V

 

Ética  de  la   vida

 

I.- Introducción.

 

                            Uno de los bienes más destacados del matrimonio es la posibilidad de originar una familia. El amor conyugal tiene un dinamismo interno que le hace progresar  hacia la constitución de una comunidad más amplia de personas en la que vivan no sólo cónyuges, sino también padres e hijos.

II.- Significado de la fecundidad humana.

 

                            La fecundidad humana puede ser contemplada desde dos ángulos: desde la perspectiva de la pareja y desde la perspectiva de la sociedad.

                       

2.1.- Perspectiva de la pareja.

 

                            ¿Qué sentido tiene la fecundidad?.

1)      Explicaciones históricas insuficientes:

-         Entender la fecundidad como justificación del matrimonio.

-         Entender la fecundidad como "excusa" de la intimidad conyugal.

No es doctrina fundada en la Biblia la justificación del acto conyugal por la sola procreación; en realidad, el origen de esta exclusividad transmitida hasta nosotros por el pensamiento agustiniano proviene de rigurosas tendencias paganas.

-   Entender la fecundidad como el fin primario del matrimonio. Esta comprensión tiene su apoyo en la noción reduccionista de "naturaleza humana" definida prevalentemente por sus elementos biológicos.

                            Estas formas de comprender la fecundidad son incorrectas, adolecen de una visión inexacta del matrimonio y de la sexualidad.

2)      Explicación correcta. La conyugalidad es el núcleo de la pareja humana; es la relación de los cónyuges; es la íntima comunidad de vida y amor; es el entregarse y el compartir la existencia. La conyugalidad conlleva la fecundidad, ya que toda relación interpersonal auténtica es de signo creativo. No podemos entender la fecundidad aislada de la conyugalidad. La procreación es la redundancia de la conyugalidad.

 

2.2.- Perspectiva de la sociedad.

 

                            La fecundidad, contemplada desde el ángulo social, es de gran importancia para la comunidad humana en estos aspectos:

1)      La fecundidad como bien social. El supremo bien de la comunidad humana es la fecundidad, ya que el mayor bien que tiene es la población, son los componentes de dicha comunidad. Desde ahí es de donde se comprende la enorme importancia que tiene la procreación dentro de la comunidad humana.

2)      La fecundidad como carga social. Pero la procreación es también la mayor carga que tiene la comunidad humana. Este aspecto de carga se advierte, sobre todo, en los países de explosión demográfica, que suelen ser al mismo tiempo países en vías de expansión económica.

                       

III.- Racionalización de la fecundidad humana.

 

                            La procreación no puede ser dejada a las leyes puramente instintivas. Tampoco puede ser de tal manera programada que se convierta en una realidad meramente técnica. Por el contrario, entendemos por racionalización de la procreación un ejercicio de la fecundidad que sea humano (y no meramente técnico) y crítico (y no instintivo).

                            La racionalización de la fecundidad humana viene exigida por la peculiaridad de la sexualidad humana, sin duda más que función procreativa. La cual no está automáticamente regulada por la instintividad en la especie humana, sino que tiene que ser regulada responsablemente, es decir, humanamente. Esta condición antropológica está en la base de la problemática moral de la regulación de la natalidad, de los métodos de control, de la planificación familiar y demográfica.

                            Los ámbitos donde tiene que realizarse la racionalización de la fecundidad humana son los siguientes:

                       

3.1.- Racionalización de la población (control demográfico).

 

                            No corresponde a la ética proponer soluciones técnicas al problema de la problación. Su misión es la de iluminar esta realidad desde la proclamación explícita de la dignidad de la persona y de los valores de una auténtica comunidad humana. Siendo los criterios fundamentales:

1)      Es derecho de todo ser humano entrar en la historia y formar parte de la población con aquellas condiciones y garantías que le posibiliten una vida plenamente humana. Por eso mismo, todo nacido tiene derecho a no ser "programado" como un objeto más de nuestra técnica, sino a ser "amado" con un afecto que se traduzca en posibilidades reales de una auténtica humanización.

2)      Es deber de la comunidad humana crear aquellas condiciones que hagan posible una población de la tierra cada vez más justa y una racionalización de la demografía que responda a un proceso de creciente humanización con el reparto justo de los recursos económicos, con un "habitat" en que sea posible la convivencia familiar con el equipamiento adecuado de estructuras educativas, sanitarias, etc.

 

3.2.- Racionalización de la fecundidad de la pareja conyugal (procreación y planificación familiar responsable).

 

                            El derecho y el deber de una población cada vez más humana se traduce, en términos éticos en la normatividad expresada por el principio de procreación responsable. Los hijos no deben ser fruto de la instintividad o irresponsabilidad, sino del amor maduro y responsable de las personas.

