IRENEO DE LYON, San
(ca. 130-200)
DicEc
 

Nacido en Asia Menor hacia el 130, Ireneo nos cuenta que siendo joven escuchó a >Policarpo, discípulo del apóstol Juan. Ireneo viajó a Roma y más tarde a Lyon, donde fue nombrado obispo. Es por tanto testigo de la tradición de tres Iglesias muy importantes y distantes. Murió hacia el año 200. Los testimonios acerca de su martirio son tardíos y poco concluyentes.

Dos importantes obras suyas han llegado hasta nosotros: Adversus haereses («Desenmascaramiento y refutación de la falsa gnosis») y Demostración de la enseñanza apostólica, redescubierta sólo en 1904. Como otros muchos escritores cristianos primitivos, Ireneo escribió principalmente para defender al cristianismo de las herejías de su época. Sus escritos no son por tanto ordenados ni sistemáticos. Como sus adversarios eran principalmente gnósticos (>Gnosticismo), encontramos en Ireneo importantes afirmaciones acerca de Dios, la creación, la redención, la revelación y el hombre. Su doctrina de la recapitulación (anakephalaiósis) es importante para la soteriología y la mariología: cada uno de los pasos en falso dados por la humanidad al comienzo de su andadura se recorrieron en sentido inverso en la redención; de ahí los paralelos de Cristo y Adán y de María y Eva. Fue además el primer autor en plantearse a fondo la cuestión de la ortodoxia y la herejía. Pero aunque su objetivo inmediato era enfrentarse a la herejía, desarrolló de hecho una profunda visión teológica de todo el misterio de Dios y del mundo.

La importancia de Ireneo en la eclesiología es excepcional. Sus textos no son fáciles de interpretar. Sólo se conserva la versión completa del Adversus haereses en latín, pero donde puede compararse con los pasajes del original griego se revela como una traducción muy pegada al original. En su disputa con los gnósticos tuvo que enfrentarse con su pretensión de poseer un conocimiento secreto y con su teoría de las emanaciones; su respuesta consistió en subrayar la catolicidad de la Iglesia y la solidez de su tradición. Al hacer esto dejó un testimonio primitivo en relación con ciertos temas eclesiológicos críticos.

Resumiendo, en su Adversus haereses Ireneo arguye en contra de los gnósticos que la verdad hay que buscarla en el testimonio concorde de las Iglesias, a las que los apóstoles consignaron la enseñanza que habían recibido. Los sucesores de los apóstoles pueden enumerarse, estableciendo en cada lugar la lista de los obispos (>Sucesión apostólica). Estos obispos han recibido cierto carisma de la verdad. En lugar de embarcarse en el laborioso proceso de indagar en cada una de las Iglesias, centra su atención en la mayor de ellas, en la Iglesia fundada por los apóstoles Pedro y Pablo. Hace luego una afirmación importantísima, de la que falta el original griego y cuyo significado no es seguro al cien por cien: «Porque con esta Iglesia, a causa de su origen más eminente (propter potentiorem principalitatem), todas las Iglesias y los fieles en todas partes han de coincidir (necesse est... convenire), ya que en esta Iglesia la tradición apostólica ha sido siempre preservada por las de todas partes». La traducción remite la primera parte a la fundación de Roma sobre Pedro y Pablo, a la que Ireneo se refiere en el contexto; la segunda parte en cambio apunta al carácter cosmopolita de la Iglesia de Roma. Ireno, cuando menos, otorga cierto tipo de preeminencia a la Iglesia romana en cuestión de liderazgo y doctrina (>Primado papal). Da testimonio además de la estructura jerárquica de la Iglesia: cada lugar cuenta con un obispo y un grupo de presbíteros.

La importancia del testimonio de Ireneo reside en su antigüedad y en su conocimiento de las tres Iglesias: Asia Menor, Roma y la Galia. Por entonces la Iglesia mostraba ya los elementos institucionales clave que todavía hoy la caracterizan.