ISLAM
DicEc
 

El islam apareció en Arabia a comienzos del siglo VII en un ambiente árabe pagano que estaba en contacto con pequeños grupos de judíos y cristianos. Tuvo su origen en las revelaciones que Mahoma (ca. 570-632) pretendía haber recibido, a partir aproximadamente del 610 d.C., y que se encuentran recogidas en el Corán. Rápidamente se extendió por Oriente próximo, y en siglos posteriores por el norte y el este de Africa, y lo que son ahora Paquistán, Bangladesh e Indonesia. La inmigración ha dado lugar a notables minorías musulmanas en muchos países europeos.

Hay dos grupos principales dentro del islam, divididos hasta cierto punto por razones políticas, y muy en particular por quién puede ser el califa o jefe de la comunidad musulmana: los sunníes (aproximadamente el 90% de los musulmanes), que sostienen que el derecho al mando lo tiene la tribu de los Qurays de Mahoma, y los chiítas (el 10% aproximadamente), para los que sólo los descendientes del profeta tienen derecho al mando supremo. Los primeros subrayan el papel de la comunidad en la interpretación del Corán; los segundos restringen este papel a los imanes, únicos intérpretes de las enseñanzas del Profeta.

Las principales doctrinas se encuentran en el Corán 4,6 y 2,177. Son paralelos de creencias judías y cristianas. En primer lugar está la creencia en Dios, creador omnipotente, infinitamente bueno y misericordioso, que castiga severamente a los que se oponen a él. Los musulmanes devotos conocen noventa y nueve nombres de Dios, que invocan según las circunstancias. La creación es celebrada como una proeza que revela la misericordia de Dios. En segundo lugar, hay una viva creencia en los ángeles; los musulmanes creen que cada uno tiene dos ángeles de la guarda. En tercer lugar, el libro sagrado del Corán contiene todo lo que es realmente necesario saber; algunos libros del Antiguo Testamento son venerados en teoría, aunque en la práctica son por lo general ignorados. En cuarto lugar, están los profetas: Moisés, David, Jesús —que fue enviado sólo a los hijos de Israel— y el más grande de todos, Mahoma, enviado a toda la humanidad. Estos vienen después del libro, ya que el Corán se considera como preexistente y sólo más tarde dictado a Mahoma. En quinto lugar, hay una fuerte creencia en las postrimerías: resurrección, juicio, cielo e infierno. En sexto lugar, la tradición islámica insiste en la predeterminación divina: todo ha sido decidido por Dios y lo que uno tiene que hacer es confiarse a la providencia divina. El cristianismo se ve como opuesto a la unidad de Dios.

La ley musulmana está contenida en los «cinco pilares del islam». Estos constituyen el camino hacia la santidad (>Santa). El primero: «No hay más Dios que Alá y Mahoma es su profeta», es una declaración de monoteísmo sin compromisos. Los otros pilares son la oración ritual, el zakat social y la tasa de caridad, el ayuno del ramadán, de un mes de duración, y el hajj o peregrinación a La Meca una vez en la vida. El islam es más que una religión: es un sistema social y político que abarca todos los aspectos de la vida de los creyentes.

Desde la Edad media, aunque no al principio, el islam fue hostil al cristianismo; de hecho, la antipatía era mutua. Con el Vaticano II se produjo una apertura en la posición oficial de la Iglesia, anticipada por misioneros clarividentes como los Padres Blancos (Misioneros de Africa). En las propuestas de las distintas jerarquías durante el período de preparación del Vaticano II había pocas referencias al islam. Algunas de ellas eran negativas: una condena de los errores del islam; las dificultades planteadas por las misiones promovidas por los musulmanes. Otras positivas: algunos señalaban rasgos valiosos del islam. Estas propuestas no fueron incluidas en el documento sobre las misiones, Ad gentes, que trató de las otras religiones sólo de manera general. Los intentos llevados a cabo durante las primeras sesiones del concilio para que se hiciera una declaración sobre los judíos se toparon con las peticiones de que el concilio se refiriera también al islam y a otras religiones. En 1964 Pablo VI creó el Secretariado para los no cristianos.

