PURGATORIO
DicEc
 

Son varias las religiones que sienten que la vida terrena de una persona no basta para conseguir la perfección definitiva. En Oriente la doctrina de la reencarnación es expresión de la idea de que hay otra oportunidad. Para el islam hay un estado intermedio, barzakh, en el que el bienaventurado puede gustar un anticipo de la gloria que le espera, y el malvado ve los tormentos que habrá de soportar. Se prevén también castigos para los que no responden correctamente a las preguntas de los ángeles Munkar y Nakir. Pero sólo unos pocos, como el místico Al Ghazáli (+ 1111), sostienen la posibilidad del arrepentimiento después de la muerte.

En las Escrituras no hay una enseñanza clara sobre el purgatorio. Pero la tradición, especialmente en Occidente, desarrolló una teología del purgatorio basada en una serie de textos: 2Mac 12,39-46 (el sacrificio que ofrece Judas Macabeo por los soldados caídos cuando llevaban encima objetos idolátricos); ICor 3,11-15 (la salvación «por medio del fuego» de los que han edificado inadecuadamente sobre el fundamento de Cristo); 1Cor 15,29 (el enigmático «bautismo por los muertos»); 2Tim 1,16-18 (oración por Onesíforo, que parece estar muerto); Lc 12,48 (castigo más ligero para algunos); Mt 5,26 (salida sólo tras pagar el último céntimo).

Aunque J. Le Goff parece estar en lo cierto al indicar que la primera vez que aparece la palabra «purgatorio» indicando un lugar es en Pedro Comestor (o Pedro Manducator —iporque devoraba los libros!—) entre 1170 y 1180, lo cierto es que la idea del purgatorio después de la muerte es mucho más antigua. Son muchos los textos de los padres de la Iglesia que dan testimonio de la oración por los muertos. Junto a ella encontramos la idea de un fuego, de unos castigos o de un lugar de purgación (ignis purgatorius, poenae purgatoriae, loca purgatoria). Aunque ya en Clemente de Alejandría (ca. 150-ca. 215) y Orígenes (ca. 185-ca. 254) hay algunas referencias a un perdón más pleno y/o un castigo después de la muerte, hasta Agustín de Hipona no encontramos una clara expresión de lo que más tarde, a través del desarrollo del dogma, culminará en las definiciones conciliares: después de la muerte hay purificación de los pecados menores; de acuerdo con lo que «han transmitido los padres de la Iglesia y ha mantenido la costumbre de la Iglesia universal», las almas reciben ayuda del sacrificio salvífico y de las buenas obras de los fieles; en la anaphora se hace mención de los muertos.

Después de él, varios autores, especialmente Gregorio Magno, y la liturgia desarrollaron la idea de la purgación después de la muerte, admitiendo la posibilidad de que las oraciones de los vivos tuvieran valor para los difuntos. Al menos desde el siglo VIII hay una conmemoración de los muertos en el canon romano, aunque quizá no se hiciera en todas las misas (particularmente los domingos) ni en todos los lugares. Encontramos también una conmemoración de los muertos en varias liturgias antiguasde Oriente y Occidente. Los restos arqueológicos de los primeros siglos dan testimonio también de la convicción de que las oraciones de los vivos podían ayudar de algún modo a los difuntos.

La primera enseñanza conciliar al respecto se encuentra en el concilio de >Lyon II: las almas de los que han muerto en caridad «antes de haber satisfecho sus pecados de comisión y omisión por medio de frutos adecuados de arrepentimiento... son lavados después de la muerte por medio de penas purgatorias y purificadoras (poenis purgatoriis seu cartharteriis)... Para aliviar tales penas pueden ser útiles los actos de intercesión (suffragia) de los vivos, especialmente el sacrificio de la misa, las oraciones, las limosnas y las demás obras de piedad». Más tarde el concilio de >Florencia hará afirmaciones similares, en el contexto también del rechazo del purgatorio por parte de los griegos. Dado que los ortodoxos siguen rechazando generalmente la doctrina occidental sobre el purgatorio, no está claro cuál es el sentido que dan a la conmemoración de los muertos en la liturgia.

Trento confirma la doctrina del purgatorio frente a su rechazo por parte de los protestantes, pero alertando al mismo tiempo contra las exageraciones y las supersticiones. El Vaticano II no usa la palabra «purgatorio», pero dice: «Otros, ya difuntos, se purifican» (LG 49, 51) y apoya la oración por los difuntos (LG 50). Las plegarias eucarísticas posconciliares incluyen la conmemoración de los difuntos. La Congregación para la doctrina de la fe afirma en una instrucción publicada en 1979: «(La Iglesia) cree en la posibilidad de una purificación de los elegidos antes de que estos vean a Dios, purificación que es enteramente distinta del castigo de los que han sido condenados»

La única doctrina definida acerca del purgatorio es la existencia de un estado de purificación y la eficacia de la oración por los difuntos. La especulación teológica gira en torno a varias cuestiones: la duración del purgatorio, la naturaleza de la purificación, el estado de los que están purificándose. Santo Tomás representa la discusión medieval sobre estos temas, aunque no contamos con ningún texto amplio sobre ellos de su época de madurez: enseña el valor de la oración por los difuntos; compara el dolor del purgatorio con el del infierno, con la diferencia de que aquel es sólo por un tiempo limitado; los dolores del purgatorio varían según el estado de los que se purifican; el objeto del purgatorio es el pecado venial y los restos de pena que pueden persistir una vez que el pecado ha sido perdonado; los que se están purificando pueden recibir ayuda de las indulgencias. Dante colocaría pronto el purgatorio en un lugar destacado de la conciencia cristiana a través de la Divina comedia, que ejerció un gran influjo incluso sobre muchos que nunca la habían leído.

En la época postridentina hubo mucha especulación sobre el purgatorio y se produjo un aumento en las devociones correspondientes: se multiplicaron las oraciones por «las benditas ánimas del purgatorio»; se buscaba su intercesión; el agustino san Nicolás de Tolentino (1652-1737) fue reconocido como el patrón de las ánimas del purgatorio.

La reflexión moderna sobre el purgatorio trata de purificar la doctrina de todos los elementos imaginativos y fantásticos, al igual que las visiones infundadas y las pseudorevelaciones. Al mismo tiempo hay una conciencia cada vez mayor del valor de las visiones de los místicos. Reflejando su propia experiencia de oscuridad en la busqueda de Dios, consideran el purgatorio desde la perspectiva del amor, por ejemplo santa Catalina de Génova y santa Teresa de Lisieux. El purgatorio, más que un castigo, se considera consecuencia de un amor purificante y sanador. La doctrina del purgatorio tiene sentido incluso desde un punto de vista racional: ¡Las personas tendrían necesidad de purificarse de la envidia antes de poder gozar plenamente del cielo! La plena purificación puede producirse por medio de una vida santa, o en virtud de una enfermedad terminal, pero para otros sería fruto de un amor salutífero después de la muerte. El purgatorio se entiende mejor dentro del contexto más amplio de la doctrina de la >comunión de los santos. La Iglesia militante de la tierra y la Iglesia triunfante del cielo se unen en el amor y la compasión por la Iglesia que sufre en el purgatorio. El purgatorio ha de verse también a la luz de la nueva manera de entender las >indulgencias.