Evangelio
emyyéÁiov [euangélion] buena nueva, buena noticia; EDocyyEÁí(co [euangelízo],
eóayyeXí-
Cofioa [euangelízomai] traer buenas noticias, anunciar buenas nuevas;
eóoíyyeÁiaTrjt;
[euangelistés] anunciador de la buena nueva, evangelista
I 1. El verbo euangelízomai, que aparece desde Aristófanes, así como euangelízo,
más conocido en el ámbito
griego posterior, y también el adjetivo sustantivado euangélion, que encontramos
a partir de Homero, y, por
último, el sustantivo sváyyEÁoc [euángelos] (desde Esquilo), son vocablos
derivados de áyyEAoq [úngelos],
mensajero o de áyyéXXco [angélló], anunciar, palabras procedentes del persa y
asimiladas al griego (-» ángel).
Euángelos es el mensajero que trae la noticia de una victoria, o también, una
buena noticia de carácter político o
personal. En la época helenística el término puede designar también al que
anuncia un oráculo. Análogamente, el
verbo euangelízomai significa dar o proclamar buenas noticias, y, cuando se
refiere a un mensajero sagrado,
anunciar. Pero euangelízomai adquiere también un sentido religioso cuando se
emplea en el contexto de la
aparición de un «hombre divino», cuya venida es proclamada con alegría (p. ej.
así ocurre con Apolonio de Tiana
en Filostrato, Vit. Ap. I, 28; s. III d. G). Por otra parte, el verbo pierde con
frecuencia su significado originario y se
hace sinónimo de angéllo: traer noticias, anunciar.
2. El sustantivo euangélion significa a) la recompensa que recibe el mensajero
que trae la noticia de una
victoria. Su buena noticia trae la felicidad al que la recibe; por eso es
recompensado. (Este es el sentido de la
palabra castellana, hoy poco usada, «albricias», que es de origen árabe —basira:
se alegró— y de la misma raíz que
el verbo hebreo [en pi.] bissar: dar una buena noticia, alegrarse con una buena
noticia). Pero euangélion significa
también b) el mensaje mismo, y entonces es un terminus technicus que designa,
ante todo, la noticia de una victoria,
aunque puede referirse también a las buenas noticias en el terreno político o
privado. Estas noticias son
consideradas como un don de los dioses. En acción de gracias, y también para que
los dioses continúen siendo
propicios se les ofrecen sacrificios después de recibir buenas noticias (sútxyyéfaa
Súsiv [euangélia thyein], celebrar
una buena noticia con holocaustos; esta fórmula se encuentra ya en Isocrates).
«...En el fondo de esta ofrenda anida
la desconfianza de los animistas respecto a su propio culto; es como si dijesen:
apresúrate a agradecer a los dioses
las buenas noticias, no sea que te veas desposeído de la felicidad anunciada» (Schniewind,
182). c) Euangélion
adquiere un sentido religioso sobre todo en los oráculos (anuncio de algo
futuro) y en el/Culto al emperador: las
noticias sobre el nacimiento, la mayoría de edad, el advenimiento al trono, pero
también los dicursos, disposiciones
y acciones del emperador (que posee un carácter divino), son buenas noticias,
que traen al mundo la paz y la
felicidad anheladas. Cf. la inscripción de Priene del año 9 a. C, que celebra el
aniversario del nacimiento de
Augusto: «Este día ha cambiado la paz del mundo, pues éste habría llegado a su
ocaso si en el nacido no se hubiese
manifestado la felicidad para todos los hombres. El es realmente el que en este
aniversario aparece como el
principio de la vida y de todas las fuerzas vitales; por fin ha pasado el tiempo
en que teníamos que arrepentimos de
haber nacido. La providencia ha colmado a este hombre con tales dones que nos lo
ha enviado como un sofá" a
nosotros y a las generaciones venideras; él acabará con las guerras y lo
dispondrá todo de un modo sublime. El
aniversario del dios ha traído al mundo las euangélia —buenas noticias—
vinculadas a él; su nacimiento es el
comienzo de una nueva era» (Inscripción de Priene 105, 40; traducción de EBloch
en: Das Prinzip Hoffnung, v.
1484). La proclamación de este evangelio no sólo anuncia una nueva era sino que
la trae y la pone en vigor. De este
modo, la proclamación misma es ya el evangelio, pues, a través de ella se hace
presente la felicidad anunciada.
