críticamente los argumentos relativos a la posición de la mujer en la sociedad de su tiempo, aplicando con lógica inflexible a fa "mitad femenina del género humano" los principios iluministas y revolucionarios. Tras largas discusiones, se llegó a la etaboración de un documento, considerado como el primer documento "feminista" francés, presentado, bajo el título de Declaración de los derechos de la mujer ("Déclaration des droits de la femme"), en 1791 a la Constituyente, que lo discutió con el apoyo de algunos de los más destacados intelectuales que participaban en la asamblea, de la que saldría después el nuevo ordenamiento de la Francia .revolucionaria. Olympe de Gouges al principio recibió también apoyo del movimiento político que siguió a la Constituyente; pero cuando el rey Luis XVI fue guillotinado en 1793, Robespierre no le perdonó el haber expresado juicios negativos sobre el particular; probablemente fue éste el pretexto para desencadenar una ofensiva de tipo reaccionario contra el naciente movimiento feminista, que, sin embargo, seguía perfectamente los principios inspiradores de la Revolución francesa; Olympe de Gouges fue guillotinada el mismo año. La fecha del 4 de noviembre de 1793 marca la primera etapa de la represión por parte de gobernantes que se definían como "democráticos" (el feminismo, durante la revolución, no fue combatido por gobernantes no revolucionarios, probablemente porque los problemas de este grupo político eran enormemente más dramáticos). El episodio es interesante para el historiador que sigue con atención el desarrollo de movimientos "innovadores" en general, y en particular de éste, ya que indica cuán difícil es el camino de la "democracia" cuando, para ser coherente, implica también que se tenga en cuenta el cambio de las tradicionales relaciones entre hombre y mujer, poniendo así en peligro (según una interpretación sin duda errada) lo que comúnmente se entiende por prestigio del hombre.

Contemporáneo al movimiento francés y a pesar de su dramático fracaso, el feminismo inglés había llegado asimismo a una Reivindicación de los derechos de la mujer, publicada por Mary Wollstonecraft en 1792 ("Vindication of the rights of Women"), que fue posteriormente considerado en todos los países de lengua inglesa como la "biblia" del movimiento feminista. También en Alemania, en 1792, había aparecido un escrito de Theodor Gottlieb von Hippel con el título de El mejoramiento civil de las mujeres ("Über die bürgerlische Verbesserung der Weiber"), cuyo interés deriva de dos motivos de cierto valor: ante todo, se trata de un escritor hombre, que, en segundo lugar, era un personaje importante en el campo administrativo, puesto que Hippel había sido director de la policía y sucesivamente burgomaestre, sacando de su experiencia directa las reflexiones sobre la necesidad de modificar el "status" civil y jurídico de la mujer en Alemania.

No debe, por otra parte, olvidarse que en la formulación de la Constitución de los Estados Unidos de América las mujeres habían intentado hacerse presentes para que no se elaborara ley alguna sin su intervención. Abigail Adams, esposa de uno de los "padres" de la Constitución americana, escribía en 1776 a su marido: "Nosotras las mujeres no nos consideramos obligadas a seguir ninguna ley que haya sido votada sin nosotras o sin haber oído nuestro parecer". Era un período en que la construcción del Estado americano había contado, en la práctica, con una imponente aportación concreta de las mujeres, compañeras de conquistas y de trabajo; pero no se las consideraba de igual manera cuando de la colaboración práctica había que pasar al reconocimiento de una situación de derecho que permitiese a la mujer ser civil y jurídicamente igual al hombre.

2. EL FEMINISMO DE TIPO RADICAL-SOCIALISTA DEL S. XIX - La Revolución francesa y la sacudida que ella produjo en Europa, la larga tensión política y bélica del período napoleónico marcan un período de intervalo en la cuestión de los derechos de la mujer; ni siquiera el código napoleónico, con sus grandes innovaciones, que hacen de él incluso en nuestros días el gozne del derecho de todo Estado, daba pie para poder pensar en cambiar las relaciones de dominio-sumisión que han caracterizado durante muchos siglos la relación hombre-mujer.

Cuando Europa pudo gozar de mayor tranquilidad, en torno a los años cuarenta del s. xx, la cuestión femenina comenzó de nuevo a agitar las mentes más ilustres y a replantearse como motivo de realización de aquella "justicia" que el iluminismo primero y la Revolución francesa después habían estimado indispensables para el mejoramiento de la humanidad.

a) En Inglaterra. En 1825 publicaba William Thompson la Apelación de la mitad del género humano, las mujeres, contra la pretensión de la otra mitad,los hombres, de mantenerlas en su esclavitud política, civil y doméstica, en respuesta a un anterior Ensayo sobre el gobierno, de James Mili (1820), en el cual se proponía una vasta ampliación del sufragio electoral, pero que excluía a las mujeres de toda forma de participación política y, sobre todo, del voto. Thompson entra en ese movimiento del pensamiento definido como "philosophic radicals", que había aplicado los principios de la metodología utilitarista a la interpretación de los fenómenos sociales, sin excluir la cuestión femenina. En efecto, el feminismo en aquel período estaba recobrando cierto interés en Gran Bretaña, después de un período de olvido real del escrito de Mary Wollstonecraft (1792) y después de que en la evolución social determinada por los acontecimientos y en la afirmación de la "midle class" y de su estilo de vida se verificara una verdadera regresión en la posición de relativa "paridad" e independencia de que en los siglos precedentes había gozado la mujer como auxiliar del hombre en actividades laborales, artesanales y comerciales, aunque ejercidas a escala reducida. El desarrollo preindustrial, ya entonces orientado a que predominase la burguesía en todos los campos, había empezado a suscitar el tema de la "separación de los roles" masculino y femenino, sentando las bases del profundo malestar relacional entre ambos sexos, característico del s. xix y que se agudizaría en el xx, hasta alcanzar las actuales expresiones radicales y extremistas. El rol masculino se supervaloraba, a la vez que el femenino era reducido al descrédito; en las clases más elevadas, por otra parte, la mujer era considerada, según la definición dada en 1899 por T. Veblen, el "primer producto de desecho del nuevo sistema económico" y "el mero símbolo del poder consumista masculino". Es, pues, comprensible que el movimiento feminista recobrara vigor y reaccionara contra la progresiva reducción de la mujer a la marginación, hábilmente enmascarada de respeto y de idealización en las clases sociales más elevadas y realmente desprovista de todo poder no sólo en el ámbito civil, sino también en el familiar.

