EVANGELIZACIÓN
DicEc
 

La palabra euaggelion, que significa «evangelio» o «buena noticia», aparece 72 veces en el Nuevo Testamento, 54 de ellas en el corpus paulino. Tiene una amplia gama de significados: el mensaje cristiano en su conjunto (Mc 1,1); la buena noticia de Jesús (2Cor 4,4) o de Pablo (2Cor 4,3); es para todos (Mc 13,10; 16,15); es una revelación de Dios (Gál 1,11-12), que ha de ser creída (Mc 1,15) y proclamada (1Cor 9,14.16.18). Hay que arriesgarlo todo por el evangelio (Mc 8,35; Rom 1,16), servirlo (Rom 1,1; 15,16), defenderlo (Flp 1,7.16); se le pueden poner obstáculos (1Cor 9,12), se le puede rechazar (Rom 10,16) o distorsionar (Gál 1,6-7). Euaggelion es la buena noticia de la verdad (Gál 2,5.14), de la esperanza (Col 1,23), de la paz (Ef 6,15), de la promesa de Dios (Ef 3,6), de la inmortalidad (2Tim 1,10), de la resurrección de Cristo (1Cor 15,1ss.; 2Tim 2,8) y de la salvación (Ef 1,13). [En definitiva, Evangelio en el Nuevo Testamento designa la noticia que se refiere a Dios o que proviene de El y se convierte en un término técnico para referirse al mensaje acerca de Jesucristo. Por tanto, no se refiere sólo a la predicación, sino a la nueva realidad que Dios ha introducido en la historia humana, y por esto equivale al contenido de la misma fe cristiana.] El pensamiento maduro de santo Tomás de Aquino resume el evangelio como el conjunto de todo lo que se refiere a la gracia del Espíritu Santo.

La palabra «evangelización», que no aparece en el Nuevo Testamento, fue usada, aunque discretamente, por el Vaticano II [ya que sólo se encuentra una sola vez en la LG, de las treinta y una que aparece en todo el Concilio. Será su sinónimo la palabra «misión» que tiene la primacía por sus más de ciento cuarenta usos –entre los cuales veintisiete en LG–]. El Vaticano II, en efecto, afirma que es tarea especialmente de los obispos promover la evangelización por medio de los fieles (CD 6); está asociada a la santificación en la misión propia de los laicos (AA 2, 6, 20, 26; LG 35); los sacerdotes han de aprender métodos de evangelización (PO 19) y tomar conciencia de que la eucaristía es la fuente y la cumbre de la evangelización (PO 5). Pero es sobre todo en el decreto sobre las misiones donde aparecen los principales perfiles de la evangelización: «El fin propio de la actividad misionera es la evangelización y la implantación de la Iglesia» (AG 6); «la Iglesia tiene la obligación y el sagrado derecho de evangelizar» (AG 7); los catecúmenos tienen que comprometerse en la labor eclesial de la evangelización (AG 14); a los catequistas les corresponde una parte importante en la tarea de la evangelización (AG 17), así como a los laicos (AG 21); la evangelización por parte de los individuos y los institutos brota de un carisma del Espíritu (AG 23); se alaba la labor de los institutos misioneros en el terreno de la evangelización (AG 27) y se esboza el papel de la entonces Congregación de Propaganda Fidei (AG 29); «la evangelización es un oficio fundamental del pueblo de Dios» (AG 35-36); los obispos han de enviar sacerdotes a la evangelización misionera (AG 38), los sacerdotes han de fomentar la evangelización entre los fieles (LG 39); los institutos religiosos contemplativos y activos, así como los institutos seculares, desempeñan un papel capital en la evangelización del mundo (AG 40). Por último, la labor misionera se describe como la edificación de Iglesias jóvenes, de modo que estas puedan a su vez continuar la labor de evangelización (LG 17).