3. Esta acepción religiosa de la palabra euangélion en el mundo helenístico,
sobre todo en el culto al
emperador, puede ponerse fácilmente en conexión con el NT. Al hablar del
evangelio, éste enlaza, pues, con un
término muy extendido en el helenismo y lleno de contenido religioso. Juntamente
hay que tener también en
cuenta las raíces veterotestamentarias del concepto de euangélion utilizado en
el NT.
II 1. Es cierto que en la versión griega del AT
euangélion no aparece nunca en singular. El plural, que
traduce al hebreo Vsorah, significa la recompensa por la buena nueva (2 Sam 4,
10). El término euangélia, ajeno al
NT y que equivale igualmente al hebreo b"soráh, aparece esporádicamente y
significa también buena noticia (2 Sam
18, 20.22 y passim). Pero, en general, el sustantivo no desempeña un papel
demasiado importante. Más importante
para la evolución ulterior del concepto fue el hecho de que el verbo
euangelizomai —que, por lo demás, tampoco es
muy frecuente y aparece únicamente en unos pocos escritos— reemplazase al hebreo
bissar (anunciar buenas
noticias, así p. ej. en 1 Re 1,42; Jer 20,15); pues este verbo hebreo es el que
se utiliza en los Salmos (40,10; 68,12; 96,
2 ss) y especialmente en Dtls (52, 7), para expresar la victoria de Yahvé sobre
el mundo entero y la proclamación de
su soberanía. Ahora bien, con su advenimiento al trono (cf. los salmos que se
refieren a esta exaltación, sobre todo
el Sal 96) y con su retorno a Sión (Dtls) comienza una nueva era. Es el
mensajero de la buena nueva (mebassér,
participio sustantivado que se traduce por EÓayy£A.i£óp.evoq [euangehzómenos],
es un término característico del
Dtls) el que proclama la nueva era y la trae con su palabra operante: ha llegado
la paz y la salvación, Dios reina (Is
52, 7; cf. asimismo 40, 9) y reina sobre todo el mundo (Sal 96, 2 ss). «Este
"evangelio" es una palabra operante, una
decisión soberana, una palabra creadora. Por boca de sus mensajeros es Dios
mismo el que habla: él habla y las
cosas quedan hechas; da una orden y queda cumplida (Sal 33, 6)» (Gloege, 100).
En el mismo acto de la
proclamación comienza la nueva era. A partir de aquí se hace comprensible la
importancia que se atribuye a este
mensajero de la buena nueva. Mediante su aparición y su mensaje, la salvación,
la liberación y la paz se convierten
en realidad (cf. a este respecto, Is 61, 1, en donde se destaca también de un
modo especial la conexión entre el
mensaje y la misión -> apóstol).
2. El texto de los LXX no ha concebido ya de esta manera mensajero de la buena
nueva y, por consiguiente,
esta idea ha quedado en él algo desfigurada: se establece una separación entre
la proclamación del mensaje y el
acontecimiento que va unido a ella de un modo inmediato; cf. p. ej. Is 52, 7, en
donde el texto de los LXX traduce:
tu Dios será (en futuro) rey. También Filón y Josefo, al utilizar los términos
euangélion y euangelizomai, no enlazan
con la idea del mensajero de las buenas noticias del Dtls, sino con la
aceptación habitual de estas palabras en el
mundo helenístico. Por consiguiente, ambos no aportan nada a la comprensión de
la acepción neotestamentaria de
estos vocablos. En cambio, no ocurre lo mismo con el judaismo tardío.
