SACRAMENTO (La Iglesia como)
DicEc
 

En los años anteriores al Vaticano II empezó a explorarse de nuevo el tema patrístico de la Iglesia como sacramento. El camino para ello lo había abierto J. A. >Móhler al usar la analogía de la encarnación para poner de manifiesto la naturaleza visible e invisible de la Iglesia. Fue seguido por M. J. >Scheeben, pero aparte de algún estudio de J. H. Oswald en el cambio de siglo, la idea permaneció aletargada en gran medida hasta la celebración del centenario de la muerte de Móhler en 1939. Fue notable en el período preconciliar la idea de que Cristo, y de manera inferior la Iglesia, es el sacramento primordial (Ursakrament) del que dependen la noción entera de la sacramentalidad y los siete sacramentos. La idea estaba por tanto madura en el momento de la celebración del Vaticano II; después del concilio la literatura sobre el tema ha sido muy abundante.

La idea de que la Iglesia es un sacramento no aparece explícitamente en la Escritura, pero la concepción bíblica del mystérion es importante para la comprensión de la sacramentalidad de la Iglesia. En los LXX tiene el sentido de algo que es secreto pero ha sido manifestado a unos pocos (Jdt 2,2; Sab 2,22; Dan 2,27-45), idea que aparece también en el único caso en que se usa esta palabra en los sinópticos, Mt 13,11: «A vosotros se os han dado a conocer los misterios (mystéria) del reino de Dios». En los textos paulinos, mystérion se refiere a todo el evangelio o a un aspecto particular de él, como la resurrección deentre los muertos (cf lCor 15,51). En un sentido más profundo el misterio es el mismo Jesús (cf Col 2,2; 4,3; Ef 3,3-4), «Cristo entre vosotros, la esperanza de la gloria» (Col 1,27); el plan de Dios oculto desde antiguo y ahora revelado en Cristo (cf Ef 1,9; 3,9; 1 Tim 3,16).

En los tiempos posapostólicos se producen importantes desarrollos: en Ignacio de Antioquía, en Justino, en Melitón de Sardes, la palabra mystérion no sólo significa la persona entera de Cristo, sino que tiene también el sentido secundario de los acontecimientos de la vida de Cristo (cf los «misterios» del rosario). Otro significado es el de las profecías, en las que puede decirse que se ha iniciado el plan divino. En Orígenes encontramos un desarrollo ulterior: el misterio pascual es definitivo, pero la humanidad aguarda todavía la plenitud de sus efectos. En la Iglesia latina la palabra griega mystérion se transliteró en mysterium y se tradujo por sacramentum. Ambas palabras eran usadas primitivamente como mystérion, al que después se les añadió el sentido de ritos de iniciación, especialmente la eucaristía. En la Edad media la palabra sacramentum se reservaba para los siete ritos del encuentro con Cristo, y la palabra mysterium designaba generalmente los misterios de la fe.

En los teólogos anteriores al Vaticano II la palabra «sacramento» en relación con la Iglesia se usaba generalmente para subrayar su misterio. En el Vaticano II aparece varias veces la idea de que la Iglesia es un sacramento, pero en un sentido ligeramente diferente. El concilio no llama a la Iglesia sacramento de Dios, o de Cristo, pero desarrolla ideas sacramentales en su eclesiología. El primer párrafo de la constitución sobre la Iglesia afirma que «la Iglesia es en Cristo como [veluti] un sacramento, o sea signo e instrumento de la unión íntima con Dios y de la unidad de todo el género humano» (LG 1). El uso de la palabra veluti nos advierte de que el concilió está hablando en un sentido análogo, indicando sólo que la Iglesia es «como una especie de sacramento». Pero no hemos de considerar su ser signo e instrumento como dos cosas distintas: es precisamente por signo por lo que es instrumento, [aunque el uso de las dos palabras pueda acoger dos acentos teológicos en la comprensión del sacramento: el que subraya el aspecto de signo manifestativo (J. A. Móhler, K. Rahner, H. Vorgrimler...) o/y el que acentúa su dimensión de instrumento eficaz (E. Mersch, O. Semmelroth, Y. Congar...)s]. El sacramento fundamental es Cristo. Como los siete sacramentos, la Iglesia es «signo eficaz de la gracia», es decir, un acontecimiento perceptible que contiene y confiere la gracia, [que es la res sacramenti o >realidad última]. La gracia o realidad última de la que la Iglesia es signo e instrumento es doble: la gracia de la «unión íntima con Dios» (dimensión vertical) y la gracia de la «unidad de todo el género humano» (dimensión horizontal).