                            Los sujetos principales de la responsabilidad en la procreación humana son la comunidad conyugal y al comunidad social.

                            1) La comunidad conyugal. A ella corresponde emitir el juicio último sobre el ejercicio del don de su fecundidad, teniendo en cuenta el sentido fecundo de su amor conyugal, los diversos valores que entran en juego (los suyos, los de los hijos nacidos o todavía por nacer, etc.), discerniendo las circunstancias, etc.

                            Los esposos, al examinar las razones para regular su fecundidad no han de limitarse al horizonte familiar; su mirada ha de dirigirse también a la situación general de la sociedad. Por otra parte, conviene advertir que el principio de paternidad/maternidad responsable no ha de entenderse ni realizarse como un cálculo frío. El pensar en los hijos ya nacidos , en el que puede nacer, en el bien de la familia,y de la sociedad, es una forma lúcida de amar. No estando reñido con la actitud de generosidad ni con el número elevado de hijos.

                            2) La comunidad social. Está a través de sus diversos servicios (v.g. autoridades, sociólogos, médicos, psicólogos, etc.) tiene el derecho y el deber de informar de los aspectos "técnicos" en que los cónyuges han de tomar la opción procreativa. Las intervenciones de la comunidad social tienen un límite en la dignidad de la persona y en el valor inalienable de sus decisiones.

 

IV.- Valoración técnica y ética de los métodos de control de natalidad.

 

                            La utilización de lo métodos para regular la natalidad tiene una doble vertiente:

1)      Vertiente científico-técnica. El estudio de los métodos anticonceptivos supondría un análisis muy diversificado. Nos limitaremos a mencionar los métodos más conocidos y de mayor utilización:

-         Abstinencia periódica (calendario, temperatura basal, Billings),

-         Coitus interruptus.

-         Barreras mecánicas (preservativo, diafragma).

-         Barreras químicas.

-         Dispositivos intrauterinos.

-         Hormonales (píldora, inyecciones).

2)      Vertiente ética. Los criterios éticos con relación a los métodos de control de la natalidad son los siguientes:

-         El ejercicio de la procreación responsable ha de compaginarse con el respeto a la vida humana.

-         La normativa ética de los diversos métodos anticonceptivos ha de sobre pasar una consideración puramente "instintiva" y puramente "biologista" de la sexualidad humana y ha de ser buscada en una visión integral tanto del matrimonio como del amor humano. En este sentido parecen objetivas las críticas que se han hecho a la noción de "naturaleza" y de "artificialeza" que utiliza la doctrina tradicional de la Iglesia hasta la encíclica Humanae Vitae. Por otra parte, esta doctrina tradicional se basa en una consideración excesivamente "procreatista" del matrimonio.

-         Los métodos actuales, no reúnen, a juicio de los técnicos una bondad absoluta. Por eso mismo, es incoherente y arriesgado inclinar la valoración ética por un método determinado.

-         La utilización ética de los métodos estrictamente anticonceptivos (no abortivos ni esterilizantes) ha de ser objeto del responsable discernimiento de los cónyuges. Tal discernimiento ha de atender a diversos factores:

·          Su eficacia habrá de acomodarse al grado de urgencia con que debe ser evitado, temporal o permanentemente, un nuevo embarazo.

·          Si es posible elegir entre varios procedimientos, se escogerá el que entrañe menos elementos negativos y exprese adecuada y suficientemente el amor mutuo.

·          A la hora de elegir los medios también juega la disponibilidad concreta en una determinada región o en un momento dado o para un matrimonio determinado.

·          Deberán tener en cuenta los cónyuges que la entrega y la procreación sólo se entienden rectamente como expresión y realización de un auténtico amor personal.

           

VI

 

Etica  del  aborto

 

I.- Introducción.

 

                            El aborto constituye uno de los problemas más antiguos de la humanidad y que más interrogantes plantea a nivel teórico-práctico en las conciencias de todas las personas. Actualmente, influyen factores como:

1)      La revolución sexual.

2)      El descubrimiento de las taras hereditarias en la vida intrauterina.

3)      El paso de la clandestinidad a la publicidad de los comportamientos desviantes.

4)      El liberalismo de la sociedad donde cada vez se contempla y acepta más cualquier tipo de prácticas abortivas.

 

II.- Situación actual del aborto.

 

                            Desde hace unos 50 años en que comenzó a contemplarse la despenalización del aborto en la mayoría de las legislaciones de todo el mundo, el número de estos ha aumentado de modo vertiginoso. En 1978 (ONU), cada día nacían unos 300.000 niños y se producían alrededor de 120.000 casos de aborto (2 abortos por cada 5 nacimientos). Hoy en día es muy dificil saber con rigor científico el número de abortos, ya que existen intereses personales, el secreto profesional de los médicos, la clandestinidad , y la reticencia femenina o el pudor de la mujer.

