SOFIOLOGÍA
DicEc
 

Aunque tanto él como sus discípulos alegarían estar dentro de los planteamientos fundamentales de la tradición oriental, V. S. Soloviev (1853-1900) puede considerarse como el creador moderno de la sofiología, planteamiento consistente en muchos sentidos en un sistema teológico que trata de resolver los problemas de la relación de Dios con los hombres y el mundo. Se convirtió del ateísmo a la ortodoxia y sufrió una profunda influencia de una serie de autores filosóficos y místicos de entre los siglos XVII y XIX, especialmente de J. Bóhme. En sus escritos trató de hacer frente a la creciente influencia del marxismo y a ciertas expresiones más bien vagas del pensamiento de >Khomiakov. Tuvo Soloviev tres visiones de una mujer divina a la que más tarde llamó Sofía (Sabiduría). Sofía se convirtió para él en el principio femenino del cosmos, imagen primordial de la Iglesia y de la Virgen y, en cierto modo, encarnado en ellas. La Iglesia de Oriente y la de Occidente estaban invisiblemente unidas; pero él anhelaba el día en que la Iglesia fuera llevada por la sabiduría a la unidad total que se encuentra por todas partes en la creación. Deseaba también una nueva era cristiana, una teocracia, hecha realidad por los tres representantes terrenos de Cristo: el zar, el papa y los profetas.

La sofiología fue desarrollada y refinada por P. Florenskii (+ 1943) y especialmente por S. >Bulgakov, y el interés por ella sigue en aumento. H. U. von Balthasar ha dicho de Soloviev que «su habilidad para integrar todas las verdades parciales en una única visión lo sitúan quizá sólo después de santo Tomás de Aquino en grandeza como ordenador y organizador en la historia del pensamiento». El sistema de la sofiología ha sido criticado tanto dentro como fuera de la ortodoxia; aunque se debe observar con razón que «todo método intuitivo carece de claridad en los términos» (G. A. Maloney). Pero no por ello deja de ser un rico filón, que es preciso explorar e integrar en la eclesiología. En este sentido, no es extraño que la encíclica Fides et ratio de 1998 haya citado explícitamente a este autor como uno de los ejemplos de «fecunda relación entre filosofía y palabra de Dios» (n 74).