ANGLICANISMO (Comunión anglicana)

Uno de los primeros en usar la palabra «anglicanismo» fue J. E. >Newman en 1838; el término «comunión anglicana» se encuentra a partir de 1851 1. Algunos evitan la expresión «Iglesia anglicana», porque lo que en realidad existe es una comunión de Iglesias históricamente derivadas de la Iglesia de Inglaterra. La Conferencia de obispos de Lambeth la describió en 1930 como «una comunión, dentro de la Iglesia una, santa, católica y apostólica, de diócesis, provincias o Iglesias regionales debidamente constituidas, en comunión con la sede de Canterbury».

Los historiadores del anglicanismo ven sus orígenes en la Iglesia primitiva y medieval, de la que este es una reforma. La existencia separada del anglicanismo empezó en el reinado de Enrique VIII (1491-1547, rey desde 1509). En 1533-1534 la «Convocation», es decir, el clero y los obispos de la Iglesia de Inglaterra rechazaron al papa y reconocieron al rey como cabeza suprema de la Iglesia en la tierra. La Iglesia de Inglaterra se alejó de Roma durante los reinados de Eduardo VI (+1553) e Isabel I (+1603), y se hizo protestante en la doctrina y en algunas estructuras2, manteniendo, sin embargo, el triple ministerio del episcopado, el presbiterado y el diaconado. El protestantismo del anglicanismo es más bien calvinista que luterano.

Samuel Seabury, de Connecticut, fue el primer obispo anglicano consagrado para desempeñar su labor fuera de Inglaterra e Irlanda (1784). Pronto le siguieron otros, a medida que la Comunión anglicana se fue estableciendo en las áreas por las que se extendía el Imperio británico. La Comunión anglicana cuenta hoy con veintisiete provincias. La primera Conferencia de Lambeth de obispos anglicanos tuvo lugar en 1867; en 1888 se decidió que los encuentros se celebraran cada diez años.

El abogado anglicano autor de la influyente obra The History of Tithes, John Selden (1584-1654), dice: «Si quieres saber cómo sirve a Dios la Iglesia de Inglaterra, ve al Common Prayer Book; no consultes a fulano ni a mengano». El libro de oración era el que distinguía al anglicano del puritano y del católico romano. Hasta décadas recientes este fue el principal vínculo de unión entre los anglicanos de todo el mundo. El original, obra en gran medida del arzobispo Thomas Cranmer (1489-1556), que bebió tanto en fuentes patrísticas como en fuentes del protestantismo continental, fue publicado en 1549. Fue sometido a varias revisiones, hasta la edición definitiva que apareció en 1662. (Junto con la Versión autorizada de la Biblia, el libro de oración constituye una de la obras maestras de la lengua inglesa). En 1927 y 1928 el Parlamento frustró los intentos de revisión del libro de oración. La Conferencia de Lambeth de 1958 propuso unas líneas maestras para su revisión, lo que condujo a la aprobación de un Alternative Service Book en 1980. Otras Iglesias dentro del anglicanismo cuentan también con libros de oficios alternativos.

En los primeros tiempos de la Reforma en Inglaterra, se publicaron textos de artículos: diez (1536), trece (1538), cuarenta y dos (1553) y, por último, treinta y nueve (1563 y 1571). Todos ellos estaban influidos por el protestantismo continental, especialmente el calvinista. Los Thirty-nine Articles3, cuyo principal autor/editor fue el arzobispo Parker (1504-1575), discípulo de Cranmer, muestra cierta semejanza con la Confesión luterana de Würtemberg, presentada en Trento en 1562 4. Los Artículos no son un credo ni una exposición doctrinal completa: lo que tratan es de definir la posición de la Iglesia de Inglaterra con respecto a, y frente a, los católicos romanos, los anabaptistas y los puritanos. Constan de cuatro partes principales: la esencia de la fe (arts. 1-5), la norma de fe (arts. 6-8), la vida de fe o religión personal (arts. 918) y la religión comunitaria (arts. 19-39). En el art. 8 se dice que los credos de Nicea, de Atanasio y de los apóstoles «deben ser aceptados y creídos en su integridad». La enseñanza sobre la Iglesia se encuentra en los artículos 19-21: «La Iglesia visible de Cristo es una congregación de creyentes en la que es predicada sólo la palabra de Dios y son administrados debidamente los sacramentos, de acuerdo con las ordenanzas de Cristo en todas las cosas requeridas necesariamente para ello (...). La Iglesia de Roma ha errado, no sólo en sus prácticas y en la forma de sus ceremonias, sino también en materia de fe» (art. 19); la Iglesia tiene autoridad, pero sometida a la Escritura y nunca en contra de ella (art. 20); los concilios generales pueden equivocarse, y de hecho se han equivocado, en cosas tocantes a Dios (art. 21). Interpretados en su contexto, los Artículos no son tan vagos o ambiguos como algunos han pretendido; más bien son un mínimo y dejan abiertas muchas cuestiones secundarias5.