                            Sin embargo se calcula que anualmente se cometen unos 30 millones de abortos, lo que representa el 30% de los nacimientos en los países donde está legalizado y el 20% en los países donde no lo está.

                            Las sociedades que más defienden la infancia, la familia, la vida nacida (v.g. EEUU, Reino Unido, Holanda, etc.) son las sociedades más abortivas. Por otra parte, las sociedades prohibitivas del aborto no pueden presentarse como modelos de defensores de la vida y la persona (v.g. Chile, Bolivia, Brasil, etc.). Esto nos hace mantener que la realidad del aborto no coincide con la realidad de las sociedades respecto a la defensa o no de la vida.

                            Las actitudes que existen hoy respecto a la legalización del aborto son:

-         Superficial. Se aprueba el aborto por la presión ambiental.

-         Feminista. Defienden las acciones abortivas sobre el feto que es considerado como algo, hasta el punto de no considerarlo con derechos humanos y a disposición del albedrío de la mujer que es dueña de su cuerpo.

-         Eugenésicos.  Por razones médicas como salvar la vida de la madre, impedir el nacimiento de vidas disminuidas, etc.

-         Personalísticas. Tienen una escala de valores en que el honor, el bienestar de la familia, la libertad, etc; están por encima de la vida.

-         Confusa. No se quiere el aborto, pero se ve como mal menor en situaciones conflictivas (v.g. violaciones, embarazos de niñas, etc.).

-         Defensora de la vida. El primer valor no negociable es el valor de la vida humana desde su concepción.

 

                            La ética cristiana de todas las épocas ha tenido una preocupación constante por todo lo relativo a la vida  humana. Debiendo encontrar en la actualidad una ética fundamental coherente de la vida humana, y así:

-         Los cristianos deben convertirse en una escuela que eduque para la vida.

-         Es necesario que la Teología Moral se formule desde una ética racional, coherente y concreta, no desde una ética visceral.

-         La convicción de los cristianos ha de ser factor de identidad e integración.

-         Asumir que la defensa de la vida humana no se ha desarrollado linealmente en la Historia de la Iglesia, sino que a veces, se ha oscurecido bastante, sobre todo cuando ha interesado.

-         El conflicto entre la vida y la libertad no se resuelve afirmando "sólo la vida".

-         La realización personal, el autodesarrollo y la realización social no pueden desarrollarse atentando contra la vida ajena.

-         A los cristianos les urge trabajar tanto en la defensa de la vida como en la mejora de la misma.

-         Rechazo coherente de la pena de muerte y de la tortura.

-         La vida puede mejorarse utilizando adecuadamente los ingentes gastos destinados a la escalada armamentista.

-         La calidad de la vida implica la denuncia del consumo y de la materialización.

 

III.- Realidad del aborto.

 

                            El aborto puede definirse como la interrupción del embarazo cuando el feto no es viable, es decir, cuando no puede subsistir fuera del claustro materno. Desde el punto de vista médico, abortar es expulsar el feto no viable; desde el punto de vista jurídico, abortar es una acción voluntaria y maliciosa de provocar esa expulsión empleando los medios necesarios para lograrlo; y desde el punto de vista moral, se admite la definición de la visión médica, pero se añade la valoración ética entendida tanto desde el punto de vista objetivo como subjetivo.

                            El ser humano en gestación empieza su trayectoria mediante la fecundación; desde la primera semana hasta el segundo mes se le llama "embrión", llamándosele "feto", desde entonces (la medicina admite que el feto es viable a partir de las 28 semanas).

 

3.1.- Clases de aborto.

 

1)      Según el agente o autor del aborto:

a)      Espontáneo.- por causas naturales.

b)      Provocado.- por intervención libre de la persona.

2)      Según la causa que lo provoca:

a)      Terapéutico.- provocado cuando la continuación del embarazo pone en peligro la vida de la madre. Este tipo de aborto carece de significación, ya que son pocos los casos en que se presenta. No es un problema desde ninguna concepción moral.

b)      Eugenésico.- provocado cuando existe riesgo, y a veces la certeza, de que el nuevo ser nazca con anomalía o deformaciones congénitas. La moral católica se mantiene en una condena radical a este tipo de aborto.

c)      Humanitario.- provocado cuando el embarazo ha sido consecuencia de un acto violento (v.g. violación). Se trata de una situación dramática donde lo que hay dentro del seno materno no es fruto del amor, sino de un acto de fuerza. La moral cristiana, dice que se continúe el embarazo hasta su término, ofreciendo tras el alumbramiento la alternativa de una adopción.

d)      Psico-social o económico.- provocado cuando el embarazo no es deseado por razones sociales, psíquicas, económicas, etc. Este tipo de aborto no es admitido de ninguna manera por la moral, pues es un método más de control de la natalidad (siendo sin embargo, la causa más frecuente de aborto en el mundo). Las razones alegadas manifiestan el oscurecimiento de un valor que para la moral es fundamental: el valor de la vida.

