PROSELITISMO
DicEc
 

En He 2,10 encontramos la palabra «prosélitos» (en griego prosélytoi), es decir, convertidos al judaísmo. La palabra puede seguir usándose referida a cualquier nuevo convertido a la fe. Todo intento organizado de inducir a la gente a cambiar de creencias podría llamarse «proselitismo». Pero la palabra ha adquirido en nuestros días un sentido exclusivamente negativo: se usa sólo para designar la perversión del verdadero testimonio, convertido en «persuasión inadecuada, abierta o encubierta, por medio del engaño, la intimidación o la coacción externa».

A menudo cuando un número importante de personas pasan de una Iglesia a otra se lanzan acusaciones de proselitismo; es la acusación que suelen lanzar las Iglesias ortodoxas contra la Iglesia católica, resentidas por la presencia de las >Iglesias uniatas en medio de ellas. Aunque el proselitismo extremo es fácil de detectar, hay un buen número de zonas intermedias en las que es difícil distinguir el testimonio enteramente legítimo, o evangelización, de las malas artes del proselitismo. Las obras de caridad son buenas y legítimas, pero a veces encierran en su seno un núcleo de corrupción.

La sensibilidad ante el proselitismo no surgió hasta mediados del siglo, aunque en todas las épocas, cuando una Iglesia perdía algunos de sus miembros en favor de otra, aquella denunciaba siempre el hecho. La reunión de Nueva Delhi del Consejo Mundial de las Iglesias (Ecumenismo y Consejo Mundial de las Iglesias), celebrada en 1961, aceptó y aprobó el documento Testimonio cristiano, proselitismo y libertad religiosa. Poco después el Vaticano II condenó implícitamente el proselitismo en la Declaración sobre la libertad religiosa (DH) de 1965: «Las comunidades religiosas tienen también el derecho a no ser impedidas en la enseñanza y en la profesión pública, de palabra y por escrito, de su fe. Pero en la difusión de la fe religiosa y en la introducción de costumbres es necesario abstenerse siempre de toda clase de actos que puedan tener sabor a coacción o a persuasión inhonesta o menos recta, sobre todo cuando se trata de personas rudas o necesitadas. Tal modo de obrar debe considerarse como abuso del derecho propio y lesión del derecho ajeno» (DH 4). Y también: «La Iglesia prohibe severamente que a nadie se obligue, o se induzca, o se atraiga por medios indiscretos a abrazar la fe» (AG 13). En 1970 el Grupo de trabajo conjunto de la Iglesia católica y del Consejo Mundial de las Iglesias publicó un documento titulado Testimonio común y proselitismo.

Aunque todas las Iglesias importantes lo rechazan, el proselitismo sigue siendo un problema acuciante en ciertas áreas de actuación de las sectas. Apenas hay ninguna Iglesia que en el pasado no haya incurrido hasta cierto punto en el proselitismo; la prudencia y la honradez en este terreno serán siempre imprescindibles.