3. El judaismo tardío mantiene viva la idea del mensajero de las buenas
noticias. Este puede ser esperado
como un desconocido, como el precursor del -> mesías o como el mesías mismo. Lo
fundamental de este mensaje
no es su contenido, pues éste es conocido por el Dtls. Más bien, lo decisivo es
el hecho de que el m'bassér viene y,
por medio de su anuncio, trae la salvación. Todo se basa en su venida y en su
anuncio (cf. Pesitta R 36 [162a],
St.-B. III, 9c; cf. también 1QH 18, 14, en donde la autodesignación del
mensajero como mensajero de la buena nueva
nos recuerda claramente a Is 61). Hacemos aquí la misma observación que hicimos
a propósito del AT: el
acontecer escatológico encuentra su expresión en el verbo (bissar = proclamar la
buena nueva escatológica) o en su
forma participial sustantivada (m'bassér = el mensajero de la buena nueva
escatológica), pero no en el sustantivo
b'soráh (= la buena noticia). Este estado de cosas nos obliga a plantearnos la
posibilidad de que el vocablo
euangélion que aparece en el NT haya sido tomado del ámbito lingüístico griego,
más exactamente, del lenguaje
empleado en el culto al emperador. En este punto no se puede llegar,
evidentemente, a una claridad total: de todos
modos es cierto que: «el culto al emperador y la Biblia coinciden en que, para
ambos, el advenimiento al trono, que
trae una nueva era y da la paz al mundo, es una buena nueva para los hombres» (ThWb
II, 722, línea 9 ss). La
diferencia entre ambos sólo consiste propiamente en que el contenido del
euangélion es, en cada caso, distinto.
III 1. El verbo euangelízomai y el sustantivo euangélion tienen mucha
importancia
en el NT, aunque su distribución es muy diferente en cada uno de los escritos:
euangelízomai
se halla en Mt sólo una vez (11, 5), mientras que en Lucas (Hech inclusive)
aparece 25
veces, en Pablo 19 y, además, 2 en Ef, 2 en Heb, 3 en 1 Pe; aparte de esto, el
verbo
euangelízó se encuentra 2 veces en Ap. Mientras que el verbo no se encuentra en
Me, el
sustantivo, en cambio, aparece en 7 ocasiones (4 en Mt). A la inversa,\Lucas
muestra una
marcada preferencia por la forma verbal euangelízomai; sólo emplea 2 veces el
sustantivo:
en Hech (15, 7 y 20, 24). Pero el sustantivo euangélion se encuentra con mucha
frecuencia
en Pablo (52 veces); ulteriormente, en Ef 4 veces, en las cartas pastorales 4
veces, una vez
en 1 Pe y en Ap. Es sorprendente el hecho de que el verbo y el sustantivo no
aparezcan en
los escritos joaneos (evangelio y cartas); esto se explica quizá por su
particular concepción
teológica (la llamada escatología realizada). Sería erróneo, sin embargo, a
partir de
la ausencia del verbo o del sustantivo en algunos de los escritos del NT,
concluir la no
existencia de los conceptos a que se refieren estos vocablos. Así, por ejemplo,
en los
escritos de Juan, estos conceptos se expresan con las palabras pxpwpéa [martyréó,
testimoniar y papxvpía [martyría], —> testimonio.
2. Es improbable que el mismo Jesús haya empleado el concepto de euangélion o,
hablando con más precisión, su equivalente arameo, para designar su mensaje en
un
sentido amplio. Al menos, no hay de esto ningún testimonio claro. Y no podemos
asegurar que incluso pasajes como Me 13, 10 y 14, 9 sean palabra auténtica de
Jesús. Lo
que sí es posible es que haya aludido a que las palabras que expresan la
esperanza
mesiánica en Is 35 y 61 se cumplen mediante sus palabras y sus obras (cf. Mt 11,
5 s = Le
7, 22, de Q: mco/oi voayyeXí^ovxoii [ptóchoí euangelízontai], los pobres son
evangelizados;
también Le 4,18, en donde Jesús se refiere a Is 61, 1) y, evidentemente, se
cumplen de tal
manera, que las esperanzas corrientes ligadas a los mensajeros de las buenas
noticias del
Dtls (p. ej. la liberación y la aniquilación de los enemigos) quedan defraudadas
(Mt 11,
6). Seguramente, la respuesta dada al Bautista en Mt 11, 5 s se refiere a que la
buena
nueva esperada desde el Dtls es proclamada ahora y llega a ser operante. Sin
embargo,
no es posible llegar a una concordancia total de opiniones sobre la cuestión de
si estos
logia remontan hasta Jesús.