 

IV.- Valoración ética del aborto.

 

4.1.- Valoración antropológica del aborto.

 

                            Actualmente pretende contestar si hay vida plenamente humana en los siguientes momentos:

1)      En la fecundación.- Si aceptamos el hecho de que al unirse el espermatozoide con el óvulo comienza una vida biológica distinta de la vida de la madre, entonces el embrión o el feto no es "algo" sino "alguien", un ser con autonomía propia e irrepetible. La respuesta de la Iglesia es:

-         La vida desde su concepción deber ser salvaguardada con el máximo cuidado; el aborto y el infanticidio son crímenes abominables (GS 51).

-         La vida humana ha de ser protegida y favorecida sin que surjan dudas sobre la ilegitimidad del aborto. (Declaración sobre el aborto, de la Congregación de la Fe, 1974).

                            Algunos moralistas intentan que se acepte el aborto terapéutico y el eugenésico.

2)      En la anidación.- Hacia el 6º o 7º día de la fecundación, el óvulo se implanta en el útero. Algunos teólogos moralistas católicos opinan que no se puede hablar de la persona con derechos hasta la anidación. La razón en la que se basan es el número tan elevado de óvulos expulsados antes de la anidación. Este derroche natural da pie a los teólogos para pensar que no sean seres personales hasta la anidación. La respuesta de la Iglesia es que desde el primer instante queda fijado el programa de lo que será ese hombre o esa mujer.

3)      Cuando se desarrolla al corteza cerebral.- para algunos, de esta etapa depende el proceso de hominización. Las consecuencias son que antes de 25 a 40 días no se considera una persona con derechos; así que hasta los 40 días se podría suspender la vida siempre que haya razones graves. La respuesta de la Iglesia es que esta hipótesis está en contra de los principios de la ley natural.

4)      Cuando surge el carácter relacional del ser humano.- consideran que el comienzo de la vida humana tiene un carácter relacional. La doctrina de la Iglesia indica que desde el comienzo de la vida humana están los principios y derechos de la persona.

 

4.2.- Valoración moral del aborto.

 

                            Desde la perspectiva de las Sagradas Escrituras no existe ninguna fundamentación concreta en la que basar nuestros criterios; pero a lo largo de toda la cosmovisión bíblica se transmiten los mensajes sobre la importancia de la vida, la importancia del amor fraterno y la condena de todo homicidio.

                            La Iglesia siempre ha sostenido la protección de la vida humana desde su comienzo, condenando el aborto. Los Papas y los Concilios reafirmaron la condena del aborto.

                            La disciplina canónica de la Iglesia, dada la gravedad del aborto, lo condena a nivel doctrinal dentro de su situación, con la excomunión. A los que contemplan el aborto sólo desde la perspectiva de la ley, la Iglesia católica les dice que no hay ninguna disposición humana que pueda obligar a una acción inicua ni obligar a nadie a hacerla (Hch. 5,29). Un cristiano no puede obedecer una ley que sea inmoral en sí misma (el personal sanitario católico no está obligado a realizar un aborto, pudiendo presentar al respecto objeción de conciencia). El creyente debe reaccionar con claridad ante todo ambiente permisivo sobre el aborto. La despenalización del aborto no cambia la valoración moral del mismo (su despenalización es moralmente injusta). La fe, además de las exigencias éticas, refuerza la obligación de erradicar las causas del aborto. El creyente debería estar en las campañas a favor de la vida.

 

4.3.- Valoración ética de los ordenamientos jurídicos sobre el aborto.

 

                            Para regular el aborto existen tres tipos de legislaciones:

1)      Totalmente permisivas.- consideran el aborto algo exclusivo de la esfera privada, que no es necesario legislar.

2)      Restrictivas.- prohibición del aborto y penalización de su práctica. Tienen una sensibilidad religiosa bastante fuerte (sobre todo en el cristianismo) y unas grandes consideraciones éticas.

3)      Liberalizadoras.- sobre la base de una serie de factores sociales que justifican el recurso al aborto.

                            El Estado liberaliza el aborto, pero no lo moraliza. La ley que despenaliza, lo que hace es renunciar a castigar, pero no intenta dar un carácter ético del aborto. El hecho de que esté permitido el aborto en ningún caso quiere decir que sea lícita su realización en el foro de la conciencia. Por lo tanto, no disminuye la responsabilidad ética, porque la norma no es una conducta para guiar la conciencia.

 

 

 

VII

 

Ética   de   la   eutanasia

 

I.- Introducción.

