1.1.- INTRODUCCIÓN.
¿Qué
es la personalidad?. Cuando hablamos de trastornos de la personalidad nos
referimos a aquellos casos en los que esta se ha ido desarrollando de un modo anómalo,
ya que poco a poco ha ido adquiriendo rasgos y mecanismos psicológicos
inadecuados hasta construir un auténtico trastorno psicopatológico.
El
término desarrollo implica en psicopatología una elaboración lenta y
progresiva del trastorno dentro de la biografía de esa persona, no se puede
delimitar con exactitud el momento en que empieza a desarrollarse el trastorno
que le distingue de los llamados "procesos", que se caracterizan por
su aparición relativamente brusca. A partir de un momento dado, en que se puede
apreciar claramente una ruptura en la biografía de esa persona, tal como sucede
con la esquizofrenia, con determinados tipos de depresión, etc.
Los
trastornos de la personalidad suelen ser consecuencia de factores educacionales
y de una serie de experiencias sucesivas, de vivencias intensas intensas, a
veces traumáticas, experimentadas por una persona con un temperamento más o
menos proclive a desarrollar este tipo de anomalías. Ante estas situaciones se
introduce un mecanismo de defensa, que puede servir de alivio a corto plazo pero
que, a la larga, será perjudicial.
Por
ejemplo, una persona que se angustia en las relaciones sociales y que ha venido
desarrollando un exagerado sentido del ridículo y temor a sufrir algún tipo de
humillación o rechazo en reuniones sociales, se puede "defender" de
su problema evitando cualquier tipo de actividad social que no le ofrezca
absolutas garantías de pasarlo mal. Sin embargo, a más largo plazo, este
mecanismo acentúa su inseguridad de fondo y le hace perder progresivamente
habilidades sociales para desenvolverse en estas situaciones, con lo cual el
problema se va acentuando cada vez más, hasta llegar a constituirse un
trastorno de la personalidad por evitación, del que más adelante nos
ocuparemos.
En
los trastornos de la personalidad parece más adecuado hablar de "anomalía",
más que de enfermedad, es decir, hay que situarlos dentro de ese campo
intermedio entre la salud y la enfermedad. No se trata de personas sanas, pero
tampoco se puede decir que se trate de enfermos mentales, en un sentido
estricto. De hecho, no implican una enajenación del "yo", una
absoluta pérdida de responsabilidad, aunque sí un condicionamiento de la
conducta, más o menos intenso, dependiendo de cada caso particular. Por este
motivo, desde el punto de vista judicial los trastornos de personalidad no se
consideran eximentes de delito, aunque sí atenuantes.
Teóricamente,
existen tres límites mal perfilados en lo que se refiere a la personalidad y
sus trastornos, la personalidad ideal, puramente teórica e inexistente; la
personalidad normal, que se encuentra dentro de unos límites imprecisos
definidos por la aceptación de sus rasgos dentro de unas fronteras más o menos
definidas, tanto desde el punto de vista cualitativo como cuantitativo, y por último,
la personalidad trastornada, el trastorno de la personalidad, en el que se
integran rasgos que sobrepasan los límites comúnmente aceptados de la
normalidad. Esta imprecisión teórica no es tal en la práctica ya que la
alteración suele manifestarse de un modo suficientemente significativo como
para que no queden dudas al respecto.
Existen
muchos tipos de trastornos de la personalidad. A lo largo de la historia se han
realizado numerosas clasificaciones en un intento de reunirlos, diferenciarlos y
tipificarlos. No obstante, esto no ha resultado sencillo, probablemente debido a
la gran complejidad y sutileza psicológica que, en muchos casos, suponen estas
anomalías.
Tradicionalmente,
al hablar de los trastornos de la personalidad se hacía referencia a dos
grandes grupos: las "personalidades neuróticas", caracterizadas por
los sentimientos de inferioridad y la inseguridad en uno mismo, y las
"personalidades psicopáticas", caracterizadas por su agresividad y
capacidad para hacer sufrir a los demás. En este aspecto, la clasificación del
alemán Kurt Schneider ha servido de referencia obligada para la mayoría de los
psiquiatras durante muchos años.
Ultimamente
se han intentado elaborar otras clasificaciones más modernas y universales,
abandonando parcialmente los conceptos de lo neurótico y lo psicopático,
buscando perspectivas nuevas y una mayor concordancia de criterios
profesionales. Las más conocidas, admitidas y representativas son la
clasificación CIE-10, realizada recientemente por la Organización Mundial de
la Salud (OMS), y la DSM-IV de la Asociación Americana de Psiquiatría.
Clasificación
de Kurt Schneider:
-
Psicópatas hipertímicos.
-
Psicópatas depresivos.
-
Psicópatas inseguros de sí mismos.
-
Psicópatas fanáticos.
-
Psicópatas
necesitados de estimación.
-
Psicópatas
lábiles de ánimo.
-
Psicópatas
explosivos.
-
Psicópatas
desalmados.
-
Psicópatas
abúlicos.
-
Psicópatas
asténicos.
Clasificación
del CIE-10:
-
Trastorno
paranoide de la personalidad.
-
Trastorno
esquizoide de la personalidad.
-
Trastorno
disocial de la personalidad.
-
Trastorno
de la inestabilidad emocional de la personalidad.
-
Trastorno
histriónico de la personalidad.
-
Trastorno
anancástico (obsesivo-compulsivo) de la personalidad.
-
Trastorno
ansioso (con conductas de evitación) de la personalidad.
-
Trastorno
dependiente de la personalidad.
-
Otros
trastornos específicos de la personalidad.
-
Trastorno
de la personalidad sin especificación.
-
Trastornos
mixtos de la personalidad.
Clasificación
del DSM-IV:
-
Trastorno
paranoide de la personalidad.
-
Trastorno
esquizoide de la personalidad.
-
Trastorno
esquizotípico de la personalidad.
-
Trastorno
antisocial de la personalidad.
-
Trastorno
límite de la personalidad.
-
Trastorno
histriónico de la personalidad.
-
Trastorno
narcisista de la personalidad.
-
Trastorno
de la personalidad por evitación.
-
Trastorno
de la personalidad por dependencia.
-
Trastorno
obsesivo-compulsivo de la personalidad.
-
Trastorno
pasivo-agresivo de la personalidad.
- Trastornos de la personalidad no especificados.