Pronto en la Reforma inglesa se concibió la idea de redactar un libro de homilías para el clero poco formado. El Book of Twelve Homilies, obra principalmente de Cranmer, apareció en 1547, siguiéndole un segundo libro, que se acabó en 1563 y fue publicado en 1571. La mayor parte de este segundo libro se debió al obispo John Jewel (1522-1571). Aunque inadecuados para la predicación en nuestros días, las Homilías, junto con el Book of Common Prayer y los Thirty-nine Articles, se convirtieron en el depósito de la doctrina anglicana.

La teología anglicana pretende ser al mismo tiempo católica y reformada6. (Por esta y otras razones, como la presencia del adjetivo «católico» en el credo, los anglicanos no aceptan que se les califique como «no católicos»). Se observa con frecuencia que no existe una teología anglicana; hay, sin embargo, un método anglicano consistente en aplicar un triple criterio referido a la Escritura, la tradición y la razón7.

Las expresiones clave del pensamiento anglicano pueden encontrarse especialmente en los teólogos anglicanos de los siglos XVI y XVII, que han dejado un corpus de tratados teológicos, éticos y espirituales recibidos en la Comunión anglicana como parte de su herencia8. Características de su enseñanza son el carácter central de la palabra de Dios, el Book of Common Prayer el sentido de la tradición y una fuerte insistencia en la razón. Se sitúan en una vía media, que evita los extremos, pero que al mismo tiempo muestra esa globalidad propia del espíritu anglicano. Varios de estos teólogos son considerados santos por algunos anglicanos, por ejemplo, Richard Hooker (+1600, fiesta el 3 de noviembre), Jeremy Taylor (11637, fiesta el 13 de agosto), Lancelot Andrews (+1626, fiesta el 25 ó 26 de septiembre) y William Law (+1761, fiesta el 9 de abril)9.

El núcleo de la eclesiología del anglicanismo puede considerarse expresado en el Lambeth Quadrilateral (>Anglicanismo y ecumenismo). Pero más profundamente puede encontrarse en la liturgia, en la que se pide a Dios que «inspire continuamente a la Iglesia universal con un espíritu de verdad y concordia», y «que todos los que confiesan tu santo nombre puedan coincidir en la verdad de tu palabra y vivir en la unidad y el amor divino»10

La Iglesia de Inglaterra se considera heredera de una tradición que se remonta a san Agustín de Canterbury (1604 ca.)11, y más atrás aún. Mantiene la insistencia propia de los reformados en la palabra de Dios, que es la que autentifica los credos (Thirtynine Articles 8). En liturgia y en eclesiología hay un sentido muy fuerte de que ciertas cosas son indiferentes (en griego >Adiaphora) y pueden tolerarse siempre que no sean contrarias a la Escritura. Ya en el siglo XVI empiezan a circular las ideas erastianas (del teólogo suizo Thomas Erasto, 1524-1583), que propugnan la supremacía del Estado sobre la Iglesia en materia eclesiástica. Estas ideas se hicieron críticas en el siglo XIX. A partir sobre todo del siglo XVII, la importancia del episcopado en el anglicanismo fue muy marcada12. Hubo dos momentos decisivos: el rechazo en el siglo XVII del rigor del puritanismo, y la resistencia en el siglo XVIII al entusiasmo de los metodistas (>Metodismo). A pesar de la variedad de modelos eclesiales que se han propuesto, el anglicanismo no se ha fijado en ninguno de ellos. La noción clave es, por el contrario, la de comprehensiveness, globalidad, amplitud, es decir, la voluntad de mantener abiertas distintas interpretaciones de la Iglesia13.