 

                            Plantear los problemas éticos del morir supone utilizar una metodología coherente basada en el valor de la vida humana, la cual, a veces, se encuentra en conflicto con otro valor, concretamente el valor de morir dignamente. Cuando no existen esas situaciones conflictivas, ninguna ética razonable encuentra dificultad en mantener y defender el valor de la vida humana en el paciente, esté cercano o no al desenlace final.

 

II.- Premisas metodológicas.

 

                            Adoptamos, pues, como perspectiva metodológica el principio del conflicto de valores. Afirmamos el valor de la vida humana no sólo en general, sino también en aquella situación en la que la persona se encuentre cercana al desenlace final, bien sea por ancianidad o por enfermedad. Habrá situaciones conflictivas cuando surga otro valor que también deba ser tenido en cuenta dentro de esa situación de cercanía del paciente al desenlace final, frente al valor de la vida humana de éste solamente se puede constituir en auténtico conflicto ético el valor de morir con dignidad.

                            Con respecto al valor de la vida humana hay que afirmar lo siguiente:

-         La vida humana tiene valor por ella misma; posee una inviolabilidad axiológica de carácter apriorístico.

-         La vida humana no adquiere ni pierde valor ético por situarse en condiciones de aparente "descrédito" (v.g. vejez, inutilidad social, etc).

-         El valor de la vida humana es el apoyo fundamental y al mismo tiempo el signo privilegiado de los valores éticos y de los derechos sociopolíticos de la persona.

-         La vida humana, lo mismo que la persona, no debe ser instrumentalizada en relación con otros fines distintos de ella misma. No puede constituirse auténtico conflicto ético entre el valor de la vida humana, incluso si se encuentra en fase terminal, y un valor social.

-         La vida humana no debe ser instrumentalizada por el mismo individuo que goza de ella. No puede constituirse auténtico conflicto ético entre el valor de la vida del paciente y otro bien del mismo que no englobe la totalidad valorativa de la persona.

                            Pero por otra parte, también es necesario afirmar el valor de la "muerte digna". Consiguientemente, en las situaciones sobre todo de la distanasia, puede hablarse de auténtico conflicto de valores cuando entran en juego el valor de la vida humana y el valor del morir dignamente, ya que este valor se enraíza, lo mismo que el valor de la vida humana  de éste solamente se puede constituir en auténtico conflicto ético el valor de morir con dignidad.

                            Con respecto al valor de la vida humana hay que afirmar lo siguiente:

-         La vida humana tiene el valor por ella misma; posee una inviolabilidad axiológica de carácter apriorístico.

-         La vida humana no adquiere ni pierde valor ético por situarse en condiciones de aparente "descrédito" (v.g. vejez, inutilidad social, etc.).

-         El valor de la vida humana es el apoyo fundamental y al mismo tiempo el signo privilegiado de los valores éticos y de los derechos sociopolíticos de la persona.

-         La vida humana, lo mismo que la persona, no debe ser instrumentalizada en relación con otros fines distintos de ella misma. No puede constituirse auténtico conflicto ético entre el valor de la vida humana, incluso si se encuentra en fase terminal y sin valor social.

-         La vida humana no debe ser instrumentalizada por el mismo individuo que goza de ella.

 

                            La pregunta más decisiva se concreta en el significado directo y en las implicaciones morales que arrastra la exigencia ética del morir en cuanto "acción humana". En la actualidad se formula esta exigencia con la expresión "morir dignamente", que tiene otras equivalentes: morir humanamente, derecho a la propia agonía, morir serenamente, morir "a la antigua", muerte ideal, muerte digna del hombre, etc; que se resumen con el neologismo ortonasia o derecho a morir dignamente. Derecho que conlleva una serie de exigencias que han de ser observadas por la sociedad:

-         Atención al moribundo con todos los medios que posee actualmente la ciencia médica para aliviar su dolor y prolongar su vida humana.

-         No privar al moribundo del morir en cuanto "acción personal", ya que el morir es la suprema acción del hombre.

-         Liberar la muerte del "ocultamiento" o "clandestinidad" a que es sometida en la sociedad actual.

-         Organizar un servicio hospitalario adecuado, a fin de qu la muerte sea un acontecimiento asumido conscientemente por el hombre y vivido en clave comunitaria.

-         Favorecer la vivencia del misterio humano-religioso de la muerte; la asistencia religiosa cobra en tales circunstancias un relieve especial.

-         Pertenece al contenido del "derecho a morir humanamente" el proporcionar al moribundo todos los remedios oportunos para calmar el dolor, aunque este tipo de terapia suponga una abreviación de la vida y suma al individuo en un estado de inconsciencia. Sin embargo, no puede privar al moribundo de la posibilidad de asumir su propia muerte, de hacerse la pregunta radical de su existencia, de la libertad de optar por vivir lúcidamente aunque con dolores, etc.