Thompson denunció la instrumentalización de la esclavitud política, social y doméstica de la mujer dentro del sistema capitalista, iniciando un tipo de análisis sociológico, que en sus primeros tiempos topó con dificultades y frecuentes desdenes, pero que más tarde fue aceptado, porque ponía de manifiesto el origen de algunas deformaciones de las relaciones entre diversos grupos sociales y las consecuencias negativas que de ello se derivaban. Como inspiradora y colaboradora tuvo a Ana Wheeler, que, originaria de una rica y poderosa familia irlandesa, rechazando su condición social en favor de una mayor independencia y libertad de acción, trabajó incansablemente por la difusión del feminismo. Con ella se inició un giro importante del feminismo, primero inglés y luego europeo, puesto que se patentizaba que la "paridad de los derechos" no daría a la mujer felicidad si no se presentaba un programa que superara el límite iluminista de la afirmación sobre la teórica identidad valorativa de los dos sexos y no se comprendía el significado de la "cooperación" social, liberando a la mujer de su "estúpida y servil sumisión al hombre", con la cual secundaba todas las tendencias egoisticas del varón y se hacia ignorante, apática e indiferente frente al bien social, preocupada únicamente por el bienestar personal. Para combatir esta situación, Ana Wheeler insistía en la necesidad de dar a la mujer instrucción, ya que "saber es poder", y, al impedirse que la mujer tuviera acceso a los estudios, el hombre conservaba intacto su poder sobre ella y sobre la sociedad. A estas afirmaciones de Ana Wheeler, Thompson añadía una aserción que hoy es del máximo interés en las famosas discusiones sobre las relaciones entre "naturaleza y cultura": la tendencia al dominio no es en absoluto una ley inmutable de la naturaleza humana; es un fenómeno que se verifica históricamente; en consecuencia, se puede modificar. De aquí su llamamiento a las mujeres a rebelarse contra un estado de cosas del que también ellas eran en gran parte responsables, al menos por aceptarlo pasivamente.

Conviene subrayar que la Apelación de Thompson fue prácticamente ignorada, no sólo por la prensa ortodoxa, sino también por la radical; fue discutida tan sólo en algunos círculos, y después de la primera edición, de 1825, cayó prácticamente en el olvido. Tuvieron que pasar nada menos que ciento cuarenta y cinco años (estamos en 1970) para que se la considerase digna de ser tenida en cuenta y fuera publicada en reimpresión anastática a cargo de los movimientos feministas americanos.

b) En Estados Unidos. El principio de "cooperación", sostenido por Wheeler y por Thompson, se insertaba en el ámbito del naciente movimiento cooperativista americano, dado a conocer en Inglaterra por R. Owen, y en el cual se había distinguido la feminista americana Frances Wright. En estos movimientos es dificil hacer (como a menudo se intenta hoy) una distinción entre socialismo y feminismo, lo mismo que entre iluminismo y feminismo (de un siglo antes); se trata de movimientos que denunciaron una serie de desigualdades y de injusticias "sociales" y "políticas", entre las que se incluía también la condición de la mujer, y no sólo de la mujer, porque las clases sociales más pobres, en el s. xlx. y los grupos sociales más indefensos (como los niños, los ancianos y los enfermos). en el s. xix. hubieron de sufrir las duras consecuencias de algunas teorías y, sobre todo, de la organización del primer capitalismo industrial, que no tuvo en cuenta las necesidades "humanas" del trabajo, y cuyo único móvil fue el principio del lucro. Al que vive en la segunda mitad del s. xx le es dificil imaginar las condiciones de vida de estos grupos sociales, a los que no se puede denominar en sentido estricto "marginados", pero sí definir como oprimidos, explotados y vejados incluso en las más elementales exigencias de supervivencia.

c) En Francia. Durante el mismo período histórico, en Francia, el movimiento feminista surge como expresión de la profunda decepción que produjo en las mujeres el fallido reconocimiento de sus derechos, solemnemente afirmados por los filósofos iluministas prerrevolucionarios, pero olvidados, de hecho, en la legislación de la Constituyente y, sobre todo, en el código napoleónico. El nombre de `feminismo" en sentido específico aparece aquí por primera vez en la historia de los movimientos femeninos, para designar un grupo particular de personas que persigue determinados fines; parece que está ligado a la figura de George Sand, escritora de novelas en que defiende la libertad del amor, la protesta contra la autoridad marital y contra la esclavitud de la mujer en el matrimonio. Pero G. Sand fue una intelectual pequeñoburguesa extravagante y exhibicionista, además de nerviosa e incapaz de salir de sus problemas personales; de ahí su feminismo más bien abstracto, falto de sensibilidad social y esencialmente literario, aparte de limitado a la esfera de las experiencias sexuales anticonformistas (piénsese en su relación con Chopin), con una visión muy limitada de lo que es de hecho la aspiración de la mujer del s. xx a un reconocimiento de su dignidad humana independientemente de las cuestiones sexuales.

d) En Italia. Una "revolucionaria" italiana, considerada como la más importante animadora del movimiento femenino italiano del s. Anna Marea Mozzoni, estima que la actitud de G. Sand, y en general de las "literatas", es de hecho más nociva que útil a la causa de las mujeres, pues se trata siempre de personas que se hallan en situación de privilegio y que, pudiendo 'prescindir de las reformas por razones personales, tienden a considerar "voluntaria" la condición de las otras y no se preocupan de combatir el privilegio, en el que han basado su prestigio personal.