La primera referencia al islam introducida en la Constitución sobre la Iglesia fue considerada insatisfactoria, especialmente por los obispos orientales. La versión finalmente aprobada dice así: «Pero el designio de salvación abarca también a los que reconocen al Creador, entre los cuales están en primer lugar los musulmanes, que, confesando adherirse a la fe de Abrahán, adoran con nosotros a un Dios único, misericordioso, que juzgará a los hombres en el día postrero» (LG 16). Hubo un intenso debate antes de aprobarse finalmente en octubre de 1965 la declaración sobre las religiones no cristianas. «La Iglesia —se dice en ella— mira también con aprecio a los musulmanes, que adoran al único Dios, viviente y subsistente, misericordioso y todopoderoso, Creador del cielo y de la tierra, que habló a los hombres, a cuyos ocultos designios procuran someterse con toda el alma, como se sometió a Dios Abrahán, a quien la fe islámica mira con complacencia. Veneran a Jesús como profeta, aunque no lo reconocen como Dios; honran a María, su madre virginal, y a veces también la invocan devotamente. Esperan, además, el día del juicio, cuando Dios remunerará a todos los hombres resucitados. Por ello, aprecian la vida moral y honran a Dios, sobre todo, con la oración, las limosnas y el ayuno. Si en el transcurso de los siglos surgieron no pocas desavenencias y enemistades entre cristianos y musulmanes, el sagrado concilio exhorta a todos a que, olvidando lo pasado, procuren sinceramente una mutua comprensión, defiendan y promuevan unidos la justicia social, los bienes morales, la paz y libertad para todos los hombres» (NA 3). Estos dos textos son las dos primeras declaraciones positivas importantes del magisterio respecto del islam: se reconocen en ellos los auténticos valores religiosos de la fe islámica; consideran a los musulmanes, no como infieles, sino como creyentes; ven a los cristianos y a los musulmanes unidos en la fe monoteísta en un único Dios; consideran las riquezas comunes de la Iglesia y de los discípulos del Profeta; se expresa el deseo de diálogo. En décadas posteriores el magisterio ha seguido hablando positivamente del islam, especialmente en los dos discursos del Papa en Casablanca (1985).

Entre los islamistas católicos se plantea la cuestión de la aceptación del Corán como revelación. Algunos rechazan la idea basándose en las contradicciones existentes entre este y las Escrituras cristianas. Otros ven en él una auténtica revelación con distorsiones debidas a la recepción humana; afirman estos que el conflicto entre el Corán y la auténtica fe cristiana no es mucho mayor en algunos aspectos que entre el Antiguo y el Nuevo Testamento.

Los musulmanes interpretan tradicionalmente el Corán de acuerdo con tres métodos principales: tafsir, el método preferido de los sunníes, muy fiel al texto; ta' wil, promovido por los musulmanes chiítas, que va más allá de la letra, a un significado interno, alegórico o aplicado; istinbat, seguido por los sufíes y rechazado por los demás musulmanes, que busca una significación mística y simbólica en el texto.

Desde el Vaticano II el >diálogo con los musulmanes ha ido en aumento (>No cristianos). Hay inherentes en él varias dificultades: los musulmanes no están a favor —y pueden incluso mostrarse hostiles— de la aplicación de los métodos histórico-críticos y científicos al Corán y a otros libros sagrados; mientras que hay muchos expertos en el islam en las Iglesias cristianas, entre los eruditos islámicos son pocos realmente —si es que hay alguno— los expertos en el cristianismo, repitiendo por lo general tópicos tomados de los escritos polémicos. Además, mientras el Consejo pontificio para el diálogo interreligioso y el CMI son organismos oficiales de las Iglesias cristianas, en el islam no hay ningún organismo oficial correspondiente, por lo que el diálogo se realiza con personalidades universitarias, con organismos políticos, con jefes de Estado o con individuos particulares. Por otro lado, frente al pluralismo de los interlocutores cristianos hay también una amplia gama de posturas dentro del islam: liberales, fundamentalistas, laicistas, integristas, creyentes practicantes y místicos. Puede ser mejor evitar la expresión «ecumenismo amplio» en relación con este diálogo: no sigue el modelo del diálogo entre católicos, ortodoxos y protestantes, que mira a la unidad entre ellos. Los musulmanes y los cristianos, al juntarse, no miran a la unidad, sino que buscan verdades comunes, especialmente en relación con Dios, la humanidad, los asuntos sociales y la paz (ver NA 3).

Una de las cuestiones que suele plantearse en el diálogo es la de las misiones de los cristianos, de las que se resienten mucho los musulmanes. Hay que decir, sin embargo, que la evangelización directa de los musulmanes tiene resultados poco dramáticos, siendo la tarea principal de la misión en medio del islam un testimonio silencioso de amor (AG 1).

Otra importante cuestión planteada en el diálogo es la de la espiritualidad y la santidad. Los más explícitos en relación con el misticismo son los sufíes (del árabe suf «lana», por alusión a su ropa). La edad de oro del misticismo fue entre el 750 y el 950, aunque algunas figuras importantes como Al-Ghazali (1057-1111) e Ibn Arabi (1165-1240) aparecieron después. El sufismo es un movimiento ascético basado en la contemplación mística del amor de Dios y en la unión con él. El sufismo ha influido en la piedad popular del islam, aunque no ha tenido mucha aceptación dentro de las principales corrientes del mismo.

Aunque el auge del >fundamentalismo islámico ha planteado nuevas dificultades en el camino del diálogo, e incluso de la convivencia pacífica, entre cristianos y musulmanes, el cultivo de las relaciones respetuosas entre ambas religiones, que juntas constituyen la mitad de la humanidad, es crucial para el bienestar de la Iglesia en muchos países de Asia, Africa y Oriente Medio. Y en el verdadero diálogo ambas partes pueden enriquecerse. El aspecto más valioso de este diálogo para la Iglesia, en una época en que se da de lado al compromiso y a lo absoluto, puede ser el testimonio sin componendas que da el islam de valores morales y teológicos innegociables.