 

III.- Situaciones éticas y valoración de la eutanasia.

 

 

3.1.- Situaciones eutanásicas.

 

                            Entendemos por situaciones eutanásicas aquéllas en las que el valor de la vida humana parece encontrarse en una condición tal de ocaso que una terapia de anticipación de la muerte aparece como mejor alternativa.

                            Desde un punto de vista médico, eutanasia es todo tipo de terapia que suponga objetiva o intencionalmente, directa o indirectamente, el adelantamiento de la muerte. Aunque los moralistas actuales siguen distinguiendo entre eutanasia "positiva" y "negativa", preferimos entender la última dentro de los esquemas de la distanasia, reservando el término "eutanasia" para la primera, sea directa e indirecta, sea realizada por acción o por omisión.

                            La consideración ética, añade al concepto médico de eutanasia, un horizonte comprensivo nuevo, refiere la terapia eutanásica de acortamietno de la vida o de adelantamiento de la muerte al universo de los valores morales. Las situaciones eutanásicas para la ética son aquellas terapias eutanásicas que se aprueban o reprueban moralmente por referencia a una escala de valores. Concretamente, la aprobación o el rechazo morales dependen del modo de resolver el conflicto entre el valor de la vida humana y el valor de morir como alternativa mejor aquí y ahora frente al vivir.

                            Las situaciones eutanásicas pueden agruparse de diversos modos según el criterio de sistematización. Destacamos dos grupos:

1)      Personal.- La que se realiza por opción del interesado o de sus familiares o de un tercero interesado en la situación.

2)      Legal.- La que es impuesta o tolerada(despenalizada) por la ley.

                            Tanto una como otra pueden realizarse de dos maneras: por ciertos motivos, como evitar dolores y molestias al paciente, rematar heridos agonizantes en el campo de batalla, deshacerse de ancianos "inútiles" en fase decrépita, etc.; o por simple elección libre del paciente o anciano que juzga más humano hacer del morir un acto de personal disposición.

 

3.2.- Valoración moral de la eutanasia.

 

                            Nos referimos a aquellas situaciones en las que el paciente, sus familiares u otras personas comprendidas en la situación, consideran preferible abreviar la vida y, consiguientemente, adelantar la muerte por motivos tales como liberarse de una agonía prolongada, liberarse de sufrimientos notables, deshacerse de una vida "inútil" (v.g. ancianos, minusválidos, etc), hacer del morir una "elección libre", etc. Todas estas situaciones llevan a plantear el siguiente interrogante. ¿Se puede hablar en esos casos de auténtico conflicto ético entre el valor de la vida y esos valores señalados que constituirían el contenido del derecho a morir dignamente?.

                            Contestamos rotundamente de un modo negativo, frente a las posturas extremas de ciertos moralistas y de aquéllos que parecen equiparar la eutanasia con las situaciones de distanasia, hablando indistintamente para ambas situaciones de "muerte libremente elegida". Tan sólo mencionaremos algunos de los argumentos que se han dado continuamente por la moral para condenar toda acción que tienda a abreviar directamente la vida del moribundo. Estos son: la inviolabilidad de la vida humana, el sinsentido de la proposición de otros valores por encima del valor de la vida humana, el peligro de arbitrariedad por parte de los "poderosos" (v.g. autoridades, técnicos, etc), la consideración "utilitarista" de la vida del hombre, la pérdida de nivel moral en la sociedad, etc. Ahora bien, esta valoración tajante no impide que se tengan en cuenta los diversos matices que nacen de la distinción entre dimensión objetiva y dimensión subjetiva y entre consideración moral (pecado) y consideración jurídica (crimen).

 

 

IV.- Etica de la distanasia.

 

                            El término distanasia es de reciente acuñación y se refiere a ciertas situaciones médicas creadas por el empleo de una nueva técnica terapéutica, la reanimación; es decir, la distanasia es la práctica que tiende a alejar lo más posible la muerte, utilizando no sólo los medios ordinarios, sino los extraordinarios muy costosos en sí mismos o en relación con la situación económica del enfermo y su familia.

                            La realidad contraria a la distanasia es la adistanasia o antidistanasia, consistente en "dejar morir en paz" al enfermo sin propiciarle los medios conducentes a retrasar la muerte inminente. Para tener mejor conocimiento de esta realidad contemplemos las situaciones distanásicas y su valoración moral.

 

4.1.- Situaciones distanásicas.

 

                            Las situaciones distanásicas y sus correspondientes adistanásicas pueden ser clasificadas desde diversos criterios en razón de:

1)      El carácter ordinario o extraordinario de los medios que han de ser empleados para mantener la vida al paciente.