En la historia del anglicanismo hay denominaciones de partidos, que no son claras, pero que tienen cierto valor a la hora de identificar tendencias. En el siglo XVIII había tres grupos: la High Church, la Iglesia alta, que mantenía la vinculación entre la Corona y la Iglesia y estaba convencida de que no debía haber más que una Iglesia en Inglaterra; la Low Church, el partido de Iglesia baja, liberal en política, fiel a la casa de Hannover, pero más liberal con respecto a los disidentes; y el Latitudinarian group (denominado desde 1854 Broad Church), cansado de las controversias sobre el dogma, leal a la Iglesia nacional como institución, pero tolerante en cuanto a las tradiciones dogmáticas e influido por el deísmo. Estas tradiciones se prolongaron también durante el siglo XIX, pero se practicaron de manera diferente: los evangélicos («bajos») aparecieron merced a los renacimientos y resurgimientos del siglo XVIII; los tractarians («altos») redescubrieron la naturaleza de la Iglesia de Inglaterra como sociedad espiritual y reafirmaron la continuidad con el pasado anterior a la Reforma, pero evitaron las prácticas, usos y devociones de la Iglesia católica romana; los modernistas («amplios») afirmaron el derecho y el deber de la Iglesia de reformular sus doctrinas, en caso de necesidad, a la luz del conocimiento y la crítica modernos14.

De entre ellos, los católicos romanos tienen que ser sensibles a la posición y limitada influencia del anglocatolicismo; en ocasiones puede ser más valorado por los católicos romanos que por los mismos anglicanos15. Se trata de una posición dogmática y sacramental dentro del anglicanismo que subraya la continuidad de los vínculos con la Iglesia primitiva y conserva elementos del cristianismo medieval. Rechazando la etiqueta de «protestante», en algunos lugares puede ser casi un reflejo del catolicismo romano, llegando incluso a usar los libros litúrgicos de este. Su origen está en el ,Movimiento de Oxford del siglo XIX, cuyo iniciador fue John Keble (1772-1866). Fue una reacción contra el erastianismo y el liberalismo. Cuando J. H. Newman se convirtió al catolicismo romano en 1854, el Movimiento de Oxford perdió su base en esta ciudad y se convirtió en anglo-catolicismo16.

La rama evangélica de la Comunión anglicana no es estable. Sigue evolucionando espiritualmente, aumentando su influencia en la Iglesia de Inglaterra y profundizando en su teología, especialmente en lo tocante a la eucaristía y al ecumenismo. La experiencia de diálogo de la Iglesia católica con ellos ha resultado muy fructífera en los últimos años.

El anglicanismo ha desempeñado un papel protagonista en el ecumenismo; tiene cierta importancia la «Branch Theory» («teoría de la rama»), así como la conciencia de ser una Iglesia puente. En el movimiento ecuménico la significación de su espiritualidad, sin la cual no podemos formarnos una idea completa del anglicanismo17, no ha sido suficientemente subrayada. Hay que notar también la «posición especial» concedida a la Comunión anglicana en el Vaticano II, en virtud de su mantenimiento de tradiciones e instituciones católicas (UR 13).

Entre los elementos católicos redescubiertos en el anglicanismo del siglo XIX está la vida religiosa. Isabel I (reina entre 1558-1603) suprimió todas las órdenes religiosas. Algunas volvieron a fundarse en siglos posteriores, pero ninguna sobrevivió. En 1845 se estableció la congregación femenina de la Santa Cruz, y la obra de J. M. Neale (1818-1866), a través de la Congregación de Santa Margarita (1855), fue muy influyente. En la década de 1960 había unas cien comunidades femeninas en el Reino Unido, pero pocas masculinas. En la actualidad en muchas de las provincias de la Comunión se pueden encontrar comunidades religiosas anglicanas, masculinas y femeninas.

En el anglicanismo contemporáneo hay una gran sensibilidad hacia los laicos. Estos constituyen por lo general una de las tres cámaras de los sínodos de las Iglesias, y desempeñan igualmente un papel propio en la administración local. Y lo que es más importante, «la Iglesia lleva a cabo su misión a través del ministerio de todos sus miembros. (...) Los ministros de la Iglesia son los laicos, los obispos, los sacerdotes y los diáconos»18.

A lo largo de la historia del anglicanismo ha habido siempre una determinada posición con respecto al primado, y en la actualidad el primado tiene una importante significación ecuménica19. Un grave problema con el que ha de enfrentarse el anglicanismo, especialmente en las cuestiones ecuménicas, es el planteado por la independencia de las provincias. (La ordenación de mujeres como sacerdotes y obispos en algunas provincias, y no en otras, ha aumentado aún más las dificultades). El arzobispo Robert Runcie hizo en Lambeth en 1988 una insistente llamada a pasar de la independencia a la interdependencia20.