En esta línea, la pregunta decisiva no es tampoco si Jesús mismo utilizó o no la
palabra «evangelio»; lo decisivo aquí es si, con esta palabra, se expresa o no
la realidad
sobre la que se centra su mensaje. No hay duda de que Jesús ha entendido su
mensaje
sobre el reino de Dios que ha de venir (Me 1,14; -> reino), y que está muy
presente en su
palabra y en su obra, como la buena nueva: «Dichosos vuestros ojos porque ven y
vuestros oídos porque oyen» (Mt 13, 16). Ahora bien, esta buena nueva no hay que
separarla del mensajero que la trae y este mensajero es Jesús mismo (cf. Le 11,
20; Mt 5, 1 s
y passim; cf. ThWb II, 726). Pero él no sólo aparece como mensajero y autor de
este
mensaje sino, al mismo tiempo, como su contenido, es decir, como aquel de quien
habla
este mensaje. Es, pues, completamente lógico, que la iglesia cristiana primitiva
haya
tomado el concepto de euangélion para describir de un modo sintético el mensaje
de
salvación ligado a la venida de Jesús.
3. Todo hace pensar que fue Pablo quien incorporó el término euangélion al
léxico
neotestamentario. Con ello no queremos decir, evidentemente, que él sea el
primero que
ha empleado esta palabra para designar, sin más, el contenido total del mensaje,
es decir,
que la haya utilizado como sinónimo del nombre de -> Jesucristo. Al contrario,
la
frecuencia con que el término evangelio aparece en Pablo (al menos 23 veces, sin
ulteriores complementaciones que precisen más el contenido de este mensaje)
indica más
bien que él lo toma en una acepción que resulta familiar para aquellos a quienes
se dirige:
éstos conocen ya el contenido del evangelio. Es posible, pues, que esta acepción
se haya
desarrollado ya en las primitivas iglesias empalmando formalmente con el
evangelio del
culto al emperador, pero, al mismo tiempo, en abierta confrontación con él.
Pues, sobre
todo en la praxis misionera, el mensaje de salvación de Jesucristo, a causa de
su
dimensión universal, se oponía al mensaje salvífico político-mesiánico. Es
evidente que
luego muy pronto ciertas afirmaciones e ideas veterotestamentarias, sobre todo
de la
profecía del Dtls, enlazaron con esta terminología helenística; especialmente
«la conexión
entre la idea helenístico-oriental del redentor y la ideología del rey-mesías
del Dtls
es sugerida por la misma naturaleza de las cosas» (Schneemelcher, 42).
El euangélion ha pasado a ser un concepto central de la teología paulina. Este
vocablo
designa el reconocimiento de la buena noticia: que Dios, en la encarnación, la
muerte y la
resurrección de Jesús, ha obrado la -> salvación del mundo (cf. el desarrollo
concreto de
todo esto a través de las fórmulas de las profesiones de fe de Rom 1, 1 ss; 1
Cor 15, 1 ss).
En la medida en que este acontecimiento ha sido anunciado ya en el AT, éste
pertenece
también al evangelio (énayyeJ.íoí [epangelía], -> promesa tiene una estrecha
afinidad
lingüística y de contenido con euangélion, y es significativo que Pablo utilice
este
concepto en la controversia sobre la ley y el evangelio). Pero euangélion no
sólo se refiere
a un determinado contenido sino también al acto, al proceso, a la realización
del anuncio.
Existe un completo acuerdo entre el contenido y la realización del anuncio y no
pueden
ser concebidos separadamente, ni siquiera de un modo imaginario (Rom 1, 1), como
si
fuesen realidades yuxtapuestas (1 Cor 9, 14.18). En efecto, justamente en la
predicación se
realiza este contenido, se lleva a cabo la salvación de los hombres de la que
aquí mismo se
habla. «El evangelio no es solamente el testimonio de un acontecer salvífico,
sino que él
mismo es acontecimiento de salvación...» (GFriedrich, ThWb II, 729). POTesojd