2)      El sujeto paciente que se trate (joven, persona más o menos cualificada, anciano, etc.).

3)      Las posibles esperanzas de recuperación mediante los procesos terapéuticos de reanimación.

                            De los tres criterios citados, creemos que el último es el más decisivo. Los otros dos suponen en el fondo una discriminación injusta que la ética puede inicialmente aceptar para sobre ella construir los criterios y las soluciones morales. Si aceptamos el último criterio como válido para hacer una tipificación de las situaciones  distanásicas, tenemos que hacer una catalogación de casos, cuyo espectro de posibilidades irá desde el paciente que solamente tiene vida vegetativa(sin vida propiamente humana) hasta el que realmente goza de vida plenamente humana; pero para cuya permanencia precaria y por poco tiempo, se requieren tratamientos por encima de lo normal.

 

4.2.- Valoración moral de la distanasia.

 

                            Creemos que entra dentro del derecho a morir humanamente no prolongar indebidamente la vida del hombre más allá de lo que presumiblemente es el espacio de la realización de la libertad humana. Mientras que juzgamos inmoral todo procedimiento conducente a la eutanasia, opinamos que deberían proponerse pistas más abiertas para orientar la conciencia moral con relación a las situaciones distanásicas. Concretamente en las siguientes situaciones:

1)      Vidas mantenidas con técnicas de reanimación. Con respecto a la reanimación, pueden presentarse situaciones diversas. Si se llega a comprobar que ha tenido lugar la "muerte clínica" o muerte irreversible de la corteza cerebral, no tiene sentido mantener la vida puramente vegetativa. Aun cuando no pueda comprobarse la existencia de la muerte clínica, se dan situaciones en las que la reanimación lo único que puede lograr es la prolongación de una vitalidad parcial, a veces reducida a reflejos exclusivamente vegetativos. En tales situaciones no es inmoral, y a veces será recomendable suspender el tratamiento distanásico.

2)      Situaciones en que el dejar morir es recomendable. Existen situaciones en las que no hay obligaciones de prolongar la vida humana y en las que se puede dejar morir al paciente. Conviene advertir, que este "dejar morir" no es lo mismo que "hacer morir", realidad esta última que se identifica con la eutanasia.

 

 

VIII

 

Etica de la sexualidad

 

I.- Relación entre sexualidad y conyugalidad.

 

                            Para acercarnos al conocimiento de la relación entre la sexualidad y la conyugalidad necesitaríamos contemplarla desde dos aspectos: la necesidad de institucionalización de la sexualidad humana, y la relación entre conyugalidad e institucionalización de la sexualidad.

 

1.1.- Necesidad de una institucionalización para la sexualidad humana.

 

                            La dimensión "personalista" de la sexualidad. Es una valoración auténtica: la sexualidad se tiene que medir desde la persona y hacia la persona. Ahora bien, la valoración "personalista" no es lo mismo que la valoración " individualista".

                            La sexualidad no es asunto indivudual; ni siquiera un asunto que pasa entre dos. El comportamiento sexual se abre al "nosotros" social.

                            Por eso, es necesario insistir en la necesidad de una "institucionalización" de la sexualidad. Sin esta dimensión social, la sexualidad humana se desintegra y se convierte en una fuerza de destrucción personal y social.

                            No se ha de entender la institucionalización como algo extrínseco a la realidad de la sexualidad y del amor. Tampoco ha de ser considerado como un factor de tipo opresivo o represivo. Por el contrario, su principal cometido es ayudar a la realización de los aspectos personalistas. La institucionalización pertenece a la misma naturaleza intrínseca de la sexualidad y del amor; y a ese nivel debe ser entendida y expresada.

 

1.2.- La conyugalidad y la institucionalización de la sexualidad humana.

 

                            Anotaciones sobre el significado de la institución matrimonial y su relación con la sexualidad:

1)      El matrimonio no es una institución primariamente sexual.

2)      Los factores fundamentales que han originado, estabilizado y afianzado las instituciones del matrimonio y de la familia son:

a)      La necesidad de una relación perdurable entre la madre y la prole. De ahí que sea necesaria una presencia de los progenitores en torno a la prole para posibilitarles la sobrevivencia.

b)      La motivación económica. La familia representa una fórmula de comunidad económica. El matrimonio debe su estabilidad social a las tareas en beneficio de la seguridad y del sustento que realizan los padres en relación con sus hijos y los cónyuges entre sí.

Así pués, el matrimonio monogámico y estable aparece como la solución necesaria desde el punto de vista de la antropología cultural, en el que se salvaguardan y tienen perfecta acogida las dos razones fundamentales que están en el origen del matrimonio y la familia: el cuidado de los hijos y el control económico.