En el cuadro de la eclesiología anglicana, para ser completo, han de figurar no sólo sus teólogos y sus tradiciones vigentes, sino también las conclusiones a que han llegado en los numerosos diálogos ecuménicos en los que la Comunión anglicana en su conjunto y las provincias particularmente están comprometidas.

NOTAS:

1 S. NEILL, El Anglicanismo, Península, Barcelona 1966; R. BARON, La vida litúrgica de los anglicanos, Diálogo ecuménico 15 (1969) 315-322; J. RoBERT WRIGHT, Anglicanism, Ecclesia Anglicana and Anglican: An Essay on Terminology, en S. SYKESJ. BOOTY (eds.), The Study of Anglicanism, Londres-Filadelfia 1988, 424-429; B. LEEMING, Anglicanismo: Comunión anglicana, en Sacramentum mundi 1, 172-176; R. FISICHELLA-H. E. ROOT, Anglicanismo, en R. LATOURELLE-R. FISICHELLA-S. PIÉ-NINOT (dirs.), Diccionario de teología fundamental, San Pablo, Madrid 20002, 73-77; R. FRY, El anglicanismo en España, en AA.VV, Pluralismo religioso 1, Atenas, Madrid 1981, 27-48; A. D. TOLEDANG, El anglicanismo, Andorra 1959; J. SÁNCHEZ VAQUERO, Ecumenismo, Universidad Pontificia de Salamanca, Salamanca 1971, 467-480.

2 E. ISERLOH, El cisma inglés y la reforma protestante en Inglaterra, en H. JEDIN (dir.), Manual de historia de la Iglesia V, Herder, Barcelona 1986, 460476; G. ZAGHENI, La reforma anglicana, en La Edad moderna. Curso de historia de la Iglesia III, San Pablo, Madrid 1997, 146-173; H. TUCHLE-C. A. BOUMAN, El camino seguido por Inglaterra, en J. ROGIER-R. AUBERTM. D. KNOwLES, Nueva historia de la Iglesia III, Cristiandad, Madrid 1966, 105-111; R. GARCÍA-VILLOSLADA-B. LLORCA, El cisma de Inglaterra: anglicanismo, en B. LLORCA-R. GARCÍA VILLOSLADA-F. J. MONTALBÁN (dirs.), Historia de la Iglesia católica III, BAC, Madrid 1967, 717-741; W. HENN, Anglicanismo, en L. PACOMIO (ed.), Diccionario teológico enciclopédico, Verbo Divino, Estella 1995, 50; P. Avis, Anglicanism and the Christian Church, Edimburgo 1989, 23-35; W. P. HAUGAARD, The History of Anglicanism. From the Reformation to the Eighteenth Century, en S. SYKES-J. BOOTY (eds.), o.c., 3-9.

3 Texto: P. Y D. S. SCHAFF (eds.), The Creeds of Christendom III, Grand Rapids 1990, 486516.

4 lb, 1, 343-344, 627-629.

5 P TONN, The Articles and Homilies, en S. SYKES-J. BOOTY (eds.), o.c., 136; E. J. BICKNELL-H. J. CARPENTER, A Theological Introduction to the Thirty-Nine Articles of the Church of England, Londres 1959; O. O'DONOVAN, On the Thirty Nine Articles: A Conversation with Tudor Christianity, Exeter 1986; J. SÁNCHEZ VAQUERO, Liturgias anglicanas, en Ecumenismo, o.c., 518-525.

6 S. C. NEIL, Anglicanism, Londres 1958; H. R. MCADOO, Being an Anglican, Dublín-Londres 1977, 13.

7 G. ROWELL, Las confesiones de fe de la Iglesia primitiva vistas desde la tradición clásica anglicana, Diálogo ecuménico 20 (1985); Y. CONGAR, Breve historia de las corrientes del pensamiento dentro del anglicanismo, en Cristianos en diálogo, Barcelona 1967, 311-343; H. R. MCADOO, Being an Anglican, o.c., 13.

8 J. BooTY, Standard Divines, en S. SYKESJ. BOOTY (eds.), o.c., 163-174; H. R. MCADoo, The Spirit ofAnglicanism, Londres-Nueva York 1965.