anuncio
del -» mensaje no se expresa únicamente con el verbo euangelízomai (eómopTejTén
1 Cor
1, 17), sino sobre todo con el sustantivo euangélion que es un nomen actionis
(en 2 Cor 8,
18 euangélion significa el anuncio del evangelio). Según eso, en el giro
«evangelio de Dios»
o «evangelio de Cristo» o también «del Hijo de Dios» (Rom 1,1; 15,16; 1 Cor
9,12; 2 Cor
2, 12 y passim), el genitivo ha de entenderse a la vez como genitivo objetivo y
subjetivo:
Cristo o Dios son el contenido y el autor del evangelio. Es difícil establecer
con claridad
cuándo Pablo subraya uno u otro aspecto. Este evangelio, allí donde es predicado
(£Úayy£Á%e<j&ai [euangelízesthai] en 2 Cor 11, 7; Gal 1, 11; Kr¡púaaeiv [kéryssein]
en Gal
2, 2; 1 Tes 2, 9; KatixyyéÁXeiv [katangéllein] en 1 Cor 9, 14; laMv [laleín] en
1 Tes 2, 2;
-» mensaje; -> palabra) es una palabra eficaz: crea la -> fe (Rom 1, 16 s; Flp
1, 27), obra la
liberación y la salvación (Rom 1,16; 1 Cor 15,2), y también el -»juicio (Rom
2,16), revela
la -> justicia de Dios (Rom 1,17), colma la -^esperanza (Col 1, 5.23),
interviene en la vida
de los hombres y crea las comunidades. Dado que el evangelio no es una invención
humana (Gal 1, 11), sino que son Dios mismo y Cristo quienes hablan por medio de
sus
mensajeros, los apóstoles, el evangelio y el apostolado están en conexión
estrecha (2 Cor
10-13; cf. Gal 2, 7 s, en donde euangélion, en el sentido de anuncio del
mensaje, alude
claramente al significado y al contenido de la anoaxoXr¡ [apostóle], de la
misión
apostólica de Pablo y de Pedro, entre los gentiles y entre los judíos
respectivamente). Al
igual que en el Dtls los centinelas proclaman la venida de Dios, aquí los
mensajeros
anuncian el evangelio (Rom 10, 15). Pablo se sabe llamado por Cristo para
anunciar el
evangelio, sobre todo a los gentiles (Rom 1, 1; Gal 1, 16) y para llevar, de
este modo, el
acontecimiento escatológico más allá de las fronteras de Israel (Rom 15, 9).
Toda su
actividad es un euangelízesthai (1 Cor 1,17). Por eso, en cuanto «partícipe del
evangelio»
(1 Cor 9, 23), puede también hablar de «su evangelio» (p. ej. Rom 16, 25; 2 Cor
4, 3); con
ello se refiere al único evangelio, al que se predica también en Jerusalén (Gal
1, 6-9; 2 Cor
10, 13-16) y que sólo ahora ha superado las barreras de la ley judía: el
evangelio
anunciado a los gentiles y que ha sido liberado de la ley (Gal 1,16; 2, 7.8; Rom
1,15). Por
supuesto, los adversarios de Pablo tienen «otro evangelio» (Gal 1, 6-10; 2 Cor
11, 4).
Pablo es atacado por ellos. Ahora bien, como el apostolado y la predicación del
evangelio se implican mutuamente, todo ataque dirigido contra Pablo y su
apostolado es
también un ataque contra el evangelio y viceversa. Pues, predicar el evangelio
no es
recomendarse a sí mismo, sino, llevado de una exigencia interna (1 Cor 9,16),
recomendar
al Señor (2 Cor 10, 18; 4, 5; Gal 1, 10).
4. También en los sinópticos el vocablo euangélion designa la buena nueva del
acontecimiento de la salvación en Jesucristo tal como es proclamada en la
iglesia. Pero,
en cada uno de los evangelistas se subrayan diferentes aspectos, y esto por
razón de sus
respectivas concepciones teológicas.
a) Muy próximo a la comprensión paulina del
euangélion se encuentra Marcos, que
emplea siempre esta palabra (a excepción de 1, 1 y 1, 14) en un sentido
absoluto. Dado
que en Me esta palabra sólo se encuentra en pasajes redaccionales, puede
admitirse con
cierta seguridad que ha sido él el que ha introducido esta palabra (quizá
tomándola de
Pablo) en la tradición sinóptica. Mateo y Lucas dependen de él pero modifican
sus ideas.