Hablar de A. M. Mozzoni significa hablar de la Italia del posrisorgimento, de la Italia que, "tras hacer a Italia, debe ahora hacer a los italianos". Esta figura de mujer, casi ignorada por nuestra cultura contemporánea, tuvo notable importancia a la hora de incentivar las instancias sociales y políticas de la segunda mitad del s. xix. Como la mayor parte de las feministas de la época, era originaria de familia noble, por lo cual tuvo la posibilidad de acceder a los diversos ambientes, aportando la contribución de sus observaciones concretas sobre la condición de la mujer (de todas las clases sociales), traduciendo textos extranjeros y colaborando en revistas como "La Donna", dando conferencias en diversos círculos y organizando escuelas para la instrucción profesional y general femenina. El suyo fue un feminismo de tipo "radical", mazziniano en algunos aspectos, original en otros. Unas veces en colaboración, otras en contraste con otras personalidades relevantes de las actividades femeninas, dejó una impronta que sólo las circunstancias históricas y un particular embotamiento político del gobierno italiano de fines de siglo lograron borrar; actualmente se la recuerda no sólo en el campo feminista, sino también en la documentación histórica relativa a la época del posrisorgimento. Las demandas de la Mozzoni eran las mismas que las de los otros grupos feministas extranjeros.

e) En España. En España no parece que pueda hablarse durante el s. xix de un feminismo de corte radical-socialista como tónica general. Es cierto que hubo mujeres socialistas que destacaron incluso como sindicalistas de primera fila. Pero las reivindicaciones feministas vinieron por otro camino. Quizá los primeros en promover las iniciales reivindicaciones femeninas fueron los hombres. Sobre todo el P. Feijoo. En su Teatro crítico universal (1726) y en Cartas eruditas (1742) logró contestar, a base de sentido común y erudición, muchos de los absurdos argumentos esgrimidos contra la mujer.

Pero, quizá, el feminismo español del s. xix tiene lugar sobre todo desde la cultura. El s. xix presencia una importante floración literaria femenina. Mujeres como Concepción Arenal, Gertrudis Gómez de Avellaneda, Cecilia Bühl de Faber (Fernán Caballero) y Emilia Pardo Bazán, por citar sólo las más conocidas, lograron abrirse paso en un mundo que les negaba la igualdad en campos laborales, culturales y sociales (por supuesto, también en el político. Pero esta dificultad era demasiado fuerte). Estas escritoras fueron primero víctimas, después, y por ello mismo, conocedoras de la opresión y, por último, expositoras, denunciantes y luchadoras hasta encaramarse en lugares antes ocupados sólo por los hombres. Concepción Arenal será visitadora de prisiones de mujeres e inspectora de casas de corrección de mujeres. Emilia Pardo Bazán, si bien no llegó a la Real Academia por su condición de mujer, lograrla su cátedra en 1916, a la que acudía a pesar del boicot a que la sometieron.

3. CONTRA LA EXPLOTACIÓN DE LA MUJER. DEMANDA DE PARIDAD DE INSTRUCCIÓN - La atención de estos grupos se fija en las condiciones denigrantes, en la explotación de la mujer y de los niños en la industria y en el significado de una "toma de conciencia" por parte de la mujer así oprimida. En Inglaterra, John Stuart Mill, hijo de James Mill, publicó en 1869 una obra que lleva por titulo La esclavitud de las mujeres ("The subjection of Women"), en la cual el examen de las condiciones sociales y la teorización de las causas de malestar están siempre integrados por la referencia al movimiento feminista, que ya se estaba desarrollando desde hacía más de un decenio, en la perspectiva de una acción político-práctica. Se debe a J. S. Mill la difusión del conocimiento del movimiento feminista inglés, que tanto influjo tuvo, lo mismo en América del Norte que en América del Sur y en Europa: además, se difundieron las propuestas sobre la paridad práctica y no sólo teórica entre ambos sexos en el campo político, jurídico y retributivo del trabajo, con libre acceso a todas las carreras profesionales; propuestas que fueron llevadas primero por el mismo Mill al Parlamento inglés y luego por otros grupos políticos —acicateados por el feminismo— de otros Estados a sus relativos gobiernos.

Sin embargo, ni siquiera en los países nórdicos (Inglaterra, Alemania, Rusia, Suecia, Noruega) el feminismo, tendente a afirmar la igualdad de derechos entre los dos sexos, con la consiguiente paridad jurídica y política, tuvo más éxito que en Italia o España. Esta paridad, aunque teóricamente aceptada y sostenida, en realidad rara vez se lleva a la práctica, puesto que la relación entre hombre y mujer implica motivaciones emotivas que una legislación, incluso muy evolucionada, no puede hacer que prevalezcan sobre ciertos pesados residuos de antiguas "costumbres" o tradiciones que no nacen de motivos racionales, sino que hunden sus raíces en fenómenos psicológicos completamente irracionales. En consecuencia, durante cerca de medio siglo el problema de la sumisión de la mujer al hombre (y la consiguiente disparidad de trato frente a la ley) permaneció arrinconado y sólo se discutió en círculos restringidos de mujeres, preferentemente intelectuales, hacia las cuales, tanto el hombre come esa vasta porción de mujeres que, carente de sentido critico, aceptaba sin más la situación, o que por particulares circunstancias se hallaba en situación privilegiada, manifestaron con frecuencia sentimientos de desprecio, ironía! hirientes y una fuerte y organizada de Tensa en los diferentes ambientes socia les y políticos. No en vano han afirmad( varios observadores y críticos que, poi lo general, las más tenaces enemigas di las mujeres son las mismas mujeres esto depende probablemente de la ten dencia conservadora de la mujer en general, por estar habituada, desde hace miles de años, a no creerse capaz de de fenderse o de imponer sus propias opiniones y, sobre todo, por haber sido mantenida hasta comienzos del s. x en una condición de ignorancia y de analfabetismo que la hacía incapaz de operaciones mentales de tipo cultural y critico, así como de observaciones libres de prejuicios sobre la realidad socio-política.

El movimiento feminista de la segunda mitad del s. xix tuvo como finalidad la "paridad de educación"; con esto se pedía que la instrucción fuera impartida de igual manera tanto al hombre como a la mujer, sabiendo perfectamente cuánta importancia tiene en la gestión del poder la diferencia de información y de cultura; téngase presente que era considerado "normal" el analfabetismo femenino y que incluso en las clases sociales más elevadas se opinaba que a la mujer no le hacía ninguna falta una instrucción que fuera más allá de la escuela elemental; es más, parecía que la ignorancia y el desinterés por todo lo que es cultura, bajo el aspecto de lo social y político, constituía una gran virtud y ponía de relieve aquella "feminidad" que tanto gustaba al hombre. Se delineaba esa exaltación de la femineidad entendida como "dulzura", "fragilidad", "sumisión" e "ingenuidad", que todavía persiste en muchos ambientes, determinando la supervaloración de las virtudes "caseras", mal entendidas y peor interpretadas como virtudes en el ámbito de la gestión de la casa y de la familia, totalmente subordinada a la voluntad del hombre.