El tercer sínodo ordinario de los obispos (1974) abordó el tema de la evangelización; tras él se publicó la gran exhortación apostólica de Pablo VI Evangelii nuntiandi (EN, 1975). La EN, uno de los mejores documentos pontificios del siglo, recapitula la enseñanza del Vaticano II en clave de evangelización, aunque destacando con mayor nitidez aún los temas: el primer evangelizador es Cristo (EN 6-13, 15); «evangelizar constituye la dicha y vocación propia de la Iglesia, su identidad más profunda. Ella existe para evangelizar» (EN 14). Y también: «La evangelización es algo inherente a la auténtica naturaleza de la Iglesia» (EN 15). La evangelización es un proceso complejo que supone la renovación de la naturaleza humana, el testimonio, la proclamación pública, la aceptación sincera y cordial de la comunidad de la Iglesia y la incorporación a la misma, la adopción del signo exterior y los trabajos apostólicos (EN 24). La exhortación pone especial énfasis en el testimonio (EN 21, 41, 66, 69, 76...), pero subraya, [especialmente después de una de las mejores descripciones del valor evangelizador del testimonio, desde un punto de vista fenomenológico, existencial y espiritual (EN 21)], que «no hay evangelización verdadera mientras no se anuncie el nombre, la doctrina, la vida, las promesas, el reino, el misterio de Jesús de Nazaret Hijo de Dios» (EN 22). El papa relaciona además la evangelización con temas importantes que se han planteado en la Iglesia posconciliar: la cultura (EN 18-20), la liberación (EN 29-39), la religiosidad y la piedad populares (EN 48), las comunidades cristianas de base (EN 58), la >inculturación (EN 63-64), el >pluralismo (EN 65-66). Hay, por último, un largo y bello pasaje que trata de la obra del Espíritu Santo en la evangelización (EN 74-75).

La tercera asamblea general de la Conferencia Episcopal Latinoamericana (CELAM), celebrada en Puebla en 1979, se dedicó a tratar de la evangelización. Había notables avances en la EN que se habían convertido ya en ideas clave en relación con los pobres (EN 76). Partiendo de la realidad cotidiana de opresión y dependencia, proponía la liberación y la evangelización liberadora como respuesta crítica (nn 470-506). En importantes pasajes se valoran positivamente las comunidades de base (nn 96-97, 619-643) y la religiosidad popular (nn 444-469). La conferencia manifestaba una opción preferencial, no exclusiva, por los pobres (nn 1134-1165) y los jóvenes (nn 1166-1205). Los pobres son al mismo tiempo objeto de la evangelización y agentes de la misma (nn 707, 1130, 1141-1147). El potencial de los pobres para enriquecer a la Iglesia se desarrollaría en los años siguientes a Puebla. El tema de la evangelización volvió a ser abordado por la asamblea del CELAM celebrada en Santo Domingo en 1992, en la que se hicieron patentes a su vez algunas de las reflexiones motivadas por el V centenario del descubrimiento, explotación y evangelización de Latinoamérica.

El papa Juan Pablo II llamó a una década de evangelización antes del año 2000. Resultado de ello fue la oficina romana Evangelización 2000, que estimula el establecimiento de escuelas de evangelización en distintas partes del mundo. Otro resultado fue «Lumen 2000», que se encarga de la utilización de los medios electrónicos de comunicación. Ambas han sido criticadas por desatender la dimensión social de una evangelización integral.