Más adelante el mismo documento afirma que Jesús, «el autor de la salvación y el principio de la unidad y de la paz», constituyó la Iglesia «a fin de que fuera para todos y cada uno [universis et singulis] el sacramento visible de esta unidad salutífera» (LG 9). En una nota a pie de página se remite a Cipriano, que fue el primero de los Padres que llamó explícitamente a la Iglesia «sacramento».

En LG 48 encontramos la afirmación de que Cristo, una vez resucitado de entre los muertos, envió al Espíritu y «por él hizo a su cuerpo, que es la Iglesia, sacramento universal de salvación (universale salutis sacramentum)». La idea del sacramento universal de salvación se encuentra también en GS 45 y en AG 1, textos en los que se trata de un aspecto de la catolicidad de la Iglesia (>Católico). Por tanto, la gracia de la salvación no sólo está ordenada a la Iglesia, sino que en cierto modo procede de ella y pasa a través de ella; la Iglesia es el canal o medio a través del cual se da la gracia. Es esta una expresión positiva del axioma «Fuera de la Iglesia no hay salvación» (T Extra Ecclesiam nulla salus) y de la afirmación dogmática correlativa de la necesidad de la Iglesia para la salvación (cf LG 14). Por esto, teniendo presente la doctrina del concilio y de las declaraciones magisteriales posconciliares, se puede afirmar que la Iglesia es «el sacramento de la salvación integral».

La reflexión teológica sobre la Iglesia como sacramento puede muy bien empezar por la densa y rica declaración de LG 8, donde encontramos afirmada la compleja realidad de la Iglesia visible, jerárquica y terrena al mismo tiempo que el cuerpo místico, la comunidad espiritual, la Iglesia enriquecida por los dones celestes. La Iglesia es signo e instrumento. Es por ello visible y cognoscible por medio de la razón. Pero si la Iglesia es sacramento es porque Cristo es la cabeza del cuerpo y porque ella misma es esposa de Cristo. Por eso,la realidad más honda de la Iglesia sólo puede percibirse por la fe.

La idea de la Iglesia como sacramento no ha sido bien recibida en los círculos protestantes. Una razón importante de ello es la debilidad de la teoría sacramental general en estas Iglesias; en ellas se acentúa más la palabra de Dios y la predicación que mueve a la fe salvadora que la realidad de los sacramentos como signos que contienen la gracia que significan. Otra razón es el miedo a que parezca que la Iglesia, el sacramento básico (Grundsakrament), sustituye a Cristo, que es el sacramento primordial (Ursakrament). Por otro lado está el rechazo usual de los protestantes a reconocer cualquier mediación distinta de la de Cristo, y la idea de sacramento implica la participación de la Iglesia en la mediación de Cristo, al menos como causa instrumental". Estas concepciones protestantes y el énfasis en la Escritura y en la recta predicación son importantes, pero la respuesta fundamental hay que buscarla en la misma naturaleza de la economía divina eternamente querida por Dios y revelada en Jesucristo. Por eso, con J. M. R. Tillard, tenemos que afirmar tres verdades: la Iglesia es evangelizada por Dios, pero también evangeliza en nombre de Dios (cf Rom 10,14-18); la Iglesia es reconciliada por Dios, pero es también la Iglesia la que reconcilia en nombre de Dios (cf 2Cor 5,18-20); la Iglesia es reunida por Dios, pero también reúne en nombre de Dios: la koinónia (>Comunión-koinónia) es un don recibido y al mismo tiempo un don que es necesario compartir.

Podemos considerar con A. Dulles la idea de «sacramento» como unmodelo de la Iglesia, aunque haciendo notar que no es para él ya el mejor modelo. Tiene la ventaja de integrar muchas verdades acerca de la Iglesia, especialmente la relación entre la institución visible y la comunión de gracia. Por otro lado, ofrece un buen fundamento para la renovación de la Iglesia con vistas a convertirse en un signo e instrumento más perfecto. Pero tiene también algunos inconvenientes: es demasiado técnica y sofisticada para ser usada en la predicación; podría servir para subrayar excesivamente los aspectos externos o estimular un esteticismo narcisista difícilmente reconciliable con un pleno compromiso cristiano con los valores sociales y éticos. Pero cuando se subraya suficientemente el trasfondo escriturístico de las ideas de cuerpo, esposa y mystérion, es claro que puede suponer una contribución importante para la eclesiología, entre otras cosas para la comprensión del axioma «Fuera de la Iglesia no hay salvación». La Iglesia, en definitiva, no alcanzará su plena realidad sacramental mientras no se la vea dar testimonio de las obras de Dios y no se la oiga transmitir el mensaje de la salvación a todos los pueblos. [Algunas investigaciones recientes han retomado el estudio de la Iglesia como sacramento después de un cierto período en que tal afirmación apenas ha sido estudiada. A su vez, parece que la categoría simbólica y comunicativa está aportando elementos novedosos para un replanteo significativo.]