También puede decirse que, para Marcos, Jesucristo es el contenido y el autor
del
evangelio. El está presente y actúa allí donde es proclamado el evangelio, el
cual resulta
tan presente que, lo que se hace por el evangelio, se hace por Jesús (Me 8, 35;
10, 29). El
contenido de este evangelio es la historia de Jesús a través de sus
acontecimientos
singulares (cf. Me 14, 5). Pero Marcos no la relata movido por un interés
histórico, sino
que utiliza la tradición que existe sobre Jesús para explicar lo que es el
evangeliojjw-es-ek
anuncio de un redentor divino glorioso, sino de la salvación que ha sido operada
por el \
hijo del hombre a través de sus sufrimientos y cuya gloria escondida como -*
Hijo de
Dios se manifiesta ante todo a través del camino de la cruz (-» discípulo). Por
eso,
Marcos pone el vocablo euangélion como epígrafe de toda su obra (1, 1: comienzo
del
evangelio de Jesucristo); esto quiere decir que estas narraciones no constituyen
un relato
sobre Jesús, sino que, a través de ellas, Jesús mismo nos interpela. Son la
buena noticia en
la que Jesús es proclamado como el Señor viviente y en la que él mismo se dirige
a los
lectores del evangelio de Marcos, reclamando y causando la fe (Me 1, 15).
b) Frente a esta utilización de euangélion en Marcos, Mateo no emplea nunca esta
palabra sin añadir una aclaración, como, p. ej. «evangelio del reino» (4, 23; 9,
35), «este
evangelio» (26, 13; cf. también, 24, 14), subrayando así un aspecto diferente
del vocablo.
Aquí, Jesús aparece en primer plano como el que trae el evangelio, el que lo
proclama. Lo
que es el evangelio se muestra sobre todo en la -> enseñanza que Jesús da a sus
discípulos
(4, 23; 9, 35; 24,14; en cambio, en 26,13 el evangelio designa la historia de la
pasión). Pero,
en la medida en que la iglesia anuncie este evangelio que ha sido proclamado ya,
su
contenido es (también para Mateo) Jesús mismo (cf. ante todo, Mt 24, 14; 26,
13).
c) En Lucas el término evangelio no aparece hasta Hech 15, 7 y 20, 24. Es
posible
que esto esté en estrecha conexión con su particular modo de pensar, según el
cual hay
que dis'tinguir entre la época de Jesús y la época de la iglesia y, por
consiguiente, entre la
predicación de Jesús y la de los apóstoles. Así, él aplica el término euangélion
a la
predicación apostólica, pero no a la predicación de Jesús (especialmente
instructiva en
este contexto es la modificación del texto de Le 18, 29: fiocaileía [basileía],
con respecto a
Me 10, 29: euangélion). Tampoco está en contra de esto el hecho de que Lucas
utilice con
especial preferencia el verbo euangelízesthai. En efecto, éste no tiene en él el
significado
trascendental que adquiere en Pablo, en donde abarca toda la obra de Jesús, sino
que ha
llegado a convertirse casi en un terminus technicus que expresa la acción de
predicar. El
hecho de que se intercambie con otros verbos que se refieren al -» kerigma,
tales como
kéryssein (cf. los pasajes paralelos de Me que sirven de modelo a los textos de
Le 4, 43; 9,
6; también Le 4, 18), Kaxayyélleiv [katangéllein] (Hech 9, 20; 19, 13),
dióáoKEiv [didáskein]
(Le 20, 1; -> enseñanza), y de que Lucas califique la mayoría de las veces esta
predicación verbal de predicación «del reino de Dios» (4,43; 8,1), «de Jesús» (Hech
5,42;
8, 35; 11, 20 y passim), apunta en esta dirección. Es por eso por lo que Lucas
puede
designar la actividad del Bautista con el verbo euangelízesthai (3, 18), aunque
él subraya
explícitamente que el reino de Dios sólo es anunciado después del Bautista
(16,16). Aquí
euangelízesthai adquiere, pues, nuevamente casi el mismo sentido general de
anunciar un
mensaje de felicidad, que tiene en el ámbito helenístico y no es ya un concepto
cristo-
lógico.
5. Los restantes escritos neotestamentarios que emplean euangélion o
euangelízomai
permanecen en su totalidad en la línea de Pablo, y destacan únicamente ciertos
aspectos
de este evangelio operante, que no es invención humana sino palabra de Dios (1
Pe 1,12),
pero que ha sido anunciada por el ministerio de los apóstoles (2 Tim 1,11). Su
contenido,
Jesucristo, que ha sido resucitado de entre los muertos y era de la descendencia
de David
(2 Tim 2, 8), no sólo se refiere a un acontecimiento irrepetible, sino que se
manifiesta
como una palabra que posee un poder actual, de tal manera que no puede ser
encadenada
por los hombres (2 Tim 2, 9). Pues este evangelio engendra de nuevo y confiere
una
vida nueva (1 Pe 1, 23-25), es un anuncio operante de la paz (Ef 2,17; 6,15) y
alcanza a los
que están cerca y a los que están lejos, a los judíos y a los gentiles (Ef 3,
y^j^bonñere la
liberación y la salvación (Ef 1, 13) y ha «irradiado vida e inmortalidad» (2 Tim
1, 10).