También la valoración "moral" del comportamiento femenino se resentía profundamente de ello —y sigue resintiéndose—, porque se confundió la libertad en el pensar y obrar con la libertad licenciosa en el campo sexual. Todo esto hizo también extremamente difícil la actualización de las leyes que, en determinado momento histórico, obligaron finalmente a todos los ciudadanos, comprendidas las mujeres, a instruirse; incluso hoy muchas familias se niegan a hacer que sus hijas frecuenten la escuela media obligatoria.

-Otro motivo grave de resistencia en los estratos populares dependía del bajísimo nivel de renta familiar y, sobre todo, de la extendidisima miseria que pesaba sobre cada uno de los miembros de las familias numerosas, exigiendo que se enrolaran muy pronto en el trabajo. La discriminación entre nivel de instrucción masculina y femenina es aún evidente después de sesenta-setenta años de instrucción obligatoria x para todos los ciudadanos. Los datos estadisticos que muestran esta situación (puestos de relieve sobre todo con ocasión del "año internacional de la mujer" en 1975) indican con cuánta agudeza advirtieron la realidad las primeras feministas y con qué obstinación resistió la tradición a sus exigencias.

4. EL SUFRAGIO UNIVERSAL - Cerrado el período del risorgimento y abierto el de las reivindicaciones obreras en el campo de la industria bajo el impulso de los movimientos políticos de izquierda, el feminismo volvió a cobrar fuerza, proponiéndose, empero, una finalidad diversa de la de la instrucción (meta alcanzada al menos a nivel legislativo): la del sufragio universal, que comprendiera también a las mujeres. Emmeline Goulden Pankhurst, miembro del Comité de Manchester para el voto a las mujeres, fundó en 1903 la WSPU (Unión Social y Política de las Mujeres), que tenía como objetivo la conquista del sufragio. Organizadas de diversos modos en los diferentes países, las "sufragistas" se batieron con energía y a veces con violencia, usando incluso como medio de protesta la huelga de hambre para minar la resistencia del mundo masculino. Las sufragistas fueron a veces ingenuas y ridículas en su comportamiento; pero la causa por la que se batían era la consecución de un hecho de justicia efectiva y de superación de unas discriminaciones que podríamos definir de tipo "racista" si se miran a la luz de la objetividad histórica. El término "emancipación", usado por las asociaciones feministas, en su significado jurídico indicaba la consecución, por parte de la mujer, de la capacidad de realizar algunos actos que anteriormente desempeñaban por ella su progenitor, su tutor o su marido, manteniéndola en la condición de "menor"; se trataba, pues, de responsabilizar a la mujer, liberándola de la sujeción al padre o a la patria potestad ejercida por otros sobre ella. Pero aunque, según la ley, la mujer al cumplir los veintiún años se convertía en mayor de edad (con la salvedad de seguir siempre sometida a la autoridad marital), el hecho de impedirle el derecho de votar seguía manteniéndola en una situación de sujeción, al estar siempre formuladas las leyes por parlamentarios masculinos, los cuales, a su vez, eran elegidos por ciudadanos del sexo masculino. Más de la mitad de la población activa y mayor de edad no tenía posibilidad de expresar su voluntad política ni de hacer sentir el peso de determinadas problemáticas, que, por otra parte, influían —y a veces onerosamente— en la vida social.

El movimiento de las sufragistas fue muy activo en Inglaterra, alcanzando momentos dramáticos: la Pankhurst fue varias veces encarcelada, pero en 1918 tuvo la satisfacción de conseguir la meta que se había propuesto; en Alemania ejerció gran influjo sobre la opinión pública Rosa Luxemburg, que sacó adelante la petición de paridad en el voto, en la instrucción y en el trabajo. En los Estados Unidos de América surgieron dos grandes asociaciones que, veinte años después, se agruparon en la Nacional American Women Suffrage, que obtuvo considerables éxitos.

En Italia la lucha por el voto para las mujeres fue muy larga. En la historia del derecho al voto hubo etapas diversas: hasta 1912 tenían derecho al voto sólo los ciudadanos que pagaban impuestos superiores a una cifra que entonces correspondía a rentas de alto nivel. Esto daba lugar a que muchas leyes no tuviesen en cuenta los problemas de la mayor parte de los ciudadanos poco pudientes o pobres. En 1912 se otorgó el voto a todos los ciudadanos varones. Las mujeres tuvieron que esperar hasta 1945, cuando la necesidad de reconstruir la vida política italiana y de decidir qué ordenamiento darle (republicano o monárquico) indujo a considerar como extremadamente importante para las partes en juego la aportación del sufragio femenino. En efecto, en el referéndum de 1946 hubo una altísima participación de mujeres, que por primera vez experimentaban la emoción y la responsabilidad de sus opciones políticas.

La historia de la concesión del voto a la mujer en España tiene tanta historia como casi en cualquier parte. Al menos para las mujeres cabeza de familia, esa historia existe desde 1877. Pero argumentos entonces especiosos no dejaron que prosperara la propuesta. Algunos opinaban que con el voto femenino entraría en la familia la discordia al poder enfrentarse dos personas con aspiración o ideas políticas distintas. Otros opinaban que la mujer votaría sin más lo que mandase el marido, y así éste gozaría del privilegio de votar dos veces. La concesión, o mejor, el reconocimiento del derecho de voto vino con la Constitución de 1931. Hubo, no obstante, sus dificultades, que no estaban siempre defendidas por la derecha. Muchos temían, y entre ellos mujeres feministas, que el tradicionalismo y la religiosidad imperante en la mujer pudiera dar una victoria arrolladora a la derecha. Se ponía entonces un dilema dificil: el deseo de lograr el reconocimiento de este derecho político chocaba con el miedo a que dicho reconocimiento llevase al Parlamento a personas que retrasarían indefinidamente otros muchos derechos que la izquierda y el liberalismo llevaban tiempo reclamando y que habían dado pruebas más esperanzadoras de que cumplirían. Lo cierto es que en la Constitución de 1931 se reconocía ese derecho de la mujer al voto político.

5. CONSECUENCIAS DE LAS DOS GUERRAS MUNDIALES DEL S. XX - Mientras tanto, la historia ponía a la sociedad europea primero, y a la mundial después, frente a gravísimos problemas; la primera guerra mundial privaba de la mano de obra masculina a todos los sectores del trabajo, y en particular a los de la industria; la paridad de hecho que el hombre le negaba a la mujer venía a realizarse a causa de la necesidad de hacer frente a la demanda de productos indispensables para la supervivencia de la población en guerra. La mujer entraba así por la fuerza de las cosas en todos los campos del trabajo y se ganaba el respeto de todos por su capacidad productiva. Pese a la marginación de la vida política y a la persistente y escasa consideración por los resultados de su trabajo, que se traducía en retribuciones siempre inferiores a las del hombre, de hecho le fue posible abandonar aquella imagen ficticia de mujer "dulce y suave", guardiana de las tradiciones domésticas, para afirmarse como "actividad" capaz de insertarse en cualquier trabajo con inteligencia y eficiencia.