Al parecer, el Papa usó por primera vez el término «nueva evangelización» en 1979. En 1983 dijo que la novedad residía en su vigor, sus métodos y su expresión. Unos años más tarde desarrolló más esta idea": ha de ser nueva por su renovado ardor, procedente de una mayor unidad con Cristo y una mayor confianza en su poder; nueva por sus métodos, que impliquen a todos en la Iglesia; nueva en su expresión, al adquirir los cristianos un sentido más intenso de su propia identidad y transmitir unmensaje relevante que incluya el compromiso con la justicia. La exhortación possinodal sobre la vocación y la misión de los laicos, Christifideles laici (Chl, 1988), habla de reevangelización (Chl 34, 64). El lenguaje de la evangelización adquiere nueva claridad en la encíclica sobre las misiones, Redemptoris missio (RMi). Tres situaciones son las que tiene que afrontar la >misión de la Iglesia. Hay pueblos, grupos y contextos socioculturales en los que Cristo y su evangelio no son conocidos; es esta la misión ad gentes en el sentido propio del término. Están en segundo lugar las comunidades cristianas con estructuras eclesiales adecuadas y sólidas; en ellas la Iglesia lleva a cabo su labor pastoral. «Se da, por último, una situación intermedia, especialmente en los países de antigua cristiandad, pero a veces también en las Iglesias más jóvenes, donde grupos enteros de bautizados han perdido el sentido vivo de la fe o incluso no se reconocen ya como miembros de la Iglesia, llevando una existencia alejada de Cristo y de su evangelio. En este caso es necesaria una "nueva evangelización" o "reevangelización"» (RMi 33). Aunque la encíclica aporta nueva luz, son ideas que se encuentran ya germinalmente en el Vaticano II (AG 6).

Sin embargo, esta terminología de «nueva evangelización», o «reevangelización», no es de uso universal. Muchos hablan de «nueva evangelización» en un sentido liberador en el contexto latinoamericano. De hecho, la llamada a la evangelización adopta formas distintas en los diferentes lugares. Sin pretender ser exclusivos, podríamos señalar ciertos temas clave según los lugares: en el primer mundo se pone el acento en la ciencia, la tecnología y el capitalismo, por lo que la evangelización tiene que insistir en los valores evangélicos y transcendentes; en los antiguos países socialistas de la Europa del Este se están produciendo rápidos cambios sociales en culturas que antes eran oficialmente ateas, por lo que la evangelización ha de poner el énfasis en el dinamismo transformador de la fe; en América Latina la situación es de opresión de los pobres, por lo que la evangelización ha de plantearse como transformadora y liberadora; en Asia las grandes religiones (>No cristianos) necesitan ser evangelizadas a través del diálogo y el testimonio de la espiritualidad cristiana, así como a través de una concienciación cada vez mayor de la injusticia; en Africa los antiguos países coloniales están afirmando con orgullo su identidad africana, de modo que la evangelización ha de hacerse por medio de una honda >inculturación del evangelio.

Una vez más sin pretensión de ser exclusivos, pueden distinguirse varios modelos de evangelización. La evangelización es un acto eclesial. Tradicionalmente la evangelización la llevaron a cabo misioneros dirigidos por sacerdotes que transmitían un evangelio de carácter marcadamente europeo. Los puntos de inserción eran frecuentemente la educación y la atención sanitaria, poniéndose el énfasis en las conversiones y más tarde en el clero nativo. En las décadas recientes se ha puesto el acento en el diálogo con la cultura de los pueblos y en la edificación de la comunidad. En este modelo de evangelización los que se dirigen a un pueblo son más conscientes de las «semillas de la Palabra» sembradas ya por el Espíritu Santo. La encíclica de Juan Pablo II sobre las misiones subraya el valor del diálogo, pero insiste en que este no puede sustituir a la evangelización (RMi 55-57, con 33). El modelo más reciente es el liberador, en el que el mensaje del evangelio es considerado buena noticia para la vida en su integridad. Los pobres ocupan en él un lugar especial: son los destinatarios privilegiados de la buena noticia (cf Lc 4,17; 7,22) y evangelizan a su vez a los evangelizadores.

Poco antes del concilio Vaticano II se distinguieron tres etapas en el proceso de la catequesis: la preevangelización, fase de escucha en la que se despierta el interés y se prepara el terreno; la evangelización propiamente dicha, que conduce a la conversión; y la catequesis, que se ocupa de formar a los cristianos.

Desde las décadas de 1960 y 1970 ha habido mucho interés en la evangelización por parte de los protestantes, aunque ellos prefieren llamarla «evangelismo». Se ha hablado de ello en varios encuentros celebrados por el Consejo Mundial de las Iglesias o auspiciados por él. Es un campo en el que hay amplio espacio para la colaboración y el diálogo permanente.