CONFESIÓN DE BARMEN
DicEc
 

En mayo de 1934, representantes de Iglesias luteranas, reformadas y unidas se reunieron en Barmen (en la actualidad Wuppertal) para organizar la resistencia protestante al nacional-socialismo (nazismo) en Alemania. Su líder era M. Niemáller, y su mentor teológico K. >Barth. Del encuentro salió la «Iglesia confesante», frente a los «cristianos alemanes», que optaron por la resistencia pasiva, y los teólogos —entre ellos G. Kittel que apoyaron abiertamente la «renovación moral» nazi de la sociedad alemana. Hacia 1937 el movimiento de la Iglesia confesante era en gran medida clandestino, pero su confesión de Barmen se convirtió en estandarte de la fe bíblica en el señorío único de Jesús, y una condena de todo el que pretendiera destruir este señorío. «Jesucristo, tal como es testificado en la Escritura, es la única Palabra que tenemos que escuchar, en la que tenemos que confiar y a la que tenemos que prestar obediencia en la vida y en la muerte» (art. 1). Aunque su base es claramente cristológica, el documento es primariamente eclesiológico, tratando de mostrar cómo debían reaccionar las Iglesias a la ideología nazi. Así el artículo 3 cita Ef 3,15-16 y sigue diciendo: «La Iglesia cristiana es la comunidad de hermanos en la que Jesús sigue actuando en la palabra y los sacramentos por medio del Espíritu Santo. Con su fe, así como con sus ordenanzas, tiene que dar testimonio en medio de este mundo de pecado, como Iglesia que es de pecadores perdonados, de que sólo pertenece a él, de que sólo vive y desea vivir de su consejo y consuelo a la espera de su venida». El artículo 6 cita Mt 28,20 y 2Tim 2,9 y afirma: «La misión de la Iglesia, en la cual se funda su libertad, consiste en esto: en difundir, en nombre de Cristo y, por tanto, al servicio de su palabra y de su obra, y a través de la palabra y el sacramento, el mensaje de la gracia libre de Dios a todos los hombres». El art. 5 trata de la Iglesia y del Estado, y advierte solemnemente: «(La Iglesia) recuerda a los hombres el reino de Dios, el mandamiento y la justicia de Dios y, por consiguiente, la responsabilidad de los gobernantes y los gobernados».

Después de la guerra, la confesión de Barmen se convirtió en credo oficial o casi oficial en algunas Iglesias. En la Iglesia luterana de Alemania puede mencionarse en las constituciones eclesiásticas, pero no en el contexto de describir la dependencia de la Iglesia de las confesiones del siglo XVI. Resulta difícil determinar la influencia de la unión de Barmen en las labores ecuménicas posteriores. Aunque la circunstancia histórica con que se encontraron las Iglesias en Barmen era única, la rápida y profunda interpretación de los signos de los tiempos lograda allí hace de Barmen un símbolo profético para la Iglesia de todos los tiempos.