El feminismo asumió entonces el cometido de valorizar estos hechos, demostrando que la mujer podía "de hecho", y por consiguiente también "de derecho", entrar en la vida productiva social en cualquier campo, con tal que se le diera la posibilidad de obtener una preparación profesional adecuada. Las conquistas logradas en la primera y en la segunda posguerra son muchísimas: al principio, las mujeres fueron aceptadas como obreras y empleadas, pero con salarios inferiores al del hombre, si bien en condiciones de paridad de trabajo y de rendimiento; luego, tuvieron acceso a determinadas profesiones, pero también aquí con restricciones y reservas, como, por ejemplo, en ciertos campos de la enseñanza, de la medicina o de la magistratura. No es cuestión de recordar las carreras "directivas" a las que todavía hoy sólo pocas y animosas mujeres logran tener acceso, aun teniendo sobre sus espaldas una carrera digna y activa. Pese a que en la segunda guerra mundial la mujer volvió masivamente a la producción en todos los campos y demostró en la Resistencia (en toda Europa) sus dotes de organización, .de tenacidad, de dedicación y de inteligencia, aun hoy la "costumbre", más que la ley, mantiene a la mujer en ocupaciones de segundo orden, siempre supeditada al hombre, y conserva un sentimiento de "defensa" contra aquellas mujeres que llegan a conseguir con su trabajo posiciones profesionales de cierto prestigio; la misma vida política ha visto declinar lentamente el número de las participantes y de las elegidas para los diversos parlamentos en los últimos decenios, después de un primer florecimiento participativo. Se observa, en general, un fenómeno regresivo, cuya interpretación no puede referirse sólo a la reciente crisis económica mundial y a sus relativas consecuencias.

Parece, más bien, que hay en la historia de la mujer un continuo alternarse de afirmaciones y de regresiones, muchas de ellas imputables a fenómenos de "resistencia" del mundo masculino, que, probablemente a nivel inconsciente, teme la adquisición de la paridad por parte de la mujer y que ello se resuelva en una competencia que le perjudique. Indudablemente hay fenómenos de escasa evolución por parte del hombre, anclado todavía en la opinión, completamente gratuita, pero consolidada por la historia, de su superioridad y de su derecho a detentar el poder en todas las parcelas de la vida social y sobre todo en la familia.

6. EL FEMINISMO CONTEMPORÁNEO Y SUS RAICES - Estos fenómenos "regresivos" han vuelto a desencadenar la protesta femenina y feminista en los últimos diez años más o menos. El feminismo más reciente conecta con la contestación juvenil de 1968 y de los años inmediatamente precedentes. Mientras se puede sintéticamente afirmar que el primer feminismo, el del s. xvm y comienzos del xIx. se desarrolla en torno a la temática general de la paridad de los sexos; mientras el segundo, que se desarrolla desde la segunda mitad del s. xix a la primera del s. xx. lucha por el derecho al voto y por la entrada paritaria en todas las profesiones, el tercer feminismo, que se ha manifestado en los últimos quince años aproximadamente, propone temáticas que se podrían definir como "demoledoras", poniendo al desnudo una profunda insatisfacción "personal" de la mujer. Se pone en discusión la relación hombre-mujer en su esencia profunda, en la dimensión y en la "cualidad" que la caracterizan en el ámbito familiar y social. La mujer ha alcanzado prácticamente, al menos a nivel legislativo, muchos éxitos y reconocimientos; pero se siente "esclava" del hombre como macho. Su protesta va contra el dominio masculino a nivel estrictamente personal y encara sin contemplaciones el problema de la familia y de las relaciones intrafamiliares; prosiguiendo en su protesta, reivindica más tarde el derecho a una sexualidad "libre"; pero no en el sentido del libertinaje tradicionalmente entendido, sino en el sentido de una autonomía de opciones en las relaciones de amor, en la "gestión del cuerpo", hasta la exaltación de la libertad de abortar, de usar indiscriminadamente la anticoncepción, de difundirla en todos los estratos sociales y, como alternativa a la relación amorosa heterosexual, de ser autorizada a vivir en la relación homosexual las experiencias emotivas y afectivas que faltan en la relación con el macho. Todas estas propuestas se han traducido en demanda de leyes de "liberalización" en el ámbito de la homosexualidad, de la anticoncepción y, sobre todo, del aborto.

Este último feminismo más avanzado, compartido también por grupos más moderados, es de difícil evaluación, porque implica el rechazo de valores "morales", al menos en el sentido comúnmente entendido del término, que no aparecían contestados en los anteriores movimientos. Por eso conviene examinarlo con ojo crítico, desapasionado, y atendiendo a su significado de protesta, para captar los aspectos positivos que se esconden bajo su dura corteza de tema contestatario y violento, y para distinguirlo de la transitoriedad característica de las situaciones de crisis y de rebelión.

La literatura feminista es hoy muy abundante y rica en matices de todo tipo; va desde el simple ciclostilado, que resume las conclusiones de un grupo aislado, hasta la auténtica literatura de base científica y reflexivamente critica.

a) Contra el "machismo". El aspecto más evidente de la protesta es la lucha contra la "prepotencia" del macho, contra el "machismo", característico de la cultura occidental. Las aportaciones de la psicología, y principalmente del psicoanálisis, mediante los cuales se ha llegado a comprender los motivos por los que, desde hace varios siglos, el hombre occidental viene manteniendo a la mujer en una condición de inferioridad, objetivamente demostrable (bastaría para ello el simple examen de las legislaciones de los distintos Estados, en algunos de los cuales aún no se ha concedido el derecho de voto a las mujeres), se han utilizado para organizar una reacción que provoca serias preocupaciones en quien desea sinceramente comprender el fenómeno con el objeto de contribuir a clarificar y superar la crisis que actualmente atenaza a la sociedad.

