ECLESIOLOGÍA EN LATINOAMÉRICA
DESDE EL VATICANO II HASTA EL 2000
DicEc
 

La amplia realidad de la Iglesia en Latinoamérica, que representa en el momento actual el continente más numeroso de católicos en el mundo, unida a su situación sociopolítica en la mitad del siglo XX, hace difícil una caracterización precisa de su Eclesiología. Es sabido que el impacto más original es el producido por la teología o teología de la liberación y es en esta voz específica donde puede encontrarse su tipificación (>Teologías de la liberación y eclesiología). Con todo, debe tenerse presente que la Eclesiología latinoamericana no se reduce a este enfoque y obviamente recoge la amplia reflexión teológica posconciliar sobre la Iglesia como puede constatarse en el significativo libro promovido por el CELAM titulado Eclesiología. Tendencias actuales (1990), con los obispos J. E. M. Terra (Brasil) y J. Lozano (México), los teólogos C. Galli (Argentina) y J. Marins (Brasil) y el historiador A. Methol Ferré (Uruguay), donde se dibujan las principales eclesiologías de la teología actual (teándrica, kerigmática, comunional, ecuménica, sacramental, pneumática, histórica y liberadora), así como la propia de Puebla centrada en la Iglesia como comunión, y se hace una propuesta para Santo Domingo: la eclesiología sacramental. Teniendo presente esta precisión, he aquí a grandes trazos los elementos más específicos de la eclesiología latinoamericana, fuertemente marcada por la teología de la liberación:

1) La Iglesia, como sacramento de salvación y liberación histórica: el acento en la dimensión histórica de la salvación es el centro de esta eclesiología que se pregunta por el sentido de la Iglesia y que quiere tener como referente «el reverso de la historia» (G. Gutiérrez), por eso tiene como referencia central la «opción preferencial por los pobres» afirmada de forma explícita por la III Conferencia General del Episcopado Latinoamericano en Puebla (1979). Expresión retomada diversas veces por Juan Pablo II y que ha relanzado más recientemente la exhortación apostólica Ecclesia in America (1999) así: «la atención a los más necesitados surge de la opción de amar de manera preferencial a los pobres. Se trata de un amor que no es exclusivo y no puede ser pues interpretado como signo de particularismo o de sectarismo; amando a los pobres el cristiano imita las actitudes del Señor» (n 58). En este sentido aparece también la dimensión «martirial» propia del testimonio tal como recordaba monseñor Oscar Romero poco antes de que lo asesinaran: «me alegro, hermanos, de que nuestra Iglesia sea perseguida, precisamente por su opción preferencial por los pobres y por tratar de encarnarse en el interés de los pobres» (15 de julio de 1979).

2) Eclesiología de las comunidades eclesiales de base, parroquias y movimientos eclesiales populares: que subraya la dimensión comunitario-popular de la evangelización y la liturgia, de la educación de la fe, de la renovación parroquial y apostólica... Esta realidad fue recogida por la Evangelii nuntiandi de 1975, donde se le dedica un largo apartado (n 58), fruto de las reflexiones del Sínodo de 1974 sobre la Evangelización'. Posteriormente Juan Pablo II afirmó en la Redemptoris missio de 1990 que son «un fenómeno de rápida expansión en las jóvenes iglesias, promovido, a veces, por los obispos y sus conferencias como opción prioritaria de la pastoral, lo constituyen las comunidades eclesiales de base (conocidas también con otros nombres), que están dando prueba positiva como centros de formación cristiana y de irradiación misionera» (n 51). La más reciente exhortación apostólica Ecclesia in America, siguiendo la IV Conferencia de Santo Domingo de 1992 (n 58), sugiere que «una clave de renovación parroquial... puede encontrarse quizá considerando la parroquia como comunidad de comunidades y de movimientos. Parece, por tanto, oportuna la formación de comunidades y grupos eclesiales» (n 41).

3) Eclesiología «popular»: es decir, que parte del «pueblo» y es para el «pueblo». Una de las categorías más apreciadas por la eclesiología latinoamericana es la de pueblo de Dios a partir del capítulo II de la LG. Es esta una de las temáticas que han suscitado mayor reflexión, así, por un lado se subraya el paso del pueblo como «comunidad cultural» al pueblo de Dios entendido como «comunidad sapiencial» (J. C. Scannone, L. Gera), que se convierte en «comunidad-signo» (J. L. Segundo). A su vez se da un tránsito del pueblo pobre a la «Iglesia de los pobres» (I. Ellacuría, J. Sobrino) y del pueblo organizado a la Iglesia como «red de comunidades» (L. Boff). Esta dimensión «popular» engarza también con el importante fenómeno de «la religión y piedad popular» entendida como «lugar teológico» que por un lado debe modificar cada elemento que no lleve consigo la orientación de Cristo y su Iglesia; y por otro acentuar todo lo que en la religión popular es encuentro con el Dios liberador y todo lo que es amor fraterno. En esta línea la exhortación Ecclesia in America afirma que «ya que en América la piedad popular es expresión de la inculturación de la fe católica y muchas de sus manifestaciones han asumido formas religiosas autóctonas, es oportuno destacar la posibilidad de extraer de ellas, con clarividente prudencia, indicaciones válidas para una mayor inculturación del Evangelio» (n 16).

4) Hacia una eclesiología más comunional y de camino hacia la solidaridad: en los últimos tiempos una cierta inflexión en la teología de la liberación así como diversas reflexiones críticas están procurando nuevos acentos que pueden dibujarse en torno al subrayado de la eclesiología de comunión, en la línea del Sínodo de 1985, como eclesiología integradora de la misma formulación «Iglesia popular». En este sentido se sitúa la dura afirmación de Mons. Lozano: «es un absurdo la llamada "Iglesia popular". La Iglesia es además un camino normativo, con autoridad, que reside en los pastores, quienes participan de la capitalidad de Cristo; en una forma colegial, como guías, sacerdotes y maestros. La Iglesia es madre y maestra»'. En una clave más matizada y global la exhortación Ecclesia in America acentúa la categoría de Iglesia, sacramento de comunión, a partir de la iniciación cristiana c..n la Eucaristía y en la que los obispos son sus promotores (cf nn 33-37).

A su vez, el nuevo contexto de la globalización mundial ha propiciado la potenciación del concepto de solidaridad, que de alguna manera quiere ser englobante del concepto clásico liberación. Así en el Documento de Santo Domingo se unen «empobrecimiento y solidaridad» y se afirma que desde la solidaridad exigida por el seguimiento de Cristo, se fundamenta la exigencia de «dar un testimonio auténtico de pobreza evangélica en nuestro estilo de vida y en nuestras estructuras eclesiales, tal cual como El lo dio», ya que la opción preferencial por los pobres tiene un «potencial evangelizador» (n 178). Esta solidaridad debe hacer posible luchar contra la «cultura de la muerte» y posibilitar así una «cultura de la vida» (n 4). En esta línea se sitúa también la exhortación Ecclesia in America, que dedica significativamente todo un capítulo a la solidaridad vista como fruto de la eclesiología de la comunión (c. V, nn 52-65).