9 R. SYMONDS, Alternative Saints. The Post-Reformation British People Commemorated by the Church of England, Basingstoke-Londres 1988.

10 P. H. E. THOMAS, Doctrine of the Church, en S. SYKES-J. BOOTY (eds.), o.c., 219-231; cf A. HANSON, Church, Sacraments and Ministry, Londres 1975; E. G. JAY, The Church, 2 vols., Londres 1978.

11 D. PEZZI, Agustín de Canterbury, en C. LEONARDI-A. RICCARDI-G. ZARRI (dirs.), Diccionario de los santos 1, San Pablo, Madrid 2000, 81-83.

12 R. A. NoRRts, Episcopacy, en S. SYKES-J. BooTY (eds.), o.c., 296309.

13 lb, 230; S. SYKES, ¿Cómo permanece la Iglesia en la verdad? Respuesta anglicana, Concilium 168 (1981) 207-215, artículo comentado por F. ARDUSSO, Magisterio eclesial, San Pablo, Madrid 1998, 81-82.

14 H. R. T. BRANDRETH, HistEcumMov 1, 306; G. CAREY, Parties in the Church of England, Theology 91 (1988) 266-273.

15 W. S. F. PICKERING, Anglo-Catholicism: A Study in Religious Ambiguity, Londres 1989; G. ROWELL, The Vision Glorious: Themes and Personalities of the Catholic Revival in Anglicanism, Oxford-Nueva York 1983; G. H. TAVARD, The Quest for Catholicity: A Study in Anglicanism, Londres 1963, 179-200; A. WILKENSON, Requiem for Anglo-Catholicism, Theology 81 (1978) 40-45.

16 E. VILANOVA, La teología anglicana, en Historia de la teología cristiana III, Herder, Barcelona 1992, 779-490; J. NEWMAN, Vía media de la Iglesia anglicana (Conferencias sobre la función profética de la Iglesia anglicana considerada en relación con el sistema romano y con el protestantismo popular), Centro de Estudios Orientales y Ecuménicos, Salamanca 1994; L. N. CRUMB, The Oxford Movement and its Leaders: A Bibliography of Secondary and Lesser Primary Sources, Londres 1988; H. BLANDRETH, The Ecumenical Ideals of the Oxford Movement, Londres 1947.

17 M. SBAFFI, Protestantismo, en S. DE FIORES-T. GOFFI-A. GUERRA (dirs.), Nuevo diccionario de espiritualidad, San Pablo, Madrid 20005, 1627-1628 (Anglicanismo); L. KLEIN, La teología anglicana en el s. XX, en AA.VV., La teología del siglo XX II, BAC, Madrid. 1973, 107-133; K. BARTH, La oración según los catecismos de la Reforma, Sígueme, Salamanca 1980; A. M. ALLCHIN, Anglican Spirituality, en S. SYKES-J. BOOTY (eds.), o.c., 313-325; L. BOUYER, A History of Christian Spirituality III: Orthodox Spirituality and Protestant and Anglican Spirituality, Londres 1968; J. R. H. MOORMAN, The Anglican Spiritual Tradition, Londres 1983.

18 Catechism of the American Book of Common Prayer (1979) 855; CHURCH OF ENGLAND STUDY (ed.), All Are Called: Towards a Theology of the Laity, Londres 1985; V. J. DOZIER, The Authority of the Laity, Washington 1982; F. FROST, Les laics dans 1'Anglieanisme, MélSR 43 (1987) 145-155.

19 S. NEILL, Necesidad del episcopado: preguntas y respuestas anglicanas, Concilium 80 (1972) 525-536; G. R. EvANS, The Anglican Doctrine of Primacy, AngTR 72 (1990) 363-378.

20 The Nature of the Unity We Seek, One in Christ 24 (1988) 328-341; J. BOCH, El ministerio de la mujer en las Iglesias cristianas. Para la formación de un dossier ecuménico, Escritos del Vedat 4 (1974) 198-288; L'ordination des femmes, pierre d'achoppement de l'anglicanisme, Istina 34/2 (1988); C. T. GREENACRE, Diversity and Unity: A Problem for Anglicans, Centro pro Unione Rome, Bulletine 39 (1991) 4-10; cl` G. R. EvANS, Anglican Conciliar Theory: Provincial Autonomy and the Present Crisis, One in Christ 25 (1989) 34-52.