El contenido de la protesta se puede resumir así: ataque a la estructura social, considerada como expresión y codificación del predominio del macho sobre la hembra; ataque a la educación "represiva" llevada a cabo hasta ahora, que no se ha limitado sólo a la esfera sexual, sino que ha invadido también la esfera de la iniciativa personal, impidiendo a la mujer asumir responsabilidades sociales y profesionales, y que, incluso en el ámbito de la familia (actividad de ama de casa), ha confiado toda responsabilidad al ejercicio de la "patria potestad", reservada al hombre. Además, el ataque feminista va dirigido contra la codificación de los "roles masculinos" y de los "roles femeninos", fijada según criterios que responden a estructuras sociales superadas y que impiden un entendimiento constructivo entre ambas mitades del género humano. Se ha subrayado asimismo que tales roles van desapareciendo de hecho en las nuevas generaciones, pero aún pesan en la teorización.

Por fin, se aprecia la reivindicación de una libertad "sexual", que nada tiene que ver con la libertad de tener un partner masculino con el que mantener relaciones sexuales de tipo adulto, en una realización de pareja que podría sin duda ir contra determinadas costumbres y comportamientos tradicionalmente considerados "morales", pero que podría también ser considerada "natural" en una definición más amplia de libertad que tenga en cuenta la situación presente de pluralismo cultural.

Mas no es ésta la línea que se impone, aun cuando entra en las propuestas más comunes, porque lo que algunos sectores más "radicales" del feminismo propugnan es la libertad de usar del propio cuerpo, independientemente de la relación con el hombre o independientemente de la consideración de que el instinto sexual tiene manifestaciones que llevan de por sí a la procreación y, por consiguiente, a una responsabilización en lo tocante a la probabilidad de una nueva vida como expresión de la relación de pareja.

b) Contra la realidad-mujer "tradicional". A mi entender, aquí no se trata de reivindicar —y con todo derecho— la libertad de la mujer de tener o no tener relaciones sexuales, en el sentido de que ella no está obligada a condescender a los deseos del hombre cada vez que él lo desea; tampoco se trata de la libertad —sacrosanta, por otra parte—de tener o no tener hijos en el ámbito de la pareja, legal o no legalmente unida; se trata, en cambio, de una rebelión radical, profunda, irracional, aunque no por ello deja de ser válida, contra la realidad-mujer, tal como ha sido tradicionalmente entendida hasta ahora y transmitida a través de la educación familiar y social.

Este feminismo reciente se rebela contra el hecho de que, bajo las sutiles y zafias informaciones que la cultura actual transmite a la mujer como mensaje relativo a su conducta y a sus valores, persiste una "concepción biológica" que condiciona toda demanda de la sociedad y toda atribución de "roles". La reacción contra la maternidad no es, de hecho, un efecto de falta de capacidades afectivas (si acaso es una demanda de mayor capacidad de relación humana), sino un rechazo del condicionamiento tradicional en virtud del cual se sostiene que la mujer, en definitiva, vale algo sólo si es madre. No es posible exponer aquí los influjos de las consideraciones socio-económicas que han determinado históricamente la interpretación de la maternidad. El feminismo se remite a menudo a los análisis de la familia hechos por Engels, por Marx y por otros sociólogos más recientes.

e) Las raíces. Esto no significa que el feminismo sea un movimiento de derivación marxista; al contrario, por muchas razones tiende a diferenciarse de él, criticando en los movimientos socialistas y comunistas o de izquierda ciertodesinterés por las problemáticas relativas a lo "especifico femenino".

El feminismo actual parece tener raíces en un profundo malestar de la mujer frente a sí misma; malestar que indudablemente tiene su fundamento en la persistente afirmación de la superioridad del hombre, si bien los estudios embriológicos, anatomofisiológicos, psicológicos, etc., demuestran que se trata simplemente de dos seres "diversos", de dos manifestaciones biológicas de una misma especie de mamíferos "superiores", como son los hombres, el "homo sapiens" de los antropólogos y de los etnólogos. Pero sobre esta diversidad se ha montado una interpretación de diferencias de "valor" que, hoy por hoy, aún han de superarse en favor de una mayor objetividad. Lo que se pide es un cambio sustancial de los contenidos culturales de la sociedad y de la consiguiente organización social. Añádase además que, efectivamente, hoy el peso de la familia grava completamente sobre la mujer, que, por si fuera poco, atiende al trabajo extradoméstico, y que la responsabilización del hombre como marido y padre es aún una utopia en la mayor parte del mundo.

El feminismo de España en los últimos cincuenta años ha sido tan peculiar como la historia misma de España. Durante casi los cuarenta años de régimen franquista la batalla feminista no ha tenido más remedio que utilizar caminos de sombra. La falta de libertades públicas exigía que antes de preocuparse por los derechos de la mujer ésta trabajase junto al hombre por los derechos de la persona. Y en este sentido la mujer sí ha luchado. Sin duda, se avanzó también en ciertos derechos culturales de la mujer y se buscó el camino posible en los políticos, sobre todo en los últimos años. En este sentido podemos decir que se encuentran dos posibilidades de lucha: desde unas reivindicaciones sociales y profesionales que no tienen más remedio que negar u ocultar el innegable carácter político que encierran —y que, por lo tanto, está ahí, aunque camuflado— y desde la preparación de personas y programas que en el próximo futuro deberían ocupar un puesto importante en la lucha democrática a favor de los derechos de la mujer. En este sentido, las asociaciones de vecinos, v. gr., trabajaron conscientes de lo que finalmente pretendían y situaban a la mujer codo con codo con el hombre en la política.

Las reivindicaciones de todo tipo se destaparon con la llegada de la democracia. Comenzaron a surgir profusamente asociaciones, conocidas como asociaciones feministas de... (seguidas del lugar de radicación), y más aún como asociaciones democráticas de mujeres de... (seguidas también del lugar de radicación). Otro tipo de asociaciones que comenzaron a pulular era el de colectivos concretos: de mujeres universitarias, de amas de casa, de madres solteras, de mujeres divorciadas, etc. Cada uno de estos colectivos tenía sus propios problemas, como puede verse por la misma denominación. Todos ellos iban a luchar por conseguir que se atendiesen sus reivindicaciones.

España cuenta hoy con una Constitución que proclama la igualdad ante la ley. "sin que pueda prevalecer discriminación alguna por razón de nacimiento, raza, sexo, religión..." (art. 14), y se trabaja en el desarrollo de las leyes pertinentes que revisen el Código Civil en todo aquello que pueda oponerse a la Constitución.