3)      El  matrimonio no es una institución primariamente sexual; pero sí es una regulación social de las relaciones sexuales. La libertad sexual extraconyugal es una amenaza a los valores no sexuales contenidos en la institución matrimonial.

Esto lleva consigo un fenómeno doble, de gran trascendencia para entender la relación entre la sexualidad y matrimonio. Por una parte, el matrimonio tiende a desexualizar todas las demás estructuras sociales, y por otro, el matrimonio tiende a erotizar cada vez más la vida intramatrimonial.

Con tal represión del impulso sexual quedan libres en el hombre muchas energías para que puedan ser encauzadas hacia otros campos distintos de lo sexual. Según el esquema freudiano, el principio del placer tiene que sucumbir ante el principio de la realidad; únicamente así es posible la cultura y el progreso humano.

Las fuerzas sexuales impulsivas "excedentes" son orientadas hacia fines no sexuales. Y esto se logra mediante la desexualización que impone el matrimonio a los diversos aspectos de la vida social.

 

II.- Orientaciones morales.

 

                            En la doctrina de la Iglesia, el matrimonio está considerado como el terreno exclusivo de las relaciones sexuales. Toda actividad sexual pre y extramatrimonial excluiría del reino de los cielos.  Por otra parte, el matrimonio no fue elaboración propia de la Iglesia. Fue fruto maduro de una larga experiencia humana, con la finalidad inicial de asegurar la simple supervivencia, para tras una evolución, ver en el matrimonio monogámico, el amor único y fiel como reflejo y concretización de la misma alianza. Esta visión confirmada y purificada por Jesús, marcó con su sello a  toda la civilización occidental.

                            Desmitificada y desacralizada, la sexualidad no tolera ya una excesiva restricción. El hombre actual, sometido al constante bombardeo de estímulos eróticos, con los que la publicidad comercial de nuestra sociedad de consumo trata de convencer y atraer a sus clientes, exige las razones de tales prohibiciones.

                            La ética se encuentra con un desafío. ¿Qué hacer?. Lo decisivo en el comportamiento responsable de los hombres no es la norma, sino el valor moral. Es el valor el que da la norma y  el que constituye el verdadero objeto del acto moral. De ahí se sigue que una norma moral no es una restricción de la libertad humana, sino una urgencia que el objeto portador del valor dirige a la libertad para moverla a cultivar y salvaguardar el valor.

                            Las formulaciones normativas por los condicionamientos histórico/culturales a que están sometidas, tienen siempre algo de provisional. Por eso, es necesario revisarlas continuamente. A la moral moral se le pide una respuesta y la moral tiene que darla. Pero no se le puede pedir, ni ella puede darla, una respuesta de tipo legalista ni de carácter casuístico. La moral debe proyectarse por encima de las constataciones y experiencias y proponer los valores generales que es necesario tender a verificar en cada situación concreta.

 

2.1.- Los valores.

 

                            Entre los valores que es necesario salvaguardar en toda relación concreta y en toda formulación normativa de la relación sexual humana, destacamos los siguientes:

1)      La sexualidad y el amor tienen un valor en sí mismos, en cuanto que están enraizados en la persona.

2)      La sexualidad y el amor tienen una estructura que ha de ser respetada para que encuentren su realización auténtica. La sexualidad es un dinamismo que abarca a toda la persona, no puede ser reducida a pura expresión de genitalidad. La sexualidad es una fuerza de liberación y autorrealización personal.

3)      Dentro de las estructuras antropológicas básicas de la sexualidad y del amor hay que admitir que una relación sexual plena debe ser la expresión de un amor total, exclusivo y definitivo.

4)      A la estructura antropológica del amor heterosexual pleno pertenece la aceptación por parte de los demás. Tanto es así que lo que constituye el matrimonio es el amor personal de los cónyuges, pero en cuanto es aceptado y ordenado por la comunidad.

5)      La fe cristiana y, por tanto, la moral cristiana no imponen una determinada institución intramundana para la realización del amor y de la sexualidad.

6)      Aun permaneciendo válido el principio anterior, la fe cristiana introduce la sexualidad y el amor en un universo nuevo de valores: la sexualidad y el amor vividos dentro de una historia de salvación y dentro del nuevo pueblo de Dios.

 

2.2.- Nuestro punto de vista.

 

                            Podemos sintetizarlo en las siguientes afirmaciones:

1)      La única institución válida en la que se pueden realizar las condiciones de autenticidad, postuladas por la relación sexual, es el matrimonio.

2)      La institución matrimonial ha de someterse a las variaciones histórico/culturales. ¿Cuáles son?. Nos lo dirá el modo de progresar la sociedad, sometido naturalmente a una crítica de la fe y de la moral.

3)      A partir de los valores de la sexualidad señalados es descartable toda relación paraconyugal.