CATALINA DE SIENA, Santa
(1347-1380)
DicEc
 

Caterina Benincasa nació en Siena probablemente hacia 1347. A la edad de seis años tuvo la primera de sus importantes visiones cuando entraba en Siena: vio a Cristo con vestiduras pontificales, acompañado por Pedro, Pablo y Juan Evangelista; Cristo la miró fijamente, le sonrió y la bendijo. La visión contenía elementos que serían fundamentales en su vida. Cristo aparece no como en Belén, ni como crucificado, sino como pontífice. Su primer biógrafo, Raimundo de Capua, observa que desde entonces se entregó al ascetismo, haciendo voto de virginidad al año siguiente.

Hacia la edad de dieciocho años se hizo dominica terciaria, formando parte de las mantellate, que llevaban el hábito dominico pero vivían en su casa, reuniéndose para algunas oraciones. Aunque las terciarias se comprometían a realizar obras de caridad, Catalina permaneció en soledad en su casa durante tres años, al cabo de los cuales recibió la gracia de las bodas místicas. Después de esto salió y se hizo cada vez más activa en el servicio de los demás. Más tarde se comprometería en asuntos públicos, tratando de conseguir la paz para Florencia y aconsejando a los papas. Fue a Aviñón y luego a Roma, donde murió en 1380. Fue canonizada en 1461.

Sus escritos incluyen 382 cartas, 26 oraciones y el libro El diálogo. La bibliografía sobre sus obras es enorme. Esta se centra principalmente en su experiencia mística y en su eclesiología, que es lo que aquí nos interesa. Aunque su educación fue, en el mejor de los casos, irregular, H. U. von >Balthasar la considera la más metafísica de los místicos, y fue declarada doctora de la Iglesia en 1970(>Doctores de la Iglesia).

Estuvo intensamente comprometida en la renovación y reforma de la Iglesia. No dudó en reprender a papas y eclesiásticos en sus cartas; sus oraciones muestran su sensibilidad tanto hacia la belleza como hacia la debilidad de los detentadores de los oficios eclesiásticos. Mostró una solicitud apasionada por la unidad de la Iglesia. A través del misticismo cristológico y trinitario penetró profundamente en la misión de la Iglesia, que consiste en hacer eficaz en la humanidad la sangre de Cristo. Se lo entregó todo a las tres Personas, a las que les atribuía respectivamente el poder, la sabiduría y la clemencia.

Al comienzo de la parte de su carrera más política y eclesiástica mostró cuatro compromisos profundos: la salvación de los demás, la fidelidad al papado, la adhesión a Cristo crucificado y el trabajo por la unidad de la Iglesia. Su gran visión ecuménica del 1 de abril de 1376 puede parecer en contraste con la eclesiología corriente. Escribe: «Vi a la gente, a los cristianos y a los infieles, entrando en el costado de Cristo crucificado». Seis décadas más tarde el concilio de Florencia todavía suponía la culpabilidad y no salvación de los que están fuera de la Iglesia (>Extra Ecclesiam nulla salus). No obstante, es probable que Catalina pensara en la conversión de los no cristianos antes de su salvación.

La rica eclesiología de sus obras, tanto explícita como implícita, destaca por encima de todo el tema del amor: el amor recibido por la Iglesia, el amor devuelto por la Iglesia y el amor a la Iglesia. Su enseñanza y su vida ponen de manifiesto una visión profunda del papel de la intercesión por la Iglesia y el mundo.