Las reivindicaciones de la mujer no cesan. Se ha luchado, y se lucha fuertemente, por la emancipación, el divorcio y el aborto. Este último punto, presentado por muchas feministas como derecho a utilizar su propio cuerpo libremente [>Cuerpo I, 2], es el que prevé mayores fricciones con la sociedad. Existe, sin embargo, la promesa del partido que respalda al gobierno actual de liberalizar o despenalizar el aborto en casos determinados. Y muchos piensan que una vez abierta esta puerta se seguirán abriendo otras. Sociológicamente hablando, lo normal es que la despenalización del aborto llegue muy pronto a España.

Y no sería justo olvidar que en la lucha feminista existe un punto de mira universal: la mujer lucha no sólo por las reivindicaciones de aquellas mujeres con quienes directa y estrechamente convive, sino también por la mujer sin más, se encuentre donde se encuentre. En este sentido, las reuniones internacionales y los foros de opinión también internacional tienen que oír la denuncia de las barbaridades que sufren las mujeres, por ejemplo, en el mundo árabe, el más atrasado, sin duda.

7. EL SIGNIFICADO HUMANO DE LA PROTESTA FEMENINA - Tras las apariencias violentas y protestatarias, a veces absurdas, que el feminismo presenta a la observación del estudioso, es posible descubrir un significado "humano" de inestimable valor: el feminismo constituye una formidable toma de conciencia de la mujer, uno de esos virajes históricos que determinan profundos cambios dentro de una civilización. Por algo esta toma de conciencia ha tenido y tiene una vida difícil, procede a saltos, pasa por períodos de virulencia y períodos de silencio, en los cuales se elaboran nuevas temáticas y se proponen nuevas conquistas.

La crisis actual es la crisis de la enorme diversidad que media entre la ley y la costumbre; en cuanto a la ley, una vez formulada, lo suyo es que se aplique; ahora bien, si la conquista de la formulación de una ley es siempre obra de una fatigosa elaboración por parte de "especialistas" dotados de cultura y de comprensión de los fenómenos humanos, la conquista de la modificación de cualquier costumbre es, en cambio, obra de la difusión lentísima, persistente y capilar de ideologías y comportamientos innovadores, contra los cuales se alza como obstáculo la natural tendencia a la conservación de tradiciones acríticamente aceptadas, independientemente de la consideración de los daños que producen cuando se aplican a generaciones que tienen necesidad de comportamientos e ideologías muy diversos.

La protesta juvenil de 1968 evidenció la necesidad de un cambio sustancial de las relaciones entre generaciones; pero sobre todo patentizó la necesidad de comunicación entre los hombres para una colaboración en favor del progreso espiritual de la humanidad; bajo el influjo de este movimiento imponente y con frecuencia dramático, el feminismo ha recibido un nuevo impulso y ha renacido por doquier. Desde 1970 en adelante se han formado grupos, más o menos organizados, que han recibido nombres diversos. En general, el feminismo rechaza la organización de tipo "asociativo" y prefiere mantener la de "movimiento" informal, pero constituido por grupos esparcidos acá y allá, dotados de una cierta autonomía y que mantienen vínculos de tipo informal entre sí.

Hoy se intenta construir un movimiento de "comunidades" en las que la mujer exprese y experimente la solidaridad entre mujeres (cosa muy rara) Y. sobre todo, que esté en situación de intervenir donde la mujer se vea amenazada, infravalorada o explotada. Elloexplica el fenómeno observado de la intervención de las feministas en los tribunales en ocasiones de violencia hecha a alguna mujer (sobre todo violencia sexual), o de violencia en el ámbito del trabajo (negarse a contratarla sólo por el hecho de ser mujer, cosa contraria a la legislación vigente), o de otras situaciones en las cuales se explicita en cierto modo el intento de hacer prevalecer los intereses masculinos sobre los femeninos en forma injusta y a menudo ilegal.

Este aspecto del feminismo posterior a la contestación del 68 ha atraído sobre todo a las más jóvenes, a las adolescentes, que ven en el movimiento una ayuda para superar la crisis de la adolescencia, caracterizada por la exigencia de alcanzar una "libertad verdadera", con la cual contrasta la debilidad propia de su edad y la persistencia de esquemas de comportamiento familiar y ambiental limitativos de toda forma de iniciativa, incluso buena.

En el feminismo encuentran algo "ya hecho", una ayuda que les parece adecuada para la solución de sus problemas; y no comprenden que una de las características primordiales del feminismo sea, en cambio, su "hacerse continuamente", su dinamismo, su fundamental no-organización, porque debe responder sucesivamente a situaciones históricas en movimiento.

8. CRISIS ACTUAL DEL FEMINISMO - Por estas razones el feminismo está en crisis, pues se está convirtiendo en un fenómeno no propiamente "de masas", sino en un fenómeno "de moda", que es peor. Las feministas "históricas", "radicales" en el sentido histórico de la palabra, no aprueban este feminismo acrítico y están preocupadas por el hecho de que el movimiento pierde fuerza y se convierte en algo que se puede manipular de muchos modos, habida cuenta de la fragilidad psíquica de las adolescentes.

Además, la crisis económica actual, en la cual el problema del trabajo femenino adquiere un carácter dramático (la desocupación femenina es superior a la masculina), ha dificultado el desarrollo de la temática de la "liberación" de la mujer, al desplazar el interés hacia la inmediatez de los resultados, más bien que hacia su calidad. Un ejemplo típico es la dramática insistencia de las más jóvenes en la "liberación sexual", entendida como licitud de relaciones sexuales inmediatas, episódicas, no siempre inspiradas en un efectivo vínculo amoroso entre jóvenes; parece incluso que, para ciertos grupos que se definen como feministas, el núcleo de las discusiones y las metas de las reivindicaciones sean estas dinámicas adolescentes, que no se desarrollan en una dirección constructiva por su incapacidad de trazar un programa de relaciones sexuales integrado en el crecimiento de la persona.

Uno de los problemas más importantes del feminismo actual es el de la "militancia política", es decir, el de la transformación del movimiento en una plataforma con representación y fuerza a nivel político; el significado del eslogan "lo personal es político" es muy intenso, porque sobreentiende el esfuerzo de trasladar a la actividad organizada el resultado del trabajo de "toma de conciencia" de la mujer particular y del grupo. Por otra parte, algunas feministas también abogan con fuerza por la "doble militancia", esto es, por el apoyo del movimiento feminista a partidos ya organizados y representados en el Parlamento; de hecho, la mayor parte de los partidos organizados toma hoy en consideración la actitud y los objetivos del feminismo. El feminismo "histórico", en general, los rechaza; no obstante, persiste la pregunta de cómo se podrían hacer llegar al Parlamento determinadas demandas que el movimiento expresa.