6. Aunque el concepto de euangélion es subrayado
y desarrollado de muy diversas
maneras en el NT —como lo ha mostrado claramente la evolución bosquejada desde
Pablo, pasando por Marcos, hasta Mateo y Lucas— se refiere siempre al mensaje de
la
salvación proclamado verbalmente y nunca de algo meramente escrito, como, p. ej.
un
-»libro o una carta. A esto aluden también los sinónimos de euangélion y
euangelízesthai
(kéryssein, katangéllein, Mein, lógos, etc.). Este mensaje anunciado verbalmente
es único,
a pesar de que Pablo habla de «su» evangelio (sóayyéhov fioo [euangélion mou],
Rom 2,
16). El NT sólo conoce el evangelio, el plural «los evangelios» repugna a su
naturaleza
(GBornkamm, 749).
El hecho de que, desde el s. II, se hable de los
evangelios, aludiendo con ello a los
escritos evangélicos, presupone una evolución cuyos orígenes se remontan a
Marcos.
Marcos ha puesto el evangelio en conexión con lo que ha escrito sobre la
historia de
Jesús, pero no ha establecido una identificación entre ambas cosas. El exordio
de su obra,
«comienzo del evangelio de Jesucristo» (v. 1), no quiere decir (cf. supra 4a)
que en lo que
sigue vaya a tratarse de la historia (de la vida) de Jesús. Pero esta
identificación ha sido
emprendida posteriormente siguiendo una tendencia a la historificación que se
encuentra
ya en Mateo y en Lucas, de tal manera que ahora se hace posible emplear la
palabra
evangelio para designar un libro y, por consiguiente, el plural zi súzyyé/.ix [tá
euangélia],
como nombre colectivo de estos «relatos». Pero esto ni siquiera es válido para
Lucas,
pues él, en su prólogo (1, 1-4), no aplica evidentemente el término evangelios a
los
numerosos escritos evangélicos existentes en su época (en lugar de éste utiliza
óir¡ynaiQ
[diégésis], relato). Pero, a lo largo del s. II, se impone esta acepción
lingüística para
designar a este tipo de literatura que no tiene ninguna analogía con los
escritos de la
época en que se desarrolla el NT. Sin embargo, juntamente se conserva el
conocimiento
neotestamentario «de que el evangelio es una unidad y de que es el anuncio de la
salvación» (Schneemelcher, 44; cf. a este respecto p. ej. Lutero, en WA XII,
259: «el
evangelio... no es propiamente un mensaje escrito y literal, sino una
predicación verbal y
una palabra viva, y una voz que se oye en el mundo entero y que es proclamada
públicamente para que se la oiga en todas partes»).
7. El término euangelistés designa a aquel que anuncia el euangélion. Esta
palabra,
muy poco frecuente en la literatura no cristiana y mucho más corriente en la
antigua
literatura cristiana, en el NT sólo aparece en Hech 21, 8 (referido a Felipe),
Ef 4,11 (junto
a los apóstoles, profetas, doctores, pastores) y 2 Tim 4, 5 (referido a
Timoteo). En estos
tres pasajes hay que distinguir entre evangelista y apóstol. Esto aparece con
especial
claridad en el evangelista Felipe, cuya actividad ha de ser ratificada por los
apóstoles
Pedro y Juan (Hech 8, 14 s). Así pues, el concepto de euangelistés se aplica
claramente a
las personas que continúan la misión de los apóstoles, llamados inmediatamente
por
Cristo resucitado; aquí es difícil, sin embargo, saber si el concepto se refiere
a un
ministerio o sólo a una actividad. Estos evangelistas pueden hacer de misioneros
(Hech
21, 8) o de dirigentes de la comunidad (2 Tim 4, 5). Para designar al autor de
un evangelio
aparece euangelistés sólo en la época en que euangélion designa un libro y en
que se habla
de los evangelios (así en plural).
U. Becker (Hannover)
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