SACERDOCIO COMÚN
DicEc
 

En la mayoría de las religiones hay sacerdotes: son los expertos en lo sagrado. Otra voz se ocupa más específicamente del >sacerdocio ministerial y del >triple «oficio»: sacerdote, profeta y rey.

En el sacerdocio del Antiguo Testamento se observa una larga evolución, pudiendo discernirse ya una clara organización después del exilio, aunque ya antes puedan detectarse muchos elementos. Los sacerdotes, por encima de todo, estaban asociados a los lugares de culto (lSam 1-3; 21-22), particularmente Jerusalén después de la reforma de Josías el año 621 a.C. Los sacerdotes tenían el encargo de desempeñar diversas funciones: la interpretación de la voluntad divina por medio de los urim y los tummim (cf ISam 14,36-42; cf Jue 18,5-7) y de la Torá (Dt 33,8-11; Os 4,6; Jer 18,18); el ofrecimiento de los sacrificios y la bendición del pueblo (Si 43,6-26). Los sacerdotes iniciaban su cargo por medio de ceremonias sagradas (Lev 8; Núm 3,3); después del exilio, todos pertenecían a la tribu de Leví (cf Dt 18,1-8), aunque no todos los levitas eran sacerdotes. Los sacerdotes eran considerados como especialmente santos, y había para ellos leyes especiales de pureza (Lev 21,1—22,9); sólo ellos podían entrar en la parte interior del templo (2Crón 23,6).

Jesús es el gran sumo sacerdote, misericordioso y compasivo (Heb 4,14—5,10), según el rito de Melquisedec (7,1-28), que ofrece un sacrificio eterno (8,1—10,39). El término «sacerdote», hiereus, no se aplica a los ministros de la comunidad cristiana, sino que se reserva a Jesús. La comunidad cristiana asumirá y se aplicará el carácter sacerdotal del mismo pueblo de Israel (cf Ex 19,16 LXX con lPe 2,5.9: Ap 1,6; 5,10), por lo que los cristianos en su conjunto se verán como un cuerpo de sacerdotes. Han de ofrecer sus cuerpos como un sacrificio vivo (Rom 12,1; cf IPe 2,5).

En el período patrístico encontramos estos mismos temas bíblicos, por ejemplo en san Juan Crisóstomo: «Somos hechos sacerdotes que ofrecen su cuerpo en sacrificio»; y generalmente en el contexto del bautismo`. Los autores medievales fueron fieles a la tradición anterior", pero desarrollándola; por ejemplo, santo Tomás: el bautismo implica participación en el sacerdocio de Cristo: el sacerdocio espiritual corresponde a los laicos": el acto esencial (proprium officium) del sacerdocio es la mediación.

En la época de la Reforma, Lutero y otros insistieron en el sacerdocio de todos los bautizados. Pero, dado que el modo en que lo hicieron implicaba la denigración del sacerdocio ministerial, hubo a partir de entonces en la Iglesia católica una cierta reticencia a hablar del sacerdocio común de los fieles. Pío XII promovió la reflexión sobre el sacerdocio de los laicos, aun cuando la presentación que hace de su papel esté muy cuidadosamente cualificada". Para él, la fundamentación de la diferencia entre el sacerdocio ministerial y el de los fieles laicos está en que sólo el primero puede ofrecer el sacrificio eucarístico en nombre de Cristo.

En el Vaticano II se discutió mucho el tema, incluido el lenguaje más adecuado para hablar del sacerdocio de los bautizados: «cierto» (quoddam), «espiritual», «impropio» (improprium), «universal», «analógico», «incipiente» (inchoativum) y «común» se usaron en los textos y debates hasta que se eligió finalmente el último término. La doctrina principal del concilio se encuentra en la constitución sobre la Iglesia (LG 10, 34). Los borradores anteriores hablaban ya del modo peculiar (suo peculiari modo) en que el sacerdocio ministerial y el universal se derivaban del sacerdocio de Cristo. El término técnico «participan» (participant) se añadió más tarde; ha de entenderse, con la ayuda también de LG 62, como análogo: el sacerdocio eterno de Cristo encuentra expresiones limitadas y temporales en los modos del sacerdocio jerárquico y universal. Por otro lado, el sacerdocio ministerial y el común «difieren en esencia y no sólo en grado» (essentia et non gradu tantum differant), pero están ordenados el uno al otro. El sacerdocio jerárquico existe para el sacerdocio común.

El concilio no define el sacerdocio, pero especifica algunas de las actividades propias de cada sacerdocio. El sacerdocio común se encuentra en la consagración de los bautizados, en el sacrificio espiritual de la vida diaria, en la oración y la alabanza, en el testimonio, el ofrecimiento de la eucaristía y la recepción de los sacramentos (LG 10, 11, 34). El sacerdocio jerárquico se describe en LG 10, en LG 26, en CD passim (obispos), en LG 28, en PO y en OT passim (presbíteros). Se puede todavía seguir viendo, con santo Tomás, la mediación como el acto esencial del sacerdocio común: todos los actos sacerdotales de los fieles están referidos a Dios, o al mundo en nombre de Dios.

La exhortación possinodal sobre los laicos Christifideles laici (1988) reitera las enseñanzas del Vaticano II. Cabe destacar su afirmación de que «la participación de los fieles laicos en el triple oficio de Cristo sacerdote, profeta y rey tiene su raíz primera en la unción del bautismo, su desarrollo en la confirmación y su cumplimiento y dinámica sustentación en la eucaristía» (ChL 14).

Una cuestión abierta en teología es la relación entre los aspectos sacerdotal, profético y real (>Triple «oficio»: sacerdote, profeta y rey) en la participación en la misión de Cristo. Hay en el Vaticano II algunas indicaciones que apuntan en la dirección de considerar un único oficio, el sacerdotal, con dos modalidades específicas, la profética y la real.

El documento de Fe y constitución presentado en Lima distingue varios ejemplos de sacerdocio: «Jesucristo es el único sacerdote de la nueva alianza. Cristo entregó su vida en sacrificio por todos. En sentido derivado, la Iglesia en su conjunto puede describirse como sacerdotal. Todos sus miembros están llamados a ofrecer su ser "como un sacrificio vivo" y a interceder por la Iglesia y por la salvación del mundo. Los ministros ordenados están en relación, como todos los cristianos, con el sacerdocio de Cristo y con el sacerdocio de la Iglesia. Pero pueden llamarse propiamente sacerdotes porque realizan un servicio sacerdotal particular fortaleciendo y edificando el sacerdocio real y profético de los fieles a través de la palabra y el sacramento, a través de sus oraciones de intercesión y de su guía pastoral de la comunidad» Puede considerarse que este pasaje recoge la doctrina católica sobre la materia, aunque serían necesarios algunos desarrollos.

Por último, puede decirse que los derechos y deberes de todos los fieles y de los laicos recogidos en el Código de Derecho canónico (CIC 204, 208-231) tienen su fundamento, al menos parcialmente, en el sacerdocio común.