Es dificil prever cuál será la evolución de la actual crisis del feminismo, porque la crisis económica que hoy se abate sobre todo el mundo productivo y, por ende, sobre toda la organización actual del trabajo, repercute también en las relaciones entre mujer y trabajo, mujer y sociedad, mujer y familia, mujer y hombre. El movimiento está atravesando una crisis de crecimiento nada fácil, sobre todo porque lleva al desmembramiento de los grupos y a la disolución en lo superficial de las fuertes motivaciones que iniciaron la "toma de conciencia", así como a la insatisfacción por la deficiente comprensión e interpretación de la problemática real de la mujer actual y a la inutilización de las tentativas impulsadas por fuertes grupos conservadores o surgidas de la coactiva manipulación de los partidos organizados, los cuales en sus secciones femeninas parecen haber captado y hecho propias las temáticas feministas (salvo algunas, como las instancias abortistas, por ejemplo).

II. Valoración final a la luz del evangelio

Cabe ahora preguntarse cuáles pueden ser los juicios valorativos de este fenómeno tan antiguo y complejo, siempre en transformación, en la óptica de una consideración de tipo cristiano, sobre todo porque el movimiento ha implicado también a la religión, a la organización de la Iglesia y a la moral inspirada en los principios cristianos, así como a la participación de la mujer en la actividad explícita de la comunidad eclesial. Existe también feminismo cristiano, el cual, además de acoger no pocas de las temáticas del feminismo histórico, reivindica para la mujer "cargos" y "ministerios" eclesiales que tradicionalmente han sido desempeñados sólo por hombres, con lo que ha puesto a la jerarquía eclesiástica ante interrogantes de no fácil solución. La respuesta de la Iglesia oficial es, por el momento, negativa; los hechos, no obstante, impulsan con fuerza hacia la realización práctica y la asunción estable de tales "cargos" por parte de la mujer. Si se logra no dejarse arrastrar emotivamente, es posible interpretar todo el movimiento feminista, desde sus orígenes hasta hoy y en el futuro, como un movimiento de "liberación" en el sentido evangélico de la palabra, y es posible hacerlo entrar de pleno derecho en esa teología de la liberación capaz de dar respuestas constructivas a las instancias de liberación presentes en el mundo contemporáneo.

Si queremos tomar como punto de partida una frase del evangelio, podemos elegir las palabras de Jesús que dicen: "La verdad os hará libres" (Jn 8,32). La humanidad procede fatigosamente en la búsqueda de la verdad, y sobre todo de esa verdad que puede traducirse en una transformación del hombre, en el paso de la condición infantil egocéntrica, posesiva y dominadora (común a ambos sexos), a la condición más adulta de la "reciprocidad" y, por fin, a la de la "caridad". La conciencia de los errores en que estamos inmersos es condición indispensable para el cambio. La evangelización es un proceso en el que los elementos cognoscitivos son de máxima importancia, porque del conocimiento de las metas propuestas por Dios al hombre se pueden deducir las normas de comportamiento que regulan la convivencia humana.

Y en la convivencia humana son dos las cosas más difíciles de realizan el sentimiento de "paridad" de valor (cualesquiera sean los condicionantes de la biología, la cultura o la historia) y el respeto de la "libertad", que es consecuencia de la afirmación de la paridad de valor.

El examen atento de las condiciones "reales" en que vive la mayor parte de las mujeres hoy es una de las instancias que la sociedad contemporánea exige para que funcionen más ordenadamente las relaciones familiares, sociales y políticas. Todo mensaje religioso, y en particular la revelación cristiana, debería ser el instrumento fundamental para estimular la búsqueda de una forma de "justicia" (entendida a la luz del evangelio) en virtud de la cual se dé mucha menos importancia a los modestos problemas contingentes y formales de la vida cotidiana y se privilegie, en cambio, la relación de comprensión y de respeto. La misma insistencia sobre las temáticas sexuales debería ceder el puesto a la consideración de la "persona" íntegra; bajo la protesta "sexista" femenina es evidente la desesperada exigencia de la mujer de ser considerada "persona" y no "objeto". La "liberación de la mujer" se podrá lograr sólo cuando ella adquiera la convicción profunda de su propia libertad y autonomía, condiciones indispensables para todo esquema que rebase los intereses momentáneos y se oriente a la realización de "valores" espirituales y religiosos. Si no se busca esta verdad, dificilmente la lección de la historia podrá ser una piedra miliaria para el progreso humano y, sobre todo, para el progreso de la fe.

Cristo vino para salvar a los "pobres" y a los "marginados": "Levantando los ojos hacia sus discípulos, dijo: Bienaventurados los pobres, porque vuestro es el reino de Dios (Le 6,20)". Pero se ha observado justamente que se trata de los pobres y marginados que desean salir de su condición para ser mejores y que, precisamente por ser tales, están abiertos a una posible escucha de la palabra de Dios. Si es verdad que el movimiento feminista a menudo se sirve de frases hechas y de eslóganes carentes de significado, es igualmente verdad que la tenacidad y la capacidad de sacrificio que muchas mujeres han demostrado en la búsqueda de soluciones válidas al malestar femenino en la sociedad actual, es índice claro de que se trata de "pobres" que buscan el reino de la justicia y están abiertos a la evangelización, siempre que esta evangelización encuentre las modalidades adecuadas para hacerse comprender y no sea impositiva o represiva. La mujer está buscando hoy la "verdad" de su condición y la "verdad" de su futuro. Está, pues, abierta a la comunicación de una perspectiva evangélica, espiritual, liberadora, a condición de que no se la vuelvan a proponer fórmulas y esquemas que repitan los errores del pasado. Corresponde, por tanto, a la teología, a la catequesis y a la predicación presentar el sentido profundo del evangelio, que considera a todos iguales y que no autoriza ninguna prevaricación, adecuándose a las modalidades con que viene formulada la demanda y orientando hacia la comprensión del amor verdadero, que trasciende la persona en favor de la comunidad, sin anularla por ello u oprimirla.

A. Riva

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