ORÍGENES
(ca. 185-254)
DicEc
 

Orígenes nació probablemente en Alejandría en torno al año 185. Al morir mártir su padre, Leónidas, el 202, sustentó a su familia abriendo una escuela de estudios elementales. Su obispo, Demetrio, pronto lo hizo responsable de la catequesis. Su estilo de vida era austero, hasta el extremo del heroísmo. Viajó mucho: Roma, Palestina, Antioquía. Siendo todavía laico, predicó delante de unos obispos en Cesarea de Palestina, ante lo cual Demetrio, su obispo, protestó. Al ser ordenado en Palestina, su obispo convocó un sínodo de obispos y lo expulsó de Egipto por haberse ordenado en otra diócesis sin el permiso de su obispo. Volvió a Cesarea, donde escribió y enseñó. Bajo la persecución de Decio fue torturado con el fin de hacer que apostatara de la fe. Quedando con la salud muy quebrantada, murió poco después, probablemente el año 254.

Hombre de prodigiosa erudición, Orígenes fue un crítico textual agudo y comentador de la mayor parte de los libros de la Escritura. Predicó mucho, escribió obras apologéticas, dogmáticas, espirituales y especulativas, así como un buen número de cartas. Sólo una pequeña parte de su inmensa producción ha llegado hasta nosotros; a causa de las controversias posteriores acerca de su ortodoxia, muchas de sus obras fueron destruidas. H. U. von >Balthasar, escribiendo sobre los comienzos de su labor teológica, dice: «Descubrí a Orígenes y comprobé con asombro que era el espíritu más egregio de los primeros siglos, que había dejado su huella, para bien y para mal, en toda la teología cristiana».

La importancia de Orígenes en la eclesiología puede decirse que es tanto indirecta como directa. En primer lugar, todavía podemos aprender de él la importancia de unir la teología dogmática y la espiritualidad, de ver un significado espiritual tanto como literal en la Escritura. En segundo lugar, hay en él ideas eclesiológicas de gran profundidad, especialmente su visión de la triple encarnación: el Logos se ha encarnado en su cuerpo histórico, resucitado y eucarístico, en su cuerpo eclesial y en el cuerpo de la Sagrada Escritura. Enseña claramente la doctrina paulina del >cuerpo, cuya vida es el Logos. Es un testigo de las instituciones de la Iglesia en su época. Hablando de las debita («deudas», menos exactamente «ofensas») del padrenuestro, dice: «Una viuda a cargo de la Iglesia tiene una deuda, un diácono otra, un presbítero otra, y un obispo, una deuda extremadamente fuerte, cuyo pago le será exigido por el Salvador de toda la Iglesia, recibiendo justo castigo en caso de no pagarla». Las grandes imágenes patrísticas de la Iglesia se encuentran, al menos germinalmente, en Orígenes: por ejemplo, la novia, la esposa, la ciudad de Dios, el pueblo, los creyentes, Jerusalén.

Orígenes cayó en desgracia en el período patrístico por un conjunto de errores a los que se ha dado el nombre de «origenismo», pero que no todos se encuentran en sus enseñanzas. Los problemas de las generaciones futuras en relación con sus escritos serían múltiples: su novedosa aproximación a la Escritura, a un tiempo literal y espiritual; su inclinación a la alegoría; el carácter vacilante de sus tempranas reflexiones sobre temas a propósito de los cuales los teólogos y los concilios posteriores se expresarían de manera diferente; su genio especulativo, dedicado a examinar posibilidades que más tarde habrían de considerarse insostenibles; la confusión de sus posiciones filosóficas con su teología, y sobre todo la errónea interpretación de sus escritos y sus intenciones por aquellos que, como Jerónimo, lo leyeron tardíamente y no tuvieron en cuenta su lenguaje más primitivo y lo acusaron, por ejemplo, de arrianismo. Se ha demostrado que el anatema lanzado contra Orígenes en el segundo concilio de >Constantinopla no puede ser atribuido al concilio. Había defectos ciertamente en su teología trinitaria, que se haría clara en el concilio de >Nicea I. Su teoría de la apokatastasis, que postula la salvación última de todo y de todos, tiene escaso fundamento, aun cuando él aduzca algunos fundamentos tomados de la Escritura.

La variada obra de Orígenes forma parte de la herencia más rica de la Iglesia. En la actualidad es quizá, después de Agustín, el más leído de todos los escritores eclesiásticos de la Antigüedad. Citando a von Balthasar una vez más, se puede decir que «Orígenes fue una figura tan señera como Agustín o Tomás de Aquino»".